Balcones

Asintió.

—Me alegro.

Y no dijo más y se limitó a mirar al frente. Después de haber quitado la nieve se había sentado de forma que los pies le quedasen dentro del espacio del balcón, así que su visión era la de la puerta cerrada y la del pasillo que se veía al fondo. Durante un segundo pensó en echar el cuerpo hacia atrás, colocando las piernas de tal forma que estas quedasen enganchadas entre los huecos de la baranda, impidiendo así que se cayese, pero al final no lo hizo.

De reojo, miró el perfil de la chrysos.
Parpadeó.
Luego bajó la vista a la nieve que se acumulaba en el suelo.

El silencio resulta incómodo. No es de los silencios que no necesitan palabras para ser tranquilos. Más bien es al contrario. Desearía que hubiese muchas palabras con las que llenarlo para no tener que soportar la sensación desagradable que genera.

-Siento que haya pasado esto -digo finalmente, dado que parece que soy la encargada de romperlo.

También he sido la que ha decidido salir al verlo, de todos modos. No puedo culpar a nadie de que la responsabilidad sea mía cuando fui la que tomó la decisión en primer lugar. De momento no me arrepiento. Y mientras la cosa no evolucione de forma demasiado negativa...

La nieve seguía cayendo lentamente, y al chrysos le parecía que era lo único que se movía en aquel momento aunque en el fondo sabía que no era así. El silencio resultaba pesado, desagradable, incómodo, pero no se le ocurría qué decir, así que no decía nada y se limitaba a observar cómo la nieve caía sobre la nieve ya acumulada.

Cuando la chrysos habló, la miró al momento, sorprendido. Frunció el ceño, parpadeó. No entendía por qué le decía aquello. No tenía por qué sentirlo, ¿qué tenía que sentir? No había sido culpa suya y tarde o temprano acabaría pasando.

Negó. En todo caso, él debía sentirse mal, y lo hacía. Sentía que ella lo sintiese y no haberle dicho qué hacía con la líder piscis y que la muchacha hubiese ido a Fulmen y a Aqua y que hubiese acabado confesando delante de toda aquella gente que ambos no eran diferentes, aunque para él, en el fondo, sí lo eran.

—¿Por qué lo sientes? No tienes por qué sentirlo. Tarde o temprano acabaría pasando. —La miró. Curvó un poco los labios en un torpe amago de sonrisa—. En todo caso, yo siento que hayas tenido que confesar delante de toda esa gente, y que hayas ido a todas esas misiones y todo en general. Que te vieses involucrada, de alguna forma, eso lo siento.

Cuando alguien se muere la gente dice a sus seres queridos que lo siente. No significa necesariamente que lo hayan matado ellos. Es una forma de intentar mostrar cierta empatía por la otra persona. Y lo que Lyam acaba de hacer es rechaz...
De nuevo, mantengo la expresión serena. Estoy susceptible. Tampoco es su culpa, en este caso. Debo controlar los nervios y evitar ponerme tajante.

-Hice eso porque me pareció- le digo-. Estrictamente, no dije nada que pudiesen entender. No más allá de Massen. Los que se informen un poco podrán saberlo, por supuesto. Pero quizás sea lo mejor. Hace tiempo que pasó, pero he tratado de borrar algo que, de hecho, ha sucedido. Mis compañeros tienen derecho a saberlo.

La escuchó en silencio, sin apartar la mirada de ella, y cuando terminó de hablar aún permaneció unos segundos mirándola sin decir nada. No estaba seguro de qué quería decir.
Apartó la mirada. Curvó un poco los labios.

—Entonces espero que no te cause problemas ahora. —La miró de nuevo, de reojo esta vez—. Gracias...

Asiento. Yo también espero que no me cause problemas. Pero si me los causa no tengo nada que decir al respecto. Fueron mis decisiones las que me causaron los problemas, y también fue mi decisión decir aquello a Massen delante de mis compañeros. Arrepentirme ahora no es una opción.

-Solo quería calmar a Massen. No es nada -rechazo, negando con suavidad.

Y vuelve el silencio. Mantengo la vista puesta en la nieve de los jardines.

Con Massen no he hablado todavía. También tengo que hacerlo. No sé cómo se habrá tomado lo que pasó la otra noche. Y hace tiempo que no hablamos a fondo.

Asintió, apartando la mirada. Massen. No se había imaginado que reaccionaría de aquella forma, a pesar de que era del todo comprensible. Pero, bueno, él nunca había sido muy listo y apenas conocía a la piscis, a pesar de todo el tiempo que ambos habían pasado en Palacio.

