Río

Aún tras haberse disipado la niebla por completo, no logro atisbar ninguna figura rompiendo las aguas. El piscis, sea el que sea, sigue sumergido. Pero es entretenido ver los aquaerums salir del río como si se tratase de proyectiles que las propias aguas lanzan, defendiéndose de un atacante invisible.

El agua es un elemento extraño para mí. Apenas llevo tres minutos mirando hacia ella y ya me imagino mi situación, de estar yo sumergida, en este momento. Mis pulmones estarían más vacíos que la cabeza de Dehnel, sin duda. Encontrarse a un enemigo piscis en el agua debe de ser una experiencia de lo más claustrofóbica.

Ella sale al fin a la superficie, resultando ser Massen Dew. Me resulta inesperado, pero más agradable que si se tratase del chico ese con el que sale.
Relajo un poco la expresión, pero no llego a sonreír, cuando se acerca.

-Buenas tardes -saludo, correspondiendo a sus palabras con otras idénticas-. Veo que aprovechas bien el tiempo.

Si yo lo aprovechase mejor no me sería difícil convencer a Jager y los otros de abandonar sus objetivos, aunque fuese por la fuerza. Debo intensificar todavía más mis entrenamientos.

Asentí lentamente, sin dejar de mirarla. Casi me sentía como si la estuviera vigilando, atenta a cualquier acción inesperada por su parte. Una vocecita interior me decía que era porque acababa de interrumpir un entrenamiento y seguía en guardia; otra la contradecía, opinando que se trataba de una tensión creada en nuestro último trabajo conjunto. Traté de ignorar ambas y me encogí de hombros.

-Me sentí muy débil durante la misión. Era como si el flamma estuviera de verdad jugando con nosotros. No quiero volver a sentirme tan inútil la próxima vez -expliqué con voz seria.

Sentí un escalofrío al recordar todo aquello. La caída al pozo, el fuego que crecía con agua, los esclavos que dejamos atrás, aquel maltrato gratuito antes de echarnos de allí como quien echa a un mecña que se ha colado en una casa... Todo aquello me había dejado la confianza por los suelos, y descargaba mi disconformidad al respecto entrenando.

Con una cabezada, señalé la sien de Alehyss.

-¿Cómo va esa herida?

Asiento tras escucharla. No tengo nada que contradecirle. En efecto, Flastio parecía hacer todo aquello más como entretenimiento que como parte de algún tipo de plan. Yo también he pensado que es bastante decepcionante descubrir que, por muy fuerte que te vuelvas, para algunos eres poco más que un juguete con vida.

La examino un instante. Pese a todo, se ha hecho fuerte. Aún recuerdo la primera vez que la vi. En aquel momento sus ojos mostraban plena desconfianza mientras yo tenía poco más interés en ella que el de saber su arma. En cierto modo, es normal que alguien tan joven cambiase tanto en apenas dos años.

-¿Esto? -. Miro hacia arriba con los ojos, como si pudiese ver mi propia sien. Veo, de pronto, el rostro de Jager, preguntando por lo mismo-. Si a estas alturas no me ha pasado nada, solo queda esperar a que cure por completo. Prefiero algo así que un brazo roto.

Me encojo los homrbros con sencillez. Luego la examino, pero no hay rasguño alguno por el que preguntar.

Asentí de nuevo. Recordaba a la perfección la impotencia de ver cómo la golpeaban hasta la inconsciencia contra una pared sin poder hacer nada por evitarlo. Recordaba en haber visto cada uno de aquellos violentos golpes, y el pensamiento de que, en algún momento, uno de ellos sonaría distinto, con un crujido o un chasquido que nos haría saber a todos que le habían abierto el cráneo. Había sido angustioso.

-Eres dura de roer -respondí-. Es bueno saberlo.

No añadí nada más. Por algún motivo, me sentía incómoda, como si de pronto aquella persona no tuviera nada que ver conmigo. De hecho, no tenía muy claro si tenía algo que ver conmigo o si nuestra relación se basaba en una persona madura soportando insulsas conversaciones con otra que considerara una cría solo por no hacerla sentir rechazada. Desvié la vista, sin saber qué más podía decir.

