Enfermería

Me sonrojé y bajé la vista al escuchar su primer comentario.

—Eres... Eres bobo... —susurré, mientras me pasaba una mano por la nuca. Esos comentarios que a veces hacía siempre me ruborizaban. Con la vista clavada en las sábanas de la cama, escuché su explicación sobre lo que le había pasado. Fruncí levemente el ceño cuando terminó.

—Deberías volver a Palacio y dejar de fingir que eres un mendigo —respondí, con un cierto reproche en el tono de voz. Después volví a acariciarle la frente. Cuando me preguntó qué me había pasado, suspiré. Le mostré mi muñeca derecha.

—Me hice daño entrenando... —Fruncí el ceño—. Creo... No sé si fue entrenando o si me di un golpe o algo así... Pero el caso es que me duele un poco la muñeca. No es algo muy grave... O al menos a mí no me duele demasiado, no sé. —Sonreí—. Y tampoco es la primera vez que paso por aquí, eh...

Sonreí. Sacar los colores a las damas era divertido fuese cual fuese mi clase social, y con Inger era sencillo y gracioso. Su vergüenza me hacía gracia, si bien no me ayudaba en lo relacionado con desnudarla. Parecía tan tierna que mancillar su flor era, solo de pensarlo, una idea aberrante.
Y ella no acababa de decidirse...

-Pronto realizaré los actos nobles necesarios para recuperar mi apellido -le aseguré, aunque debido a mis pocos avances no estaba realmente tan seguro como aparentaba-. ¿No es normal que el héroe pase una prueba para medir su valía? Quizás sea esta...

Así lo esperaba, realmente.

Me habló entinces de su muñeca y de que no era la primera vez que pasaba por allí.
Tomé su mano y besé suavemente la zona que me indicó como dolorida.

-Una dama no debería tener que pasar por este lugar...

Suspiré y bajé la mano para acariciarle una mejilla.

—Pero podías pasar por una prueba que no implique que te hagas pasar por un mendigo o así... —Me humedecí los labios y lo miré a los ojos—. Mira, estás en la enfermería por una intoxicación. ¿Y si te pasa algo peor o...? O no sé...

Me pasé la otra mano por la nuca y aparté la vista. Realmente estaba preocupada por él. Dudaba que su "vida de mendigo" fuese una buena forma de vida, aunque no fuese permanente.

Rick me besó la muñeca y yo volví a alzar la vista para mirarlo, levemente sonrojada. Segundos después, le sonreí.

—Pero yo además de ser una dama soy una guerrera —dije orgullosa mientras me sentaba en la cama, intentando ocupar el menor espacio posible para no molestarle. Lo miré—. Si... Si te molesto, dímelo...

Su preocupación me enterneció. Aunque se ruborizaba y parecía tímida, como siempre, se la veía segura de sus palabras. Una pena que no pudiese recuperar mi nobleza con solo pensarlo. Hacían falta hechos.

Se sentó a mi lado.
Hablando de ser guerrera me arrancó una sonrisa. Era verdad. Por mucho que fuese una dama, también luchaba. Si flor era tierna, pero su cuerpo lo suficientemente fuerte para enfrentarse al miedo.

-¿Cómo vas a molestarme?

Le sonreí. Me sentía extraño y delicado. Me sentía tierno, como un niño. Como si el tiempo estuviese de mi parte y fluyese lento y poético.

Me encogí de hombros con timidez.

—Pues... No sé... A lo mejor ocupo mucho espacio, o a lo mejor quieres dormir, o no sé... ¡A lo mejor tienes que estar solo o...! —Fruncí el ceño—. No... Eso no. No. Pero a lo mejor te molesto porque... Impido que muevas las sábanas o algo así... —Negué con la cabeza. Me pasé una mano por el cuello y lo miré. Le sonreí—. O... No sé. Pero no quiero molestarte, así que... Si te molesto por cualquier motivo o... Algo así... Pues dímelo.

Me pasé una mano por la nuca y aparté la mirada, ruborizada. Realmente dudaba que lo que había dicho tuviese algún sentido, pero aquello tampoco era tan raro en mí. Miré al flamma de reojo y volví a acariciarle el rostro, con cuidado. Sonreí.

