Río

No tenía muy claro si pretendía responderme o consolarme. Quizás esperaba respuestas más específicas. Alguna anécdota, quizás. Tampoco iba a insistir, de todas formas. Con una idea me llegaba. A fin de cuentas, no debía preocuparme cuál fuera la visión. O eso creía. Mi deber era mejorar esa idea que otros tenían de nosotros, fuera cual fuera. Aunque una referencia siempre ayudaba, claro...

-Supongo que hay que seguir trabajando. Aunque, personalmente, no me gusta demasiado colaborar con otros ejércitos. El ambiente no es el mismo que cuando trabajo solo con guerreros. Los soldados están en otro ambiente, supongo -comenté.

Me mojé la cara y me eché el pelo hacia atrás. Me estaba quedando fría, de tanto estar en el sitio. Sacudí la cabeza y sonreí a mi compañera.

-Creo que voy a nadar un poco más. Espero que no pienses que abuso... Aunque no estarías del todo equivocada. Encantada de verte, Anna.

Después de un último vistazo al... ¿pájaro?, le dediqué un gesto de despedida y me sumergí en el agua de nuevo.

*Se va a nadar*

Encadeno movimientos, atacando al aire con la misma intensidad que si hubiese un enemigo real frente a mí. El sudor me corre a los lados de la cara, pegando los mechones más cortos a la piel, y tanto mi respiración como la expresión que tengo muestran una mezcla entre concentración y rabia.
Aún no nos han explicado qué ha sucedido exactamente, aunque los rumores viajan rápido entre el servicio y los guerreros. Más tarde iré a ver a Massen para preguntarle qué ha pasado, cuando haya descansado. A estas alturas las cosas se han calmado lo suficiente.

No puedo dejar de pensar que tengo que estar preparada. Hay guerreros heridos, y ahora somos vulnerables. Si yo buscase un momento para atacar, ¿sería ahora? La gente está más alerta, pero tenemos menos efectivos.

Sigo enfrentándome al aire, esperando no tener que hacerlo contra alguien que decida atacar.

*fin de escena*

No has necesitado nada para acostumbrarse a sobrevolar el bosque. Es una sensación maravillosa. El sol, sobre ti, te destaca por encima del verdor del bosque, como un símbolo de belleza y libertad. Ni una nube, ni una sola. Ni siquiera se atreven a importunar una escena tan maravillosa como la que eres capaz de crear.

Inspiras hondo, feliz ante la posibilidad de vuelo. Sin embargo, tienes más que hacer, y no debes menospreciar tus habilidades en tierra, que son igualmente loables y merecen de tu atención. Buscas una zona en la que los árboles no vayan a impedir tu aterrizaje, y el río, brillante y cristalino, parece querer reclamarte como una joya reclamaría el contacto con tu piel. Te diriges hacia allí, planeas y bajas con aleteos suaves como la seda, con tu natural elegancia.

Acabas por posarte sobre una roca con gracilidad solo propia de ti. Sacas una jabalina de tu carcaj y la equilibras, demostrando tu perfecta experiencia, antes de lanzarla contra un tronco, donde se clava firmemente. Con movimientos fluidos, como si de un baile se tratase, vas extrayendo tus proyectiles uno tras otro, lanzándolos con admirable habilidad.

*Entrena flojito*

Hace un día considerablemente bueno, teniendo en cuenta los que ha habido últimamente, y por tanto lo aprovecho. He adelantado un poco en las corazas últimamente, pero eso se traduce en menos entrenamiento, y de alguna forma no consigo encontrar el equilibrio que mezcle mis labores como costurera con las de guerrera si le sumo, además, los cuidados de Lino y una vida social en Brontë.

En mi paseo junto al río es donde encuentro más acusaciones contra lo que hago. O, más bien, lo que no hago. No puedo evitar un pequeño sobresalto al escuchar el sonido, que ubico pronto después. Y apenas un par de segundos más tarde veo a Curtis.
Lino me sigue de cerca, pendiente, aunque ya no es tan asustadizo como antes.

Me detengo a contemplar a Curtis con curiosidad mientras lanza proyectiles No sé ni si me habrá visto, pero no quiero interrumpirla.

Tras cada lanzamiento, una nueva jabalina. Las alas son una auténtica ventaja a la hora de encontrar la posición desde la que disparar, y no tienes intención de desaprovechar algo que es parte de ti. Cuando te giras, buscando un nuevo objetivo, al tiempo que extraes otra arma, una figura llama tu atención y te detienes en postura arrebatadora, gloriosa.

Ni el ejercicio es capaz de menguar tu belleza, sino que realza otros rasgos de ti. La sonrisa que diriges a la chica es radiante, como tú lo eres. La saludas con un gesto elegante, y aleteas para dejar tu posición y acercarte a ella.