Palpo la herida con cuidado, notando su superficie áspera. Ya apenas duele, pero durante el viaje fue bastante desagradable, y pase varios días con cierto mareo y un dolor de cabeza bastante intenso.

-Ya sabes lo que dicen -. Esbozo una pequeña sonrisa, casi tímida, cansada-. Mala hierba...

¿Nunca muere?
Mentira. Jager es una de las peores hierbas que he conocido jamás, y aún así estoy aquí, peleándome conmigo misma, por salvarnos a los cuatro. Si ese dicho fuera cierto, ninguno de nosotros correría peligro. Y él el que menos.

-¿Cómo te encuentras tú? La misión fue... -. Busca un adjetivo adecuado, Ale...-. Intensa.

Me encogí de hombros, torciendo el gesto con disgusto.

-No sé -respondí, seca-. Cansada. Creo que un poco descontenta. Tengo la sensación de que me he quedado estancada y no mejoro, y eso me desespera. Además, no he vuelto a ver prácticamente a nadie desde que volvimos, y me pone nerviosa no saber qué está haciendo todo el mundo. Estoy un poco por los suelos.

No sabía nada de ninguno de mis compañeros de misión. Nagore parecía obviar el hecho de que la había encontrado desmayada en la puerta de las habitaciones. No sabía nada de Follow desde hacía semanas. Rehuía a mi madre, y por extensión al resto de mi familia. Había abandonado casi por completo mis lecturas. Y, en general, me encontraba bastante a disgusto.

Las preocupaciones de la piscis me toman por sorpresa, de algún modo. Bien pensado, no es raro que se sienta así. Está en la edad del inconformismo. De hecho, por inconformismo, yo a su edad estaba a punto de meterme en una banda, por llamarlo de algún modo, que causaría, años después, lo que estoy viviendo ahora. Pero mis propios problemas me hacen olvidarme a veces de que el resto de personas tienen los suyos propios, y que estos pueden ser igual de intensos que los de uno.

-Es normal -respondo serena-. Cuando uno vuelve tras experiencias como esta tarda un tiempo en habituarse de nuevo a todo. Con el tiempo las cosas volverán a su sitio. Mientras tanto, procura relajarte.

Me quedo mirándola un momento. ¿Soy algún tipo de ejemplo a seguir para ella o solo una guerrera más que a veces se pone un poco pesada? ¿Tenía derecho a echarle aquella bronca en la misión, aunque fuese solo por preocupación?

-Estoy segura de que mejoras. Aunque no te des cuenta -murmuro, algo más bajo, todavía seria.

Me encogí de hombros. Yo no estaba tan segura de lo que ella decía, pero estaba lo suficientemente desganada como para no querer llevarle la contraria.

Me miré las manos, disgustada. De pronto, en un gesto repentino, invoqué un aquaerum en mi mano y lo lancé con tanta fuerza como pude a la superficie del agua. Estalló al contacto con ella en un casi dócil chapoteo. Bufé, con rabia.

Alcé la vista para mirar a Alehyss, con un brillo en los ojos que revelaba mi enfado.

-¿Alguna vez has usado electricidad externa para incrementar la fuerza de un hechizo? -pregunté, como quien pregunta "qué has comido ayer". No sabía qué tal se le daba la magia a Alehyss, ni se me había ocurrido hasta entonces hacer una pregunta así a alguien que no fuera aether, pero en aquel momento se me antojó una duda interesante.

Observo el proceder de la piscis. No parece muy convencida con mi respuesta. De todas formas, es normal. Tiene... ¿Cuánto? ¿Catorce? ¿Dieciséis? A mí a estas edades me parecen todos iguales...
Tras ver el destino de su hechizo y luego sus ojos, viva imagen de frustración, escucho su pregunta. Es una pregunta interesante. Interesante y, siendo sincera, inesperada. Nunca había pensado en algo así.

-Yo no utilizo demasiado la magia -confieso en un primer momento-. No. Nunca hice algo así. Aunque la lógica me dice que debería servir para fortalecerla, ya que solo sería canalizar esa nueva electricidad. Lo que no aseguraría sería que el sujeto, en este caso yo, no sufriese daños al hacerlo.

