Río

Parpadeé un par de veces, todavía sin terminar de creer lo que estaba pasando, y tuve que contenerme para no pellizcarme el brazo. ¿De verdad me estaba invitando a cenar? Traté de componer mi mejor sonrisa, aún algo ruborizada y sintiendo un cosquilleo en el estómago. Asentí.

-Sí, parece buena idea -comenté.

Me levanté y me sacudí un poco la ropa, antes de ponerme los zapatos. La verdad era que Follow estaba hoy algo raro. ¿De pronto me invitaba a cenar? ¿A compartir algo con él? ¿Y lo hacía porque le parecía divertido? ¿Sin mencionar ninguna clase de entrenamiento o sistema de cortejo? ¡¿Qué narices le había pasado?!

Alcé la vista para mirarlo, tratando de contener toda aquella maraña de preguntas.

-Bueno, y... ¿dónde quieres que vayamos?

Asentí rápidamente, casi como si me diera miedo a que se echara atrás.

-Claro, claro. Si... quieres hacer algo antes... Es decir, aún no se ha puesto el sol... -respondí, sin estar muy segura de qué quería con aquel comentario.

Sin embargo, pronto vi que no había cambiado de idea. Asentí, conforme, ante la idea del lago, y sonreí.

-Sí, el lago parece un buen sitio. Y, si es allí, prefiero ir nadando -comenté, casi riendo.

No hacía ni diez días que me había constipado, pero ya me encontraba bien y el tiempo había mejorado notablemente. Así pues, volví a descalzarme, me deshice de las capas más aparatosas de ropa y lo metí todo de cualquier manera en la mochila, para luego lanzarme con total naturalidad al agua.

-Te veo en el lago después de la puesta -me despedí, y tras esto, me sumergí y empecé a bucear.

*Se va*

Hace frío, pero no me sentía cómodo entre las paredes del palacio, así que me había aventurado a ir al río. Sin embargo en este momento estoy nervioso. Parecía una buena idea cuando salí, pero ahora... Ahora estoy solo e indefenso, y todavía tengo tan cercano el recuerdo de los secuestradores... Solo de pensarlo me dan escalofríos.
Nagorr Brumm me explicó lo que pasó. Tendría que encontrar a los guerreros que me salvaron y agradecérselo. Además, debería hacerlo pronto: no sé cuánto tardará mi abuelo en mandar a alguien a buscarme. Este no es mi lugar, desde luego.

Suspiro. Miro el agua. Está oscuro, pero la luna me permite verme mínimamente reflejado. Se me ve turbio y oscuro.
Suspiro de nuevo. Al menos aquí no hay chrysos que me pregunten todo el rato si quiero algo.

*se queda*

La temperatura había mejorado un poquito en los últimos días, y la lluvia había remitido. Después de la experiencia con los secuestradores, me sentía inundada de una energía que quería liberar, así que me pasaba los días buscando algo que hacer.

No había vuelto a ver a Nagore, a la que quería contarle lo que había pasado y agradecerle que hubiera ido a buscar a su tío para que nos ayudase. Tampoco había vuelto a ver a Follow, con el que quería cambiar impresiones del combate. Y, ya de paso, comprobar si estaba enfadado, porque no parecía muy contento cuando lo dejamos a cargo de los bandidos.

Después de haber visto a mis compañeros en aquella situación (y especialmente a Alehyss) había decidido que necesitaba mejorar aún mucho para ser de verdad útil en combate. Repasando el asunto, no tenía la impresión de haber hecho gran cosa.

De todas formas, no me apetecía entrenar propiamente, así que gastaba aquella energía que parecía sobrarme haciendo ejercicio de forma más general, y especialmente nadando. Aquella noche en concreto había decidido seguir el curso del río. Teniendo en cuenta la oscuridad, prefería bucear, ya que dentro del agua mejoraba mi percepción del espacio sin necesidad de usar los ojos.

