Río

Parece que la cosa va más allá de donde esperaba. Vaya... Los acontecimientos se precipitan. Cada vez siento más que no debí haberme entrometido. Yo qué sabía de... Madre mía, joder...

-¿Habéis roto? -. Enarco las cejas, algo impresionada-. No creí que llegase a eso tan rápido... -. Bueno, tampoco exactamente. No sé. Es confuso.

Lo escucho de todos modos, callada. Se expresa a su manera, pero lo entiendo. Podría decirse que él entiende. Poco a poco aprende. Aprender el dolor debe de ser lo peor que aprendemos las personas, pero resulta necesario.

-El dolor es parte de nuestra vida -coincido, con un asentimiento-. Pero el dolor marca el disfrute, también. Si nunca has sentido una sola cosa mala, es imposible apreciar las cosas buenas. Si nunca has enfermado no sabes qué es estar sano. Todo va así. Ahora que has sentido ese dolor, también sentirás más fuerte lo contrario cuando venga -explico, encogiéndome suavemente de hombros.

Cuando menciona a la ninja alzo las cejas un momento. Mira qué bien... Otra cosa que me ahorro. Joder, voy en la llama. Qué racha.

-Entonces al final te vas con ella -menciono, con un deje despectivo en la voz-. Es lo propio. Da igual el dolor que hayas sentido al separarte de Massen. No lo tendrás en cuenta. Supongo que es tu forma de avanzar. Está bien, claro-. Por algún motivo, oigo reproche en mi voz-. Esa mujer me considera su enemiga por conocerte -explico, mirándolo fijamente-. Me dijo que te mostrase mi cuerpo y que solo si me rechazabas dejaría de ser mi enemiga. Dile que me rechazaste cuando la veas en tres lunas. No quiero problemas -gruño, de mal talante-. Sinceramente, creo que has mejorado mucho. Pero no creo que ella sea más que un ancla al pasado. Pero es tu decisión, y yo no soy nadie para objetar. Tampoco podría decir que la conozco.

Me siento molesta. Es como llevar tiempo esforzándote por algo para enterarte de que solo la estabas jodiendo y sin enterarte. Vaya frustración.

-Con el tiempo se aprende a soportar el dolor -me limito a decir, tensando ligeramente la mandíbula.

Costumbre, aguante, resistencia... No sé qué es. Pero termina llegando.

FdR-Pause

Estoy a punto de romperle la cabeza con una piedra cuando dice esa gilipollez de que quiero unirme con él. Lo que me faltaba. Una solo se comporta como un ser independiente y acaba metida en marrones que no son los suyos, me cago en la puta.

-Mira, capullo. Hay algo importante que... -. Me detengo, volviéndome hacia Brontë. Hay como muchas más luces que las acostumbradas, ¿no? Y juraría que hace un rato sonaban unos cascos que a estas horas no son demasiad habituales. El correo viene por la mañana-. Creo que pasa algo raro... Es como una corazonada-murmuro, arrugando el ceño. Tampoco sé cómo justificarlo. Le tomo la muñeca a Buscador y tiro de él, hacia Palacio-. Ven -insto, sin mirarlo.

*se lo lleva*

Lluvia observaba el agua, abrazándose las rodillas, sentada en la orilla. Llevaba un ratito ahí sentada, sin saber qué hacer, limitándose a observar y a notar cómo se le mojaban los pies. Hacía mucho, mucho calor, y había pensado que podía darse un baño, porque hacía mucho que no se bañaba, pero al verse reflejada en el agua reculó.

Desde que había perdido el ala, la aether había estado haciendo ejercicios para su espalda y yendo a la enfermería de vez en cuando. La espalda le dolía a veces, más de las que le gustaría a ella, probablemente por culpa del desnivel de peso, y por eso mismo no se atrevía a nadar. Estaba convencida de que sería incapaz de hacerlo bien, de que se hundiría hacia un lado y no quería tener ningún problema, a pesar de lo mucho que le apeteciese.

