Río

Responde más que las otras veces. De hecho, no es que responda, es que inicia. Busca. Desea. Ansía. Poco a poco se despierta, y el resultado, lo que encuentro en él, es brutal, aunque todavía no se ha desvelado por completo. Pero me resulta evidente.

Mueve la boca mejor que antes, y carga agresivo contra la mía, más desenvuelto que nunca, pero eso no evita que siga su ritmo y lo apremie, respirando contra él en cada intercambio, mordiéndolo como el hace, entrando en su boca y buscando, de alguna forma, ponerme yo por encima, aunque físicamente esté debajo. Lo reto, lo desafío, porque sé que puedo ganarle si me lo propongo.

Sitúo mi izquierda sobre la mano con la que me aprieta, guiándola, apretando yo misma sobre ella, en un movimiento apurado. La derecha abandona su miembro cuando él se pega mas a mí, y traza líneas en su espalda, arañando la piel hacia abajo, esta vez sin cuidado. La sensación de arañar, como la de morder, resulta excitante y me desahoga. También acomodo el cuello a su avance por el, entreabriendo los ojos para mirarlo en medio del frenesí, sin tensar la zona.
Podría matarme sin querer, si perdiese el control. Eso es parte de lo que lo hace tan excitante. No disfruto el dolor, aunque si no es demasiado y el contexto es propicio no le hago ascos a la violencia.

Cuando comienza a moverse sobre mí me pego a él, acomodando movimientos secos a los suyos para favorecer la fricción a través de la ropa. Pero no es alguien que disfrute los juegos y las impaciencias. Y yo depende.
Hoy tampoco.

Aparto un momento el cuerpo del suyo, en un movimiento fugaz y sinuoso que me deje el espacio suficiente. Mis manos se mueven solas: una se mete bajo su ropa y toma su miembro, que estimulo con varios movimientos intensos, asiéndolo con tal firmeza que no pasen en absoluto desapercibidos; la otra se encarga de mi ropa, echando a un lado la que tengo entre las piernas para abrirle paso. Entonces lo encamino hacia mí, alzando algo la cadera, revolviéndome bajo él para encontrar la postura que me permita hacerlo, y lo coloco de forma que la punta tenga perfecto acceso a mi cuerpo, que se abre para recibirlo recibirlo dentro.

Explota para mí. Haz que no pueda moverme.
Fóllame.

A Corbin no le gustaba demasiado tener la mano de ella sobre la muñeca, pero su reacción al gesto fue poner más fuerza a lo que hacía, sin preocuparse de si desgarraba la ropa o dejaba marcas de daños en la piel. No podía pararse a fijarse en aquella clase de minucias, no en la situación en la que estaba.

Cuando ella lo tomó en la mano dejó escapar un jadeo seco, y en un gesto rápido, giró la muñeca para librarse del agarre de ella y la aferró él, clavándole las uñas y pegándola al suelo, en un gesto que pretendía inmovilizarla parcialmente. Con la misma fuerza con que la mantenía sujeta, se adelantó hacia ella, sin fijarse en si ella estaba cómoda en su postura, en si la posición era la idónea, dejándose guiar únicamente por sus instintos más primarios, y la penetró con un sordo gruñido.

Corbin entró en ella de golpe, sintiendo al hacerlo una sacudida que pareció calmar ligeramente las ansias de su cuerpo y, sin embargo, lo llamó a continuar con una creciente urgencia. Apoyó el torso contra el de ella, inmovilizándola con su propio cuerpo, y bajó ambas manos a sus caderas, presionando con los dedos en la carne, aferrándola para dirigirla a su gusto, mientras se dejaba llevar contra ella una y otra vez, cegado por lo que, a aquellas alturas, podía considerar una necesidad.

Cuando me presiona más contra el suelo puedo notar las pequeñas piedras y ramas que hay en este clavarse en mi cuerpo, pero solo dejo salir el aire en respuesta al violento gesto, vaciando los pulmones. Es fuerte, tanto que costaría rechazarlo, que parece imposible negarse a lo que quiera.

