Los invasores de la Isla del Contrabandista

Aunque logro alcanzar al lagartazo, y puedo ver cómo eso le causa una reacción, pronto me doy cuenta de que... ella no se ha movido. Y durante un momento me tenso, al ver cómo la hiere, pero pronto comprendo que no la ha matado. Es el brazo.
Parece una herida fea, desde aquí.
¡Joder! ¡Podía haber rodado por el suelo, cojones! Me cago en la madre que me...

Por suerte, cuento con Seth no demasiado lejos. Creo que de momento lo mejor será que no cuente con Cassandra, así que habrá que planear entre dos.
Noto cómo se revuelve y aprieto los dientes. No se me da bien luchar contra cosas grandes aunque, de hecho, debería serme fácil escabullirme. Otra cosa no, pero eso...
Aunque, sea lo que sea, pronto. Ya noto la respiración algo agitada. Ahora me arrepiento de haber protegido tanto mis ojos. Si es que tengo un vicio cuando quiero, joder. Porque, claro... No creo que la isla haya sido invadida por dragones de Menphys. Porque ya son de aquí. O sea, que habrá que seguir tras esto. Esto es como la pausa para comer, ¿no?
¡Pues la hemos hecho un poco pronto, hostia!

-¡Yo lo distraigo! -declaro, alzando la voz, mirando fugazmente a mi amigo el flamma de reojo, aprovechando la curvatura de la katana, ya clavada, para realizar un corte veloz hacia abajo, en diagonal, de izquierda a derecha, buscando rasgar el ala por completo y, de paso, liberar mi arma.

Eso debería bastar para llamar la atención de un lagarto. En el fondo me da hasta pena, pero ahora pienso más en otras cosas.
Seth tiene más fuerza, ¿no? Eso parece a primera vista. Debería ser más eficaz que yo en un golpe final o así...

En cuanto haga amago de volverse hacia mí y localizarme o lo que sea, de moverse, de "mierda, niña tocahuevos, déjame", le lanzaré un garves. Y supongo que ahí mi querido compañero podrá actuar. No es que le esté dando mucho tiempo, pero no tengo más manos. Lo siento.

A ver si salimos vivos. Que de una pieza ya estoy viendo que difícilmente...
Primero que funcione, que no es que sea el plan de un general, creo yo.

Lo primero en lo que hago en cuanto recibo el ataque es maldecir al enano parvus por enseñarme semejante inutilidad de hechizo. Intento ahogar algún grito de dolor, pero se me escapan un par de ellos, mientras golpeo con fuerza con mi mano libre la cabeza del monstruo, imaginandome que es la del lider parvus para que mis golpes cargen con más fuerza. Maldito parvus y maldito hechizo. Jamás volveré a confiar en la magia.

El ataque de mis aliados me libera, por lo que puedo retroceder un poco. Echo un ojo por encima a la herida, pero no me paro mucho. No ahora.

Le doy una patada a uno de los árboles persona para desahogar el dolor, mientras me agarro la herida con la mano libre, mientras observo como los demás luchan. ¿Qué puedo hacer ahora?

No voy a ganar nada observando así que decido irme a explorar la isla para ver si encuentro algo mientras ellos luchan. Mis piernas no están dañadas y la isla no parecía excesivamente grande. Daré un rodeo rápido, cogeré todo lo que sea útil y si todo sale bien, cuando llegue a junto de ellos, habrán acabado con ese bicho.

¿Tardaré mucho en llegar a la otra punta de la isla? ¿Encontraré algo?

*corre campo a través*

La bestia logra alcanzar a Cassandra, pero por suerte, y a pesar de que parece una herida bastante desagradable, su ofensiva no es suficiente como para acabar con nuestra compañera. No tengo, no obstante, demasiado tiempo como para preocuparme por ella, pues pronto noto cómo la bestia empieza a revolverse, buscándonos tanto a mí como a Frikka.

Escucho la voz de Frikka, y la miro de reojo, encontrándome entonces con sus ojos, dejando ir un leve asentimiento al tiempo que tiro del sable para liberarlo de la carne de la bestia. Si ella lo distrae, como parece que es lo que se propone, yo podré aprovechar un momento posterior para atacar al animal. La caeruleus parece más rápida que yo, y supongo que tiene de esos hechizo caeruleus que afectan a la vista, así que tal vez pueda aprovechar todo eso para lograr herir fuertemente a la bestia. Si la caeruleus logra llamar la atención del animal, entonces yo buscaré atacarlo de nuevo, intentando clavar el sable en el punto vital más próximo que tenga, dependiendo de la posición que adopte la bestia tras las ofensivas de mi compañera. Supongo que lo ideal sería el cuello, en la zona libre de esos extraños picos que lo pueblan; nunca he visto a una bestia como esta, pero imagino que si hundo con fuerza el sable en esa zona descubierta, probablemente no pueda volver a atacar. En caso de que esa zona sea inaccesible, buscaría otra, tal vez el vientre, no lo sé.

Si la ofensiva de Frikka no tiene éxito, atacaré de todas formas, al ala contraria, buscando desviar su atención de la caeruleus, despistarlo de algún modo, dándole a ella una oportunidad para atacar, un nuevo intento para intentar acabar con él.

fdr. no sé si se entiende ´ _ `
fdr2. cassandra, maldita.

La bestia se encontraba, pues, de pronto asediada por Frikka y Seth, que la hostigaban por ambos costados. Mientras trataba de alejarlos de sí, sin decidirse a cuál de ellos atacar, viendo que ambos representaban un dolor continuo, el animal giraba la cabeza a un lado y a otro, chillando a ambos. Ellos, mientras tanto, trataban de hacer algo más eficaz su trabajo en equipo.

Frikka continuó haciendo evidente su ofensiva. Su espada, introducida en el costado del animal, continuó su avance hacia el ala, hacia el hombro, cortando a su paso. Separó la membrana del ala del cuerpo y se encalló en la articulación del hombro, deteniendo allí su avance. Frikka necesitaría un esfuerzo más para rebanar el mismo, aunque no parecía una tarea en absoluto imposible para ella. Seth, por su parte, decidió retirar su filo del cuerpo del animal, lo que propició la decisión de este de dirigirse a la caeruleus.

