Los invasores de la Isla del Contrabandista

Mi sonrisa pasa de ser una cargada de emoción a una fría y algo avergonzada. Noto el sudor frío rodando por mi frente mientras no paro de pensar "tierra trágame".
Carraspeo con el ceño fruncido, mirando hacia abajo, intentando hacerme pequeñita.
-Joder...- Le doy una patada al bote, ya sin ganas.

Me tumbo boca abajo en la arena y simplemente descanso. No quiero gastar energía.


He perdido la noción del tiempo cuando las voces de los chicos me hacen espabilar.- ¿Qué...?- Me limpio la babilla y me froto un ojo.

Señalo la isla más grande.- ¡AJÁ!- Chillo reincorporándome.- ¿Veis? ¡Tenía razón!- Me señalo a mi misma, con el pecho enchido, dándome méritos.- Ahora sólamente tendremos que remar en esa direccion.- Les explico subiendo rapidamente a la balsa.
-Hombre, no pretenderás meter a una coja de brazo en el mar.- Río, mientras me acomodo en la barquita.- Venga Seth: Haznos ver por qué los hombres sois el sexo dominante.- Río, lanzándole un remo con una sonrisa pícara.

Intento ocultar mi preocupación haciendo bromas, pero en el fondo estoy inquieta.
Fijo mi vista en la isla más grande y callo durante el resto del camino.

La cosa no fue muy bien cuando entramos en la barca. No tardamos mucho en dar con lo que parecía una pared invisible que impedía el paso. Acabé por extender las manos hacia ella, tocándola, y de verdad estaba allí, como sólida.
La verdad era que todo estaba siendo una buena putada...
Al menos me había recuperado un poco...

-¿Nadie tiene comida? -llegué a preguntar más tarde, notando cómo el cansancio tras el combate empezaba a reclamar algunas atenciones para el cuerpo.

Por lo que acabé sabiendo, no contábamos con comida ni con agua. Ninguno de los tres había pensado mucho en aquello... Vaya unos supervivientes de mierda.
Mirando al pequeño lagarto no podía evitar preguntarme si al final no tendría que ser él el que sirviese como comida de emergencia...
Esperaba que no.

El caos era evidente. Al menos por mi parte. Porque era un poco exagerada, bueno. Y lo de estar encerrada como una rata en una isla no era algo que me agradase.

-¿Cuando estuviste la vez anterior? -reproché a Cassandra, con el ceño fruncido-. Demonio de mujer... Pues espero que sepas buscar sustento por aquí. Podías haberlo comentado antes. ¿No sabes nada más sobre las islas?


También podía haber estudiado un poco más, yo, claro...

Dediqué algún tiempo al lagarto por no desesperarme, aunque sin prestarle mucha atención, más pensando en qué hacer que otra cosa. Y entonces, de pronto, tuve la sensación de que el aire se estremecía, y cuando vi a Seth moverse hice el esfuerzo de mirar pese al sol. Llegué a alzar las cejas, sorprendida.

-Se ven, se ven... -. Asentí mientras hablaba-. ¿Son las mismas de antes? Esa parece diferente... -murmuré, mirando la segunda, que recordaba en otra posición, y más grande.

Anda que como creyésemos que había tres y hubiese siete íbamos a pasarlo bien...

El bicho estaba en el agua, tranquilo, entonces. Lo miré arrugando el ceño, pensativa.

-¿Nos llevas tú, escamoso? Que seguro que sabes moverte mejor por aquí.

Pero Cassandra ya tomaba la delantera, señalando a la que era, de las dos visibles, la más grande.

-Espero que sepas lo que dices, que eres tú la que ha estado aquí antes, al parecer -murmuré poniéndome en marcha, acomodándome de nevo en la barca-. Y el sexo dominante lo serán para ti -gruñí entonces, para mí, llegando a fruncir el ceño.

Aunque no dejo de agradecer que él empuje la barca, y tal, porque si es de fuerza física no es que vaya sobrada, claro...

-Vayamos a la que sea, pero salgamos de aquí -termino por decir, dejando que sea Cassandra la que guíe si quiere, fiándome de su criterio, que no sé si debo.

Lo importante es eso. No quedarnos aquí de nuevo, al puto sol.

FdR- :_D Ay, madre mía, que me se olvidó :_D :_D :_D Posteo igual por poner mis impresiones, pero ya sé a qué atenerme :_D

A los chicos no les costó demasiado llegar a la conclusión de que lo mejor era salir de allí cuanto antes. Cassandra animó a Seth a coger los remos, viéndose ella imposibilitada, y aunque el chico no parecía muy convencido con nada que tuviera que ver con el agua, no le quedó otro remedio que hacer caso a lo que le decían. Comenzó a remar, descubriendo que, efectivamente, la barca era un posible medio de transporte. El animalito, poco dispuesto a nada que se alejara de la idea de jugar, se limitó a seguir a la embarcación, demostrando unas cualidades natatorias dignas de elogio y una indiferencia absoluta por si los chicos buscaban una ruta concreta o no.


Seth trató de dirigir la barca hacia la isla que Cassandra le había indicado, dado que nadie había puesto pegas ni propuesto ninguna alternativa. Era evidente que no había remado antes en su vida: la barca giraba, cambiando de rumbo sin que él pudiera hacer gran cosa por evitarlo, llegando a dar vueltas sobre sí misma cuando el chico perdía del todo el control. Sin embargo, fue cogiendo poco a poco el truco, consiguiendo un ritmo que, aunque no de la manera más eficiente, los haría llegar a su destino. A sus espaldas, la isla de la que acababan de salir había desaparecido.

En cuanto llegaron a la playa, tomaron tierra de nuevo. Tuvieron que emplearse para arrastrar el bote tierra adentro, como habían hecho antes, y entonces pudieron ver lo que había a su alrededor con atención. El aspecto de la cala en la que habían atracado parecía exactamente igual a la de la primera: a los lados, una pequeña extensión de arena que acababa en formas rocosas infranqueables; frente a ellos, de nuevo la selva.

