Río

Salgo un rato. Sin darme cuenta, termino junto al río. Me aproximo a la orilla, dejando una distancia prudencial, la suficiente como para que no haya forma de que termine cayendo, y recorro el camino, siguiendo la dirección contraria a su cauce, con pasos tranquilos, iluminando levemente mi cuerpo, apenas lo suficiente para ver los obstáculos. Me encuentro extrañamente relajada, el silencio me agrada, el sonido del agua me relaja, llegando a provocarme un leve cosquilleo en el cuerpo, a la altura del esternón, como cuando se escucha el crujir de las hojas en una biblioteca casi vacía, o el crepitar del fuego y los carbones.

Es extraño. Llevo un tiempo así, relajada, aunque solo sea en soledad. De buen humor.
Sigo siendo consciente de mi situación, sigo entrenando, trabajando y esforzándome por recuperar la forma, sigo esperando noticias de Ventus o algún mandato de Madame Desmarais, que acude a mí algunas veces. Pero el resto del tiempo, en los momentos que tengo para mí, me siento bien conmigo misma.
Hacía ya tiempo que no me encontraba tan satisfecha.

*se queda paseando*

Aquella noche no me apetecía dormir. Quizá porque no había gastado la suficiente energía, quizá porque algo (aunque no sabía qué) me inquietaba, el caso era que había decidido escabullirme. Al menos por un rato.

Había luna, así que se estaba a gusto por ahí. Y, aunque había zonas que aún reflejaban los efectos de la tormenta en el bosque, sabía elegir los caminos que suponían menores impedimentos, así que no tardé mucho en acercarme al río. El lago parecía más tentador, pero sabía que estaba en peores condiciones, así que sería mejor dar una vuelta por allí.

Tras un rato de paseo junto al agua, y ya sufriendo tentaciones con respecto a si tirarme a ella o no, una luz llamó mi atención un poco más allá. La luz se convirtió en un chrysos, que resultó ser Alehyss. Sonreí. Era extraño encontrar compañía a aquellas horas, pero no era mala compañía, así que no tenía queja.

-Qué horas para pasear, ¿no? -comenté al acercarme.

Alzo las cejas al toparme con Massen, y esbozo una sonrisa escueta, pero agradable. La última vez que alguien me dijo algo como eso acabé teniendo sexo contra un árbol, por decirlo de algún modo, pero dudo seriamente que eso sea lo que vaya a suceder hoy. Agradezco que sea así, por otro modo. Esas intenciones, venidas de Massen, me resultarían extrañas.

-Buenas noches -saludo, sin más, acercándome sin prisa-. No soporto la lluvia y la humedad, de modo que aprovecho, en todo lo posible, el tiempo tan agradable que está haciendo últimamente -comento, relajada, dirigiendo una breve mirada al río-. Deberíamos aprovecharlo también para ir una noche al pueblo. Creo que te debo el regalo de cumpleaños de dos años consecutivos.

Y hace mucho, por otro lado, que no salgo una noche a divertirme sin más. Aunque con Massen el plan será algo diferente del acostumbrado, supongo.
Está bien cambiar.

Sonreí, divertida. Sí que era cierto que no le pegaba mucho el gusto por la lluvia. Aunque esas cosas podían educarse. En mi caso, había visto caer tanta lluvia en mi vida que no podía plantearme que el tiempo fuera cuestión de gustos, siquiera. Y aunque en Fulmen llovía mucho, no era igual.

Asentí a su propuesta. La verdad era que me vendría bien salir por ahí un poco, alejarme por un día de la rutina. Así podría olvidarme un poco de todo. Me hacía bastante ilusión aquella invitación.

-Sí, va siendo hora de cumplir con ello -asentí-. No es que suela hacer muchos planes nocturnos, así que por mí está bien cualquier noche.

También estaría bien que se organizase alguna otra fiesta. Hacía mucho desde la última, y había sido divertida. Claro que aquello no dependía de mí. Quizá podía proponerse. Para celebrar el fin de las reparaciones, o algo por el estilo.

Me peino el borde del flequillo con los nudillos, asintiendo, despreocupada. Es extraño lo cercana que me he vuelto, en trato, con respecto a Massen recientemente. Además, poco a poco crece, y las diferencias generacionales disminuyen. Resulta agradable.

