Observatorio.

Asiento, conforme con sus palabras. No esperaba más. Quizás esperaba menos, incluso. Es suficiente con eso.
En cuanto al combate, muestra pronto su acuerdo. Es predecible, en ese aspecto. No ha cambiado mucho en lo que a lucha respecta, en lo que a intereses respecta. Sí es más abierto que antes, considero. No sé si tomarme eso como una victoria o si lo que yo haya hecho es secundario.

-Quizás obtengas algo que me sorprenda, también. Esperaré a escuchar las historias de tus viajes –le comento, dedicando un vistazo breve a lo que escribía, sin leerlo de nuevo-. ¿Y eso? ¿Trabajabas en una historia? –inquiero entonces, curiosa, entretenida.

Corbin lo caviló un momento. En realidad, solía prestar más atención a las experiencias de un viaje que a las ganancias materiales que pudiera obtener. Después de todo, los objetos debían ser un simple apoyo, y era él, su cuerpo, su mente, lo que debía curtirse de verdad y mejorar. De otra forma, se volvería dependiente. Pero era cierto que siempre existía la posibilidad de obtener mejoras inesperadas, como lo había sido su serie de entrenamientos con Violeta. Y, en ese aspecto, no tenía ni idea de lo que sus trabajos le deparaban.

-Es posible -aceptó-. Te traeré algo si tengo ocasión. Por mantener una igualdad de condiciones. Siempre y cuando no te lo tomes como una manera de subestimarte. No pienso hacerlo, y no daré tregua.

Bajó la vista a sus papeles cuando ella los señaló. Sí, a simple vista, la estructura sí parecía la de una historia. No así cuando se hacía una lectura exhaustiva del texto.

-No diría tanto -respondió-. Digamos que buscaba un entretenimiento. Uno diferente a la lectura, por una vez. No es nada serio.

Alzo las cejas, divertida sin poder evitar un resoplido, que no llega a risa. Peino un mechón tras la oreja. Ha crecido más de lo esperado. Quizás lo recorte un poco al volver de Aqua, cuando ya no tema por el frío en el cuello.

-No te sientas comprometido a ello. No buscaba eso cuando lo hice-. De hecho, fue gracias a Jun que traje las cosas. Y porque nadie puso pegas al respecto-. Pero tranquilo. Espero que sea lo mismo por tu parte. No te subestimo, de ninguna manera.

Bajo la vista a las hojas con él. Esta vez alcanzo a leer algunas palabras. No analizo demasiado.

-Siempre te ha gustado eso. Leer, escribir… Yo nunca me sentí demasiado atraída por la escritura. Suelen interesarme los asuntos más “científicos”. Cuando leía por placer sería por estudio, al mismo tiempo.

Corbin asintió, conforme.

-Lo sé -respondió únicamente, con su habitual tono monocorde-. Esa es la idea que tengo de ti.

Bajó de nuevo la vista hacia el texto, analizándolo. Desde luego, no era ninguna maravilla, ni en forma ni en contenido. No importaba. No era lo que Corbin buscaba con él. De hecho, como lectura ligera resultaría interesante, pero no todavía. Antes, el cerebro debía reposar. Sería en un par de días cuando Corbin se parase de verdad a leerlo.

-El estudio puede ser placentero, pero no es descanso -remarcó él-. Cuando leo o escribo, lo que busco es abstracción. Si me centro en asuntos científicos, en hechos, no me estoy alejando de las cosas, sino tan solo mirándolas desde una perspectiva diferente. No niego que eso sea interesante, pero no es lo que yo llamo descansar.

Está bien ver que las cosas han quedado claras. No me hubiese gustado que alguna parte de él considerase que lo menosprecio. Estoy segura, sé, que muchos han muerto por suposiciones erróneas. No quiero formar parte de ese colectivo, aunque solo sea en la cabeza de alguien.

Sus matices sobre diferencia entre estudio y descanso me hacen pensar un momento. Quizás descansaba de otras cosas haciendo cosas que también resultaban ser útiles. O quizás mi descanso no era el estudio, sino otras actividades.
Estoy segura de que he dedicado un buen tiempo de mi vida a hacer cosas sin más utilidad que el propio placer. Y, nuevamente, al decir “estoy segura” digo “sé”.

