Los invasores de la Isla del Contrabandista

Frikka, al ver cuál era la situación, no tardó en decidirse a buscar a su compañero. Se encontraron de camino, cuando Seth volvía ya hacia donde habían decidido encontrarse, así que no les llevó mucho tiempo reunirse para seguir a Cassandra. Un poco más tarde, los dos chicos estaban ya en la cala, donde los aguardaba la trampilla abierta y un buen número de huellas mezcladas, todas en la misma dirección.

Cassandra, por su parte, ya se encontraba en el interior del almacén, y siguió con su exploración. Para empezar, abrió la primera puerta que tenía ante sí, con la espada desenvainada. La mohosa puerta de madera no ofreció la menor resistencia, pero sí rechinó con fuerza al abrirse, y el sonido se extendió por todo el lugar.

En la estancia no había nadie. Un par de jergones en el suelo y dos baúles pequeños eran todo lo que allí había. Además, un par de mudas de ropa, algo de comida y las posesiones más básicas que pudiera necesitar alguien. Estaba bastante oscuro, por supuesto sin ventanas ni ningún otro tipo de ventilación más allá de la puerta, por lo que el aire estaba enrarecido. No había señales de vida allí.

FdR.: Plazo de posteo hasta el domingo a las 17.00

Por suerte, no solo no me encuentro con ningún peligro o enemigo a mi vuelta, sino que no tardo en reunirme con Frikka, a la que saludo con una amplia sonrisa y a la que no tardo en explicarle que no me he encontrado con nada. Ella, sin embargo, sí parece haber dado con unas huellas que apuntan a la dirección en la que Cassandra se había ido, así que pronto nos ponemos en marcha.

No tardamos mucho en llegar a la cala, y ahí nos topamos con una infinidad de huellas que apuntan a la misma dirección. Las observo en silencio un segundo, antes de centrar mi atención en la trampilla que está abierta. Frunzo el ceño entonces, y lentamente, armado con el sable, me acerco.

—Supongo que deberíamos bajar —murmuro, mirando a la caeruleus—. ¿Quieres ir delante o detrás?

Sonrío un poco.

Me encuentro a Seth antes de lo esperado. Es una suerte, la verdad, porque desandar los caminos cuando tienes prisa se hace tremendamente pesado. Enseguida nos hemos puesto al día, que tampoco es que haya mucho que contar, y ponemos rumbo hacia los pasos de Cassandra.
No sé qué cojones está tramando esa, con el rollo de que si tiene que buscar algo o de que si vemos una cría... No comparto mis ideas con Seth, de todas formas, porque no quiero ponerme ahora a dudar del grupo.

A ratos lanzo miradas a Thor, que es el encargado de avisarnos si escucha o huele algo o lo que sea que haga.

Cuando alcanzamos la cala damos con una trampilla abierta. Y, adivina adivinanza, ¿a dónde van a dar las huellas? Supongo que eso de avisar Cassandra se lo ha pasado por el...
En fin.

Miro a Seth dibujando una sonrisa cuando habla. ¿Delante o detrás?
No es el momento de hacer chistes, Frikka. Venga.

-Bueno, de momento no tengo preferencias -comento, encogiéndome de hombros, pero de todas formas entro en primer lugar. Porque eso... Porque no tengo preferencias-. Bueno, vamos allá...

Comienzo a avanzar con tiento, mirándolo todo a mi alrededor y con las membranas desplegadas. Aunque la última vez por hacerlo casi me hacen un pendiente en una.

Todas nis ilusiones se desvanecen. Korvas lame las pocas cosas que hay dentro con su punta afilada con desgana, apartándolas, como si buscase encontrar algo debajo de ellas.

-Joder...- Susurro.

Me giro al escucharles llegar y voy a su encuentro.- Si tiene que haber algo en esta isla, este es el lugar.- Les explico rápidamente.
-He inspeccionado esta sala. No me atrevo a decir que alguien lo haya usado pero... algo me dice que es posible que quizá alguien estuviera aquí... no sé... Tengo esa corazonada.- Les explico, pensando en Cora.- Si por mi fuera me quedaría esperando aquí por si alguien apareciese pero no es viable. Por ahora informaremos de que al menos, gente hay. Vayamos a inspeccionar las otras dos puertas que faltan.- Les informo.

Frikka descubrió, prestando atención al falso dragón, que este no tenía la menor intención de entrar en aquella trampilla. Por el contrario, se echó a un lado con un cacareo, dando un par de vueltas sobre sí mismo antes de decidirse a escarbar en la arena, creando un pequeño hoyo en ella en el que se acomodo. Por lo visto, estaba determinado a quedarse allí, de espaldas a la trampilla.


Por su parte, los chicos procedieron a bajar las escaleras, y encontraron el mismo panorama que Cassandra había visto antes que ellos. La piscis, al oírlos, les salió al encuentro, informándoles de la situación. Juntos, procedieron a enfrentarse a la segunda puerta, de aspecto tan mohoso como la primera. Al abrirla, emitió un ruido semejante, igualmente desagradable.