En el momento en que el animal giró la cabeza hacia Frikka, buscando su cuerpo, ambos chicos actuaron a un tiempo. El hechizo cegador alcanzó al animal unos momentos antes de que Seth, viendo un espacio mayor en la nuca, avanzara con la espada por delante hacia ella. El arma atravesó las escamas y se internó en la carne hasta que el flamma dio con cierta dureza.

El animal, ciego, se volvió en la dirección de la que provenía el dolor con un gesto brusco, buscando al causante del mismo con un chillido insoportable. En su brusquedad, los chicos se tambalearon, y Seth vio un chorro de sangre salir volando hasta su cara. El animal, ya en gestos desesperados, se debatía por librarse de ellos.


Mientras tanto, Cassandra seguía decidida a no dar la menor utilidad al equipo. Gracias a sus compañeros, la fiera había pasado a ignorar su presencia por completo. La piscis trató de aprovechar este hecho para alejarse, aunque sus gestos eran evidentemente ridículos. Su brazo colgaba en una posición poco natural, y cuanto más se movía, más sangre manaba de su agujereado hombro, mientras el dolor y entumecimiento la invadían. Además, la reciente paliza la había dejado mareada. Cuando trató de patear un árbol, perdió el equilibrio, girando sobre sí misma y tambaleándose. Cuando, a continuación, trató de echar a correr por la selva, sus piernas se enredaron y cayó de bruces al suelo a poca distancia de la batalla.

Quizás los chicos tuvieron dificultades para sentirlo, ya que se encontraban enzarzados en la batalla, pero una ondulación recorrió el aire en aquel instante. Y Cassandra encontró aquella vibración, en apariencia tan extraña, familiar.

FdR.: Buen intento, Cassandra, peeeero busco cierto realismo. Tenéis para postear hasta el martes a las 21.30

Parece que nuestras uniones de esfuerzos dan resultado. Y aunque la sensación de cómo la katana corta la carne y se encaja en la articulación me da un poco de grima, no aflojo las manos. Creo que la delicadeza no es algo por lo que pueda permitirme preocuparme ahora mismo.
Seth tiene el arma ubicada en una parte más útil que yo, teniendo en cuenta que lo que buscamos es salir de una pieza de aquí, pero no sé si a estas alturas el escamoso hará caso al daño que yo le haga por encima del de mi compañero.

Lo siento mucho, bicho. Yo no quería acabar haciendo algo como esto. Perdón por entrar en tu casa. No tienes la culpa, pero...

En un intento por dar a Seth todas las oportunidades que puedo, hago palanca con las manos para tratar de seccionar la parte que me queda, liberando la katana y cortando hasta el fondo. De nuevo, no resulta agradable. Me gustaría acabar cuánto antes.
Supongo que a estas alturas una ejecución es una muestra de piedad, o algo así...
Joder...

Una vez haya liberado el arma tengo la esperanza de poder lanzar un nuevo ataque, rodeando un poco al animal, una punción ascendente a la garganta, por si Seth no se apaña por atrás, que siempre hay piel algo más dura.

Espero que Cassandra aguante de momento. No he podido volver a ver cómo está, aunque sí he notado que se ha alejado. Le vendrá bien para estar fuera de peligro, mientras no atraiga a la mujer y los hermanos de la bestia que nos acompaña.

Quiero acabar ya. Creo que si no estuviese tan tensa estaría temblando...

El sable se hunde sin demasiados problemas en la carne de la bestia hasta que finalmente doy con algo duro, tal vez un hueso o algo así. El animal se gira entonces, chillando, buscando, y al momento noto como la sangre me cubre parte de la cara. Resulta bastante desagradable, pero ahora mismo no tengo tiempo para dedicarme a ella; ya después, cuando la bestia esté muerta, me encargaré de la sangre.

Aprovechando que el arma está bien adentrada en su carne, lo primero que se me ocurre es tratar de cortarla, seccionarla, no hundiendo el sable en ella, sino moviéndolo hacia un lado, hacia la zona del cuello, al tiempo que hago presión. Imagino que con un corte tan profundo como pueda conseguir en esa zona la bestia no tendrá mucho que hacer. Si logro cortarlo pero el animal continúa debatiéndose, al segundo intentaré extraer el arma, buscando después ensartarla de nuevo en su carne, en el mismo cuello, que, creo, es la mejor zona para atacarle. Si lo logro cortar y el animal no opone resistencia, entonces simplemente sacaré el sable y retrocederé para buscar a la piscis, que no sé dónde se encuentra ahora mismo ni cuál es su estado.

Me da un poco de pena el animal.
A fin de cuentas, nosotros no dejamos de ser invasores, una amenaza para ellos, desde su punto de vista.

Acabo en el suelo, boca abajo y mirand como una hormiga tranquila pasa cerca de mi cara.
Bufo hacia arriba. Me duele demasiado todo como para moverme. Al menos así descanso y me entretengo viendo al bicho.

Abro entonces mucho los ojos y la agitada respiración que brota de mi interior hace que el polvillo del suelo se mueva un poco. Rápidamente mis orejas se despliegan y autoomáticamente intento reincorporarme, obviando el dolor durante unos segundos y metiéndome de golpe una de las bayas anteriormente recogidas en la boca para tragarla sin muchos preámbulos.

Me quedo quieta, estática, con los ojos clavados en una dirección a la par que levanto la mano hacia la misma, intentando no perder el rastro, como cuando huele muy bien a comida y buscas el hilo invisible que une la olla con tu naríz.

No quiero perder ni un ápice de concentración, por lo que no me muevo mucho. - Acabad de una vez y venid aquí.- No les chillo. Les ordeno, simplemente. No quiero perderlo.

Estaré atenta a cualquier nueva alteración y, si veo que va a desaparecer, echaré a correr detrás de ella. ¿Acaso podría ser que...?

Los dos más jóvenes seguían enzarzados en pleno combate. Frikka, ofreciendo mayor fuerza con su katana, cercenó por completo el brazo, haciendo que la bestia chillara incluso con más intensidad que hasta el momento y que perdiera el equilibrio, tambaleándose. Ya ni siquiera parecía verse capaz de alcanzar, desde su posición, a alguno de los chicos, pero seguía sacudiéndose y buscándolos, ya con desesperación, tratando más de librarse de ellos que de atacarlos.

