Observatorio.

Me quedo observando su recorrido mientras se acerca, esperando -pero sabiendo perfectamente que no se producirá- que se acerque para tocarme y acariciarme, como había hecho en la sala común con la fusta. Cuando pasa de largo, me doy la vuelta para seguir contemplándola hasta que vuelve a mirarme y habla.

Mi actitud da prioridad a sus palabras, dejando a mis sentidos y mis pensamientos sobre ella en un segundo plano. Un hombre dejado de la mano de Mithos que tiene una posible solución. Eso es bastante más de lo que imaginaba hasta este momento. Creo que mi cara llega a reflejar algo de entusiasmo.

—Quiero encontrar a ese hombre entonces —Pronuncio sin pensar. Pero entonces me siento volver de nuevo al momento presente. —No me importa el precio, siempre que garantice mis integridad como guerrero y mi libre albedrío al acabar nuestro trato —Informo con determinación.

No parede disconforme con mi propuesta y lo que pide me parece bastante sencillo si he de ir de todas formas a buscar a ese hombre. Quizá tenía la idea de que sus cobros fuesen algo más materiales o descabellados, quién sabe. De todos modos, hay algo que...

—Y si no doy con ese hombre, ¿qué hay del trato? —Pregunto. Todavía cabe la posibilidad de que no lo encuentre donde dice, que esté muerto o cualquier otro infortunio.

Trato de pensar en el posible viaje, imaginándome a ese hombre e incluso imaginándome un posible enfrentamiento con él en caso de que sea muy insufrifle. Pese a todo, su imagen y gestos me provocan imágenes que no consiguen desaparecer del todo de mis pensamientos.

Su forma de evitar mencionar otra posible compensación no acaba de parecerme muy justa, pero llegados a este punto ya estoy harto de suposiciones. Quien no arriesga, no gana.

En cuanto aparece a mi lado ladeo ligeramente la cabeza para mirarla a los ojos con mayor seriedad por un momento.  No sé qué ganaría yo incumpliendo su trato.

—Sería estúpido hacer algo que sólo me ocasionaría pérdidas —Aclaro de una forma pragmática para mantener su gerga de negocios. Me giro completamente para volver a mirarla de frente.

—Quiero saber dónde ir a buscar a ese hombre. El resto déjalo en mis manos —Anoto con confianza, con un tono con el que casi parecía querer tranquilizarla.

Antes de esperar palabra alguna se me acaba por escapar una risilla que me hace mirar a un lado por un momento.

—Guardaba la esperanza de que, al menos el aval del pago, se zanjase con mi compañía —Me atrevo a decir con osadía. Sé que está fuera de lugar, pero no he podido evitarlo por más tiempo.

Todo parece perfectamente en orden. No dudo de él, aunque tendré que tomar unas medidas especiales, dado que no funcionará igual que Alehyss o que alguno de mis habituales.
Con cuidado, mis dedos se acercan al rostro del chrysos. Lo rozo por primera vez, acariciando con las yemas de los dedos su mejilla y ascendiendo hasta llegar a su sien. Serena, hago presión en ella un instante, y al siguiente cuenta con toda la información necesaria en su cabeza, como si la hubiese grabado.
No se le olvidará fácilmente. Es más útil que una nota, o que memorizarlo sin más.

-Te será entregado un maletín antes de que partas -informo, seria-. Puede que sea peligroso, quizás quieras ir acompañado.

Lo contemplo, expectante. Me da igual lo que haga mientras no me afecte. Si por sus actos, o los de un posible compañero, lo mío se ve comprometido, tomaré medidas. No soy rencorosa, pero no se puede dejar pasar nada, nunca, o se pierde el respeto. Una vez basta.

Recorro de nuevo, a la inversa, su piel, finalizando en su barbilla, que alzo con suavidad, esta vez con los dedos, y no con la fusta. Su comentario me resulta incluso tierno.

-Quizás otra noche -respondo, ladina.

Me separo de él, finalmente, acomodándome la ropa, aunque no sea necesario. Todavía tengo otro asunto pendiente para él.
Vaya engorro. Y la noche apenas acaba de empezar.

-Si necesitas cualquier cosa, contacta conmigo, Gerald -comento, entretenida-. Si piensas en mí lo suficientemente fuerte, podré oírlo -añado, con un sutil deje bromista.

Antes de que pueda responder, he desaparecido.

Cuando su mano me toca, mi cuerpo parece liberar cierta tensión, recibiendo al fin el ansiado momento en el que hace contacto conmigo.
El recorrido de sus dedos por mis mejilla me producen un cosquilleo en la nuca que trato de soportar mientras no dejo de mirarla y, en el momento en el que siento un influjo de información nueva en la cabeza, entorno ligeramente los ojos, como asimilándola de golpe.

Mi primera reacción a su propuesta es negarlo. No porque haya considerado si es mejor o peor opción, sino porque sentir su caricia recorriendo mi cara y pensar en compartirla me provoca una negativa absoluta.

Sus dedos me recorren hasta sostenerme ligeramente el mentón, mucho más suaves e intensos que el cuero de la primera vez. A pesar de que sus palabras se consideran una negativa, en mi interior surge un brote esperanzado que me hace pasar rápidas e impensables imágenes de la mujer en esa hipotética noche.

Cuando se aparta tomo aire, todavía sin decir palabra. Mi nombre en su tono da más peso a mi necesidad de someterme a sus placeres y su último comentario vuelve a traerme imágenes y más imágenes que acaban por hacer aflorar una nueva y suave sonrisa cómplice.

Cuando desaparece siento que al fin puedo respirar con libertad pero, antes de bajar de nuevo, aspiro el aire con la nariz recogiendo los restos de fragancia hasta que mi olfato se satura y dejo de sentirlo.

ya va siendo hora de que visite al claritas. Al fin y al cabo, ha trabajado para mí, aunque haya sido sin saberlo, y tengo curiosidad por algo más.
Como es habitual, dejo ir primero el perfume, que inunda la sala, poco a poco, como una niebla que se extiende. Luego aparezco yo, junto al telescopio, vestida de morado y gris, elegante, de espaldas a él. Me agacho un poco para poder mirar por el instrumento, aunque, por supuesto, se aprecian poco más que nubes, y la lluvia empaña la lente. Vaya pérdida de tiempo. Lo malo de este tipo de instalaciones es que no están suficientemente preparadas para desastres como este. Espero que las cosas empiecen a cambiar tras estos sucesos.
Sinceramente, por otra parte, es algo que a mí no me incumbe y no me afecta. Haré lo que quiera de todas formas.

Me vuelvo hacia él, lenta, cuando lo considero oportuno. Es un hombre extraño, por lo que he podido saber, de modo que no hablo y solo observo, examino, contemplo. Su respiración, su pulso, su temperatura, su olor... Toda esa información me es fácil de conseguir. Soy una profesional, al fin y al cabo.
Aguardo, respetuosa, a que sea él el que inicie la conversación.