Enfermería

Mujer:

Limpio la herida del flamma a conciencia con un algodón mojado el alcohol durante un buen rato y luego doy un par de puntos a la herida, que no es demasiado aparatosa.

- Has tenido suerte de que no se haya infectado -le digo-. No tenemos ningún médico ahora mismo...

Cuando termino con mi labor, guardo todos los utensilios utilizados y observo al muchacho.

- Listo, chico.

El contacto del alcohol con la herida me obligaba a contener ligeros quejidos de vez en cuando, pero logro mantener mi fiera imagen de guerrero.

- No ha sido fuerte. Es que soy un resistente guerrero -. Sonrío-. Y lo del médico no tiene importancia. ¡Esta será la última herida que haya en el Palacio ahora que he llegado! ¡Nadie tendrá nada que temer, no señor!

Una vez hubo terminado, ensancho mi sonrisa.

- Entonces todo listo, ¿verdad? ¡Muchas gracias!

Hago una reverencia a la mujer y salgo del lugar.

*se va*

- De nada, chico. No ha sido ninguna molestia, aunque espero que sepas protegerte a ti mismo-. Sonrío.

El apuesto flamma abandona la enfermería poco después. Yo me quedo un poco más, ordenando cosas, por si alguien necesita ayuda.

Los soldados llevaron a Rick hasta la enfermería, no sin esfuerzo. Entonces, mientras uno de ellos lo vigilaba, el otro salió de la sala para ir a buscar a alguien que supiera un poco de medicina.

Regresó poco después con la misma mujer que había atendido a Rick la última vez.

Mujer:

- Así que no iba a haber más heridos, eh... Podeis retiraros.

Los soldados abandonaron la sala tras dejar a Rick tumbado en una cama. Entonces el flamma quedó en manos de la mujer, que le quitó la camisa, ya inservible, y limpió sus heridas. Luego, apañándoselas como pudo, le vendó el torsó y se crujió el cuello una vez hubo acabado.

- Bueno... A ver si de esta aprendes, chico...

Suspiró y se preparó para pasar una larga noche.

*se queda*

Abrí los ojos desorientado. Tenía la boca pastosa y el cuerpo adormilado. Traté de incorporarme, pero el dolor de la espalda era insoportable. Entonces recordé lo ocurrido con Aren.

Me rugían las tipas. Con más cuidado estas vez, logré erguirme. Me habían vendado todo el torso. Me puse en pie y vi que mi cuerpo aguantaba bien. ¿Cómo no iba a hacerlo? La justicia estaba de mi parte.

Con pasos lentos, abandoné la estancia en dirección al comedor.

*se va*

Los soldados llegar arrastrando al piscis como bien pueden para no causarle más daños y lo acuestan en una camilla.

Soldado 1:
-Madre mía, este acaba de llegar fijo...

Soldado 2:
-O eso o es demasiado estúpido... Vamos a tener que llamarla de nuevo...-

Ante el comentario del soldado, una mujer sale de detrás de unas cortinas.

Mujer:
-Ya me paso por aquí al menos una vez al día por si acaso. -Miré al chico y formé una mueca de dolor. -Madre mía... A este sí que no sé cómo ponerlo...Marchaos, de nuevo me ocuparé yo.

A la orden de la mujer los soldados dejaron la enfermería. Esta retira las ropas del joven y lava sus heridas con cuidado, pues eran más brutales que las del otro joven.

-Como esto siga aumentando así van a acabar viniendo en un recogedor...-

Al acabar de limpiar las heridas, cose aquellas más profundas y unta al joven con ungüento antes de vendarle.

-Pff... Esta sí que va a ser una noche bonita...

