Observatorio.

La escalera de caracol conducía a un observatorio, iluminado por unas cuantas antorchas.

Observé la sala, con la curiosidad pintada en la cara. El observatorio tenía un montón de estanterías repletas de libros. Estas rodeaban a un gran telescopio, que estaba situado en el centro de la sala. Para poder ver algo a través del telescopio era necesario subir un par de escalones, debido a su altura. Por ello, a la derecha del aparato estaba situada una pequeña escalera, con un par de peldaños, que permitían llegar hasta la lente del aparato.
En el suelo había un pequeño globo del mundo, y una mesa. Sobre esta había varios papeles, que imaginé que alguien se había olvidado. Finalmente, de una de las estanterías colgaba un pequeño mapa astrológico, o algo similar, de tonalidad verdosa.

Me acerqué hasta el mapa, y clavé mi vista en él. Ladeé la cabeza hacia un lado y comencé a leer las diferentes anotaciones.

*se queda*

En situaciones como aquellas creía que estaba hecho un cotilla. Subo las escaleras un poco después de la sombra, con cuidado por si es alguien de la limpieza y no debo estar allí y hago demasiado el ridículo.

Al llegar arriba, a parte de encantarme con la sala, encuentro a la chica caeruleus de pelo rojo. ¿Se habría perdido y habría acabado allí o sería a propósito? Tenía que ser a propósito, nadie se pierde por unas escaleras de caracol...

Me acerco, a pesar de que puedo parecer un acosador... Nadie espera que un tipo alado lo siga a escondidas. Pero pronto me hago visible.

-Hola, ¿Inger? Creo que era así, ¿no? Te escuché subir y me entró la curiosidad -. Comento con naturalidad mientras veo el enorme aparato. Si hubiese tenido oportunidad seguramente habría sido astrólogo en lugar de joyero. Pero eso no daba suficiente dinero para una familia, aish...

No pude evitar dar un respingo al escuchar una voz a mi espalda. Con rapidez, me giré para comprobar quién era, esperando que no fuese el jefe Darvenwish’s.
Mi mirada se encontró con el aether que me había acompañado al comedor hacía unos días. Al parecer, me había escuchado subir las escaleras y por eso había decidido seguirme. Suspiré con alivio. Luego esbocé una tímida sonrisa.

— Sí, Inger es mi nombre... Y tú eres Heylel, ¿verdad?— Me llevé una mano al cuello, sonriente. El aether observaba el enorme telescopio que estaba en el centro de la sala —. La verdad es que es un sitio curioso, ¿no crees? Siempre me han llamado la atención estas cosas, a pesar de mis escasos conocimientos ... ... — Clavé la vista en mis pies, y me callé durante unos instantes. Luego esbocé una sonrisa —. Aunque cuando subí las escaleras no sabía qué me encontraría.

Observé las estanterías que nos rodeaban.

— Por tus palabras parece que no has estado antes aquí... ¿Me equivoco...? No sé, como dijiste lo de curiosidad... Pero tal vez... Bueno, no importa... — Guardé silencio. Luego pregunté —: ¿Te interesa la astronomía...? No pretendo ser cotilla, pero... no sé... Es... Curiosidad... ¡No hace falta que respondas ni... nada!

Hago un rápido movimiento de plumas cuando ella da un respingo ya que consigue soreprenderme un poco. Ni que hubiese visto un fantasma.
Asiento cuando dice mi nombre y me acerco un poco a ella.

-Yo tampoco había estado antes por aquí, no. No sabía que en esta torre habia un telescopio ni nada, pensaba que era para el servicio -. Comento con cierta gracia.- A mí también me gustan, son bastante... ¿amplias? ¿bonitas? No sé, pero me gustan. Habría estudiado algo como esto si hubiese podido -. Comento llanamente.- Y no te preocupes, no creo que seas cotilla por preguntar por astronomía -. Sonrío.- ¿Qué edad tienes? ¿Te dedicas a algo? -Pregunto, pues no se me ocurre que podría hacer una chica como ella.

Él tampoco había estado antes en aquella sala. Y, al parecer, también le gustaba la astronomía. Sonreí, y asentí mientras escuchaba sus palabras. Cuando terminó, fruncí ligeramente el ceño. Realmente no me dedicaba a nada. Estaba por ahí, como quién dice.

