Río

Corbin llegó a la orilla y se impulsó para salir del agua, sin preocuparse de estar chorreando. La reacción de Alehyss había sido rápida. De haber estado él en tierra, probablemente no le habría servido de mucho. De todos modos, Corbin apreció los avances en lo que habían comentado la última vez. Después de todo, ella era más rápida, por más que estuviese ciega. Si se movía y preparaba para defenderse, ganaría algo de tiempo.

-Es el correcto -confirmó, seguro-. No puedo dejarme acechar por cualquier sombra. Las prevenciones nunca sobran.

La reacción de Alehyss había sido adecuada, sí, pero la intención de Corbin, en principio, no había sido atacar, sino defenderse. Si alguien lo esperaba fuera del agua, le convenía, en todos los casos, cambiar las tornas a su favor. Una vez supiera a qué se enfrentaba, podría preparar su contraataque. Era una cuestión muy simple, en realidad, y no tenía vuelta de hoja.

Lo observo cuando sale del agua, aún con la mirada algo borrosa, como si siguiese habiendo un exceso de luz en ella. Aunque no tarda demasiado en acostumbrarse a la luz natural. En cuanto a mí, escucho lo que dice, aunque prestando atención a su cuerpo un segundo de más antes de elevar la vista a sus ojos.
Desde luego, es el correcto.

-A tu lado no hay nada que temer, eh -comento, con un deje burlón que no espero que capte. Es un halago, de alguna forma, aunque también pueda interpretarse como lo contrario-. Además de a ti -añado. Es lo más peligroso, supongo. Pero si está de tu parte-. Justo había pensado en darme un baño y no estaba segura de si me apetecía -añado, volviendo a descender su torso, con gesto curioso, prácticamente-. ¿Dirías que está como para meterse dentro? -inquiero, ladina.

Claro que sí. Él acaba de salir de ella, privándome de la vista. Pero me ha dado algo bueno que ver a cambio.

Corbin asintió, convencido.

-Ese es mi objetivo -afirmó.

Aunque, en realidad, le importaba poco el peligro que tuvieran otros a su lado. No acababa de acostumbrarse a proteger algo que no fuera su propia integridad. De todos modos, mantener un entorno seguro nunca estaba de más, y menos si era a causa de sus propias capacidades.

Corbin la observó con cuidado. No le pasaba por alto su tono, pero no acababa de decidir cuál era el significado oculto de sus palabras. Lo imaginaba, pero más por costumbre que por comprensión.

-Está fría -declaró-. Pero es soportable.

Estoy segura de que su objetivo no es protegerme ni a mí ni a nadie. Lo sé. Pero resulta interesante ver esa seguridad en su asentimiento, esa firmeza. Deja patente lo que es en cada palabra o gesto.

Enarco la ceja derecha y dedico una mirada fugaz al río, que sigue donde siempre. "Fría", no me sorprende. Es algo de esperar. Hace bueno, pero no tanto. Sigue echándome un poco hacia atrás. Aunque creo que me sentaría bien.
Quizás si hubiese venido algo antes...

-¿Te apetece nadar un rato más? -inquiero, asiéndome un momento la camiseta, como si fuese a quitármela. Pero no lo hago-. ¿O ya has acabado?

Para él no tendrá ningún interés, bien pensado. No es que disfrute demasiado ese tipo de actividades triviales en compañía.
Yo tampoco, ahora que lo pienso.

La pregunta lo hizo darse cuenta de lo bruscamente que había interrumpido su entrenamiento. Frunció ligeramente el ceño.

-En realidad, no sé por qué he salido -admitió.

Quizás hubiera sido una cuestión unida al instinto defensivo. Después de todo, si Alehyss no hubiera resultado ser Alehyss, sino un enemigo, estar en el agua lo habría dejado en desventaja. Sabía que, de haber sido el caso, habría salido tan rápido como hubiera podido. A falta de otra, se dio por satisfecho con su línea de pensamiento, y la aprobó como una explicación válida.

