Observatorio.

La referencia a Gerald me pilló un tanto desprevenido, pero procuré que no se me notara demasiado. Prefería no centrarme demasiado en ese asunto.

-Ha tenido momentos mejores, pero podrá con esto -respondí, en un tono que no invitaba a continuar con la conversación, aunque tampoco resultaba grosero.

Por lo visto, de todas formas, había más de qué hablar. El asunto de nuevas protecciones, efectivamente, me pareció interesante. La coraza que me había hecho no era la mejor armadura del mundo, pero servía de protección básica y resultaba cómoda. Así que asentí.

-Me interesa -confirmé-. De hecho, entendería que en este momento no te apeteciese ponerte a trabajar, dada la hora que es, pero para mí no es un momento inconveniente. En cualquier caso, acudiré también si me citas en otra ocasión.

Aunque aquel día estaba dando algo más de tregua que el anterior, seguía sin estar despejado. El plan de Pris, originalmente, había sido ofrecer algo que hacer a su hermana, que llevaba mustia los últimos días (y más que los últimos días, pero eso era otro tema). Sin embargo, cuando quiso aprovechar el desayuno para exponerle su propuesta, se encontró con una sorprendente negativa de su hermana... que ya tenía planes... con otra persona.

Pris sonrió al recordarlo, sin poder evitar la ilusión. Había intentado mantener el tipo, como si aquello fuera algo absolutamente normal, para evitar agobiar a Zaih con su inevitable emoción y curiosidad. Sí había conseguido averiguar que los planes alternativos de Zaih eran ni más ni menos que visitar el mercado del pueblo... junto a otro flamma que había conocido el día anterior.

¡Zaih! ¡Había! ¡Hecho! ¡Un! ¡Amigo!

Quería escribir a papá y contárselo, pero sabía que era mejor no airearlo mucho. Había intendado mantener una cierta neutralidad en sus cartas para que sus padres no se preocupasen más de lo debido, pero aquel giro de tornas le daba muchas ganas de compartir la realidad: que Zaih estaba triste, muy triste, pero que por fin empezaba a dar señales de empezar a recomponerse. Pero no; era mejor que ella no se metiese en aquello, que la propia Zaih fuera quien lo compartiese en su correspondencia si así lo quería.

Su hermana le había ofrecido acompañarla al mercado, pero Pris había puesto una excusa rápidamente para no ir. No era que no le gustase pasar tiempo con su hermana, ni mucho menos, pero era bueno que encontrase sus propias amistades, que tuviera sus propios planes. Y así luego podría preguntarle por ello y tendrían un interesante tema de conversación. Pris tampoco conocía al tal Kyoti más que de oídas, de todas formas, así que tenía curiosidad por saber quién era la persona que había conseguido que su hermana asomase un poquito de su caparazón.

Contenta y pensativa, se sentó en las escaleras del telescopio y miró hacia arriba, a la cúpula. El cielo estaba completamente encapotado, pero las gotas que golpeteaban contra el cristal tenían su particular belleza.

*se queda existiendo*

¿Dónde se ha metido Thor? Últimamente le da por escaparse a veces. No sé qué le ha dado. No es que esté rebelde, pero está como... ¿más independiente? Tampoco es eso. Nunca ha sido muy dependiente que se diga. Pero una cosa es que vaya a su rollo y otra que luche por la autoridad conmigo. No va a ganarse esa batalla, por muy insistente que se ponga.

Termino de subir las escaleras y echo un ojo en la sala. No está Thor, pero está Priscilla. No he hablado muchas veces con ella, no recuerdo si alguna vez lo ha visto.

-Eh... Hola. ¿Has visto a Thor? Es... Es negro. Grande. Escamoso. Tiene alas. Es un falso dragón de Menphyis. No tiene pérdida. Es como una lagartija gigante y suena como una gallina.

Y vaya si pusiese un huevo. Daría para un par de tortillas por lo menos.

Pris volvió la vista hacia abajo cuando oyó una voz que, parecía, la reclamaba. Abrió la boca para preguntar quién era Thor, pero Frikka, que era quien preguntaba, no había terminado de hablar. Y la explicación hizo que Pris abriera los ojos como platos.

─¡¿Hay un dragón en Brontë?! ─preguntó, confusa. A lo mejor era una manera de hablar y en realidad... ¿Lagartija? ¿Gallina? ¿Qué?

Bajó las escaleras del telescopio para ir al encuentro de Frikka, sin saber muy bien si debía mostrarse emocionada un preocupada. O ninguna de las dos.

─¿Es muy peligroso? ─se atrevió a preguntar.

Me cruzo de brazos. ¿Es que no me ha escuchado?

-FALSO dragón. Es una especie diferente. No echa fuego por la boca, no secuestra princesas y esas cosas...

Por todo lo demás, a primera vista, cualquiera diría que lo de falso es falso. Pero bueno, no soy bióloga. Yo qué sé. A lo mejor "falso dragón" es un nombre pero luego sí que es un dragón.

