Enfermería

El médico revisó la pierna de la chrysos en cuanto ésta llegó a la enfermería para comprobar su evolución. Le retiró el vendaje y observó la herida, que parecía cicatrizar de forma rápida y eficaz, sin síntomas de infección o complicaciones.

—De momento todo está en orden. El tratamiento está dando resultado y el músculo está recuperándose perfectamente. Tendrá que volver a ejercitarlo de a poco una vez se haya recuperado, pero va por buen camino —Indicó con su habitual tono severo.

Luego comenzó a realizarle la nueva cura, aplicándole el ungüuento que había estado utilizando las últimas veces y volviendo a vendarle la pierna.

—Está listo por ahora. Siga tratándola con cuidado y no realice esfuerzos. Como mucho vaya apoyándola, pero nada de excesos —Explicó. Luego se dirigió a su mesa y cogió una bolsita para acercarse de nuevo a la mujer y tendérsela.

—Aquí tiene más calmantes para el dolor. Puede dejar de tomarlos periódicamente y remitirlos a cuando sienta molestias —Añadió ofreciéndole la bolsa tintineante.

El médico dio la medicina a la mujer y se separó para dejarla marchar del lugar. Había llegado con una herida muy fea en la pierna, pero se recuperaba rápido.

Se despidió de la mujer y mandó recolocar la camilla para posibles pacientes.

Realizó algunas anotaciones en sus hojas y luego dio un repaso a los pocos enfermos que quedaban en la enfermería -apenas tres-. Repasó los medicamentos para realizar el inventario y finalmente se retiró a su salita trasera.

No sé decir si tardamos mucho o poco en llegar porque el paseo se me hace eterno, pero de pronto estoy intentando ser tumbado en la camilla, a lo que me resisto un poco porque eso me priva todavía más del aire.

Cuando el médico llega me pone una mano cerca de la boca y siento como si una especie de burbuja rodease mis mejillas, cogiendo boca y nariz, haciendo que todo mi árbol respiratorio vaya aliviándose y permitiéndome respirar un poco más. Sin embargo, el resto de complicaciones no cesan.

Al poco hay un -supongo que enfermero- chrysos manteniendo el hechizo de mi cara mientras siento como mi cuerpo es recorrido por una especie de masaje mágico que al principio parece inútil, pero al rato siento cómo va aliviando mi estado. Cuando consigo respirar con algo de relajación, me siento aliviado de verdad.

Cierro y abro los ojos por momentos, aunque cuando mejor me voy sintiendo más los cierro con tranquilidad, agotado.
Me giro abriéndolos un momento, viendo a Cierzo en una esquina oscura, con algo de dificultad, y vuelvo a sonreír ligeramente. Estúpido Cierzo. El ligero toque del chrysos en mi sien me hace volver la cara al techo, mientras sigue el conjuro. Parece que me libro de ésta. Cierro los ojos de nuevo, más tranquilo y menos dolorido, pero enormemente fatigado. Sea lo que sea lo que me vaya a decir el médico, que sea mañana.

Cuando ya voy sintiendo menos agobio sobre mi cuerpo por parte de los sanitario, me acomodo un poco, dejando caer el brazo un poco de la camilla para acabar dejándome llevar por el mareo y el cansancio.

Siento como me abandona el sueño de forma paulatina. Uno de esos despertares tranquilos en los que no tienes muy claro cuando has empezado a ser consciente realmente. Me he despertado ya un par de veces -no sé si de día o de noche-, pero como el sueño todavía me rondaba me había dejado estar. Hoy me cuentro perfectamente, sin duda.

Escucho a la gente hablar a mi alrededor. ¿Cuánta gente hay hoy en la enfermería? ¿Se han estado dando leches en grupo? Escucho algo de un chrysos ques e encuentra mal. No me extraña, qué quieres que te diga. Hago como que sigo durmiendo durante un rato, a ver si se despeja el ruido. No me apetece aguantar un jolgorio.
Escucho a Cierzo, seco y ronco, y tengo que hacer un esfuerzo para evitar una risilla. Se ha quedado conmigo el hombre de piedra. Que cuco.

Al poco parece que la gente se marcha y entonces ya puedo dar señales de vida.

—Que ruidosos sois que no dejáis descansar a nadie —Comento antes de moverme, abriendo sólo el ojo derecho paraver a Cierzo sentado cerca. Le dedico una sonrisa divertida. Luego me yergo, estirándome ampliamente y quedando sentado en la cama. De paso muevo el brazo a ver qué tal, pero ya parece estar como siempre.