El dragón, que había nadado con ellos hasta allí, parecía tremendamente animado, y tras sacudirse y olfatear el aire, se puso a serpentear por la arena, revolviendo la tierra aquí y allá. De vez en cuando, buscaba a Frikka y a Seth con la mirada.

FdR.: Plazo de posteo abierto hasta el jueves a las 21.30

Dado que ha habido un pequeño percance al respecto, recordamos que debéis estar atentos a los posibles mensajes privados que os puedan llegar.

Por suerte parece que, esta vez sí, salir de la isla termina siendo posible, y no tardamos en hacerlo, seguidos del escamoso nadador (que sorpresa) gracias a la inquebrantable fe de Seth en remar. Que menos mal que está haciéndolo. No es que tenga una técnica maestra, pero me ahorra el hacerlo yo, que aún estoy a medio recuperar. Y tampoco es que Cassandra esté como para ponerse a dar palmas.

Cuando alcanzamos la arena ayudo, esta vez sí, a meter la barca en la isla, y de nuevo miro a nuestro alrededor, esta vez más desconfiada que la primera. Echo un vistazo al animalillo, que parece haber decidido venir con nosotros, definitivamente.

-¿Hueles algo, tú? -le pregunto.

Ahora, como se ponga a hablar me voy remando yo sola, hostia. Ya he tenido suficientes emociones por hoy, y las que quedan, según parece.
No tenemos frente a nosotros, por otra parte, un panorama muy diferente al de antes. Y diría que el plan es el mismo, pero hacer las mismas cosas es, desde luego, una pésima idea.

-Hay que avanzar con cuidado, revisar rápido y no perder un minuto -informo, seria, con el arma preparada a la cintura por si hace falta, comenzando a caminar delante, hacia los árboles, pero con más cautela esta vez.

Espero que no asomen dragones de cada arbusto, que no haya uno en cada isla, como prueba de valor o algo así.

-Vayamos juntos y que cada uno cubra una dirección -propongo-. No tenemos tiempo que perder.

Si se niegan siempre puedo ir sola, que escurrirme sí que se me da bien.

Intento aguantarme las críticas a la forma de remar del flamma pero no quiero que se enfade así que simplemente intento amarrar mis nervios y esperar a llegar a la otra orilla.

- Bueeeno.- Me froto la nariz con el índice y camino con entereza al interior de la selva.- De acuerdo.- Exclamo cogiendo la dirección central.- Contemos setecientos pasos y damos la vuelta. Si somos tres... cubriremos un gran terreno haciendo eso. Si no encotramos nada, pues nos vamos. Además: no puede haber lagartos enormes en todas las islas, ¿no?- Me encojo de hombros. No sé vosotros, pero yo estoy más tranquila. Imaginad que hubiésemos ido a la isla de la que venimos en segundo lugar en vez de a esta. Estaríamos cansados, como ahora. Y ese bicho nos hubiese merendado.- Mis palabras me dan ánimos.
-Así que no perdamos tiempo. ¡Vamos allá!- El que encuentre algo que lance hechizos al cielo, por ejemplo.- Bien fuertes y bien altos.- Hago el signo de victoria y me lanzo por mi camino.


FDR: amos allá ò3o

Al final parece que sí que podemos utilizar la balsa para llegar a la otra isla, y de inmediato me siento bastante más tranquilo y comienzo a remar. O algo parecido a remar. La verdad es que no se me da especialmente bien: tengo problemas para manejar la embarcación, que gira y cambia de rumbo e incluso llega a dar vueltas sobre si misma sin que yo pueda hacer mucho por evitarlo, pero logro ganar un poco de habilidad y finalmente llegamos a nuestro destino, acompañados por el dragón. Nada más llegar, meto, ayudado por Frikka, la barca en la isla, y entonces miro a mi alrededor, descubriendo el aspecto del islote. Parece idéntico al de la anterior: arena a los lados, salvaje selva al frente, y me pregunto si la flora y fauna serán también iguales al de la anterior; espero, eso sí, no encontrarnos con bestias como la que nos asaltó en la otra.

Miro a mis compañeras, sonriendo un poco, asintiendo a sus palabras. Cuanto antes nos pongamos en marcha, mejor.

—Vamos entonces. La guía no nos va a esperar eternamente...

Alzo la vista al cielo.
¿Cuánto quedará para que anochezca?

Cassandra no prestó la menor atención a la propuesta de Frikka, y sin esperar a nadie, echó a andar hacia la selva. Frikka, viendo su actitud, decidió seguir su propio camino por su cuenta, mientras que Seth, algo más rezagado, parecía más preocupado por el brillante y alto sol, que tanto acaloraba a todos, que por avanzar. Pasaba ya un poco del mediodía, y los chicos llevaban sin probar bocado ni agua desde antes de salir. El pequeño dragón, por su parte, pareció dudar sobre qué dirección tomar, pero al final siguió a Frikka, consciente de que era la que más atención le había prestado hasta el momento.



La caeruleus escogió una dirección al azar y echó a andar entre la vegetación. La encontró, tal y como parecía en el primer vistazo, muy similar a la que acababan de dejar. Los árboles llegaban a ser tan inquietantes como en la misma anterior, y las especies se repetían. Árboles con formas humanas, clara voluntad de movimiento y mandlas se extendían entre lianas y ramaje, invadiéndolo todo y dificultando el avance.

No parecía haber nada de particular. El cachorro que la seguía se colaba de aquí para allá sin objetivos concretos más allá de jugar. En un momento dado, se acercó hasta unas rocas que formaban una especie de cuenca natural, bastante pequeña, y comenzó a introducir en la misma una pata, cacareando y gorjeando, moviendo la cola el golpes de tensión.