Suspiró. Al menos, pensaba, podía mojarse los pies. El agua estaba fresca y resultaba agradable.

*tras un rato, se va*

Si había un contexto en el que podía soportar la idea de las alturas, aquel era el lanzarme al agua. Si me subía a las rocas y eran muy altas llegaba a imponerme un poco, porque siempre pensaba que podía caerme hacia atrás y despeñarme, pero el hecho de saltar al agua era algo que no me daba ningún miedo. De hecho, hasta me gustaba.

Por eso no me importaba lanzarme de cabeza, sin más, dejando la mochila en la orilla. Conocía suficientemente bien el lecho como para saber dónde no me pegaría un trompazo en el mismo momento en que me lanzara al agua. Y utilizaba aquel conocimiento para sumergirme allí donde quería. Porque bucear era algo maravilloso, y lanzarse al agua y aparecer en el fondo prácticamente al momento era una de mis acciones favoritas.

Me lancé, pues, directa, extendiendo todas las membranas en el aire, en pleno salto, y aferrándome a plantas en el mismo momento en que di con el fondo. Me dediqué a arrastrarme así, agarrándome al fondo, en lugar de nadar. Al ir contracorriente, tenía que superar la resistencia del agua para avanzar, lo que implicaba hacer fuerza. Era como escalar, pero sin escalar.

Sin embargo, en aquella zona no había mucha corriente. Fruncí el ceño, acelerando el ritmo de avance. Si la corriente no oponía resistencia no había motivo para no ir rápido. Me desplacé por el fondo hasta dar con una corriente a la que enfrentarme, y entonces me dediqué a avanzar contra ella, utilizando únicamente la fuerza de los brazos para desplazarme. Requería, además, que aguantara bien la respiración y supiera cuándo salir a tomar aire, pues aquella zona no era tan tranquila como lo era en la que había saltado.

Repetí el mismo ejercicio varias veces, pero poco a poco mi capacidad pulmonar se iba reduciendo y los brazos se me volvían más y más pesados. Al final, decidí volver nadando río abajo, hasta llegar adonde había dejado mis cosas. Tras remolonear un poco más en el agua, relajada, salí del río y volví al palacio.

*Se va*

En la base de Fulmen, aquella que estaba cerca de donde él había crecido, las salas destinadas al entrenamiento eran las que estaban siempre más llenas: normalmente, cuando uno se presentaba, se encontraba con varios pares de personas, cifra que, si bien no era muy amplia en comparación con otras bases, sí era significativa teniendo en cuenta la poca cantidad de gente que el chrysos había llegado a ver en aquel lugar. La base, que había ido cayendo en el olvido, en sus mejores días guarecía a diez equipos, un máximo de treinta personas, y de esas treinta más de la mitad empleaban el tiempo practicando, por lo que siempre te encontrabas con varios compañeros en las salas; la amplitud de las salas permitía que no se interfiriese en los entrenamientos de los demás, pero siempre que Lyam había ido a entrenar había terminado por sentir una leve jaqueca, probablemente por la escasa luz, apenas un par de lámparas en el techo que sumergían la sala en un claustrofobico color pardo oscuro, y por la confusa amalgama de gritos, quejidos y conjuros. El chrysos debía reconocer, no obstante, que aquel lugar había sido donde más había aprendido, y donde había perfeccionado su técnica de combate: antes de entrar en la banda, sus movimientos eran toscos y agresivos, como si con cada golpe buscase descargar una gran tormenta, y había sido en todos aquellos combates imposibles donde se había hecho la mayoría de las cicatrices que poblaban su cuerpo; en la banda, practicando con sus diferentes compañeros, había aprendido a controlar sus emociones, y su estilo había terminado por suavizarse, por hacerse más agradable a la vista. Había aprendido cuáles eran los puntos más vulnerables del cuerpo, y también a detener y esquivar con más facilidad que antes, mejorando sus reflejos y su agilidad en todas aquellas prácticas; no eran cambios muy notorios, pues no había introducido grandes cambios en su forma de combate, pero sí eran, de alguna forma, significativos, y le habían servido de ayuda en todos los encargos en los que había formado parte.