Negué lentamente. Ya había dejado de bostezar hacía rato, y la verdad es que un poco de compañía nunca venía mal. Había estado casi todo el tiempo durmiendo, pero los escasos momentos de despertar me había aburrido mucho. Ni siquiera tenía a Telma para que hiciese sonidos de bismonte, o una pluma y papel para escribir aventuras como mendigo.
No tenía nada con que pasar el rato.

Y no estaba de más añadir que la compañía femenina siempre solía resultar más agradable. Las fiestas de salchichas solo eran interesantes cuando había cerveza y lucha entre hombres, pero a mi dragón le ilusionaba más ver otro tipo de carne. Eran panceptos diferentes.

Le sonreí encantador. Iba a seducirla como mendigo, para que viese que con o sin apellido era todo un semental galán.

Tumbado como estaba, sin fuerza para levantarme, mostré mi más sensual sonrisa y con aterciopelada voz hablé con la certeza de que la humedad ambiental aumentaría con mi labia.

-No seas tonta -susurré-. Lo único que molesta en estos casos es la ropa.

FdR- xD

Noté cómo enrojecía hasta las orejas y aparté la mirada. ¿Por qué me decía esas cosas así? ¿Por qué me decía esas cosas de esa forma en una enfermería? ¿Acaso no era consciente de que estábamos en una enfermería? ¿Qué pretendía? O a lo mejor no pretendía nada y yo estaba malinterpretando la situación... Cosa que sería peor porque, a ver, yo no pensaba de esa forma. No.

Me mordí el labio inferior y lo miré de reojo, todavía roja hasta la punta de mis orejas. Le golpeé en el pecho con el dedo índice y luego lo miré con el ceño ligeramente fruncido, pero sin perder el rubor.

—No... No... No... No seas... Tonto... T-tú...

Había subido la humedad. Lo notaba.
Mi apellido ya no era Dehnel, pero sí mis sentidos, y todos los Dehnel habían tenido siempre grandes dones con las mujeres y buena capacidad de captar humedades.

Y si no era así, toda mi vida había sido una mentira.

Aproveché su guardia baja y su rubor para agarrar su mano cuando tocó mi pecho. Agarré su frágil índice y lo besé en la punta con suavidad. Luego la miré sonriente.

Si no se derretía con aquello no lo haría ni siendo de cera y a mil grados.

Me sonrojé aún más cuando agarró mi mano para besar la punta de mi dedo índice. ¡No era justo! ¡No era justo para mí! ¡¿Quién se creía que era, sonriendo de aquella forma y diciendo aquellas cosas?!

Me mordí el labio inferior y miré a ambos lados. Luego fruncí el ceño y, notando cómo me sonrojaba aún más (si es que era posible claro), me acerqué a él y lo besé con suavidad. Después me separé y lo miré con el ceño aún más fruncido que antes.

—Id... Idiota...

Lo había conseguido. No hice ninguna exclamación ni gesto de vicoria por respeto hacia ella, pero lo había consehuido. ¡Y sin incorporarme!
Era mi pelirrojo natural. Las volvía locas. Lo tenía claro.

Antes de darle tiempo a separarse por completo, la atraje por la tela que rodeaba su cuello (ropa) y cerré los ojos.

¡Nadie besaba una vez a un Rick aburrido!

Ninguno de sus idiotas me detendría tan fácilmente. La soledad de un hombre no se para con insultos.

Si no se resistía (¿y quién podría?) exploraría su boca con mi lengua como tantas otras veces había practicado en viudas. Solo que Inger era más joven, más suave y mucho más fácil de sorprender, lo que hacía de mí un varón experto y deseable.

Antes de que pudiese alejarme del todo, Rick me atrajo hacia él por la ropa que rodeaba mi cuello, prolongando el contacto. Dejé que su lengua explorase mi boca, imitándolo yo también. En el fondo, aquello no me molestaba, aunque no estaba segura de que la enfermería fuese el lugar correcto para... Bueno. Era una enfermería, ahí venía la gente que estaba enferma, no la gente que... Eso.

Me incliné un poco hacia delante y apoyé las manos a ambos lados de su rostro. Esperaba que no apareciese nadie, porque aquello era muy raro.

