Enfermería

La miro con más seriedad cuando insinúa los niveles a los que podría llegar su hermana. Simplemente imaginar algo así por la mera obsesión de imitarla es algo que me repatea.

—Entonces tu hermana es muy estúpida o muy retorcida —Sea lo que sea, haría mejor en ahogarla. —¿Quién demonios llega a mutilarse por ser otra persona? —Y yo soy una persona que ha perdido mucho los papeles, así que ya es decir. Niego con energía. —Está consiguiendo agobiarme —Replico. Sería aberrante encontrarme con una situación así de frente. Un tipo igual que yo que ha decidido arrancarse un brazo para suplantarme o simplemente para que no puedan diferenciarnos. Siento molestias en el estómago.

—Eso espero, visto lo visto —Aclaro al final. Podría probar a fingir su muerte e igual... Bueno, mejor dejo de darle vueltas al tema. En estos casos se dicen cosas como "pero tienes en plantarle cara y" blah blah blah, creo que no voy a seguir por ahí.

Y estúpida también. Aunque tampoco es que la conociese, pero las mujeres ya son posesivas y controladoras de por sí como para tener un plus.

—Sí, conocía esa parte —Añado cuando menciona eso de que antes era moza de establos. Aunque, por su rutina habitual, parece que aquí también lo sea. Se me hace raro pensar en eso de que hayan llamado sólo a una de ellas. Quitando a un lado el cómo es su hermana suena hasta extraño. ¿Tan específica es la llamada de Brontë? ¿Qué es lo que buscan exactamente?

—¿Y no montó en cólera por saber que huías de su rango de influencia? —Creo que de eso también entiendo un poco, aunque ahora me resulte bastante incómodo o extraño pensar en ello.

Así que sigue manteniendo contacto con toda su familia menos con la psicópata de su hermana. No me queda claro si es del tipo de gente que extraña su casa o no entonces. En parte me gustaría verlas a las dos y comprobar todo eso que dice. Ver si su hermana puede camuflarse tan bien como para confundirse con ella.

—¿Y echas de menos al resto de tu familia? —Supongo que estando con el grandullón lo tendrá más fácil. Viajes juntos al continente de fuego. Seguro que hasta viven cerca. Sería entretenido ver a Dehnel con su hermana. A ver qué nobles intenciones lo guiaban para diferenciarla.

No esperaba menos. Siempre he visto cosas en común entre nosotros, aunque hubo un momento en que pensé que estaba desquiciado. Seguramente su hermano tiene mucha paciencia, es lo que puedo concluir.

Alzo las cejas, de nuevo sorprendido cuando pregunta.

—Ahora a mi hermana y su familia. Aunque técnicamente ya no es la casa a la que uno pude volver, ella tiene su vida. Las cosas cambian cuando uno no pasa por casa —Comento con cierta gracia. —No es que fuese a negarme nada, pero ya no es "mi casa". De todas formas, sin el viejo todavía estuviese allí, manteniendo la unidad familiar, tampoco querría volver. De hecho es un pueblo al que no quiero volver —Concluyo. No me imagino lo que ese maldito podría llegar a decir o a armarme en esta situación. Ni tampoco los vecinos. Con suerte la mayoría la habrán diñado desde aquel incidente, pero las generaciones de los pueblo te recuerdan como si les fuese la vida en ello.

Ladeo un poco la sonrisa, algo animado.

—Eso de tener volver siempre me ha sonado a derrota. Es jodido tener que cambiar de mentalidad —Comento, rascándome el cuello, entre el hombro y la oreja.

Tomo aire y me encojo de hombros. Pues eso me pregunto yo también, si existe alguna forma de seguir haciendo algo. Algo de verdad.

—Siempre hace falta peinar bismontes —Bromeo. Seguro que su puritanismo con los animales la hace llegar a la conclusión de que hasta para eso se necesitan dos manos, pero espero que se lo guarde. Niego un momento. —Algo habrá que intentar —Concluyo, más para mí que para ella.

Cuando me contradice no le encuentro la diferencia. Aceptar la derrota en mi caso es cambiar de mentalidad.

—A eso me refiero —Aclaro mínimamente, dejándolo estar.

