Observatorio.

Tomo el objeto cuando me lo tiende y me lo cuelgo al cuello. Lo cierto es que es práctico. Aunque por lo que recuerdo, servía para más que para transmitir solo voz. En manos de otra persona, y no de Jun, podría ser un arma peligrosa. O incluso en las suyas, si se lo propone.

Finalmente queda claro que he escuchado bien el nombre de Massen. Si ya se han encontrado no será necesario que haga de mensajera, entonces. Le echo otro vistazo al claritas, todavía algo sorprendida por el cambio. No puedo decir que le hayan sentado mal estos años. Otro motivo más para poner a los adolescentes por debajo de las personas adultas.

-Claro -respondo cuando pregunta por el abrazo, sin evitar un resoplido divertido. Se lo doy yo misma. Ahora es bastante más alto que yo-. También me alegro de verte, aunque no lo esperaba en absoluto. Parece que hayamos decidido volver todos de pronto.

Su siguiente pregunta me arranca una nueva sonrisa. Por inercia miro la manta que todavía está extendida en el suelo.

-Estoy practicando algo. Quiero controlar mi respiración y mis pulsaciones para ser capaz de emular la muerte. Aunque ese dominio tiene otras ventajas que me interesan a largo plazo, como la posibilidad de consumir menos oxígeno por un tiempo para ampliar las posibilidades de supervivencia si, por ejemeplo, te entierran en vida.

Correspondo un momento al abrazo sin tener claro si alguna vez nos hemos abrazado antes que esto. No puedo decir, exactamente, que Alehyss sea "bajita", pero al estar tan cerca no puedo evitar recordar cuando me sacaba algo más que una cabeza y, una vez más, soy consciente de lo que he cambiado.

-La verdad es que sabía que no estabáis por aquí por las cartas-. Siempre he escrito más a Massen que a Alehyss, pero entre que muchas veces no tenía a dónde enviar las cartas porque no sabía dónde se encontraban, y que con el tiempo las cosas que contar se volvían menos, en algún momento asumí que simplemente me enteraría de cuando habían vuelto porque recibiría yo correspondencia desde Brontë-. Vine sin ninguna expectativa. Me alegro de esta casualidad.

En cuanto a lo que estaba haciendo, no puedo sino reir. Desde luego, Alehyss no ha cambiado nada de nada. No dudo de la utilidad de poder emular la muerte, pero no sé si tendría el temple para ponerme a practicar algo como eso.

-¿Tienes pensado que te entierren viva? A vaya cosas te aficionas...

Las casualidades son extrañas a veces. Como la casualidad de que Massen y yo estuviésemos en la misma posada en Ventus. Sobre todo si tenemos en cuenta lo mucho que Massen odia las alturas.

-No creo en el destino -murmuro, encogiéndome de hombros-. Pero a veces pasan estas cosas tan casuales que harían pensar a alguno que nuestras vidas están orquestradas-. Me coloco un mechón de pelo tras la oreja, sonriendo de forma algo ácida-. Aunque me da pena que exista gente que ve así el mundo.

Yo construyo mi vida. No hay fuerzas superiores que se encarguen de mover los hilos de mi existencia para llevarlos a un punto. Y aunque haya personas a las que ese pensamiento les haga sentir un miedo y vacío inmensos, yo me siento mucho más segura sabiendo que yo construyo mis errores y mis aciertos.

Respondo con una sonrisa segura al pequeño comentario bromista de Jun.

-No sé si me enterrarán viva, pero lo que tengo claro es que no me van a enterrar muerta.

Al menos no por el momento. Quizás algún día.

-Bueno, como he terminado por aquí por hoy, creo que iré a comer algo. ¿Me acompañas? ¿O tienes algo que hacer?

No se opone; de hecho, pare animado. Recojo la manta, entonces, y salimos juntos del lugar.

*se van*

Estoy incómodo. Alexander siempre me hace sentir incómodo y no acabo de entender por qué. Pese a que le prometí a Abaddom que esto no me afectaría, sus últimas revelaciones me han dejado muy mal cuerpo. Desde la conversación en la enfermería tras conocernos, nos hemos visto un par de veces. Me ha contado cosas poco agradables de mi hermano, pero por lo menos me cuenta algo. Alexander es como esa droga que sabes que es mala, pero que te da gustito. Me gusta que me cuente cosas de mi hermano, pero al mismo tiempo, odio lo que me dice. Lo de su oreja, latigazos variados y palizas propinadas por Aren Darvenwish hasta dejarlo inconsciente entre muchas otras cosas, como su ineptitud en cualquier tipo de encargo, recado o misión y, en líneas generales, lo patética que fue su vida en este lugar. ¡Además fumaba y tenía excesos de todo tipo! En general sus conversaciones me dejan con muy mal cuerpo. Sin embargo, por alguna extraña razón, me motivan para hacerme más fuerte. Quiero restaurar el honor de mi hermano y quiero ser un gran guerrero. Sin duda, Silvanus no fue feliz en este lugar por culpa de Aren Darvenwish y... por la mía. Por lo visto algunos de sus compañeros le hicieron la vida imposible. No me extraña que acabase tan mal en este sitio y desarrollase una actitud tan conflictiva. Culpa mía por dejarlo venir aquí solo. Agh... Pobre... por lo que debiste haber pasado para terminar así.
En cuanto al dragón... ni rastro. Desde la muerte de Silvanus, nadie volvió a ver al dragoncillo de mi hermano. Es absurdo buscarlo después de tantos años. Seguramente esté ya muerto.