Sin embargo, de vez en cuando necesitaba salir a tomar aire. Y fue en uno de esos momentos en que emergí cerca de la orilla y me topé con algo que no esperaba. Una cara oscura, difícilmente visible en la oscuridad, miraba el agua donde yo acababa de emerger con unos ojos de brillo extraño. Entrecerré un momento los ojos antes de reconocerlo.

-Anda, hola -saludé, tratando de mostrarme desenvuelta, aunque mi tono era un poco tímido. Después de lo que le había pasado, imaginaba que le gustaría encontrar por fin un trato amable-. Tú debes de ser el chico del otro día. Espero que te hayas recuperado bien en el palacio.

Mi visión en la oscuridad no es muy buena. Cuando veo salir algo del agua retrocedo y me tropiezo, cayendo sentado. Me cubro la cara con las manos, creyendo que quizás se trate nuevamente de alguien que viene a por mí. Corroboro que ha sido mala idea salir solo con esta oscuridad. Sin embargo, su voz me deja bastante claro que no es alguna clase de mercenario, sino una chica que nadaba.
Retiro ligeramente las manos, mirándola entre asustado y curioso. Cuando hace alusión a mí en pasado se me ocurre que quizás sea, incluso, de los guerreros que ayudaron a salvarme.
Termino de apartar las manos del rostro y asiento energéticamente, esperando que me comprenda. He dejado la pizarra en palacio, pues no contaba con encontrarme a nadie y, además, con esta oscuridad apenas podría leerse nada de lo que escribiera.

Su reacción asustadiza me tomó un poco por sorpresa, pero dada su situación, tenía sentido. Aunque la luna no me permitía verlo con claridad, su aspecto y sus gestos correspondían con los de un niño pequeño, lo que me arrancó una sonrisa. Me pregunté cuántos años tendría. Aunque recordaba que Nagorr me había dicho que tendría más o menos mi edad, parecía más bien menos.

-Soy Massen Dew -dije, acercándome más a la orilla-. Menudo susto nos diste el otro día. A mí, al menos. No tenía ni idea de qué era todo aquello. Y, si te digo la verdad, encontrarte en la cueva fue lo único que me aclaró algo, y no mucho. ¿Cómo te llamas?

Todavía no había pronunciado palabra. Me pregunté si sería un chico callado o si sería tímido. Tenía un aire de niño al que le da vergüenza hablar.

La chica sonríe. Parece amistosa. Se acerca a la orilla presentándose. Massen Dew, se llama. Es la primera vez que escucho un nombre así. Esbozo una tímida sonrisa en respuesta, asintiendo.
Sus siguientes palabras me confirman que ella fue de las que ayudó a salvarme. Parece que era de verdad mi destino agradecerles su ayuda a los guerreros, porque ya tengo aquí delante a una de ellas... Aunque, por la voz y lo poco que puedo ver de ella, no hubiese dicho (creo) que era una guerrera. No me parece mucho mayor que yo, y yo no podría haber plantado cara (de hecho, no lo hice cuando tuve ocasión) al chrysos que me capturó.

Cuando pregunta mi nombre me pongo algo nervioso. Es una pregunta bastante lógica, dada la situación, pero quizás Nagorr Brumm... No, sin duda no les debió de decir mi nombre, y ahora yo...
Miro al suelo, como si esperase encontrar algo donde escribir. Entonces tengo una idea.
Tímidamente, me acerco a la orilla y me acuclillo. Le tiendo una mano, como invitándola a darme la suya. Es bastante vergonzoso, pero más lo es el que me haya dejado mi herramienta de comunicación en el palacio... Si ya me decían que no era muy espabilado.

Ladeé la cabeza. No sabía quién era aquel niño ni qué querían hacer con él los mercenarios, pero desde luego, no parecía muy dado a facilitar ninguna clase de información. Seguía sin hablar, ni siquiera cuando le pregunté su nombre. En lugar de responder, se revolvió en el sitio, como buscando algo. ¿Qué le pasaba? La verdad era que me desconcertaba un poco su actitud.

