Enfermería

-Hola Heylel!- Hoy parece que es día de visitas! dije entre risas, ya me han visitado Cynara, Inger y ahora tu. -Dije mientras me peinaba un poco.
Me apoyé entonces sobre mi muñeca sin querer, puesto que aún no estaba acostumbrado a esa herida- AH! leches!... Bueno si leí tu nota, pero como estabas durmiendo tan plácidamente, decidí hacer... bueno... otras cosas... dije bajando un poco la cabeza. ¿Y para que me querías ver? ¿tan importante es lo que me tienes que decir?

Día de visitas, que bien... Me llevo una mano a la nuca, que Cynara viniese a visitarle no sé si es bueno o malo... Igual lo que yo quiero decirle ya se lo ha dicho ella.

-Verás... Como sabes, ayer nos contaron algo extraficial y... No sé si sabrás hasta que punto es algo... delicado -. Le comento para iniciar la conversación. Pong las manos sobre las rodillas y lo miro. -Quizá subestimes la noticia pero... No cre que debamos contar nada a nadie ya que no ha salido a la luz y... puede ser cualquier cosa.

Parece que Heylel estaba un poco nervioso.
-¿Como que? ... no entiendo nada Heylel, ¿te refieres a que no debo decir nada sobre la boda? si es así tranquilo: no se lo he dicho a nadie.
-Bueno voy a intentar ponerme de pié, que ya llevo muchas horas tumbado.- dije desperezándome.

Me alivia saber que Silvanus no ha dicho nada de lo que nos contó Cynara, pero como parece que no comprende totalmente mis palabras, añado:

-Bien, eso es genial. Porque creo que ninguno debería contar nada hasta que la noticia sea oficial. Imagínate que es una especie de prueba o broma o algo así y armamos una buen diciéndolo... Incluso lleguen a expulsarnos del palacio, o peor... -Comento cruzando los dedos y mirándolo con cierta preocupación. -Espero que lo entiendas. No es que pretenda molestarte o algo así

-Vale Heylel. Te doy mi palabra. Te juro que no se lo voy a decir a nadie. Bueno, yo me voy a vestir, creo que ya estoy mejor, así que voy a dar una vuelta por ahí.
Me vestí y salí por la puerta. Antes le dí una palmada en la espalda a Heylel. parecía afligido.
-Traaaaanqui. No voy a decir nada. Chao. y le volví a dar un beso en la mejilla.

*me voy*

Sonrío en cuanto Silvanus promete no decir nada. Me alegra saber que n causará algún tipo de algarabía a cuenta de ese tema.

-Bien, pues eso es todo entnces. Ya nos veremos -. Digo en cuento informa de que se va. Entonces pretende volver a besarme en la mejilla e interpongo el brazo para que no lo haga. Es muy molesto. -Eh, mejor no, ¿vale? Adios. -En cuanto se va me levanto y salgo también del lugar.

*se va*

Me desperté de la siesta muy amodorrado... que pereza... no sabía lo que hacer ni a donde ir... entonces me pasé una mano por la ingle y me acordé: mi tatuaje! tenía que hacermelo ya!
entré en la enfermería, pero como de costumbre, estaba vacía...
me quedé esperando a que Errst apareciera.
habia un monton de cachibaches de médico... bisturíes, vendas, cosas raras...
con lo que me quedé inspeccionando la estancia y jugando con las herramientas quirurgicas. era muy divertido ponerse una bata de enfermaero hasta los pies y apuntar a un enemigo imaginario con un ''supermegabisturí mágico supermegachachi''
había una cosa de esas par oír el corazón... me encantaba ese chisme...
había caramelos de menta...
piruletas...
palitos de madera...
vendas para jugar a las momias...
grandes lupas para ver heridas...
tenazas,
cuchillos...
todo era genial cuando estabas en la enfermeria.... amenos que estuvieras en una de sus camas...
la enfermeria era mejor que una tienda de juguetes

despues de rebuscar un poco, decide irse...