*se queda*

Me desperté... pero no estaba en mi cama... UF! como me dolía todo el cuerpo... entonces incliné la vista hacia abajo y vi que tenía vendas en sitios que asta yo mismo desconocía su existencia...
estaba muy cansado, le dolía todo, parecía como si quinientos bismontes me hubieran pasado por encima.
Giré un poco la cabeza para ver a mi alrededor, pero en cuanto lo hice, un dolor agudo recorrió todo mi cuello, eso le hizo recordar todo lo que había pasado y porqué estaba allí, me dirigía hacia la biblioteca la mar de contento por haberme enterado que habia otros piscis en Brontë cuando me tropecé con aquel hombre... recuerdo haberme enfadado mucho con él ¡NO ERA PARA MENOS!, pues me había roto todo lo que tenía en la mochila...
Me quedé pensativo...
-Quizás haya sido mi merecido por andar por ahí como un loco,-pensé- ya me lo decía mi madre: ''o asientas la cabeza o tendrás muchos problemas en la vida''.
Después de 10 minutos pensando en quién tenía la culpa de todo aquello, llegué a la conclusión de que todo había sido culpa mía.
-Aquél hombre había sido muy bueno conmigo al no regañarme por lo de la alfombra,-pensé- además, sus cálidas caricias me habían hecho sentir muy bien, aunque fuesen un poco intimidatorias... Seguramente solo quiso darme una lección para que aprenda a comportarme.
Me puse a observar a mi alrededor buscando a alguien con quien hablar cuando vi un bultito rojo y blanco entre mis piernas: era el pobre Tristán, que se divertía con una de mis vendas...


Al rato decidí que cuando me en cuanto pudiese levantarme, iría a junto ese buen hombre, cuyo fin había sido enseñarme a ser una persona decente, para pedirle mis disculpas.
-Tendré que llevarle un regalo.
Y ahí me quedé yo, viendo para el techo: sin fuerzas, con los huesos rotos, pensando un regalo para ese hombre, con mi mochila vacía (después de tanto trabajo para llenarla), con un dolor que no remitía y bueno...con un dragón peligrosamente colocado en mi entrepierna.

Entré en la sala con cierta vacilación. Me había equivocado de lado al asomarme a la puerta de la derecha, eso era obvio, pero no me daba confianza como para estar segura de que esta vez había acertado. Sin embargo, la sala tenía toda la pinta de ser una enfermería. Miré alrededor. Había un escritorio lleno de vendas y cacharros que nunca había visto, y detrás un enorme armario en el que probablemente, pensé, encontraría lo que buscaba. Hacia el fondo de la habitación se extendían camas y camas. Sólo una estaba ocupada, pero no quería molestar al enfermo. Tal vez estuviera durmiendo. Me limité a esperar a que apareciera alguien del servicio para pedirle lo que había ido a buscar.

*Se queda*

Casi me había quedado dormido cuando noté una presencia, giré la cabeza y ayí estaba, una jovencísima Aqua. Mi corazón daba saltos de algría: por fin conocería a una de su raza en este extraño castillo, donde primero te acarician y luego te ostian (pero ese es otro tema)
-¡Hola! puedes acercarte, no tengas miedo, (no se que miedo me potría tener: tengo vendas asta en las orejas) me llamo Silvanus, Silvanus Kettlebu.., ¡AY! ¡TRISTÁN! ¿ERES IMBÉCIL?
El muy deficiente me había mordido en el único dedo que no tenía vendado porque seguramente tenía hambre y mi dedo gordo temía forma de champiñón.
Me zafé como pude del dragoncete y le ofrecí asiento.
Quizás ella me pudiese dar una idea de cómo disculparme ante el que sin duda era Aren, el mismo que le habia pegado a Rick

Mientras esperaba, escuché al enfermo hablar. No dormía, entonces. De hecho, parecía estar hablándome a mi. Me aproximé a su cama, pensando que quizás necesitaba ayuda. Lo primero que llamó mi atención al acercarme fue la pequeña criatura que se paseaba por encima del paciente. Un dragoncillo, apenas un bebé. Sonreí, divertida.

Entonces miré al enfermo, y me quedé congelada un instante. Había mucho en él que me resultaba destacable. Por una parte, su estropeado aspecto. Estaba lleno de marcas, y vendado de pies a cabeza. Casi parecía momificado. Pero en aquel momento, su estado era lo de menos. Lo importante era que tenía ante mí a un Piscis, un auténtico Piscis, con los mismos rasgos que a mi me caracterizaban como miembro de mi raza.

Por lo que podía ver a través de las vendas que lo cubrían, era un chico rubio, flacucho y de ojos verdes. Debía tener la edad de Alehyss, más o menos. Según dijo, se llamaba Silvanus Kettlebu... ¿Kettlebuck? Era probable. Kettlebuck era un apellido muy común en Aqua. Yo conocía a una familia de Kettlebucks. Aún así, intenté hablar evitando decir su nombre, por si estaba equivocada.

Me senté a su lado y miré al dragoncito, de nombre Tristán, que se peleaba por mordisquear el pulgar del herido. Me preguntaba qué le habría pasado, pero no quería parecer indiscreta.