Me sorprendió cuando me tendió la mano. Generalmente, estrechas la mano a alguien después de presentarte, pero él no se había presentado. Con algo de ceño, fruto de la incomprensión, saqué mi mano derecha del agua. Sentí el frío de la noche en las membranas, y me preocupé en replegarlas rápidamente, entre avergonzada y divertida. Entonces, tendí la mano hacia él, dispuesto a estrechar la suya.

Tomo su mano mojada con la izquierda, algo avergonzado. Pongo su palma hacia arriba, evitando en todo lo posible su contacto visual. No la veo muy bien, pero cogerle la mano a una desconocida... No es propio de alguien como yo. Extiendo el índice de la derecha y dibujo sobre su palma, una a una, las tres letras que conforman mi nombre.

"J"
"U"
"N"

Entre letra y letra la miro, interrogante, esperando a que haga algún gesto conforme me ha entendido. Es algo complicado y vergonzoso, y me temo que no funcionará con palabras mucho más largas. Por suerte me pusieron Jun, y no Massen Dew, como a ella...

No me estrechó la mano. En lugar de eso, colocó la palma hacia arriba y comenzó a trazar marcas en ella. Al principio, lo miré sin comprender. Luego se me ocurrió una posibilidad, y me invadió una oleada de pánico. Estaba... ¿escribiendo? ¿Por qué?

Aún no había dicho una sola palabra, y al preguntarle por su nombre, lo escribía. Empecé a plantearme que, tal vez, no pudiera hablar, pero preguntárselo directamente me parecía un poco violento. Sin embargo, fuera o no ese el caso, a mí me ponía en un aprieto. Había mejorado relativamente rápido en mis estudios, y me había esforzado mucho en ello. Pero aquello era diferente.

Noté cómo se me incendiaba el rostro y me acaloraba, y agradecí enormemente aquella oscuridad. Abrí la boca para explicarle... ¿qué? ¿Que aún estaba aprendiendo a escribir? ¿Que no podía entenderle? ¿Que aquello era tremendamente complicado para mí? Me mordí el labio, avergonzada. Mira que era mala suerte...

-Por favor... -murmuré al fin, entre suplicante y avergonzada-. Otra vez. Más despacio. Es... difícil...

Sus palabras son extrañas. Juraría que ya lo he escrito suficientemente despacio, pero sonrío y asiento. No tengo problema en hacerlo de nuevo. Al fin y al cabo, soy yo el que no puede hablar.
Trazo de nuevo cada letra, esta vez más lento, y esperando a que identifique cada una en voz alta antes de escribir la siguiente. Tampoco me representa ningún problema, realmente, y de todos modos no tenía mucho que hacer en este lugar.

¿Habrá entendido ya que soy mudo? Quizás deba ser lo siguiente que le diga. Mucha gente ha creído que simplemente era un maleducado, o demasiado tímido para hablar.

Con el ceño fruncido, hacía enormes esfuerzos por captar cada signo. Él escribía, yo concentraba toda mi atención en el contacto de su dedo con mi palma. Entonces, él levantaba la vista, como buscando aprobación. Le hice repetir el primer "dibujo" un par de veces antes de continuar. Finalmente, parecía que ya lo tenía, y me atreví al fin a pronunciarlo.

-Jun. ¿Te llamas así? ¿Jun?

Era un nombre curioso, nunca lo había oído. Aún así, agradecí internamente que fuera tan corto. Tres letras eran un esfuerzo más que suficiente. Traté de relajar el rostro y sonreír, tímida. Parecía que, efectivamente, no podía hablar, porque seguía sin emitir el menor sonido. O eso, o se estaba burlando de mí de una forma de lo más descarada, pero preferí no plantearme esa posibilidad.

Al fin logro hacerme entender. La miro, contento, y asiento. He llegado a pensar que no sabía leer, y me he sentido incómodo. No quisiera dejarla en evidencia. Sin embargo, parece que simplemente nos costó un poco. Es un alivio.
Suelto su mano y seco la mía al pantalón. Luego señalo a mi garganta, intentando hacerme entender. La señalo primero, luego niego.