Es una buena respuesta. Termino lo que empecé, quitándome la camiseta, y la dejo sobre una roca. Ladeo un poco la cabeza y me acomodo el pelo sobre el hombro derecho. No es que vaya a servir de Mucho. La brisa fría me arranca un pequeño estremecimiento, y enseguida se me eriza a piel.
La verdad es que no parece la mejor de las ideas. Pero...

-Vamos entonces -le digo, empezando a quitarme los pantalones-. Antes de que me arrepienta.

Ya con la ropa aparte cuesta convencerse más de ello. Me acerco a la orilla, mirando un momento a Corbin. A él, ya mojado, le costará menos entrar. Yo hasta me lo estoy replanteando.

-Tú primero -termino por decirle, torciendo una sonrisa algo tensa.

Corbin no tenía muy claro si pensaba meterse ella en el agua o proponer un plan alternativo, pero no tardó en averiguarlo. Observó cómo se desnudaba, y asintió a su propuesta. Aunque, por algún motivo, Alehyss no parecía convencida.

Corbin, por su parte, no tardó en aceptar su invitación. Saltó al agua de cabeza, sin más miramientos. En un momento asomaba de nuevo la cabeza, moviendo brazos y piernas para mantenerse donde estaba.

Miró alrededor, buscando a Alehyss.

No duda. De hecho, yo tampoco lo hago, aunque he de decir que mi cabeza no deja de lanzarme alguna que otra alerta. Al final salto tras él, ágil, y mi cuerpo entra de una vez, sin apenas salpicar. El escalofrío que me recorre dentro del agua queda camuflado completamente por esta.
Buceo y emerjo a un par de metros de él, tomando aire con la boca, abriendo los ojos al llegar fuera. He iluminado un poco mi cuerpo, y es extraño ver el brillo a través del agua.

Esbozo una sonrisa tensa y me acerco un poco a él. Por ahora siento algo de frío, pero el movimiento lo hace llevadero, y pronto solo será fresco.

-No suele gustarme mucho el agua -comento, dando un par de brazadas para luchar contra la corriente, para evitar que me arrastre.

A Corbin no le costó encontrarla. A fin de cuentas, apenas había luz, y la que emergía de su cuerpo era difícil no verla. Podía parecer una estupidez, pero a Corbin le pareció interesante. La miró un momento, pensativo. Entonces se le ocurrió lo poderosa que debía ser en el agua.

Nadó con ella, enfrentado a la corriente.

-Últimamente nadie lo diría -respondió.

No era solo que se hubiera lanzado al río. La última vez, Corbin la había encontrado saltando la cascada. Corbin sabía que enfrentarse a lo desagradable era importante, y por algún motivo, le satisfacía ver que Alehyss lo hacía.

Dejo ir un resoplido divertido, mirándolo de reojo.

-Supongo que teniendo en cuenta nuestros últimos encuentros... -comento.

Me introduzco en el agua, buceando un poco. Bajo la superficie la corriente es un poco más suave, y es más fácil nadar contra ella. Al final mantenerse en el sitio es un problema, pero no siento que mi cuerpo pese demasiado ni teniendo el agua en contra, y al estar bajo ella, sin el viento acompañando, siento menos frío.

Cada raza tiene sus puntos fuertes. El mío es brillar. No dudo de su utilidad. Es muy útil, desde luego. Pero contar con la de un piscis en el agua, o con la de un aether en el aire... sería magnifico. Aunque eso me llega a hacer pensar en aquel monstruo que se enfrentó a nosotros en Ignis, haciéndose pasar por Prosper: la primera y única vez que vi dos poderes diferentes en un mismo ser.
No es un precio que esté dispuesta a pagar.

Salgo del agua algo más adelante, y el aire que respiro se me hace especialmente fresco. Dejo que la corriente me arrastre sin oponer mucha resistencia, poniéndome deliberadamente en la trayectoria de Corbin. Es como un juego, nada más. Aunque bastará una brazada para que se aparte, algo en mí fantasea con que haga algo un poco más sexy.
Lo cierto es que a veces me sorprendo pensando ese tipo de cosas, como si volviese a ser una cría. Al final lo de mis instintos va por rachas, aunque nunca llegó a estar extinguido por completo, creo.