— Tengo dieciocho años, aunque pronto cumpliré diecinueve — Sonreí —. Y realmente no me dedico a nada. Ayudo en casa con el negocio familiar y... eso. Ahora mismo estoy aquí en el Palacio, lo que demuestra que no tengo muchas cosas que hacer, ¿no? Si tuviese un trabajo, no hubiese venido a pesar del aviso... Creo. A lo mejor sí que venía a pesar de... — Negué con la cabeza. A nadie le interesan los casos hipotéticos. Tras unos momentos en silencio, decidí continuar con el tema del negocio familiar —. Como dije antes, a veces ayudo en el negocio familiar. ¡Mis padres son herreros! — Sonreí —. ¡Y mi hermano también! ¡Él mismo me forjó mi espada...! Que aún no tiene nombre y que está en el dormitorio — Dejé escapar una carcajada nerviosa —. Pero bueno... ¡pronto tendrá un nombre o así! ... O eso espero...

Observé el suelo. Tras permanecer un rato en silencio, pregunté:

— ¿A qué... te dedicas tú? O sea... Como has dicho que habrías estudiado algo como esto — señalé el telescopio y las estanterías — si hubieses podido... Pensé que... No sé... Que tienes un trabajo diferente que no está relacionado con esto...

segundo dice es un par de años más joven que yo, la verdad es que los aparenta. Con su edad de alguna forma imaginaba que no se dedicase a nada, además si ayudaba en el negocio de su familia en parte podría comprenderlo. Tantas ilusiones incumplidas por mantener las tradiciones...

-Herreros, una profesión muy sacrificada... Al menos tu arma debe ser buena -. Comento con amabilidad. -Humm si pretendes darle un nombre será mejor que sea cuanto antes y que su significado sea importante, sino no vale la pena. Ciertamente, no soy mucho de poner nombre a objetos de lucha como si su agresividad fuese mi compañera -. Comento a pesar de poder sonar algo frío respecto al asunto. No acostumbraba a poner nombre a las cosas materiales, era apegarse a algo irreal y darle una importancia desmedida. En mi opinión, por mucho que mi espada se llamase Gustaf no me importaría tirarla a un lado si alguien o yo mismo está en peligro por ello.

Sonrío cuando pregunta por mí, supongo que es mi turno.
- Soy joyero y soplador cuando es necesario. Al contrario de lo que puedas pensar yo sí abandoné el trabajo para venir. Creo que si se lleva a cabo una gran guerra la joyería o el dinero que pueda ganar con ella no servirá de mucho -. Añado con calma.

Asentí con sequedad al escuchar sus palabras.

— Es que... Me suena muy frío decir espada. No sé, es como si le faltase algo — Me encogí de hombros —. Pero bueno, sino encuentro un nombre supongo que no pasará nada... ¡Eso no hará que sea peor!

Sonreí, y escuché con atención sus siguientes palabras. Me sorprendió bastante que fuese joyero. No parecía demasiado mayor y, por algún motivo u otro, no imaginaba que trabajase.

— No me imaginaba que trabajases... Es decir... No digo que no... O sea... ... — Me sonrojé levemente. Siempre me pasaba lo mismo cuando no lograba explicarme —. No pareces muy mayor — dije finalmente. Luego permanecí un rato en silencio, meditando sus últimas palabras —. Tienes razón en eso de que, si estalla una guerra, apenas se ganará dinero... Pero, aún así, no sé hasta qué punto es buena idea abandonar un negocio... Al menos si lo llevas tú solo. ¿Trabajas solo? — Sonreí —. ¿O tienes a alguien que te ayude con la joyería? Mis padres trabajan solos. Bueno, con la ayuda de mi hermano, pero no deja de ser alguien de la familia. — Ensanché la sonrisa —. ¿Tu joyería es de la familia o trabajas para alguien?

Me callé. Parecía una auténtica cotilla con tantas preguntas.

— Perdón... No tienes que responder. Es sólo curiosidad...

- Supongo que siempre se puede poner un nombre de algo así como un espíritu protector -.Comenté para zanjar, encogiéndome de hombros.

Luego sonrío debido a su respuesta. Muchos ya me habían dicho que era muy joven para trabajar de esa forma, joven para casarme, joven para hacerme cargo de una casa... Eso solo servía de excusa si uno no lo deseaba realmente.

-Muchos me han dicho eso, pero hay que trabajar para mantener una casa-. Amplío la sonrisa-Trabajo con un viejo amigo de mi padre. Es un tipo un poco gruñón, pero trabaja bien y muchas veces me deja al cargo del negocio porque ya tiene su edad. Ahora hace algún tiempo que ha llegado un chaval de unos quince como aprendiz así que no me sentí tan mal al decirle que tenía que irme -. Me tomé unos segunods y negué con la cabeza.-No se trata de ganar más o menos dinero. Si hay una guerra, ¿qué importa cuanto se gane si los de tu alrededor mueren? - Añado intentando explicar bien mi posición. Luego escucho como vuelve a disculparse.