Jadeo al recibirlo dentro, arrastrando un gemido bajo, e inmediatamente después aprieto los ojos y los dientes, inspirando hondo entre ellos. Aunque me agarra para dirigirme, obro por mí misma, elevando la pierna derecha, con la que lo rodeo a la altura de los glúteos, valiéndome de ella y el pie izquierdo, apoyado en el suelo, para tener la suficiente libertad de movimiento. Sus manos me lo dificultan, pero me las arreglo, de momento, para apremiarlo con movimientos pequeños y calculados que conviertan los suyos, violentos y desesperados, en algo más preciso.
Tengo su potencia, pero él no tiene la técnica. Tengo que guiarlo a través de mi cuerpo, con posturas y ritmos, para satisfacerme a mí misma.

No puedo evitar los jadeos, y gimo en voz baja cuando la presión crece demasiado. Una mano se introduce bajo su pelo, desde la nuca, y se descarga tirando, aferrándolo; la otra recorre su cuello, su hombro y su espalda, dejando marcas de su presencia casi sin que lo quiera.

A pesar de todo, Corbin se sentía sujeto. Atrapado. La experiencia de Alehyss seguía haciéndolo parecer insignificante. Y aquello le molestaba, le molestaba mucho, porque se sentía en completa desventaja. Quizás por eso se empeñaba tanto en dominarla, en imponerse a ella, borrando con su fuerza la habilidad de la chrysos. O, quizás, secillamente, no tenía control sobre su cuerpo.

El caso era que no se sentía satisfecho, y se deshizo de su agarre sin miramientos, en cuanto encontró la oportunidad. Salió de ella, jadeante, serio y concentrado, y la volteó sobre la tierra, obligándola a darle la espalda, sin dejar de sujetarla por las caderas. Cuando volvió a penetrarla, Alehyss ya no estaba en una posición en la que pudiera sujetarlo, y al aferrarla por la pelvis, Corbin sentía que la dominaba de nuevo.

La embistió una y otra vez, echándose en cada envite sobre ella, con jadeos sordos y gruñidos peligrosos, tratando de llegar tan dentro de ella como le resultaba físicamente posible.

Me distraigo un momento cuando se debate un poco para que lo suelte y dejo ir un gemido grave cuando sale de mí, jadeante. De pronto se me ocurre que se ha sentido presionado, o que ha tenido uno de esos momentos de reflexión suyos, y que se va a marchar. Lo miro y despego los labios para hablar, pero no llega a hacerme falta, porque acabo por darme cuenta de que sus intenciones no son esas.
Me dejo llevar cuando me da la vuelta, curiosa. Me preocupo de acomodar el cuerpo para no hacerme daño contra el suelo, porque está siendo bastante violento. Me gusta su actitud. Pronto dejo de tener tiempo para pensar en minucias, por otra parte.

Cierro los ojos cuando entra de nuevo, espirando con suavidad, pero pronto la espiración se me acelera de nuevo. Tengo el pecho más bajo que la cadera, apoyado en tierra, y me mantengo tensa gracias a eso y a las manos, que se hunden en el suelo y aferran lo que pueden.

Se atreve. Hace lo que quiere, sin preguntar. ¿Acaso es tan difícil?
Hace lo que quiere, y no me deja replicar. Aunque no puedo borrar diferentes imágenes de mi mente. Lo que me gustaría que...

Mi cadera lo acompaña, aunque dejo que sea él el que se deje llevar en mayor medida, ya que parece tan desesperado. Desde esta posición lo siento llegar más dentro, y el movimiento es más violento y placentero. Dejo ir un gemido apremiante, como si lo retase, y me muevo un poco por mi cuenta, contra él para demostrarle que sigo pudiendo actuar, aunque sea en menor medida.

Corbin la sentía insistir bajo su cuerpo, a pesar de todo. Era como si no fuera a rendirse nunca. Y, aunque desde un punto de vista racional era un sinsentido, utilizaba las embestidas, más violentas cada vez, como marca de superioridad y dominio. Y, aunque no tenía ningún sentido desde un punto de vista racional, vio llegar su propio final y eso lo hizo tensarse, resistiéndose contra ello, tratando de no dejarse llevar.

