Observatorio.

El líder rió ligeramente cuando el chico "culpó" a su vasallo como si él mismo no hubiese ordenado aquella acción. Se llevó una mano a la boca, cubriéndose ligeramente.

—Sí, es un hombre mañoso... —Comentó dirigiendo una mirada cómplice a Barthemius, que seguía inmóvil junto con la bandeja.

Observó cómo el muchacho se acercaba tímidamente y su sonrisa se amplió. Casi podía notar el entusiasmo del chiquillo y le divirtió pensar en cuánto tardaría en rendirse a sus deseos.
Finalmente no necesitó apenas unos segundos para lanzarse a sus brazos.

El líder parpadeó un par de veces en el sitio, miró a Barthemius con gesto socarrón y luego rodeó al muchacho con sus manos desnudas, acariciándole la cabeza. Lo estrechó contra sí.

—¿Me sigues queriendo, Silvanus? —Le susurró sobre su cabeza.

El líder soltó una risilla entretenida al escuchar la inminente respuesta del chiquillo y le acarició la cabeza nuevamente. Por muchas angustias que hubiese pasado aquello continuaba intacto. El chico era más fiel que un perro y pocas veces podía decir eso de algún subordinado.

Frunció ligeramente el ceño, con curiosidad, cuando el piscis empezó a explicarle sobre su cautiverio, pues no había querido hablar de ello desde que había regresado. Sin embargo, lo único que mencionó fue que había sobrevivido gracias a la imagen que tenía de él en su mente. No era la información que necesitaba, pero al menos era un comienzo. Apretó contra sí al muchacho.

—Chsss, tranquilo, Silvanus. No vas a volver a ese sitio nunca más. Bajo mi cuidado nadie va a hacer nada malo —Al menos sin su consentimiento. Debía tranquilizar al chiquillo. Había evitado verlo para contener su impaciencia respecto a sonsacarle quién había sido el traidor y qué había visto en aquella organización, pero eso también había evitado que lo trabajase y tranquilizase lo suficiente como para que recuperase plena confianza en él. Aprovecharía entonces para tratar de hacerlo sentir más arropado.

Cuando el chico se separó y mencionó que, por mucho que lo amasen otros, nadie lo amaría como él, el líder le dedicó una nueva sonrisa y se le quedó mirando. Le apartó un mechón de pelo detrás de la oreja cercenada y luego la acarició.

—De eso... —Reflexionando sobre sus palabras tuvo un lapsus en su discurso en el que se le vino a la mente otra persona. Entornó los ojos y recuperó la sonrisa al momento —... no me cabe dudad, Silvanus. No me cabe duda —Acabó por confirmar.

Entonces se agachó para estar más cerca de la cara del chiquillo y apoyó las manos en sus hombros para darle un beso en la frente.

—Y por todo lo que has sufrido y todo lo que te has esforzado, ahora te recompenso como es debido. Estás conmigo, bajo mi tutela y protección. Y no tienes nada de qué preocuparte —Indicó con voz suave, mirando a través de aquellos ojos verdes acristalados. Finalmente se acercó al muchacho con lentitud y lo besó después de todo aquel tiempo. No había cambiado mucho, sus labios seguían igual de tiernos y suaves a pesar de que era un poco más alto que cuando lo había perdido.

El líder saboreó al muchacho y su entusiasmo, dejándole que entrelazase su lengua con ambos extremos de la suya y volviese a sentir que era él y no otro, de forma inconfundible.

Dejó que lo aferrase y lo abrazase mientras disfrutó del sabor del muchacho y, cuando se separó de él con una nueva media sonrisa, le pasó un pulgar por la mejilla para apartar algo de sus lágrimas.

—Ven conmigo, Silvanus. Podrás descansar hoy en mi habitación —Le dijo a sabiendas de que sería una gran sorpresa para el muchacho.

Tenía toda la noche por delante, podía divertirse un rato con el piscis, pasar tiempo con él, ver qué más le contaba y dejar que se durmiese tranquilo para que Barthemius lo devolviese más tarde a su habitación. De cualquier modo, ya tendría algo que hacer.

Hizo una señal a su lacayo y, sosteniendo al chico por la cintura, se desapareció.

Al momento también su vasallo se esfumó del observatorio.

Lyo no callaba. Cassandra estaba algo agobiada. No... acababa de conseguir encajar la maternidad tan bien como le gustaría. Por suerte, había conseguido una pequeña instalación a parte de las demás mujeres del palacio para que los lloros del pequeño no molestasen ni perturbasen el sueño de las demás.

El pequeño le agobiaba un poco, pues dormía en horarios extraños y debido a eso, la piscis se veía obligada a interrumpir su sueño constantemente y, al no tener a nadie que le echase una mano constantemente, no podía dormir mucho tiempo seguido, pues no contaba con una cuna en la que dejar al pequeño para poder ella relajarse aunque fuera una hora, aunque fuera.

Decidió subir al observatorio, ya que era un lugar tranquilo y no molestaría a nadie en aquel lugar. Sin embargo, se equivocó, pues había un hombre allí. - Perdón.- Dijo entre los llantos del pequeño.- Espero que se duerma pronto.- Se excusó.

Le observó con atención. No lograba averiguar la raza del desconocido.- Me llamo... Bueno, soy Cassandra.- Dijo en voz baja, con el fin de no perturbar al pequeño mientras le tendió la mano.