Cassandra había echado a andar sin hacer el menor caso a sus compañeros. Avanzar por entre la maleza pudiendo ayudarse de un solo brazo no era tarea sencilla, y no tardó en sentirse enredada por las ramas a su alrededor, que parecían dedicarse a tantearla cuando se acercaba más de la cuenta. La dirección que había empezado siendo recta se volvió tortuosa y confusa a medida que avanzaba, y las ramas en lo alto, muchas de ellas cubiertas de grandes hojas, no le permitían ver el sol para orientarse.

Por suerte para ella, acabó dando con un río, que aunque no muy ancho ni profundo, marcaba un camino de agua que cruzaba la vegetación. La presencia de agua dulce hacía la misma más espesa, pero no dejaba de ser una marca con la que orientarse: por fuerza, el río debía nacer en la selva y desembocar en el mar.


El flamma fue el último en empezar a moverse. Tras ver por dónde se habían alejado sus compañeras, escogió una dirección por su cuenta, internándose también en la selva. Encontró la misma vegetación que sus compañeras, y un camino no menos sencillo. Sus pasos lo guiaron sin demasiada seguridad por la selva, hasta que dio con algo que no parecía natural.

Una construcción de piedra, medio en ruinas, se alzaba ante él, comida por la vegetación. Los escalones de piedra que descendían por la única entrada visible no se mantenían del todo en el sitio, y muchos estaban pulidos y resbaladizos o rotos, pero aún así no parecía descabellado darles uso. Más allá, no se veía gran cosa. La construcción servía de pared, impidiendo el paso, y los escalones bajaban hacia la oscuridad.

FdR- Os he dividido porque lo he decidido yo para aligerar, pero nadie ha dejado claro si era la idea de Frikka o la de Cassandra la que queríais seguir (salvo Cassandra, que se ha lanzado directamente pasando de todo el mundo). Aunque he dado más detalles en la descripción de la selva para Frikka que para nadie, podéis dar por hecho que la vegetación es para todos la misma (salvo las mandla, que Cassandra no ve por ninguna parte).
Tenéis para postear hasta el sábado a las 21.00

Al final cada uno por su cuenta. Pues bueno, vale. Si palmamos los tres al menos no me desesperaré por nada. No si estoy sola.

Se mire como se mire, es una mala idea. Pero espero poder escabullirme y buscarlos sin pasa algo. Tampoco es que nos vayamos a separar mucho, espero. Si caminamos durante seis horas mi recomendación es que nos busquemos unos a otros antes de lanzarnos a una aventura demasiado larga como para ser interesante.

-¿Has decidido venirte conmigo? Si es que soy más interesante que esos dos, lo entiendo. Aunque te la suda que hayamos matado a tu papá, eh. ¿O es que quieres venganza? ¿Me saltarás a la garganta mientras duermo? Quizás, entonces, no deba dormir cerca de ti... -voy diciendo al animal mientras avanzo, sin alzar mucho la voz-. De todos modos, avisa si ves algo chungo, eh.

La isla se parece un poco a la anterior. O sea, supongo que es de esperar. No están muy lejos entre sí. Y las especies que hay por aquí no me suenan de otros sitios. Esos árboles-persona me resultan algo escalofriantes.

En un momento dado me detengo ante una de las plantas llena de bolitas. Creo que Cassandra se había dedicado a recogerlas con afán en la otra isla aunque, sinceramente, a esa la veo capaz de recoger piedras. Actuaba como si hubiésemos venido aquí a llevarnos la isla.
Que por otro lado no sería un mal sitio para plantar una casa. Aunque sin lagartos que atacan a la gente.

Termino por arrancar una de las bayas y me acuclillo para llamar la atención del dragón, tendiéndosela.

-Oye, tú. ¿Y esto se come? ¿O es venenoso? ¿Qué opinas?

Termino por guardarme algunas para preguntarle a Cassandra luego, que no me he traído comida y si se pueden comer pues quizás es algo que arreglamos. Pero no me siento tan confiada como para arriesgarme aquí, sola.

Seguimos avanzando. Trato de no ir pisando ramas ni nada que llame la atención de... nada. Y, de hecho, todo parece bastante tranquilo. Pero no volveré a caer más en esa mierda. Intento estar todo lo atenta que puedo. Ya espero que salga algo de los matorrales pero lo cierto es que, a la hora de la verdad, el primero en encontrar... lo que sea es el bichejo, que se para de pronto y se pone a hacer señas extrañas metiendo la pata en un hueco.

-¿Qué pasa ahí? ¿Es de tu talla? -inquiero, apurando un poco el paso para alcanzarlo, aunque yendo con más cautela una vez me he acercado, preparada para reaccionar a que de la tierra emerja un gusano gigante-. ¿Qué has encontrado? -pregunto, finalmente, en voz más baja, asomándome ya a donde se encuentra.

No tardamos mucho en dividirnos.
Después de que Cassandra y Frikka escojan un camino, yo me dirijo al restante, avanzando con pasos seguros y firmes, atento a mi alrededor, preparado para desenvainar el sable con rapidez si aparece alguna bestia o enemigo. El camino escogido presenta similitudes con el de la selva de la anterior isla, árboles humanoides, plantas con capacidad de moverse a su voluntad. Veo también unas bayas, que no me suenan de la isla anterior, y tras pensarlo un momento, acabo cogiendo unas cuantas, aunque no pienso probar ninguna hasta hablar con Cassandra; ella parece conocer mejor la isla, e imagino si sabrá si son comestibles o no.

Camino sin detenerme hasta llegar ante una vieja construcción de piedra, medio en ruinas, y entonces me detengo y la observo con atención, frunciendo el ceño. La construcción me impide el paso, y el único camino visible son los escalones de la misma, que descienden hacia una oscuridad. Presentan un aspecto semejante al del resto de la construcción, aunque no parece que se vayan a desprender si uno baja por ellos.

Dudo un poco, planteándome si debería avisar a mis compañeras o no, si debería hacer caso a lo que había dicho Cassandra. Finalmente, decido que lo mejor será investigar un poco antes de llamar a nadie, así que desenvaino el sable y me acerco a los escalones, conjurando un flagare en la mano libre que me permita iluminar un poco el camino. Si al hacerlo no descubro nada peligroso en la profunda oscuridad, entonces comenzaré a descender, sin apagar el flagare; si lo hago, pues, bueno. Entonces ya lo pensaré.