Había, sin embargo, cosas que no había aprendido en su época en la banda. Una de ellas era nadar, y a eso mismo se dedicaba ahora el chrysos, con el collar de Alehyss en el cuello, como si fuese un seguro: si lo llevaba puesto, entonces no podía hundirse, así que podía nadar solo, sin demasiadas preocupaciones, como si llevase un salvavidas, algo que lo mantendría a flote en caso de que él no pudiese. Le resultaba agradable, de alguna forma, aquello de estar en el agua; le relajaba, aunque eso, por supuesto, era gracias al collar: de haber estado sin él, el chrysos se hubiese mantenido en tensión en todo momento, temiendo que en cualquier momento dejase de hacer pie, se hundiese y fuese incapaz de volver a la superficie, ahogándose definitivamente.

Lyam practicó durante un rato hasta que finalmente se cansó y el frío empezó a picarle la piel. Pese a todo, permaneció unos segundos más en el río, boca arriba, observando con los ojos iluminados el cielo estrellado. Luego, lentamente, anduvo hacia la orilla.

*se va*

Como siempre que hacía buen tiempo, el chrysos decidió dedicar su tarde a nadar, aprovechando así el collar que Alehyss le había prestado y que llevaba siempre puesto durante sus prácticas. Tras las lluvias de la semana pasada, Lyam había pensado que no tendría más ocasiones para practicar hasta que llegara la primavera, época en la que estimaba que no contaría con el collar de la chrysos, y tal vez por eso sintió un cierto ánimo al despertarse y ver que no llovía. El frío seguía siendo similar al de las semanas pasadas, pero hacía tiempo que eso había dejado de importarle, así que, tras desperdiciar buena parte de la mañana, salió de Palacio en dirección al río.

El río solía recordarle su último encuentro con la flamma, y tal vez por eso practicaba casi siempre en el lago a pesar de que, al final, ambos espacios resultaban ser prácticamente lo mismo. Hoy, sin embargo, nada más ver el sol decidió que iría al río en lugar de al lago. Hacía mucho que no iba, a fin de cuentas.

Tras dejar apiladas cerca de un árbol tanto la ropa y el calzado como las toallas, el chrysos, con el collar puesto, se adentró en el agua, al principio con exagerada lentitud, luego con un ritmo más normal. El agua estaba fría y, como siempre, le costaba bastante trabajo adentrarse en ella. Aquello sería, pensaba, algo que no solucionaría ni con mil prácticas. Una vez llegó a la zona en la que ya no hacía pie, el chrysos se sumergió un segundo, mojándose ya del todo, y luego, tras salir a la superficie, comenzó a nadar en un intento bastante pobre del crol tradicional.

*se queda*

Sigo el cauce del río a trote ligero, manteniendo mi cuerpo en calor pese al frío que hace gracias al ejercicio. La verdad es que salir ha sido casi doloroso, pero no me puedo permitir perder la forma solo porque las temperaturas hayan bajado. Al fin y al cabo los enemigos no aparecen solo cuando a uno le gusta, o donde uno quiere. Aunque despegarse de la chimenea no ha sido una tarea sencilla.

Ya llevo recorrido un buen trecho y estoy pensando en dar la vuelta -me sirve de lo mismo correr en círculos que hacerlo en una misma dirección y siempre es más sencillo regresar- cuando veo un poco más adelante una figura en el agua. A la distancia a la que me encuentro no es fácil diferenciar a nadie. No obstante, trotando un poco más y encendiendo los ojos pronto doy con el dueño.