Corbin apretó los dientes. Por más que quisiera evitarlo, su cuerpo tenía el control en aquel momento, y no él. La sujetó con fuerza, bajando las manos de las caderas al comienzo de los muslos y la obligó a mantenerse contra sí. Consiguió retrasar el momento apenas un poco antes de deshacerse en ella con sacudidas secas y una voracidad que acabó dejando que lo arrastrara.

Incluso pasado el momento, embistió un par de veces más contra ella, como remarcando que era él, y no su cuerpo, quien decidía qué hacer. Aunque no lo tuviera del todo claro.

Al final, de todos modos, la soltó y se separó de ella, con el cuerpo perlado de sudor y la respiración acelerada todavía.

A medida que el ritmo sube, lo hace también la sensación de placer. En algún momento separo la derecha del suelo y asciendo con ella al punto de mi cuerpo que la reclama, en este momento. Me conozco mejor que nadie, y el tocarme yo misma, sumado a sus movimientos dentro de mí, resulta mucho más placentero que hacerlo sola.
No es algo que suela hacer, pero por experiencia, y por el ritmo desenfrenado que sigue, sé que puede que no aguante demasiado.
Me dejo llevar por sus embistes, jadeando sonoramente contra la tierra, estremeciéndome, aunque ya sin notar el frío, cada vez que una penetración es especialmente intensa. Las demás son como un todo, que hace que la urgencia suba, y mi mano, ágil, me ayuda a descargarla.

Pero no es suficiente.
Cuando comienza a cambiar la forma de proceder, cuando su cuero empieza a tensarse, intento tomar medidas, acelerar mi ritmo, pero al final termina antes de tiempo, pegándose a mí, y cierro los ojos con fuerza.
Una pena.

Giro un poco el cuello para mirar hacia atrás, de reojo, con los labios entreabiertos para dejar ir el aire. No he abandonado las caricias a mi cuerpo, más suaves ahora, aunque sin su miembro dentro de mí me resultan más insulsas.
Termino por volver a sentarme, mirándolo seria, pero tranquila. Aunque me siento algo insatisfecha. Ha faltado tan poco...

Corbin la miró un momento cuando todavía se estaba tocando, pensativo. Parecía que para ella nunca era suficiente. En su caso, descargaba una enorme cantidad de energía cada vez que se abandonaba de aquella forma. Se preguntaba cuánta acumulaba ella para buscarlo con tanta intensidad. Quizás necesitaba entrenar más, aunque a Corbin tampoco le parecía que se quedase corta a ese respecto.

Al final, se alejó de ella, dejándola donde estaba. Se colocó los calzones y se acercó al río a lavarse el sudor de la cara. Se había echo tarde, y Corbin apenas veía por su cuenta. De todos modos, no le parecía que hubiera aprovechado mal el tiempo. Llegó a preguntarse si aquello, de algún modo, podría contarse como entrenamiento. No menos que nadar, decidió.

No dice nada y se va, en dirección al río, a asearse. Al final dejo estar mi cuerpo, con un jadeo bajo. La sensación ha disminuido tanto que tardaría una eternidad, y hace frío. Me levanto y me sacudo el cuerpo, lleno de tierra. Termino por acercarme también a la orilla para asearme un poco. Entro de nuevo en el agua, hasta la cintura, y se me eriza toda la piel del cuerpo. Pero, total, ya estaba mojada de antes y tenía frío, y así se me baja un poco el calentón.

Suspiro. La verdad es que hoy me he quedado un poco fría con esto.
Lo miro de reojo. Él es un novato incluso en lo de la empatía, así que no espero que se preocupe. De todos modos, soy yo la que lo arrastra a esto, así que no tengo derecho a quejarme.
¿Y cuándo me han dado o quitado a mí el derecho a quejarme? Puede que sea demasiado blanda.

-Habrá que ir entrando -murmuro, algo apática.

Alehyss no tardó en acercarse a asearse también. El silencio volvía a cubrirlo todo, como antes de que ella llegara. Corbin pensó que era agradable. La miró cuando habló, y luego buscó alrededor.

-He dejado mi ropa río abajo -explicó-. Tendré que ir a por ella primero.

