Observatorio.

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Llegué a componer una mueca, un amago de sonrisa algo atravesado. No se le podía reconocer demasiada originalidad a la chiquilla, pero la buena intención sí era evidente. Acabé por asentir, conforme.

-Supongo que servirá -concedí-. Y a estas horas, es probable que tengas que invitarme también a cenar. No solo los caeruleus estáis en horario de comidas.

Tras levantarme, tomé la silla para bajarla y dejarla de nuevo donde la había cogido. Miré un momento más al techo. No parecía que fuera a parar de llover. Volví la vista hacia Frikka.

-Vamos, pues.

Y recorrí la distancia que quedaba hasta la puerta.

*Se van*

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La señorita es de palabra y yo, cuando es necesario, también con lo que llevo acompañándola por dentro y fuera del palacio desde que llegó para que nos hagamos amigos. Y que sepa desenvolverse por el palacio es también importante.

Subimos al observatorio, una de las pocas salas más relevantes que me faltaban por enseñarle. Comedor, enfermería, dormitorios y baños de diversas plantas han sido lo primero. Sala común, de baile, de entrenamiento, lo mejores balcones, el jardín y una panorámica del lago lo siguiente. Un paseo por el prado indicando dónde están la huerta, el establo y el taller y por dónde acceder al bosque a continuación y hoy quedaban las salas superiores, la biblioteca, el mirador, más balcones y el observatorio.

—Si te gusta mirar las estrellas o los estudios de cerebritos, te pasarás un buen rato por aquí arriba. La verdad es que yo no vengo mucho, pero es una sala interesante —Comento adentrándome en ella y poniendo los brazos en jarra para finalmente girarme hacia ella de nuevo.

—Por supuesto hay un montónde puertas y salas más que tienen interés según el propósito, pero esto es lo más relevante. Las mazmorras y el sótano están abajo del todo, pero no son un lugar al que me guste llevar damas —Bromeo, entretenido.

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Los ojos de la joven se abrieron llenos de asombro al llegar a la sala que aguardaba al final de las escaleras de caracol. Estantes llenos de libros y toda clase de artefactos de astronomía llenaban la estancia en la que se notaba un atisbo del frío que debía de hacer en el exterior. Levantó la vista al techo para descubrir un inmenso agujero circular por el que se veían unas cuantas estrellas brillando en un cielo lleno de nubes.

-Este sitio debe de ser impresionante en una noche despejada. -Dijo la muchacha en voz alta aunque más para ella que para su acompañante. -Guau, Gerald, con esto te has superado. Es decir, la astronomía no es lo mío pero...una sabe valorar otras ciencias también, aunque sea mirar puntitos brillantes con un chisme enorme. En cualquier caso es lo más científico que he visto en todo el palacio. -Soltó una risilla melódica al tiempo que pasaba los dedos por el frío metal del gran telescopio que presidía la sala, pensativa.

-¿Y alguna de todas esas salas tiene algún interés? Es increíble que siendo tan grande este sito las habitaciones sean comunes...Aunque supongo que es lo que toca, después de todo somos guerreros. -Una parte de ella estaba disgustada por el hecho de que el viaje acabase allí; habían sido unos días bastante entretenidos explorando el palacio. -Tal vez deberías enseñármelas, en algún momento acabaré yendo a ellas y debería conocerlas...Para cuando vaya a verte a ti, por supuesto. Algo me dice que estos últimos días han sido una excusa para esconderte de alguien, tienes cara de haberte fugado.

-¿Damas? ¿En plural? ¿Quieres decir que no soy la primera en aguantarte tanto tiempo? Definitivamente no dejas de sorprenderme...-Dijo con media sonrisa, dándole unas palmaditas a un lado de la cara.

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Ladeo la sonrisa complacido de sus comentarios de admiración.

—Nunca me han llamado los cachibaches de este estilo —Doy con los nudillos sobre el telescopio —Pero si te hacen gracia, creo que es lo más parecido a investigación que hay por aquí. La biblioteca tiene un montónd e libros, pero no tengo ni idea de si hay algún cacharro más. A mí me llega con la espada y un par de cañas —Explico, estirando los brazos con tranquilidad. Espero que no sea de esas comecocos que empiezan a hablar de cosas cerebrales sin parar.

