Enfermería

Lo último que recuerdo fue que algo naranja y duro golpeó mi cabeza mientras intentaba cobijarme de la tormenta.
Me froto los ojos taciturno y siento una venda en mi cabeza.- Duele...- Susurro mientras la froto.
-Seguramente haya sido una teja o algo.- Divago mientras me reincorporo en la cama.
Tendré que esperar aquí hasta estar algo mejor.

*Se queda pero yo no. No sé si me explico.*

Pasada la tormenta y los primeros días de calma, la enfermería estaba prácticamente vacía. Como mucho alguna lesión momentánea o algún tipo de resfriado pasajero. Nada que requiriese la atención contínua del médico.

No obstante, el parvus no estaba solo en la estancia. Hacía poco el líder parvus le había dejado al muchacho claritas tras su desfallecimiento y había podido comprobar que su estado era bastante delicado respecto a resistencia. Cansado, falto de fuerza y energía actualmente se asemejaba más a un niño mal alimentado que a uno que viviera en un palacio como Brontë. Gruñó revisando su ficha, frotándose la frente. No estaba en total desacuerdo con el líder Brumm al respecto del tema, pero tampoco lo estaba frente a la medida radical que había tomado. De todos modos, había recibido órdenes explícitas y la vida del muchacho no estaba en peligro por el momento. Así pues, debía limitarse a esperar.

Pasó por la camilla del chiquillo, que parecía haberse despertado. Le tomó la temperatura, pero no quiso molestarlo más, así que se retiró rápidamente.

Esperaba que el líder Brumm estuviera bien seguro de lo que hacía o se vería obligado a tener con él una afrenta al respecto.

La calma nunca podía durar mucho en una enfermería y mucho si se trataba de un lugar donde prioritariamente se atendían urgencias.

El líder parvus había advertido al médico de que se preparase para recibir a ambos individuos. Tras la cortina de operaciones, una par de chrysos se encontraban ya preparándolo todo, con las dos camillas separadas por una cortina. Aunque las intervenciones eran a distintos niveles, ambos necesitarían inmediata atención.

No tardaron en aparecer, cargados por el hombre y enseguida los ayudantes se hicieron cargo de ellos, colocándolos en las respectivas camillas.

Al chrysos le realizaron una intervención similar a la de su última crisis, manteniendo una vía de aire que le permitiese respirar mientras no conseguían sofocar las contracciones de sus músculos y apaciguar el ataque del aparente tatuaje.

A un tiempo, el flamma era desvestido también para tratarse inmediatamente. Gracias al conjuro del parvus, la salida de sangre se había bloqueado, pero ahora debían reabrir la herida, limpiar el sangrado y reparar los posibles órganos dañados.
El médico se centró en el laborioso trabajo de la sutura mientras los chrysos limpiaban con ayuda de material y hechizos la zona abdominal, cerrando los vasos de los cortes mientras no conseguían estabilizar el daño. Una vez el doctor acabó su tarea y el flamma estuvo fuera de peligro, pudieron cerrar por fin la herida de su torso, aplicándole un par de hechizos que ayudasen a la cicatrización más externa.

Pocas horas antes de que la noche diera a su fin, ambos hombres permanecían estables y descansando, en camillas opuestas de la habitación.

Cuando la calma pareció volver, el médico respiró profundamente, aliviado al fin. Pudo intercambiar palabras con el líder parvus respecto a lo ocurrido y lanzó una curiosa mirada al chrysos a causa de su situación. Suspiró. Ambos se retiraron a la parte trasera, donde también pudieron tratar el tema del claritas y algunos más de su jurisdicción. Una vez llegado el alba, el líder se retiró y el médico se quedó de guardia, pendiente de los pacientes.

*al ver que todo está en orden, se va a lo suyo*

Me despierto y abro los ojos con calma; maravillosa calma. Y me descubro en la enfermería, al lado de la ventana, amparado por una cortina que me impide ver mucho más allá. De nuevo me vuelvo a sentir bien, perfecto, sin ningún tipo de dolor o malestar a ningún nivel. Me miro las manos, no han cambiado demasiado. Me toco el mentón, la quijada. Ah, sí, no ha sido un sueño esta vez.