Si hubiese luz todo sería más fácil. Eso seguro. La noche no me gusta demasiado, y además hace algo frío. Lo que me lleva a preguntarme... ¿Qué hace ella nadando? Ya es bastante raro que yo pasee a estas horas, pero meterse en el río parece bastante peligroso... Podría pasarle algo.

Teniendo en cuenta el esfuerzo que suponía (por parte de ambos, al parecer) la comunicación, fue un alivio y una satisfacción descubrir que había interpretado bien sus señas con respecto al nombre. Algo tan nimio habitualmente parecía una gran proeza con aquel pequeño. Se señaló la garganta y negó, y comprendí que no me equivocaba al pensar que no podía hablar.

Asentí con la cabeza, dando a entender que lo había comprendido. Eso lo hacía todo mucho más difícil, pero sentía mucha curiosidad al respecto. Por otra parte, me sentía un poco fuera de lugar alzando la voz cuando recibiría respuestas tan silenciosas.

Me impulsé fuera del agua y me senté a su lado. Cogí todas mis trenzas entre las manos y las escurrí en el agua. Después, rebusqué en mi mochila en busca de algo que echarme por encima. Estaba empapada, pero una prenda mojada era mejor que nada, y eso lo sabía muy bien.

Me volví hacia el chico.

-Creía que a los claritas os gustaba la luz. ¿No podías dormir?

La veo salir del agua. Aún por encima, mojada se va a resfriar. En ese caso, si se llega a poner enferma, quizás pueda ser por mi culpa, ya que soy yo el que la entretuvo. En movimiento uno no enfría, pero sentado...

Escucho su pregunta y me encojo de hombros. Me señalo, y luego señalo al palacio. Niego. Palpo el suelo y tomo una rama. La enarbolo como si fuese una espada. Tras hacerlo, vuelvo a señalarme y a negar.

La miro. Seguramente acabo de hacer un ridículo tremendo y no me he explicado nada bien, pero dudo que haya una forma buena de comunicarnos aquí y sin luz.

Observé sus movimientos, intrigada. Al principio no entendía muy bien qué quería expresar, pero en el momento en que tomó una rama y empezó a ejemplificar una especie de duelo de esgrima con el aire (o a dar palos sin ton ni son, según cada quien interpretase) creí comprender. Estuve a punto de preguntar, por si acaso no era lo que yo creía, pero me contuve. Si tenía que preguntar cada cosa que él decía, iría todo aún más despacio.

-Bueno... Pero no deberías estar por ahí tú solo. Si no sabes luchar, mejor que no te alejes del palacio... ¿O piensas irte por tu cuenta? Podrían volver a cogerte...

La verdad era que no tenía una idea exacta de lo que había dicho, así que no me atrevía a hablar en términos concretos. De todas formas, un niño solo por los alrededores del palacio no era la mejor idea; y menos un niño que no conocía los alrededores y al que acabábamos de salvar de un secuestro.

No sabía si pensaba irse por donde había venido o si estaba esperando a que vinieran a buscarlo... o si no quería quedarse pero no tenía más opción. El líder parvus parecía conocerlo, así que era probable que lo tuviera bajo su cuidado de momento. De todas formas, que se dedicara a andar solo por el río en plena noche no me tranquilizaba.

FdR.: Massen mamá

Suspiro. Ha entendido casi todo, así que no está mal... De todas formas, aunque no me guste demasiado tener a los chrysos del palacio preguntándome si quiero algo, la chica tiene razón. Incluso temía que ella fuese una secuestradora cuando salió del agua. Y si lo que voy a hacer en caso de que me ataquen de nuevo es caerme...

Es joven. Me pregunto cuantos años tendrá. No la veo muy bien sin luz y me es difícil de esclarecer, pero esa seguridad con la que se desenvuelve la hace muy diferente a mí.
La señalo y me rodeo con los brazos, fingiendo que tiemblo. Luego enarco las cejas, interrogante. Señalo en dirección a palacio.