—¿Verdad? Tener que dormir en barracones es bastante deprimente viviendo aquí. Aunque así nos recuerdan en qué nivel del escalafón nos tienen —Comento, hilarante. —¿Sabes? He visto a bastantes chicas por aquí y tú no tienes pinta de guerrera —La verdad es que incluso Frikka parece más metida en el rollo que ella, que simplement parece venir de visita.
Amplio la media sonrisa cuando pretende ser de nuevo picajosa.

—Pues estaría bien que vinieras a verme a alguna de ellas. Hay habitaciones muy cómodas —Comento cruzándome de brazos y avanzando unos pasos hacia ella. —Oh, así que ese es tu agradecimiento por dedicar mi tiempo a ayudarte a conocer el lugar donde debes integrarte. Comprendo. Las damiselas de tu clase soléis ser así —Replico con tono entre altanero y jocoso.

—Oh, disculpa, señorita, pero precisamente las damas suelen buscar mi compañía. Aunque si preguntas a algún que otro tiparraco es otro cantar. Pero tranquila, no te molestaré más. Visto que además de no agradecerse mis servicios, se me echa, te dejaré en compañía de tu amigo científico de hojalata—Le reprocho, girando la cara y caminando unos pasos lejos de ella.

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La joven coge aire y sonríe, dando dos golpes al aparato como si fuese el lomo de un caballo.

-Ya me encargaré yo de que eso cambie un poco...-Suelta un bufido sarcástico ante el comentario del hombre. -Cañas de pescar, por supuesto. Con lo flacucho que estás no aguantarías dos tragos de cerveza. -Levanta una ceja y sonríe al acabar la frase.

-No es que me moleste que me bajen de categoría pero un poco de privacidad no estaría de más...-Se gira de golpe ante el comentario y señala con el dedo a su acompañante. -¿Sabes? Dices tantas veces que has visto a muchas chicas que empiezo a dudar si no seré yo la primera...¿Qué quieres decir con que no tengo pinta de guerrera? -Golpea con el dedo el pecho del hombre como apuñalándolo, variando el punto de impacto según la reacción al golpe anterior, como haciéndolo bailar. -No todas las cosas peligrosas se pintarrajean el cuerpo para mostrar lo peligrosos que son...-Le agarra de la corbata y tira, acercándole hasta que sus narices quedan alineadas, clavando la mirada en la del hombre. -...algunas parecen tan inocentes que cuando te das cuenta del peligro es tarde...-Mantiene la mirada fija mientras va aflojando la mano con la que lo agarraba. El labio le empieza a temblar y su cara de seriedad se vuelve una sonora carcajada que resuena por todo el observatorio. -Cuando quieras te demuestro de lo que soy capaz, fantasmón.

-Eug, habitaciones de hombre. Llenas de calcetines de dudosa reputación, no gracias. Tendrías que quemarla antes para hacerla habitable. Casi preferiría que vinieras a la mía...

Se acerca poco a poco con cada palabra del hombre, no en línea recta, sino más bien rodeándolo.
-¿Las damiselas? Tal vez...Puede que incluso sea verdad que sabes mucho de ellas pero...¿Qué sabrás tú como soy? -Ya frente a él levanta el cuello en una pose llena de orgullo, intentando sin éxito disminuir la diferencia de altura que hay entre los dos. -De hecho, poco caso me has hecho en estos días si crees que soy la típica niña noble...

-¿Como guía turístico? No lo dudo, has demostrado ser muy bueno. Arg, te he dicho que no me gusta la astronomía, por eso prefiero tu compañía...¿No te habrás enfadado, no? De verdad...No creas que voy a ir corriendo detrás tuyo, ya te he dicho que no soy de esas. -De nuevo la media sonrisa se dibujó en su rostro.

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Alzo las cejas ante su nueva impertinencia.

—Cañas de bambú, señorita estudiada. Ya sabes, con la espada se entrena y esas cosas, no sólo se va a fiestas donde comer y beber. Aquí lo que hay es buena cerveza, nada de agua sucia —Replico, satírico. Ignoro el comentario de la fisionomía porque me parece una mentira demsiado descarada.
Me pienso un momento lo de la privacidad y la verdad es que se echa en falta de vez en cuando. Claro que solía estar acostumbrado al llegar de Caligo.

—Si quires te lo demuestro en cuanto tenga un hueco —Repondo, pendenciero, arqueando nuevamente una de las cejas. —Ya sabes. Bien arreglada, sin armas a la vista... Puedes ser una de esas magas crídas, pero te escondes bien —Respondo. Luego miro cómo se acerca y, en cuanto me agarra la corbata, hago una ligera presión inicial, dejándome luego llevar sin mucha resistencia. No desvío la mirada de la suya y me retiro en cuanto decide soltarme, recolocándome el cuello y la prenda.