En mi cabeza empezó a sonar una de las canciones que había escuchado cantar a mi padre en varias ocasiones.

"Las mujeres son suaves,
Las mujeres son calientes.
Te seducen y te agradan,
Menos si usan los dientes."

No podía ser duro con ella: no quería asustarla. No era una de aquellas viudas tan polifacéticas que casi te hacían el trabajito mientras cocinaban. Había que ser dulce como quien cortaba una flor en el campo.

La atraje hacia mí por la cintura. ¡Cuánto hacía que no cataba mujer!
Tanto que con poca fiesta el dragón comenzaba a alzar la vista al cielo, pensando en volar.

Sonreí cuando sus manos rodearon mi cintura y me separé un poco de él (no demasiado, apenas unos centímetros). Tenía las mejillas muy rojas.

—Un... Un... Un momento... —murmuré. Como estaba sentada, me costaba un poco acercarme a él (aparte de que resultaba un poco incómodo), así que, después de mirar que no hubiese nadie cerca, me subí a la cama, colocándome a horcajadas sobre el flamma. Luego le sonreí y volví a acercarme, apoyando de nuevo las manos a ambos lados de su cara.

—Ya... —susurré, antes de volver a besarle.

Resoplé, echando aire caliente por la nariz. Si aquello era lenguaje de mujeres para un no, no lo parecía. Y ningún hombre le sacaría lecturas extrañas a aquel comportamiento.

Así se montaba a caballo, así se montaba un niño a hombros de su padre y así montaban las mujeres a los hombres, como arqueras desnudas pero con todos los pechos en su sitio, como doncellas cabalgando sobre los más viriles caballos o caballeros.

Pero ella estaba desnuda, se notaba que era su primera vez, así que me decidí a explicarle por qué motivo la ropa no debía llevarse puesta en momentos como aquel. A no ser, claro estaba, que fuese ropa con rasgaduras o agujeros hecha especialmente para satisfacer a cierto tipo de hombres.

Eso me hizo pensar en Aren, así que metí las manos bajo la camiseta de Inger y recorrí su piel desde el vientre hasta las tetas para tetas quitarme tetas aquella tetas tetas horrible de las tetas cabeza.

Quería asegurarme de que no estaba yendo muy rápido, así que la miré a los ojos con gesto grave. No quería que pensase que no era más que otro de esos cerdos aprovechados que no pensaban más que en una cosa.

-¿Tetás bien?

Esbocé una sonrisa al notar cómo sus manos recorrían mi piel, ascendiendo desde el vientre hasta mi pecho. La preocupación que antes sentía por si entraba alguien, extrañamente iba desapareciendo poco a poco, aunque todavía sentía un ligero nerviosismo que esperaba que fuese desapareciendo al igual que la preocupación.

Miré a Rick a los ojos cuando habló y, luego, empecé a reír. Imaginaba que su pregunta era diferente, pero aún así me había hecho gracia. Sonriente, apoyé mi frente sobre la suya.

—Sí que estoy bien, bobo... —murmuré, ensanchando la sonrisa.

fdr. rol pausado 8D
esta pausa se la dedico a Silvio ☆

Estaba bien.

Estaba bien y no tenía motivos para estar mintiendo. A menos que hubiese alguien espiando para gastarme una broma o reírse de mí.
Miré a ambos lados pero no vi nada sospechoso.

Le sonreí, voraz. Ya no veía a Inger, no a la joven guerrera. Veía una mujer, como aquellas viudas a las que solía frecuentar. Veía un ser frágil, grácil, suave, pero capaz de llevar a un dragón al más alto de los cielos con el solo roce de su lengua.

La atraje hacia mí con intensidad y hundí mis dientes en su cuello, aspirando el olor peligroso mientras notaba sus venas latir.

Tantas veces estaban la muerte y el placer tan cerca...

Tenía que hacerle saber eso a Zacharyas.
Todo buen hombre lo merecía.

FdR- Lo siento, posteo desde el móvil y no todos los días ne es igual de fácil tener tiempo >__<

Le devolví la sonrisa, aunque en la suya se apreciaba un deje hambriento que creía que la mía no tenía, y luego junté nuestros labios con una cierta avidez. Dejé que me acercase a él y me deshice del fular antes de que él acercase sus labios a la piel de mi cuello. Ensanché la sonrisa.

