Enfermería

El viejo me da un par de consejos típicos de alguien de su edad y le dejo irse. Observo cómo se tropieza con un tipo del servicio y alzo una ceja. ¿Cómo puede ser tan torpe a veces y otras parecer un muchacho? El caso es que se me acerca el tipo del servicio. Un tipo elegante. Con planta, aunque no deja de ser un mindundi plancha toallas.
En cuanto abre la boca, un bofetón de realidad me hace espabilar.
—¿Sí? —pregunto relativamente desconcertado—. ¿Cóm... —me corta la pregunta con su presentación. Ah, calla. Que es guerrero de Bronte también y se dedica a coordinar al servicio. Silbo impresionado mentalmente. Debe ser un tipo importante—. ¿Lo conociste o qué? ¿Cómo sabes eso? —al fin puedo hacer la pregunta.
Frunzo el ceño con lo siguiente que dice. Sí. Esa es una descripción muy acertada de Silvanus, pero al mismo tiempo, me resulta molesto que este tipo -desconocido para mí-, hable así de mi hermano. ¿Acaso se conocían tanto como para hablar de él en esos términos?
Ah, deja. Que era su mejor amigo.
—¿En serio eras el mejor amigo de mi hermano? —mis dejas se elevan mientras lo veo de arriba abajo. No parece el tipo de persona con la que Silvanus pasaría una tarde, ¿no? Quizá si. Bueno, habrá que presentarse.
—Me llamo Gabriel —le tiendo una mano. ¿Por qué no? Quiero decir... si mi hermano se llevó bien con este tipo, ¿por qué conmigo iba a ser diferente? Quizá encuentre en él un compañero decente para misiones y no al cacahuete de Marik.

Es tan ingenuo como el otro. Maravilloso. Estoy deseando ver cómo me voy a divertir con el nuevo juguete.
—Claro que nos conocimos. Fuimos uña y carne. Un tipo gracioso. Siempre despeinado —aprieto los puños con ira—. Chillón, alborotador y algo molesto, pero leal, decidido y por qué no decirlo, valiente. Siempre andaba por ahí con su pequeño dragón —pongo las manos en las caderas y bufo—. Se le echa de menos —recalco, zalamero.
—Un placer —estrecho su mano con la mía de hierro—. Veo que has estado de misión y por lo que puedo ver, ha sido complicada —huroneo.
Voy al grano.
—Perdón por entrometerme, pero uno puede cerrar los ojos, no las orejas. No pude evitar escuchar parte de la conversación con el viejo Abaddom. ¿Eres acaso su ayudante o algo por el estilo? Quiero decir... no tendrías que decirlo a un guerrero cualquiera, pero como guerrero al cargo del Servicio de Bronte, debo estar al tanto de todas las actividades relacionadas con la servidumbre. Espero que lo entiendas —paladeo.

Sin duda no miente. Lo describe a la perfección. No tengo motivos para desconfiar de lo que dice así que no voy a hacerlo.
Espera. ¿Dragón?
—Ems... ¿mi hermano tenía un dragón? —arrugo el labio superior. Eso sí que es imposible. Hace referencia a la misión—. Je. Si yo te contase... ¿conoces a un parvus que se queda dormido por las esquinas? No digo más.

Comenta que ha escuchado parte de la conversación. No me molesta del todo. Quiero decir... no es que pudiese evitarlo, ¿no? Además, me está hablando de mi hermano. Supongo que es un intercambio de información justo.
—Nah, no te preocupes. Sí. Soy su ayudante. Él, a cambio, me enseña. Quiero ser el próximo líder de Aqua en el palacio, ¿sabes? Así que ahora mismo... digamos que nos ayudamos mutuamente. Un buen tipo, Abaddom —si el Alexander este fuese un amigo más cercano, le contaría acerca de los gustos del viejo, pero no soy idiota. No pienso traicionar su confianza con el primero que pasa por delante de mis narices.

Me miro las uñas mientras habla.
—Oh, sí. Mmm... ¿Cómo se llamaba? T...¿Tristán? Sí... creo que se llamaba así. La verdad, desde que pasó "lo que pasó", nadie lo ha vuelto a ver o al menos que yo sepa —explico con vagueza. Escucho entonces lo del parvus—. No tengo el gusto... —satirizo. Mithos me libre de toparme con semejante incordio en una misión—. No soy mucho de misiones, ¿sabes? lo mío es más el trabajo de interior o, como mucho, los encargos diplomáticos. No soy la gran cosa —me menosprecio para generar un vínculo con él. Para ponerme a su altura.