Seth, en lugar de seguir el ejemplo de su compañera y atravesar el hueso con el filo, decidió rodear el cuello, salpicando más sangre a su cara y cortando la aorta. Era una forma de acabar con el animal desangrándolo. No era, sin embargo, una muerte rápida. Fue Frikka la que, con un gesto punzante, acabó por atravesarle la garganta, cortándole la voz. Era difícil decir cuál de los chicos había causado en última instancia la muerte del animal, pero el caso es que, con un gorgoteo ahogado y tosiendo sangre ante sí, se desplomó para no volver a moverse. El silencio lo invadió todo.


Cassandra, un poco más allá, ya escarmentada de sus movimientos, seguía en el suelo, ya que levantarse, debido al mareo, le resultaba costoso. Seguía con el hombro abierto y el brazo fuera del sitio, y aunque la sangre le empapaba el pecho y la espalda, parecía haber dejado de manar casi por completo. Frikka, manchada de sangre, resollaba de forma notable, con un desagradable pitido en cada respiración. Una vez la adrenalina la abandonó, empezó a sentir cómo una enorme debilidad la invadía. Seth, también salpicado por la sangre del animal, era el más entero de los chicos.

Con un sonido entre los arbustos, el cachorro salió de nuevo ante ellos, rodando como en un juego hacia el cadáver del ejemplar adulto. Paseándose a su alrededor, lo examinó, llegando a subirse a él para comprobar que, efectivamente, había muerto. Una vez estuvo seguro de ello, todavía con su aire juguetón y sus cacareos animados, se desplazó en un travieso serpenteo hasta los chicos, observándolos con curiosidad a una distancia prudencial pero sin el menor aspecto de miedo.


FdR- Límite para postear el jueves a las 18.00

No es hasta que se ha desplomado, hasta que soy consciente de que sí, de que lo hemos matado y estamos vivos, que siento, de pronto, el peso de la batalla. Los músculos, agarrotados, se liberan un poco, y entonces me invade la debilidad y el temblor que la misma provoca. Incluso parece pesar cada inspiración, como es habitual.
Pese a todo, encuentro la entereza para limpiar el arma contra la ropa antes de envainarla, y entonces me dejo caer en el suelo, con el particular dolor del asma en los pulmones, dejándome estar un momento, jadeante... Siento el cuerpo endeble, podría decirse. Como si fuese a deshacerme. Pero no es algo que pueda hacer como si nada en un lugar como este, en un momento como este.

¿La tía esa no había dicho algo?
Alzo la vista con lentitud, buscando a Cassandra, tras un par de segundos de respiro. Entonces veo su herida y comprendo que no hemos acabado con esto. Me pongo de pie, apoyándome en la diestra, y no sin cierto esfuerzo, caminando hacia ella sin dejar de notar el incómodo temblor, y no puedo evitar un par de toses que intentan ser aparatosas antes de dejarme caer de nuevo, ahora junto a ella. Es como si mi cuerpo hubiese decidido que quiere dejar de sostenerme, y cada respiración no completa del todo el aire que le falta a mis pulmones.

-¿Qué demonios... pasa? -pregunto, tosiendo poco después, y jadeando una vez, pero con fastidio. Acerco, sin embargo, una mano a su hombro-. Ahora no te muevas... Fuuruchi-. Dejo que la magia fluya para curarla, lo que pueda al menos, cerrando los ojos mientras tanto, buscando un respiro, que parece no querer dejarse encontrar-. Con lo otro... No sé si sabría recolocarlo, aunque lo mejor sería intentar hacer algo, ¿no? Aunque sea un cabestrillo... -murmuro, notando la boca seca-. Si nadie se atreve a intentarlo, por lo menos que no cuelgue.

Un palo no debería ser difícil de conseguir por aquí, y con algo de tela de la ropa debería bastar...

Un nuevo movimiento me alerta, aunque no reacciono como hace un rato, y simplemente me tenso un momento al ver el serpenteo. Es el cachorro, de nuevo.
Me froto la frente con el brazo.

-¿Qué pasa...? -le pregunto, tosiendo de nuevo, sin perderlo de vista, aunque relajando un poco la tensión del sobresalto. Ya tendré tiempo de tensarme-. ¿Vienes a rematarnos? Espero que no tengas más familia...

Para finalizar, una vez más me giro hacia Cassandra. Que se me olvida...

-Nos has llamado. ¿Qué has... visto?

El desagradable sabor de la saliva me hace incluso pensar que tengo sangre en la boca, pero sé que no es así. Solo es otra más de las sensaciones, junto a la debilidad y esta respiración entrecortada, interrumpida por toses que no resultan superficiales, como carraspeos, sino que vienen de los bronquios, e incluso un cierto mareo que parece embotar mis sentidos.
De verdad que no tengo claro que pueda seguir ahora, tan tranquila, y me temo que tenemos un par de problemas, entonces. Espero que Seth tenga mucho que dar de sí, todavía.

No hago caso a nadie y cuando se acerca a junto mía, le hago gestos con la mano para que hable bajo, sin moverme si quiera. Parecía que me hubiesen petrificado en el sitio: con los ojos clavados al frente y mis membranas dando ligeros golpes vibrátiles, secos y en distintas direcciones.

Ni si quiera el hecho de que me haya aplicado un hechizo sanador me distrae. Al contrario: el alivio parcial que siento me ayuda a concentrarme mejor. Mi brazo ahora da igual.

Al cabo de varios segundos, hablo con voz baja, casi en un susurro. -Coge al bicho ese y no lo sueltes. Puedes cortarle una pierna para que no se nos escape. - Sigo con la vista clavada al frente intentando no perder la concentración. Gracias a mi legado caeruleus, mis membranas son más grandes que la media piscis. Sin embargo, seguir un rastro en un bosque... es complicado. Árboles, animales... todo me interrumpe.

He venido a estas islas por varios motivos. En primer lugar ayudar a Kane. En segundo lugar a encontrar a Cora y en tercer lugar a llevarmelo TODO. Y todo engloba al bicho ese.

Quien sabe. Quizá si lo vendo me pueda comprar una casa entera de dos plantas. O criarlo para que se coma al vendedor de casas y quedarme con todo un pueblo.

Mi mente se ríe por un instante. - Es suficiente.- Murmullo.- Avancemos.- Acabo por decir, mientras tomo la delantera.

