Río

Lea no se enfadó. Tuve que contener un suspiro de alivio, y pude relajar el gesto. Por un momento, especialmente después de la charla de aquel día... Seguía como preparado para que saltase en cualquier momento y me dijese algo extraño, furioso o...
¡Nada, nada! Había dicho lo que había querido, pero yo la veía y no consideraba que fuese como ella me había contado. Sí, era algo más fría, y sonreía menos... ¡¡Pero a cambio cada sonrisa era como un cálido regalo!! O algo semejante...

Pronto noté que tiritaba, y tuve que darle la razón. Conjuré un par de batzalls para calentarme, pero no tenía forma de secarme, pues la mitad de mi ropa estaba sucia y la mitad de mi ropa era la que me iba a poner, así que me dejé estar. En un par de minutos, como mucho, estaría listo, seguro.

-Si deseas ir dentro lo comprenderé. Todavía hace fresco -dije, tratando de contener el ridículo y poco varonil temblequeo de mi voz, sin especificar si al ir dentro me refería a ella sola, acompañada o qué.

¡Quería tener cosas interesantes que decirle! ¡¿Por qué no encontraba cosas interesantes que decirle?!

Enarco una ceja y pongo los ojos en blanco. Mithos, y aún quiere hacerse el macho... Lo que hay que aguantar.

Conjuro un flagrare para tener algo de luz, y pronto estoy junto a Telma, que sigue empapada por más que se sacuda. Miro a Rick mientras la acaricio.

-Vais a poneros los dos malos como nos quedemos aquí mucho tiempo, así que... -comento, sin mucho entusiasmo.

Le hago un gesto y me vuelvo a Telma, a la que le dedico unas cuantas caricias antes de echar a andar. Tiene que salir a hacer ejercicio, pero no de noche.

Terminé de secarme, sacudiéndome yo también y me vestí apresuradamente para seguirlas. ¡Ya me llevaban unos buenos metros! Y yo en la oscuridad no veía un bismonte a tres pasos. Bueno, realmente sí, porque veía a Telma, que estaba a más de tres pasos. Algún día probaría a calcular la limitación.

-¡Comprendo que te preocupes por ella, Lea! -exclamé, sacando pecho, aunque ya vestido y sin tiritar-. Pero un flamma no cae enfermo por el frío así como así. Si la nieve no puede conmigo, menos podrá el agua.

¿Qué dolía más? ¿La tierra o una piedra? Pues lo mismo con el agua y la nieve. Aunque entonces el hielo...
Debía pensar en ello. Pero antes era mejor que secásemos a Telma.

*se van*

Llevaba un buen rato viéndole desde la copa de un árbol. Llevaba toda la tarde allí, pues tenía cosas que hacer lejos de miradas indiscretas.
Ya cansado de verle ahí metido, cogió una de las frutas del árbol y se la tiró con desgana a su iluminada cabeza.- Ey.- Dijo seco con cara de palo.

Le vio en silencio. Estático. Y maldijo a sus ojos por hacerle ver tanta tontería junta. Ciertamente alguien tan amanerado tenía que ser alguien de quien desconfiar. Un escalofrío recorrió su espalda. Jamás entendería a los hombres que buscan compañía de su mismo sexo. Nada hay de agradable en un culo. Los culos no estaban diseñados para aquella función y, del mismo modo que él no escuchaba por la nariz ni caminaba con las manos en vez que con los pies, aquello era, cuanto menos antinatural.
Dos mujeres era ciertamente más aceptable. Al fin y al cabo, no utilizaban ninguna parte del cuerpo u órgano de forma antinatural. Además que el espectáculo que ofrecían dos féminas en un lecho era sin duda alguna, mucho más agradable para la vista  que la de dos hombres.

No respondió a ninguna de sus preguntas y se quedó mirando al horizonte, pensando en cosas banales como las anteriores. Al cabo de unos pocos segundos, se decidió a hablar.- Si he bajado de Ventus cargando contigo...- Dejó caer. No iba a tener miedo de bajar de un árbol.- ¿Qué se supone que haces? ¿No tienes otra cosa mejor que hacer?- Habló con el aburrido tono de su aburrida vida.

-¡Bah!- Dijo con un ademán de desprecio.- Ya te saqué una vez y no tengo un buen recuerdo.- Reprochó.

Se dio por vencido y decidió bajar del árbol en un par de saltos. - Eso no es asunto tuyo.- Le recriminó, poniéndose a la defensiva.
Sin embargo, acabó por suspirar y chasquear la lengua. Nunca fue hablador. No se le daba nada bien sacar temas de conversación. Hacía bastante que no era feliz y ya ni le importaba.
-Bah, deja de hacer el ganso y volvamos.- La soledad era muy mala y se había amargado él solo toda la tarde.