-Es bastante peligroso. Se come tus calcetines si te descuidas. Y tus zapatos. Y tu almuerzo. Una vez persiguió a una oveja, pero no tengo claro si se la hubiese comido o solo le parecía divertido...-. Pienso un instante. En cualquier caso, lo paré, así que todo bien-. Pero no mata gente, si te refieres a eso.

Pris parpadeó, sorprendida por la corrección. No entendía muy bien nada de la conversación. ¿Y qué tenían que ver las princesas?

Rió, divertida por los "peligros" que suponía tener un FALSO dragón suelto por Brontë. Decidió, ante esa perspectiva, que emocionarse estaba bien. Aunque fuese un dragón falso.

─Pues por aquí no lo he visto, no ─respondió, sin perder la sonrisa─. ¿Lo has perdido hace mucho? Si quieres te puedo ayudar a buscarlo. ¿Vuela? ¿Cómo es de grande?

Ya que iba a preguntar a Zaih por su experiencia en el mercado, estaría bien contarle que ella había visto un dragón entre tanto. Aunque fuera uno FALSO.

Compongo una mueca. Lo cierto es que ya sabía que no estaba aquí, pero me hubiese gustado que, para variar, lo que alguien dijese fue "pues lo tengo aquí, escondido bajo esta manta. ¡Sorpresa!", y no lo evidente. Pero es lo que hay.

-Pues es... más grande que yo. Más o menos así -explico, intentando acotar un espacio con los brazos, pero moviéndome para abarcar más que mi envergadura-. Es tan grande que te puedes subir encima, si te sirve de algo. Eso no evita que él se suba encima de ti... Y no lo he perdido. Se ha escapado-. Es distinto, porque en ese caso la culpa es suya-. No le gusta mucho el frío, así que supongo que no habrá salido fuera, pero tampoco es una certeza. Y sí que vuela, pero esperemos que no haya decidido hacerlo, porque entonces ya no lo encontramos ni de broma...

A ver si al final se ha ido al pueblo a robar unas gallinas. Eso sería espantoso.

Sonaba, efectivamente, como un bicho grande. Pris no podía evitar fantasear con la idea de subirse a su lomo y que se la llevara volando. Sonaba de lo más emocionante.

─Si no le gusta el frío, quizá habría que mirar en sitios donde pudiera estar calentito. Si es tan grande, seguro que lo ha visto alguien. ¿A lo mejor está en la sala común, al calor del fuego? O se ha colado en las cocinas...

Pris puso la cabeza a trabajar, intentando pensar como un dragón (FALSO), preguntándose adónde se escaparía si fuera uno.

─¿Te ayudo a buscarlo? ─Lo expresó como una pregunta, pero en realidad era una petición.

Abro mucho los ojos de golpe, girándome y dándole la espalda. La verdad es que la cocina es un sitio de lo más adecuado: calor, comida, gente a la que molestar mientras es útil a la sociedad.

-De acuerdo, Priscilla -murmuro, sin mirarla. Golpeo la palma de mi mano con el puño-. ¡Te nombro mi ayudante por hoy! Misión: búsqueda de la gallina escamosa. Los dos sitios que has dicho suenan a buena opción, pero como soy tu superior me llevaré todo el mérito...-. Me volví de nuevo hacia ella, con la sonrisa ladeada-. Es mejor que vayamos juntas, es escurridizo y sabe ir por las paredes. No te confíes por su aspecto juguetón.

Señalo la puerta con el dedo, casi acusadora. La verdad es que con algo hay que matar el tiempo, ¿no?

Menos mal que se había dado la vuelta, porque Pris se encontró mordiéndose el labio para aguantar la risa. Pronto tuvo que cambiarlo a morderse la lengua, pero eso tampoco parecía suficiente para recuperar una expresión neutra.

Cuando su compañera se giró de golpe trató de convertir el gesto en una sonrisa, al menos. Por suerte, Frikka también sonreía.

─A sus órdenes, superiora ─respondió, poniéndose firme─. Yo la sigo.

Pronto salían del observatorio, a la caza del dragón (FALSO).

*se van*

He venido aquí buscando un lugar tranquilo en el que estar sin que nadie pase por casualidad. A estas horas, con el sol en el cielo, dudo mucho que ningún guerrero se dedique a venir a contemplar las estrellas. Traigo conmigo una manta fina para poder tumbarme en el suelo sin notar el tacto de la fría roca y busco una zona despejada para extenderla. No quiero empezar el primer día por lo complicado, paso a paso.

Una vez he puesto la manta en el suelo, me tumbo encima, bocarriba, y cierro los ojos. Empiezo a concentrarme, pues, en mi cuerpo. Lo primero que tengo que hacer es relajarme, por lo que comienzo a prestar atención a mi respiración. Evalúo la constancia, la profundidad de las inspiraciones y la apertura del tórax. También intento encontrar esos puntos de mi cuerpo en los que hay pequeñas tensiones, ya sea por la posición o por el día a día. Poco a poco busco todas esas tensiones e intento eliminarlas.