FdR: e.eU vivo con miedo a estar haciendolo mal e.e (más mal que hasta la fecha e.e XD)

Finalmente logramos terminar con la bestia. Es entonces, cuando está ya desplomada, cuando sacó el sable de su carne y retrocedo, todavía con la sangre en el rostro, respirando con más fuerza de la habitual. Me paso una mano por la cara, intentando limpiar la sangre, aunque creo que lo único que consigo es esparcirmela; tampoco importa demasiado.

Busco a la piscis con la mirada, y cuando finalmente la encuentro, frunzo un poco el ceño, observando las heridas. No sé nada de hechizos curativos, así que no se me ocurre cómo ayudarla. Frikka, por el contrario, sí parece conocer uno. Resulta un alivio que sepa tanto, supongo.

—¿No quieres que intentemos hacer un cabestrillo o algo? —pregunto después, mirando a Cassandra, que parece bastante dispuesta a seguir con la inspección. Luego me vuelvo hacia Frikka, y bajando un poco el tono, pregunto—. ¿Estás bien?

No parecía, antes, encontrarse en un estado fantástico, aunque bien podría estar equivocado. Quien sabe.

Pronto, el simpático animal que habíamos visto antes aparece ante nosotros. Sonrío un poco, mirando luego de reojo a la bestia que hemos matado, y luego suspiro. Cassandra parece que quiere llevárselo con nosotros, no sé muy bien el motivo.

—¿Para qué quieres que lo llevemos? —pregunto, algo confuso.

Miro de nuevo al animal.
¿Atraerá más bestias o...?

fdr. perdón pero no tuve tiempo para esto

Frikka tenía problemas para mantenerse centrada, pero aún así, después de un momento de respiro, se levantó para acudir a su compañera, que seguía mostrando una actitud absolutamente individualista, sin mostrar el menor interés por sus compañeros de expedición. No prestó la menor atención a la caeruleus cuando esta sanó la herida de su hombro, dejando dos yagas en la piel, una al frente y otra a la espalda que, por efecto de la baya que había tomado, no sangraba en absoluto. Su brazo, todavía fuera del sitio, mantenía la posición poco natural, extendiendo por su cuerpo un dolor sordo y entumeciendo la extremidad y la raíz del hombro.

Cuando se levantó, dispuesta a tomar el mando y seguir su camino, su cuerpo se desequilibró un momento, bamboleándose de tal forma que tres bayas de Mandla salieron de su bolsillo y rodaron por el suelo hasta desaparecer entre la maleza, sin que nadie tuviera ocasión de verlas caer. Bastaba con observarla para ver que la marcha sería difícil para ella en aquellas condiciones, además de que su protección quedaba evidentemente disminuida. Por el momento, sin embargo, parecía poder permitirse seguir adelante. Después de todo, no había participado más que de forma pasiva en la pelea, con lo que su gasto de energía había sido menor al de sus compañeros.

Frikka, que se había empeñado en seguir socorriendo a quien pudiera, y en especial a la piscis, encontraba los efectos de añadir un hechizo más a su ya patente cansancio. Su resistencia no era destacable, el asma la invadía y, cuando intentó levantarse para continuar, se vio incapaz de hacerlo. No podría seguir sin un descanso o el apoyo activo de sus compañeros, y empezaba a sentir que se ahogaba.

Seth parecía limitarse a observar, ofreciendo la posibilidad de una ayuda que no parecía recibir demasiadas respuestas, con lo que el chico no llegó a aportar nada a ninguna de sus compañeras. Se limitó a observar a ambas, dudoso, así como al pequeño que parecía habérseles unido. El cachorro no parecía tener el menor interés en Cassandra, pero sí olisqueaba a Seth y Frikka con interés, buscando pegar el hocico a los restos de sangre presentes en ambos, con evidente atención y gesto juguetón y animado. Frikka, sentada en el suelo, parecía la más alcanzable de ambos para llevar a cabo el examen, además de que había sido la única en dirigirle la palabra. Se dedicó, pues, a estudiarla a ella entre gorgoritos.


FdR.: Próximo plazo de posteo hasta el sábado a las 21.00

Recordamos que, independientemente de las acciones on rol, Frikka es la única con derecho a tomar al dragón bajo su tutela. Eso no implica que no podáis tratar de interactuar con él o de convencer a Frikka (o a su user) de que os lo ceda, aunque la decisión final (mientras dure la misión) está en manos del máster. Recordamos también que cualquier premio a mayores de los ofrecidos por el máster deberá pedírsele a este personalmente.
Por otra parte, Cassandra conserva ahora un total de 3 bayas mandla, pero ella no lo sabe.

Cassandra parece poco interesada en lo que yo le pueda decir. Ni siquiera me responde, y eso que nos ha llamado ella.
Todavía sintiendo la respiración pesada, algo mareada, dirijo una mirada a Seth, que sí me ha hablado a mí, y aunque asiento lo cierto es que mi aspecto no parece concordar demasiado con la afirmación.

-Soy asmática -le explico, tosiendo, notándome sin aliento ya de hablar-. Me he... sobreesforzado.

Pero estamos vivos. No me arrepiento. Al menos mientras estemos vivos.

Esta vez es un ataque de tos. Me doblo un poco, sentada. No puedo ponerme de pie. Lo he comprobado. Me tiemblan las piernas, todavía. La verdad es que soy una floja de cojones.

-Mira... -comienzo cuando recupero el aliento, con tono cortante, mirando a doña piscis-. Yo necesitaré unos minutos para continuar, al menos. Aprovecha, haz algo útil y... -. Un jadeo- amárrate ese brazo, o a la que habrá que cortarle una pata será a ti. Si tus condiciones empeoran todos correremos peligro-. Ahora toso un par de veces. Joder-. Y, como puedes ver, yo tampoco estoy como una rosa. Y no creo que nuestro amigo escamoso-. Hago un gesto en dirección a Seth- quiera seguir él solo en mitad de esta selva. De hecho, Seht...-. Respiro un momento-. Si la ayudas acabaremos antes. No debería llevar nada coger una... rama y una tira de la ropa...

Me echo el flequillo hacia atrás, tomando aire. Hasta hablar cuesta. A medida que descanse la situación mejorará. Si me dejan solo un momento...
Aprovecho para acercar la mano al bicho con cuidado, con intención de tocarlo con cautela, si es que me deja. Desde luego, no parece como su padre, y desde luego tampoco parece importarle mucho su padre...
Los animales pueden ser tan...