Escucho su respuesta y se me escapa una sonrisa. Casi una risa.
—Disculpa que me haga gracia, pero parece que los Kettleburn lleváis en la sangre eso de relacionaros con los que mandan. No puedo dejar de pensar en lo gracioso que resulta. Tu hermanito, tu querido hermanito era la sombra de Aren Darvenwish, ¿sabías? —remuevo el pasado con sutileza, peinándolo con la suavidad que merece—. Líder de Aqua... —digo su objetivo en voz alta—. Disculpa el atrevimiento pero... ¿por qué no se lo pides al líder de Aqua directamente? Quiero decir... —me encojo de hombros—. Es lo lógico, ¿no? —entonces me doy cuenta de algo y bajo el tono—. ¿O es que acaso es un complot? ¿Un golpe de estado? ¿un derrocamiento? —alzo las cejas con curiosidad verdadera. A ver si voy a estar delante de algo importante...

Mis cejas se tensan al escucharle. ¿Dónde había estado metido este tipo y por qué he tardado tanto en conocerle? ¿Por qué nadie me ha informado de todo esto? ¿Por qué pareciese que todo el mundo quiere dejar a Silvanus atrás? Arrugo el morro.
—¿Y qué es "lo que pasó" exactamente, si es que puede saberse? Quiero decir... sí. Todo lo que sé es que mi hermano murió. Fin. Nadie parece interesado en hacerme partícipe de los detalles. Abaddom... Abaddom parece tener miedo a que me tome la justicia por mi mano —hago una pausa—. Si es que todavía queda algo de justicia en todo esto.
Así que mi hermano tenía un dragón... eso sí que no me lo esperaba.

Entonces suelta algo que me descoloca.
—Espera... —alzo las palmas hacia él—. Espera espera espera espera... ¿Cómo que a la sombra de Aren Darvenwish? ¿Qué pinta ese canalla en todo esto? —aprieto los puños. Este tipo es caeruleus. ¿Acaso sabe algo que yo no? No me extrañaría, visto lo visto.
—No. No es ninguna conspiración. Simplemente no he visto al líder de Aqua por ningún sitio. Parece que sea tan invisible como el propio agua. Abaddom se me presentó y decidí tomar sus lecciones. Fin del asunto —ahora mismo la otra conversación es mucho más interesante.

—Típico de un líder —río jocoso ante el comentario sobre la posición de Abaddom con respecto a ese tema. Sin embargo, ¿qué clase de ser vil y deplorable sería si no calmase las dudas de un pobre Kettleburn?—. Bueno... se comenta en los mentideros que... —hago un gesto pasándome el índice por el cuello de punta a punta y girando la cabeza hacia un lado, haciendo referencia a una decapitación—. O eso es lo que se comentó en su día por parte del servicio cuando llegaron de la fatídica misión. Verás... —me pongo de pie y camino de un lado a otro, escogiendo bien las palabras—. No solo tu hermano desapareció ese día. Había... hubo una líder flamma en palacio con una ristra de nombres tan larga, que me resultaría imposible decir, que fue acusada de traición y nunca se supo nada más de ella. ¿Está muerta? Mary la cocinera cree que sí, que los valerosos guerreros Rick Dehnel, Elektra Samon, Adain... nosequé, la joven Massen Dew, Inger N... Nomeacuerdo, Geralt, un tipo rubio e insoportable con los ojos de distintos colores —recuerdo mi encontronazo con él cuando le ayudé a recuperar su espada del cuerpo petrificado de Errald— y un parvus,  —no añado nada sobre el último, por ahora— fueron los encargados de darle muerte por su traición; por su parte, Ferdinand, el mozo de las cuadras sostiene que no, que una vez la vio transformarse en gorrión y que seguramente está en algún lugar del mundo oculta viviendo en un bosque como un pajarillo; en cuanto a mi opinión... creo que el líder caeruleus se la cargó —resuelvo—. Verás, nadie más que esos guerreros que he nombrado y los líderes saben exactamente qué ocurrió en esa misión. Los líderes no soltarán prenda. Ten por seguro que no le contarán nada -perdón por lo que voy a decir ahora- a un mindundi cualquiera. En cuanto a los guerreros, supongo que recibirían órdenes explícitas ¡quizá un conjuro de silencio! para que no abran el pico sobre lo que ocurrió allí. Además, no creo que encuentres a ninguno de ellos en el palacio. La mayoría se han marchado. El ejército arcoíris no solo son estas cuatro paredes, ¿sabes? sus raíces llegan a muchos otros lugares. O puede que se hayan ido a sus casas, se hayan casado o hayan muerto en un camino. Quién sabe... —roto los hombros, cansado—. La cosa es que, aunque no sepamos qué ocurrió exactamente, no hay que ser un genio para adivinarlo, ¿no crees? Una líder acusada de traición, un guerrero de Brontë muerto... si piensas mal, parece claro. De todas formas, es solo una teoría. La traición de la flamma pudo haber sido cualquier otra cosa y Silvanus haber muerto a manos de otro o por otras causas, así que no podemos saber exactamente qué ocurrió. La cosa es que nunca sabremos la verdad. No por ahora. ASí que no tengas en cuenta mis palabras. Son solo mis apuestas —recuerdo a Errald—. ¿Recuerdas al parvus que nombré? Ese sí que sé dónde está —sonrío— Podría llevarte si quieres, aunque ya te adelanto que no es muy parlanchín.