Recorro la selva con algo de cansancio. Ahora que estoy sola puedo llamarla sin miedo a que me escuchen. - ¡Cora!- Grito. Tiene que estar... maldición.

Me voy fijando muy bien en el suelo por si encuentro algo pero nada. Tsk...
Por suerte doy con un rio, lo cual me permite sonreir aliviada durante unos segundos. Bebo un poco y me limpio la cara.
Me gustaría llevarles a los chicos algo de beber, pero no tengo nada con lo que llevarles agua. Aprieto los labios con algo de rabia.

Veamos... ¿Qué debería hacer? Me lo juego todo a una carta y decido subir, hacia donde el río nace. Si hubiese algún problema... bueno: siempre es más fácil correr hacia abajo que hacia arriba.

*sube~~*

La caeruleus avanzaba entre los árboles, dejando ir la lengua para llenar el silencio a su alrededor, pese a que el dragoncito, a quien se dirigía, no parecía demasiado interesado en sus palabras, y desde luego no tenía la menor pinta de entenderlas. De vez en cuando la miraba, soltaba algún gorjeo o hacía amago de pedir su colaboración para jugar, pero eso era todo.

No encontró gran cosa a su paso. Sí recogió una ramita de cinco bayas de mandla, que se guardó en un bolsillo sin tener muy clara su utilidad. Además, prestaba atención al dragón, y lo siguió cuando este centró su atención en un pequeño agujero en las rocas.

Frikka vio, tratando de emerger entre las patas del dragón, a un pequeño lagarto rosado que caminaba con lentitud, pese a su evidente agobio. El pequeño animal acabó por salir del agujero, y entonces Frikka pudo ver su curiosa cola, doblada hacia arriba y hacia un lado, en dos ángulos rectos. Cuando el dragón se centró en el reptil que había salido, Frikka pudo ver que había otros dos especímenes, igual de lentos y atontados, en el interior del agujero.



Cassandra fue la primera de los tres en encontrar la oportunidad de refrescarse un poco y calmar la sed. Aquella pequeña parada consiguió aliviar un tanto su fatiga y levantarle el ánimo. El agua, fría en contraste con el calor de la selva, estaba límpida y cristalina, tanto que el fondo se podía ver con claridad.

Decidió seguir el curso del río, aunque encontró en ello dificultades debido a la vegetación. Esta no solo le impedía el paso en numerosas ocasiones, sino que también se tomaba la libertado de toquetearla y empujarla de vez en cuando, haciéndole perder peligrosamente el equilibrio en un par de ocasiones.

En un momento dado, Cassandra dio con una zona de rocas que se formaba en el río. Pegadas a las mismas, unas extrañas criaturas de pequeño tamaño, con el aspecto de moluscos jamás vistos antes se desplazaban por el agua, flotando y nadando con lentitud con sus pequeñas aletas en forma de alas. Aunque su aspecto humano los hacía algo repugnantes y su tamaño no era muy grande, tenían aspecto carnoso, que se hacía hasta apetecible después de tantas horas sin probar bocado.



Seth avanzaba alerta, poco dispuesto a dejarse sorprender por ningún asalto que la selva le tuviera preparado. Por el camino, recogió cinco bayas que no recordaba haber visto antes. Actuó con cautela al llegar a las ruinas, pensándoselo bastante antes de entrar en acción. Con luz por delante, y encontrándolo todo tranquilo, decidió por fin ponerse a explorar su entorno y bajó las escaleras.

Encontró el pasadizo tan tranquilo como la entrada. Por dentro, la maleza también lo había invadido, así que el paso no era exactamente agradable y llegaba a resultar un tanto claustrofóbico. Pero eso era todo. Tras bajar unos cuantos escalones, encontró ante sí otros que subían de nuevo, el único camino posible, y siguió por ellos hasta encontrarse de nuevo en el exterior.

El aire marino lo recibió de lleno, junto con unas vistas espectaculares. Más allá de un terreno liso y de un muro bajo y medio derruido se extendía el mar. Tan solo con acercarse podría ver que aquella construcción se hallaba sobre un acantilado, dominando las vistas sobre el terreno marítimo.

La zona en la que se encontraba, pese a la exuberancia natural que la había ido recuperando, presentaba todavía trazas de lo que podría haber sido un jardín o un patio. En el centro de la superficie cuadrangular se hallaba aún una gran fuente, que aunque algo estropeada se mantenía entera, todavía con el agua saliendo débilmente por un agujero en la piedra, que en su día, probablemente, fue una escultura con una forma reconocible. En el agua estancada en la fuente, un pequeño grupo de sibilinas nadaban apaciblemente. Eran peces notablemente grandes, aunque no en exceso para el espacio que tenían. Por un lado, el borde de la fuente se había pulido, y el agua resbalaba hasta el suelo, hundiéndose en la tierra.

FdR- Plazo de posteo hasta el lunes a las 21.00

Cassandra tiene dos penalizaciones.

En cuanto me asomo un poco al hueco que el lagarto me señala me encuentro con... más lagartos. No son muy activos, según parece, y al ver sus colas, dobladas todas en la misma dirección, me quiere sonar un poco lo que son. Eran las culebras del... Las culebritas de... Sí, hostia, que las colas de todas apuntaban en la misma dirección. Que era el... El este, joder, eso.
Las culebritas del este.

Bueno, esto es útil. Puedo usarlos para orientarnos. Aunque la cosa es cómo llevarlos sin matarlos aplastados. Quizás con algunas ramas pueda hacer una suerte de jaula o así para llevarlos. Ya los soltaré cuando nos vayamos.