Me ataca la tos de nuevo, aunque menos fuerte por el cese de la actividad.

La idea es que le hagan eso a Cassandra, que no parezca que su brazo es de gelatina, y luego ya, estimando que para entonces no estaré tan floja, ir tirando no sé bien a dónde. Buscar lo que quiera que haya llamado su atención. Seguir adelante. Acabar esta maldita misión de una pieza y volver a Palacio a dormir.
Eso es lo que quiero.

Al menos Seth parece no tener mucho problema. Supongo que me pondré en sus manos mientras me recupero. Aunque llegue a poder avanzar, luchar de momento sería contraproducente.

Observo a Frikka mientras habla, asintiendo cuando termina.

–Entonces deberías descansar un momento. Yo me encargo de ella–añado, señalando con un gesto de cabeza a la piscis, que a pesar de seguir adelante, parece evidente que necesita ayuda. Al menos ara ese brazo.

Me acerco a la piscis. No me gusta mucho discutir; siempre he preferido seguir al grupo y demás, pero ahora mismo parece un poco inevitable debatir con ella. Sus condiciones no son las mejores para estar en un lugar así; si nos vuelven a atacar, dudo mucho que pueda servirnos de ayuda, y tenerla en ese estado solo traería problemas.

–Mira, puede que tú no necesites descansar, pero ella sí. –Miro a Frikka, que se ha sentado. Suspiro–. Como dice ella, lo mejor sería aprovechar este momento para hacer algo con tu brazo...

La miro un segundo a los ojos.
Luego, con fuerza, tiro de mi propia camiseta para arrancar una larga tira de ropa, que después le tiendo a la piscis.

–Sujeta esto. Yo voy a... –Miro a los lados– buscar una rama.

Me acerco entonces a uno de los árboles, atento, pese a la aparente calma, por si aparece un nuevo enemigo. Espero que no, realmente lo espero, porque dudo que podamos hacer mucho ahora mismo, estando como estamos.

Con fuerza, arranco una de las ramas del árbol, y después me vuelvo a acercar a la piscis.

–Ahora necesito que... Pongas un poco de tu parte. –Frunzo un poco el ceño–. No tento muy claro cómo se hace esto, pero si puedes... ¿Doblar el brazo? Ya sabes, como alguien que lleva un cabestrillo, para poner la rama y amarrarlo todo con la tira de ropa, o algo así. O, bueno, si no puedes doblarlo, cosa que parece bastante probable, déjame intentar ponerlo en posición sin... Matarme o algo por el estilo.

Sonrío un poco, nervioso.
Miro a Frikka, preguntándome si ella sabrá más de estas cosas.

Me llevo una mano al hombo herido. El dolor urente del brazo no me deja actuar con normalidad.
En silencio, escucho a mis compañeros. Arrugo el gesto y aparto la mirada, apretando el puño de la mano hábil. El orgullo me puede en situaciones como esta. Sin embargo, dejo que Seth me ayude a colocar el brazo. Su piel está caliente. No sé por qué me he fijado en eso, pero me ha gustado.

-Siento todo esto.- Me disculpo a ambos. Siento que hayan tenido que involucrarse hasta este punto.
Estoy algo abatida, ya sea por toda esta situación, por el cansancio general o por la frustración de no haber hecho nada al derecho.

En silencio y con el rostro apagado, me pregunto por qué el cachorro este es tan sumamente amigable. La lógica me dice que, el mero hecho de que sea un cachorro le hace poseer falta de sentido del peligro; por otra parte, mi parte más sensible me dice que quizá esté acostumbrado a estar con humanos. Lo cual sería un gran indicativo.

-No sé qué hacer.- Expongo con el máximo de sinceridad que puedo, liberando un suspiro enorme, echándome el pelo hacia atrás, dedicándoles una sonrisa cargada de frustración.

Le revuelvo, ahora más calmada, el pelo a Seth y me dirijo a Frikka. - Llévatelo.- Le insto.- No le veo puntos negativos a hacerlo: nos hará compañía y... ¿no te parece que está acostumbrado a la gente? Igual solo es curiosidad infantil, pero no sé por qué a mi no me lo parece. Y bueno... siempre podemos asarlo si se nos cae la noche encima.- Sonrío, bromista, enseñando todos los dientes con el fin de relajar un poco el ambiente. Incluso a sí misma.
- Veamos.- Me miro el cabestrillo.- Yo creo que podríamos dar una última vuelta. Rápido. Sin hacer mucho ruído y sin alejarnos mucho tampoco y, rápidamente, ir a investigar otra isla. Al fin y al cabo: esta ya sabemos donde está. Si nos diesen unas vacaciones podríamos volver a veranear aquí.- Comento mirando las copas de los árboles.

- Si estáis de acuerdo, seguidme. Sino, haré lo que vosotros propongáis.- Explico con sinceridad.


FdR: D: no he puesto nada con referencia a las bayas porque pone que no las vieron caer ;0; pero he tenido dudas sobre si hacerlo o no ;0;)99 #EchoDeMenosSerMasterYSaberEnTodoMomentoLoQueVaAPasar

Los árboles de aspecto humano siguieron los movimientos de Seth hasta el árbol que el chico había elegido. Este no mostró el menor signo de ir a moverse, pero los pequeños arbustillos observaban con aspecto horrorizado. Unos se tapaban los ojos, a sí mismos o a sus compañeros más cercanos. Otros se tapaban la boca, como ahogando un grito mudo. Todos se revolvían, inquietos, con aspecto asustado.

Por supuesto, nada más sucedió al respecto. Seth ayudó a Cassandra utilizando la rama y su propia ropa. Un par de ramitas se le clavaron a la chica en el brazo en el proceso, y otras tantas crujieron y cayeron al suelo. Pero, en definitiva, el brazo quedó sujeto, aunque todavía fuera de su sitio.

El dragoncillo, mientras tanto, había hecho amago de, una vez Frikka quedó completamente estudiada, hacer lo propio con Seth. Sin embargo, al encontrar al chico ocupado y sin darle posibilidad de examinarlo, acabó por volver con la primera, que intentaba acariciarlo. Él, sin embargo, parecía más ocupado en jugar, y aunque aceptó un par de caricias, curioso, no tardó en ponerse a rodar alrededor, jugueteando y cacareando, aunque sin alejarse mucho. Frikka, por su parte, notaba cómo la fatiga disminuía lentamente, aunque dejándole molestias en el cuerpo.