Sonreí levemente, encogiédome de hombros.

-Vengo del sur de Aqua, del Glaciar Nevus -expliqué-. Estoy acostumbrada al frío. Aunque hace mucho que me fui, y probablemente si volviera ahora me helaría. Pero aquí es soportable.

Me colgué la mochila al hombro. Luego me levanté y me volví hacia él. Le tendí la mano.

-Pero eso no te justifica a ti, y es cierto que hace frío. Anda, ven conmigo al palacio. Parece que las lluvias han parado por unos días, así que tendrás ocasión de pasear e día. Vamos.

Realmente, me preocupaba. Me pregunté si se orientaría lo suficientemente bien como para volver solo en mitad de la noche sin perderse. ¿En qué estaba pensando yéndose a merodear por los alrededores en aquella situación? Visto lo visto, me alegraba de habérmelo encontrado.

Todo cobra sentido cuando se explica. Viviendo donde vivía el frío aquí es cosa desconocida. ¿Vendría directamente aquí tras marcharse del Glaciar Nevus? Porque si se fue hace mucho y vino aquí llevará ya bastante siendo guerrera. Seguramente que hay un montón de personas duras en este palacio.

Tomo su mano y me levanto. Luego la suelto y le dedico una sonrisa agradecida. Parece que al final salir fue buena idea. Seguro que es difícil conocer a alguien en este lugar, y más siendo un crío como yo, pero quizás ella pueda ayudarme a encontrar a los otros a los que debo agradecer el haberme salvado. Y bueno, también esta ella, pero quizás sea mejor que se lo agradezca por escrito y bien, para que lo entienda. Es una de las personas a las que debo mi vida, al fin y al cabo.

Ella comienza a caminar en dirección a palacio. La sigo.

*se van*

Telma nadaba alegre en el río, chapoteando y lanzando al aire pequeños mugiditos de éxtasis. Yo, mientras tanto, me sentaba bajo un árbol, ceñudo. Estaba lloviendo bastante en los últimos días y me sentía bastante solo fuera. Si la gente no salía habitualmente yo no podía hablar con nadie. Tenía ganas de saber si al final Zacharyas había conseguido algo, aunque tras su traición lo dudaba, y también quería ver a Inger.

Suspiré y alcé la vista, mirando las hojas de aquel árbol, que hacían de paraguas pero de vez en cuando dejaban caer alguna gota. Cuando una cayó en mi ojo me apresuré a cerrar el ojo, soltando un pequeño quejido.
Por mucho que hacía, no avanzaba. Mi nobleza estaba cada vez más lejos. Parecía que mis esfuerzos no bastaban para volver a poseerla.
Me froté la cara con la mano, para limpiar aquellas gotas.

Telma desapareció de la superficie, buceando. Luego volvió a emerger. Parecía realmente feliz, en el agua. Yo, sin embargo, no sabía dónde estaba mi sitio. Ni el castillo lo era, ni tampoco sus jardines.

*se queda entristecido*

Cuando Telma salió del agua y vino hacia mí, me puse en pie. Ambos nos alejamos del río.

*se van*

Una capa de niebla espesa cubría la superficie del agua, condensada en un área limitada. El agua estallaba en chapoteos repentinos cada cierto tiempo, burbujeando. La niebla no tardó en dispersarse, dejando ver qué era aquello que alteraba la calma del río.

Unas bolas de agua emergían del mismo, estallando contra ramas suspendidas sobre el agua o, sencillamente, deshaciéndose en el aire. Pasado un tiempo de este repetitivo proceso, emergí del agua en busca de oxígeno, aún con todas mis membranas extendidas.

Miré alrededor, en busca de posibles destrozos o de alguna presencia. Nada. Hice una mueca de disgusto. Saliendo del agua, mis hechizos, por algún motivo, eran menos efectivos que fuera de ella. Seguía creyendo que era una cuestión de hacerlos más compactos, pero eso implicaba un mayor gasto de energía.