No sé a qué punto quiere llegar, pero en el caso de la electricidad... El mero hecho de conducirla puede resultar peligroso. Si hablamos de magia en general, no creo que funcione igual con la mía que con la suya.

-¿Tienes algo en mente? -inquiero, clavando mis ojos en los de ella.

Suspiré. No, definitivamente no tenía sentido preguntárselo a ella. Y menos si, como decía, no solía usar la magia (lo cual, por otra parte, debería haberlo supuesto desde el principio).

-Después de lo de... -hice una pequeña pausa, desviando la vista, avergonzada- el pozo... me he planteado que, ya que paso tanto tiempo en el agua y me desenvuelvo bien en ella, debería probar a atacar y defenderme en ese medio -expliqué-. Y me he encontrado con que, al contacto con el agua, mis hechizos se deshacen. Se mezclan con el resto del agua y pierden fuerza. Llevo un tiempo trabajando en ello, pero no he conseguido muchos avances. Y había pensado que los aether deben estar muy acostumbrados a usar hechizos de aire en el aire, así que sabrán cómo hacer que funcione mejor. Pero no se me había ocurrido nada con respecto a otras razas hasta ahora...

La miré, interrogante. En realidad, no sabía muy bien qué esperaba que me dijera, y menos después de su última respuesta. Me desesperaba un poco, en esta situación, ver que solo conseguía transmitir mi duda a otros, sin solucionarla.

-Pero en fin, supongo que tendré que preguntar a alguno. No creo que los flamma se dediquen a bailar envueltos en fuego, por poner un ejemplo.

Atenta, escucho su explicación. Una vez más, lo que dice tiene sentido y, en este caso, me sirve al mismo tiempo para comprenderla y para encontrar, quizás, un punto débil de los piscis. Quizás aguanten mucho bajo el agua, pero en ella mis hechizos son mucho más útiles que los de agua. Quizás esto me sirva en algún momento para salvar la vida. Si es que sigo viva mucho tiempo más...

-¿Has probado a hacer aquaerums pequeños y compactos? -inquiero, seria. Cuanto menor sea su superficie más presión harán.

Aunque, bien pensado, seguramente lo haya probado. Si se hubiese dedicado a hacer dos hechizos y desistir sería bastante decepcionante.

-Supongo que lo más útil sería conseguir solidificar el agua, aunque yo ahí no puedo ayudarte. Lo siento mucho.

Asentí.

-Es lo que intento, pero es difícil. En el momento en que se mezcla con agua externa, pierdo el control. Y hay que apuntar, buscar el mejor momento para lanzarlos... Siempre hay algo que se me escapa. Pero en fin, seguiré trabajando en ello.

A su propuesta, negué con la cabeza.

-No puedo controlar la temperatura del agua. Ojalá pudiera...

Y era cierto, sería muy útil. A fin de cuentas, el hielo haría mucho más daño que el agua, o eso suponía...

Suspiré de nuevo. Tenía la sensación de estar traspasando mi enfado conmigo misma en contra de ella. Aunque, más bien, era probable que el problema que tuviera con ella fuera otro.

Cuando el claritas me dio la carta y vi el destinatario, recordé que no hacía demasiado que había visto a la señorita Lester salir del palacio en dirección al río, así que esa fue la dirección que tomé. No me equivoqué en mis pesquisas, pues no tardé en verla a la orilla del agua, hablando (probablemente de importantes asuntos de guerreros) con la señorita Dew.

Con una tímida sonrisa pero la sensación de quien sabe que lleva un mensaje entre personas importantes, me acerqué sobre en mano.

-Señorita Lester, le traigo su correspondencia -dije, interrumpiendo sin importarme la conversación y entregándole el sobre.

Y, sin decir mucho más, me despedí de ambas y me alejé de nuevo en dirección a Palacio.

Por mucho que quiera, no creo poder aconsejar mucho más a Massen Dew sobre magia. La ideal para eso sería Analyn, y ni siquiera creo que pudiese hablarle mucho sobre hechizos piscis. De todos modos, me prometo a mí misma que trataré de averiguar algo para contar a la joven Massen Dew. Nunca está de más aprender algo.