—Oh, qué malévola. Pues espero ver algo de eso que guardas antes de hacerme viejo —Dejémoslo en un día próximo.

—¿Esa es la clase de hombres con la que te juntas? Me esperaba más, señorita. Aunque me anoto la invitación —Aclaro, entretenido. Una parte de mí no deja de pensar en el tatuaje y mi actual situación, pero lo alejo rápidamente.

Suelto una risa con sorna, algo seca e instantánea.

—Discúlpame, señorita, pero soléis ser todas muy parecidas —Suelto, entretenido, elevando el mentón ante su gesto de altivez.

Mientras remoloneo los pasos que me alejos de ella la escucho hablar y no puedo evitar ampliar una media sonrisa que llega a ser incrédula. Giro la cabeza para ver sobre mis hombros y la miro un momento, soltando un pequeña risa similar a un bufido.

—Buenas noches, señorita —Llevo dos dedos a la sien, en una burda imitación de saludo militar y bajo las escaleras del observatorio. Suficiente atención por hoy.

*se va*

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Según va respondiendo y alejándose la sonrisa va desapareciendo del rostro de la joven, volviéndose un gesto lleno de perplejidad "Soléis ser todas muy parecidas" -repite mentalmente. Finalmente el hombre baja por las escaleras y desaparece de la vista.

-Qué gilipollas...Ni que él no las hubiera estado dejando caer. En fin, era demasiado bueno para ser verdad. -Se pasa la mano por la melena con gesto despreocupado, esperando un tiempo a que los pasos que bajan por las escaleras se alejen para bajar.

"Espero ver algo de eso que guardas antes de hacerme viejo" Pst, pues vas por buen camino. -Piensa mientras se acerca a la barandilla de las escaleras de caracol.

Pone una mano sobre el metal, coge aire y con decisión comienza a bajar por los escalones.

*se va*

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Era evidente que no había escogido la mejor noche posible para subir. Las noches de aquella temporada, en general, no daban buenas ocasiones para contemplar el cielo. Y era una lástima, porque se trataba de un panorama muy interesante.

De todas formas, hice un intento. Subí hasta arriba, hasta la plataforma del enorme telescopio. Debía reconocer que sentía cierta debilidad por aquel impresionante armatoste. Me había acostumbrado a juguetear con él y lo había acabado convirtiendo en un pasatiempo agradable. Era más complejo que ninguno que hubiera visto antes, pero cada vez lo manejaba mejor.

Ajusté los controles mientras buscaba un punto limpio en el suelo. No había muchos, desde luego, así que tendría que centrarme en las pocas zonas visibles. Escogí una un poco más amplia, que aunque suponía llevar el telescopio a una posición límite era bastante adecuada. Procedí a manejar las ruedas y mandos, explorando la bóveda celeste.

*Se queda*

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Supongo que cuando la gente busca estar sola va a los mismos sitios. No sé si por ello mismo debería marcharme ahora, antes de que me vea, pero lo cierto es que al final acabo haciendo justo lo contrario. Soy un ser caprichoso, supongo.

-Toc toc...-. Esbozo una sonrisa de lado y entro por completo, hundiendo las manos en los bolsillos, quedándome a metros de distancia-. Creo que lo que pasa es que te gustan las estrellas. Eso te da un aspecto un poco sensiblero, ¿sabes? Aunque supongo que lo que pasa en realidad es que eres un noble. Os pega el rollito de mirar el cielo. Seguro que te sabes los nombres, ¿eh? Seguro que sabes muchas cosas de esas...

Aunque sonrío, termino por borrar un poco el gesto. Es un poco como vacilante, de alguna forma. Estoy algo cansada, creo yo.

-Dime que te molesto y que me largue, por favor -comento, con un suspiro, manteniendo un rastro de la sonrisa, todavía.

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Me vi obligado a apartar la vista de mi objetivo al oír una voz conocida en la puerta. Por suerte conocida, porque no me apetecía pasarme de formalismos a aquellas horas. Ya era un poco tarde y estaba cansado para ceñirme más de lo preciso a protocolos.

La miré un momento, con el ceño ligeramente fruncido, como solía tenerlo.

-Es una cuestión científica. Algo más allá de la comprensión de una mocosa ignorante como tú -expliqué con calma, pero con la voz hecha un gruñido-. Y desde luego que conozco los nombres. Y bastante más que los nombres. Llevo años de estudio a mis espaldas. Más de los que tú tienes.