- No te preocupes, en serio. sin duda hay que preguntar para conocerse. Aunque se conoce más por una pregunta que por una respuesta-. Medio sonrío, pícaro.

Su último comentario hizo que me sonrojase.

— Ya, eso es cierto. Las preguntas revelan bastantes cosas...

Le miré de reojo.

— También es cierto que hay que trabajar para mantener una casa... Pero, no sé, pensé que vivías con tus padres... O algo así... — Me llevé una mano a la nuca —. Se ve que me confundí.

Clavé mi vista en el suelo, pensativa. Permanecí un rato en silencio. No quería decir que el dinero fuese tan importante. Evidentemente, el dinero no serviría de nada si no había nadie a tu lado. Si estabas solo, ¿de qué te servirían tus posesiones?

— No quería decir que el dinero fuese tan importante... Bueno, sé que es importante, pero... ... Lo que quería decir es que... ... No se debería descuidar un negocio porque... ... — Suspiré —. Da igual... Realmente, yo pienso como tú. Es decir, que de nada sirve tener muchas cosas si estás solo... O sea, si toda la gente cercana a ti se muere o... así... — Esbocé una tímida sonrisa —. Yo vine aquí más o menos por eso... Mi hermano mayor también quería venir, pero al final no pudo... De todas formas, es... No sé. Es bueno que se quede en casa. Así el negocio no sufre perdidas, y, a su vez, alguien de la familia participa en esto...

No me estaba explicando bien. Suspiré y miré al suelo. Esperaba que me entendiese y que no me tomase por una estúpida.

Me apoyo en la mesa mientras la escucho ya que la conversación se alarga.

-No, no. Hace unos tres o cuatro años que vivo solo. Nunca me ha gustado estar en casa sin hacer nada, siempre quise vivir a mi aire, independientemente. No me gustaba que mis padres me mantuviesen y así me dijesen lo que tenía que hacer. Puede sonar algo egoista porque al principio lo era, pero al final me fui porque quise casarme y me vi preparado para "abandonar el nido" o como decimos ahí arriba "tfelt te sent" -. Comento con una sonrisa.

Escucho su explicación sobre el reproche que había hecho hacia abandonar el negocio. Parece que nunca consigue las palabras que necesita.

-No sé si lamentar o alegrarme por tu hermano. En parte, si queríia venir a luchar por los suyos siempre resulta frustrante quedarse atrás y ver como otros lo hacen por ti. Sobre todo viendo partir a una hermana pequeña. Pero de esa forma ni está en peligro ni deja a tus padres con la carga del negocio que, realmente, es de los más duros que conozco -. Comento con total naturalidad mirando hacia una estantería. Entonces me planteo que quizás esté juzgando demasiado y la miro.

-Bueno, perdona,yo no soy nadie para juzgar una situación así -. Comento haciendo una mueca con los labios, apretándolos hacia adentro e hinchando un poco los carrillos.

— No pasa nada... — respondí —. Si no quieres que juzguen algo, simplemente no lo digas, ¿no?

Sonreí.

— Al principio le fastidió no poder venir, pero, pasados unos días, dijo que no le importaba. Que ya se ocuparía de hacer algo productivo — Ensanché la sonrisa —. Además, él ayuda mucho más en la herrería que yo, así que... Es... Mejor que él se quede.

Miré a Heylel de reojo.

— ¿Entonces estás casado? — Amplié aún más la sonrisa —. O sea, dijiste que querías casarte y que por eso abandonaste el nido... ... ¿No? Felt te sen... O algo así... No sé...

Fruncí ligeramente el ceño. No tenía la menor idea de cómo se pronunciaba la expresión, pero me había hecho gracia.

Río con su sorpresa y asiento, acomodando los hombros aun apoyado en la mesa.

-"tfelt te sent" Exacto. Siempre había querido independizarme, pero por mucho que uno quiera no siempre se tiene la madurez necesaria... Pero conocí a mi mujer y lo vimos todo claro. Nos casamos y aquí estoy, dejando a la pobre en casa trabajando en su ropa. Es costurera. No quería que viniese, e incluso quiso acompañarme. Pero al final hicimos un trato -Comento sonriente. Acordarme de ella me ponía de muy buen humor. Podía pasarme horas contando cosas acerca de mi mujer.