De nuevo, silencio. El chrysos miró de reojo a Alehyss antes de volver la vista a la nieve del balcón, sin saber, de nuevo, qué decir o hacer. En varias ocasiones entreabrió los labios, dispuesto a decir cualquier cosa, pero al final en todas terminó por cerrarlos sin pronunciar palabra.

Durante un segundo, miró las manos de la muchacha. Luego volvió la vista al suelo.

De nuevo el silencio. Resulta agobiante, no lo niego, pero dejo que fluya un poco. Tampoco es cuestión de atosigarlo. No he venido a verlo para presionarlo. Si lo que voy a hacer aquí es atosigarlo lo mejor sería que me fuese.

-¿Necesitas algo? -inquiero primero, pero me quedo poco conforme con la pregunta. Termino por reformularla, cambiando un poco la estructura para que sea más concreta. Y eso que no me siento muy segura con este tipo de ofrecimientos-. ¿Hay algo que pueda hacer?

Quizás quiera estar solo, o que lo escuchen, que llame a alguien o algún tipo de recado. No digo que vaya a hacer todo lo que me pida, pero si es un esfuerzo pequeño podría permitirme ser amable.

Y de nuevo, las palabras de la chrysos lo sorprendieron y extrañaron al mismo tiempo. Lyam alzó la mirada del suelo y clavó sus ojos en el perfil de Alehyss, confuso, sin saber de nuevo qué responder. No lo entendía. La última vez que se habían visto sí había buscado algún tipo de ayuda en ella, algunas palabras de ánimo que le hiciesen sentir mejor con la situación, y ella se había mostrado como siempre. Ahora, que no le había pedido nada, era ella la que se ofrecía. ¿Por qué? ¿Porque ahora era Dena la que estaba ahí abajo? ¿Era eso?

Negó suavemente. Aparte de no entenderlo, él no solía pedir ayuda o algo específico. Sentía que si lo hacía estaba, de alguna forma, obligando a la otra persona a hacer algo, aunque en el fondo era consciente de que esa otra persona podía negarse a sus peticiones.

—¿Por qué...? —Negó—. No tienes por qué preocuparte —dijo finalmente, mirándola—. Estoy bien. —Le sonrió un poco—. Gracias, de todas formas.

Lo miro de reojo. Contengo un suspiro, dejando pasar unos segundos antes de responder. Estos asuntos me cuestan especialmente. No soy un buen apoyo.
Quizás lo fui con Massen. Me es más fácil expresarme con ella, de alguna forma. Supongo que ese será el motivo.

-De acuerdo -accedo al final, con un asentimiento-. Si cambias de idea dímelo. No prometo nada, pero intentaré hacer algo si está en mi mano.

No puedo obrar milagros, y no seré el mejor de tus consuelos. No espero serlo, ni que esperes que lo sea. Pero imagino que un poco de buena fe por mi parte no hace daño.

Negó suavemente, frunciendo un poco el ceño de nuevo, al escucharla.
No lo entendía.

—¿Por qué ahora? —La miró. Con cuidado, se bajó de la baranda, quedándose de pie frente a ella. No parecía molesto, ni agresivo, sino simplemente confuso. Tomó aire—. No quiero parecer desagradecido, ni te estoy echando nada en cara, pero es que no lo entiendo. El otro día sí quería tu ayuda, y creo que fui bastante claro, y entonces no... Y no hablamos desde entonces y ahora me ofreces tú la ayuda y...

Se llevó una mano a la cabeza, negando de nuevo.

—No lo entiendo.

Aprieto la mandíbula, devolviendo la mirada al frente. Eso ha sido incómodo, pero no tengo problema para responder. Solo me tomo un par de segundos para que haya un breve silencio y no responder enseguida. De esa forma, espero, conseguiré no sonar tan tajante como si hubiese hablado justo tras sus palabras.

-No tienes que entenderlo -le digo. Suena duro, pero no es la intención-. No me sentía cómoda y no me consideré preparada. Siento si no fue de tu agrado que me comportase de aquella forma-. Te estaba rehuyendo. No te voy a culpar por aparecer, pero en ningún momento te busqué-. Si ahora me ofrezco es porque sí me considero preparada. Eso es todo. Es un cambio interno, nada más.

No creo que todo lo que hagan las personas, los motivos de cada acción y pensamiento, deban ser explicados y desentrañados hasta el fondo. Tengo derecho a guardarme mis motivos para hacer las cosas para mí. Solo me interesa que entienda la oferta que le hago ahora, sin compararla con asuntos pasados. O futuros.

Asintió.

—Vale... Entiendo. —La miró de nuevo—. Gracias.