-Tiene sentido-. Me vuelvo hacia el telescopio, con gesto incluso aburrido, de alguna forma-. Estudiar no tiene nada que ver con descansar-. Lo miro de reojo-. Deberíamos volver a trabajar juntos alguna vez.

Corbin siguió la mirada de ella en dirección al telescopio, sin ningún objetivo particular. Bajó la vista de nuevo al pergamino, haciendo un nuevo trazo, y la alzó otra vez hacia ella cuando hizo su propuesta. Un amago de sonrisa llegó a perfilársele en los labios, o quizás fuera solo la forma en que la luz le incidía en la cara, que daba esa sensación.

-Eso sí sería un placer -declaró, casi con tono de broma-. Incluso siendo trabajo. Creo que mi expedición contigo a Ignis fue el primer trabajo serio que hice desde mi llegada a Brontë. Si vas a encontrar algo parecido, puedes contar conmigo. Y, bueno, supongo que incluso si el trabajo no da lo que promete, siempre es más cómodo llevarlo a cabo con una persona que sabes que trabaja bien.

En sus condiciones actuales, Corbin no podía permitirse contar con ella, desde luego. Eso no quería decir que no se planteara la posibilidad de hacerlo, de tener ocasión. Quizás debería buscarla la próxima vez que le ofrecieran un encargo. Claro que, para ello, ella tendría que estar también libre de tareas. No era el caso en aquella ocasión.

¿Es eso una sonrisa? Eso sí sería nuevo. Dibujo una yo misma, sin darme cuenta, como reflejo del aparente gesto, volviéndome por completo hacia él. No voy a decir que no me satisface ver que resulto atractiva para él, aunque con atractiva me esté refiriendo a nuestro trabajo como guerreros. Ser una buena guerrera, capaz de cumplir sus tareas de forma lo más limpia, rápida y eficaz posible, es una meta que, no voy a negar, tengo.

-Estaré esperándolo, entonces. Lo buscaré, incluso. Desde luego, trabajar con alguien profesional resulta muy gratificante-. En el viaje a Ventus Jun lo hizo bien, pero no contaría con él para algo más complicado de lo que fue, porque sé que, muy probablemente, flaquearía-. Y es una buena ocasión para socializar contigo -añado, afilando levemente la sonrisa-. Al final no nos encontramos demasiado.

Corbin se encogió de hombros. No podía decir exactamente que no coincidiese con nadie a menudo. Era cierto que no solía dormir en las habitaciones, ni a las horas habituales, y que llevaba un ritmo de vida manifiestamente diferente a otros guerreros. Pero también era cierto que era difícil encontrar el aislamiento absoluto en Brontë, donde vivía tanta gente, y que a menudo se cruzaba con unos u otros. Para Corbin, que había vivido tanto tiempo solo, aquello significaba ver a mucha gente muy a menudo.

-Supongo que no -acabó por aceptar, aunque para él no fuera exactamente así-. No es tan fácil coincidir, al final. Pero trabajar es una buena forma de hacerlo.

Por algún motivo, recordó las cartas. Alehyss había intercambiado cartas con él un tiempo. Cartas estúpidas e insulsas, pero extrañamente interesantes, en cierto modo. A Corbin le habían servido para comunicarse, aunque no dijera demasiado, y también para afrontar con más naturalidad las que más tarde le llegaran de Violeta.

Asiento con firmeza. Ladeo la cabeza de nuevo, ahora entretenida. Estoy de buen humor. Sigo de buen humor, de alguna forma. Lo he estado mucho últimamente, pese a todo.

-Entonces espero que se dé pronto, aunque tendrá que ser cuando vuelva de Aqua y, por supuesto, cuando vuelvas tú de tus trabajos. Pero espero que podamos hacerlo-. Dudo un momento, pensativa, y acabo por elevar las cejas suavemente-. Y si te apetece podemos comer o cenar juntos algún día. No soy muy dada a esos intercambios, pero a veces se agradece la conversación en la mesa.