*se va*

Llegué a la enfermería, con el objetivo de encontrarme, de una vez por todas, con el médico. Ya había ido tres veces esa semana, pero sin resultados. Al parecer, el médico se había ausentado durante unos días, por lo que nadie pudo echarle un vistazo a mi muñeca.

Al llegar, le dediqué un rápido vistazo a la estancia. Seguía igual que la última vez que había ido. Suspiré, y deseé que el médico apareciese. A fin de cuentas, ya llevaba como tres días sin recibir ningún tipo de cura o algo semejante para la muñeca, y eso no podía ser bueno. No en vano, a lo peor aquellas bestias tenían infecciones o algo peor. Y yo no quería quedarme sin muñeca. Apreciaba a mi mano izquierda.

Tras aclararme la garganta, decidí hablar.

— ¿Hola? ¿Hay alguien... ...?

Se escuchó cierto revuelo tras unas camillas y al fin fue visible un pelo castaño poco sobresaliente tras una de ellas.

- Ai, ai, ai, aaiii... ¡Vertrdfzt! Agh... ¿¡Por qué ponen las cosas tan altas cuando van a contrratar a un parrvus!? - Gritó el hombrecillo recogiendo los artilugios. Luego se fijó en la chica que había hablado, se colocó las gafas y se dirigió hacia ella con su habitual cara malhumorada.

- Di, ¿qué quieres? Si te duele la barriga toma manzanilla -. Le dijo con su voz ronca mientras pasaba por ella y se ponía a recolocar su mesa.

El médico, un parvus con el pelo castaño, salió de detrás de unas camillas, o algo así, quejándose por la altura a la que ponían las cosas. Tras sus quejas, se acercó a mí, con una cara que gritaba mal humor por todas partes, y me preguntó que quería. Yo ladeé la cabeza, ligeramente nerviosa, y me llevé una mano a la nuca.

— Bueno... Eh... El otro día... Hace... ... tres días, más o menos, nos enfrentamos a unas bestias... — Esbocé una tímida sonrisa —. Y, bueno... ... Una de ellas me mordió la muñeca izquierda... — Para que viese que no mentía, le estiré mi brazo izquierdo —. Y... Eh... Evidentemente... Me duele y... Me preguntaba si... habría algo que podría ayudarme... ... O así... ...

Tragué saliva. No me gustaban los médicos. Ni las enfermerías. Ni nada relacionado con su profesión. Me ponían nerviosa. Muy nerviosa.

El parvus, que había empezado a escribir algo en su escritorio, se giró hacia la chica.

- Niña, soy médico, supongo que sí habrá alg para poder ayudarte o no sé por qué demnios sigo viniendo aquí -. Respondió reclocando sus papeles. Luego saltó de la silla y se acercó a la caeruleus.

- Nombre -. Dijo con indiferencia mientras se ponía a revisar le herida que tenía en el brazo poniendo muecas bajo sus gafas redondas. - ¿Qué bestias eran las que te mordieron? ... Bah, no me lo digas, estas marcas son de roedor, y muy grande, si has tardado en venir tienes suerte de no tener la mano del color del este de Aqua (verde)... -Cmentó con desgana antes de empezar a lavarle la herida con un desinfectante médico.

La miró por encima de sus gafas.
- Siéntate para que no tenga que estar estirándome, niña -.

Asentí varias veces y me senté al escuchar su orden.

— Inger... ... Nielsen... — murmuré.

Lo cierto era que ya no pensaba en dónde estaba. Tampoco le prestaba demasiada atención al médico mientras este hacía sus curas. En aquellos momentos, mi mente estaba concentrada en imaginarme a mí misma con el brazo del color del este de Aqua. No había estado nunca allí, pero, por lo que había leído, la zona tenía un color verdoso.

Verde.
Verde como podría estar mi brazo.
Verde.

¿Y cuál era el destino de los brazos verdes?

El destino de los brazos verdes tenía que ser el cementerio de los brazos. Un lugar donde la gente dejaba sus brazos verdes o violetas tras amputárselos. Un sitio lleno de tumbas de brazos donde nadie llevaba flores ni parecido. Sin duda, ese sería el destino de mi brazo verde.