Aquella sala parecía ocultar algo más interesante. A primera vista, daba la sensación de ser un pequeño laboratorio improvisado. Había un par de mesas con diversos cachivaches, en su mayoría de cristal, y al fondo de la sala, dos cajas grandes de madera cerradas con clavos. Y, a excepción de las cajas todo estaba destrozado.

Las dos mesas estaban en su sitio, pero todos los artilugios que había sobre ellas estaban destrozados, e incluso había un pequeño rastro de sangre en algunas zonas. En el suelo había una pequeña caja de madera, también destrozada, y entre los pedazos se distinguían restos de porcelana. Un poco más allá, un montón de cerillas rotas y otras aún enteras, dentro de su caja, yacían también en el suelo, junto al cuerpo de un hombre con un puñal clavado en el estómago que él mismo sujetaba con manos llenas de pequeñas heridas y algunos trozos de cristal.

Reinaba el más absoluto silencio. Al avanzar, Cassandra pisó algo, y al levantar el pie se encontró con que era una especie de canica. Estaba pintada como si se tratara de un ojo humano, de color verde.

FdR.: Plazo de posteo hasta el martes a las 20.00

Si la primera puerta me decepcionó, la segunda no lo hizo.
Mis ojos se abrieron como platos y revisaron todo lo que alcanzaban a ver lo más rápido posible.- Seth, porfa: luz.- Susurro, algo ensimismada.

Camino algo atontada y golpeo un par de veces uno de los frascos de cristal de una de las mesas con cuidado, observando algunas gotitas de sangre encima de la mesa. -¿Qué es todo esto?- Les pregunto, sin esperar una respuesta concreta, pues ni ella misma lo sabía.

Me acuclillo delante de la caja pequeña y rota y recojo entre mis dedos varios cachos de cerámica fina.- ¿Porcelana?- La última vez que había tocado porcelana aún era una cría.

Al girar la esquina de la mesa y ver al hombre tumbado, todo se vuelve más turbio.- Pero qué demonios...- Estoy perpleja.- ¿Suicidio? Yo no me suicidaría así.- Río en alto, intentando romper el tenso ambiente.

-Frikka, ¿puedes ver lo que hay en la última puerta?-le pregunto mientras intento ordenar todos mis pensamientos. - Necesito a Seth conmigo aquí por la luz. ¿Te parece bien?

-Seth.- Me dirijo a él ahora señalando las cajas intactas del fondo.- ¿Crées que podrías abrirlas? No tengo mucha fuerza.- Me sincero.

Doy un pequeño brico en el sitio al sentir algo redondito bajo mi pie. Me agacho y lo recojo.- ¿Un ojito?- Lo acerco a la zona con más luz y lo examino.- ¿Qué demonios es esto? - Estoy perpleja. Confusa. No entiendo nada y me cabrea. No me gusta no saber lo que está ocurriendo pues es una sensación que me provoca miedo.
-Estoy... algo asustada.- Acabo por reconocer, con una sonrisa nerviosa mirando a ambos lados, para luego apretar con fuerza el ojito en su puño.


FDR: naaarradorrr qué estáa pasaaandoooo XDDDDDDD

Tras avanzar un buen rato con Seth detrás de mí nos reunimos finalmente con Cassandra. Mira, parece que no se ha escapado. Qué bien.
Le dedico una mirada disconforme en un primer lugar, pero acabo por escuchar lo que nos cuenta, que hemos venido a eso, no a cabrearnos. Llego a echar un vistazo a la sala de la que viene, pero enseguida nos encaminamos los tres a otra.

-Joder...

Esto es escalofriante.
Camino prestando atención a los detalles y me acerco al cuerpo nada más verlo para comprobar la evidencia: está muerto. Acuclillada a su lado, entonces, procedo a examinar una vez más la estancia con más atención. Me levanto cuando Cassandra habla.

-Aún siendo suicidio, no lo fue el del tipo al que clavaron una flecha fuera. Aquí pasa algo muy turbio.

Estoy a punto de ir a por una de las cajas cuando Cassandra me propone que vaya por mi cuenta a la tercera de las puertas. Enseguida se me forma un nudo en el estómago y asiento, vacilante.

-Claro... Iré con cuidado-. No sé si se lo digo a ellos o a mí misma-. Haced lo mismo, por favor. Y si oís algo venid cagando hostia, por favor.

Me encamino hacia la puerta, entonces, para enfrentarme a la última. Ahora sí que echo un poco de menos a Thor aquí, transmitiendo tranquilidad.
Lo primero que hago al alcanzarla es inspirar profundamente. Al que no se le hayan subido los huevos a la garganta, por favor, que venga y la abra.

Lo primero será apoyar la oreja para oír, callada. Si a lo largo de unos diez o quince segundos no se escucha nada procederé a abrir una rendija para ver. Si hay luz ya será una mala señal...
Estoy preparada para llamarlos antes de hacerlo si hubiese algún problema. La gente que vimos vino aquí, presuntamente, y si hay tres puertas y en las otras dos no hay nadie... O mucha prisa tuvo por suicidarse o...