A menos que se haga muy larga y pesada. Una cosa es conversación, y otra muy distinta es llenar el silencio de forma innecesaria con palabrería insulsa. Eso puede llegar a estar bien algún día, pero como excepción.

FdR- Pausa

Corbin asintió. Definitivamente, la buscaría cuando encontrara algo interesante en lo que trabajar. Sabía lo útil que podía serle contar con ella, por experiencia, y contaba con que su constante actividad hiciera la siguiente ocasión incluso más atrayente. Pero, como ella decía, habría que esperar por el momento.

A su mención, Corbin recordó su paseo con Alehyss por el pueblo. De alguna forma, aunque fuera diferente, había sido interesante también. Asintió, pensativo.

-Me parece bien -afirmó-. Tampoco es algo que yo haga a menudo. Aunque sí cené con una compañera no hace tanto. Claro que fue algo improvisado.

Enarco una ceja, entretenida. ¿Una cena improvisada? Sé, sin preguntar, que la situación que me está comentando no tuvo ninguna segunda intención implícita (por su parte, al menos), pero no deja de parecerme divertido indagar. Y, sin embargo, quizás él ni llegue a ser consciente ya no de la gracia del asunto, sino de por qué se la encuentro, siquiera.

-¿Cenaste con una compañera? ¿Con quién? -inquiero, divertida-. No me digas que te has hecho más popular entre las mujeres. Espero que me sigas guardando mi posición, aunque haya otras. A fin de cuentas, he sido la primera.

La primera en interesarse por su aprendizaje, de alguna forma. O eso creo.
Quizás me esté dando demasiada importancia. Nunca he destacado por humildad.

Corbin iba a responder, pero entonces se dio cuenta de un pequeño detalle y frunció el ceño. Desde luego, era un problema, y por lo que recordaba, nunca había dejado de serlo, desde el momento en que la conoció.

-No recuerdo su nombre -confesó, rindiéndose a sus esfuerzos por buscar uno-. Es una caeruleus pequeña, de pelo largo, morado. Va por ahí con una especie de reptil. Un falso dragón, creo.

Thor. El nombre de él sí lo recordaba. Qué irónico.

Miró a Alehyss con curiosidad. No se consideraba popular, ni nada por el estilo. De hecho, no había visto demasiados intereses de ese tipo hacia él. A excepción, claro, de la propia Alehyss, y quizás Violeta. Eso le había parecido entender, aunque no estaba seguro. Era algo a lo que le resultaba complicado enfrentarse.

-¿Es importante para ti? -preguntó, intrigado.

No puedo evitar un nuevo resoplido, divertida. Es una pena que no llegue a entender por completo lo gracioso de estas situaciones. Me quita ciertas posibilidades para divertirme yo misma. Aunque, realmente, no tengo que privarme de nada.

-Ni a sus nombres prestas atención. Te tiene que ir verdaderamente bien –termino por decir, burlona. Luego escucho la descripción que me da. No me llevo mucho con ella, pero sé quién es-. Es Frikka, ¿no?-. Lo pregunto, pero realmente estoy segura. Nadie más encaja con esa descripción, a no ser que se trate de alguien al que no he visto.

Lo miro cuando me mira, esperando lo que tenga que decirme. Aunque su pregunta, tal como la expone, no la espero. No puedo reprimir la sonrisa, con una diversión distinta en la mirada.

-Bueno… Es importante para mi ego –reconozco, ladeando suavemente la cabeza, como si meditase sobre lo que digo mientras lo hago-. No es que quiera ser la única para ti, ni mucho menos. Pero sí querría “ser”-. Ser la mejor, si nos ponemos exactos, pero eso no ha de decirse.

Ser una vez, por lo menos. No me he esforzado solo por él. Espero obtener algo, sinceramente. Puedo buscarlo yo misma en el momento en que desee. Aunque...

Alzo suavemente el mentón. Al principio no me doy ni cuenta. Simplemente me crezco un poco, de alguna forma. Ha terminado siendo casi un instinto, al encontrarme en ciertas situaciones.

