Enfermería

El tipo no se calla. Qué le importará a él si puedo o no puedo. ¿No me ha visto levantarme a mear? Lo miro con desinterés.

—Ni el mío. ¿Qué quieres? —Pregunto. Qué más me da que se llame Alexander o que se llame Luis. Este tipo no debe de pillar que hasta hace nada no me apetecía ver ni a gente que me cae bien.

Frunzo el ceño cuando habla del paseo y lo de enseñarme algo. Suena bastante a pervertido gay.

—¿Y qué clase de cosa me puede interesar para que tú concretamente me enseñes? —Le pregunto, algo irritado.

Me parece que se acomoda demasiado para mi gusto y me aparto cuando acerca la cara. Este tipo tiene ganas de que pruebe el gancho de derecha. Sin embargo lo que dice me hace fruncir el ceño, pero de impaciente intriga.

—¿Qué sabes tú de...? —Entonces dice que ha sido guerrero de Brontë antes que sirviente y le dedico una mirada de arriba abajo, incrédulo. Eso de compañeros no me lo creo yo mucho, rubiales. Pero me sorprende cuando menciona mi espada. Lo estaba temiendo, pero no creí que fuese a confiarmarlo.

—¿Dónde está? —Le pregunto, irguiéndome. Siento un pinchazo de dolor en el vientre, donde aún se cicatriza la puñalada, pero lo paso por alto sin dejar que se note. Nunca he tenido un apego especial a las armas, porque eran sustituibles, pero es una buena espada y en parte es algo de lo que me queda.

Frunzo el ceño un momento, cuando vuelvo poco a poco a la vigilia por un pinchazo en el estómago. No es mucho, pero ha servido para despertarme.

Escucho pasos y voces bajas por la enfermería. Espero que no sea un cambio de turno tan molesto como el anterior. Me froto los ojos y bostezo en silencio. No parece muy tarde y será mejor que guarde algo de sueño para cuando sea de noche. De todas formas me quedo en mi posición, de costado con la sábana echada. No me apetece moverme todavía.

Sin embargo escucho pasos acercarse a mi cama y poco después la cortina. Puede ser Cierzo que viene a despertarme o Frikka para darme otra visita. Me giro con algo de pereza para acabar con expectación.

La somnolencia se me pasa de golpe y no puedo reprimir un gesto de sorpresa, abriendo bastante los ojos. Me cuesta un momento pensar que sea Lea la que está a la espera en la cortina, pero una vez está asumido, la sensación de constricción de antes deja paso a una inseguridad desagradable. Bajo la vista y trato de acomodarme algo más erguido. Tengo la horrible sensación de que mis gesto son mucho menos precioso y más inestable que otras veces. Me aclaro la garganta con un carraspeo.

—No te esperaba. ¿Cómo es que has venido? —Me cuesta un poco escoger la pregunta. Me siento muy incómodo. "¿Qué vienes a ver?" "¿No sigue tu querido Dehnel muy herido?". Intento mantener la calma.

Cuando pasa hago un amago de apartarme, hundiendo más el lado izquierdo en la almohada, por inercia. Cuando pregunta, dudo un momento.

—Supongo que no —Acabo por responder. Vuelvo a mirarla, de forma similar a la que había mirado a Frikka y supongo que a todos. Esperando que algo haya cambiado en ellos. "Qué te importa" es lo primero que se me ocurre pensar.

—Cierzo hizo bien su trabajo —Comento en un intento de chiste, pero el tono es amargo. Sólo soy capaz de pasar la mirada por su cara en haces, sin poder aguantarla mucho. —Debió de ser todo un espectáculo. Ahora se ha acabado la fiesta —Respondo. Me mantengo algo encorvado con el brazo apoyado en el regazo y el hombro algo adelantado.

Acabo tomando aire para cargarme antes de hablar.

—Bueno, aquí sigo, coleando y tal —Mi primera intención es añadir un "como siempre", pero esa idea se bloquea al momento.

Así que ahora atiendes a las personas además de a los animales. Se le habrá pegado la nobleza y amor al mundo de Dehnel. Ya dicen que quien comparte cama, comparte canas.

—Supongo que es un alivio —Añado y en parte sí que me alivia escucharlo. Al menos habían tenido la amabilidad de descuartizarme en privado. Estoy a punto de invitarla a sentarse, pero me lo replanteo. Si quiere que lo haga, prefiero ahorrarme respuestas desagradables.

—Fera ha venido un par de veces. Bueno, ha venido una. La otra fue por un contratiempo con alguien del servicio. El abuelo espero que no aparezca por aquí por lo que pueda pasar —Le comento.

Estoy hostil, lo sé. Y aunque ella no ha dicho nada desagradable no puedo evitarlo. Me rasco la quijada contra el hombro derecho, notando la aspereza. Noto la boca algo pastosa cuando busco algo que decir y acabo carraspeando de nuevo.

—Y... Dehnel, dijeron que estaba malherido —Comento. No sé qué más espero que me diga de Dehnel, por otra parte.

Al principio no entiendo su comentario, pero luego soy consciente de él y me miro instintivamente el hombro vacío. Tengo una sensación más incómoda, como si hubiese disimulado mal y se hubiese dado cuenta. Aun a sabiendas de que es imposible no darse cuenta y de que seguramente ya lo sabrá la mayoría. Al menos los que estuvieron aquí ese día.

Tomo aire profundamente y lo dejo salir por la nariz, con algo de fuerza, resignado. Prefiero dejarlo pasar y escuchar lo que dice. Se me hace raro la facilidad con la que le quita importancia y la miro de nuevo. Así que el grandullón se ha ido, ya.