Escucho todo con mucha atención. No me atrevo a decir nada hasta pasados unos segundos.
—Ostia... —es lo único que me sale—. O sea, que... —no sé qué decir. Ha sido demasiada información—. Perdona que no diga nada, tío, pero... es que me he quedado de piedra —tengo que rumiar todo esto. Seguro que cuando se vaya se me vienen a la mente mil preguntas y me llamaré tonto por perder la oportunidad de hacerlas ahora, pero bueno. La cosa es que decido responder a lo último que dice rápidamente—. Por supuesto. Quiero verlo.
Me intento poner de pie sin mucho éxito.
—Au... creo que habrá que dejarlo para otro momento. En unos días estaré mejor. ¿Podría ser? —pregunto—. Ah, una cosa más... llevas todo el rato diciendo que Silvanus se pasaba el día con Aren. ¿A qué te refieres? ¿Cómo es posible eso? Si conociste bien a mi hermano sabes lo petardo que era. No me imagino a la cucaracha lila cargando con él como dices. Me chirría, ¿sabes? Además... ¿por qué crees tú que Aren está detrás de la desaparición de la lideresa esa?

—No te preocupes. Supongo que es normal —resuelvo con un ademán en el pelo—. De acuerdo. Cuando estés recuperado, iremos a ver al parvus —algo de aventura para amenizar el día a día no está mal.
Sonrío ante su última pregunta.
—A ver, ¿cómo te digo esto? —pregunto en voz alta sin esperar respuesta alguna.
Entonces lo veo.
Me acerco al marco de la ventana y repaso con los dedos el grabado:

A S

Lo golpeo un par de veces con las yemas de los dedos para que Gabriel le preste atención.
—Digamos que tu hermano comía más cosas que comida en este sitio y calentaba más camas de las que debiera. Aren Darvenwish lo cameló a saber cómo y lo hizo suyo. Pero no te preocupes, por lo que yo sé, nuestro querido Silvanus fue terriblemente feliz con la garganta ocupada —alzo las cejas—. Supongo que tiene que haber de todo, ¿no crees? Seré franco contigo, amigo. Tu hermano gozaba de una posición privilegiada en cuanto al resto de guerreros, pero esa posición se la ganó poniéndose en otras mucho menos dignas. Yo no sé qué artimañas o argucias habrá usado Aren Darvenwish para llevar a un muchachito como ese, tan dulce y amable, por un camino tan torcido como el que tomó. Sin duda ese hombre pudre todo lo que toca y tu hermano no fue una excepción y a mayores, se lo llevó Mithos sabe donde. Sólo sé que aquí no está. En el cementerio, digo —tomo aire con fuerza—. En fin. Debo volver al trabajo o me echarán de menos. Ha sido un placer, Gabriel. Ah, y recuerda: los guerreros no hablan con el servicio —y dicha la advertencia para que mantuviese esta conversación en privado, me voy.

* se va*

Observo el grabado de la ventana.
¿Eso lo ha hecho Silvanus? Salgo dolorido de cama y me acerco. Lo toco con las manos, repasando la "S" con las yemas de los dedos. Puedo imaginarte aquí solo y furtivo, grabando esto en la madera. Seguro que fue tan torpe que algún tipo del servicio lo pilló y le tiró de las orejas.

Lo que dice a continuación Alexander me crispa. Por un lado, me molesta que hable de él en esos términos; por otro, conociendo lo enamoradizo que era el trucho de mi hermano no me extraña que nada de esto pueda ser verdad, lo cual me hace verter toda mi rabia -más si cabe- contra Aren Darvenwish, que se le sumó a la manía previa por haberle despachado de aquel modo tan desagradable cuando había llegado al palacio.
Así que te beneficiabas a mi hermano, ¿eh, rata asquerosa?
Aprieto los puños. A saber cuánto veneno le metiste dentro para que cediese a todo lo que querías.
Aprieto el puño y doy un golpe seco al grabado en la madera.
—Nos vemos. Ahora necesito necesito descansar. Descuida. No diré nada a nadie —musito.