- Encantada. Soy Massen Dew, y provengo de una aldea del norte -obviamente, me refería al norte de Aqua, pero estaba segura de que no era necesaria esa aclaración-. Perdone que no le haya saludado antes -enrojecí levemente y evité sus ojos-. No quería molestar. Supuse que estaría durmiendo -miré al dragón, que no paraba quieto, y finalmente reuní el coraje para preguntar-. ¿Puedo? -y lo cogí en mis brazos. Intentaba morderme, pero había soltado una de mis trenzas de la coleta (con mucho cuidado de que no desmontara mi "peinado" de dardos) y se la di para que jugara. No me importaba que la estropease-. He venido a la enfermería en busca de tónicos venenosos -expliqué-. ¿Dónde está el encargado? No estoy segura de que tengan lo que busco, pero me gustaría hablar con alguien que sepa algo del tema -miré de nuevo a Kettlebuck y sonreí-. Estoy organizando una partida de caza. Aunque bueno -desvié la mirada-. En realidad aún no he hablado con nadie. Tal vez quiera unirse, cuando esté recuperado.

Me callé, con una sonrisa tímida en los labios. Estaba hablando demasiado. Tal vez le molestaba.

La chica se me presentó muy educadamente. Me empezó a caer bien en el momento en que se comenzó a interesar por el pequeño Tristán.
-por supuesto que puedes cogerlo, pero ten cuiado con sus dientes, que los usa bastante bien.
La chica me conto que buscaba veneno... Decidi no preguntar, pues ya tenja suficientes problemas encima. Simplemente le ayude,
-coge un bote de los que hay ah'i encima, muy bien, espera un momento... ACUAERUM -dije en alto, y un chorrito de agua broto de mis dedos hasta llenar la mitad- coge unas setas amarillas ...dos, para ser exactos, de mi bolsillo del pantalon. Muy bien, ahora solo tendras que ponerlo al fuego durante veinte minutos y, cuando empieze a hervir, le hechas unas cuantas de estas- saque unas cuantas semillas de planta del frio- y se las puse en la mano con esfuerzo- siento de no ser de gran ayuda, pero dmomento no puedo hacer mas por ti. En cuanto a la caza.... Me encantaria...pero ahora necesito descansar...si te vas, deja a este bribonzuelo encima mia, .... Por cierto mi apellodo es kettleburn. Perdon por no terminar antes la frase. Perdon pero esque ahora necesito dormir, que tengo la espalda molida.
La observe con mis ojos llenos de amor y dolor... Y me dormi.

Realmente, el chico no tenía en absoluto buen aspecto. Pero, por increíble que pudiera resultar, no tuve que esperar a que llegase ningún encargado. Él mismo me proporcionó lo que necesitaba. Cuando empecé a coger las cosas que él iba diciendo, creí que las pedía para él, pero pronto me di cuenta de que me estaba enseñando a preparar mi propio veneno. Aquello sí que era algo que no esperaba. Anoté mentalmente todos los pasos que enumeró, y recogí con cuidado todos los ingredientes que él iba enumerando. Antes de que pudiera agradecerle su ayuda (tan grande que no sabía cómo la podría compensar), o de que pudiera preguntarle cuál era el efecto exacto de la receta que me había enseñado, Silvanus Kettleburn (menos mal que no lo había llamado por su nombre antes) se quedó dormido.

Me sabía mal dejarlo allí nada más dormirse, pero realmente tenía muchas ganas de intentar hacer aquel veneno, fuera lo que fuera. Cuando hubiera terminado, volvería para asegurarme de que no lo había estropeado, y para aprender un poco más de él. Me había encontrado con una auténtica joya. No sabía hasta que punto era Kettleburn un experto en venenos, pero intentaría absorber toda la información posible.

Al cabo de unos diez minutos de entretener al dragón (que ya se había comido media trenza) lo dejé de nuevo sobre él, tal y como me indicó. Sin saber muy bien si era lo adecuado, saqué un caramelo del bolsillo y se lo ofrecí al pequeño. Desde luego, no sabía si le sentaría bien, pero se lo tragó con ansia. Por último, tomé el tarro de agua, las setas y las semillas y salí de allí intentando no hacer ruido.