-Por cierto, apoyo la acción de tu hermano, no te veo con actitud de herrera con esa constitución -.Me permití bromear con cierta risa. Aunque en cuanto acabé de decirlo me llevé una mano a la nuca. Igual no debí haberlo dicho...

Sonreí al escuchar su último comentario.

— Bueno, yo me dedicaba a limpiar. Esa era mi gran ayuda.

Me acerqué a la mesa donde estaba situado. Le miré y amplié la sonrisa.

— Qué suerte tuviste al encontrar a alguien tan especial en poco tiempo... Bueno, creo que es poco tiempo porque... No sé... A ver, no sé cuántos años tienes, pero... Bueno... La gente no se casa tan temprano... Creo... ... ¡Eso sólo puede significar que tú y tu mujer sois como almas gemelas! Los dos queríais venir aquí, los dos queríais casaros... — Ladeé la cabeza hacia la derecha, y fruncí ligeramente el entrecejo —. Eso igual sonó un poco... ... Infantil...

Al final parece que no he metido mucho la pata ya que se rie y responde. Asiento indicando un "Comprendo" y luego la miro mientras viene a apoyarse.

-La verdad es que sí, fue bastante rápido. Aunque nos conocimos a los...quice, creo. - Sonrío y susurro como si mi mujer estuviese escuchando.- Soy un horror para las fechas y eso -. Confieso divertido.- Pero, sí, la verdad es que fue un gran acierto. Sé que la gran mayoría de las veces la gente duda y prefiere esperar y probar cosas... A nosotros no nos hizo falta. No a mí al menos.- Entonces la miro cuando suelta la última frase ya que es un poco cursi y me rio.

-Sí, quizás un poco.- Luego, animado por la conversación, pregunto.- ¿Y tú qué? ¿No tienes a ningún amigo en especial? -Y le doy un pequeño codazo.

Me sonrojé levemente al escuchar su último comentario. Luego me apresuré a negar la pregunta.

— ¿Amigo especial? ¿Yo? No. Claro que no. — Volví a negar —. Tengo amigos, pero ninguno que pueda considerarse "especial"

Me llevé una mano a la nuca. Permanecí un rato callada hasta que decidí volver al tema anterior. Parecía que al aether le gustaba hablar de su mujer.

— Bueno, si os conocisteis a los quince... Supongo que tendríais tiempo para... ... conoceros...— fruncí ligeramente el ceño — ¿No...? — Todavía no sabía su edad, así que hacía todas mis afirmaciones basándome en los años que imaginaba que tenía. Decidí, entonces, que, tal vez, podría saber su edad al fin—. O sea... ¿cuántos años tienes? Es que... Intentar hacer una afirmación así sin saber tu edad es... ... ¿complicado? No sé... ...

Miré las estanterías. Luego seguí hablando.

— Bueno... Me alegro de que tuvieses esa suerte — Sonreí —. ¡Puedes sentirte afortunado! ... Creo...

Rio con cierta maldad al ver como se sonroja.

-Sí, sí, cambia de tema -Comento para meterme con ella, pero pronto sigo su hilo. -Tengo 21, así que sí tuvimos algunos años para conocernos sí. Me casí a los 19 -Añado sonriendo.

Me separo de la mesa y me coloco un poco el pantalón.
-La verdad es que sí me siento afortunado, sí -. Comento sin más. Luego miro a mi alrededor. Parece tarde y además tengo algo de sueño.

-Bueno Inger, me lo he pasado bien hablando contigo hoy, pero creo que iré a acostarme o mañana no me levantaré -. Bromeé. - Buenas noches y cúidate.

Me despido con una mano y bajo las escaleras para irme.

*se va*

Me despedí de Heylel con la mano. Había sido agradable hablar con él. Ahora, si alguien me preguntaba, podría decir que conocía a un alumno del Palacio. Dos contando a Sanae, la aether que me encontré ayer. Con un poco de suerte, en unos días podría conocer al resto de los alumnos.

Cuando el aether se fue, volví a contemplar el mapa astrológico. Observé las indicaciones durante un rato. Como le había dicho a él, el tema me interesaba, pero apenas tenía conocimientos. Entonces pensé que tal vez en aquellos libros hubiese información acerca del tema. La idea se me antojó factible, pues aquella sala no dejaba de ser un observatorio y, por tanto, tendría que tener alguna clase de información acerca de los astros en algún lugar. Luego, al volver a mirar el mapa, supuse que tendría que haber algún experto del tema en el Palacio. A fin de cuentas, alguien tendría que haber dejado allí ese mapa.