Termino por bajar el ritmo. Me siento algo incrédula, admito.
Al final me detengo cerca de la orilla, observando. Ha mejorado un poco, aunque no es ningún maestro.
Vaya ánimo tiene.

Pasado cierto tiempo, ya cansado de practicar, el chrysos se detuvo, todavía en el agua, y suspiró. Se había hecho ya algo tarde, y el frío, aunque aún soportable, comenzaba a picarle en la piel. Aprovechando que estaba en una zona en la que hacía pie, se echó hacia atrás, tumbándose en el agua, dejando que el agua lo meciese. Observó el cielo, que comenzaba a oscurecerse, sin llegar a encender los ojos. Se llevó una mano al collar, rozándolo un segundo, y tras unos segundos más en los que permaneció prácticamente inmóvil, se sumergió, reapareciendo un par de metros más adelante.

Ya de pie, se pasó una mano por el pelo, revolviéndoselo primero y apartando luego los mechones que le molestaban, y luego, lentamente, cabizbajo, comenzó a avanzar hacia la orilla.

Ni se ha dado cuenta de que estoy aquí. Llego a tener el impulso de irme, quizás a modo de broma, pero al final me acerco con lentitud mientras él va saliendo del agua, metiendo las manos en los bolsillos para mantenerlas calientes.

-Veo que te has hecho un experto -comento, con una sonrisa entretenida, premisa de una bula que no llega-. Aunque hay que tener moral para desnudarse con este tiempo-. Hoy no es el peor día, de todos modos-. Cuánto tiempo, Lyam -saludo, finalmente, deteniéndome a unos cuatro metros, junto a un árbol.

No pienso dejar que me toque estando empapado. Prefiero ser previsora. No soporto la sensación helada que deja el agua cuando estás seco y hace frío.

El chrysos no vio a Alehyss hasta que hubo avanzado un buen tracho, estando ya casi en la orilla. Alzó entonces las cejas, sorprendido, y curvó un poco los labios, saludando a la muchacha con un gesto de cabeza a medida que avanzaba hacia ella, reprimiendo el deseo de abrazarse a sí mismo en un inútil intento de darse algo de calor. Hacía frío, tenía frío, y era estúpido por nadar con ese tiempo.

—Al menos no llueve —respondió, ya fuera del agua, mirando a la chrysos con los ojos tenuemente encendidos. Le sonrió—. Hola.

La observó en silencio unos segundos más, todavía con los labios curvados. Luego se acercó al lugar donde había amontonado sus cosas y cogió la toalla, cubriéndose de inmediato con ella. Y después, se volvió hacia la chrysos, acercándose un poco a ella.

—Cuánto tiempo —repitió.

Aquello era cierto.
De hecho, si hubiese estado lloviendo las probabilidades de que yo me encontrase en aquel lugar hubiesen descendido estrepitosamente, por otra parte. Era algo innegable.

-Eres incluso más efusivo de lo que recordaba -comento, irónica, cuando saluda. Aunque, sinceramente, es lo mejor. Un abrazo sería para matarlo, ahora mismo. Al menos ha sonreído. Qué consuelo-. ¿Nadas a menudo o te has enterado de que había regresado y estás haciendo como que has aprovechado el amuleto todo este tiempo?

Es evidente por su forma de nadar que ha mejorado, pero si no hiciese ese tipo de comentarios no me sentiría del todo como yo misma.

El chrysos rió con suavidad.
Igual había sonado seco de más, pero se alegraba de verla. De verdad. La miró. Luego, esbozando una sonrisa jocosa, se acercó más a ella, estirando un segundo los brazos.

—Puedes abrazarme, no te contengas, por favor.

Bajó los brazos, negando suavemente, cubriéndose de nuevo con la toalla. Pese a la ironía de la chica, el chrysos estaba convencido de que, si la tocaba estando mojado como estaba, Alehyss le pondría una muy mala cara. Él haría lo mismo, a fin de cuentas.