-Realmente no hay muchas cosas que me gusten -le digo, no como confesión, sino como comentario, bajando algo el tono.

FdR- Pause

Corbin no tardó en centrarse de nuevo en su lucha contra la corriente. La luz de la chrysos le permitía controlar sus movimientos a pesar de la oscuridad, además de distinguir algo en su entorno. Vigiló a la chica, analizando sus capacidades, especialmente en relación con las propias. Mientras ella buceaba, él se dedicó a nadar, forzando sus capacidades para obtener los mejores resultados.

Tuvo que detenerse cuando vio que la chrysos, que había dejado de nadar, era arrastrada contra él. Trató de mantener su posición y la bordeó suavemente cuando pasó junto a él, estudiando los movimientos de ella. Desde luego, si no le gustaba el agua no era por la falta de control, o eso parecía.

-Qué problemático -respondió a su comentario, sorprendiéndose con lo que él mismo decía.

Quizás Falace tuviera razón, a fin de cuentas. Quizás el placer impedía a uno sacar todo su potencial.

¿Problemático? Sonrío, divertida. Vaya, qué sorpresa.

-Supongo que sí -murmuro, dejándome ir unos metros para luego remontar ese tramo del río y volver a alcanzarlo-. Hay personas a las que les gustan demasiadas cosas, pero no soy de ese tipo. Quizás parezca que mi vida es más insípida de esa forma.

Y no soy quién para negarlo. Pero los que adoran todo terminan sufriendo por todo, de la misma forma. Prefiero ser más fría si eso implica dejarme llevar menos por tonterías.

-Sinceramente, tampoco me considero insípida; solo estricta. ¿Sabes qué es el hedonismo? -inquiero, con gesto curioso y una sonrisa de interés.

Corbin no estaba de acuerdo.

-Yo lo definiría como más meticulosa -replicó-. El exceso de placeres lleva a la autodestrucción.

Vaya, al final lo había dicho. Apretó la mandíbula y aceleró el ritmo, algo frustrado. Pero era cierto. Falace tenía la razón en aquello. Los instintos de autoconservación se iban a pique cuando el placer tomaba el control. Corbin lo había experimentado en sus propias carnes el número de veces suficiente como para saberlo bien. No encontraba la manera de negarlo.

Para cuando ella volvió a preguntar, había bajado un poco el ritmo. Tardó un momento en contestar. Sabía lo que era, aunque nunca lo había aplicado a nada.

-Un término que se contradice contigo, según lo que dices -respondió.

Ese detalle, ese que tú no entiendes, es uno de los que marca la diferencia entre personas. Él me ve como meticulosa, porque llevo a cabo las cosas sin más consecuencias de las deseadas, la mayor parte de las veces. Pero muchas personas llaman insípido a eso. Más de una vez me he preguntado yo misma cómo lo veo.
Al final decidí que mientras estuviese satisfecha me daría igual.

-Los excesos nunca son buenos -coincido, concediéndole eso. Ni siquiera si hablamos de placeres todo es perfecto, aunque muchos se pierden buscando el límite-. Pero tampoco la ausencia.

La ausencia de placer es un error.

-No se contradice -me apresuro a rechazar cuando habla, nadando hacia él-. No exactamente. Busco mi placer cuando creo que puedo. No se trata de que lo rechace, sino de que hay pocas cosas que me o provocan -explico, con una mirada significativa (para mí, al menos).

Ojalá escuchar eso lo hiciese lanzarse sobre mí. La orilla no está lejos, y llevamos poca ropa. Aunque no es una frase tan tentadora, a fin de cuentas.

-Lo que hay es que priorizar.

Él prioriza. Prefiere entrenar.

Corbin lo pensó un momento, nadando en silencio. Bueno, era posible. Aunque, entonces, volvía a estar como al principio.

-Entonces, reitero, es problemático -insistió-. Tienes un rango reducido de opciones para encontrar la felicidad.