Inesperadamente, se acerca a mí una chrysos del servicio. Tomo la carta que me entrega con un leve gracias y enseguida miro el nombre del que la envía. ¿Corbin? Se ha hecho de rogar... Espero, por su bien, que no sea tan lento en todo lo que hace. O, en su defecto, que el contenido de la carta sea algo interesante. Quizás merezca la pena haber esperado, aunque tampoco es que haya dejado de vivir por este escrito.

Observo cómo se aleja la chrysos. Si me ha traído la carta a estas horas tan extrañas es de suponer que acaba de recibirla. Quizás esté recién escrita. De todos modos, ahora mismo estoy con Massen Dew y no es momento de ir a buscar al claritas. Ya lo haré otro día.

Vuelvo mi mirada a la joven Massen Dew.

-Disculpa. No esperaba esto.

Al fin y al cabo, ella estaba hablando, y se ha visto interrumpida por esta intrusión. Trato de recuperar el hilo de la conversación.

-Si quieres que midamos fuerzas algún día, estaría encantada de hacerlo.

He luchado junto a la chica varias veces, pero nunca contra ella. Sería interesante comprobar cómo cuajaríamos como enemigas. Además de una buena forma de entrenamiento para ambas.

Nos vimos interrumpidas por una chrysos, que se acercó a Alehyss para entregarle una carta. La miré, sorprendida de encontrar que no era el cartero que solía entregarme a mí la correspondencia (que, suponía, no tendría la menor intención de entregar correo a aquellas horas). Vi cómo se alejaba, recordando con la interrupción que no he vuelto a hablar ni con mi madre ni con nadie en Aqua. Y no estaba segura de querer hacer ninguna de las dos cosas.

Traté de apartar aquellos pensamientos de mi mente. Negué con la cabeza a la disculpa de Alehyss.

-No importa -repuse.

A su propuesta, sentí cómo se me iluminaban los ojos. ¿Aquello era en serio? ¿Alehyss quería entrenar conmigo? Pero si ella era... Y yo era... ¿De verdad veía aquello como algo provechoso? Jamás hubiera esperado algo así.

Sonreí, sin poder evitarlo.

-¡Claro! Yo... Cuando quieras -respondí atropelladamente.

No podía creer que me acabara de decir aquello. Entonces, ¿de verdad me consideraba una igual? ¿Creía que era lo suficientemente buena como para compararme con ella? Sentí un impulso de autoestima de pronto.

Saliendo de mis recién creadas ilusiones, miré a lo alto.

-Es tarde... Debería volver al palacio.

Alehyss coincidió en lo que había dicho, y se dispuso a volver conmigo. Recogí el resto de mis cosas y ambas echamos a andar hacia Brontë.

*Se van*

Acuclillado junto al río, no podía sino pensar en mi pesar. Me había encontrado con Goco el día anterior y ello me había traído recuerdos de mi infancia y juventud. Y eso me entristecía.
Lanzaba ramitas a la corriente del río. No veía nada, pero había hecho alguna vez esa acción con luz y lo que solía pasar era que las ramitas se iban flotando corriente abajo, por lo que supuse que en ese momento pasaba lo mismo.

Suspiré pesadamente. Telma se había quedado correteando por el prado.

Ya quedaba poco, pero estaba cansado.

*se queda*

Poco después de despertarme, salí a dar una vuelta por los exteriores de Palacio, pensativa. Había recibido una nueva carta de Rick, en la que me proponía entrenar, y ahora tenía muchas más dudas que antes. Suponía, no obstante, que sólo podía aclararme hablando con él, pero tampoco tenía demasiadas ganas de verlo. Era complicado.

Tras pasar por el bosque, llegué al río y, como caído del cielo, ahí estaba Rick, sentado frente a la masa de agua, lanzando ramitas a la superficie. Lo observé en silencio durante unos segundos, pensando si le hablaba o no. Finalmente, decidí saludarlo.

—Hola.

Una voz me sorpendió dejando una ramita un poco más grande en el agua, pero no me sobresalté. No tenía fuerzas para gritar "malandrines" y alzarme buscando un rostro al que atacar entre las sombras.

-Hola -dije, esbozando una sonrisa algo triste, buscando en la oscuridad algún indicio de la produicedencia de la voz.