De nuevo me toca revisión con el viejo. Entro en la enfermería. Está vacía. Respiro con fuerza al entrar. Reconozco que me gusta mucho el olor de la ropa recién colocada en cama y de las sábanas y en la enfermería de eso hay para dar y regalar.
Bufo. No me gusta nada venir al médico, pero sé que tengo que hacerlo. El tío Nagorr no me permitirá que me pase nada malo y mi historial no es que sea muy alagüeño. Primero, esa maldita enfermedad que casi me lleva y para la que el tío Nagorr tuvo que hacer una poción con un huevo de dragón. Luego... está el tema de... bueno. Eso.
Aprieto las piernas con fuerza al pensar en el día que lo hice y echo el aire de mis pulmones con fuerza. Luego que en general, soy debilucha y poca cosa. No como demasiado porque tengo miedo a perder la figura -que es con lo único que puedo atraer a los chicos-, porque del resto... no tengo nada. Me toco el pecho de arriba abajo y arrugo la nariz. Bueno, qué más da. Si total, todos los chicos de este sitio son unos cazurros. No son capaces de ver más allá del envoltorio. ¿A quién le importan? A nadie.

Me siento en una de las camas y espero por el médico si aparece. Sino, ya vendré; aunque en el fondo, no me apetece nada. Vi que había una fiesta, pero estoy un poco alicaída últimamente. Me pregunto a leches de qué habrá sido esa fiesta. La verdad es que pude haberme asomado aunque solo fuese a la puerta para luego irme. Pero bueno... ahora ya está.


*se queda*

Un chiquillo del servicio, contratado hace poco, pasó de largo por la enfermería. Retrocedió, pues le pareció ver a alguien sentado encima de la cama.
No se equivocaba.
Entró y observó a la chiquilla parvus.
—Disculpa... el médico no está. Se ha ido de viaje. Debería estar al caer. Si es algo urgente puedo intentar hacerte una cura o algo... —el muchacho se rasca la nuca, cohibido.

Sin duda le llamó la atención que la chiquilla estuviese allí sola, casi en penumbra.

Doy un respingo sobresaltada.
...
Eso tiene sentido. Ya se me hacía raro que el viejo no estuviese por aquí dando la vara. Bufo, molesta. He perdido toda la tarde aquí como una imbécil.
—Gracias por avisar. No, tranquilo. Estoy bien —salto fingiendo entereza de la cama y paso a su lado—. Estoy un poco mareada. Si no te importa llevarme al comedor para beber algo, te lo agradecería.
La verdad es que no me encuentro muy bien.
Espero que Errst no tarde.

*se van los dos*

Vuelvo a la enfermería. Ahora sí que está.
—Ah, aquí estás —entro pizpireta y me siento en la camilla—. Ayer perdí la tarde entera aquí como una tonta —me quejo y elevo la barbilla, airada, aunque rápidamente me hago pequeña—. Me duele la tripa. Espero que no sea nada malo y estoy así... "chof". Tengo miedo que me esté pasando algo malo —le explico mientras me desabrocho la blusa.

La parvus llega dentro de la hora, cosa que el médico agradece. Sale de su silla y se acerca a la camilla, rotando los ojos ante sus quejas.

—Lo sé, siento el retraso. Siempre hay contratiempos en los viajes largos —Su tono es, como siempre, áspero y desagradable, pero franco y de corazón.

Pasó la cortinilla antes de acercarse a la chica, que empezaba a desvestirse, y empezó a palparle el vientre cuando se tumbó.

—¿Qué es eso de "chof"? ¿Te has tragado un sapo? ¿Has tenido vómitos, diarrea...? ¿Has ido siquiera al baño estos días? ¿Has comido algo fuera de lo normal? No se palpa nada en el vientre, no está duro ni inflamado —Apoyó la oreja y dio algunos toque, negando posteriormente. Después de hacer un par de revisiones más e inspeccionar a la chica, se sentó para anotar las novedades en su ficha.

—Mira, creo que no tienes nada "malo". Nada orgánico digo. Estos son los efectos de los que te tengo hablado. Tu falta de hormonas te va pasando factura. Te afecta al ánimo, a la energía, a los huesos... —El médico revisó los papeles y pensó un par de cosas— Pero estás de suerte porque me han hablado de una medicina que puede ayudarte. La estaban utilizando en mujeres que pierden sus ovarios por alguna complicación para evitarles ese tipo de problemas, pero obviamente tienen sus riesgos —El médico se tomó un momento para cerciorarse de que la chica le estaba escuchando.