Cassandra parecía ser la que más prisa tenía de los tres. De nuevo, insistió en iniciar la marcha. Si los chicos aceptaban, podrían ponerse en camino en la dirección que deseasen. En aquel ambiente selvático, no había el menor rastro de humanidad, y todas las direcciones parecían iguales. La elección la tenían ellos, ya que no había caminos.

FdR.: Próximo plazo de posteo el martes a las 21.00

Cassandra, debes limitarte a mencionar lo que tu personaje perciba. Por tanto, tal y como has hecho, no debías referirte a las bayas, ya que ella no sabe nada. Tampoco es necesario que hagas referencia a las aclaraciones en fuera de rol.

No puedo evitar que me invada una suma sensación de alivio cuando Seth se hace cargo de la situación. Incluso le dedico una sonrisa agradecida, y eso que yo no soy mucho de esa clase de gestos, procediendo entonces a relajarme un poco más mientras él se encarga del brazo de Cassandra.
La verdad es que no tengo muchas nociones de medicina, pero supongo que inmovilizarlo ya ayudará un poco. Al menos la articulación no sufrirá tanto.

Mientras descanso permito al animalillo que me examine, aunque cuando Cassandra me dice que lo llevo la miro, seria. Claro que una parte de mí ha reaccionado a su encanto nada más verlo, e incluso considero que lo mantiene incluso con su padre devorapersonas muerto. No obstante, no nos veo como para cuidar de uno más, de alguna forma.

A medida que la tos va remitiendo y me siento algo más recompuesta, la respiración se normaliza. No es que esté como para una maratón, pero caminar es algo factible, en mi opinión.

-No diría que haya demasiado por esta isla -murmuro, casi más para mí que como respuesta a las palabras de la piscis-. Yo... diría que lo ideal sería eso: vuelta rápida, pero rápida de verdad, y a la siguiente. Que como en cada una nos encontremos un mastodonte como este creo que no volveremos todos...

Bajo la vista al lagarto, entonces.

-¿No sirves para seguir rastros o algo así? -inquiero, acercándole una rama mientras rueda.

Al final, más recompuesta, termino por ponerme de pie. Miro a mi alrededor, pero no es que haya caminos muy delimitados. De hecho, diría que eso es una indicación de la no presencia humana, pero...

-Simplemente vayamos por donde no hemos venido y echemos una visual por encima -propongo, iniciando la marcha.

No diría yo que parezca esta la isla más acertada. Las bestias, la ausencia de caminos y todo eso no me dan mucha seguridad. Yo creo que lo mejor sería ir a la segunda y ya si a la tercera vemos que no era esa tampoco pues volvernos o ya se verá. No es que suela ser muy reflexiva.

Parece que más o menos lo del brazo de la piscis está bien. La clave está en el más o menos, claro, pero, no sé, supongo que de momento tendrá que valer; no parece que ninguno sepamos mucho, y en la isla no creo que haya un médico o algo del estilo. Y si lo hay, dudo que la piscis quiera pararse; ya antes no quería detenernos... 

Niego suavemente, esbozando una sonrisa, cuando se disculpa.

—Tranquila —murmuro, ensanchando la sonrisa.

Miro de nuevo a Frikka, que parece estar mejor, y le dedico a ella también una sonrisa. Luego bajo la vista un segundo al animal, que parece que nos acompañará.

Ninguno de los tres parecemos tener mucha idea de a dónde ir, aunque parece evidente que los tres queremos ya movernos. Lo mejor que podemos hacer ahora, creo, es terminar de explorar esta isla y luego ir a por las siguientes, así que asiento cuando ambas hablan.

-Supongo que lo mejor será terminar rápido con esta y luego ir a explorar las otras dos.- Las miro, primero a la piscis y luego a Frikka. Sontío un poco-. O algo así; no sé

Sonrío ante el consenso, lo que me renueva en parte las fuerzas. Sonriente, me coloco cerca de ellos y les froto la espalda con mi mano buena.- Bueno, pues vamos allá. El que pueda trotar, que no camine y el que pueda correr que no trote.- Me saco una frase muy chula de la manga para darles ánimos, con el fin que entiendan que debemos apresurarnos.
Dicho esto, tomo la delantera a paso raudo, atenta a cualquier cosa, algo, objeto inanimado, elemento no plantil con cara que pueda llamarme la atención.

- Estad atentos a cualquier cosa, chiquillos.- Les recuerdo.
Aquella vibración... Me sonaba tanto...

Maldición. Si no hubiese bebido tanto en otros tiempos seguramente no tendría una nuez por cerebro y me acordaría o... algo.

He dejado a elección de la chica lo que hacer con el animal. Aunque realmente me gustaría llevarlo aunque no sé qué es lo que ella piensa.

Kane: volveré pronto con este lío resuelto. Tengo en mi mano a Korvas, dispuesta a comerse toda la maleza que encuentre. Aunque ese no sea su plato favorito.

El dragoncillo no parecía exactamente interesado en ellos. Más bien, parecía estar en su propio mundo de juegos, aprovechando las oportunidades a su alrededor pero sin hacer verdadero caso a los chicos. Acabó por echarse a rodar por allí cerca, y cuando Frikka le ofreció una ramita con la que jugar no dudó en lanzarse sobre ella, persiguiéndola con pasión mientras le fue posible.

Más allá de jugar con el cachorro, no parecía que quedara mucho que hacer allí. Los chicos echaron a andar de nuevo, a paso rápido, buscando lo que fuera que pudieran encontrar allí. El cachorro se quedó un momento jugando, pero una vez vio que no esperaban, comenzó a reptar tras ellos con rapidez, con gesto atento y la actitud juguetona que había mantenido desde el principio. No podía decirse que hiciera nada por ellos, pero tampoco molestaba demasiado. Se limitaba a seguirlos, haciendo menos ruido que los chicos y camuflándose de tal forma que parecía, en ocasiones, desaparecer.