Miro a mi alrededor, buscando plantas adecuadas. Tienen que ser resistentes y flexibles. Luego me pongo con la recolección. No es que tenga que ser algo ahí para toda la vida. Me lleva con poder llevarlos sin tener que metérmelos en el bolsillo.
De pequeña jugaba con mis hermanos a encerrar animales en jaulas. No es que sea aquí una artesana de la polla, pero atar sé. Será suficiente, espero.

-Bueno, necesitaréis un nombre para que no os confunda-. Me planteo, en voz alta-. Hay demasiados lagartos por aquí-. Juego un momento con una de las ramas y el dragón de Memphys, aunque pronto me pongo a seguir trenzando, que no estamos aquí para jugar-. Tú vas a ser Thor, de momento. Ellos serán... El más grande será Igor. Y los otros... El de la mancha en la cabeza... Holger, y el otro Flora. Tiene pinta de chica. Por ejemplo.

A ratos tengo que dejar de construir para ir a devolverlos al agujero y que no se escapen. Al final, una vez he terminado, los meto dentro y me pongo en marcha.
Hubiese cogido solo uno, pero ya estaban los tres juntos. Cuando los vuelva a soltar les será más fácil sobrevivir si están con sus congéneres.
Además, si nos llegamos a quedar encerrados nunca es poco el tener algo para comer. No le di la razón a Cassandra en su momento, pero no creo que el lagarto sea un mal alimento, aunque estos sean tan pequeños.

Que, a todo esto, no sé cómo sobreviven las mierdas estas tan lentas, hostia. Como tengan que escapar de algo, no los veo yo sacando una velocidad inusitada.
Como sea, tenemos que seguir.

-Vamos, Thor -comento, más para mí que para él, continuando con la exploración.

Este descanso, me haya venido bien o no, no debe saberse. Tengo que encontrar lo que sea que busquemos en la isla o, en su defecto, alimento o bebida fiables.

FdR- En soledad se transforma~

Finalmente, desciendo por las escaleras y me adentro en el lugar, con pasos seguros y preparado por si aparece cualquier enemigo, todavía con el flagare invocado. Aunque cuando más camino, más tranquilo me va pareciendo el lugar; a pesar de lo claustrofóbico que resulta, y de toda la maleza que hay aquí, no parece que albergue ningún peligro. Puedo estar equivocado, claro, pero es lo que parece. Avanzo por el lugar hasta dar con otras escaleras, que resultan ser el único camino posible a seguir. Las subo, pues, recuperando buena parte de la tensión con la que había descendido y que se había ido yendo conforme me había adentrado. Conforme camino, el olor a mar se va haciendo más patente, así que no me sorprende que termine llegando al exterior.

Es un terreno liso; al fondo, hay un muro, y más allá de él, el mar. Imagino que estaré en un acantilado, y la idea durante un momento me resulta desagradable. Intento, pese a todo, no pensar en ello, y evito acercarme al muro solo; las alturas, al igual que el agua, nunca me han gustado.

Observo desde mi posición todo lo demás, la fuente, las plantas, el muro. Parece algo como un jardín o así, ¿no? Es evidente que alguien estuvo viviendo aquí; me pregunto qué habrá sido de ellos. Avanzo un poco, acercándome entonces a la fuente, y en ella descubro sibilinas, para ser más preciso. Las observo un momento, planteándome varias cosas, pero finalmente decido intentar cazar algunas: ya no es que sean animales, o sea, algo que puede ser comestible si no encontramos nada mejor, sino que además dicen que tienen propiedades curativas, y al brazo de Cassandra tal vez le venga bien algo mejor que el improvisado cabestrillo. Aunque, por otro lado, también son animales en peligro de extinción. Por eso, no planeo llevarme muchas, solo... tres o así. Una por cabeza.

Si puedo cazarlas, claro.

Planta que me empuja, planta que golpeo y zarandeo.
Por el amor de una madre, qué pesadez. Bufo algo agotada, con varias gotas de sudor rodeando mi frente. Odio este calor. Me marea.

Mi forma de ver las cosas cambia al llegar a una zona con varias rocas de las que parecía emanar el río.
Rápidamente me fijo en aquellas "cosas". Por qué... ¿por qué aquí todo tiene cara de persona? El caso es que... mi estómago lleva ya un rato gruñendo enfadado, por lo que me pregunto hasta qué punto se podrán comer.

Me agacho y extiendo lentamente mi mano sana. Recojo una con lentitud y la miro con cierto reparo. -Oye... no me mires así, ¿vale? -Le hablo mientras me la acerco a la boca y le lamo una mejilla con cierto asco. - Uggh...- Me da reparo.- Creo que si os cocino me daréis menos asquito.
Me recojo la falda haciendo una especie de bolsa y echo todas las que puedo. - Espero que no sean muy remilgados. Yo, al menos: no lo soy.- Me autoconvenzo.

Bebo un poco más de agua y una vez algo más refescada sonrío con algo de fuerzas renovadas y echo a correr de nuevo hacia la playa. Suficiente de este lugar para mi, al menos.

Voy echando vistazos a las cositas esas de vez en cuando. Me dan pena... pero... meh: más pena me doy yo, que tengo una vida de mierda.

*se larga* XD

Frikka se detuvo junto a los lagartos, bien dispuesta a llevárselos consigo. Fue un descanso que podría haberse llegado a interpretar como un juego, desde luego. La chica llegó a despistarse de su entorno, pero por suerte para ella, nada peligroso sucedió en aquel momento.

Mantuvo ocupado al falso dragón en sus juegos en lo que preparaba la jaula para las culebrillas, que le llevó algo de tiempo. Estas no se mostraban muy hábiles a la hora de escapar de ella. De hecho, una vez tuvo asegurada su jaula (lo cual le costó un par de intentos), no tuvo problemas en recluir a sus presas en ella.

El dragón no pareció muy contento de perder de aquella forma su juguete, pero parecía profesar a Frikka un mínimo de respeto, y no se molestó en pelear. En su lugar, la siguió cuando la chica emprendió de nuevo la marcha, una vez más hacia el corazón de la selva.




