Río

Aunque es  tarde, y en invierno ya habría anochecido, hoy el tiempo sigue siendo tan agradable como para dar un paseo junto al río. La brisa, suave, mece la hierba, y Lino se entretiene saltando sobre las briznas como si las cazase, algunos metros por delante. Pero no me pierde de vista. Yo, por mi parte, avanzo  despacio, deteniéndome a examinar sin atención el paisaje de vez en cuando.

En un punto dado me detengo por completo, mirando a ambos lados un instante. Lino se da cuenta y viene a mi lado, piando una vez. Me agacho para acariciarlo y luego tomo asiento en una piedra que sobresale cerca del río, aprovechando el apoyo para descalzarme sin dificultad y dejar el calzado, dos sandalias planas de cuero, sobrias, a un lado. Me levanto entonces, alisándome la falda, y me acerco a la orilla, sumergiendo los pies en la orilla, con tiento. Esbozo una sonrisa y miro a Lino.

-Está fresca -le digo-. ¿No quieres probar?

Me mira, inmóvil, varios segundos. Luego se vuelve hacia unas ramas y enseguida se enzarza con ellas.

Me acuclillo, cuidando de que no se me moje el bajo de la falda, y acaricio un momento el agua con los dedos, tarareando en voz baja.

Asiento mientras habla, como tratando de apoyar sus palabras con el gesto para hacerlas un poco más ciertas. Incluso sonrío de forma un poco más evidente cuando acaba, contenta, dedicando una mirada muy corta a Lino y volviendo enseguida a la conversación.

-Lo cierto es que tienes razón. No lo he aprovechado lo suficiente, pero el calor y el agua son una buena mezcla. Donde vivía antes no tenía mucha ocasión de tomar un baño -confieso, con tono entretenido-. Me pasaré por el lago algún día.

La miro un momento. Llego a encender un poco los ojos, porque esta empezando a caer la noche, aunque aún se puede ver sin necesidad de luz. Me acomodo las gafas con un gesto suave, y aprovecho el movimiento para peinar un mechón tras la oreja con los dedos al retirar la mano.

-¿Cómo va todo? Las cosas parecen muy tranquilas recientemente...

Asiento levemente, un gesto suave y medido, acompañado de una sonrisa de similares características. No dejo de mirarla en ningún momento, aunque nunca se trata de una mirada demasiado insistente o firme.

-Me gusta nadar. Y teniendo en cuenta los últimos días de calor estoy segura de que agradeceré el consejo -le aseguro, amable, de buen humor.

Lino se ha aburrido de nuevo y se vuelve hacia algunas hierbas, que siguen mecidas por el viento suave. Yo, sin embargo, presto atención a lo que Massen dice, y mi gesto afirmativo, corto, muestra cierto acuerdo con sus palabras.

-Eso desde luego. No es muy agradable cuando los peligros vienen a la puerta. Y yo también debería plantearme el ponerme a prueba. Ya empiezo a tener esa sensación de que llevo demasiado sin ser de utilidad-. Dibujo una sonrisa escueta, algo avergonzada, como de disculpa, en cierto modo-. A veces no tengo claro, al leer las solicitudes de guerreros en el tablón de anuncios, cuáles son más apropiadas para mí. Y no me siento capacitada para llevar a cabo ciertas tareas que requieran más frialdad.

Si bien tengo alguna objeción a sus palabras, no la expongo, aunque sí hago una pausa antes de recuperar la palabra cuando ella deja de hablar. Mantengo una sonrisa suave, cordial, que no resulta forzada, pero tampoco alegre.

-El asunto que más me preocupa es que al llegar al lugar en el que tenga que realizar mi trabajo lo que se encuentre allí no sea lo esperado. ¿No se ha dado eso alguna vez? Conozco historias de los ataques a Brontë, pero muchas menos de misiones en el exterior-. Quizás la sonrisa sí se tensa un instante antes de dar pie a la última pregunta-. ¿No ha habido alguna en la que la situación se evaluase mal y los guerreros enviados no cumpliesen con las características necesarias?

Y aunque hay una intención por seguir hablando enseguida la destierro y callo, esperando la respuesta, algo más seria esta vez.

Cuando habla no puedo evitar que ciertos gestos pasen al rostro: un leve brillo de ojos, de curiosidad, un movimiento sutil de labios augurando más palabras que no llegan, que contengo. Y entonces, en lugar de hablar, asiento y sonrío escueta, dulce, educada, y cualquier rastro de intención de preguntar o mostrar escepticismo o cualquier otra cosa se difumina.

-Estoy segura de que con el tiempo se han ido arreglando los errores del sistema-. Asiento, como si con ello apoyase mis palabras-. Escuché hablar de Brontë antes de venir, por supuesto, y aunque al principio los comentarios eran moderados con el tiempo se iban haciendo notar. Me pregunto cuál es ahora la imagen que damos al exterior...-. Mi mirada se pierde un par de segundos. Luego la localizo de nuevo-. Es difícil saberlo cuando uno ya está dentro, porque la gente que te conoce está más pendiente, de alguna forma. Aunque creo que la fama ha crecido. Al principio parecía una empresa sin futuro, pero ahora se ha ayudado ya a mucha gente. Espero poder colaborar en ese crecimiento, aunque sea de forma más discreta que otros.