—Seré sincero: me he enterado de que volvías y llevo nadando aquí todo el día, esperando a ver si pasabas. —Asintió—. Me alegra de que lo hayas visto. Así mañana podré quedarme en cama todo el día.

Le sonrió.

Enarco una ceja, sin borrar la sonrisa. Llego a sacar una mano del bolsillo, extendiéndola hacia él, dándole un par de palmadas en el brazo, como consuelo. La seco enseguida en mi propia capa antes de volver a ponerla a cubierto.
No vamos a jugar a mojarme. Ni un poco. No pienso hacerlo hasta que me tome un baño caliente más tarde, por la noche.

-Eso pensaba -respondo, asintiendo-. Pero no te preocupes, aunque hagas hoy como que te esfuerzas mañana seré igual de estirada. Esto no te ha servido de nada.

Sigue mi buen humor. Es agradable ver que a veces dura.

-¿Qué tal todo? -inquiero, ahora más en serio, mirándolo.

El chrysos, al ver la respuesta de Alehyss, volvió a reírse, a la vez que negaba suavemente.

—Está bien, está bien. —Sonrió. Luego llevó él su mano derecha, que solo estaba un poco húmeda, al hombro derecho de la muchacha, presionándolo suavemente. Lo apartó al instante—. Bienvenida.

Se llevó esa misma mano al pelo, echándoselo hacia atrás. Le había crecido un poco en los últimos meses, pero todavía no resultaba un completo incordio. Tenía, no obstante, que ir pensando que pronto tendría que cortarselo.

—¿En serio no ha servido de nada? —Chasqueó la lengua—. Maldita sea. —Alzó las cejas—. ¿Hay algo que pueda hacer para que mañana no seas igual de estirada? ¿O debería ir asumiéndolo de una vez?

Sonrió de nuevo.
Al escuchar la pregunta de la chrysos, se encogió levemente de hombros.

—Bien. —Asintió—. Bien. He visto a la líder piscis un par de veces, pero todo bien. —Ladeó un poco la cabeza hacia la derecha—. ¿Qué tal tu viaje?

"Bienvenida". Suena extraño. He escuchado eso no hace mucho, al volver a casa, y ahora aquí. Da la falsa sensación de que soy muy pupular, de alguna forma. O echada en falta por muchas personas.

-Ir asumiéndolo es lo mejor -indico, con asentimiento, innecesariamente seria-. Creo que es de esas cosas que no pueden cambiarse. No se puede luchar contra ello.

Aunque yo no soy ,mucho de resignarme. De todos modos, por supuesto, no es más que una broma. No debo tomármela en serio yo misma tras hacerla.

Él tampoco menciona nada increíble. Parece que, efectivamente, no ha saltado una torre por los aires, o algo semejante. O todo el mundo se ha puesto de acuerdo para ocultármelo, cosa que es improbable, seamos sinceros.

-¿Has visto a la líder piscis? -repito, mirándolo fijamente, añadiendo el tono interrogativo a su pregunta. Quizás esa afirmación guarde algo interesante. Soy una chica curiosa-. Ha sido cansado, pero la verdad es que no me puedo quejar. No estaba segura de cómo echaba de menos algunas cosas hasta que me encontré frente a ellas.

El encargo de Madame bien. Pero eso no lo debo decir en voz alta. Aunque ella no esté aquí, en Brontë. Por precaución.

Asintió, fingidamente serio.

—Entiendo. —Alzó las cejas—. Creo que me llevará algo de tiempo asumir esta derrota, pero creo que lograré asumirlo. Veremos. Te mantendré informada.

Sonrió.
Ahora mismo se estaba muriendo de frío. Intentaba que no se le notase en la cara, pero lo cierto era que se estaba helando. Por encima del hombro, observó el montón de ropa, que estaba a un par de metros de él. Luego, al escuchar a Alehyss, volvió a mirarla, sonriendo de nuevo.