-En ese caso podemos buscar, sin problemas, una que nos apetezca a las dos. Tampoco acostumbro a tener muchos planes nocturnos, por lo que estará bien siempre que no haya algún trabajo al día siguiente.

Prometí a Fera que trabajaría más, y no fue mentira. Pienso hacerlo para enmendarme y seguir sintiéndome cómoda conmigo misma. Espero poder mantenerme activa y mantener el buen humor lo máximo posible. Sé que, llegado a un punto, las cosas malas de mi vida se harán patentes de nuevo, pero no me amargaré antes de tiempo.

-¿Cómo van las cosas? -inquiero, agachándome distraída para tomar una piedra blanca del suelo-. Yo ya he tenido un enfrentamiento. Me siento bastante en forma -comento, irguiéndome de nuevo, estirando la pierna izquierda un instante, como desperezándola, aludiendo a ella.

Todavía tengo alguna contusión, y un pequeñísimo corte en la cara, pero me siento muy satisfecha.

Una vez más, me encogí de hombros. Con Alehyss siempre me pasaba aquello. Hacíamos planes que no llegábamos a concretar, con lo que resultaba difícil llevarlos a cabo. Tampoco me molestaba. Debía tener que ver con el hecho de que íbamos muy por libre.

-Bueno, aún hay algo de trabajo por las reparaciones -apunté-. Pero, exceptuando en casos concretos, todo es cuestión de organizarse para encontrar ese día sin trabajo. Tampoco es que tengamos un horario muy rígido, precisamente.

Alcé las cejas, interesada, cuando mencionó su combate. Yo, desde que había pasado la tormenta, había descuidado un tanto mi entrenamiento, lo cual no me convenía. Me encogí de hombros a su pregunta y sonreí.

-Yo estoy algo mejor -afirmé-. Aunque supongo que estaré mejor todavía cuando todo se normaliza. ¿Qué tal fue ese combate?

Asiento a sus palabras, pensativa, buscando un día en mi cabeza sin elegir ninguno en particular. Supongo que lo mejor será ir viendo sobre la marcha y comentarlo en las habitaciones, cuando nos veamos, aunque de todos modos estaría bien acotar un poco las fechas, por asegurarnos de que no se nos pase el año hasta su siguiente cumpleaños.

-Podemos elegir un día de la semana próxima -propongo, peinando un mechón tras la oreja, entreteniéndome un instante en su levísima punta, acariciándola con curiosidad, como si acabase de descubrir esa faceta de mi cuerpo-. Las cosas sin concretar terminan pasándose.

No hace mucha referencia a su estado, pero la alusión es positiva, por lo que supongo que puedo tomarla como aceptable. Hace tiempo que se la ve mejor. Supongo que el dolor permanecerá, pero eso es algo con lo que tendrá que aprender a vivir, por desgracia.

-Me enfrenté a Corbin -comento, centrándome en el otro tema-. Es difícil plantarle cara, pero terminó en empate, por lo que no me puedo quejar. Ganar no es importante, de todos modos. Aprender lo es.

Asentí, animada. Al parecer, ambas habíamos llegado a la misma conclusión. Por mi parte, cualquier día estaría bien, y parecía lo mismo para ella. Aunque era mejor concretar a la largo de la semana, ya que así podíamos permitirnos el evitar contratiempos.

-Cuando te apetezca -ofrecí-. Ya veremos qué día pinta mejor. Si el tiempo se mantiene, será agradable ir hasta allá.

Corbin. Busqué ese nombre en mi cabeza con el ceño fruncido, pensativa, pero no llegué a encontrarlo. Negué con la cabeza. De todas formas, no era importante.

-No sé quién es -indiqué-. Pero me alegro de que te fuera bien, en cualquier caso. ¿Tienes pensado ir a alguna misión o vas a esperar un poco más?

Asunto zanjado. Ahora solo queda encontrar el momento preciso, pero eso no es algo que pueda hacerse ahora, y no me apetece divagar infinitamente sobre agendas más o menos apretadas. No llegaríamos a ningún sitio y la información aportada a la conversación sería mínima, haciéndola poco interesante.

-Es un claritas. Un hombre algo seco, pero muy profesional -me limito a responder, ladeando suavemente la cabeza-. Ya había tenido la oportunidad de enfrentarme a él antes, y también he trabajado con él, pero este último encuentro lo disfruté especialmente.