La de ella tampoco estaba allí exactamente, pero sí estaba bastante más cerca que la suya. Corbin no vio necesario mencionarla, ya que apenas había distancia. Después de todo, aunque el objetivo de su entrenamiento era no dejarse llevar por el río, una cosa era conseguirlo y otra mantenerse en el mismo sitio todo el tiempo.

No lo miro cuando habla porque me estoy echando algo de agua en la cara. Un par de mechones me gotean cuando sacudo las manos y me yergo de nuevo. Entonces asiento.

-Haré lo mismo -respondo, escueta. Entonces sí lo miro-. Si quieres entrenar, podemos acordar para que sea un día de la semana próxima, sino esta -le digo-. Las cosas ya se han calmado bastante, de modo que me iré pronto. No creo que merezca la pena esperar más.

Si algo estalla puede ser en cualquier momento, incluso ahora mismo. Podría quedarme años esperando, pero no es mi estilo. Si las cosas se tuercen no soy la única aquí. Otros tendrán que defender Brontë.

Corbin tardó un momento en responder. Al final, se alejó un poco de la orilla.

-Ya sabes que cualquier momento es bueno para mí -respondió al final-. Escoge una hora y un lugar y estaré ahí. No he encontrado ninguna tarea fuera del palacio hasta el momento, ni tengo un horario que cumplir.

Era curioso que, a pesar de la cantidad de veces que se mencionaba ese tema, siempre que coincidía con Alehyss no podían cumplir con la eterna cita. Al final, sin embargo, acababa resultando interesante. De todos modos, seguía esperando ese entrenamiento.

Asiento, pensativa, dándole la espalda y estirándome un poco. Tengo el cuerpo como entumecido, tenso. Me falta algo, evidentemente. Sé qué es.
Cualquiera lo sabría. Quizás mañana vaya al pueblo de paso a probar suerte...

-De acuerdo -acepto, seca.

Me lo pienso un momento antes de proponer un día. No lo dejaré para mañana mismo por si sigo con este humor, así que procuro que haya algún día entre medias. Me aseguraré de haberme calmado y entrenaré un poco más.

-Entonces hoy lo dejamos aquí -añado, rotando un poco los hombros hacia atrás. He debido de hacerme algún corte en la espalda, porque me duele-. Estoy deseando enfrentarme a ti.

Y no es mentira. Pero hablo de forma casi monocorde.
Venga, Ale, no seas así.

Lo miro, seria.

-Buenas noches, Corbin.

No puedo culparlo, eso es cierto, pero no puedo evitar, al mismo tiempo, sentirme algo agresiva.

Corbin se la quedó mirando, serio. No sabría decir qué era lo que le daba aquella sensación, pero algo le decía que había algún problema. Era su intuición, entendía, pero no sabía qué lo hacía deducir aquello. Acabó por asentir, muy lentamente.

-Buenas noches -respondió entonces.

Para cuando se dio cuenta del tono comedido, de la ligera tensión que reflejaba su voz, ya había hablado. Se quedó donde estaba, todavía preguntándose qué estaba pasando.

Su tono delata algo de alerta. Inspiro hondo y me froto el tabique nasal con los dedos, cerrando un momento los ojos, tratando de calmarme. Estoy dando una imagen agresiva que no se corresponde. No si quiero que aprenda algo de todo esto. Le estoy mandando mensajes contradictorios.

-Lo siento -murmuro, con tono algo tirante. Pero es un buen comienzo-. Estoy algo tensa. Yo no he terminado -le explico.

No creo que le diga mucho, pero al menos es una explicación. Espero que le valga para algo. Al final consiste en cómo me tomo yo según qué cosas, y eso puede cambiar de un día para otro, incluso.
Toda mi vida he tenido sexo por placer. Quizás Jager lo hizo diferente... La cuestión es que no puedo ser una buena profesora porque no soy paciente.

Terminado. Corbin ni siquiera se lo había planteado. No se le había ocurrido lo que era para ella. Después de todo, era lógico, teniendo en cuenta que era la que preparaba el camino cada vez. Pero a Corbin se le nublaba la mente en aquellas situaciones, y era incapaz de plantearse que ella también tenía sus motivos para proponer aquello.