*Se va*

esta mañana ya me encontrba mucho mejor, parecia que la mujer que me cuidaba sabía tanto de mejunjes como yo, ya que mis heridas más profunzas comenzaron a cicatrizar muy bien, mientras que las más superficiales, se habían quedado en simples marcas.
me levanté y me dirigí a recoger mi ropa, muy cuidadosamente, ya que me dolía todo el cuerpo.
-jo, esto no me va a servir.... esta echo papilla..- Al final me lo puse porque no me quedó otro remedio. Me acerqué a un espejo que está en la pared para ver mi aspecto, aunque yo ya me lo imaginaba.
-AHHHHHH! estoy horrible!- mi aspecto es de lo más desalentador: las viejas vendas me cuelgan por todos lados, (y muchas están asi por culpa de cierto granuja escamoso), mi joven cara está marcada con una enorme marca de un latigazo que va desde mi lado derecho de la frente hasta la comisura de mi labio superior- Estoy horrible... menuda impresión se tuvo que llevar la pobre Massen de mi... parezco un pobre....

Después de verme durante tres minutos al espejo, casi sin pestañear, mis ojos se empezaron a humedecer... iba a llorar otra vez.
-NO!!! NO PIENSO LLORAR POR ALGO ASÍ: TENGO QUE SER FUERTE!. fui rápidamente hacia mi cama, cogí mi mochila marrón en la que metí bruscamente a Tristán, y a dos libros de Chárity Strauss que aún tenían restos de cristales rotos y restos de pociones.

Mi mochila estaba completamente vacía: pesaba muy poco en comparación a antes, así que me acerqué a botiquín y cogí todas las cosas que pude: hierbas curativas, enredaderas mordedoras, Hongos del azufre (que olian un poco mal), unas patas de duencecillos y hasta un bote con un líquido azul que parecia... ¡¿era sangre de dragón?! Bah, ya lo averiguaría.
Cogí todo lo que esba a mi mano hasta dejar los estantes casi vacíos.
- Así está mejor- dije golpeando la hinchadísima mochila contra mi cuerpo.- ahora me voy pitando...
Tengo muchas cosas que hacer. Entorné los ojos y sali corriendo (bueno... un amago de correr) hacia la cocina: PRIMER OBJETIVO: el regalo de Aren.


*se va *

No hacía ni 4 días que había salido de la enfermería y ya volvía a ella... Con la oreja y media cara ensangrentada, entré a la enfermería para ver si alguien podía atenderme.

Al no ver a nadie me senté y esperé, pidiendo ayuda.

-¿Hay alguién por aquí? Necesito ayuda... -Pedí aun secándome las lágrimas de los ojos.

De detrás de unas cortinas salió un parvus de un metro cincuenta y tres, algo delgaducho, con una bata blanca y gafas. Su gesto era algo molesto. Haía entrado a trabajar hace poco y lo primero que atendía era a un llorón.

-A ver, ¿qué tienes ahí? Que forma de molestar a estas horas... -Bramó el parvus haciendo que el chico se sentase para llegar a ver su oreja. -Oogh, mal asunto. ¿No tienes por ahí el trozo? Bah, da lo mismo, no habría forma de volver a ponerlo. O sí, pero yo no tengo tanta magia...

Rebuscó entre sus cosas, quejándose de lo mal preparado que estaba todo y se dirigió al chico para limpiar sus heridas y coser el desperfecto para luego vendarle la cabeza.

-Ala, para que veas que guapo vas... Te vas a caer de lado jejejeje -.Bromeó con su voz rasposa.

-Gracias señor!- dije aún con una mueca de dolor...- el Parvus había sido un pco bruto al cose el orificio a pelo, sin anestesia, ni nada... pero ahora por lo menos ya no chorreaba sangre...

Decidí darme una vuelta hasta la sala común: no tenía sueño... quizás en aquella sala tan perfumada y cálida, llena de cogines blanditos... me entrase el sueño...

*se va*

Inger y yo llegamos a la enfermería en pocos minutos (ella detrás porque mis pasos eran más largos) y procuré no hacer demasiado ruído. Con cuidado, dejé a Silvanus sobre una cama vacía y lo tapé con una sábana.

- Ale... Ahí te pondrás mejor.

Sonreí. Por mucho que dijeran, yo era un ser adorable. Esperaba que el piscis no se olvidase de ello y me atacase sin más la siguiente vez que nos viéramos, que yo no estaba ganando para cabreos.

Me volví hacia la chica entonces. Era mucho más agradable verla dentro del Palacio porque la "veía", no como fuera, que veía sus contornos y la imaginaba.

- Esto ya está -. Sonreí-. Creo que ya no queda mucho más que hacer por aquí, así que...