Me quedo tumbado, con el respaldo algo elevado mientras miro al techo. Tadá~ aquí estás, has visto ya el resultado. Cogiste el impulso y lo hiciste, adiós a los juegos estúpidos. Me llevo la mano a la cara, riéndo en silencio. Ni siquiera fuiste certero hasta el final, ¿no crees que habría sido mejor el haberlo rematado? La muerte argumenta tus actos, la herida resulta tan... innecesaria. No has visto a nadie aún, pero ya puedes sentir esa oscuridad que viene de todo el palacio pesando sobre las vértebras para quitarte la respiración. Por qué te gusta sentirlo. Ah, reconocimiento. No hay publicidad negativa.

Un sonido atraviesa mi mente, haciéndome crispar ligeramente el gesto. No es un sonido real, es un sonido de ese momento. Me miro de nuevo las manos y descubro las muñecas magulladas. ¿Qué hacías tú ahí? Eso sí resulta desagradable. Vuelvo a sonreír, con algo menos de ganas. No puedes cerciorarte de unos sentimientos si ni siquiera me conoces. Eres más estúpida de lo que había imaginado. Vuelve a venirme la risa de antes. Qué ironías tiene esta vida.

Llevo la mano al borde de la cama para levantarme, pero siento un pequeño golpe en ella cuando lo hago. Oh, entiendo. Interesante.

Vuelvo a tenderme en la cama y escucho los susurros de la habitación, sabiendo que se trata de Rick Dehnel, con la mirada algo más tosca. Resultas de lo más desagradable. Gigantesco gorila de palabrería barata, intento de héroe patético de pensamientos nobles. Siempre con acciones estúpidas, salidas de una mollera hueca e igual de patética que su cara de mendrugo. El bueno de Rick, sus intenciones nunca son malas, solo es demasiado inútil para hacerse cargo de ellas. Un cobarde vestido de guerrero que tartamudea ante la primera dicotomía emocional. En la guerra no se vence con frases nobles o buenos sentimientos, Rick. Y todavía mira con esa resignación, esa decepción, como si su mente siempre estuviese limpia de toda negatividad. Aprieto los puños y los dejo chocar contra mis piernas por un momento. Te odio y lo peor es que eres tan insignificante que ni siquiera te lo mereces.

Me relajo un poco más y pienso en Lea, también charlando, su cara en ese momento; esa mirada de desconcierto. ¿Si se hubiese tratado de un animal rabioso habrías actuado de distinta forma? Vuelvo a sonreír, de forma algo más tirante. ¿Qué clase de excusa se le da a un animal? Miedo, hambre, rencor, violencia. Es más cómodo convivir con ellos porque no esperan realmente nada de ti. Y aún así me gusaba tu manera de hacer las cosas, mordiendo cada vez más fuerte cuanto más te acorralan. Ese es otro tipo de miedo, ¿sabes? De todas formas no importó demasiado.

Olvida a los perdedores de este lugar y piensa sólo en tu responsabilidad. Eras un soldado, un guerrero, un hombre que había estado al cargo de un grupo menos experimentado. ¿Qué son los puestos de mando? ¿Qué es un cargo de mando? ¿Qué sentido tienen?
Mi cara cambia a un gesto turbado, consciente. Ahora sabes la trascendencia de ese gesto. No ya del gesto, sino del propio pensamiento. El plan, la premeditación tras la decisión escasos segundos antes. ¿A quién vas a mandar tú? Ah, la soledad no tiene nada que ver con la motivación, no habías sido consciente de ese paso.

Lo único que quiero es escuchar el juicio de Cierzo.

*se queda indefinidamente*

Se me pasan las horas esperando, realmente. Miro por la ventana como se va acabando el día, supongo que resultaría frívolo decir que me aburro. Tendrán que venir a reprenderme o llevarme a las mazmorras por peligro público, ya que me han dejado aquí estancado. Podían ir viniendo.

Uno más de los insustanciales sonidos de la enfermería deja de ser insustancial en el momento en el que alguien retira mi cortina. Siento una ligera tensión que me recompone, o más bien me superpone. Entre quien entre no vas a ser agradable.

Miro de refilón y encuentro a un Frikka acomodándose junto a la cama. Acabo por girar la cara para verla de frente, esperando a que esté acomodada por completo, sin decir nada. En el momento que abre la boca para gruñir, no evito una sonrisa suave.

—¿Vienes a buscar una versión? —Pregunto con tono resuleto incluso.