-Terminado -murmuró, pensativo-. Lo siento. No entiendo cómo funciona. No sé qué es lo que estás buscando.

Tenía una idea, claro. Si iba a obtener de ello lo que obtenía él, podía entenderlo. Cada vez más, al parecer. Corbin empezaba a encontrarle el gusto al sexo, aunque siguiera con aquella sensación constante de que debía refrenarse.

Alzo las cejas, algo despectiva. Tengo que obligarme a no decir nada en un primer momento, cuando solo escupiría veneno. Porque he de tener en cuenta mi delicada situación, así como su inexperiencia en absolutamente todo lo que no es matar.
Quizás sí estoy algo incómoda. No me gusta cuando me pongo así, porque siento que no razono correctamente. Odio perder los nervios.

-Lo mismo que tú -le digo-. Yo también siento esa urgencia, también quiero descargar toda la energía que parece surgir, también siento que me apremia el placer-. Me he cruzado de brazos, seria-. Cuando no terminas suele ser frustrante-. Es horrible-. El cuerpo se llena de tensión, pero no la elimina.

Tiene que saberlo. Tiene que saberlo porque siente la necesidad de subir el ritmo, porque no siempre es suficiente. Y porque ya jugué con él alguna vez, desesperándolo.

No es que explicar esto ahora me satisfaga mucho. No estoy del mejor humor.

Corbin dejó que hablara, preguntándose, de nuevo, qué había hecho mal. Porque, por lo visto, ella no parecía saberlo. Se lo habría dicho, de ser de otro modo, o eso pensaba. No solía tener reparos en corregirlo.

-Lo sé -respondió, con su habitual tranquilidad-. Eso lo sé. Lo que no sé es por qué me lo pides a mí, que sabes que no sé cómo funciona. Ni qué esperas que haga al respecto. Ni siquiera si soy yo quien debe hacer algo al respecto.

Ni siquiera si había algo que hacer al respecto. Corbin se sentía un tanto frustrado, en lo que a aquello se refería. Alehyss lo buscaba, él concedía y descubría que eso lo satisfacía, pero una vez había pasado el momento no tenía claro si había algo que hacer al respecto. Y, aunque sentía que algo no acababa de cuadrar del todo por la actitud de ella, solo podía seguir actuando con normalidad.

Tuerzo un poco el gesto sin poder evitarlo mientras habla. No por nada en particular.

-Te lo pido a ti porque me has llamado la atención a ese respecto -respondo, concisa-. Me satisface, de alguna forma -añado, apartándome un mechón, peinándolo tras la oreja-. Simplemente no es suficiente -termino por decir, encogiéndome de hombros-. Tardo más que tú. Te mueves con tanto ímpetu que acabas enseguida-. Y la falta de costumbre no ayuda-, pero yo necesito más tiempo. No es extraño que pase las primeras veces-. Solo espero a que aprendas con el tiempo-. Disfruto. Pero, aunque sé de tu inexperiencia y me preparo para ello, me cuesta centrarme cuando la sensación crece demasiado.

Es una confesión muy sincera. No suelo compartir mis intimidades con los hombres con los que me acuesto. Pero en este caso se supone que busco algo, y si no le dejo las cosas claras quizás no pueda avanzar.

Hoy ha estado mejor que la otra vez. Quizás por eso he llegado más lejos y me he sentido más incómoda al no alcanzarlo.

Corbin frunció ligeramente el ceño, ligeramente molesto. Se sentía atacado, y en aquel ámbito tenía, por lo visto, tan poca experiencia que no podía defenderse. Resultaba de lo más engorroso.

-Si no es suficiente es que no te satisface -remarcó, aferrándose a las evidencias-. No puedo dejarme llevar por mi cuerpo y moderar la velocidad a un tiempo.

Ni siquiera estaba seguro de a qué se refería con la velocidad. Aunque, visto lo visto, se hacía una idea. No parecía que estuviera preparada. Lo llamaba, pero luego despreciaba el resultado. Corbin se planteó si, a pesar de todo, debía evitar el contacto con ella. Parecía traer más problemas que satisfacciones, en última instancia.

