Enfermería

Zacharyas vio marchar al médico, pero todavía se quedó varios segundos inmóvil, pensativo, en el sitio. Seguía siendo incapaz de pensar. Era como si hubiesen tomado su cerebro con la mano abierta y, luego, lo hubiesen aplastado, cerrando la mano a su alrededor, impidiendo el flujo de sangre y también el de ideas.

Luego, con pasos lentos, casi apagados, el mago se acercó a la cama de Ayne Stalon, que todavía dormía, y se sentó junto a ella. Dormida, inmóvil, parecía muerta. Pero no lo estaba.

Solo había una persona frente a él.

*se queda con ella*

Tenía todo el cuerpo dolorido, pero a la vez estaba cómoda. Me hundía de forma extraña, sin clavarme nada. Eso hacía que doliera menos.

Me giré en la cama con un pequeño quejido, medio adormilada, antes de abrir los ojos una rendija. Un enorme bostezo me obligó a cerrarlos de nuevo, y sentí cómo se me caían un par de lagrimillas. Volví a abrir los ojos y me froté uno, a la vez que con el otro enfocaba al chiquillo.

Esbocé una especie de sonrisa somnolienta.

Al cabo de algún tiempo, la parvus abrió los ojos. Zacharyas había pasado cada uno de aquellos minutos sin conseguir despertar a su cerebro, de modo que continuaba sumido en una especie de trance insensible que le nublaba la mente.
Zacharyas sacó fuerzas de algún lugar para percatarse de que debía sonreír, de modo que compuso aquella especie de mueca. Se inclinó ligeramente sobre la cama para que ella pudiese verlo mejor.

-Buenas noches -dijo, con suavidad. Carraspeó, nervioso-. ¿Qué... tal?

El chiquillo se acercó y yo extendí una mano hacia su cara, sintiendo el dolor de las contusiones en todo el brazo. Esbocé una pequeña mueca de dolor, pero pronto volví a mi sonrisa. Volví a bostezar, y me sequé las lágrimas con la otra mano.

-Buenos días -respondí, con voz pastosa-. Estoy cómoda.

Al apoyarme para incorporarme, sentí la superficie sobre la que me apoyaba hundirse bajo mi peso. Las camas eran lugares extraños, y solo me gustaban a veces. Pero eran graciosas.

Zacharyas asintió, tratando de librarse de aquella sensación que tenía en la lengua, que le parecía pastosa y seca como el caucho de una bota. Condescendiente, acarició la frente de la muchacha, retirando suavemente su flequillo con las yemas de los dedos.

-Ayne... -murmuró, y entonces un nudo se alojó en la garganta del mago, que se imaginó a sí mismo colgado de una horca, con el rostro lívido, incapaz de boquear siquiera para tomar aire.

Al no verse capaz de hablar, el mago colocó una pálida, fría y algo temblorosa mano, con inseguridad, sobre el vientre de la parvus.

Pronto se me borró la sonrisa. Lo observé en silencio, muy quieta, sus gestos e intentos de hablar. Incluso bajé de nuevo la mano, aovillándome un poco. Dejé que me acariciara, pero le tomé la muñeca cuando puso una mano en el bulto que tenía, apartándola de allí hacia mi cara.

Esbocé una sonrisa triste.

-Ya está -murmuré apenas.

El caeruleus la contempló un instante. Esbozó una sonrisa triste, casi una mueca, que murió enseguida. Descendió los párpados, entonces, entrecerrando los ojos, y ahogó un suspiro. Terminó, simplemente, por asentir, sin decir nada más.

Su cabeza todavía no comprendía los hilos de pensamientos que debía seguir. Zacharyas se notaba extraño, como nunca antes recordaba hacerse sentido. Ni siquiera hubiese sido capaz de describirlo como tristeza, o desencanto... Era algo nuevo, sin más. Algo desconocido para él.

Rozó de nuevo la frente de la muchacha, mirándola calmo.

Acabé por apagar la sonrisa, sustituyéndola por un puchero. El chiquillo estaba triste. Bajé la vista a mi vientre. ¿Era triste? A lo mejor es que era triste de verdad, y no solo para el chiquillo. Pero era así.

Alcé de nuevo la vista y le acaricié la mano. Después, lentamente, me incorporé. Sí, sí era triste. Hasta dolía un poco, un poquito más que las magulladuras de la escalera. Pensé si yo ya lo sabía, pero no estaba segura. Era callado porque no era. En parte, lo pensaba.