—Con esa medicina tu cuerpo cambiará. No demasiado, ya eres suficientemente mayor, pero sí cambiará. Te crecerán un poco los pechos, se redistribuirá tu grada corporal, engordarás -aunque eso no te vendrá mal, estás demasiado delgada- y tus huesos estarán protegidos. Además el ánimo mejorará. No sé si eso es lo que tú quieres, pero pasará. Además tienen efectos negativos, deberás tener cuidado con tu sangre porque se volverá más espesa, debes tener una vida activa. Además no tengo claro si afectará a tu personalidad, no conozco claramente los efectos completos —Trató de informarla poco a poco, dejándole tiempo para entenderlo y hacer preguntas.

—Bueno, te perdono porque sé que eres buen tipo —sonrío. El tío Nagorr y él se conocían desde hacía muchos años, así que confiaba en todo lo que Errst dijese por defecto.
—Pues no sé. Estoy triste en general. Hace tiempo que no me divierto y he ido de misión hace poco y ¡qué estrés! No sé. Yo solo quiero... una amiga —derroto los hombros hacia delante—. Todas las que tenía se han esfumado —pienso en Elektra, Thamerlein, Massen Dew, Inger, Finder... no son más que vagos recuerdos. Me abrazo—. Me encuentro muy sola en este sitio.

Escucho lo que dice Errst a continuación y se me abren los ojos como platos.
—¿Qué estás diciendo? ¿Es eso que dices cierto? —me veo las muñecas. Están delgadas a más no poder. Sin embargo, no me hace gracia ponerme gorda, pero sí quiero tener pecho. Mmm... además mis huesos corren peligro a pesar de ser parvus, por lo que no me queda más que aceptar. Creo que es lo mejor. Además, si tengo que hacer ejercicio, eso me servirá para controlar el peso.
—Sí. Acepto —digo rápidamente—. Si tú crees que es bueno, pues eso —asiento y pongo las manos juntas delante suya para que me de lo que me tenga que dar.

—Bueno, eso va a parte. Una cosa es estar decaída físicamente y otra ser un alma en pena. No sólo hay enfermedades físicas. Si estás pasando por un mal momento, hay que tomar medidas —Anotó algunas cosas en la hoja de la parvus.

—Lo mejor es que tuvieses las tuyas, pero ya sé que eso no es negociable. A parte de darte alguna vitamina que te refuerce los huesos, estimulantes para que te mejore el ánimo y recomendarte ejercicio no tengo mucho más. Si quieres vivir como una mujer, suplantar las hormonas que te faltan con unas de mujer es lo único que tenemos ahora mismo, pero tendrás que tener revisiones más habituales. Si eso es lo que quieres y estás dispuesta a aceptar esos cambios, entonces empezaremos a probarlo. Si no, nos mantendremos como hasta ahora —Explicó con calma. Aquel ea un tema que le seguía pareciendo demasiado complejo. Su filosofía era la de no tocar nada si funcionaba correctamente, pero en el caso de Nagore ni siquiera sabía cuál era la definición de "funcionar correctamente". Lo único que podía hacer era procurar que estuviese lo mejor posible.

En cuanto dejó de anotar, prestó atención a su anterior queja.

—Volviendo a tu estado de ánimo. Las hormonas obviamente influyen, pero si estás pasando por un mal momento deberías hablar de ello. No puedo hacer nada con tus compañías, pero puedo escuchar tus quejas para tratar de buscar la solución que te ayude a sentir que tienes las riendas —Le comentó echado hacia delante y con las manos unidas sobre sus rodillas.

Cuando me dice que podría faltarme el aire, alzo una ceja.
—¿Pero tú qué veneno vas a darme? —bromeo, aunque en el fondo me preocupa un poco. No obstante, confío en él. Es un buen tipo y aunque tenga una relación de confianza con él y quizá un poco faltona a veces, le respeto mucho.
—Venga, va —miro como lo hace para aprender y me bebo el mejunje ese—. Ea, pues ya está, ¿no? —me toco el pecho y roto los ojos hacia el techo, concentrándome. No pasa nada.
—¿No hace nada? —a veces confundo la medicina con la magia. Es gracioso cómo una de ellas llega a sitios donde la otra no y viceversa. Son dos ramas que en el fondo, se compenetran bastante bien.

Salto de la camilla con la mercancía.
—Todo en orden. Cualquier cosa te aviso —camino hacia la salida y cuando estoy rebasando ya la puerta, me paro y vuelvo sobre mis pasos para darle un abrazo silencioso. Luego me suelto y sin decir nada, me esfumo.

*se va a sus tareas*