Decide irse entonces y asiento, conforme. Ha estado bien y la verdad es que si se quedase más rato volvería a ser incómodo. No me interesa tanto la vida de la gente. Ni siquiera la suya. Supongo que es verdad lo que dice sobre la enfermería. Nunca me han gustado estos sitios, parece que te absorban la energía.

—Lea —Me adelanto para agarrarla un momento. Me lo pienso un momento, frunciendo ligeramente el ceño. Luego acabo por soltarla —Nos vemos —Finalizo, con un gesto de cabeza.

Una vez se marchar me acomodo en la almohada. La verdad es que todavía no sé cómo sentirme. Ahora tengo una sensación agridulce.



*fin*

Por fin puedo marcharme de este sitio. Aunque me encuentre mejor desde el día en que me desperté todavía no sé si el alta es algo que me anima o que me amarga. Nunca me ha gustado estar encamado, pero la perspectiva de futuro a la que me tengo que enfrentar tampoco es aradable.

De pien, junto a la cama, trato de abrocharme los botones de la camisa con la mano derecha y la lentitud me resulta bastante irritante. Eso sin contar las veces que se me escapan entre los dedos.
Cuando por fin tengo lista la parte de arriba no puedo evitar un mohin de desagrado. La manga libre queda flácida en mi lado derecho. Giro el tronco de un lado al otro y veo como se bambolea. Es bastante horrible. Acabo por coger la manga y meterla hacia adentro como puedo. Al menos así no habrá un colgajo bailando mientras camino.

Ahora toca volver a lo de antes: el botón de los pantalones. Ponérmelos ha sido más complejo de lo habitual, pero lo que ha sido completamente imposible es mantener la presión de las dos partes hasta conseguir encajar el botón. Vuelvo a intentarlo un par de veces y hasta me apoyo contra la cama, pero no hay forma.

—¿Te importa? —Le pido a uno del servicio, que se acercar para abrocharme los pantalones. Sí que podía ser más patética la cosa. —Gracias —Añado a regañadientes, subiéndome la bragueta. Las botas no son tanto problema, pero tengo que olvidarme de los zapatos con cordones.

Cansado del traqueteo me siento en la cama un momento, tomando un respiro. Esto va a ser jodido.
Me paso la mano por el pelo un momento. Ya está demasiado largo para mantenerse en su sitio. También me froto la barba, cerrada por toda la cara. Ya me ocuparé de eso más tarde.

Me levanto al fin y escucho las últimas recomendaciones del médico, asintiendo con desgana, luego me dirijo a la puerta.

Me detengo un momento, con un acceso de duda y temor que me impide cruzar la puerta. El pasillo parece haberse convertido en un laberinto desconocido y peligroso. Miro un momento a los lados, comprobando que no hay nadie y, finalmente, tomo aire para salir fuera.

*se va*

Los chicos del servicio dejan a Marik en la enfermería, pero rápidamente se olvidan del paciente y sen centran en cubrir de halagos a Mion, preguntando si no necesita algo más. Ella los conoce de otras veces así que trata con ellos con naturalidad hasta despedirse y aceptar alguna posible cita en el pueblo.

Deja la comida en la mesilla junto a la camilla de Marik y lo observa un momento.

-Al menos ahí no estarás incómodo -Espera a que llegue algún enfermero que le atienda y terminar su cometido de vigía.

Hacía mucho que no me ponía malo de la tripa. Entro en la enfermería pálido y despeinado, arrastrando los pies y con una cara semejante a la que tendría tras haber hecho siete misiones seguidas.