La selva se mostró tal y como lo había hecho hasta entonces. Espesa, salvaje y variada, las plantas seguían resultando llamativas, enredadas unas en otras de tal forma que parecía imposible decir dónde empezaba una y empezaba la siguiente. Cassandra, por sus métodos drásticos para deshacerse de la maleza que pudiera impedirle el paso, llegó a recibir más de un bofetón por parte de algunas de las plantas que cortaba. En un momento dado, el dragoncillo salió de entre la maleza jugueteando con cinco róvenos como si se tratara de pequeñas pelotillas. También dieron con varias mandlas cargadas de bayas.

Cuando llegaron a la playa, tras no encontrar más que naturaleza en la isla, encontraron su barquita tal y como la habían dejado. El sol, más alto, reflejaba con fuerza su luz en la arena, resultando más molesto que a la mañana. Frikka y Cassandra, por su sangre caeruleus, eran las principales afectadas por la luz, aunque Seth también sentía la molestia de la misma. El calor también era evidente, aunque la cercanía del mar ofrecía cierto frescor.

Más allá de la costa no se veía nada. El mar parecía difuminarse, azul, y no se percibía siquiera ninguna de las otras islas, antes visibles, ni el barco en el que se habían acercado hasta allí. Más allá de la isla no parecía haber nada. Salir de la isla tampoco era posible: si tomaban la barca para echarse a la mar, encontrarían una barrera infranqueable.

FdR- Plazo de posteo hasta el sábado a las 20.00

El recorrido por la selva se va haciendo sin demasiado problema. Aunque al principio miro a mi alrededor con cierta desconfianza, porque una nunca sabe cuándo volverá a caer un enorme mastodonte de alguna parte, lo cierto es que al final acabo centrándome en buscar algún rastro sin pararme a mirar atrás a cada tres pasos. Eso, unido a la mejora del asma, que va haciéndose más notable, aunque mantiene esa sensación de flaqueza en las piernas, me hace notarme un poco más entera.
A todo esto, sí que hay alguien que nos sigue: el pequeño dragón de Menphys parece habernos encontrado interesantes, o quizás esa sea su forma de clamar venganza. Desde luego, no se muestra muy asustado por nuestra imponencia ni nada semejante. Y supongo que si aparece algún peligro nos ayudará a avistarlo antes.

Desde luego, la flora es impresionante. No puedo evitar sonreír al ver como algunas de las plantas golpean a Cassandra cuando esta las corta. Es esa extraña cualidad del ser humano por la cual nos reímos cuando a otros les hacen daño.

Cuando alcanzamos la arena tengo que entornar los ojos y ponerme la mano a modo de visera para evitar el sol, aunque esta vez no invoco ningún hechizo para protegerme. No quiero gastar energía innecesaria. Ya bastante me arrepentí antes.
Me acerco a la barca en primer lugar, con largas zancadas, queriendo llegar a la próxima isla cuanto antes. No me gusta el sol.

-¿A cuál vamos primero? -inquiero, enfocando mi vista en dirección a las islas-. A la d...

No.
No hay islas. Invoco, esta vez sí, un breve hândall para asegurarme, pero...

-Eh, ¿soy yo o han desaparecido las islas?-. Miro la barca de reojo-. ¿Quizás se ha desplazado un poco y desde aquí no se ven o...?

Vaya mierda. ¿Y qué hacemos?
Me vuelvo hacia Seth y Cassandra, frunciendo el ceño.

-¿Qué hacemos? ¿A dónde vamos?

Joder. Esto no lleva a ninguna parte.
Literalmente. Las islas no están.

Avanzamos por la selva sin demasiados problemas, seguidos por el pequeño animal. Al principio, camino fijándome en todos los detalles posibles, algo tenso, preparado por si aparece otra bestia como la de antes, con la mano cerca de la empuñadura del sable, aunque en ningún momento llego a desenvainarlo: no parece que haya ninguna bestia cerca; hasta el animalito parece tranquilo. Cassandra va cortando las ramas, abriendo paso de alguna forma, y cuando los árboles la golpean me disputo entre preocuparme por ella o sonreír; al final creo que mi expresión es una mueca bastante rara que mezcla ambas.

Finalmente, salimos de la bestia. El sol resulta molesto, tanto que hasta yo tengo que entrecerrar los ojos y cubrirme, con la mano a modo de visera, de la luz que emite. Antes de adentrarme en la playa, miro primero a mis dos compañeras, y después avanzo.

Frikka llega antes a la barca, a la que yo también me dirijo, pero antes de alcanzarla me paro en seco, confundido, apartando la mano de mi frente.

No hay islas.
Tampoco hay rastro de la barca.

—Yo tampoco veo nada —respondo, mirando a Frikka, y aunque intento no sonar muy preocupado, lo cierto es que mi voz tiene otros planes. Frunzo el ceño, miro de nuevo a ambos lados. Trago salia—. De nada.

Me acerco a la caeruleus, tratando de parecer calmado. Para empezar, es imposible que unas islas hayan desaparecido, ¿no? A lo mejor la barca que vemos aquí no es la nuestra, sino la de otra persona cualquiera que sigue en la selva y que se la ha dejado, o algo así. Tal vez la nuestra esté en otra zona de la isla.

—A lo mejor... —empiezo, ladeando un poco la cabeza—. A lo mejor deberíamos volver a la selva y buscar... ¡Tal vez esa no sea nuestra barca! Y, bueno. Igual encontramos otra... Playa o así y nuestro bote con él, o algo...

No sueno muy convencido.
De todas formas, intento sonreír un poco, para no parecer muy nervioso y tal.
¡Optimismo!
Para todos.

Cuanto más me pegan, más las corto. A cabezona no me gana nadie. Eso sí: las jodidas plantas saben golpear bien. Con una de ellas casi me lo llevo a un plano personal y me enzarzo con ella. Porque teníamos prisa que sino... la dejaba hecha astillas.

Así que, algo magullada y con algún moratón innecesario, llego a la playa y roto con mala leche y desesperación los ojos.
-Maldición.- Sé lo que ocurre.- Cuando estuve en estas islas la vez anterior... recuerdo que... una capa transparente... como que las cubre y las hace invisibles por completo. Lógicamente no se esfuman, ya que yo estuve dentro de ellas mientras estaban en ese estado de invisibilidad pero... sin duda dificulta mucho las cosas a la hora de dar con ellas.
Por otra parte...- Hago memoria.-Aquí nadie es Chrysos, ¿no? Los Chrysos tienen facilidad para dar con la localización de las islas y por eso Aqua las perdió a favor de Fulmen en el pasado.- Explico. - Eso es todo lo que sé.