Acabé por ponerme de pie sobre la cama, apoyándome en el chiquillo, y le abracé el cuello con fuerza, hundiendo la cara en su hombro.

-Llévame de aquí -murmuré, entre caprichosa y lastimera-. Vámonos.

Despacio, me cogió en brazos.

*se van*

Ha sido una experiencia horrible. Lo que he sacado en claro es que no volveré a salir de misión sin informarme bien antes de las condiciones. Todo lo que he conseguido es acabar en la enfermería en un estado lamentable.

Tengo rasguños y contusiones por todo el cuerpo. Además, han tenido que recolocarme el brazo e inmovilizármelo. Tengo que reconocer que ha sido un alivio descubrir que estaba dislocado y no roto. Desde luego, sanará antes. Tras el brazo, me he pasado un buen rato de curas, mientras me extraían astillas de madera de la espalda. Por suerte, mi piel de flamma ha hecho estas heridas menos graves; alguna ventaja tenía que tener.

Para cuando abandono la enfermería, con algunas recomendaciones médicas y ya aseada y en condiciones, es hora de cenar. Y, después de semejante día, tengo que decir que estoy muerta de hambre. Espero que este brazo no sea mucho engorro. Y que el líder parvus ya no tenga motivos para quejarse.

*se va*

Volví a la enfermería con paso torpe, ya cansada de recorrer los laberínticos pasillos del palacio. Hasta entonces, no me había dado cuenta de lo agotada que estaba, la misión estaba demasiado fresca en mi memoria -y en la de mi cuerpo-.

Dejé el libro sobre la mesilla que estaba al lado de mi cama, ya lo leería más tarde, sólo me apetecía cerrar los ojos por un momento. Me tumbé en mi camilla.

*Se duerme*

Entro en la enfermería. No puedo dejar de pensar que tengo mal aspecto, así que tendré que suplírselo a Lluvia con una sonrisa para que no se preocupe. Hoy, en concreto, he traído un trozo de tarta de manzana que acababan de preparar en la cocina cuando me acerqué. Todavía está templada y huele de maravilla. Pero parece que la aether aún duerme..., así que supongo que por ahora no es posible dárselo.

Me siento junto a ella y me pongo a leer un libro sobre magia que he cogido en la biblioteca. Teoría del encantamiento de objetos inertes, se llama, y es tan aburrido como suena.

Leo un buen rato, husmeando un poco por la sala a veces. Hay una parvus dormida cerca... No estaba la última vez. ¿Se habrá herido en una misión?

El ala de Lluvia, la parvus... Si todos se hacen tanto daño... ¿De verdad puedo aguantar yo eso...?

Qué miedo.

*se queda leyendo*

Me esforcé pro abrir los ojos, ¿cuánto tiempo llevaría durmiendo? Miré hacia ambos lados de mi camilla, aún había algún que otro guerrero acostado,y, para mi sorpresa, un joven sentado al lado de una chica, leyendo un libro. Debería estar muy aburrido.

Volví a girar mi cabeza, pero esta vez hacia la mesilla situada a mi lado. El libro de herbolaria seguía ahí -no creo que nadie fuese tentado a leerlo mientras yo dormía-. Alcé mi tronco ayudándome con las manos y entonces recordé la razón por la que estaba ahí tumbada, la pierna volvía a arderme. me pasé la mano por la frente, todavía podía sentir un surco, pero tan superficial que con un poco de cuidado no dejaría cicatriz alguna. Solté entonces un suspiro de alivio.

Abrí el libro por la primera página, hacía una descripción general de la hierbas medicinales, sus usos y cómo habían impactado en el mundo de la medicina. No resultaba tan aburrido como parecía, pero tampoco resultaba un gran entretenimiento. Las hojas pasaban y pasaban, parecía que el autor más que una guía buscaba crear una novela. la cabeza empezaba a pasarme factura, y en pocos minutos empecé a sentir un dolor agudo.

"Un poco más...", pensé. Pero el dolor acabó llegando a tal unto que no tuve otra opción que cerrar el libro. La herida aún era demasiado reciente, pero aquel lugar era tan aburrido, no tenía ni sueño... . Miré entonces al chico que estaba leyendo otra vez. Tuve una sensación extraña en el pecho. No había duda: estaba enferma.