FDR: e.eU está un poco depreUU

Aguantó el tipo lo mejor que pudo. Sin embargo cuando se le acercó e incluso le llegó a tocar el pecho, le dio un codazo hacia atrás.- Para.- Bramó.- Es molesto.- Le molestaba su felicidad. Su despreocupación. Su forma de ver y vivir. Le molestaba su perpetua sonrisa y sus continuas bromas. ¿Qué forma de vivir era aquella?

-Cuando tengas algo de lo que preocuparte en la vida, te estaré esperando en el comedor.- Dijo marchándose.

*se va*

Puesto que llevo un par de días sin colaborar, hoy he decidido hacerlo. De esto mismo hable con Massen, al fin y al cabo: el motivo por el que estoy en Brontë. Ahora mismo, ya le dije, es obligación, pero pese a todo considero necesario ser parte de los que trabajan.

Me dedico a cargar algunos escombros junto con los otros chrysos. Hace una temperatura agradable, y si no me cargo demasiado resulta casi refrescante, como un paseo.
En un momento dado siento un crujido sobre la cabeza, y veo a Follow saltando de una rama a otra, como un mono. Lo cierto es que envidio, en cierta forma, esa habilidad suya para trepar. Soy ágil, pero de forma distinta.

Llegamos al lugar casia a la vez, dejando ahí los restos que portamos. Lo miro un instante, serena. Tras nuestro último encuentro me noto algo enervada. Él no tiene la culpa de no ser una persona normal, pero me resulta estresante de todos modos.

-Buenas tardes -murmuro, dejando la última rama sobre el montón.

Esbozo una sonrisa, tirante. Siendo como es a lo mejor hasta la toma como gesto de buena fe, y no como algo agresivo. ¿conocerá a Corbin? Estos dos podrían llevarse bien, aunque la habilidad social de Corbin es bastante superior.

-Hoy nos hemos separado. Ella ha ido a trabajar a otro lugar. Desconozco cual -informo, seca, haciendo una breve pausa entre una frase y la siguiente, como si por un instante no fuese a añadir nada más y después cambiase de idea.

Su siguiente pregunta hace que me brillen los ojos un instante. Por un instante me veo tentada a decir que no quiere verlo más, o algo por el estilo, pero yo estoy aquí para ayudar a Massen, no para... Bueno, considero que eso sería ayudarla. Pero debe aprender por sí misma de sus errores y enmendarlos sola. No es una niña.

-Ha tenido problemas personales-. Supongo que si es su novio no está mal que se lo diga. Lo miro fijamente,casi amenazante-. Deberías ser capaz de preguntárselo tú mismo, con delicadeza. Diciéndotelo yo traicionaría su confianza.

Y si existe alguna empatía en tu interior, si eres capaz de ser tan solo un poco comprensivo, deberías ser capaz de apoyarla.
No confío para nada en sus capacidades. Ni un poco.
¿Delicadeza? Por favor...

Francamente, me saca de quicio. Y por ser como es me permito perder el control más fácilmente. ¿Qué apariencia tengo que mantener? Si ni siquiera parece saber cómo se comporta una persona normal. He de retirar el "parece" de esa oración.

-Las hembras -mascullo, casi gruño. Cada vez me gusta menos. Lo peor es que, de alguna forma, es como un Jager simplificado- pueden ser reservadas a veces y preferir hablar en otra ocasión. Y si no te lo dijo quizás fue porque no te consideró digno de ello-. Esbozo una sonrisa triunfal. Ojalá-. De todos modos, es asunto tuyo. Haz lo que te venga en gana.

Me doy la vuelta y comienzo a alejarme. No sé qué hago discutiendo sobre temas delicados con este tipo. A veces, de verdad, parece que dejo de pensar por un instante.

Ya me estoy alejando cuando siento un contacto en el hombro. Me vuelvo, primero solo el rostro, para comprobar, de reojo, quién me llama, y ya completamente al ver que sigue siendo él. No sé qué quiere. Ni antes ni después de recibir el palo que me tiende, frunciendo ligeramente el ceño. Será raro.

-Adiós -respondo, ya no con agresividad, más con extrañeza, viéndolo marchar.

Dejo ir un suspiro y miro, interrogante, a una muchacha que pasa a mi lado, que me devuelve la mirada un momento y sigue su camino, a lo suyo. Camino de nuevo a los montones para dejar el palo sobre ellos.