-Buenas tardes, Anna -saludas con tu melodiosa voz-. Y tan buenas, ¿no lo crees?

Habiéndote visto, la pregunta es retórica.

FdR-Pausa

Sonríes suavemente, encantadora. Le tiendes entonces una de tus preciosas jabalinas para que la estudie, si es eso lo que quiere. Desde luego que son especiales y sorprendentes. Son tuyas, después de todo. Tu originalidad no tiene límites, ni siquiera en ese aspecto.

-Reconozco que yo tampoco he visto a nadie usarlas por aquí -informas, pensativa-. Supongo que cada uno tiene sus métodos. Las jabalinas desde luego, son eficaces, pero hay que saber usarlas.

A ti, en particular, te dan un aspecto hermoso y terrible. Coinciden con lo que tú eres y con tu personalidad. Como tú, son dardos precisos y letales, elegantes y directos. Sí, no escogiste al azar cuando decidiste llevártelas contigo.

Por la delicadeza con que trata el arma, se nota que ha comprendido la analogía que tiene contigo. Siempre te ha parecido que, pese a que en su aspecto no se refleje, la chica tiene bastante buen ojo para determinar el valor de las cosas. Es algo que reconocerle, sin duda.

-Están hechas a mi medida -explicas con tranquilidad, sin dejar que en tu voz musical se cuele más que el orgullo justo, el que corresponde a la situación y está justificado.

Su pega no te parece que tenga sentido. Esperas no tener que enfrentarte a diez enemigos tú sola, al menos. Y, en su defecto, siempre puedes valerte de otras habilidades. No todo va a ser tu letalidad, por maravillosamente estremecedora que resulte.

-Bueno, diez deberían ser suficientes para no pasar apuros, teniendo en cuenta mi puntería -explicas con encantadora paciencia-. De todos modos, Brontë me lo hará saber si estoy equivocada. Hacerse con más jabalinas no debería ser complicado.

Vaya. Desde luego, sabrá de agujas, pero de jabalinas no tiene mucha idea. Te quitas el carcaj para mostrárselo, y le indicas que se fije en el fondo. Después de todo, si no sabe de qué habla, tú estás ahí para iluminar su camino. Y, en todo momento, mantienes una sonrisa dulce.

-Las jabalinas se clavan en el fondo, y así van sujetas. Como son ligeras, el peso no las tira -. Están perfectamente diseñadas para una perfecta luchadora.

Vuelves la vista al pequeño, que también quiere tu atención. Esas alas, esas plumas... Te envidia, desde luego. No hay ninguna duda. Pero es probable que te admire, también. Que sueñe, en su pequeña cabeza de pájaro, con llegar a ser tan majestuoso como tú algún día.

-No hace tanto que puedo hacerlo -explicas, aleteando con suavidad-. Un hechizo lo impide. Me han dado un amuleto para que el hechizo no me afecte. Era una pena desperdiciar una habilidad así por estar dentro del recinto de protección.

Y nadie quiere que la desperdicies. Ni siquiera esos parvus envidiosos.

Su torpeza hace todavía más evidente su ignorancia. Pero bueno, no era una ignorancia sutil, así que tampoco es un hecho tan grave. Y tú, su nueva maestra, le has abierto los ojos. Te admirará todavía más por ello, claro. Debes tener cuidado o acabará persiguiéndote a causa de un amor enfermizo e imposible de evitar.

-Bueno, supongo que si no es a clase de armas que utilizas -concedes, siempre tan apaciguadora-. ¿Cómo combates tú?

¿Espada? ¿Dagas? Tú sabes bastante de armas, aunque tengas tus especialidades. Tu pasado te ha enseñado muchas cosas, a fin de cuentas. Te preguntas si ella será capaz de sorprenderte.

Ríes con suavidad. Era tan insoportable para ti como para ellos, y ambas lo sabéis, pero concedes su discreción.

-Iba al pueblo todos los días para ejercitarme un poco. Estar en tierra todo el día... puede resultar cansado -explicas, a sabiendas de que ella ya sabía de tus incursiones en la pequeña población.

Pobrecilla. Es cierto que no es la gran cosa, pero ser insegura no le hace ningún bien. Tendrás que alentarla a seguir tu camino. Quizás así se redescubra.

-¿Un escudo sirve como arma? Parece más bien una buena protección -puntualizas, siempre manteniendo un tono suave-. Ah, la magia es compleja, pero puede llegar a ser maravillosa. Es un buen camino que seguir.

Aunque no es una opción tan maravillosa como la tuya. Nunca has prestado mayor atención a tu magia, pero solo porque no has querido. Después de todo, cuando la gente ve magia tiende a ignorar a quien la produce. El mago queda eclipsado por su truco. Sí, quizás eso coincida bien con ella.