-Por ahora no te sientas presionado, sin embargo. No te tendré en cuenta que todavía no me hayas acorralado contra alguna pared. Comprendo que todo lleva su tiempo.

El tono es relajado, pero no he podido (o querido) borrar la provocación subyacente.

Corbin sabía lo que era la ironía, y lo veía claro en aquel momento. Pero, tratándose de un asunto como aquel, ni siquiera sabía cómo tomárselo. Trató de pensar si la chica tendría algún interés en él, pero decidió que no. Aunque le costaban tanto esas cosas que ni siquiera era capaz de visualizar qué comportamientos indicaban algo así. Era como verse envuelto de pronto en algo que hasta el momento era inexistente para él.

Frunció el ceño. El nombre no le sonaba en absoluto. ¿Era tan fácil?

-Me suena que era un nombre más largo, pero supongo que es posible -concedió, poco convencido.

Su ego. Aquello, de hecho, tenía cierto sentido en la mente de Corbin. Más de lo que podrían tener otras respuestas. Asintió. No le molestaba alimentar su ego. Hasta el momento, había demostrado ser capaz de controlarlo ella sola. Y a él, por otro lado, no le hacía el menor daño.

-Hasta el momento, diría que eres más bien la única -respondió, pensativo-. Bueno, Violeta me dio un beso, pero ni siquiera lo contemplaría. Puedes entender que eso te hace la mejor, si así lo quieres.

Se preguntó si aquel último comentario iba en serio o era una indirecta. A Corbin le era tan difícil decidirlo como romper la represión y acorralarla contra una pared, como ella decía. Era cierto que hacía un tiempo que veía a Alehyss de forma un tanto diferente, dado que ella misma se había preocupado de que así fuera. Pero, de hecho, su atracción se debía más al trabajo de ella que a la atracción natural que él pudiera sentir. Trató de pensar en sus impulsos, y se encontró frunciendo el ceño con extrañeza.

-Creo que me cohíbe la idea -confesó, con un deje de sorpresa en su habitual tono monocorde.

Un nombre más largo. Puede ser. No lo tengo claro. Quizás se trate del apellido, o tal vez Frikka sea un diminutivo de Frederikka, o algo semejante. En todo caso, la descripción que me ha dado, salvo que la niña se haya repetido, solo se corresponde con ella. Son demasiados rasgos como para encontrar natural que se refiera a otra persona, de hecho.

-Puede ser, pero estoy casi segura –me limito a decir, con un encogimiento suave de hombros.

“La única”. No es algo que me sorprenda. Y lo de Violeta simplemente me hace esbozar una sonrisa. Bajo la vista para ocultar que la he ensanchado cuando termina. No necesito que se me digan esas cosas, pero sienta bien cuando otros están de acuerdo con lo que piensas.

-¿Te cohíbe la idea? –repetí, alzando de nuevo el rostro para mirarlo-. ¿Cómo te sientes? ¿Inseguro? ¿O simplemente fuera de lugar?

Es curiosidad legítima.

Corbin acabó por asentir. Mejor un nombre que ninguno. Y era una chica extraña, que aparecía y desaparecía y tenía un humor cambiante. Era mejor tener algo a lo que atenerse, aunque fuera un nombre que darle.

-Trataré de recordarlo -aseguró.

Se preguntó, de todas formas, si aquella vez lo conseguiría.

Corbin pensó en lo que ella preguntaba. Era difícil de analizar, porque no era algo a lo que estaba acostumbrado a prestar atención. De todas formas, prefería entenderlo que depender de ello, así que hizo un esfuerzo.

-Diría que fuera de lugar -se decantó finalmente-. Supongo que siempre me ha resultado una idea muy lejana. Asimilarla se hace difícil.

Zanjado el tema de la niña me queda el otro, más interesante para mí. Fuera de lugar, según se apresura a decir. Lo entiendo. Creo que es lo que resulta más lógico, dada su situación. No es un hombre fácil de seducir, a fin de cuentas, pero no porque sea reacio en sí mismo.