Al menos se ha despedido. Quizás, en el fondo, muy en el fondo, tenga salvación.

Sigo de nuevo a los del servicio para volver al trabajo.

*se queda trabajando por ahí*

Corbin, en su costumbre de alternar horarios para acostumbrarse a estar despierto y responder en condiciones a cualquier hora, esperó aquel día al anochecer antes de salir a trabajar. Sabía que habría menos gente trabajando por la noche, pero eso no lo molestaba en absoluto, sino más bien al contrario. A Corbin le gustaba trabajar en solitario.

Siguió el camino guiándose por su mermada vista y el resto de sus sentidos, mucho más agudos en aquellas condiciones. Avanzaba descalzo, palpando con seguridad el terreno, buscando por dónde avanzar. En principio pensaba dedicarse a aquello que antes le viniera a la mente, pero al ver unas luces un poco más allá acabó por sentir la suficiente curiosidad para acercarse.

Unos pocos chrysos trabajaban junto al río, reuniendo madera. Era probable, supuso Corbin, que hubiera habido más durante el día. En cualquier caso, parecía un trabajo tan bueno como cualquier otro, así que Corbin se acercó a la zona con intención de colaborar.

Distinguió una cara conocida un tanto más allá, y dedicó un saludo a Alehyss, sin interrumpir su trabajo.

Cargo un nuevo montón de ramas hacia las que ya están amontonadas. Voy con los ojos encendidos. A estas horas empieza a verse mal.
No soy la única, por lo que veo. Antes Follow, ahora el otro. Auqnue este es más fácil de entender y de tratar. Apuro un poco la marcha para ponerme a su lado, hombro con hombro.

-Buenas noches, Corbin -saludo, con un amago de sonrisa-. ¿Cómo te encuentras?

Hay un chrysos que lleva ya algunos escombros en las manos. Le hago un gesto para que me los de, ya que yo voy camino de dejarlos. Hay que ayudarse, ¿no? En eso consiste.

Corbin fue tomando toda clase de elementos varados en la orilla que suponían un peligro, o que sencillamente habían llegado allí resultado de la tormenta. Evidentemente, el río no era como la entrada o los jardines, pero dejarlo en estado completamente salvaje podía resultar un engorro. A Corbin en concreto no le importaba demasiado, pero ya que estaba allí para trabajar, tampoco se oponía a colaborar.

Alehyss se le acercó al poco, con su propio montón de maderos y escombros. Con un buen montón en brazos, Corbin se irguió también, comenzando a caminar junto a ella hacia las pilas donde los estaban amontonando.

-Buenas noches -respondió, con su habitual tono monocorde-. Estoy bien. ¿Cómo estás tú?

Corbin contempló uno de los montones de madera. Cargarlos sería un ejercicio de lo más interesante.

Agito un poco la cabeza, a falta de manos libres, para apartarme un poco el flequillo. Empieza a hacerme cosquillas en los párpados y resulta muy incómodo. Me lo cortaré mañana. Lo he decidido. Ahora mismo.

-Bastante mejor, como puedes ver -respondo, con sencillez y tono agradable, haciendo referencia a mi pierna con un gesto-. Estoy ya con los últimos ejercicios. Espero estar lista pronto para entrenar contigo. A ver si lo consigo antes de que te vayas-. Llegamos al montón y dejo las cosas que porto sobre él. Hay otros chrysos que se llevan el material inservible en carretillas, pero no sé a dónde.

Ladeo la cabeza, contemplándolo un instante. Me resulta algo solitario, a veces.

-¿Has estado en el pueblo? -inquiero, curiosa, dispuesta a ponerme en marcha de nuevo a por una nueva tanda de escombros.

Corbin asintió. Aquello era interesante. Recordaba su último entrenamiento con ella, que tanto había disfrutado, y también su colaboración en la misión. Ambas ocasiones habían sido interesantes, y eran en parte el motivo de que tuviera a la chrysos en consideración. Después de todo, era muy buena en su trabajo, valía la pena prestarle atención.

-Aún no me han dado una fecha de partida -respondió-. Así que puede que nos dé tiempo.

No había vuelto a hablar con la caeruleus, pero seguía pendiente de sus noticias. Y, aunque lo lamentara, Corbin no atrasaría la marcha por un entrenamiento con la chrysos.

Dejó su carga sobre el montón, al igual que ella, y se volvió para seguir recogiendo. Cuando la chica preguntó, negó con la cabeza.

-¿Hay algo de interés allí? -preguntó.