Al final Frikka baja primero, así que aprovecho que no creo que la moleste para conjurar un flagare en la mano libre, iluminando el camino para poder ver bien. Por suerte, no tardamos mucho en encontrarnos con Cassandra, que nos explica lo que ha pasado, y pronto avanzamos hacia una segunda puerta.

Conjuro un nuevo flagare cuando Cassandra me lo pide, alumbrando bien el lugar, aunque al ver lo que hay ahí noto como el flagare desaparece por la impresión. Tengo los ojos muy abiertos. Parpadeo. Vuelvo entonces a conjurar el hechizo, pero no me muevo hasta que Cassandra me pide que abra las cajas. Entonces asiento suavemente y me acerco a las cajas del fondo, sin apagar el flagare. Frikka también se mueve; se acerca a la otra puerta. La miro de reojo.

—Ten cuidado —murmuro, mirándola un segundo más, antes de volverme hacia las cajas. En todo momento evito mirar al hombre del puñal en el estómago.

Una vez frente a las cajas, frunzo el ceño, planteándome cómo abrirlas. En un primer momento, intentaré hacerlo usando solo las manos, con fuerza, pero si veo que no funciona, intentaré hacer palanca con el sable, buscando desclavar los clavos que las mantienen cerradas.

Cuando Frikka se agachó a examinar el cadáver, lo encontró tan muerto como parecía a simple vista. El cuerpo aún estaba caliente, pero la sangre se había coagulado prácticamente del todo. Sobresaliendo de uno de sus bolsillos vio una llave de gran tamaño, y se hizo con ella antes de proceder, sola, a la siguiente sala.

Pese a sus esfuerzos por encontrar algún sonido revelador al otro lado, Frikka no oyó absolutamente nada. Al final, hizo a copio de valor para abrir la puerta, pero un pequeño golpecito al intentar girar el pomo le indicó que estaba cerrada con llave. Cuando probó con la que le había cogido al cadáver, la cerradura soltó un dócil chasquido y la puerta se abrió con el mismo chirrido desagradable que las otras.

Apenas había abierto una rendija, pero el hedor a cerrado, a humedad y a excrementos le impregnó la nariz hasta provocarle náusea. Cuando la abrió más, descubrió ante sí una habitación similar a las otras en estructura, pero a la vez, completamente diferente. Estaba vacía salvo por dos cosas: En una esquina de la habitación, al fondo, había un cubo para excrementos, lleno a rebosar. En esquina opuesta del fondo de la sala, un niño harapiento de no más de siete años estaba sentado en el suelo, encogido sobre sí mismo y apoyado contra la pared. No hizo el menor movimiento al ver a Frikka.

En la sala contigua, Cassandra esperaba mientras Seth procedía a abrir las cajas. El chico empezó por la más grande, y pronto descubrió que los clavos la cerraban completamente, sin dejar hendiduras por las que tirar de la tapa. Tuvo que proceder, pues, por el camino lento. Uno a uno, fue extrayendo los clavos con el sable, hasta que pudo por fin abrir la tapa. La encontró llena de serrín, como si fuera un envío postal.

Pero, al apartar el serrín, Seth se encontró con pelo, bien sujeto a su correspondiente cabeza. Había un chico de unos quince años metido en la caja, encogido para caber entre las estrechas paredes de madera. Estaba acolchado con serrín, pero si lo sacaban, descubrirían a un joven claritas de cara sucia y cuerpo grueso. El cuerpo, inerte, estaba completamente frío.

FdR- Plazo de posteo hasta el viernes a las 15.00

No estoy acostumbrada a los cadáveres aunque viese muchos en el ataque a Palacio del año pasado y este sea el segundo del día. De alguna forma siento una especie de frialdad extraña que me invade desde dentro. No sé bien cómo mantengo la compostura, pero tampoco amenazo con perderla.
De alguna forma es como si esta entereza viniese de no saber cómo reaccionar. Mi cabeza se bloquea y no sé cómo reaccionar. Entonces parece que no siento nada.
Solo que ya no me apetece ser demasiado burlona ahora mismo.

Encontré una llave en el cuerpo, por lo que cuando me encuentro con que la puerta no abre (y con que no parece que haya sonidos dentro), la introduzco. La lógica dice que si la llave estaba en el bolsillo del otro tipo no habrá gente aquí. No creo que haya encerrado a sus amigos en un cuarto en un momento como este.
Otro error. No son ellos, pero... sí hay gente dentro.

Nada más abrir la puerta me alcanza un olor espantoso, y enseguida noto cómo se me contrae el estómago. Tengo que armarme de valor para abrirla del todo. Y lo que encuentro no es lo que esperaba.
Trato de bloquear la nariz sin conseguirlo. Recorro el cuarto con un vistazo. Cuando quiero darme cuenta tengo el rostro desencajado y los labios entreabiertos, y le busco un sentido a lo que estoy viendo.
Tengo los ojos secos.
Me he quedado paralizada.