—Entonces no tenías nada mejor que hacer, ¿no? —Pregunto con resquemor, notando tirantez en la cara. Frunzo el ceño para intentar relajarme. Cierzo podía haber llegado.

Aprieto el ceño algo más cuando responde. Al principio casi me parece una provocación, pero aprieto los dientes y dejo que siga hablando, tratando de tranquilizarme. He gritado bastante estos días, aunque venir después de que el capullo ese me llevase al sótano no ha sido acierto. Y qué va a saber ella. Tomo aire en profundidad. Liviano, Gerald, siéntete liviano y alejado de las tensiones. Bastante peso has perdido, al menos doce kilos.

—No lo sé, no lo sé —Repito, algo intranquilo. Tomo aire y me detengo un momento. —No estoy en el mejor momento... Pero, bueno, ahora estás aquí y tampoco me apetece que te marches sin más —Al final consigo arrancar. Parece que tenga que aprender cada palabra antes de decirla.

—Puedes sentarte, aunque tampoco es que haya mucho que hacer. Agradezco tu interés. Estoy... bueno, no, no estoy bien. Es decir, ya no estoy "en peligro" que es por lo que la gente pregunta. Y, eeeh, pronto me podré largar de este sanatorio y entonces ya no estaré aquí esperando como en un expositor —Recito como si tuviese el guión ensayado. Pero no tengo mucho más. Cuando la gente pregunta por un enfermo se limita a eso: "Gracias por la visita" "Todo está bien" "Saldré mañana". Me reacomodo en la almohada. Voy a salir de aquí con una plancha por culo.

No sé qué pensar o qué decir sobre su respuesta. Por cómo habla parece que venga más como "ayudante de la enfermería" que como una visita más. Suelto una risa apagada.

—¿Por qué eres tan correcta? —Acabo por preguntarle. —Parece que vengas a darme el diagnóstico —Completo. Vuelvo a acomodarme y me rasco el codo contra la pierna. Rehabilitación. Supongo que es así como se tiene que llamar.

—El procedimiento será que me espabile para volver a ser útil —Remato, mirándola de nuevo. Ahora durante un rato algo más largo. A ver si en la cara le encuentro algo.

Extrañamente, el hecho de que no sea consciente -según dice- de la forma en que habla me relaja un poco. Prefiero creer eso a creer que viene a mirar con indiferencia. No tendría por qué no hacerlo, pero simplemente no me gustaría que o hiciese.

Niego un par de veces, con un gesto de la mano, quitándole importancia.

Ahí viene la pregunta. Al menos ella tiene el detalle de hacerla y no se limita a decir "recupérate y sigue entrenando". Me encojo de hombros y vuelvo a negar, bajando la vista.

—Por lo de ahora, supongo que quedarme y probar suerte con la "adaptación". No tengo muchas expectativas, pero Cierzo no me perdonará otra cosa —Acabo con un amago de broma. Aunque sea bastante cierto. Levanto la vista, entornando algo los ojos —¿Tú qué harías? —Es curiosidad. Siempre es más fácil responder a los "y si" cuando no te pasan a ti, pero como poco me vale para pasar el rato.

Bueno, una pequeña sonrisa. Supongo que eso está bien. La escucho con atención, esperando a ver qué me cuenta. Pensándolo en tercera persona parece menos grave. Al final acabo sonriendo con suavidad. Con algo de nostalgia también, ante el pensamiento de volver o no volver a casa.

—Bueno, entonces estaríamos en situaciones parecidas —Comento, algo más relajado. Luego frunzo levemente el ceño, curioso.

—¿Ten terrible es lo que te espera en casa? —Acabo preguntando. Según ha dicho, sus padres no tendrían problemas con ellas ni siquiera si hubiese vuelto en estas condiciones. Al menos es un punto importante a favor. No es que no se me ocurran cosas por las que no volver a casa, pero el principal problema suelen ser padres.

Alzo las cejas con cierta sorpresa. Una hermana gemela, la verdad es que es inesperado. Siempre he pensado que lo de los gemelos es como una treta de la naturaleza para confundirte. De repente ves a dos personas iguales y se te quema el cerebro. Pero me acaba haciendo gracia.

—Pensaba que eres única —Bromeo. La verdad es que es difícil imaginarme a dos Leas pensando en el carácter que tiene una sola. Me sorprendo pensando en que es mejor que se lleven mal o entonces sí que tendría que matar a Dehnel. Pensaba que ya no me quedaban ganas para ese tipo de cosas. —Había oído que los gemelos tenían una conexión especial y todo eso. ¿Se olvidaron de coser la vuestra? —Pregunto. En parte me hace gracia por el hecho de que "huya", de alguna forma.

Entorno los ojos, entretenido. La descripción sobre su hermana suena bastante enfermiza. Bastante agobiante me resultan de por sí las relaciones humanas como para pensar en algo como eso.

—Más que la gemela mala te ha tocado la psicópata entonces —Comento. A mí me había tocado un kanabo después de perder el brazo, así que cada uno con su suerte.

Frunzo de nuevo el ceño, pero de forma más desenfadada, cuando me pone el ejemplo. A cada frase que dice no puedo evitar imaginarme a Dehnel, sobre todo en estas circunstancias. Pero Dehnel no es mi gemelo. No sé qué es peor; aunque yo no corro el riesgo de encontrarme a Dehnel en casa cuando vaya a ver a mi hermana. O eso espero.

—Creo que entiendo un poco sobre esa sensación —Indico con cierta camaradería. —Aunque, bueno, ahora estoy fuera de juego así que puedo darme por vencido —Añado, mirándome la mano un momento. —Seguro que no ha venido a Brontë, ¿no? Espero no haberme confundido —La miro de refilón, bromeando. Ya no me queda rastro de la tensión del principio.