Enarqué una ceja al oír su último comentario. No tenía muy claro si aquello era cosa de Gerald o tenía otro origen, pero llegaba a resultar lastimero ver a aquella niña insoportable convertida en un ser insignificante y de baja autoestima. Era, desde luego, muy incómodo.

Le hice un gesto, en parte señalando la sala, en parte invitándola a pasar.

-Todavía no has acabado con mi paciencia, por suerte o por desgracia -declaré, seco-. Y el espacio es tan tuyo como mío en este sitio.

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Lo miro entretenida mientras habla. O, más bien, mientras gruñe. Se ve que de verdad le gustan los cascarrabias, a Gerry. Entonces comprendo lo que me ve, claro. Aunque supongo que no estoy a la altura.
Tampoco es cosa como para ponerse a llorar, claro.

-Quizás no sea una estudiosa, pero me duele eso de ignorante. A mi madre solía gustarme enseñarme cosas, y alguna me ha quedado, ¿sabes? Aunque sobre el cielo pocas... -añado, echando un vistazo arriba, pensativa-. Supongo que para una piscis que vive en Caligo ya llega con las noches interminables, como para ponerse a hablar de estrellas, y no de otras cosas que tengan que ver menos con la oscuridad.

Nunca lo había pensado así, hasta ahora. A veces como que pasa eso. En un momento dado algo encaja en tu cabeza, y entonces todo cobra sentido.
Aunque a lo mejor solo me lo he inventado. Es otra opción.

-¿Qué más estudiabas, además de estrellas? Historia, seguro. Geografía. Matemáticas... -. Voy enumerando, aunque acabo por cansarme-. ¿Merece la pena todo el dinero a cambio del estilo de vida? Dime la verdad.

Viendo que no me echa, decido acercarme un poco. Encuentro algunas bolitas en los bolsillos, serán de la mierda de pelusas que se despegan, y las muevo entre los dedos mientras avanzo, dejando siempre un espacio, como si hubiese una cúpula invisible.

-El espacio es de los dos -admito-. O de ninguno. Tenemos el mismo derecho. Pero me gusta pensar que alrededor de cada persona hay como un espacio que es suyo. Y aunque normalmente me la pela, a veces no estoy tan de humor como para meterme si no soy bienvenida. Pero si no he acabado con tu paciencia, abusaré un poco. Así que, con permiso...

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Negué con firmeza. No parecía que tuviera el menor sentido, tal y como lo planteaba.

-Eso es como si un hombre criado entre parvus me dice que está tan acostumbrado a vivir rodeado de rocas que no diferencia el cuarzo del yeso -repliqué, con cierto desdén-. Tal vez sepas, pequeña no estudiosa, que los caeruleus pasan la mayor parte de su tiempo de noche, o que uno de los medios más arcaicos de navegación para los piscis era la orientación a través de las estrellas. Me extraña que tu cultura no te haya enseñado algo al respecto, incluso sin quererlo. Pero nunca es tarde para aprender; por eso no te preocupes.

Acabé por apartar el ojo definitivamente de la lente, y me acomodé en la varanda de la plataforma. Desde luego, la enana no tenía muy buen aspecto aquel día. Quizás estuviera afectada por el ambiente del día. Ni siquiera sabía cómo lo había pasado ella el año anterior.

-No creo que sea una cuestión de si merece la pena -respondí, encogiéndome de hombros a mi manera habitual-. Te toque la vida que te toque, puedes aceptarla o aspirar a otra cosa. Supongo que la mía no era mi opción preferida, pero creo que no la desprecio. Supongo que estoy demasiado acomodado para buscarme una muy diferente.

Asentí, serio. Desde luego, no tenía un buen día.

-Yo también creo en ese espacio -coincidí, aún con ceño-, pero no considero que hayas invadido el mío -. Callé un momento, pensativo. Acabé por examinarla-. ¿He hecho algo que te haga pensar que así ha sido?

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Dibujo una sonrisa burlona. Dicho así es como si solo se deleitase en llamarme gilipollas. No es eso, gracias.