—Ayayayay... —lloriqueo como un perrito, aunque me corto al descubrir que no estoy solo. ¡Caramba si es así! Delante mía está el bombón más rico que he visto en mucho tiempo. Su piel tostada, brillando tenue, perfilada por la luz de la tenue llama que ilumina la enfermería a media noche. Mis ojos se abren tanto que por primera vez siento que mis ojeras ya no tienen sitio en el que estar. Comienzo a sentir un papaloteo en la boca del estómago. Me asusto en un instante ¡Gabi no vomites en una situación como esta! Rápidamente me doy cuenta de que esto no es vómito, sino una belleza tal que mi cuerpo no sabe cómo gestionar.
Me pongo recto como un palo, meto tripa e hincho el pecho. Aprieto los dientes para soportar los retortijones que siento al hacerlo. Carraspeo con una doble intención. Primero, llamar la atención de semejante caramelo y segundo, aclararme la voz de dormido y enfermo.
—Buenas noches —digo chulito rebuscando una sonrisa en medio del dolor. Ahora que puedo verla mejor, mis fuerzas me abandonan definitivamente: una risa de bobalicón conquista mi boca y mi espalda se debilita, quedando encorvado. Le saludo con cara de imbécil—. Ni bañándome me saco todo lo sucio que quiero hacerte... —aspiro fuerte por la nariz, intentando impregnarme de su olor— Esto... buenas noches. Soy Gab... —de pronto, siento un picotazo enorme en las tripas y abro mucho los ojos. Salgo corriendo al baño de la enfermería.

Un poco más y me cago vivo.


[...]

Siento como poco a poco vuelvo en mi y lo hago con una sonrisa. Jamás había sentido tanta excitación junta.
Me repaso los labios con una lengüita tímida. Sé a sopa. Entonces recuerdo cómo perdí el sentido por culpa de la excitación y, lejos de avergonzarme, noto júbilo en el pecho, pues al menos este episodio no ha sido a causa de mi desdeñable condición.
Suspiro en alto para llamar la atención de Aloe.
Hebilla sale de debajo de las sábanas.
—Hola moza —susurra—. Oye, gracias por traer a mi colega hasta aquí, pero ¡chica, le has hecho explotar de felicidad! Lo has pillado con la guardia baja. Lleva mucho tiempo siendo un ermitaño y claro: demasiadas emociones juntas. Me ha dicho también que no te llamas Alola, que es Aloe, pero ¿sabes? Alola es un nombre mucho mejor a mi parecer así que si no te importa, te llamaré Alola para que sepas lo especial que eres para mi. También me ha dicho que tienes una piel muy suave y que te dé las gracias por traerle hasta aquí. ¿Puedo darte un besote en el dorso de tu mano que ha hecho revivir a mi compadre? —Hebilla abre y cierra la boca rápidamente a la altura de la mano de la chica, esperando su reacción.
—Hebilla... cállate ya... —le regaño con media sonrisa en la boca. Me siento muy cómodo con esta chica cerca. Tomo aire con fuerza y me relajo, disfrutando de la compañía de Aloe. No obstante, escucho movimientos torpes en el pequeño excusado de la enfermería y me asusto, subiendo las sábanas hasta por encima de la nariz y, con los ojos como platos, quedo atento, preguntándome quién puede estar haciendo semejante escándalo en un baño tan pequeño. Arrugo los dedos de los pies, relativamente enfadado. Quería a Aloe solo para mí.

Aloe mira al piscis que acaba de entrar. Lo ha visto de pasado alguna vez por el palacio, pero no han hablado nunca. Se fija en su intento por parecer sano, pero es evidente que no tiene buena cara.

-Buenas noches -Le responde, sosegada- ¿Qué dices? -No enteinde los susurros que emite cuando se dobla sobre sí mismo. Aloe retrocede al sentir como el tipo aspia cerca de ella y lo mira seria, desde arriba. Sin embargo, desaparece rápidamente en el baño y ella se gira la escuchar como Marik vuelve a hablarle.

-Hola, Marik, me alegro de que te encuentres bien -Luego acerca la mano a la marioneta para dejar que se la bese y sonríe amablemente-. Aloe, mi nombre es Aloe Mion, puedes elegir entre ambos, pero no me lo cambies, por favor -Le pide a Hebilla amablemente, acariciando la cabeza del guiñol suavemente con los dedos. Apoya su mano sobre el hocido de la marioneta y la mueve suavemente hacia un lado formando un círculo entre el pulgar y el resto de sus dedos que rodea la cara de la marioneta para acabar su caricia en el brazo del parvus.

-Te he dejado aquí algo de comida que ha preparado el servicio, así puedes comértela con tranquilidad cuando quieras -Le explica mirando al parvus a la cra nueamente.