Aspiro de pronto el aire, tras segundos sin hacerlo, volviendo en mí. Los pulmones se me llenan de ese hedor, de ese aire viscoso y pesado. Si es que puedo llamarlo aire. No puedo evitarlo y acabo volviendo la cara hacia la puerta, vaciando en ella lo que comimos en la playa. Toso y escupo un par de veces. Ni el sabor a bilis es tan malo en comparación.

No. ¿Qué estoy haciendo...?
Me vuelvo con velocidad al interior de la sala y entro, dirigiéndome directamente al niño, sin mirar nada más, respirando por la boca. Sigue siendo desagradable, pero no lo es tanto.
¿Quién encerraría aquí a un crío como a un jodido animal? Ni siquiera... Ni siquiera a un animal... ¿Está siquiera...?

-Eh...

Me acuclillo frente a él. Llevo una mano hacia él para que alce la cabeza.
Por favor... Por favor...

-Soy de los buenos... Hemos venido a sacarte de aquí...

Responde, por favor. Despiértate, por favor.
Por favor...

Mis manos se revuelven entre mi vestido, ansiosa. Si tuviese cualquier cosa en la mano la estaría estrujando con desesperación mientrasespero paciente a que el bueno de Seth acabe con su ardua tarea. Venga... que no tenemos todo el día...
Maldigo no poder ayudarle en condiciones.

Espero encontrar algo de valor, sinceramente. O al menos algo intere...
-Pero qué cojones...- Aparto a Seth de un empujón no intencionado y tiro del muchacho con fuerza hacia afuera, agitándolo y golpeándolo mientras comienzo a respirar agitadamente.- ¡DESPIERTA!- Le chillo. Le golpeo el pecho.- ES UN CRÍO, SETH.- Le chillo a mi compañero, dejando el cuerpo a un lado y levantándome rápido para pasarme ambas manos por el pelo hacia atrás, incrédula.- ¡UN PUTO NIÑO EN UNA CAJA COMO SI FUESE SALCHICHÓN.- Chillo, con la cara desencajada mirando a ninguna parte.- ¡PUTOS ENFERMOS!- Comienzo a dar fuertes patadas a la cabeza del primer cuerpo encontrado en la sala.- ¡Hijos de puta!- No se si ha sido este tipo el culpable o si no. Simplemente estoy en estado de shock.
Mi mente es incapaz de procesar que, en esta isla desierta, debajo de una puta playa tranquila hubiese... ESTO. Por qué. Qué miles de cosas horripilantes estarán pasando ahora mismo en el mundo y de las cuales no soy consciente. Una paranoia comienza a apoderarse de mi. - Seth... abre la otra caja si quieres pero yo creo que me voy a ir de aqui... al menos durante unos minutos.- Explico con tono apagado, mientras camino hacia la puerta, para apoyarme en su marco y descansar.
Arrugo el ceño al sentir el olor de la habitación contigua. - ¿Frikka?- Susurro, con la mirada perdida viendo al suelo.- ¿Desde cuando me afectan a mi estas cosas? Hasta no hace mucho, amenazaba a chavalines de la edad de aquel crío con cortarles la pilila si no me traían una cerveza. Trago saliva. Kane, ¿tú sabías todo esto?

Me llevo las manos al pecho y abro con fuerza los ojos. Reacciono y me doy la vuelta rápido.- ¡Seth, abre AHORA la otra caja!- No puede ser. NO PUEDE SER.- ¡Ahora, Seth!- Le chillo.- AHORA. ¡CORA!- Empiezo a llorar. Santo Mithos que no esté ahí dentro. - RAPIDO.- Agito sus hombros con la cara empapada en lágrimas. No por Cora, no por ella. Por la situación.

FDR: omg qué histerica e_e

Lentamente voy sacando los clavos con el sable, notando las manos algo nerviosas mientras lo hago. No dejo de pensar en el hombre que está a unos metros de nosotros, pero aun así intento que no se me note mucho en la cara. Cuando termino de quitar los clavos, quito finalmente la tapa e ilumino su interior con un flagare que conjuro en la mano. Todo está lleno de serrín. Frunzo el ceño, confuso. No muy convencido, meto la mano dentro, buscando algo en su interior, y cuando finalmente lo encuentro y lo saco me arrepiento. Porque lo que estoy sujetando es pelo, y debajo del pelo hay una cabeza.

Suelto un grito ahogado y el flagare se apaga y la cabeza cae dentro de la caja. Noto, entonces, cómo Cassandra me empuja y me aparta, pero no hace falta que me obligue porque yo mismo ya me estoy alejando, de la impresión, y creo que por el camino he tirado el sable. Y aunque Cassandra grita y grita y grita y grita, yo creo que no la escucho del todo. Porque hay dentro hay una cabeza, en el suelo hay un hombre muerto y seguro que en la otra caja hay otro cadáver más. Trago saliva.

Cassandra sigue gritando. Me pide que abra la otra caja y yo la miro con el ceño fruncido, conjurando un nuevo flagare. Y entonces se me acerca y me agarra por los hombros y sigue gritando pero ahora empieza a llorar y yo no sé qué hacer para hacer que se calme, así que simplemente coloco la mano libre en su hombro izquierdo, apretándolo suavemente, y le digo:

—Tra... Tranquila.