La piscis no tardó más de un momento en descubrir que sus recién encontrados moluscos eran criaturas fáciles de atrapar. Los encontró fríos y viscosos al tacto, resbaladizos y blandos, y sobre todo, tremendamente desagradables.


Pese a ello, llegó a sacar uno del agua y llevárselo a la boca, sin mucha intención de dejar pasar la oportunidad de probar bocado. No sirvió de nada. Fuera del agua, la criatura se volvió dura y aún más fría, dejó de moverse y su cuerpo adquirió una tonalidad dorada. Cuando se lo llevó a la boca, Cassandra sintió el sabor del metal entre los dientes, y cuando trató de morder consiguió llegar a marcar su dentadura en aquella extraña figurita de oro, pero en seguida comprobó que no era comestible.


La rabia del engaño la hizo tirarla de nuevo al agua, donde recuperó su aspecto original. Decepcionada por su infructuosa búsqueda y aún con el estómago vacío, se fue dejando atrás las piezas de oro que, por lo visto, solo eran tales en contacto con el aire. Bajó vadeando el río, por el mismo camino que había subido.



Seth, probablemente por su ascendencia del desierto, no había llegado a plantearse nunca lo complicado que sería cazar un pez con sus propias manos. Las sibilinas eran rápidas y escurridizas, y no tardaron en ponerse en movimiento al sentir la inusual llegada de un agente extraño.

Parecían casi imposibles de pescar. Seth las estuvo persiguiendo un buen rato, pero incluso cuando parecía que ya las tenía, se le escapaban entre los dedos. Los animales parecían revolucionados, nerviosos por aquello que intentaba atraparlos, y no paraban quietos ni bajaban la guardia. Tras mucho esfuerzo, sin embargo, consiguió agarrar una sin que se le escurriera y la sacó del agua.

El animalito se retorcía, poco dispuesto a conformarse con aquello, pero no le resultaba sencillo escapar. Fuera del agua y a pleno sol, boqueaba mientras el calor lo secaba, agonizante.

FdR- Próximo plazo de posteo hasta el viernes a las 17.00

Recordamos que las acciones deben llevarse a cabo como intenciones para que la narración tenga sentido. En caso contrario, narrador se verá obligado a inventar los resultados según considere conveniente.

Cassandra tiene tres penalizaciones.

Miro con eterna frustración el agua con aquellos bichos dentro. Con los puños apretados deseando que viniera una solana tan fuerte que se quedaran sin agua en la que nadar.
Chasqueo la lengua con rabia y decido que lo mejor será volver ya.
Ni rastro de Cora, ni de piratas, ni de bandidos, ni monstruos de ningún tipo. Desde luego, si esta isla es así de tranquila, podría ser un buen sitio en el que venir a retirarse. Sobre todo si me pusiera a vender esas cosas como joyas verdaderas. Cuando intentasen reclamarme el timo... chan: desaparecería en mi isla maravillosa.

Pensando en estas cosas, camino de nuevo hacia el lugar de origen. Si los que invadieron la isla de Kane son tan "malos" como para lograr echar a ese canalla de ella y estuvieran en esta isla... pondría una mano en el fuego a que yo habría ya criaturitas de esas en el río.
Supongo que... de nuevo: nos hemos vuelto a equivocar y lo peor de todo es que se nos echa el tiempo encima.

Al darme cuenta de ese detalle, echo a correr de la mejor y más rápida manera que puedo y sé.

*corre cual caballa*

Al final me dedico un buen rato a esto. Sinceramente, es un alivio que no haya saltado nada de los árboles, y que haya podido haberme permitido este reposo. No sé si he sido muy profesional, pero el mal esta hecho, y estos bichos podrían sernos útiles.

-Venga, Thor -murmuro, atándome la jaula a la cintura pasando por uno de los huecos la cuerda de mi gancho mientras avanzo.

Echaré un ojo más, pero lo cierto es que con todo el tiempo que he pasado parada y el que he caminado hasta llegar a esta zona ya ha pasado un rato. Y no parece que vaya a cambiar mucho el panorama. Buscaré algo en las cercanías, adentrándome un poco más ne la dirección que he estado siguiendo, pero si veo que no hay nada en los próximos minutos creo que me daré la vuelta.

Al fin y al cabo, si termino por encontrar algo llamativo y peligroso y mis compañeros están a demasiada distancia creo que acabaré palmando por ir sola, y tampoco es ese el plan. Creo que ha quedado claro que, al menos en esta dirección, si hay algo está lejos. Lo ideal es, entonces, ir a comprobar el trabajo de los demás y planear en conjunto qué hacer.
Para empezar, yo era la que no quería separarse...

Pescar peces con las manos resulta mucho más complicado de lo que pensé en un primer momento: al notar cualquier movimiento externo, los peces se mueven, veloces, mucho más que yo, y acabo encontrándome a mí mismo con las manos vacías y mojadas varias veces. Cuando pienso que por fin tengo alguno, el pez se me escapa de los dedos, dejándome solo con la sensación de haber tocado escamas. Me lleva bastante hacerme con uno, y varias veces me planteo dejarlo durante un rato, dar una vuelta alrededor y acercarme luego, pero finalmente consigo capturar uno, y rápidamente lo saco del agua.

El pez se mueve, se retuerce en mis manos. Lo miro, serio; me da algo de pena, pero. No tenemos nada mejor. Durante unos segundos me planteo qué hacer, si mantenerlo entre las manos y esperar a que se ahogue o si probar a cortarlo o algo, pero finalmente decido esperar a que se seque, se quede sin aire o algo semejante. Tengo miedo de que se me escape si lo pongo en el suelto, que entre que saco el arma y no... Y con lo que me costó pescarlo, pues solo faltaría.

Con el pez en las manos, miro alrededor, buscando un lugar donde el sol pegue con más fuerza, aunque la verdad es que el calor parece el mismo en todas partes.
Espero que no salga una bestia ahora que tengo las manos ocupadas, la verdad. Estoy atento, pese a todo. Mejor vivo que muerto y con un pez.

fdr. ???
??????
???????????