Frente a su pregunta sobre las misiones asiento, distraída, elevando la vista un instante. Desde luego, ya no es, simplemente, que quiera... Me siento preparada, aunque no vaya a empezar por algo demasiado intenso, y es mi deber.

-Creo que va llegando el momento. Buscaré algo apropiado para mi estado, pero sí, tengo esa intención. De hecho, tengo especial interés en trabajar para Brontë. No lo he hecho desde que me encerraron -matizo, seria.

Será mi forma de mostrarme colaboradora, de dejar clara mi posición ahora mismo.

Así que un claritas. No conocía a demasiados, y los pocos a los que sí no coincidían con el perfil. Traté de imaginar por un momento a Jun tratando de encajar en esa descripción, y casi me entra la risa. Le estaría bien ser un poco más profesional, la verdad.

-No debemos haber coincidido -comenté.

Sonaba como un compañero experimentado, uno que llevara tiempo en Brontë. Sería interesante verlo en acción.

-Yo también tengo idea de apuntarme en poco tiempo, aunque me gustaría poder terminar las reparaciones antes de marcharme -expliqué. Sonreí-. Te sentará bien. No sé si tienes la misma motivación de antes, pero eras muy buena, así que conseguirás controlar la situación en seguida.

Quizá, después de su "traición" (¿era aquello una traición realmente?) había perdido algo de favor de los líderes, pero con sus habilidades lo recuperaría pronto.

Esbozo una sonrisa, divertida incluso, enarcando ambas cejas un instante.

-Si alguna vez coincides con él, dale una oportunidad. No es muy dado a hablar, pero es un hombre más interesante de lo que parece. Pero se hace difícil indagar en él. Si hablas de entrenamiento seguramente conseguirás buenos resultados.

Ni siquiera soy capaz de pensar que decir eso sea cruel, porque me parece cierto. Corbin me decepcionó la primera vez que lo vi, y aún ahora no sabría decir con exactitud qué es lo que me llama la atención de él, pero, aunque no tenga mucha conversación, es un tipo interesante. Tiene bastante que aportar, aunque solo sea a nivel experiencia.

-Quizás coincidamos -comento, moviendo la piedra que tomé hace rato entre los dedos, sin un propósito fijo. Termino por lanzarla al agua-. Aunque lo dudo. Dado mi estado, deberé optar por algo suave. Tú, sin embargo, tienes la capacidad de optar a metas más altas-. Es un piropo, lo creas o no-. Soy buena -matizo, dejando ir una sonrisa, con cierta burla-. Lo único que podría preocuparme sería volver a ser herida. Lo evitaré a toda costa, por supuesto. Por todo lo demás, tengo ganas de entrar en acción, lo admito. Hacía tiempo, ya, que no me pasaba, pero últimamente me encuentro... -. Fruncí el ceño, como buscando la palabra exacta para describirlo- bien.

Contenta.
Es increíble. Ni mis padres lo creerían.

La escuché, sintiendo cómo crecía la curiosidad. La verdad era que en Brontë había gente muy curiosa, con mucho que investigar en ellos antes de sacar un juicio claro. Y, tal y como hablaba Alehyss, parecía que guardase enormes secretos o algo así. Probablemente sería un tipo enorme, como Rick Dehnel, pero mucho más serio. Quizá hasta diera algo de miedo. Por lo poco que sabía de él, eso le pegaba al tal Corbin.

-Lo tendré en cuenta -prometí-. A ver si coincido con él.

Sonreí. Me alegraba encontrarla tan animada. En los últimos tiempos, Alehyss se había mostrado más abierta, optimista e incluso cariñosa. Era de agradecer ver que estaba tan bien. Tranquilizaba y me ponía de buen humor.

-Supongo que no será el caso -coincidí, con cierto desánimo-. Aunque me gustaría. Me gusta trabajar contigo, eres muy profesional.

También me molestaba un poco, ya que me sentía puesta a prueba con ella cerca. Pero, a fin de cuentas, también estaba más segura a su lado.

Bostecé. Por más que quisiera dar un paseo nocturno, no dejaba de ser tarde.

-Bueno, yo creo que es hora de que descanse. ¿Vienes? -propuse. Ambas volvimos al palacio.