Aunque mi voz no parece muy tranquila y luego sí, luego sí me acerco a la caja. Cojo el sable que se me cayó al suelo y empiezo, de nuevo, a quitar los clavos, aunque esta vez creo que puedo hacerme una idea de lo que voy a encontrarme.

Frikka no recibió respuesta alguna del chiquillo, que no se movió en absoluto. Cuando la chica avanzó hacia él, permaneció donde estaba, exactamente en la misma postura. Y, cuando la chica lo hizo alzar la cabeza, descubrió que los ojos verdes que se clavaban en ella estaban tan muertos como el propio pequeño. El cuerpo, suave y blando, todavía estaba caliente, pero no mostraba la menor señal de vida, igual que no mostraba ninguna huella de lo que lo había matado.

En la habitación contigua, el chico de la caja había conseguido alterar a sus compañeros, pero aún así, Cassandra insistió en abrir la caja pequeña. Cuando Seth consiguió recuperarse de la impresión, procedió con la segunda caja, ya concienciado de lo que allí encontraría. Las apariencias no engañaban, y cuando por fin pudo quitar la tapa, se encontró con un nuevo montón de serrín.

Bajo él, como no tardarían en comprobar, estaba encogido el cuerpo de una niña chrysos de unos doce años, completamente frío pero todavía rígido. Cassandra la reconoció al instante.


FdR- Plazo de posteo hasta el domingo a las 15.00

No responde. Su cuerpo, caliente, me da una esperanza, pero la mirada vacía me la quita al instante.
Está muerto.

Lo examino un poco más: busco sangre, heridas mortales o un jodido dardo envenenado. Algo que haya podido matarlo hace poco. No encuentro, sin embargo, más que un corte algo feo en la mano, que ya no sangra. No se lo han hecho ahora, desde luego.
Noto cómo me tiemblan las manos en el registro, pero ni siquiera le hago caso a esto. Ni tampoco a los gritos de la otra habitación, histéricos, que no llego a entender bien del todo.
Es como si me hubiesen puesto una gasa envolviéndome el cerebro, aislándolo.

Hace un poco de frío, hoy. Hace un poco de...

Recuesto al niño contra la pared de nuevo, con el mismo cuidado que si solo durmiese. Noto los ojos húmedos, pero tampoco es momento para eso.
No hemos llegado a tiempo, supongo. O quizás no sea exactamente eso...

Me dirijo hacia el otro cuarto con frialdad. El cuerpo sigue temblando un poco, pero la cabeza parece no procesarlo. Necesito pensarlo un momento.

-Hay un niño de unos siete años muerto allí dentro-. La voz me tiembla al hablar. Es como si estuviese afónica-. No es agradable entrar.

Y es entonces cuando descubro que las monstruosidades no están solamente en el cuarto de al lado. Porque lo que ellos han encontrado también parece formar parte de una pesadilla.
No me queda nada que vomitar, aunque el estómago siga revuelto.

Recorro la habitación con un vistazo rápido, apagado. Acabo topándome con el único cadáver que hay por violencia una vez más. ¿Y dónde está el que se cargó a ese...? Cassandra tenía razón. No es normal que alguien se suicide así...

-Debería haber una persona más, ¿no? El que mató a ese hombre y al del bosque. ¿No habéis visto rastro de alguna persona más?

Intento parecer tranquila. O, más bien, no soy capaz de dejar de estarlo. Pero un atisbo de histeria se adivina al fondo de mi voz, como si no pudiese salir. Todavía, imagino.

Me muerdo con avidez una de mis uñas para luego juntar las manos con los ojos cerrados mientras apoyo estas en mi frente mientras repito una y otra vez "por favor por favor que no esté ahí" hasta la saciedad.
Cuando Seth termina por abrir la caja y descubrir su contenido, me dejo caer de rodillas al suelo.- No...- Rompo a llorar en un llanto inconsolable mientras me arrastro hacia ella para cogerla en brazos y arrimarla a mi cuerpo.- ¡NO, JODER!- Chillo tan fuerte que siento un punzante dolor en mi garganta. En mi cara no caben ya más lágrimas y los ojos me arden por no ser capaces de eliminar todo el dolor de mi interior.
-Cora... ¡Quién te ha hecho esto!- Bramo. El dolor pacta con la ira y en mi interior nace un dolor asesino superior al que mi corazón siente hacia mi padre.
- DAME UNA PISTA, CORA.- Hablo con la voz rota de dolor y un aullido doloroso lo llena todo. Los críos por los que antes habría llorado, han pasado a un plano tan remoto en comparación con mi dolor actual que llega incluso a asustarme.

-Vámonos de aquí...- Les susurro, mientras la sigo agarrando como si de un caracol a su concha se tratase.- Nos los llevamos a todos...- No quiero hacer otra cosa.


Ahora mismo me apetece un buen, largo y profundo trago. Sin duda, no estaba lista para esto.