Verde.
Verde como la hierba o el este de Aqua.
Verde.

Noté cómo comenzaba a palidecer. La idea de tener un brazo verde, de tener un brazo menos me ponía nerviosa. Muy nerviosa. Pensé en la suerte que había tenido. Y luego volví a pensar en mi hipotético brazo verde.

El médico limpió la herida y la cibrió con el ungüento que mejor consideró para aquella ocasión. Después comenzó a bendar la muñeca de la chica. Realmente la herida no era tanto como podía parecer, aunque aquellos bichos bien podrían haberle arrancado un dedo de un bocado.

En cuanto acabó la cura, palmeó el brazo de la chica.

- Ale Inger Nielsen. Ya está todo. ¡Ah! No, espera -. Se fue hasta su maletín y sacó una geringuilla a la que unió una aguja nueva. - Voy a sacarte sangre para comprobar que no tienes ningún parásito o cosa de esas bestias dentro, quédate quietecita -. Comentó mientras ataba una goma alrededor de su brazo para concetrar la circulación en la doblez del codo. Luego introdujo la aguja en la piel y sacó un poco de sangre para, posteriormente, colocarle un algodón y
coger un dedo de la mano libre de la caeruleus para sugetarlo.

- Aguántalo ahí un minuto y listo. Ya te diré si algún virus te debora por dentro en una semana o dos. Ala, ala -. Dijo, colocando el botecito en su escritorio y poniéndle el nombre para luego rellenar una ficha médica con los datos de la chiquilla.

Como la chica aun tardó unos segundos en reaccionar, el médico la miró con el ceño fruncido y comprobó que había palidecido un poco. Suspiró, cogió una piruleta y se acercó a la niña.

- Toma, cómetela que seguro que te sienta bien. Aunque luego te quede una boca tan negra y picada como el mar de Caligo, pero eso ya no es asunto mio si no sabes como cuidarte la boca y sino, preguntas. Pero otro día, que ahora tengo que hacer más cosas. - Dijo tirando del brazo san de la chica para que se levantase. Y, en cuanto creyó acabada su perorata, continuó escribiendo.

Esbocé una sonrisa nerviosa cuando el médico terminó de hablar. ¿Boca negra y picada? Ni en broma. No me tomaría ese dulce sospechoso. O al menos no en ese momento. Aún así, tenía que agradecer el gesto del parvus. Me levanté y le observé durante unos segundos. Parecía que escribía algo. Tras esbozar una sonrisa, dije:

— Gracias... ... Por todo... Supongo... ...

Y tras agradecerle el gesto, y tras guardar el dulce en un bolsillo, abandoné la enfermería.

*se va*

- Supongo, supong, baaah...- Gruñó el parvus en su asiento, mientras movían las piernas en el aire, balanceándolas.

Después de acabar de rellenar la ficha médica de Inger Nielsen, colocó el botecito con la sangre entre sus cosas esperando a poder irse a la parte trasera para llevar a cabo las primeras filtraciones. Aah, si estuviese en Caligo, entre las técnicas médicas más innovadoras... Pero no, el tenía que estar en Brontë porque no podía seguir su formación e investigación porque era un médico bueno y a los médicos buenos no les dejan hacer lo que les da la gana.

Enfurruñado, siguió escribiendo en su mesa.

Entro en la enfermería con el pijama todo mojado, (porque no me había secado) estaba descalzo, como de costumbre y el clor amarillo canario era bastante llamativo, por lo que me daba mucha verguenza aparecer asi, pero era lo que había...
A decir verdad, los moratones del cuello me empezaron a doler hace un par de días, pero ahora tenían un aspecto horible, además, ahún cojeaba un poco.
-Hola señor médico!! dije saludándolo con mi mano muy efusivamente... ¿donde se había metido? mier, esuqe quiero que me vea estos moratones, ve? me duelen mucho....- dije señalandolos.