*se van*

Concentrado, corría a favor de la corriente del río, junto a la orilla, con todas mis ganas y energías puestas en aquello tan noble. ¡Y es que mi cuerpo necesitaba más ejercicio del que le estaba dando! Y de no entrenar como debía, terminaría teniendo más recuerdos de mi niñez que la debilidad de un pobre joven niño, y no era nada que desease recordar.

Los largos y poderosos pasos no vacilaban. A ratos apuntaba al agua, a las rocas, e invocaba algún flagrare para demostrar a mis enemigos que ni en movimiento fallaban mis golpes. Si bien era cierto que la magia no era algo que Rick Dehnel dominase, no debía parecer débil a ojos de los malandrines que osasen querer atacarnos. Mi querida Värdjas podía con todos los malvados, pero mi cuerpo era un arma también, y no temía al desarme.

Tras un buen rato corriendo frené en seco, empezando de golpe, saltando directamente al suelo, una serie de flexiones con ambas manos, veloces y potentes, terminando por soltar una y luego la otra, alternando dos subidas y bajadas con cada una, sin bajar tampoco el ritmo entonces. Me mantuve sin parar más de diez minutos, y luego, sintiendo cómo al ejercicio se le sumaba el calor, y por tanto el sudor, me deshice de los pantalones (la camisa había sido un estorbo desde el principio y ya no la llevaba) y me lancé al agua, dispuesto a deshacer el camino que había hecho al trote pero a nado, refrescándome y nadando al mismo tiempo. ¿Quién envidiaba a los piscis?
Con los párpados interiores, ni siquiera el agua que corría contra mí era un estorbo para poder guiarme bajo el río.

Tras una buena jornada de entrenamiento, sintiendo el poderío del cansancio en los músculos de mi cuerpo, pero también la satisfacción de haber cu mplido con mi trabajo, me seque, me vestí de nuevo y regresé al palacio lleno de energía.

*se va*

Las lluvias habían vuelto, pero había decidido que no eran motivo suficiente para quedarme bajo techo. Los constantes entrenamientos con Jun me animaban a mantenerme activa, así que cuando me despedí de él, y después de cenar algo, me dirigí fuera, directa al bosque, y, más concretamente, al río. Tras dejar la ropa en un rincón, tratando de evitar que acabara empapada, me eché directamente al agua.

Comencé a nadar a favor de la corriente, y en seguida me sumergí, con las membranas bien extendidas y avanzando a toda velocidad bajo el agua. Seguí el curso del río casi hasta llegar al lago, aunque no llegué a introducirme en el mismo. En su lugar, ascendí de nuevo, tomando aire, y di media vuelta, buceando en dirección contraria, esta vez contracorriente. El agua no tenía demasiada fuerza, pero sí la suficiente como para que subir supusiera un esfuerzo. Mi ánimo, pese a todo, me hacía continuar sin detenerme.

*Se queda*

El chrysos caminaba con pasos lentos, las manos en los bolsillos y los ojos ligeramente iluminados, cubierto con una capa oscura y vieja que le protegía de la lluvia. Había salido hacia un rato de Palacio, aburrido de estar encerrado, y ahora se limitaba a, simplemente, pasear por los exteriores, observando con cierta curiosidad el paisaje nocturno. Debía admitir que Brontë tenía cierto encanto; hasta con aquella desagradable lluvia podía apreciarlo.

Lyam se detuvo al llegar al río y contempló la alargada masa de agua. Recordaba la última vez que había estado ahí, hacía más de un año; también recordaba lo preocupado que había estado y lo desagradable que había sido todo en general. Ahora, sin embargo, no tenía ningún motivo para preocuparse por lo que pasaría si alguien lo veía en el río, a aquellas horas de la noche, bajo la lluvia.

El chrysos torció una sonrisa, se agachó y cogió varias piedras planas; la tierra estaba húmeda y blanda. Lanzó la primera, vio cómo rebotaba dos veces antes de hundirse, y luego lanzó la segunda, y después la tercera, y la cuarta.

fdr. tiene 13 años, sí.

Estaba a punto de emerger cuando sentí una ondulación especialmente violenta en el agua. Y luego, otra. Al poco, el proceso se repitió. Sabía lo que era, podía sentirlo perfectamente. Y era algo peligroso emerger en aquellas condiciones, pero empezaba a necesitarlo urgentemente.