Un movimiento me hace alzar la vista del libro. He conseguido concentrarme tanto en él que he sentido que el tiempo volaba, y eso que no es la gran cosa en lo que a entretenimiento respecta. Por ahora he leído casi solo sobre temas tan técnicos y de introducción que empiezo a temerme que quizás nunca llegue a ser entretenido.
Suspiro y contemplo a la parvus, que acaba de despertarse. No puedo evitar mirar a Lluvia, un instante... Supongo que, como dijo ayer el líder aether, perder un ala tendrá que ser horrible... No quiero imaginar cómo se siente.

Tras una ligera duda, clavo los ojos en la parvus, esbozando una sonrisa amable, y alzo una mano para saludarla. No sé si le apetecerá mucho hablar. Tiene mal aspecto...

El chico estaba muy concentrado en su libro. Desvió un momento su atención y entonces nuestras miradas se cruzaron. Instintivamente aparté la vista, pero al poco tiempo la volví a posar en él. Me había saludado levantando una mano. Yo, a cambio, le sonreí.

La cabeza me seguía doliendo, me ardía casi tanto como la pierna. Empecé a notar como pequeñas gotas de sudor rozaban mis sienes, ¿por qué me estaba pasando eso a mí? Cerré los ojos por un instante, y luego los volví a abrir mirando al chico de nuevo, todavía con la sonrisa en la boca.

Cogí el libro que estaba cerrado encima de mí, y con un pequeño esfuerzo y un movimiento de brazo conseguí colocarlo encima de la mesilla sin tener que mover el resto de mi cuerpo. Me ardía la pierna, la cabeza y el pecho. Necesitaba hacer algo, odiaba aquella situación. Volví a cerrar los ojos.

Parece sufrir, realmente... Y eso me borra la sonrisa. No puedo evitar preocuparme por ella, aunque no la haya visto antes... Todo el mundo tiene derecho a que se preocupen por él si no ha hecho nada malo. E incluso los que han hecho cosas malas... Seguro que también tienen gente que se preocupe por ellos.

Finalmente, decidido, me levanto, acercándome a la parvus. Escribo, por el camino, algo en mi pizarra, para mostrárselo al llegar.

"¿Necesitas algo?"

Quizás sea un cobarde algo torpe, pero se me da bien ser servicial.

Sentí un movimiento en la sala, un movimiento que se acercaba. Abrí los ojos, sientiéndome como en un dèja vu, sin embargo, esta vez el joven claritas estaba a mi lado, tenía una pizarra en la mano, con unas palabras escritas.

Sonreí, a la vez que lo miraba a los ojos. ¿Por qué se preocupaba por mí? Ni si quiera lo conocía. Negué con la cabeza, la verdad es que ya me sentía un poco mejor. Ahora sólo tendría que evitar cualquier tipo de esfuerzo durante mucho tiempo.

- Gracias por preocuparte - susurré como pude, llevaba mucho tiempo sin hablar y ni yo misma esperaba que mi voz sonase así -. Sólo tengo que descansar un poco.

Bajé la mirada a la pizarra, otra vez. ¿Era esa su forma de comunicarse? No parecía muy cómodo, aunque tampoco lo era hablar. El pecho seguía molestándome, y entonces algo salió de mi boca, como a presión; era como si llevase encerrado tanto tiempo que ni si quiera yo era capaz de controlarlo.

- ¿Cómo te llamas?

Niego, sonriente. No es justo que me agradezca algo como eso. Preocuparme es algo que me sale natural. No creo que algo que no requiera esfuerzo deba agradecerse. Al fin y al cabo, no he hecho nada que ser un ser humano.

"Si necesitas algo, dímelo", escribo, de todos modos.

No sé qué le ha pasado, pero supongo que depender de los demás nunca es agradable. No para mí. Y eso que estoy bastante acostumbrado.

"Soy Jun. Estoy esperando a que se despierte mi amiga, Lluvia", respondo, volviéndome para mirar a Lluvia.

FdR- SHUVIA

El joven claritas se llamaba Jun, parecía una persona muy amable, sonriente; en cierto modo, hacía que sintiese escalofríos. Volví a dirigirle una sonrisa al chico.

Miré a la chica que estaba acostada en la camilla, al lado de la cual el chico estaba sentado antes. Eran amigos, y parecía que él se preocupaba mucho por ella.

- Lluvia... - musité repitiendo el nombre de la chica, que estaba escrito en la pizarra.

Era un nombre muy extraño, ¿quién llamaría así a su hija?

- Seguro que está muy contenta de tener a un amigo como tú, que se preocupe tanto por ella... - mis palabras me dolían más que de costumbre. El pecho, me dolía el pecho.