Me acerco un poco, finalmente, rompiendo la distancia que establecí entre ambos desde un principio, aunque no llego a tocarlo. Sigo respetando un espacio para los dos. Lo rodeo un poco, no demasiado, para acceder a él desde un lado y no de siempre, inclinándome un poco hacia él, apoyando las manos sobre su hombro derecho para ayudarme, para hablar más cerca de su oído, aunque en ningún momento busco acariciarlo con mis palabras. No he llegado a ese punto.
No suele pasar.

-¿Y te molesta cuando lo hago yo? –inquiero, bajando mínimamente el tono, volviendo la sonrisa más sutil.

Supongo que sé la respuesta, que estoy dando vueltas en torno a un tema conocido. Por morbo, evidentemente. Las palabras pueden tenerlo. Lo tienen. Pero sé que a él no podré sacarle nada sucio, por desgracia. Por desgracia porque a él, que no se basa en su orgullo para actuar, podría permitírselo.

Corbin trató de mantenerla en su campo de visión, pero de hecho resultaba una tarea compleja. Acabó por resignarse a tenerla a un lado. La tensión que eso le provocaba era escasa, en realidad. Una vocecilla interior le sugería que debía preocuparle su propia tranquilidad, pero de hecho, Corbin empezaba a acostumbrarse a la manera en que ella entraba en su espacio personal. Sabía, por experiencia, que no habría consecuencias negativas. O, si las había, serían una novedad.

-No -respondió llanamente, sin necesidad de pensarlo mucho.

Corbin concedía. Y, cada vez, ella apuntaba un nuevo matiz en lo que aquello podía implicar. Era un aprendizaje al que Corbin no había tenido acceso nunca antes, y se sentía torpe y novato, pero era capaz de entender las ventajas que la información podía darle. Además, por supuesto, del placer, que no olvidaba.

Un monosílabo, una negativa, pero sigue resultando satisfactorio, en este caso.
Dejo que mi mano derecha recorra un momento el hombro, repasando su forma, y acabo por descender suavemente hacia adelante, hacia la clavícula, al cuello, al pecho. No es una caricia evidente. Así es más entretenido.

-Eso esperaba -respondo sin más, entretenida.

Tras hablar me acerco un poco más, al cuello, a la yugular, que apenas rozo cono los labios en una caricia lenta y superficial, descendente, depredadora, como si buscase el mejor momento y lugar para lanzarme a morder.
La izquierda, mientras tanto, asciende a su cabeza e inicia unas caricias suaves en el pelo, hundiéndose entre mechones. Termino por usarla para invitarlo a volver la cabeza hacia mí para abandonar el cuello y acceder a los labios, que atrapo con los dientes antes de dejarme alcanzar.

Corbin notó que la tensión aumentaba en el momento en que su brazo comenzaba a rodear su hombro, e incluso, ligeramente, su cuello. Y se mantuvo donde estaba, con ese estoicismo tan característico suyo y la atención centrada completamente en ella. Alerta, por supuesto.

Lo cual, también por supuesto, no iba a hacer que Alehyss se detuviera. Solía ir despacio, dejar claro qué estaba haciendo. En alguna ocasión había llegado a verbalizarlo. "Tranquilo". "Quieto". Quieto se mantenía, desde luego, y hasta podía parecer tranquilo. Y cada vez asimilaba más rápidamente las intenciones de ella. Pero seguía resultando extraño, e incluso cuando ella dejaba de tocar una zona concreta de su piel, el hormigueo del contacto se mantenía, distrayéndolo.

La boca le preocupaba más. La boca humana no era especialmente útil. No era una boca muy bien pensada. Pero seguía siendo peligrosa. Corbin había sacado provecho de sus dientes en más de una ocasión para causar daños, o incluso para arranchar piel, carne, lo que pudiera. Y ella hacía un gesto especialmente peligroso, tan cerca de la garganta, de la yugular. Y, pese a todo, esperó.

Sí, desde luego que se sentía fuera de lugar. Seguía costándole un tanto responder. Empezaba a entender cómo hacerlo, a seguir una serie de movimientos básicos. Llegaba a resultar instintivo, hasta cierto punto. En cambio, por ejemplo, seguía sin saber qué hacer con las manos, que se mantenían apoyadas en la mesa pero resultaban, a aquellas alturas, extrañamente antinaturales.