Suspiré. No eran formas. Así pues, me puse en pie y sacudí mi ropa. Al menos ser decente.

Observé en silencio cómo Rick se levantaba, preguntándome cómo podía empezar la conversación. Parecía que él no me había reconocido (probablemente ni siquiera supiese desde dónde le hablaba), así que suponía que me tocaría a mí empezar a hablar.

—Soy Inger. Recibí tus cartas.

Di un par de pasos hacia adelante, acercándome a él para que pudiese verme mejor.

Bajé la vista, algo azorado, o como fuese. Ya había ubicado su localización, por lo que miraba hacia allí.

-Siento haber desaparecido -dije vacilante, con una insegura sonrisa algo forzada-. Salimos muy rápido para la misión y apenas pude seguir el rastro de las carrozas en las que iban... -Suspiré-. Por suerte todo salió bien...

El recuerdo del cuerpo de Prosper, abandonado en aquel sucio lugar, me hace bajar la vista al suelo, algo entristecido.

-Bueno... casi todo.

Aquello me perseguiría mucho tiempo. Me había decidido a salvar su cuerpo, al menos, pero ni eso había podido hacer...

Escuché sus palabras sin intervenir. En una de las cartas me había hablado de la misión, que había salido medianamente bien. Una parte de mí se preguntaba qué era lo que había fallado, pero otra no quería saber nada de aquel asunto. Y ahora el tono triste de Rick casi me convencía de que realmente no quería saber qué había pasado. Aunque él parecía querer hablar de aquello.

—No te preocupes —murmuré. Di un par de pasos más hacia delante—. Entiendo que no hayas podido despedirte. —Lo miré—. Y, eh, me alegro que la misión haya salido bien.

Bajé la vista al suelo.

La oí acercarse, y entreví su figura. Me esforcé por dibujar una sonrisa en los labios. Yo era fuerte. Tenía que ser fuerte. Así era como me quería mi padre.

-Salvé a Massen Dew de una muerte casi segura. Me siento orgulloso de ello. Y también rescatamos a un piscis pequeño que nos ayudó a salir de algún aprieto -. Apreté la mandíbula. En aquella oscuridad no podía buscar sus ojos-. Pero no pude salvar a Prosper... -murmuré, bajando el tono y los ojos-. Ni a Prosper ni a todos aquellos esclavos que nos miraban al pasar por su lado...

Apreté los puños.

Alehyss Lester había dicho que los salvaríamos al volver, pero no había sido así. Nos había mentido.
Aunque, por una vez, no le echaba la culpa a ella.

Lo observaba mientras hablaba, sin saber bien qué decir. Por lo que decía, habían salvado a un pequeño piscis, pero no habían podido hacer lo mismo por otros esclavos ni por un tal Prosper.

Torcí el gesto y aparté la mirada, incómoda. No me gustaba ese tema. Entendía que quisiese hablar de ello, pero a mí no me gustaba. No sabía qué decir y no quería imaginarme lo que habían vivido.

—No pienses en ello... —respondí—. Piensa en lo que habéis ganado. Es mejor.

Asentí con una sonrisa triste en los labios. Busqué de nuevo su mirada invisible en la oscuridad. Debía de tener un aspecto bastante penoso. Se suponía que quería ser un hombre hecho y derecho, pero estaba allí, derrumbado como la fama de Alehyss Lester.

-Es cierto... Pudimos traer a Silvanus, y eso es lo que cuenta...

Me froto el brazo derecho con la mano contraria, incómodo. La verdad es que, por mucho que quiera evitar pensarlo, la misión ha hecho mella en mí. Incluso siento cierta empatía por el idiota de Lyam...

-La próxima vez lo haré mejor -. Bajo la vista, cansado.

Me acerqué a él y, con cuidado, le cogí las manos, en silencio. Aunque seguía algo molesta con él, me daba pena verlo así, tan triste.

—Trajisteis a Silvanus y a un niño... —murmuré—. Y seguro que Prosper sabía a lo que se enfrentaba cuando fue... —Lo miré a los ojos—. Así que no te culpes. Estoy segura de que lo hicisteis todos muy bien...

Bajé la vista.