El médico había tenid unos dulces minutos de paz alejado de todo ser viviente cercano, pero pronto otro individuo entró a la enfermería requiriendo sus cuidados. Resopló, saltó de la silla y miró al chico.

- ¡Silencio! No se grita en la consulta de un médico -. Reprochó el parvus al chico. Le dirigió una mirada disconforme y resopló al ver lo mojado que estaba en chico.

- A la camilla -. Le ordenó. Luego cogió una toalla y se la dio para que se secase. -Nombre -. Indicó al igual que cn la caeruleus, cmenzando a tomar notas.

Hinché los carrillos y me crucé de brazos: ese hombre era un borde... menudo malheducado.
-Silvanus Kettleburn- dije de mala gana- ¿y se puede saber porque no se puede chillar aqui? SI NO HAY NADIE! esto está mas muerto que mi tia abuela Gladis!

Me senté en la camilla un poco mas relajado: no era plan de llevarme mal con el hombre que me iba a curar...
-Por cierto... ¿y mi tatuaje?- pregunté curiosón.

El médico gruñó e hizo la burla por lo bajo de espaldas a él mientras el chico protestaba. ¿Pensaba que le importaba su incordio? La clínica era de Errst y no de niños estúpidos.

Se acercó a la camilla cuando el chico estuvo seco y le dio una patada en la canilla.

- Así ya tienes otra cosa por lo que quejarte -. Le soltó. Luego se subió a un taburete cercano a la camilla y empez a revisarle el cuello. -¿Con qué te has echo esto? Porque por mucho que te calleras en el lago un golpe no te hace marcas de presión y no tiene forma moteada como cuando te echan las manos al cuello -. Comentó el médico mientras revisaba. Luego se bajó de la silla, anotó en su libreta y cogió una pomada para echársela al chico.

- Pero a parte de nada, hay moretón -.Apretó la garganta del joven con dos dedos y lo hiz tser. -La tráquea está bien, pero no es muy bueno que se la trate así de mal. Ai, ai, ai... - Se quejaba para sí el doctor.

Luego miró al chico con ceño y le dio una colleja.

- ¿Y con qué querías que te lo hiciera? He tenido que salir unos días para buscar la estúpida tinta y las estúpidas agujas y demás cosas que en este palacio tan completo no hay, así que espérate como todo el mundo -Riñó el parvus con su ronca voz.

Lo mire con mala cara cuando me dió una patada, aunque me lo tomé como una broma y me tumbé en la camilla...
En cuanto me pregunta como me había hecho todas esas heridas en mi cuello, me pongo tenso, ya que yo le iba a decir que alguien me había intentado estrangular, pero ese parvus era listo y descartó esa y otras opciones rápidamente, dando razones más que suficientes... no tenía excusas...
Me puse blanco y comencé a hablar:
-Bueno, yo... es que... mmm... como decirlo, ¿a usted nunca le han puesto una correa alrededor del cuello?... no se si me explico...

Entonces me aprieta el cuello y me duele, aunque el dice que no es nada...
-yo, pues a mí me duele mucho... no se como lo vé...

Entonces me da una colleja
-¿ESTA USTED TONTO? ¿me quiere dejar lelo o que?

Entonces me explica porqué se ha ausentado.
-Entonces ya lo tiene todo? digo muy ilusionado poniéndome de pié de un golpe.
Instintivamente me llevé las manos a mis cuartos traseros, ya que sentí un pinchazo.

Errst se quedó mirando al chico en silencio, con cara entre aburrida e incrédula, con un gran gesto de reproche que decía a gritos "eres idiota" en cuanto el chico preguntó si nadie le había puesto nunca una correa.

- ... Pues la próxima vez que te pongan la correa diles que no te la aprieten tanto o que mejor que te compren un arnés de cuerpo -Dictó con gran sarcasmo utándole la crema.

- ¡También me duele a mí la cabeza de oírte! -. Bramó el parvus ante las quejas del piscis, mirándolo fijamente un momento.

Se alejó del chico, tomó un par de notas más y dejó la crema en su escritorio, susurrando para sí.
- No, si no hace falta que te deje yo tonto, hijo... Si es que igual con estas manos de fisioterapeuta que tengo te arreglo algo entre ese serrín tuyo...