-Creo que simplemente deberíamos remar... en aquella dirección. ¿No había una allí antes? ¿Os acordáis? - Señalo a la zona donde recuerdo haber visto la otra isla (aunque no al 100% segura). - Hasta que choquemos con arena invisible.- Digo medio en broma medio en serio.

Veo a nuestro pequeño acompañante. - Quizá el bicho este sepa localizar islas. No me extrañaría lo más mínimo. Al fin y al cabo: vive en ellas.

La confusión se apoderó de los chicos un momento cuando encontraron aquel panorama al llegar a la playa. Cassandra, sin embargo, acabó por ofrecer una imprecisa explicación de la situación, que por el momento era lo más que podrían obtener. Aunque, por cómo sus palabras correspondían con la realidad, parecía evidente que ella tampoco tenía muy claro qué pasaba exactamente.

Haciendo caso de su idea, los chicos se pusieron en marcha. Frikka, que no tenía fuerza suficiente para ayudar a sus compañeros pero tampoco pesaba demasiado, fue la primera en subir a la barca, cuando esta aún estaba en tierra. Como Cassandra no estaba en condiciones de ayudar demasiado tampoco, no tardó en hacerle compañía. Seth era el encargado, pues, de dar el último empujón que haría flotar la barca y luego subirse a ella. Sin embargo, antes de que pudiera hacerlo, la proa chocó con algo, se desvió y la barca quedó con estribor en paralelo a la playa. El número de intentos dio lo mismo: no podían avanzar. El dragón, desde la playa, los observaba con curiosidad, sentado pacientemente en la orilla.


El sol de mediodía calentaba con fuerza, y el brillo resultaba de lo más molesto. Además, en aquel momento de descanso obligatorio se dieron cuenta de que ninguno de los tres contaba con agua ni comida, lo cual empezaba a resultar un problema estando el día tan avanzado. Los chicos no podían evitar sentir cómo las incomodidades de la situación iban haciendo mella en ellos.

Por fin, al cabo de algo más de una hora, una nueva vibración recorrió el aire y algo empujó ligeramente la barca hacia la orilla. En aquel momento, los chicos vieron una isla emerger de la nada estribor, y otra hacer lo mismo un poco más allá, a babor. La primera ya la habían visto antes. La otra era un islote más pequeño. El barco que los había llevado hasta allí también volvía a distinguirse a lo lejos. Con un cacareo, el dragón de Memphyis se echó al agua y comenzó a bucear. Cuando emergió de nuevo, en apenas un momento, estaba por delante de los chicos, más allá de lo que ellos habían sido capaces de llevar la barca. No tardó en ponerse a dar vueltas alrededor de la misma, siempre lejos del alcance de los guerreros.

FdR- Plazo de posteo abierto hasta las 20.00 del sábado

Cuando Cassandra comienza a hablar, me vuelvo hacia ella y la escucho con atención, sin poder evitar fruncir el ceño a medida que la piscis habla, porque esto es raro.
Muy raro.
De todas formas, por extraño que resulte, la explicación de Cassandra parece tener más sentido que la mía, así que, cuando termina de hablar, asiento y miro hacia el lugar que ella señala, donde antes estaba, según sus palabras, una de las dos islas que faltan.

—No recuerdo dónde estaban exactamente —admito. Lo cierto es que no sé moverme en el mar; no sé nada del mar, y pocas ganas que tengo de saber—. Pero si tú lo dices, estaría allí.

Me encojo de hombros, curvando un poco los labios.

Finalmente, acordamos seguir su plan, y Frikka y ella suben a la barca, dejándome a mí encargado de empujar la embarcación. Empujo entonces, con fuerza, esperando que la barca se mueva, pero lo único que consigo es que choque contra algo y se desvíe. Lo intento otra vez y otra y otra, y en todas ellas lo mismo: choque y desvío, choque y desvío, choque y desvío. Termino por darme por vencido y por mirar a Cassandra. El sol comienza a resultarme molesto.

—Esto no avanza... —Miro al frente. Frunzo el ceño, confuso—. No entiendo nada...

Pero nada de nada. Absolutamente nada. Resulta muy frustrante.

El tiempo pasa, y de pronto, un movimiento del aire mueve un poco la balsa hacia la orilla. De nuevo, frunzo el ceño, y oteo el horizonte, y entonces.
¡Bang!
Dos islas.
¡Dos! ¡En el mar!
Las dos islas de antes en el mar, mejor dicho. Así, ¡de la nada! Una a la izquierda y otra a la derecha.
Creo que mi cara expresa bastante bien lo sorprendido que estoy, la boca entreabierta, las cejas arqueadas. Definitivamente, nada tiene sentido. Miro a mis compañeras, preguntándome si ellas también las ven o si soy yo, que me ha afectado el sol y veo cosas donde no las hay; a veces esas cosas pasan en los desiertos.

—Las vemos todos, ¿no...? —Frunzo el ceño de nuevo—. ¿Qué clase de magia es esta? —pregunto, en un tono más bajo, para mí más que para ellas.

Miro a las islas, aunque pronto hay algo que me llama más la atención: el dragón.
El dragón está delante de nosotros, en el mar, más lejos de lo que nosotros pudimos haber llegado. Alzo las cejas, y lo observo en silencio unos segundos. Seguro que llegó...
Trago saliva entonces; frunzo el ceño, y miro a mis compañeras. Quitando las cosas malas que no le gustan a nadie, hay dos cosas que no me gustan en esta vida: las alturas y el agua, las masas de agua, mejor dicho. No me gusta el mar, no me gusta nada el mar. No sé nadar, de hecho, y si...

—¿No tendremos que llegar nadando, verdad? —Miro a Cassandra primero, luego a Frikka. Me esfuerzo por sonreír—. O sea, ahora que han aparecido, podemos ir con el barco, ¿verdad? Porque, a ver, están... Lejos. Y —Miro al dragón— yo no sé nadar... Y, bueno. —Me río un poco—. Que podemos ir en el barco, ¿no?

Alzo ambas cejas.
Me animo a empujar la embarcación, en un nuevo intento por ver si podemos movernos.
Ojalá.
Ojalá.

fdr. con lo que me gusta a mí nadar y lo poco que les gusta a mis ocs...