Me pregunté, mientras Rick recorría mi cuello, qué debía hacer y si le molestaría mi inexperiencia o no. Nunca antes había estado así con un chico, así que mi experiencia era completamente nula, a diferencia de la suya. Esperaba, no obstante, que no le molestase o que me dijese algo o así.

Fdr. HALLUDA

Le arranqué la camiseta sin demasiadas contemplaciones. Al fin estaba encendido el motor hidráulico de mi amor, y yo estaba preparado para todo menos para levantarme, todavía convaleciente.

La visión de su cuerpo semidesnudo, aún algo cubierto, fue lo que mi dragón Dehnel se irguiese por completo rugiendo con la fuerza de mil hombres.

La miré a los ojos.

En los míos ardía el fuego flamma, fuego de pasión y desenfreno, de guerra, de pollos asados, de sexo. Todos los panceptos buenos estaban contenidos en aquel fuego crepetitante.

Y el humo... El humo casi me salía por la nariz, siendo yo otro ardiente dragón, deseando catar la presa a la que había visto mientras volaba metafóricamente.

Sus tetas. Ver sus tetas sentenciaría a muerte su virginidad.

FdR- si no escribo esas cosas no es rick u.u

Me sorprendí tanto al ver cómo me sacaba la camiseta de forma tan bestia que no pude evitar soltar un pequeño grito agudo. Segundos después, no obstante, me llevé una mano a los labios y miré a los lados, azorada, esperando que no hubiese llegado alguien o despertado alguien o aparecido alguien o alguien algo.

Miré a Rick, completamente sonrojada. Notaba que tenía hasta las puntas de las orejas rojas, y ese rubor no tardó en aumentar al notar algo que hacía un ratito no estaba... así. Tomé aire y tragué saliva.

—Que sepas que eres un... bruto —murmuré pasados unos segundos, mientras volvía a acercar mis labios a los suyos.

FdR. AUXILIO

La miré unos instantes, tratando de entender sus palabras. ¿Bruto? La primera vez en el sexo era como todo: si vas despacio duele más, se hace aburrido y no acabas nunca. Y por ello lo de ser bruto no entraba en mi cabeza. Las viudas me llamaban viril, vital, fuerte y duro, como si fuese un caballo o algo así. Nunca nadie se quejó de bruto ni nada parecido, y si lo decía una experta viuda la joven Inger no tenía nada que objetar, y yo menos.

-Soy un mendigo -respondí-. No entendemos del cuidado ni de la nobleza. Nos criamos en las calles y nuestro lema es: "si encuentro el calor de un lecho, aprovecho."

Entorné los ojos. La ropa molestaba. Necesitaba ver carne.

Los pezones eran hermosos. Hacía mucho que no veía unos con gusto, pero me recordaban a ojos saltones que te miraban. Las tetas eran los ojos y los pezones el punto negro del ojo que no sabía cómo se llamaba. Y cada pecho, como un ojo, era único.

Le arranqué lo que le quedaba de ropa. Estaba enfermo y no podía perder el tiempo. Quizás muriese esa noche. La idea me aterraba.

-Tetas -dije.

Mi dragón rugió, como confirmando mis palabras.

Fruncí ligeramente el ceño al escuchar su respuesta.

—No seas mentiroso: tú no te has criado en las calles, así que no digas que no entiendes de cuidado y nobleza.

Lo cierto era que aquel comentario me había molestado un poco. Más que nada porque sí que estaba comportándose como un bruto. O al menos a mí, desde mi inexperiencia, me lo parecía. Tal vez por eso, cuando me quitó el sostén con la misma fuerza con la que me había quitado la camiseta, le di un golpe en el pecho, en parte molesta y en parte nerviosa.

—¡No seas tan bestia!

Luego, ligeramente avergonzada por la situación, me cubrí con los brazos y chasqueé la lengua. Aparté la mirada, roja.

La miré extrañado. ¿Estaba enfadada? Pues si estaba enfadada no se hubiese quedado a verme. Se hubiese ido. Y tampoco me hubiese besado.