Volvió a apoyar los brazos en la baranda y encendió un poco los ojos para poder ver el paisaje nevado. ¿Cuánto tiempo llevaba nevando? El chrysos tenía la sensación de que aquel invierno era más largo que los anteriores, aunque aquello no era posible de ninguna forma, ¿no? El invierno duraba un tiempo determinado, a fin de cuentas.
Tragó saliva. De reojo, miró de nuevo a la chrysos, apenas un segundo.

A lo largo de la conversación me he ido apoyando en la baranda, pero ahora me yergo, limpiándome un poco de nieve del brazo y del pelo. Hace frío para mi gusto. Demasiado tiempo haciendo frío para que me siente bien. Y eso que me he ido acostumbrando.

-Bueno-. Me calo un poco la capa y me alejo un paso de la baranda, volviéndome definitivamente hacia él-. Yo voy a entrar ya. Hace frío a estas horas, y querría darme un baño.

Es una forma de acabar con el silencio. Ya he dicho lo que quería decir.

El chrysos se apartó de la baranda cuando vio a la muchacha moverse y se volvió hacia ella, mirándola, atento. En silencio, escuchó lo que decía, asintiendo levemente cuando terminó de hablar. Hacía frío. Y nevaba. Era normal que quisiese irse. Él debería irse también.

Separó los labios, todavía mirándola, pero volvió a cerrarlos antes de decir nada, frunciendo un poco el ceño. Y entonces se dio cuenta de que estaba avanzando hacia ella, sin saber muy bien por qué, y vio cómo sus propios brazos buscaban rodear el cuerpo de la chica, notando cómo su propia frente buscaba hundirse en uno de los hombros de ella.

Lo veo venir. Primero no hago nada. No digo nada. Dejo que me alcance y termino por corresponder al abrazo con suavidad, con un gesto algo seco.

Si sirve de consuelo, aunque sea poco, no hay problema en conceder.

Pese al frío, pese a que sigue siendo incómodo de alguna forma, espero. Hace días que no puedo quitarme a Jager de la cabeza. Quizás no sea el momento de que salga de allí sin más, pero podría contactar con él. Me obsesioné tanto con acabar con todo para que cada uno pudiese seguir con su vida que al final, de alguna forma, él, el propio Jager, la persona, pareció quedar en segundo plano.

Supongo que ya hace tiempo de eso.

El chrysos mantenía los ojos muy abiertos fijos en la nieve y los brazos alrededor de la muchacha, flojos. No tardó mucho en soltarla, sin embargo, aunque sí mantuvo la frente apoyada en su hombro y la vista clavada en el suelo. Se sentía extraño. ¿Era eso lo que quería? No estaba seguro. Frunció el ceño. Notaba los brazos de Alehyss abrazándolo.

Parpadeó.
Dena estaba encerrada. Dena estaba siendo interrogada. Dena no hablaba. Dena sería enviada a una prisión dentro de poco. Dena sería juzgada. Dena. ¿Qué? No lo sabía. ¿Qué le pasaría después? Seguramente la encerrarían de por vida. Dena iba a estar en prisión de por vida. Dena iba a desaparecer.

Con cuidado, apartó la cabeza del hombro de la muchacha y se alejó apenas unos centímetros para poder mirarla. Sus ojos se clavaron en los de ella, pero no dijo nada.

Se mantiene un momento pegado a mí, pero al final es él el que se aleja. También ceso el abrazo cuando se aparta un poco, soltándolo y retrocediendo medio paso para generar un poco de espacio entre ambos. Respondo a su mirada, seria, callada.

No sé qué decir. Si dijera que todo está bien sería mentira. Si dijese lo siento quizás volviese a decir que que no pasa nada, que no es mi culpa.
Termino por bajar la vista al suelo, apartándola, viendo la insistencia de la suya. Me resulta algo incómodo sostenerla demasiado tiempo, en este momento.

-Te vendrá bien descansar -termino por decir, con la vista recorriendo la nieve, a mis pies.

El chrysos no dijo nada cuando la chica habló ni después, ni tampoco apartó la mirada de ella. Sí, debería dormir. Le vendría bien. ¿Cuánto había dormido desde el ataque? No estaba seguro. Unas horas, no muchas. Tenía ojeras y le costaba mantener la atención cuando le hablaban y a veces notaba la mirada borrosa y todo le parecía un poco más difuso.

—Cuando todo esto termine, ¿qué vas a hacer? —preguntó, sin embargo.

Su propia voz le sonaba extraña, como muy lejana.

Levanto la vista hacia él, dejando ver una confusión muy leve. Entreabro los labios para responder, pero dudo un momento. Al final frunzo el ceño, recuperando una compostura más seria y lo intento de nuevo, esta vez desde el principio.