Aparto un momento la vista, mientras habla. Remarca una evidencia que no quiero negar, aunque no sea tan evidente. Él busca un fin, su fin. ¿Qué le voy a hablar? ¿De moralidad? ¿De sociedad? ¿Hay que dar para recibir? De no ser por mí le daría igual "recibir" y "dar", así que no es algo que recriminarle. Yo lo metí en esto; en mí.

-No se trata de moderar la velocidad en sí misma -termino por decir, más calmada, mirándolo de nuevo-. Es como todo. El tiempo hará que mejores-. Estoy a punto de decir "haría", pero termino dejando la certeza.

Me siento incómoda. ¿Qué es lo que me altera?

Corbin se sentía un tanto a la defensiva, sin tener muy claro de qué debía defenderse. Seguía sin entenderlo del todo. No sabía cuál era el problema. Pero lo que ella dijo era aplicable a otros campos, que Corbin sí conocía, y eso lo tranquilizaba un poco.

-El tiempo -repitió. Dudó un momento antes de añadir, como algo para él evidentemente necesario, y quizás incluso como una sugerencia-: Y la práctica.

De lo contrario, todo se convertía en óxido. Corbin no tenía claro qué pretendía sacar de aquello. La satisfacción de la que Alehyss le hablaba le parecía adictiva, pero demasiado pasajera. Someterse a ella lo haría demasiado dependiente. De nuevo, las lecciones de Falace querían resonar en su cabeza.

Asiento. Se supone que sí, al menos.
Entonces añade otra cosa. Una cosa no menos cierta. Y no puedo evitar alzar una ceja y, finalmente, esbozar una sonrisa suave.

-¿Practicar? -inquiero. Me hace gracia-. ¿Quieres "practicar"-. Lo miro con curiosidad, entretenida, pero sin malicia.

Es un paso. Un gran paso. Hace tiempo apenas respondía torpemente a un beso, como si fuese a pasarle algún tipo de veneno a través de ella, pero ahora parece abierto a algo más intenso. De alguna forma eso hace que me sienta un poco de mejor humor, como si la frustración se diluyese.

-También se puede encontrar algún momento para eso-. Creí que solo me seguía la corriente-. Aunque pronto estaré un tiempo fuera.

Dime que antes.
De repente me siento llena de energía. Creo que podría hacerlo ahora.

Corbin dudó un instante. Le parecía evidente que lo que ella había dicho no tenía sentido sin lo que él había matizado. Y, pese a ello, Alehyss parecía sorprendida. Cuando asintió, lo hizo despacio, buscando en su rostro señales que lo ayudasen a entender.

Se sentía incómodo, extrañamente estudiado. Era consciente, en mayor o menor medida, de que Alehyss lo miraba, e incluso de cómo lo miraba. Pero en aquel momento se sentía estudiado de una forma ligeramente distinta, más inquisitiva, más científica. Y no tenía muy claro el por qué de aquello. Se le ocurrió, de pronto, que quizás aquella era su propia expresión cuando Alehyss le proponía un entrenamiento, y le pareció un pensamiento extraño.

-Tengo la misma disponibilidad -fue todo lo que respondió, todavía con una nota de prudencia en la voz. De pronto, Alehyss parecía un depredador, y Corbin no estaba acostumbrado a sentirse la presa. No le gustaba aquella sensación.

FdR-Pausa

Asiento, aún con ese deje de sorpresa, como si más que darle la razón (que no se la estoy dando) lo invitase a seguir hablando. "La misma disponibilidad"... Casi me recorre un escalofrío, y es que yo aún quiero terminar. Bajo un instante la vista a su miembro, como si esperase verlo endurecido de nuevo.
Le debo un entrenamiento antes. Eso también será interesante.
Pero no tanto. No como lo que ahora mismo me...

-Supongo que hará tiempo para todo -termino por decir, extrañamente comprensiva.

Una vez me vaya a Aqua quizás tenga demasiado frío para desnudarme. Y estaré ocupada. Tendría que dejar eso listo de antes...