-Si sé que existen. Levanto la vista y las veo. Son esos puntos que brillan y que estropean la negrura inmaculada, ¿sabes? Para vosotros son como un alivio, supongo. Algo que arroja luz en la noche más oscura. Pero yo no dejo de preguntarme qué vería si no estuvieran, si no me empañasen la oscuridad...-. Me encojo de hombros. Soy toda una puñetera poetisa-. Pero nunca aprendí más. No me mostré interesada, no sé si porque no lo estaba o porque quería revelarme contra alguna especie de... patrón preestablecido. De prejuicio. No lo sé-. Me froto la mejilla, un momento-. Nunca es tarde para aprender. Quizás algún día lo aprenda. Empiezo a reconocer el valor de cosas que antes no lo tenían, para mí.

Dicho así, más que a crecer suena a envejecer. Son esos los que vienen siempre con sus típicos "cuando crezcas verás que...".
Suspiro.

Lo miro, curiosa, cuando habla. Supongo que tiene razón. Siempre me ha parecido un poco carca a ese respecto. Es a eso a lo que me refiero.
Él parece siempre venido de vuelta. No sé.

-¿Y cuál crees que buscarías si tuvieses medios, fuerza y ganas, Cierzo? -le pregunto, entretenida.

No puedo evitar una leve risa a su pregunta. Claro, ahora he dado esa imagen. No pretendía culparlo. Aunque supongo que cada uno recoge lo que siembra, no diría que esta vez él haya sembrado mis reservas.

-Simplemente es un día tonto. Todos los tenemos, imagino. No te lo tomes a pecho.

No es así del todo.
Tú eres el Cierzo de Gerald, y él es el Gerald de Cierzo. No es como si me hubieses hecho nada. Es más como que sin él da la sensación de que no tenga nada que ofrecerte. Algo como eso.

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La observé con genuina curiosidad. Nunca había sentido la tentación de examinarla de aquella forma, pero en aquel momento parecía pedirlo. Parecía divertido, si es que algo así podía llegar a serlo.

-¿De verdad crees que eso da un mínimo de luz? -pregunté, aún con una ceja en alto-. Es como si en una pared en blanco dibujas puntitos negros. ¿Te parece que eso daría oscuridad a la pared? ¿Te sería más agradable a la vista si la apunto con un foco? Esos puntos diminutos te aliviarían el dolor de los ojos en algo? -Negué con la cabeza-. Si lo expones de esa forma, lo único que hacen las estrellas es recordarme que no estoy ciego cuando miro arriba. ¿Crees que sin ellas verías hasta el fin del universo? He visto el horizonte de día. Sé que, llegada cierta distancia, las luces se emborronan y no puedo distinguir nada. ¿Funciona diferente para vosotros? ¿Ves en el cielo algo más que un fondo borroso?

Cavilé un momento su pregunta. No era sencilla, desde luego. No tenía ni rastro de sencillez. Y yo tampoco era ningún soñador con un ideal concreto de vida. Acabé por suspirar, hastiado.

-Siento resultar tan decepcionante, pero ni siquiera soy capaz de imaginarlo -acabé por responder entre dientes.

Asentí, sin más. En ese caso era su problema, no mío, y bien debía saber que no aceptaría que me lo cargara. Volví la vista al telescopio, pensativo.

-Supongo que hoy es un día adecuado para ponerse así -aventuré en un gruñido.

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Puesto de esa forma, hasta habrá que darle la razón y todo. Creo que en otra ocasión me hubiese enfurruñado un poco, pero hoy me da por reír. Y mira que no es mi día. Pero bueno...

-Eres bueno rebatiendo, eh...-murmuro, entre dientes-. No digo que los pensamientos que tenga vayan a tener sentido. ¿Nunca te ha pasado? Piensas algo que no tiene mucha lógica, pero algo en ti te hace verlo así. Y aunque sepas que no es así, es como que quieres empeñarte en ello. Supongo que solo me gusta creer que sin ellas podía ver más allá. Porque, de hecho, están ahí, y entonces, al menos en teoría, no podré comprobarlo-. Ladeo levemente la cabeza-. La ciencia vendrá y me dirá que la verdad no es así, pero mientras no pueda comprobarlo el hecho de que esté equivocada solo es un nimio detalle técnico.

No sé bien a qué viene esto...
Termino por acercarme al telescopio. También quiero mirar, ahora, aunque por algún motivo no llego a hacerlo.

-Qué aburrido... Ni siquiera te has parado a pensarlo. Supongo que es lo normal. Quejarse, pero no buscar alternativas. Y que conste que no digo que sea tu caso, que tú te quejes. Pero como que a la hora de la verdad parece que se hace difícil pensar en qué preferiríamos a lo que tenemos. Supongo que es porque de no haber tenido lo que tienes no desearías eso. Quizás si hubieses nacido de otra forma desearías ser un estirado noble gruñón, ¿no crees?