A pesar de que no me sorprende lo que encuentro en la caja, esto no significa que la impresión que me causa sea más agradable que la anterior. Y aunque externamente logro mantener las apariencias, parecer más confiado que antes, por dentro me encuentro igual de nervioso que hasta hace unos momentos, y sigo sintiendo esa extraña sensación de frialdad.

Todo cambia cuando Cassandra grita. Entonces me vuelvo hacia ella y mi expresión serena se rompe. Rápidamente, corro a su lado, buscando sujetarla, tratando de hacer que se calme. Pero aunque quiero decirle algo, me encuentro con que los labios no se me mueven, con que la voz no me sale de la garganta, así que acabo callado a su lado, buscando servirle de apoyo aunque sea así.

Frikka vuelve. La situación en el cuarto de al lado no parece muy diferente a la de aquí. Asiento.

–Debemos irnos. Sea quien sea quien haya hecho, puede volver en cualquier momento.

No sé si podremos llevarnos a todos los niños. Pero al menos, si es posible, trataré de llevarme a la Cassandra sostiene, si es que realmente así lo quiere la piscis. Aunque no sé si nuestra guía de la barca nos dejará subir con cadáveres, la verdad.

Los chicos no encontraron problemas en sacar a los niños de donde estaban. Frikka cargaba al más pequeño sin dificultad, y Cassandra llevaba a Cora con su brazo sano. Seth, por otra parte, cargaba al mayor, el más pesado de todos. Salieron de la bodega y se encontraron con el dragón, que se mantuvo a distancia con respecto a ellos, aunque los siguió.


Las cosas no eran tan sencillas una vez llegaron a la playa donde estaba su barca. El bote era tan pequeño que ni siquiera había demasiado espacio para uno de los niños. Quizás pudieran llevar al más pequeño, pero eso era todo. Si querían llevarlos a los tres, debían encontrar otra solución.

El sol empezaba a ponerse en el horizonte.

FdR- Plazo de posteo hasta el martes a las 12

Las voces de Cassandra resultan hasta dolorosas. Dedico una mirada a Seth, como buscando una idea, una solución, un algo que arregle lo que pasa, pero no hay forma, supongo. Al final apoyo una mano en el hombro de la piscis, una especie de gesto de apoyo, tras lo que nos ponemos en marcha, pese a todo.

Al final hemos llevárnoslos. Cassandra lo propuso y yo estaba de acuerdo. Avanzo todo el camino en silencio, manteniendo aún la expresión apagada. No sé bien cómo soy capaz de mantener la compostura a estas alturas. Thor viene con nosotros, también, aunque de esta vez no le he hecho mucho caso.
El primer problema (de tantos, bueno) surge, sin duda, al alcanzar la barca. Porque pronto resulta evidente que ahí no cabe mucho más que nosotros.
Pienso un momento. Dedico una breve mirada al niño con el que cargo. Un pobre chico de seis o siete años, tan liviano y...

-Me voy a quedar aquí -anuncio a mis compañeros-. Llevad al niño con vosotros. Y a ella... -. Señalo a la niña que lleva Cassandra. No creo que quiera dejarla-. Ella irá en mi lugar. Id a Brontë, deprisa. Con el cáliz será rápido. Pedid refuerzos y yo vigilaré lo que queda aquí. Llega la noche, así que no me será difícil ver y mantenerme oculta de los peligros. Me aseguraré de que no viene nadie a limpiar las pruebas, o de que, si vienen, haya una información que dar.

No es una propuesta. En ningún momento pretendo que lo sea.
Es una decisión.
Tendré la compañía de Thor. Él, si se queda conmigo, me avisará de los peligros.

La abrazo contra mi. Cada vez más, con cada paso. Mis dedos la envuelven y mi cara se apoya en su cabeza, la cual descansa en mi hombro.
Mi mirada está algo perdida y mis pies se arrastran guiados más por el impulso de no caerse que por órdenes mías.

Escucho a Frikka en silencio y no la contradigo. ¿Por qué hacerlo? Está viva y mi pequeña ya no. Todos mis esfuerzos por contradecir a Kane no han servido para nada...

La coloco en silencio en la balsa y saco de mi bolsillo el ojito que encontré en la bodega. Lo sujeto con el ídice y el pulgar, con ardientes ansias de tirarlo al mar, con el fin de alejar de mi los recuerdos que me evoca. Sin embargo, debo mantenerlo. ¿De dónde será? ¿Qué será exactamente? Quizá me lleve al culpable de todo esto. Lo guardo y rebusco en mi cinturón.
-Toma.- Le dio una baya.
Sin vergüenza, me quito el vestido y mis pechos quedan al descubierto. Se lo entrego a Frikka.- Tápate por la noche.
Las heridas de mi cuerpo son más que apreciables pero poco me importa.
Sólamente unas bragas y mis botas me cubren ahora. Desnuda, me abrazo a mi niña y no hago nada más. Sólamente lloro en silencio mientras aprieto en mi puño aquella pequeña esfera.