Frikka continuó su camino por la selva, acompañada por su pequeño séquito de reptiles. No encontró mucho más que ver. La vegetación se extendía ante ella con su terca espesura, haciendo el avance costoso, lento y difícil.

Ya que no encontraba nada más de interés y no quería alejarse demasiado, acabó por dar media vuelta, buscando la dirección de la playa. No era sencillo, después de semejante paseo, encontrar la forma de volver, y se sintió desorientada. Debía buscar la forma de encontrar el camino de vuelta.



El empeño de la pirata por correr y saltar no le trajo más que problemas. Por su forma de actuar, parecía más bien poco acostumbrada a moverse en terrenos selváticos. Perdía pie continuamente, y su brazo inmovilizado no le facilitaba el avance. Además, la selva seguía mostrándose incómoda con su entusiasmo, y las plantas reaccionaban a sus movimientos bruscos con movimientos también bruscos.

Desde las ramas más altas, los pájaros la miraban con curiosidad, y a veces hasta parecían introducir palabras comprensibles entre sus extraños gorjeos, aunque Cassandra no estaba segura de si de verdad le hablaban o estaba empezando a sufrir los efectos del sol y el cansancio. Su avance continuaba con tropezones y caídas, golpes y contraataques, y un buen número de manchas y arañazos tanto en la ropa como en la piel.



La sibilina coleteaba con furia, tratando de librarse de las manos de su captor, pero ni siquiera su escurridiza y viscosa piel la liberaba del fuerte agarre del flamma. Parecía boquear con auténtica desesperación, y Seth no tenía muy claro si era el calor, el estrés o la falta de aire lo que la estaba venciendo. Quizás fuera una mezcla de las tres cosas. Y aunque moviera sus pequeñas patitas con ánimo de deshacerse del chico, su fuerza y su tamaño jugaban en su contra.

Aunque el viento fresco traía algo de humedad del mar, esta no compensaba el estado del animalito. El sol, por su parte, sí tenía un efecto demoledor sobre él, y Seth no tardó en sentir cómo sus manos se secaban, al igual que la resbaladiza piel del pequeño que sostenía. Al final, los coletazos e intentos de huida de la sibilina fueron haciéndose más y más débiles, las fuerzas comenzaron a fallarse y su resistencia se redujo. Su respiración parecía muy débil, tanto que era apenas perceptible, y parpadeaba lentamente, dejando el cuerpo cada vez más inerte, hasta que resultó difícil decidir si seguía con vida.

FdR- Plazo de posteo hasta el domingo a las 17.00

Tras haber caminado un buen trecho me decido, finalmente, a dar media vuelta. Sin embargo pronto resulta evidente que con darse la puta vuelta el camino no se hace solo. Tenía que haber ido dejando marcas en los árboles, montones de pierdas o mierdas así.
Muy lista, Fifi.

Resoplo un momento, plantada ante la espesura, y doy una caricia a Thor con el dorso del pie, pensativa. Bueno, podía haber sido peor, me refiero...

Alzo la jaula en la que se encuentran las culebritas estas del este y les echo un vistazo. Cómo no, siguen apuntando al sitio que siempre apuntan. Unos animales ridículamente raros. No obstante...
Cuando me los encontré en aquel hueco y me llamaron la atención ya estaban apuntando al este. Entonces solo tengo que...

Dejo la jaula en el suelo y la rodeo, pensativa. A ver, cuando yo las vi era como si apuntasen... Bueno, apuntar apuntaban al mismo sitio, claro, pero mi perspectiva hacía que fuese como si...

Mi intención es encontrar así, utilizándolas como brújula y valiéndome del recuerdo de su posición inicial (porque ellos apuntarán al este, pero yo no sé de qué punto cardinal vengo), la dirección en la que vine y luego dar vuelta y desandarla. Ahora sí me arrepiento de haberme fijado tan poco en por dónde sale el sol y por dónde mierda se pone. Pero claro... A ver quien se pone a mirar al sol con unos ojos fotosensibles.
No es muy justo esto.

Finalmente, parece que la siblina termina muriendo, y aunque me da algo de pena haber dejado que tuviese una muerte tan cruel, también me alegra un poco que por fin se haya muerto. Más que nada porque ahora puedo dedicarme a otras cosas, como tratar de cazar una segunda, o volver sobre mis pasos; lo cierto es que no se me ocurren muchas cosas más que hacer aquí: no parece un lugar con mucho que explorar, tal vez porque no deja de recordarme a un jardín.

fdr. no tengo muy claro si la imagen que tengo del sitio es la que tiene en mente el narrador, pero yo me imagino un espacio bastante cerrado.

Después de asegurarme de que la siblina está completamente muerta, me acerco de nuevo a la fuente, buscando hacerme con alguna más y repetir el proceso anterior. Mi idea inicial era conseguir tres, una por cabeza, pero si veo que el tiempo pasa sin que obtenga nada, acabaré rindiéndome y quedándome solo con la que ya he pescado: a fin de cuentas, tenemos una hora de queda, y no creo que estos peces sean el motivo por el que estamos aquí. Si consigo pescar alguna, como ya digo, me quedaré y esperaré a que se muera, como la anterior; si no, tras echarle un último vistazo al jardín, volveré sobre mis pasos, cargando con el pez, atento a lo que pueda suceder a mi alrededor.

Llego a la playa. Magullada, herida, cansada. Me rindo.
Me quiero ir a mi casa. Kane, por qué no has venido conmigo, maldición.
A veces me pregunto por qué tanta disputa por estas islas entre continentes si no traen más que problemas y estan cargadas de bichos raros.
Tengo heridas y contusiones y ya poco puedo hacer por recomponerme o, al menos, caminar con normalidad.
Hasta ahora no hemos obtenido nada en limpio y cada minuto que pasa me frustro más.
Odio este lugar.
Noto algo de ansiedad en la garganta y en el pecho. Todo se me junta. No soy capaz de reaccionar bien a mi entorno ahora mismo, por lo que simplemente me quedo sentada en la arena, con las piernas recogidas mirando al mar. Tengo los labios demasiado secos y, en estos momentos en los que las preocupaciones me asaltan, el dolor y el cansancio me abaten, nacen en mi las ganas de beberme una buena botella de golpe.