Se me ocurrió, como recurso de aviso, lanzar un aquaerum. Uno de los que Jun me había ayudado a perfeccionar; la bola de agua giró a toda velocidad en mi mano antes de salir despedida hacia arriba. Llevaba la potencia suficiente como para llamar la atención al emerger. Y, además, haría ruido al llegar a la superficie y romper la última capa de agua.

Esperaba que, si se detenían entonces los golpes, podría asomarme. En caso contrario, tendría que aguantar un poco más, hasta alejarme un poco de la zona, para asegurarme de no recibir una pedrada en la cabeza.

Lanzar piedras al río no era, evidentemente, algo interesante, pero a veces el chrysos tenía el deseo infantil de hacerlo. Cuando era pequeño y Dena y él decidían acercarse al río más cercano, en vez de nadar el muchacho se dedicaba a lanzar pequeños guijarros, buscando que rebotasen; al principio, recordaba, se frustraba porque todo lo que lanzaba se hundía nada más tocar el agua, y Dena, chapoteando en el agua, se reía porque no tenía ni la más remota idea, pero conforme habían pasado los años le había cogido el truco, y ahora las piedras que lanzaba botaban un par de veces antes de hundirse definitivamente.

Lo que sí fue interesante, curioso, y hasta un poco raro, fue la pequeña bola de agua que emergió del agua. El chrysos, con un guijarro en la mano, frunció el ceño, ladeó la cabeza hacia la derecha y contempló el agua con confusión. Parpadeó. Sabía que no era el más indicado para hablar, porque, en fin, ahí estaba bajo la lluvia, pero ¿quién demonios decidía ponerse a nadar con el tiempo que hacía y a aquellas horas?

Parecía que las piedras se habían detenido, y el tiempo apremiaba. Aún arriesgándome a no haber dado el tiempo suficiente, emergí y traté de localizar a quien fuera que estaba lanzando piedras. Vi una figura un poco más allá, en la orilla, y nadé rápidamente hacia allí. Al acercarme un poco, me pareció distinguir quién era.

-¿Lyam? -llamé-. Oye, deja un momento las piedras, ¿vale? Salgo ahora y ya puedes seguir.

Sin esperar respuesta (me preocupaba más salir del agua que otra cosa), me impulsé fuera del agua, sentándome en la orilla. Alcé la vista hacia él, sonriendo.

-Qué horas y qué tiempo de venir aquí, eh...

El chrysos alzó las cejas, sorprendido, al ver emerger del agua a Massen Dew.

—¿Massen? —dijo. Dejó caer las piedras al suelo—. Pe... Perdona. —Se pasó una mano por la cara—. No sabía que estabas nadando y, bueno. Eh. Perdona.

Apartó la vista. De pronto se sentía un poco avergonzado por habérsela encontrado así, estando él lanzando piedras al río, bajo la lluvia, como un crío cualquiera y ella nadando. Suspiró. Él se suponía que era un tipo serio, por Mithos.

—Pues... Sí, la verdad. —La miró—. Aunque también son unas horas un tanto peculiares para nadar... Creo. —Parpadeó—. ¿No te cogerá el frío?

Negué con la cabeza, con calma.

-Ah, no, no pasa nada -respondí-. Puedes seguir, si quieres.

Y, de hecho, tomé yo un par de las que había dejado caer y lancé una de ellas. Cuatro botes. Sonreí. En otros tiempos lo habría hecho mejor.

Me encogí de hombros.

-Es posible -contesté, con cierto tono indiferente-. Aunque no más posible que en Aqua. Si pasa, habrá valido la pena el baño, con eso y con todo.

Lancé la otra piedra. Tres botes. Vaya.

Suspiró, aliviado. Lo que faltaba para hacerle sentir la vergüenza total era haberle dado a la pobre chavala, pero por suerte no había tenido tanta puntería.

—Nah... Ni tan siquiera sé por qué me puse a lanzarlas —murmuró.

Y era cierto. En principio él estaba paseando: había salido de Palacio solo para dar una vuelta, y no había pensado en detenerse en ningún sitio.

Observó cómo la piedra que lanzaba la piscis rebotaba hasta cuatro veces, y asintió.

—Buen tiro.