Corbin no se creía un hedonista. En su caso, pensaba, la felicidad estaba en el cansancio, o quizás en la tranquilidad. En aquello que le evitaba pensar demasiado sin necesidad de mantener la mente ocupada.

Redujo su ritmo de natación hasta detenerse, aunque mantuvo el esfuerzo en no dejarse arrastrar por la corriente. Miró entonces a Alehyss, escrutándola.

-¿Y cuál es tu prioridad? -preguntó entonces.

Siempre parecía muy interesada en ser poderosa, pero a Corbin, aunque en muchas ocasiones tardase en darse cuenta, le parecía muchas veces que su interés principal en él no era el entrenamiento.

"Felicidad". Es una palabra curiosa. No es algo en lo que crea, propiamente. No como algo permanente, al menos, porque muchos parecen buscar eso como si fuese un estado.

-No tanto -termino por zanjar, satisfecha-. Quizás no felicidad, pero sí encuentro satisfacción a menudo.

Hace poco conseguí mi reto y aprendí a "volar". Mis entrenamientos intensivos me hacen estar conforme con mi forma física. He olvidado los problemas relacionados con Jager, aunque todavía trabaje en el asunto pendiente... No diría que feliz, pero me siento suficientemente satisfecha como para bañarme en agua helada sin que eso me amargue.

El ejercicio de hoy no está completo. No todo.

-Depende del momento. Hace unas horas entrenar -comento, volviendo la sonrisa algo más amplia, acercándome más para poder bajar la voz, bajando el rostro para poder alzar algo la vista al mirarlo-. Ahora mismo, imaginar lo que puedes hacerme.

No es como los demás hombres. No sé si la semilla germinará en este caso.

Lo que podía hacerle. Las primeras imágenes que pasaron por la mente de Corbin no tenían nada que ver con lo que ella sugería. Imaginó una manera de bloquear su magia, de evitar calambres mientras estuviera en el agua. Se imaginó capaz de inmovilizarla y destrozarle la cabeza contra una roca, o de romperle el cuello o las costillas. Se imaginó a sí mismo imponiendo sus capacidades a las suyas.

Pero Corbin no estaba tan ciego como para no saber de lo que ella estaba hablando, aunque le costase, precisamente no bloquearlo. Sentía la tensión creciente cuando ella se acercaba, y sabía que no se trataba de un instinto de defensa. O, al menos, no del habitual. Había aprendido demasiado bien a reprimir las urgencias de su cuerpo, así que abandonarse a ellas llegaba a resultarle aterrador.

La miró un momento, flotando en el agua. No era una explicación, sino una petición. Y Corbin, por más que pretendiera ignorarlo, lo sabía.

Tomó aire y, con la cautela de un animal que se siente amenazado, alargó un brazo para tomar el de ella y la arrastró hacia sí. Presionó contra su boca con la propia despacio, inseguro. Penetró en la de ella de forma comedida, analizando cada movimiento, tanto propio como de la chrysos, con las alertas encendidas.

El hecho de que tome la iniciativa es en sí una sorpresa. Dejo que actúe, curiosa por ver qué tiene que ofrecer. Empieza despacio, no lo niego, pero es tan inusual que me interesa. Y lo he buscado, a fin de cuentas. Quiero lo que me corresponde con ello.

Me acerco un poco más, aunque él mismo me haya atraído. El calor de su cuerpo es grato, aunque bajo el agua se note menos. Y reafirma un poco los hechos.
Abro los labios al recibirlo, y me cuesta contenerme para no marcar yo el ritmo. Respondo primero, notando la tensión de mi contención, que crece por dejarlo hacer sin intervenir. La contención me obliga a crispar un poco los dedos de las manos, en un intento por relajarme. Apoyo una en su hombro, hundiendo las yemas en el músculo, y desciendo por la espalda, a ras de piel.

Fuera del agua. Sácame del agua. Oblígame a...