Vuelvo a la respiración. Una vez la he evaluado, es el momento de controlarla. Poco a poco, reduzco su cadencia, haciendo las inspiraciones más amplias y dejando más tiempo entre una y otra. Es un proceso lento, pero resulta agradable y relajante. A medida que siento el cuerpo más laxo y que cada inspiración se vuelve más larga y silenciosa, siento también cierta calidez en el cuerpo. De eso me ocuparé en otro momento, ahora es el turno de la respiración.

Trato de vaciar mi cabeza. Trato de centrarme en cada músculo de mi cuerpo, en cada picor en la piel, y de ignorarlo. Esto consiste en desvincular mi cerebro de mi cuerpo, de esas pequeñas respuestas involuntarias: pestañear, una contracción, las pupilas ampliándose, la reacción al dolor, un latido, respirar... Quiero poder ser dueña de todas ellas.

Eventualmente el control de la respiración va dando resultado, hasta que la noto más imperceptible que antes, como si durmiese tranquila, en un sueño profundo. Pero en este estado de relajación, en este silencio, no puedo evitar escuchar los latidos de mi corazón y la sangre bombeada por cada rincón de mi cuerpo. Parece que voy a tener que esforzarme más.

*se queda*

FdR- Sarcófago (1/5)

La verdad es que se nota que soy joven, porque a pesar de lo del otro día en las termas, me encuentro perfectamente. El dolor de cabeza no fue tan fuerte como podía haber esperado, y la mayoría se solucionó con dos o tres vasos de agua y tomármelo con calma.

Ahora subo al observatorio como parte de mis ansias por recorrer todas las habitaciones de Brontë de nuevo, hasta que sienta que me he familiarizado con el lugar y que he visto todos los cambios y novedades. Quiero sentir que estoy en casa de nuevo.

Lo que no me espero es lo que me encuentro al entrar: Alehyss Lester, tendida en el suelo, sobre una manta, con los ojos cerrados. Está... ¿durmiendo aquí?

Estoy concentrada en relajar un poco más mi cuerpo, a ver si consigo bajar también las pulsaciones, cuando un sonido suave llama mi atención. Luego escucho unos pasos. Cómo no. Podría haberme metido en las mazmorras y alguien iría a visitar a las ratas solo por estorbar.

Abro los ojos con suavidad y dirijo una mirada al recién llegado, con cierta crítica en absoluto velada, cuando me encuentro con una persona desconocida. ¿Será uno de los nuevos que comentaron tanto Lea como Ben?

No. Espera.

-¿Jun?

Me incorporo y lo estudio de nuevo. No puede ser...

No puedo evitar esbozar una enorme sonrisa cuando abre los ojos. Parece que no estaba durmiendo, lo que tiene más sentido que si ese fuese el caso. Veo la duda en sus ojos un momento, pero termina por pronunciar mi nombre y asiento contento.

<<Cuánto tiempo sin verte>>, gesticulo con calma. Si Massen había perdido práctica, no quiero imaginar Alehyss, que, para empezar, tenía unos conocimientos bastante moderados ya hace años. <<Massen me dijo que habías vuelto con ella>>.

La verdad es que... tiene prácticamente el mismo aspecto exacto que recuerdo. ¿Será atemporal?

Sin duda, es Jun. Enseguida empieza a mover las manos, y aunque soy consciente de que lo hace despacio, su despacio sigue siendo demasiado rápido para mí. Entre lo oxidado que tengo esto y lo poco que esperaba este encuentro, siento que me estoy perdiendo algo.

Termino de levantarme y lo miro, con una sonrisa escueta.

-¿Todavía tienes ese collar? Creo que voy a necesitar practicar un poco antes de que empieces a contarme cómo han ido estos últimos años y no me entere de nada.

La verdad es que, aunque no me gusta que me interrumpan, tratándose de un encuentro tan inesperado puedo hacer una excepción y no molestarme. Creo que he entendido que ha mencionado a Massen, por lo que entiendo que ellos sí se han visto.

Parece que ni gesticulando despacio es suficiente. Supongo que para mí, que estoy acostumbrado, es algo mucho más sencillo que para el resto. Puede que el hecho de que Massen todavía lo recordase, al menos en gran parte, me haya hecho verlo como algo más sencillo de lo que ya es. A fin de cuentas, Massen lo usó mucho en su momento.

Enseguida asiento, me descuelgo el colgante del cuello y se lo entrego. Espero a que se lo ponga con una sonrisa y, una ver lo ha hecho, le transmito las primeras palabras. Las primeras en mucho tiempo.

-Massen me dijo que habías vuelto con ella, que os encontrasteis. Estuvimos juntos hace un par de días -le explico, risueño-. Me alegro mucho de verte. ¿Puedo darte un abrazo?

En el caso de Massen, se me abalanzó ella; en el de Cierzo ni siquiera tuvo sentido el abrazo. Dudo mucho que Alehyss me rebane el cuello, pero aún así prefiero tomar precauciones.

-¿Estabas durmiendo en el suelo por algún motivo?