Que alguien me pegue, por favor. No sé por qué hablo tanto. Es una noche complicada.
Asiento cuando lo menciona.

-Oh, sí. Es un día muy especial. El día que muchas personas perdieron algo. Creo que fue el día que más me ha marcado desde que llegué. Suena muy cliché, ¿no? O quizás por eso mismo tiene sentido... -reflexiono en voz alta.

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Asentí con seguridad. Claro que lo era.

-Supongo que has olvidado añadir dialéctica y oratoria a mis estudios -apunté, como un recordatorio.

Callé un momento. No solía dejarme llevar por ideas absurdas como las que ella planteaba, pero creía entender el sentido. Acabé por asentir.

-En mi caso, suele ocurrir más con acciones que con ideas, pero sé a qué te refieres -acepté.

Una vez más, me vi obligado a darle la razón.

-Quizás no sea aburrimiento, sino comodidad -repliqué, pese a todo-. Por supuesto, tengo quejas, pero no creo en una existencia perfecta. Mis quejas se refieren a aspectos concretos de mi vida, no a ella por sí misma. No encuentro mi identidad tan incómoda como para querer deshacerme de ella. Puede que haya tenido una infancia insufrible o una enfermedad que me ha asediado durante toda mi vida, pero no sé de ninguna vida que no tenga defectos. Todo es mejorable.

Cuando lo mencionó en mayor detalle, no pude evitar recordar a la pequeña aether, Lluvia, por un momento. Más que las muertes de vasallos, para mí había sido ella la que mejor había representado las pérdidas de aquel día. Pero, por supuesto, las cosas habían seguido adelante. Con pérdidas o sin ellas.

-Si no me equivoco, saliste de ello entera -señalé-. Quizás con enseñanzas. Es un trauma lo suficientemente fuerte como para que no lo olvides. Es mejor así.

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Río entre dientes. Asiento, a la vez.

-Claro. Lo siento. No estoy muy puesta en esas cosas.

Realmente, no diría tanto. No diría que "no estoy puesta". Es de esperar que aprendan cosas como esa, aunque en el momento no te lo plantees, o aunque no lo tengas en cuenta a la hora de hacer una enumeración o exponer algún enfoque.

Me llevo las manos a la nuca, pensativa, estirándome un poco.

-Bueno, supongo que una existencia perfecta no existe. Es decir... Sí sé que la perfección no existe en la práctica. Y es mejor así, ¿no? Porque ya es que hablamos de cosas tan subjetivas...-. Frunzo el ceño un momento, pensativa-. Creo que solo habría algo perfecto si todos fuésemos clones idénticos y nos considerásemos a nosotros mismos perfectos. Porque, partiendo de que cada uno tiene sus gustos y preferencias, ¡y que estos cambian con el tiempo!, ya se hace todo un poco ambiguo...-. Lo miro de reojo. Lo que no tengo claro es a dónde lleva esto-. Yo creo que en su día hubiese querido cambiar cosas, pero ahora no estoy tan segura...

Cuando menciona lo del ataque, asiento, seca. Ahora no sonrío.

-Sinceramente, diría que "estuve a punto de morir", pero fue tan breve, de alguna forma, que no sé si quedaría muy presuncioso. Aunque para mí fue algo muy intenso, he de decir. Desde entonces miro Brontë con otros ojos-. Entorno los ojos un momento, pensativa-. ¿Qué dirías que determina a las personas que "han llamado" a Brontë? ¿Cómo crees que nos eligen, Cierzo?

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No tardé mucho en fruncir el ceño con fuerza, aburrido por su absurdo monólogo. La perfección no podía durar más que un instante sin ser estropeada. Y, además, pertenecía a una única persona. Era imposible hablar de perfección objetiva.

Acabé por dirigirle una mirada maliciosa.

-Supongo que has superado el inconformismo de la adolescencia, entonces. ¿Tienes edad siquiera para que eso tenga sentido? -me burlé, instigándola-. Eso es lo que llaman madurar, ¿no? Disfruta de tu nueva, asentada y aburrida vida de adulto. Por lo que he oído, va a durar bastante.

Pero las bromas no podían llegar al punto de la tragedia. Siempre me había sentido ajeno y frío con respecto a aquel ataque, más allá de detalles muy concretos, pero eso no me hacía perder el respeto.

Su pregunta, en cualquier caso, me pilló desprevenido. Negué con la cabeza.