—Me alegro de que todo fuese bien en casa, entonces. —Clavó sus ojos en los de la chrysos, y adoptando un tono más serio, añadió—: Vi a la líder piscis antes de salir de la enfermería y ayer. Quería que le diese algo de información sobre... Ya sabes qué. —Se encogió de hombros—. Pero todo está bien ahora mismo.

Salvo el frío que tenía, eso no estaba de ninguna manera bien. Por eso, cuando terminó de hablar, se alejó un poco de la muchacha, sin llegar a darle la espalda.

—Perdona un segundo. Me estoy helando. Voy a... —Con la cabeza, señaló el montón de ropa—. Secarme un poco y vestirme. —Se rió un poco, suave—. Hace frío, ¿sabes? No es que quiera ignorarte.

Se alejó de ella, secándose mientras avanzaba hacia la ropa.

Estoy segura de que lograrás asumirlo.

Asiento una vez más a sus palabras. La verdad es que puede sonar frívolo decir que yo también me alegro de cómo fueron las cosas. lo que se dice siempre. Pero es que es cierto. No creí que fuese a resultar una experiencia tan positiva.
Aunque no debo obsesionarme con ello. Al final tenía ganas de volver. Supongo que la discusión con Anthom hizo más fácil esto último. Todavía recuerdo su tono hiriente y casi creo que me podría poner de mal humor solo de pensar en ello.

Me pongo algo más seria cuando vuelve a mencionar a Blues Splash. Supongo que era de esperar, de algún modo, pero dice que todo está bien. Suena un poco a "no va a estarlo próximamente", pero de momento no quiero meterme en eso.

-Oh, por supuesto -concedo, cuando decide que quiere vestirse-. Yo lo hubiese hecho ya hace rato. Una parte de mí se preguntaba por qué no lo hacías.

Lo sigo con la mirada mientas se aleja, esperando a que se encargue. La verdad es que incluso yo tengo algo de frío por haberme parado, y eso que no he salido del agua.

Mientras se vestía de espaldas a la chrysos, la escuchaba, sonriente.

—Porque estaba recibiéndote. Educación o algo así, yo qué sé.

Con lo fácil que hubiese sido decir solo hola, pensaba. Así se hubiese ahorrado el frío.

Cuando terminó, se volvió hacia la muchacha. Todavía tenía el pelo húmedo y varios mechones seguían pegándose a su cara, pero estaba mucho mejor que antes. La ropa, ese gran invento.
La miró en silencio unos segundos. Luego se acercó a ella. Sonrió.

—Completamente seco.

Y sin esperar respuesta, tiró de ella, de sus brazos buscando acercarla a él, y la abrazó.

—Repito el bienvenida.

Ahí se demuestran las prioridades de cada uno. Su prioridad es recibirme, ser educado. Mi prioridad es no tener frío. ¿Soy egoísta o solo tengo un gran instinto de autoconservación?
Diría que ambas.

Espero a que termine de vestirse en silencio, cambiando de peso el cuerpo un par de veces. Me siento inactiva por haber parado tan de repente, pero yo también tengo educación y no voy a aprovechar que me ha dado la espalda para irme corriendo y seguir mi entrenamiento.

Me atrae hacia sí, entonces. Me abraza.
Llevamos ya un buen rato hablando como para dar ahora el abrazo de bienvenida. De todas formas me dejo acercar y  rodeo su espalda con el brazo izquierdo, asiendo un pliegue de su capa, afianzando brevemente el contacto.

Me aparto suavemente al cabo de un par de segundos, enarcando las cejas un instante, ladeando la sonrisa.

-Está bien estar de vuelta -admito-. Se me ha hecho extraño pasar tanto tiempo fuera. Me siento aliviada, en parte. Casi diría que me siento más en casa aquí que en casa.

Será, también, porque mi casa llevaba sin ser mi casa varios años ya cuando vine.