En cuanto tuvo las cosas listas se dio la vuelta y bramó:
- ¿Dónde y cómo era ese dichoso tatuaje?

Abro mucho la boca y entorno los ojos con cara de incredulidad, mientras niego con la cabeza...
pero de que va este tio? ¿un arnes de cuerpo entero? ¿que se cree que soy yo? ¿y como es que tengo serrin en la cabeza?
YO ES QUE LO MATO!

estaba a punto de atizarle por la espalda cuando recordó lo del tatuaje
Abrí mucho los ojos y dejé aparcada mi ira durante unos momentos.
-Oh, si, si, si, mire-dije levantándome el pijama- lo ve? lo quiero aqui, dije señalando mi cadera- aqui, de lado, lo ha entendido?... nose, podría hacerme algo asi, dije sacando un papel arrugado de mi mochila


-Le gusta? es como mi dragón, Tristán dije sacando a éste de mi mochila.

Tristán se subió sin esfuerzo a su hombro y le mordisqueó las patillas de sus gafas....

No pude contener una risa.

El médico miró el papel que le tendía el chico y luego el lugar donde quería hacérselo. Y luego, por supeusto, no puedo evitar mirar al dragón, al papal, al dragón, al papel...

- Por supuesto, igualito que tu dragón -. Comentó. Acarició la cabeza del dragoncito cuando se acercó a morder la patilla de sus gafas y le susurró algo en su idioma que hizo que el dragón revolotease a su alrededor al tiempo que el médico reía en bajo con voz rasgada.

- Bueno, pues a ver esa pierna -. Se subió al taburete, colocó la pierna del chico y sacó el punzón y la tinta. Poco a poco empezó a realizar el contorno del dibujo.

- No te quejes tanto, carajo -.Comentó mientras continuaba su labor. Una vez acabado el primer repaso, guardó sus cosas y puso una gasa sobre el dibujo.

- Ale, tendrás que esperar al menos día y medio para bañarte. No te rasques, no te muevas mucho y no hagas esas cosas raras que parece que haces. Vuelve en una semana -.

Sin dar más explicaciones, se fue para el cuato de atrás de la enfermería.

*se va a atrás*

-Que insinua? que no se parecen?... en fin... da igual... usted empiece y calle.

Puse la pierna en el taburete y el parvus comenzó a pintarrajear el tatuaje.
En cuanto comenzó a pincharme, me mordí el labio inferior y cerré muy fuerte los ojos, porque unas lagrimotas rodaron por mis mejillas.
-JO!!! no puede hacerlo mas despacio? ES QUE NO VE QUE ME DUELE? hagalo bien! joooo AI! jope!

El médico me dió las instrucciones que debía seguir, aunque su último comentario me incomodó mucho...
y sin mediar palabra, el señor se largó a la parte de atrás...

-Jo... dije refunfuñando y con los brazos cruzados... ni si quiera me ha dado una piruleta... ojalá estuviera aquí la médica que tenía en Acua... esa si era buena, que me daba 5 cada vez que iba... en cambio este enano... menudo rata...

*Me voy enfurruñado*

Llegamos a la enfermería y la posé a la pequeña Massen en una camilla.
-Perdoname, anda... dije con un sonoro suspiro- es que a veces... no controlo muy bien mi fuerza... yo solo quería jugar un poco, como aquel día, en el lago... pero veo que se me escapó de las manos.

Me puse a rebuscar entre los cachivaches de la enfermería una venda y una tirita...
Al final la encontré y le vendé el brazo a la pequeña y le puse la tirita en la cara...
Me volví a ver los zapatos y me los quité para verlos de cerca...
-¿crees que tendrén arreglo?... yo creo que no- entonces los dejé caer con un sonoro sonido y unas lágrimas rodaron por mis mejillas.
Intenté contenerlas, pero ya se me habían escapado...


Entonces le dí un beso en la frente y le pedí perdón.

*se va*