-¿Qué es "todo esto"? -le pregunto. Creo saberlo, pero no lo tengo claro-. ¿Te refieres a-. Miro alrededor, haciendo referencia a los balcones, al edificio, a la nieve-. ¿Te refieres a Brontë?

¿O habla de algo más concreto?
¿Cuando acabe lo de Jager? ¿Cuando acabe mi contrato con Madame? ¿Acabará? ¿Podré elegir lo que haré luego?

Asintió. Cuando Brontë terminase, qué haría ella. Qué haría él. Qué haría el resto del mundo. Qué harían. Porque Dena iba a pudrirse en una cárcel, pero.

—Cuando Brontë termine y... —Frunció un poco el ceño— Cuando... Cuando acabes lo que estés haciendo con Madame, ¿qué vas a hacer?

Parpadeó.
Se sentía de pronto extremadamente nervioso, también algo confuso por sus propias palabras.

Cavilo la pregunta. Son muchos supuestos. Demasiados supuestos. No son cosas en las que piense a menudo. No le doy vueltas, de momento, a lo que veo tan distante.

-No sé -confieso, tras un par de segundos pensando-. De momento mi "contrato" con madame Desmarais es indefinido. Y tampoco sé si todo esto terminará. No sé si lo que Brontë hace tiene un final.

Trabajamos para la gente. Quizás se crease con un fin, pero no creo que una fuerza que acaba de surgir tenga como objetivo ser disuelta. Aunque, evidentemente, lo ideal sería que no fuese necesario que existiesen cosas como Brontë. Pero las utopías no son reales.

-Pero supongo que si se diese todo eso...-. Termino por negar-. No sé. Me gusta esto -admito-. Cuando llegué pensé que no, pero disfruto de realizar encargos, pese a todo. Quizás buscase algo semejante, si se me permite-. Un cuerpo militar. La policía de alguna ciudad. Mercenaria-. Quizás pudiese dedicarme a enseñar a otros a luchar, aunque no me gusta demasiado enseñar -termino, dubitativa.

Desde luego, no lo tengo claro. No quiero una vida entera sentada llevando un negocio o cuidando unos niños ruidosos y limpiando la casa., eso desde luego. He acabado por asimilar que soy una guerrera, con Brontë o sin Brontë.

El chrysos la escuchó en silencio, y a pesar de que había sido él quien había preguntado, cuando la muchacha comenzó a hablar se dio cuenta de que aquello no era realmente lo que quería escuchar, que la pregunta no era qué vas a hacer cuando Brontë termine, pero no supo cómo preguntar lo que realmente quería preguntar.

Curvó un poco los labios y se llevó la mano derecha a la nuca, bajando un segundo la vista al suelo antes de volver a mirar a la chrysos.

—A mí también me gusta esto, pese a todo —admitió. Ensanchó un poco la sonrisa—. Está mal decirlo pero creo que en el fondo me gustaría que no se disolviese o terminase nunca.

Parpadeó.

—Si terminas por dedicarte a enseñar a otros, seguro que tus futuros alumnos te conocerán como la señorita dieta y ejercicio.

Eso no había sido gracioso.
Qué idiota.

Durante un momento he palpado la tensión, pero tras haber hablado parece que se ha calmado un poco. yo también me siento más tranquila. Creo que decir eso me ha venido bien para soltarme: ha deshecho un poco ese silencio incómodo.

-A veces la vida te obliga a cambiar lo que haces, de todos modos. Pero imagino que si ese momento llega sabré qué hacer. No me gusta planteármelo ahora porque creo que eso me hace no centrarme en mis objetivos actuales.

Lo que no significa que no esté preparada por si hay algún contratiempo. Estoy segura de que me las arreglaría para sobrevivir.

Veo que está más animado. Se permite hasta hacer una pésima broma.

-Estoy segura de que no -comento, esbozando una sonrisa algo cansada-. Pero, ya que lo mencionas, no he cenado todavía.

Y hace frío. Creo que es buen momento para retirarse. Que aproveche esa mejora en el humor para comer un poco. Seguro que no lo ha hecho.

Asintió, bajando la vista a la nieve, todavía con los labios ligeramente curvados. Sí, mejor no planteárselo. Hacerlo no serviría de nada. Y ¿en qué pensaba? ¿A qué había venido todo aquello? Él no era así. Probablemente fuese su situación actual. Seguramente fuese su situación actual. Había sido culpa de su situación actual.

—Está empezando a llover —murmuró, mirándola de nuevo. Ladeó la cabeza—. Yo tampoco he cenado. Te acompaño.

Así mejor.
Y tenía que ir aún a las mazmorras.

*se van*