Hice una mueca insinuando que debía marcharme, o algo así. Al fin y al cbao ella era demasiado tímida para retenerme.

Sonreí al ver cómo Rick dejaba a Kettleburn en una cama vacía. Sin duda, el piscis no se merecía el trato que le estábamos dando. En las dos ocasiones que le había visto, su comportamiento había sido poco menos que despreciable.

— A ver si no se le ocurre hacer algo así la próxima vez que nos vea... — murmuré.

Luego me volví hacia el flamma. Ahora que estábamos en el Palacio podía verme. Sonreí.

— Pues si ya está, supongo que es hora de irse a dormir — Ensanché la sonrisa —. Supongo que los de la enfermería ya se encargarán de él...

Tras dedicarle un último vistazo al piscis, comencé a andar. Rick me siguió, y ambos salimos de la enfermería.

*se van*

...
...
-Uh?
...
-¿Donde estoy? -pregunté en vano, puesto que no había nadie en la sala.
Miré al rededor, y me dí cuenta de que estaba en la enfermería... Qué royo! Yo solo quería divertirme un poco ayer por la noche...
Ayer por la noche... Uhmmmm hice memoria y recordé: estaba en un árbol... pero no se veía un pimiento... me caí y ... y... ya no me acordaba de mucho más.
-¿Quién me habría traído hasta aquí?- pensé- quizás AL, o Aren me encontraron... incluso Heylel... Quien sabe-dije en un suspiro...
Debí de haberme desmayado... me pasé entonces la malo por la cabeza para despejarme y AU! noté un chichón enorme en la frente... seguramente me lo hubiese hecho al desmayarme, contra el suelo...
-Lo que me faltaba.-Musité.
Entonces noté como algo se revolvía entre mis piernas.
-TRISTÁN! amor, que bien que me hayas encontrado!-dije irguiéndome y apoyando mi espalda contra el cabecero de la cama.-¿Has cumplido tu misión?- dije cogiéndolo en brazos, mientras el pequeño asentía con la cabeza- MUY BIEN! ¿quien quiere un dragón inmenso teniéndote a tí? EL MEJOR DE TODOS!- dije entre risas.
Tristán parecía contento también.
-Y bien, ¿donde está la carta?-Tristán torció el gesto- ¡No pongas esa cara, hombre! la carta, la respuesta de Aren, ¿donde está?- Tristán negó con la cabeza.-¿como que no? ¿quieres decir que no me va a responder?-Tristán asintió con la cabeza.
Me quedé callado, viendo para la pared que tenía en frente, con los ojos fijos en la nada.
Aren no me había respndido...
¡NI SI QUIERA ME HABÍA MANDADO UNA RESPUESTA DICIENDO QUE NO IBA A RESPONDERME!
Que malo. Ni que yo le hubiese hecho algo malo...
En fin.

Me pongo de pié de un salto diciendo:
-ALEHOP!
Pero entonces ocurre una cosa horrible: siento un dolor agudo en mi pié derecho. Nunca me había dolido tanto.
-AAAAAAH! jolin! COMO DUELE!- entonces recordé! Al caerme de el arbol, me había torcido el tobillo de mala manera... y ahora un montón de vendas lo cubrían.
-JO! primero un chichón y ahora el pié!! NO GANO PARA DISGUSTOS!

-Bueno, quizás mi destino sea morirme, porque a este paso... -me quedé pensando- quizás no sea tan malo morirse... es como quedarse dormido... pero sin tener que ir a hacer pis.- Solté una risita, entonces...
-El mundo es un pañuelo Tristán...mira que tener que encontrarme a aquellos dos justo en el jardin... Que mala pata...-entonces me vino a la mente una pregunta un poco asquerosa: si el mundo es un pañuelo, ¿que somos nosotros? ¿mocos, tal vez?... Hoy estaba filosófico... mi madre siempre decía que los mocos eran la plastilina de los pobres, por lo que siempre nos dejaba jugar con ellos...
¿¿POR QUÉ ESTOY HABLANDO DE MOCOS??? entonces me empecé a reir yo solo. Tristán parecía preguntarse qué me había pasado o algo así, porque giró su cabeza en señal de desaprobación.