Con un gesto de duda, las alzó hacia el cuerpo de ella, invitándola vagamente a situarse más frente a él y haciendo un amago de comenzar a rodearla. Corbin trataba de imitar, pero no sabía hasta qué punto le correspondían los gestos. Y, más allá de Alehyss, sus referencias eran literarias, lo que dejaba la duda de hasta qué punto eran realistas. Resultaba confuso, desde luego.

FdR- Pausa

Lo guío principalmente con la boca, amoldándome a la suya, o más bien amoldándolo a él a la mía. Cuando noto que toma una iniciativa él mismo, viendo el movimiento primero por el rabillo del ojo que entreabro un momento y sintiéndolo luego sobre el cuerpo, accedo al movimiento que me pide, a rodearlo, a tomar una posición más cómoda, frente a él, situando mi derecha sobre su izquierda, afianzando un poco más el movimiento. Lo guío también, de alguna forma. Es como apremiarlo. Apremiarlo a tocar, a reconocer, a sentir. No sé hasta qué punto resultaría excitante para él la visión de un cuerpo desnudo, o sus formas. No sé hasta qué punto ese instinto existe o se aprende.
Corbin puede ser una buena forma de descubrirlo.

Harta de la diferencia de alturas, aprovechando que ya no estoy a su espalda, sino de frente a él, termino por hacer lo que resulta más cómodo: me siento sobre él, dejando sus piernas entre las mías y poca distancia entre ambos cuerpos. Me gustan este tipo de posiciones dominantes en las que me alzo por encima, en las que parece que se me da el poder absoluto. Y aunque noto que llego a atacar de forma más agresiva, y que atraigo las manos hacia mi cuerpo con más ímpetu, sigo manteniendo el control, consciente de que su ritmo no es el mismo que el mío.

Una verdadera pena.

Corbin podía notar las diferencias en cada ocasión. Cada vez, la actitud de Alehyss era diferente. Podía ser inexperto, pero veía esas sutilezas. Las primeras veces era curiosidad. Luego, había pasado a una especie de afán de enseñanza. Pero, en aquella ocasión, Alehyss pedía algo. Ya lo había hecho con palabras, pero lo hacía también con actos. Corbin lo entendía, pero no le resultaba fácil dar lo que ella quería.

Al menos, parecía que su primer tanteo había funcionado. Corbin sabía qué tenía que hacer. Ella se lo había enseñado. Sencillamente, cerró los ojos y trató de olvidarse de su cabeza y centrarse en lo que a su cuerpo le resultase más natural. Pero era difícil que a su cuerpo le resultara del todo natural nada de aquello, y el ritmo de Alehyss era algo más rápido de lo que Corbin necesitaba para asimilar la situación.

Trató de dejarse guiar como mejor pudo. Visto que su gesto era aceptado, afianzó las manos en la cintura de ella, sujetándola cuando se sentó sobre él. Acabó por bajar las manos mínimamente, dado que parecía más cómodo sujetarle las caderas. Además, pensó, podría resultar más intuitivo seguirla al sentir los movimientos. Porque Corbin ya sabía que habría movimientos, en algún momento.

La boca requería algo más de habilidad, y aunque tenía más práctica, se le hacía más complicado. Dejaba que Alehyss llevara el ritmo, sin protestar ni oponerse en lo más mínimo. Pero, pese a todo, ella pedía. Era casi una provocación, un ataque. Quizás de verdad lo fuera. Corbin no estaba acostumbrado a aquella clase de ataques, pero siempre había considerado que a un ataque había que responder con uno más fuerte. Apretó las manos en sus caderas un instante, como un sutil gesto de advertencia, y trató de adelantarse ligeramente, de luchar.

De todos modos, seguía sintiéndose torpe en aquello. Débil, incluso. Era un tanto incómodo.