Al final decidimos cargar con los tres niños, pero ya antes de que lleguemos a la barca tengo la sensación de que no es buena idea, de que no vamos a entrar todos. La barca no era especialmente grande; cargando con los niños, lo que hacemos es duplicar el número de personas que irían en ella, y no creo que, aunque entrasen, la embarcación pudiese soportar todo el peso.

Y efectivamente, cuando llegamos a la barca comprobamos que no entramos todos. Era evidente hasta para mí que no soy muy listo.

Pero, en fin, después de escuchar a Frikka, no sé yo hasta qué punto seré el más tonto de todos, porque no puedo creerme lo que esté proponiendo. Y menos aún que Cassandra lo acepte tan fácilmente, que no diga nada y que se limite a poner el cadáver de la niña en la barca. Y a quitarse el vestido, bueno, mira, es que eso hasta lo ignoro también, y eso que no estoy acostumbrado a ver tetas por ahí.

El caso es que vamos a ver, vamos a ver. Vamos a ver. No me considero muy listo, pero es que no creo que esto sea buena idea. Es que no puede ser buena idea. ¿Y si la atacan? ¿Y si le pasa algo? ¡Qué ya ha tenido un ataque de asma o algo así, por Mithos! ¿En qué está pensando? No sabemos cuánta gente hay ahí, ni cómo de fuertes son. Ni sin son caeruleus. ¿Y si son caeruleus como tú, maja? ¡O chrysos! Que no eres la única que podría ver, que, Mithos, esto es una locura. ¿Y la otra lo acepta y llora? ¿Sin más? Es que me estoy enervando. Pienso y me enervo, aunque así por fuera deba de tener un aspecto bastante calmo, bueno, todo lo calmo que puede estar uno con un cadáver en la mano.

¡Qué esa es otra! Que no se trata de llevar niños desprotegidos, que están de verdad pensando en hacer esta locura para llevarse unos cadáveres. Gente muerta. Gente descabezada. Que será muy trágico, que no lo niego yo, pero, ¡Mithos!, que no van a volver a la vida. Que no podemos hacer nada por ellos, que Frikka la puede palmar entre que llegamos y no llegamos a Brontë, y si se palma ya no lamentaremos la muerte de tres chavales, sino de cuatro. ¡Cuatro!

—Pero vamos a ver, ¡qué os pasa! —Aunque intento hablar en un tono normal, acabo gritando. Y bueno, creo que es la primera vez que me posiciono claramente en contra de ellas—. ¿En qué estáis pensando? —Miro a Frikka—. ¡¿En qué estás pensando?! Mira, no tenemos comida, ni agua, y ya has tenido un ataque de ¿asma? antes. ¿Crees que eso no te puede pasar otra vez? Porque yo creo que sí puede pasarte, y que puede pasarte mientras escapas de quien sea que está escondido en esta isla. Quiénes, mejor, supongo. Que esa es otra: ¿sabes a qué te estás enfrentando? ¿Cuántos son? Dices que eres caeruleus y que podrías esconderte, pero creo que no te sería tan fácil si los bandidos son chrysos o caeruleus como tú, ¿no?

Miro a Cassandra.

—¿Y tú qué? Mira, lamento mucho que nos hayamos encontrado esto, pero no me puedo creer que de verdad no digas nada. ¡Qué se está poniendo en peligro, por Mithos, en peligro para que carguemos cadáveres! No estamos salvando a ningún niño, estamos ocupando el puesto de alguien vivo con gente que ya está muerta y por la que no podríamos hacer nada más que darle un entierro digno y ya.

Miro de nuevo a Frikka. Si es que es estúpido. Y a mí no me gusta gritar, pero es que me lo piden, me lo piden. Ya pediré perdón después.

—Si tan rápido crees que llegaríamos usando el cáliz, entonces no veo por qué deberíamos dejarte aquí tirada. Nos llevamos al pequeño, que entra, exponemos lo que hay y volvemos con refuerzos. Dudo que se vayan a escapar si el cáliz ese funciona tan rápido.

Y si no, pues ¡mira! El mundo está lleno de injusticias, pero esto es una locura.

Al frito de Seth solo lo miro, muy seria. Todos tenemos derecho a gritar aquí, claro. Solo faltaba él. Que haga el uso que quiera. No me importan sus gritos.

-En primer lugar, no me va a venir el asma por subirme a un árbol y esconderme unas horas -le digo, totalmente a la defensiva-. En segundo lugar.. Lo que pase aquí es nuestra responsabilidad. Sí, podemos morir. Pero nuestro deber es entregar un informe lo más correcto posible. Y no voy a dejar aquí a esta gente tirada, porque sin ellos no podemos contar nada. Que vimos arqueros asesinados y cadáveres en cajas. ¿De qué coño sirve eso?

inspiro profundamente. Me estoy encendiendo. Para colmo. llevo ya muchas emociones hoy. Demasiadas.