Alehyss había obtenido lo que quería. No. No era cierto, y Corbin lo sabía. Alehyss buscaba algo más que un contacto que, para ella, era tan simple. Corbin no veía las cosas igual, pero era consciente de que su inferioridad se debía a una experiencia que no había tenido en su debido momento. Era perfectamente consciente. Quizás lo más difícil de aquello era coordinarlo con los recuerdos de Falace, que afloraban en su cabeza.

Notaba la tensión de Alehyss, sus expectativas. Cerró los ojos. Pensar con el cuerpo. Sentir. Eso era lo que ella le había dicho que debía hacer. Corbin no estaba seguro de hasta qué punto aquello podía ser una buena idea, pero ella parecía satisfecha, ya que seguía buscándolo. Así que se concentró en el calor de su cuerpo, en la mano que descendía por su espalda, en su paladar, que recorría con la lengua... Presionó la de ella, empujándola un poco con la boca, apenas un momento, como en un pequeño tanteo.

Aprovechó la mano que agarraba su brazo para terminar de acortar la distancia entre los cuerpos y se pegó a ella. Le parecía percibir que la corriente se los llevaba. Quizás dentro del río no era la mejor idea que Alehyss podía haber tenido.

Al final me dejo ir un poco, para animar las cosas, respondiendo a sus gestos con los míos. Atraigo su lengua, atrapo su labio entre los dientes y acometo con más intensidad un par de veces, no sé si incitándolo a él o a mí misma. Ondulo mi cuerpo, también, para cubrir la mayor cantidad de su piel posible, aunque dentro del agua la sensibilidad es menor, por el frío.

La mano derecha termina de recorrer su espalda, tonificada y musculosa, y prosigue por la nalga. Me aparto algo de él, entonces, de su boca y su lengua, pero cuando hablo lo hago tremendamente cerca. Llego a sentir que le acaricio los labios al moverlos, mientras pronuncio las palabras.

-Vamos fuera del agua -le digo, le pido.

Me gustaría que mis palabras lo alterasen como alteran a otros, porque con él me atrevería a decir cosas que con otros no. Si no lo hago, de hecho, es porque no sé si lo valoraría.
¿Debería probar?

Alehyss debía de estarse impacientando, porque comenzó a responder con más entusiasmo. Corbin le apretó el brazo, sujetándola, y trató de imponerse, siempre tan poco colaborativo a la hora de someterse. Imitando sus gestos, empleó más fiereza, con lo que dificultó que ella hablara cuando así lo quiso. De todos modos, Corbin entendió el mensaje.

Algo turbado, la soltó y se separó de ella. Echó a nadar hacia la orilla con brazadas enérgicas, tratando de descargar así la tensión que acumulaba en situaciones como aquella. Una vez en la orilla, volvió la vista, buscando la luz que Alehyss emitía. Cuando ella llegase a su altura, podría atraerla de la misma forma, solo que tendría más facilidad para manejarla que en el agua.

Obedece, aunque a medias. Esa rebeldía suya es parte de lo que lo hace tan interesante. Pero agradezco que no se oponga a lo de salir, porque en el agua todo es más complicado.
He atenuado mi brillo, no quiero llamar la atención de los extraños, pero lo mantengo por los posibles obstáculos y por poder mirar su expresión cuando desee. Lo sigo fuera, de cerca, y al salir el aire es como un azote contra la piel húmeda, helado, pero no tenemos tiempo para eso, y el agua no era mucho mejor.

No espero demasiado cuando he salido, pero él tampoco. Dejo que me atraiga, pero colaboro, atrayéndolo yo. Me siento colaboradora, pero no en ceder, sino en enfrentar. Tengo curiosidad por qué saldrá de su instinto, que no ha sido educado. Si se libera de esas ataduras que lo contienen, ¿qué haría?
¿Cómo me lo haría?

La derecha baja por su vientre, recorriendo las formas de los músculos que se dibujan bajo su piel. Siempre me ha parecido atractivo, creo, pero al tocarlo lo es más que al verlo. Su textura, su sabor, su aroma, me resultan muy atrayentes. Aunque desearía más. Desearía que él mismo se encendiese desde el principio.
Quizás me tengo en demasiada alta estima.