Ya está fantaseando con ser tú. Eres demasiado digna de admiración para su propio bien.

-Bueno, te da ciertas libertades, desde luego -concedes.

¿Golpear con el escudo? No puedes decirle que es vulgar y ordinario, porque no es que sea algo poco original, pero... no eres capaz de imaginártela haciendo algo tan bruto. Parecía más delicada a simple vista. ¿Qué clase de golpes se dan con un escudo? Suena sucio y aparatoso...

-Bueno, la práctica y la experiencia siempre ayudan -aceptas, consciente de que es una gran verdad-. También te ayudarán a ti.

Su disculpa no consigue evitar que te alarmes. Más bien al contrario. ¿Típico? ¿Ha dicho típico? ¿Cómo puede hablar de un rasgo tuyo como típico? Si eres única, especial, inigualable... ¿Cómo puede considerarte típica y decirlo con tanta frivolidad?

Tratas de contener un escalofrío.

-De hecho, sí, vengo de allí -confirmas, insegura de tus orígenes de pronto. Tratas de recuperar la compostura-. Es un lugar maravilloso. ¿Has estado alguna vez? Cuando vivía allí, recorría las islas constantemente. Al final, supongo que se me quedó pequeño y eso me hizo venir aquí. ¿Y tú? ¿Eres de aquí, Fulmen?

Si tú eres típica, ella no va a ser menos, seguro. Solo faltaría.

No insistes más. Debe cavilarlo ella misma, a fin de cuentas. Te centras en lo que dice a continuación, que parece más interesante. Es como si viese en Ventus una representación de ti. Quizás la timidez le impide declarar directamente lo que le haces sentir, y utiliza el continente como excusa. Dejas que se exprese sin atosigarla. Necesita hacerlo con libertad, acostumbrarse a ello, liberarse y compartir los sentimientos que la ocupan.

-Acabarás por tener la oportunidad, seguro -la consuelas, tan dulce y entrañable como siempre-. Quizás está más cerca de lo que crees. Las sensaciones que dan las cosas no se corresponden siempre con la realidad.

Eres tan buena con ella... Pero sabes que, después de todo, lo merece. Todos merecen sentirse atendidos por ti, a fin de cuentas.

Ha sido un día duro, o los últimos lo han sido, y siento el cuerpo algo cansado, lo que me resulta agradable. En este caso cansancio es sinónimo de relajación, y me puedo permitir dar un paseo junto al río, aprovechando el buen tiempo y sin sentirme culpable. Creo que he cumplido mis objetivos recientes, y eso significa que aunque las cosas estén algo difíciles no he de sentirme tan presionada. Hacer lo que uno puede no significa hacer más de lo que uno puede. Si me llevo al límite y no puedo luchar en caso de emergencia no sirvo, pero ahora mismo me siento en forma, y eso es de lo más satisfactorio.

Estiro los brazos suavemente, hacia arriba.
Ojalá no llegase el otoño. Como siempre, as lluvias que hemos visto no habrán sido más que un avance.

*pasea*

La temperatura del río había bajado en los últimos días. Corbin, no acostumbraba a nadar contracorriente, pero aquel día no podía dejar de plantearse que no era una mala idea. Después de todo, estaba poniendo a prueba su resistencia contra el frío, y más lo haría si continuaba haciendo aquello en invierno. Por otra parte, aquel ejercicio suponía un esfuerzo que podría serle muy útil para fortalecerse. Por no hablar de la posibilidad de aumentar su capacidad pulmonar.

Que, de todos modos, seguía siendo normal. Corbin se vio obligado a emerger y tomó aire, pero al momento se dio cuenta de que no estaba solo. Invocó un ebrain aitchbrëa para cubrirse mientras preparaba sus defensas, y fue entonces cuando se dio cuenta de que se trataba de Alehyss. Se relajó un tanto y nadó hacia la orilla.

-No sabía que eras tú -confesó, casi a modo de disculpa.

No me da tiempo a ver nada. En cuanto giro la cabeza hacia el sonido me siento cegada. Qué oportuno.
Enseguida he dado un paso atrás, impulsándome, y mi cuerpo adopta una posición defensiva, alerta, tensa, sin que se lo haya ordenado. Estoy en forma, pero ciega sigo siendo menos útil de lo que querría.

La voz me llega antes de que mi vista regrese. No puedo sino esbozar una sonrisa irónica, y relajo un poco el cuerpo, aunque ahora no puedo deshacerme de la adrenalina. Dejo ir un resoplido entretenido.

-Primero actuar, luego preguntar; no es un mal procedimiento -me limito a decir, moviéndome un poco.

Estoy inquieta. La adrenalina se me ha disparado.