Lo metí en mi mochila y comencé a a andar muy despacito hasta la puerta... no podría andar mucho a esta velocidad. Pero enconces las ví: dos muletas de madera que estaban detrás de la puerta. Eran de esas que se apollaban en las axilas... decidí cogerlas, pero a cambio dejé una nota infrmativa, al fin y al cabo, no era un ladrón:

HE COGIDO LAS MULETAS QUE HABÍA AQUí.
SI LAS NECESITAN, SOLO TENDRÁN QUE BUSCAR A SILVANUS KETTLEBURN
GRACIAS

Entonces abandoné la estancia ayudado de mis muletas... era bastante incómodo cargar una mochila y dos muletas... pero era lo que había...

*se va*

Entro en la enfermería chorreando sangre por la pierna y por el labio.
Necesitaba un médico ya.
Me vi al espejo para ver el golpe del labio. El corte era paralelo a la sutil marque que cruzaba mi cara el cual había sido obra de Aren, cuando me golpeó con su látigo ya hace tiempo.
Estaba horrible...
Yo era un chico de cara angelical, tenía rasgos muy finos... pero las cicatrices no le quedaban muy bien. La del labio podría llegar a gustarle, porque le daba cierto morbo, pero la que le cruzaba la cara... menos mal que no se le notaba mucho...

Ahora tenía en mente dos cosas:
la pierna herida y un tatuaje. Hacía mucho tiempo que quería uno, así que quería encontrar a alguien que me lo hiciera.

El parvus salió de detras de las cortinas, y observó al piscis, con el ceño ligeramente fruncido. Era el piscis al que había atendido en uno de sus primeros días de trabajo, y con el que se había encontrado por la mañana al acudir a la enfermería. Al verlo de nuevo, Errst pensó que al piscis debía de gustarle mucho ese lugar. De lo contrario, la frecuencia con la que veía al chico no tendría explicación.

— ¿Pero qué te ha pasado esta vez? — preguntó, acercandose al chico. Una vez estuvo a su lado, le ordenó que se sentase, para poder examinar su pierna —. Ahora mismo estás un poco más nivelado, ¿eh? Jajajajaja, ¡qué malo!

El médico buscó algo para curar al chico y, cuando lo encontró, se dispuso a "aliviar" el dolor del piscis. Cuando terminó, clavó sus ojos en el chico.

— Esto ya está.

El pequeño parvus salió de entre las cortinas y me preguntó que me había pasado.
-Nada, es que me caí por un barranco en el bosque y me corté la pierna y el labio, ves?- Mintió. No le apetecía hablar con ese señor.
El médico me curó muy eficazmente la pierna. Pero a cambio, el pequeño ser clavó sus incisivos ojos en los míos.
-G-gracias - Dije intentando evitar su mirada. Entonces me acordé: oiga señor, usted sabe hacer tatuajes? me gustaría hacerme uno en la ingle. ¿Aquí, sabe? - me saqué la camisa directamente, puesto que nunca la llevaba abrochada. y me bajé un poco los pantalones y le señalé el lugar.
-¿Podría hacerlo?- dije con mis ojos brillantes de ilusión y una sonrisa de oreja a ... bueno, ya me entendéis.

Al escuchar las peticiones del piscis casi se llevó las manos a la cabeza. ¿Tatuajes? ¿En la ingle? ¿Ahora? ¿Él? Frunció mucho el ceño y le dio la espalda al piscis. Luego guardó los utensilios que había utilizado y, sin girarse, respondió:

— Ogh, por favor, ¡tapese! — ordenó —. Y no pienso hacerle un tatuaje ahí a estas horas, por favor. ¡Con la de tiempo que llevan! Podríamos pasarnos días con ellos y yo no sé si van a venir más pacientes. Si todos son como usted, sin duda que vendrán. ¡Y además por la noche, que parece ser el horario de moda! ¿Por qué nadie viene por la mañana? Yo soy un parvus, no un caeruleus. Funciono mejor de día.

El parvus se pasó una mano por la barbilla. Luego frunció aún más el ceño.

— Si tantas ganas tienes de tener un tatuaje ahí, ven mañana por la mañana — sentenció.

Me llevé un chasco al oir a ese viejo casarrabias...
-Borde- susurré...
ahora tendría que esperar a mañana. Entonces fingí ponerme contento:
-No te preocupes, amigo! Mañana estaré aqui! Chao! que me quiero ir a dar una vuelta. Gracias de Nuevo- y lo abracé efusivamente levantándolo del suelo y abrazándolo en el aire.
-Hasta mañana entonces!- chillé mientras salía corriendo dando un portazo.

*se va*