—¿Has estado cuidado de mí? —Pregunto a Cierzo, con tono divertido. Por su aspecto parece no haber dormido. Si es que es un hombre adorable.

Aunque responde con desagrado, lo que dice delata bastante su mal trago. No es que ayer no hubiese sentido su preocupación en ese amable "A dormir, niña", pero precisamente por eso me siento seguro con él.

—Gracias de todas formas —Comento, contento, estirando los brazos. Muevo un poco el cuello y me levanto la camisa para ver cómo va la cosa. Ahora pasa un poco del pecho. Menudo avance. Aparto las sábanas y me siento en la cama, dispuesto a irme.

—Sí, estoy perfecto. Tu presencia y buenos deseos me han sanado —Comento entretenido. El médico esperará que me quede a esperar su veredicto y debería, pero es que odio a los médicos y queiro marcharme. Sé qué ha sido, sé que no hay nada que hacerle y ahora mismo ya estoy en perfectas condiciones.

—¿Vienes a comer conmigo? Tengo un hambre tremenda —Pregunto a Cierzo como si nada.

El médico a punto estuvo de salir a dar un par de empujones a los desvergonzados que estaban de cháchara en la enfermería como si aquello fuese el comedor. Sin embargo, no llegó a hacer falta, pues al poco se marcharon de la enfermería devolviendo la tranquilidad el lugar.


Acabó de arreglar sus papeles en la parte trasera y se dispuso a salir para ver a los chrysos que estaban en la enfermería. Uno el que había legado ayer y otro al que traían recientemente. Con lo que estaba pasando, el médico auguró que los casos del último se repetirían en los próximos días entre los chrysos del servicio. Y si era sólo entre el servicio, todavía menos mal.

Cuando salió para hacer la revisión pudo ver como uno de sus pacientes huía de su camilla y se apresuró a acercarse para impedirlo, con un ceño más prominente.

—Veo que tiene usted mucha prisa. No tenía tanta ayer cuando apenas podía tomar aire —Reprochó, poniendo los brazos en jarra. Luego suspiró con desagrado.

—Si tiene tantas ganas de irse, no lo retendré, pero escúcheme —Miró de reojo al aether que había pasado la noche con el chrysos, como dudando por un momento en si debía enterarse o no. Decidió que no importaba, pues el chrysos no lo había echado todavía, no era asunto suyo hacerlo.

—El pronóstico no es favorable, la cosa se está complicando. No pensé que tuviese un ataque a este nivel todavía. Está claro que el "ambiente" está empeorando su situación rápidamente —Hizo hincapié al mencionar el ambiente dando a entender que la tormenta no era algo corriente. Sus palabras sonaron duras, pero era la forma que el hombre tenía de ser severo con las cosas importantes.

—No puedo decirle si se repetirá tarde o pronto, pero no le conviene andar demasiado lejos —Advirtió. —Le advertí la última vez que vino por aquí que se pasara regularmente para tratar de tenerlo controlado —Miró por encima de sus gafas, reprochando intensamente. Finalmente acabó suspirando de nuevo.

—Ahora queda advertido de nuevo. No le recomendaría irse todavía, pero no va a escuchar más al respecto y yo tengo otras cosas de las que ocuparme —Dicho aquello, se dirigió a la camilla del otro chrysos que parecía febril, pero fuera de peligro. Dio algunas indicaciones a sus ayudantes, que le aplicaron algunos conjuros y le dieron a beber algún tipo de medicina. Tras dejar al muchacho descansando, volvió a su parte trasera.

*se va*

El médico sorprende mi escapada. Ese enano es más rápido de lo que parece por sus piernecitas. Me quedo apoyado en la cama, algo jorobado por tener que tragarme el sermón.

No dejo de mirarlo mientras me explica lo que ya sé. Aunque reconozco que escuchar la confirmación no me deja la mejor de las sensaciones. Llegado a este punto, esto no cambia las cosas.
En cuanto el hombre acaba de hablar, le dedico una sonrisa entre amable y divertida.

—Entonces ya me marcho, buenas tardes~ —Me coloco la camisa por dentro del pantalón y me pongo los tirantes en su sitio antes de coger mi espada y atármela. No me dirijo a Cierzo. Ni yo quiero escuchar una reprimenda rancia, ni él quiere sacarla a relucir realmente.

—Vamos —Le animo, poniéndole una mano en el hombro antes de salir de la enfermería.