-Cuando me llamaron pensé en alguna clase de preparación o potencial -expliqué, pensativo-. Pensé que quizás llamasen a aquellos con la fuerza o capacidad adecuada para servirlos. Habría sido el método de selección más sencillo -. Callé-. Pero después de tanto tiempo y de haber examinado a compañeros y enemigos, no sabría decir qué tenemos en común. Hay gente muy débil en nuestras filas. Gente demasiado joven y gente poco preparada, mental o físicamente. Los hay que no tienen clara su posición y atentan contra la autoridad, los que traicionan y los que consideran imposible hacerlo. Los hay de todas las condiciones sociales, económicas y culturales. Sinceramente, creo que la única forma de averiguar por qué se nos ha elegido sería preguntar directamente a los que lo han hecho. Si es que tienen la bondad de resolver la cuestión.

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Le dedico una sonrisa desdeñosa.

-Supongo que a mi edad es hasta tarde. Las hay que nunca maduran, eh. Pero imagino que incluso a mí me ha llegado la hora, sí -mascullo en un tono que parece una queja, aunque la sonrisa que lo sigue disuelve un poco esa impresión-. Esperemos que dure bastante al menos, sí. Dicen que siendo guerrero eso se hace más difícil. Sería una buena noticia, imagino.

Escucho su reflexión en silencio. Habla más de lo que esperaba. E imagino que podría decir casi lo mismo. Y añadir mis propias opiniones.
Últimamente me siento como si las personas que están aquí lo hiciesen con un motivo algo más enrevesado. Aunque hay guerreros que lo parecen de antes, ninguno parece convencional. O casi ninguno, al menos.
No sé si es que se supone que tenemos cualidades muy especiales. A veces he llegado a pensar que no nos llaman ellos sin más, sino que lo pedimos. Que Brontë sirve para dar una oportunidad de escapar de sus vidas a aquellos que, por algún motivo, no logran hacerlo por sí mismos. Que brinda la oportunidad de dar el paso.

Porque hay que estar muy loco para venir aquí a luchar. Y sin embargo aquí estamos... Personas que no teníamos una vida tan mala. Y, de alguna forma, pese al peligro, parece que se aprende a disfrutar de un sitio como este.

-Supongo que de momento es un misterio -digo entonces, sin embargo-. Quizás lo pregunte alguna vez, si veo la ocasión. Aunque tal vez así se pierda el encanto -añado, en una breve broma. Me estiro un poco-. Creo que ahora iré a descansar. Vivir de día me tiene molida -comento, mirándolo de reojo-. Y así no agoto toda tu paciencia de golpe.

Dada la hora, también él parece tener intención de irse. Y aunque no buscaba perturbarlo hasta el final, terminamos por irnos los dos juntos.

*se van*

Edad : 31 Mensajes : 911

Era evidente que Nýa se estaba poniendo demasiado pesada. Tanto como para tomar la decisión definitiva de cortarle las alas. Aunque no fuera la expresión más adecuada. Tampoco había visto a Dehnel desde mi vuelta, así que no tenía motivos para participar el aquella estupidez. De no ser por Gerald, ni siquiera sabría que aún seguía en el palacio.

Doblé la carta y suspiré. Demasiada urgencia. Demasiado interés. Nýa nunca había sido una experta en sutilezas, desde luego, y aquello no jugaba a su favor. Sabía que no debía ofrecerse tan fácilmente, sabía que debía ser buscada, pero no tenía paciencia. Y era cierto que estaba ya en edad de merecer, pero se agobiaba demasiado con la idea. Y, probablemente, no se sentía en absoluto comprendida por mí. Aunque, por lo que Fumä me había dicho, yo no era el único que había intentado explicarle que no era así como funcionaban las cosas.

En cualquier caso, no me apetecía responder. Hasta el punto de que calibrar el telescopio, incluso con el cielo tan nublado, me parecía una mejor opción. Quizás pudiera encontrar un jirón entre las nubes. Buscarlo siempre era más interesante que discutir con una cría por carta, de eso estaba convencido.

*Se queda*

Jefe de Raza Edad : 58 Mensajes : 411

Abro la puerta. He subido andando. A veces hay que poner el cuerpo en movimiento, incluso cuando puedes recorrer enormes distancias sin necesidad de dar un paso. No hay que olvidar, por otro lado, que eso gasta energía también, aunque sea de otro tipo, y las entradas triunfales no son siempre necesarias.