¿A qué venía aquello? ¿Qué más le daba si era o no era mendigo realmente? Como si ella decía que era enfermera. En aquel contexto no me iba a importar.

Ella se cubríó con las manos como una pudorosa adolescente. Ya no tenía quince años para andar con aquellos remilgos. Massen Dew estaría ahora, pensé, en edad de cubrirse los pechos con timidez ante algún noviete suyo. Era ley de vida. Pero Inger ya tenía alguna primavera más y se estaba comportando como una cría.

Me tocaba a mí, Rick Mendiguel, arreglarlo.

No hice ningún comentario cuando se tapó. Me erguí como pude, sentándome en la cama, deslizándose la sábana al hacerlo y dejando a la vista mi torso desnudo. Me apenó haber perdido tanta forma física.

La besé suavemente en la mejilla y esbocé una sonrisa.

Por Mithos, sí que era complicado.

FdR- Rick no entendiendo el pudor xD

Segundos después de haberle "golpeado" (no tenía muy claro si podía llamar a eso golpe porque apenas le había dado con fuerza), me arrepentí. Si bien era cierto que su comentario me había molestado, suponía que podía habérselo dicho sin necesidad de darle un golpe en el pecho, por débil que hubiese sido. A decir verdad, estaba bastante nerviosa. No sabía qué hacer, ni cómo hacer lo que se suponiese que debía hacer ni nada.

Volví a mirar al flamma, más sonrojada que antes, y me aparté un poco para dejar que se sentase. Me pregunté si sería buena idea que se irguiese (porque, a fin de cuentas, estaba en la enfermería por algo. Bueno, yo también, pero era diferente: lo mío no era grave, lo suyo pudo haberlo sido). Lo miré. Al erguirse, la sábana había dejado al descubierto su torso desnudo. Se notaba que estaba más delgado que antes, pero no fue eso lo que más llamó mi atención entonces. En su lugar, lo que hizo que alzase las cejas claramente sorprendida fue su desnudez. Noté como enrojecía, de nuevo, hasta la punta de las orejas y me llevé una mano al cuello.

—No... No... No... No llevas... Nada debajo de... La sábana... ¿verdad...?

Le sonreí, asintiendo.

-Una enfermera me desnudó para hacerme alguna prueba, creo-. La besé mientras pensaba en cómo era la cara de aquella enfermera-. Se parecía un poco al jefe Brumm... Creo recordar.

Fruncí el ceño, tratando de recordar más para mí. Ahora que lo pensaba, no era exactamente igual a Nagorr... Incluso pensé que quizás era rubia. Ello me hizo pensar en la encantadora aether, Fier,y en sus palabras.

Miré a Inger a los ojos.

-¿Cómo es para mí un hombre ideal? -pregunté en un susurro.

¿Sería, acaso, alguien como yo?

Asentí, nerviosa y sonrojada.

—Ah... Oh... Bi... Bien. —Me pasé una mano por la nuca—. Supo... Supongo que debieron de hacerlo para... Bueno... Curarte o... Así.

Tragué saliva y me mordí el labio inferior. De pronto me sentí un poco tonta. Debí haber supuesto que no llevaba nada vestido al verle los brazos, pero por algún motivo no me había fijado.

Miré a Rick cuando me preguntó cómo sería mi hombre ideal y fruncí el ceño, pensativa. Cuando era pequeña, me imaginaba que mi novio ideal era como un príncipe azul: guapo, apuesto, buena persona, inteligente, amante de los libros, divertido, con una maravillosa voz, capaz de matar dragones y de rescatar doncellas y con un gran estilo montando a caballo y capaz de hacer miles de hechizos y de vencer a rufianes y malhechores y de traer la paz a los reinos más desamparados. Pero con el paso del tiempo ese ideal se había ido difuminando.

Esbocé una tímida sonrisa.

—Pues... No sé... Creo que... Mi hombre ideal es buena persona y... Divertido y simpático... —Me pasé una mano por la nuca—. Pero supongo que así es el de todos... Creo. No sé. —Lo miré. Me sonrojé un poco más—. De... De todas formas... Ahora... Ahora mismo... Pues... —Bajé la vista, nerviosa—. Supongo que eres tú...

Fdr. puke rainbow