*espera pachucha*

La chica aún tuvo que dar un par de vueltas antes de encontrar alguna referencia que le indicara el camino de vuelta. Trataba de guiarse por sus pequeños cautivos, pero no había prestado mucha atención al bosque, así que no era una tarea sencilla. Poco a poco, sin embargo, se iba acercando de nuevo a la playa.


El falso dragón se movía por entre la vegetación con una facilidad pasmosa. En lo que Frikka decidía hacia dónde avanzar, él ya había tenido tiempo de desaparecer y aparecer un par de veces. La densa vegetación no parecía preocuparle lo más mínimo. Allí se encontró con su compañera, instalada en la arena y con un aspecto lamentable.


La piscis anadeaba en busca de la playa, y gracias al río y pese a sus desencuentros con la vegetación, fue la primera en volver al punto de partida. Encontró la barca donde la habían dejado, y frente a ella el mar, en el que se veía una pequeña isla y el barco. La posición del sol indicaba que la tarde ya entraba de forma evidente.

Por suerte para ella, y aunque el hambre seguía molestándola, había podido beber y refrescarse. El sol, más bajo, resultaba algo menos molesto, y en el cielo empezaban a aparecer algunas nubes que hacían la luz más agradable. Además, del mar venía una brisa fresca que resultaba bastante agradable, y por la playa brillaban marcas entre la arena, probablemente pequeñas conchas.

Un sonido en la vegetación, a sus espaldas, le indicó que Frikka había vuelto justo un momento antes de que la chica emergiera de la selva.


Seth se encontró con que los pequeños anfibios habían aprendido del error de su compañera y no pensaban darle la menor oportunidad. En el agua, resultaban tremendamente ágiles, y tenían espacio suficiente en la fuente para permanecer lejos de su mano. Por otra parte, los rugidos continuos de su estómago se hacían cada vez más sonoros, y las sibilinas parecían reaccionar también a ellos.

Para cuando quiso darse cuenta, el sol ya bajaba en el cielo, marcando el avance de la tarde. Había perdido tiempo en una caza infructuosa, y solo podía contar con una presa. Tenía los labios y la piel cuarteados por el calor, y mucha sed, a pesar del ambiente húmedo, tan distinto a su acostumbrado desierto.

Al final, solo le quedaba dar media vuelta e intentar encontrar el camino por el que había llegado desde la playa. La selva parecía un gran enemigo contra la orientación.

FdR- Próximo plazo de posteo hasta el sábado a las 18.00

Cassandra tiene 4 penalizaciones.

Se me hace larga la vuelta. Vaya desastre... La suerte es que con eso la luz decae y mis ojos lo agradecen. Y, al final, termino sintiendo de nuevo la arena bajo los pies, en algún momento. No sé cuánto ha pasado, y no es que la playa me apasione, pero ahora mismo dan ganas de arrodillarse a besar el suelo.
Pero no me da tiempo a hacer mucho, la verdad. Porque no soy la primera en llegar.
Pero sí la más entera, he de admitir.

-¿Qué demonios te ha pasado? -mascullo acercándome a Cassandra con el dragón detrás y la jaula con los otros tres en la mano-. ¿Te han vuelto a atacar o qué?

Tengo hambre y sed. Eso me pone de mala hostia. Quizás ella pueda darme una buena noticia, al menos.

-¿Has encontrado a los malos? ¿O agua y comida? -le pregunto, dejándome caer sentada en el suelo-. Yo solo he encontrado estas lagartijas -murmuro, enseñándole la jaula con los bichos rosas del Este-. ¡Ah, bueno!-. Me hurgo entonces en el bolsillo, sacando la rama con las bayas-. Y estas frutas. Te vi cogerlas antes, ¿o eran otras? Sea como sea, ¿son venenosas o algo?

Me vuelvo entonces hacia Thor, pensativa. ¡Claro! Él también necesitará comer y beber, quiero decir. Es un cachorro de lagarto. Se alimentan. No son piedras.

-Eh, tú... ¿Sabes dónde beber, canijo? O tráeme un plato de estofado... -. Me pongo en pie, tras descalzarme, repentinamente animada-. Bueno, estamos en una playa. Quizás haya moluscos, ¿no? Si pillamos unos cangrejos y vuelve Seth (que dónde está, por cierto) para asarlos podemos ser como ricos por un día -comento, esbozando una sonrisa pícara y mirando a Cassandra de reojo.

Y me pongo a buscar algún animal de apariencia comestible por la orilla o entre la arena. No soy muy remilgada. Un poco sí, pero no mucho.
Depende.

No soy capaz de cazar nada más, y pronto acabo desistiendo, notándome tanto hambriento como sediento. Miro un segundo la siblina, planteándome por un instante si debería comerla o no, pero finalmente decido esperar a encontrarme con mis compañeras: que no es mucho, ni nada, pero mejor compartir, digo yo. No sé. Es que tenía que haber pescado más, ese es el problema... Además, la piel es curativa; a Cassandra le vendría bien, imagino, para su brazo.

Lo que sí hago, no obstante, es tomar un poco de agua de la fuente, sin importarme demasiado que esté llena de peces o así. Bebo como si fuese un naufrago en medio el mar, y luego, cargando con el pez, comienzo mi camino de vuelta, repitiendo los pasos que me habían llevado hasta aquí, tratando de encontrar la playa donde habíamos quedado. Avanzo, como hasta ahora, atento a mi alrededor, preparado para iniciar un combate en caso de que fuese necesario, aunque, la verdad, espero que no sea necesario. Quiero reunirme con mis compañeras cuanto antes.

fdr. ???