Intento distraer la mente hundiendo los ojos en el firmamento. No quiero pensar demasiado.

*se queda viendo por el telescopio*

—Bueno, vamos a ver qué has encontrado —canturreo tomando asiento.
Cojo una galletita de fresa.
—Nah, cuando ya has cruzado la línea de compartir las de fresa, luego ya no hay marcha atrás. Ahora ya no aceptaré otras —gallito, cojo un par y me lleno los carrillos tocándomelos por fuera mientras mastico con cara de lelo.

Bromas a parte, comienzo a leer en voz alta lo que dicen los textos.
Cómo la líder traidora los acompañó y cómo algunos guerreros pelearon contra dos brujas en primer lugar; luego, los chicos se enfrentaron al "tipo malo" pero no hubo resultados. Justo cuando estaban acorralados por el hijo del enemigo, mi hermano apareció montando un dragón enorme y se hizo cargo de ese tipo. Cuando estaban a punto de vencer y tener al tipo ese acorralado, la lider traidora...
Dejo de leer en voz alta un instante, pero carraspeo para tomar fuerzas y continuar con la lectura que narra su muerte. Luego las cosas se torcieron, pues la líder manipuló mediante tatuajes a dos parvus y uno de ellos terminó enzarzándose en una pelea contra un tal Gerald, que terminó con él perdiendo su espada en el proceso al volverse el parvus, piedra.
La historia continuó narrando los hechos, pero sí que era cierto que el paradero de la tiparraca esa no estaba aclarada en el texto en ninguna parte.
Como fuere, esto me ha dejado con buen sabor de boca. Es un documento oficial y en los documentos oficiales no puede mentirse. Como mucho, ocultar información, pero no mentir.

—Por todas las almejas del mar y de la tierra —dejo con cuidado el libro a un lado—. Qué pasada. Todos esos guerreros fueron muy valientes y fuertes. Si yo llego a estar ahí, me habrían merendado el primero. ¿Sabes esas historias en las que siempre tiene que morir alguien? Pues yo siempre sería ese alguien. Me lo decía un amigo cabrón que tenía, pero yo en el fondo sabía que era verdad.
La verdad es que leer todo esto me ha motivado un montón para seguir entrenando y mejorando cada vez más. Sé que voy lento y que dentro de poco se me caerán los cojones de viejo, pero bueno, mientras, daré lo mejor de mi.
—¿Y el dragón? ¿Qué fue del dragón ese? Alexander me dijo que era pequeño, pero este parece inmenso. Doy por hecho que fue un truco de mi hermano, ¿cierto? algún conjuro. Aquí dice que era enorme —me echo hacia atrás en la silla y me froto la barbita despeluchada—. ¿Aún cree que está vivo? Me pregunto dónde estará...

Se me hiela la sangre al escuchar el nombre de Alexander. ¿Cuándo lo dije? ¡Ah maldición! Me puse tan contento que se me fui de la lengua.
—¡Ah! Mierda —hundo los dedos entre el pelo y froto con fuerza—. Ni para guardar un secreto valgo —lloriqueo para mí mismo.
—La cosa es que... me dijo que era un dragón pequeño. Seguramente haya sido un hechizo o poción. ¿Sabes qué? Voy a intentar dar con él. Sé que es una locura, pero quizá ese bicho ande por ahí todavía. Si sobrevivió a los cuidados de mi hermano, puede sobrevivir a cualquier cosa —río—. Dime Abaddom, si fueses un dragón de... veinte centímetros más o menos... ¿Dónde te pondrías a vivir? —me rasco la cocorota. Sin duda buscar a ese dragón no va a ser fácil. Quizá se lo hayan merendado o se lo haya comido el invierno. Quién sabe.

—Oye, no le digas nada a Alexander. Esto queda entre nosotros ¿de acuerdo? No quiero ser un chivato ni nada. Sólo que soy... un cabeza hueca.

Me echo hacia atrás en la silla y me balanceo. Un día de estos voy a caerme hacia atrás, pero me gusta sentir esa sensación de vértigo.
—Venga, Abaddom. Quiero aprender un hechizo nuevo. Enséñame algo interesante... —¿podré hacer magia aether? Mi hermano seguro que sí. Con la pluma que tenía podría ser líder de Ventus.