Sonrió. Luego, imitando a la muchacha, se sentó. Se bajó la capucha, se despeinó, y suspiró. A pesar de la lluvia, no hacía frío, sino que se estaba bastante bien. Sin lluvia, pensó, la noche podía haber sido mucho más agradable. La lluvia siempre era un engorro.

Miró de reojo a la piscis.

—¿Y no has traído una toalla o algo para secarte? —Frunció un poco el ceño—. Ya sé que no hace tanto frío como en Aqua, pero aun así, con la lluvia y lo tarde que es... Imagínate que te constipas o...

Se calló.
Sonaba como una madre.

fdr. llevo un buen rato preguntándome cuánta ropa lleva esa niña puesta xDDD
que le va a coger el frío, D:

Me encogí de hombros, con una suave risa.

-Antes se me daba mejor -reconocí, poco convencida por el halago.

Palpé el suelo, en busca de más piedras. Estuve a punto de preguntar si de verdad no quería seguir con su pasatiempo, pero acabé por callar. A fin de cuentas, si quería lanzar piedras, las tenía tan a mano como yo. Así pues, tomé otra de las que él había dejado caer y la lancé. Otros tres botes. Ladeé la cabeza a un lado y a otro, como calibrando. Sí, antes se me daba bastante mejor.

Alcé la vista a su pregunta, divertida. Había hecho rabiar tantísimo a mi abuela a lo largo de los años que se me hacía hasta raro escuchar ahora a otra persona repitiéndome lo mismo.

-Bueno, alguna vez hay que caer en cama. Si me da fiebre, a lo mejor, hasta crezco un poco más -bromeé. Luego negué con la cabeza y señalé el curso del río-. Lo he dejado todo un poco más arriba. Resguardado y seco, si eso te preocupa. Aunque tampoco creo que me pase nada. Cuando salgo en invierno aún me la juego, pero hoy hace hasta calorcito.

FdR.: Son los problemas de que no haya nada establecido a nivel bañadores, pero de hecho va en pseudobikini (?)

Rió con suavidad.

—¿En serio? —La miró—. A mí a tu edad se me daba regular. Aunque antes, cuando era más pequeño, era incapaz de hacer que botasen. —Se encogió de hombros—. Ahora soy normal. Peor que tú, creo.

Palpó el suelo en busca de alguna piedra, y cuando encontró una, la lanzó; botó dos veces antes de hundirse. El chrysos compuso una mueca.

—Oh, venga ya. —Lanzó otra, sonriendo, logrando que diese tres botes. Asintió—. Mejor.

Ensanchó la sonrisa y, de reojo, miró a la muchacha. La última vez que la había visto, cuando se había encontrado con ella y con Alehyss en el comedor, apenas había hablado, pero ahora no parecía tener ningún problema con su presencia. Era curioso.

—No creo que la fiebre te ayude demasiado a crecer. —Rió—. Mírame, he tenido bastantes fiebres a lo largo de mi vida y sigo siendo un... Enclenque en comparación con el resto de guerreros—Negó con la cabeza. Luego, algo más serio, añadió—. Si quieres la capa, mientras no vas a por la ropa, o por si tienes frío o algo, pídela... O algo.

Sí, parecía una madre, una madre sobreprotectora.

Reí suavemente.

-Yo tuve que enseñar a cinco de mis hermanos -remarqué, jactanciosa-. Y siempre les ganaba. Aunque probablemente ahora haya alguno al que se le dé mejor que yo.

Observé las piedras que él tiraba, escuchándolas rebotar. Ladeé la cabeza un par de veces ante su primer intento, y asentí, aprobándolo, ante el segundo, riendo de nuevo.

Negué con la cabeza, convencida.

-Será que ellos han pasado por más fiebres todavía -repliqué-. Con la fiebre se crece. Creo que es porque al dormir creces más rápido. Eso decían mis hermanas. Si estás enfermo, pasas más tiempo en cama, y eso suele significar que duermes más.

Recordaba los comentarios de cualquiera cuando alguno de nosotros se reponía de una enfermedad. Siempre estaba todo el mundo remarcando que habíamos crecido.

Negué con la cabeza.

-Qué va, si a lo mejor hasta me vuelvo a meter en el agua un rato -rechacé-. Estará nublado y lloverá lo que quieras, pero el agua está buenísima. Y bueno, ya digo, tampoco hace tanto frío.