No es capaz de seguir el ritmo por completo. Se hace raro, como si hiciese dos cosas diferentes a un tiempo. La torpeza es normal, es soportable. Puedo aceptarla. La brutalidad, ese instinto animal... Eso es lo que debería haber a cambio, pero no consigue soltarse.
Cuando era mas joven estuve con muchos chicos que apenas habían tenido experiencias, sino ninguna. Los mejores de esos eran aquellos que parecían llevar esperándolo años. Se desataban como si toda su vida hubiese sucedido para aquello, para ti. Pero el control de Corbin es mayor que aquello.
O quizás no despierto tanto.

Cuando se enfrenta a mi boca lo apremio, cambiando el ritmo, respondiendo yo también. Si es una lucha reaccionará mejor, porque es lo que él hace. Luchar. Que luche contra mí. Conmigo. Que me enfrente hasta que su cuerpo despierte.

Termino apoyando mi peso contra él, pegando mi cadera a la suya para aumentar el contacto, el roce, en lo que me dedico a su boca, a atrapar mechones entre los dedos o a retarlo, de alguna forma.
No es un experto, pero no está de más ver qué ha aprendido.

Reaccionar era difícil, pero sí entendía las señales. Sabía lo que significaban. Por algún motivo, le resultaban extrañas. Parecían buscar, casi, la violencia. Aquello era más comprensible para Corbin que cualquier otro contacto, pero era algo que no acababa de casarle con la situación. Era como si, a mayores de la represión, sintiera la desconfianza del descontrol.

La cadera, como esperaba, se movió. Corbin sintió el inicio del movimiento y apretó las manos que la sujetaban, asegurándose de ser él mismo quien lo terminara. No podía decir, a aquellas alturas, qué pretendía con ello, pero sentir el calor contra sí resultaba ligeramente excitante. La apretó un poco más contra su cuerpo, como si pretendiera estudiar mejor aquella sensación leve.

No podía dedicarle mucho tiempo, de todas formas. La boca era un terreno más complicado, y Alehyss estaba poniéndose exigente. Corbin dudaba que pudiera mantenerse a la altura. O, quizás, de eso se trataba. Constantemente se dejaba llevar, pero la presión de ella lo superaba. No conseguía seguir su ritmo. Al final, llegaba a resultar hasta humillante, en cierto modo. Tenía que detenerlo.

La mano derecha soltó la cadera, pero la izquierda afianzó el agarre, demostrando que seguía teniendo poder en ese punto. Mientras, la derecha ascendió hasta la nuca de ella y se aferró al pelo con fuerza, sin permitirle seguir avanzando. Y, aprovechando el apoyo de la cadera, trató de echarse él ligeramente hacia adelante. Podía ser más torpe que ella, y lo era. Más lento, también. Pero tenía más fuerza. A aquella distancia, podía dominarla con la fuerza. Y también era más directo, y eso lo hacía más agresivo. Sí, quizás fuese torpe, pero aún podía intentar intimidarla.

Quizás sus respuestas no sean las más evidentes, pero sé identificarlas. Me encargo de repetir el roce, la fricción, y aunque en parte es por despertarlo he de reconocer que también lo hago por mí. He despertado en mí misma ciertos intereses, o él lo ha hecho, de alguna forma. Es uno de esos días en los que una tiene ganas de aprovechar las posibilidades al máximo.

Cuando responde, violento, con una mano en mi pelo, siento la amenaza en sus gestos. Me retiro un poco, en parte por respeto -la última vez llegó a hacerme daño- y en parte porque me gustaría que ganase él el terreno, que me buscase, que me dominase.
Se lo dije antes de que comenzase todo, y no mentía. Sería excitante ser acorralada contra la pared, por la fuerza. Y si antes se sentía cohibido quizás se haya olvidado de eso.
Ojalá lo haya olvidado.
Ojalá me...
Me estoy descentrando.

Lo atraigo y dejo que se alce un poco con el mando, o que lo intente. La respiración ha llegado a acelerárseme, aunque sigo controlando la situación.
Tengo más ganas de las que esperaba al empezar. Quizás la espera ha sido suficiente, o tal vez hoy sea el día indicado, simplemente.

FdR- Pausa