Bajo del vientre a su entrepierna, acariciando sobre la ropa mojada para descubrir la forma, la dureza, si apartarme de su boca, en la que se libra el enfrentamiento.
No me importa que pueda haber poco "interés" ahora mismo. Se me da bien motivar en estas situaciones.

Corbin la encontró dispuesta a seguir donde lo habían dejado. La mantuvo bien sujeta, mientras insistía en dominarla. Pero la experiencia de Alehyss, su habilidad, no lo ponía fácil. Con la mano que tenía libre, el claritas la agarró, primero de la nuca, inmovilizando su cabeza y obligándola así a ceder a su empuje. Después la liberó un tanto, pero mantuvo agarrado su pelo a la altura de la nuca, con los dedos pegados a la raíz, de tal forma que seguía pudiendo manejarla con facilidad.

La mano de ella, lo obligó a inspirar hondo, y se tensó un momento antes de regalarle un mordisco especialmente contundente. Un instinto, o quizás un retazo de recuerdo, lo llevó a soltarle el brazo cuando sintió que el agarre de la nuca era suficiente para dirigirla a su gusto. La mano alcanzó el pecho y lo apretó sin reparos, al tiempo que la atraía más, con decisión.

No tardó en decidir que aquello no era del todo cómodo. La hizo retroceder un par de pasos antes de tirar desde la nuca hacia abajo, decidiendo que el suelo era la superficie más adecuada para controlar la situación.

FdR- Pausa

Sus manos me sujetan con fuerza; me gusta. Me gusta sentir esa fiereza anima que irradia, como si en cualquier momento fuese a dejar de saber cómo contenerse, como si esto fuese una especie de combate, de duelo, y tratase de imponerse sobre mí.
Dejo ir un jadeo cuando aferra el pelo de mi nuca y tira, acomodándome a lo que demanda, pero oponiendo la resistencia mínima para notar la zona tirante y devolverle un pequeño desafío: no sucumbo con tanta facilidad. Aunque la situación me deja en desventaja, de todas formas.
Aparentemente, al menos.

Yo también lo controlo con una sola mano, aunque no parezca tan peligrosa en un principio. Defino su forma sobre la ropa con la mano, dibujándola con las yemas le dos dedos, que presionan su miembro desplazándose despacio, arriba y abajo, como si solo quisiese dejar la impresión sobre la tela. Dejo que me toque como desee, ofreciéndome a sus manos, aunque una sigue queriendo controlarme.
La respiración estaba más acelerada desde el principio, por el ejercicio hecho en el agua, pero se mantiene así incluso ahora que me habría repuesto.

Me dejo llevar atrás, retrocediendo por el suelo irregular, y evito un quejido seco cuando tira más de mi pelo. Entiendo perfectamente.
Comienzo a bajar, hincando primero la rodilla derecha en el suelo y luego la izquierda, terminando por apoyar la mano libre también y por sentarme. Giro un poco el cuello, hacia el brazo que me sujeta por la nuca, buscándolo con la boca para ofrecerle un mordisco apurado, pero la tensión del pelo es tanta que no me lo permite.

Corbin se agachó a la vez que ella bajaba, sin ceder a soltarla. El gesto de ella intentando llegar a su brazo le hizo tensar más el puño, soltando un gruñido. No era una cuestión de sensaciones físicas. Era el verla revolverse, buscando autonomía, lo que, por alguna razón, le resultaba tan grato.

No le dio muchas opciones a acomodarse. En un momento la había tumbado en el suelo y se situaba sobre ella, comiéndole la boca con un ansia habitualmente dormida. Apretó la mano sobre el pecho, tiró sin cuidado de sujetador, y con la otra mano, le separó la mandíbula del cuello para atacar a un punto tan frágil que se sintió seguro de poder matarla, si así se lo proponía.

Con el cuerpo sobre ella, gruñó y la embistió desde la pelvis, utilizando su propio peso para mantenerla atrapada. Estaba perdiendo todo rastro de contención.