Frustrada, alcé mi mano derecha, invoqué un aquaerum y lo estampé contra una rama baja, arrancando esta del árbol y haciéndola caer al agua con un chapoteo. Suspiré. Eso era lo que quería, pero desde dentro del agua y una mayor distancia.

Con el ceño fruncido, invoqué un nairea, cubriendo todo de niebla de nuevo, y me sumergí una vez más. Quería que la niebla durara más tiempo. Quería aguantar más tiempo bajo el agua. Quería que mis hechizos tuvieran más fuerza. Invoqué otros dos aquaerum y los lancé hacia arriba con fuerza, obcecada con mi objetivo.

Tras haber vuelto ayer a Palacio no he hecho nada. Me he pasado todo el tiempo encerrada entre las malditas paredes de Brontë sin encontrar lo que buscaba. Es frustrante, pero supongo (digamos, prácticamente, que sé) que lo que busco llegará cuando le apetezca, y seguir buscando solo lo retrasará más y más.
Así pues, cuando llego al río estoy frustrada, malhumorada y deseando acabar de una vez por todas, sin poder borrar de mi cabeza los sucesos en el pueblo, pero no puedo hacer otra cosa que sentarme junto a un árbol y pensar, asqueada, que el agua que trae este río es la misma frente a la cual me enfrenté, sin éxito, a un Jager especialmente imbécil.

Una niebla espesa cubre la superficie del agua. Es un fenómeno extraño, aunque no tanto habiendo piscis en palacio. Por tanto, alguien está practicando con hechizos. Es, de alguna forma, una buena señal. Niebla en dos direcciones. Tampoco yo seré vista.

Suspiro y mantengo mi mirada, distraída, en la cortina blanca mientras esta, lentamente, se disipa.

Mantenía mi expresión tensa y firme, casi enfadándome conmigo misma por mi falta de habilidad. Los hechizos eran buenos, pero se fundían con el agua en lugar de nutrirse con ella.

Tras una serie de disparos, que comenzó en el mismo ritmo que llevaba en mi anterior inmersión y terminó en una velocidad desesperada, con el único objetivo de descargar mi rabia, me llevé las manos a la cara, realmente furiosa por la falta de resultados.

Cuando conseguí calmarme, decidí cambiar mi táctica. Así pues, tratando de tranquilizarme, formé lentamente un aquaerum en mi mano, haciéndolo crecer muy despacio, tratando de hacer que absorbiera el agua que había en su entorno en lugar de dejarse consumir por ella. Cuando consideré que era lo suficientemente fuerte y delimitado, lo lancé con fuerza hacia arriba.

El resultado fue mejor que los anteriores, pero el dolor de mi pecho, que reclamaba renovar el aire, me impidió concentrarme en el disparo tan bien como hubiera querido, con lo que el tiro se desvió y perdió algo de su forma antes de llegar arriba. Con eso y con todo, era una mejora.

Sin querer demorar más aquello que mis pulmones pedían con tanta urgencia, ascendí de nuevo y di una fuerte bocanada. Abriendo los ojos y aún, como antes, con mis membranas extendidas, miré de nuevo alrededor. Había torcido una rama, con lo que solté un suspiro, satisfecha. No me conformaría con aquello, pero era un avance.

Por el rabillo del ojo, vislumbré una figura apoyada en un árbol que no había visto las otras veces. La miré fijamente al reconocerla. Pese a que en el camino de vuelta habíamos hablado, todavía no estaba segura de cuál era mi situación respecto a ella después de la misión.

Con una sonrisa apenas visible y algo tímida, nadé hacia ella y salí del agua. Al salir, retraje las membranas y me puse la camiseta, que había dejado en la orilla, sin preocuparme de si la mojaba. Me acerqué entonces a Alehyss.

-Buenas tardes -saludé, de pie frente a ella, quizá con más formalidad y seriedad de las necesarias.