La estrechó con fuerza un segundo, aflojando el agarre al instante, y cuando finalmente se separaron, le sonrió, con la cabeza ligeramente ladeada hacia la izquierda, con los ojos fijos en los de ella. Escuchó en silencio lo que decía, sin apartar la mirada, ensanchando la sonrisa a medida que ella hablaba. De alguna forma, él podía entenderla, y hasta podía decir que se sentía de forma semejante. No exactamente igual, pero sí parecido. Aunque a diferencia de ella, él no tenía ningún otro sitio al que poder llamar hogar. Durante tiempo su hogar había sido el lugar donde Dena estaba, pero ya no estaba con Dena y él había descubierto que no la necesitaba a su lado realmente, no para estar bien consigo mismo. Le había costado, pero al final había comprendido que le bastaba con que estuviese bien, fuese donde fuese.

—Puedo decir que entiendo lo que dices, y que puedo sentir algo semejante —admitió, en un murmullo. Sonrió—. Pero está bien que en casa todo esté bien, supongo. Siempre puedes volver si esto acaba por perder su significado.

Niego un momento, volviendo la vista hacia el agua del río, como si esperase que saliese algo de pronto de ella. Evidentemente, no pasa.

-Si esto perdiese su significado buscaría un nuevo sitio al que ir. No creo que pueda volver allí más que de visita. Ver a la gente fue muy interesante, pero al mismo tiempo me sentí como si fuese... -. Lo miro, buscando una palabra que me valga- parte del pasado. Es nostálgico, es como lo recordaba, pero yo no soy como recordaba. Ya no encajo allí, de alguna forma.

Supongo que decirlo así está bien. Pese a todo, no me arrepentiría de volver, claro. Pero no creo que sea una opción hacerlo. No va a volver a ser mi casa, supongo.

Me estiro un poco, perezosa.
Mañana, sin falta, entrenaré en serio.

La escuchó en silencio, atento. También podía entender lo que decía Alehyss ahora. No hacía mucho, tal vez dos años, él mismo había vuelto a la zona donde había crecido, y no había sentido que formase parte de aquel lugar. Aunque, de nuevo, sus circunstancias y las de la muchacha eran diferentes. Él ya entonces no había sentido que la experiencia fuese agradable, y estaba convencido de que no solo no tenía interés en volver de visita, sino que dudaba que pudiese hacerlo. A fin de cuentas, ¿acaso le quedaba algo en aquel sitio? No.
Cuando Brontë perdiese su significado no sabía qué haría, pero sí sabía que no volvería a aquel lugar. No había nada allí para él.

—También puedo entenderlo. —Le sonrió—. Y compartirlo, aunque no creo que nuestras circunstancias sean las mismas. —Desvió un segundo la vista al agua, observando su movimiento durante unos segundos. La miró de nuevo.—. ¿Tienes alguna idea de a dónde irías si esto perdiese su significado?

O cuando lo pierda, pensó.
Nada era eterno, a fin de cuentas.

Asiento, de acuerdo con él. Creo que tenemos circusntancias diferentes, no hay duda. Supongo que podría decirse que yo tengo más a lo que aferrerme.
Su pregunta me hace dudar un instante. Es una buena pregunta, de alguna forma. No lo he pensado demasiado, aunque tengo algunas ideas.

-No sé si iría a la ciudad a buscar algo que hacer o si seguiría dedicándome a este tipo de vida. Sinceramente, no sé si llegado este punto podría dedicarme a algo que no fuese... -. ¿Luchar? No exactamente. Y bueno, hay otro punto-. Además, aunque Brontë dejase de existir seguiría debiéndole lealtad a madame Desmarais, así que, en mi caso, supongo que tengo más por delante que muchos.

No puedo irme sin más. No puedo rendirme sin más y cambiar de vida.
Las cosas son cómo son. No me siento muy amargada ahora mismo, pese a todo.