-Cierzo Cogo -saludo, con una sonrisa satisfecha, nada más entrar-. Muy buenas noches. Esperro que mi prresencia no sea una molestia ahorra mismo, perro crreo que lo que trraigo parra ti puede rresultarrte más interresante que cualquierr cosa que encuentrres en el cielo. A no serr que sea algo verrdaderramente peligrroso -añado, jocoso, llegando a dejar ir un par de carcajadas suaves-. En todo caso, te buscaba, guerrerro. Me alagrra encontrrarrte despierrto. No me gusta demasiado rretrrasarr las cosas que pueden serr zanjadas.

Edad : 31 Mensajes : 911

La forma en que el líder parvus se presentó ante mí me llamó bastante la atención. No solía encontrarme con los líderes, pero cuando lo hacía solían presentarse de forma bastante particular. En cualquier caso, ofrecí una reverencia y, tras dejar el telescopio, comencé a descender las escaleras, en dirección al recién llegado.

Esperaba saber de él, aunque no estaba del todo seguro de que así sería. Después de todo, quizás considerara que aquel asunto estaba mejor en otras manos.

-Buenas noches, señor -saludé mientras me acercaba-. Creo que estaré más interesado en lo que tenga que decirme que en un cielo tan nublado. Soy todo oídos.

Jefe de Raza Edad : 58 Mensajes : 411

Sonrío de medio lado, asintiendo mientras se acerca. Esperaba algo así de él. Es un hombre serio. No sabría decir qué determina mis preferencias con las personas, pero él me gusta. Parece alguien confiable, y quizás me equivoque. Aquí hay muchos buenos guerreros, algunos más fuertes y dispuestos que Cierzo Cogo, pero no todos ellos son capaces de mantener su frialdad y saber estar. Supongo que en eso se basan nuestras capacidades. Cada guerrero tiene habilidades diferentes. Y todas ellas son útiles, pero no por eso me resultan, en lo personal, igual de convincentes.

-Crreí que habiendo quedado todo a medias estarrías interresado en lo que he podido averriguar tanto sobre el arrtefacto como sobrre sus dueños -comento, sacando la bola oxidada de mi bolsillo y lanzándosela con calma, despreocupado-. Sobrre lo segundo, he de decirr que no es demasiado. Apenas he logrrado rreunirr un poco de inforrmación, perro ya sabemos un parr de lugarres que visitarr para obtenerr más, y de eso, clarro, os encarrgarréis vosotrros. Siéntete librre de parrticiparr si lo deseas -comento, atusándome un poco la barba.

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Ladeé la cabeza un par de veces, como en un comedido asentimiento. Desde luego, estaba interesado. No me gustaba trabajar para obtener resultados a medias. Se me había enseñado siempre a ser minucioso con mi trabajo, y cumplía mis tareas a rajatabla.

-Mi interés no implica que tenga derecho a la información -apunté con calma, cazando al vuelo la bola herrumbrosa que me lanzaba-. Aunque no negaré que, efectivamente, estoy interesado. No en vano informé a Brontë de la situación incluso antes de volver yo mismo al palacio.

Escuché, pues, lo que tenía que decirme. No había muchas novedades. Sí las suficentes, sin embargo, para una nueva salida. Una vez más, asentí, en aquella ocasión con más firmeza.

-Por supuesto. Estoy bien dispuesto a participar activamente, ya que he sido el primero en topar con ellos.

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Asiento mientras habla, sin interrumpirlo. Desde luego, es un tipo de seriedad que me gusta, así es. Aunque eso no quita que también me guste, por otro lado, lo arrojados y animados que son otros. Mientras haya responsabilidad y ciertos valores, suelo mostrarme bastante comprensivo.

-No te prreocupes. Has obrrado bien y, dada la situación, he considerrado que inforrmarrte perrsonalmente erra lo mejorr-. Doy algunos pasos por la sala antes de seguir hablando-. Es muy posible que hagamos las dos incurrsiones de forrma casi simultánea parra impedirr que los de un lugarr avisen a los del otrro, perro si estás dispuesto cuento con tu ayuda también en esta situación. Tómatelo un poco como "tu caso". Tú lo has descubierrto y si lo llevas a buen puerrto buena parrte de los mérritos, si bien serrán de Brontë, te tendrrán en cuenta. En cuanto a eso...-. Señalo la bola con un cabeceo-. Puedes quedárrtelo. Ya he averriguado lo que necesitaba. Lo que pueda saberr a mayorres tendrrá que salirr de las incurrsiones que llevéis a cabo en su momento.