-No me enfrento a nada, joder. Me voy a esconder. A vigilar. Si viene un científico loco a llevarse los cadáveres a otro lado quiero saber hacia dónde queda, o qué pinta tiene el tío. O todo lo que podremos decir al volver será que había cadáveres por todas partes y punto-. Me doy cuenta de que tengo los ojos húmedos. Ahora no, por favor. A ver si la poca luz me ampara, porque lo que es el tono que empieza a histerizarse...-. Cassandra necesita atención médica. Y llevarse a... ella-. Cora, dijo. Aprieto los dientes-. Y esto en ningún momento fue una pregunta. Si digo que me quedo, pues me quedo -añado, apartando la vista, sin sonar tan amenazante como creí que sonaría.

Da miedo. Claro que da miedo.

Me vuelvo hacia Frikka. Por supuesto, tiene que responder. Y claro, claro, seguro que subida a un árbol nadie te encuentra. ¿Y si hay bestias? ¿O acaso no las hay? ¿Solo las hay en la primera o qué? Y nuestro deber es informar, sí, y con llevar uno de los cuerpos nos llega. El pequeño entra.

—Resulta que quien está remando aquí soy yo —digo, pero ahora sin gritar, solo serio. Frunzo el ceño—. Si no entras en el bote, nadie se va. Cassandra no puede remar y yo no pienso irme sin ti. Y esto tampoco es una sugerencia.

Primero eso.
Suena un poco dictatorial, pero ya me sentiré mal después.

—Después, creo que podemos meter el cuerpo más pequeño. Con eso ya no hablaríamos solo de un informe, sino que tendríamos un cuerpo. Y teniendo en cuenta que hemos encontrado a dos de los tres cuerpos en las mismas condiciones, creo que podemos suponer cómo actúan con todo lo que capture. —La miro un segundo. Luego añado—. Y tercero, dudo que, si tan rápido es el cáliz como tú dices, a los bandidos les dé tiempo a huir.

Ahora se pone mandón. Tócate los huevos. Bien. Gracias por hacerlo todo tan difícil, Seth. Un placer, tío.
Tengo ganas de soltar un gruñido, pero por respeto a Cassandra, que parece en un estado de letargo extraño, no lo hago. Me froto la cara un momento, en lugar de eso.

-Te subes al bote, llevas a Cassandra y los dos cuerpos al barco y vuelves a esperar conmigo a que vengan los refuerzos -le propongo, ya de mal talante.

Dudo que acepte, sinceramente. Hasta parece que una opción sea saltar de la barca y venir a nado a medio camino. ¿Es que aquí una mujer no puede decidir qué hace con su vida? ¡Maldito machista!

-Porque les da tiempo a huir siete veces, en lo que vamos a Brontë y volvemos -añado, con un gruñido-. Si han salido huyendo nada más vernos. Si lo que quieren es borrar sus huellas podrán hacerlo y echarse una siesta como nos larguemos sin más.

Ya les da tiempo ahora, casi, en lo que discutimos.

Tras una larga discusión, la resolución la puso Cassandra, que se metió en el bote con Cora en brazos, evidentemente nada dispuesta a dejarla atrás. Y aunque Frikka parecía ir a ceder y Seth no quería dejar a nadie, no cabían todos en el bote, y no podían olvidar que Cassandra, en mejores o peores condiciones, seguía sabiendo cómo manejar una barca.

Al final, en vista de que Cassandra no se movía y el sol ya estaba a punto de desaparecer, no tuvieron más remedio que empujar la balsa hasta la orilla y hacerla a la mar. Seth subió al bote, no sin antes asegurar con Frikka cómo iba a proceder la chica en la isla mientras esperaba. Por último, partieron sin ella.

Para cuando llegaron al barco que los había llevado hasta allí, y antes de que su guía tuviera tiempo de poner en el cielo, las condiciones de la vuelta lograron ahogar sus palabras. Mascullando y escupiendo, tomó el timón sin hacer preguntas, limitándose a observarlos de reojo, y puso marcha de vuelta a tierra. Una vez allí, les devolvió la fianza y les dejó claro que no quería volver a saber nada de ellos ni de su palacio.

Una vez ante el cáliz, los chicos no tuvieron problemas en dar la alarma en Brontë. Fue Fera quien se encargó de poner orden en la situación. Envió a Seth y a Cassandra a la enfermería para asegurarse de que estuvieran en buen estado y recluyó el cadáver de la niña antes de que demasiados ojos dieran con él, dejándolo a cargo de la mayor de sus discípulas.

Después, ella misma se encargó de volver a las islas acompañada de sus otras dos aprendices, en busca de Frikka y el resto de las pruebas. Encontraron a la chica sin problemas. Al parecer, después de la partida de sus compañeros Frikka solo había sido testigo de la calma y el silencio. Mientras Laylee se encargaba de comprobar el estado de Frikka, Fera y Amya inspeccionaron el lugar en busca de presencias humanas y el resto de las pruebas. Frikka supo que habían empaquetado prácticamente todo, y que además habían comprobado que en la isla no quedaba nadie más con vida.

Por último, se llevaron a la guerrera al palacio, junto con todo lo que allí habían recogido.