Pasado un tiempo, cuando el cansancio comenzó a aparecer, abandoné la sala y discurrí por la escalera de caracol. Al llegar abajo, tomé la dirección que llevaba a los dormitorios.

*se va*

Llegué al final de las retorcidas escaleras, lugar que resultó ser un observatorio; o eso es lo que deduje al ver el gran telescopio que se disponía en el centro de la sala. Le dediqué una sonrisa a aquel lugar, era muy bonito.
Estaba decorado con algunos motivos astronómicos, con estrellas, planetas y otros cuerpos espaciales con belleza decorativa.

Me acerqué al telescopio y arrimé mi ojo derecho a la lente , cerrando el izquierdo para una mejor visión.
Maravillada, abrí la boca, observando todos los astros que se disponían en el firmamento. Desconocía el nombre de casi todos, y sin embargo los conocí desde que tenía dos años.

Todo ese panorama me resultaba fascinante y maravilloso. Tras varios minutos de admiración, me alejé del telescopio y me dediqué a mirar las estrellas desde las cristaleras.

*Se queda*

Subo al observatorio para pasar el rato. Ahora que estoy en el palacio aprovecharé los libros que puedo usar gratuitamente para saber cosas sobre astronomía.

Pero cuando llego arriba hay una persona dentro, mirando a la cristalera. Es una chica pequeña que, por su estatura pdría parecer una niña, pero al acercarme me doy cuenta de que realmente ya tiee una cierta edad. Es una parvus.

-Hola, no te he visto antes. Soy Heylel. No sé si llegué antes o después de ti -. Comento algo apurado. Al fin y al cabo es una desconocida y no sé qué decirle.

Aparezco en la torre, aunque, obviamente, no por casualidad. Mi olfato parvus así me lo dice (y esta es, por supuesto, una frase hecha, pues la parvus que frente a mí se halla para nada huele mal).

Carraspeo dócilmente y espero a que se vuelva para hablar.

- ¿Molesto? -pregunto, sonriendo, o casi pregunto, porque antes de pronunciar nada observo que también hay un aether en la sala.

Me atuso la barba y los miro.

Escuché la voz de un hombre, girando mi cara hacia él. Era un hombre aether, ya que tenía alas.

Le dediqué una sonrisa, era la segundo persona que veía desde mi llegada.

- Hola - saludé con alegría -. Mi nombre es Elektra.

Me acerco a él aún con una gran sonrisa, me gustaba conocer gente amabla, y este chico lo parecía, aunque tampoco puedo fiarme de las apariencias.
Dirigí mi mirada hacia arriba.

- Yo he llegado hoy - mi sonrisa se agrandó, fingiendo una leve risita.

De repente, un hombre parvus barbudo entró en la sala, al cual sonreí aún con más cordialidad.

- Buenas noches - mis palabras sonaban un poco forzadas, no sabía muy bien qué decir.

Sonrío cuando la parvus se presenta.

-Vale, entonces te llevo ventaja aquí -. Bromeo ante su respuesta. Entonces un parvus fornido y barbudo se presenta en la sala. Es bastante mayor y su apariencia es de una persona fuerte en sus diferentes sentidos. No sé si será alguien importante, pues los Aether estábamos tan lejos de los parvus como una lombriz de un pájaro.

-Buenos noches. Claro que no molesta, señor -.Indico, reverenciándome con una de mis alas.

Sonrío con más intensidad.

- En todo caso, serrría solo una pequeña molestia AJAJAJAJAJAJA, así que no me prrreocuparré.

Los miro a ambos. Jóvenes, fuertes, hermosos... Eso suena muy homosexual, pero realmente es cierto que se les ve bien.

- Elektrra, ¿eh? ¿Y tú, chico?

El aether es un extra, pues solo esperaba a la parvus, pero, por algún motivo (la reverencia, supongo) su actitud me gusta.

Estábamos tres personas en el observatorio, dos parvus y un aether. Conocía el nombre del aether, se llamaba Heylel. Sin embargo el parvus aún no lo había mencionado, a pesar de que su cara me resultaba familiar, quizás por alguien de la mina.

Mantuve mi sonrisa todo el rato hasta que me giré un momento para seguir mirando por la ventana cuando, al mirar hacia abajo, me topo con una luz colorida.

- No sabía que la gente practicase fuera de noche la magia - comenté algo sorprendida, no era lo normal, ya que a oscuras era muy difícil de ver.