Me ruborizo un instante, apresurándome a negar. Otra vez con lo mismo... Que preocuparme no me cuesta nada. Estña en mi naturaleza. El abuelo dice, de hecho, que me iría mejor si dejase de preocuparme tanto por cosas que no me incumben y lo hiciese más por mis estudios. Pero el abuelo no está aquí, y Lluvia me incumbe un poco. Es mi amiga, al fin y al cabo. De las pocas que tengo.

"Quería intentar sacarla a pasear. Lleva aquí bastante tiempo ya."

Sé que el ala ha sido un duro golpe para ella, pero si no sale de este sitio tan deprimente, aunque sea por un rato... Creo que le vendría bien. Y hoy nieva. Es bonito.

Jun quería sacar a su amiga Lluvia a pasear. Otra vez, otra señal de preocupación por su amiga. ¿Qué le pasaría a la chica? Si él quería llevársela, probablemente ya no tendría nada grave.

- No me extraña que quieras llevártela, yo llevo aquí un día y el aburrimiento puede conmigo - comenté bajando la vista hacia su pizarra. No me gustaba mirarle a los ojos, brillaban demasiado.

Estaba cansada, muy cansada. Mis defensas estaban bajas, y lo sentía todo de una forma distinta. Sin embargo, mi sonrisa nunca se debilitaba.

- Aunque hay nieve, si está enferma... - iba a continuar mis palabras hasta que me di cuenta de lo que estaba haciendo. Sus vidas no eran de mi incumbencia. Lo que ellos hiciesen, no me importaba para nada. ¿Verdad?

- Elektra - dije a la vez que extendía la mano hacia él -. Si no creo mal, ese es mi nombre.

Vuelvo de nuevo el rostro hacia Lluvia, que duerme tranquila. Trago saliva, mirando a la parvus una vez más.

"Solo quiero que salga un rato. No creo que esté bien todavía"

Eso lo decidirá Lluvia cuando lo vea preciso. Pero no creo que le venga mal estirar las piernas. Cuando yo vine, por lo menos, no la vi levantarse... Y sé que estar enfermo es bastante deprimente.

La chica se presenta, al fin. Electra. O Elektra. Su último comentario me extraña, haciéndome arrugar la nariz.
¿Por qué creería mal?

"¿Con C o con K?". La miro, curiosa. Tras una breve duda, escribo de nuevo. "Si me lo permites, ¿por qué podrías errar al dar tu nombre?"

Enseguida me ruborizo. Acabo de ser un maleducado.

"Perdón"

Bajo la vista. Esa educación, Jun... La curiosidad es mala si se usa para cotillear.

Miré al claritas, o más bien, a su pizarra. Me mordí el labio, lo sabía, había hablado de más. El pecho me dolía más que nunca. Con mis manos hechas puños, agarraba con fuerza las sábanas blancas que me envolvían. Sin embargo, mi cara, serena y tranquila, no hacía otra cosa que sonreír.

- Es una broma - respondí desviando su pregunta -. Con "k", cómo no, los parvus nunca dudan entre "k" o "c".

Y entonces solté una risa, ¿en serio? ¿Un chiste? Hoy me estaba superando... Maldito dolor... Me estaba amargando el día.

Volví a mirar a la chica, lluvia, que seguía descansando en su camilla. Ojalá yo pudiese hacer lo mismo, pero el "dormir mucho y seguido" no se me daba bien. Tragué saliva y lo miré a los ojos, ¿quién era ese chico?

- Parece que tu amiga no quiere salir afuera - comenté sonriente, haciendo ver que estaba profundamente encerrada en el mundo de los sueños.

Entonces, me destapé con delicadeza, todavía sentía el ardor de la carne viva atravesada en mi pierna. Poco a poco me desplacé en la camilla, hasta quedarme en el borde y, poco después quedarme sentada. No aguantaba un minuto más tirada en aquel camastro.

Esbozo una sonrisa. Siempre se me han dado mal los chistes y las bromas. Es difícil hacerlos siendo mudo...
Supongo que eso podría ser una broma. Probaría, pero creo que se ha pasado el momento adecuado.
Es lo malo de ser mudo.

Basta, Jun.

Su mención a Lluvia me hace mirarla por enésima vez, no pudiendo evitar estar preocupado.

"Supongo que es mejor que descanse, por lo menos"

Elektra comienza a incorporarse. Parece sufrir bastante... Aunque la sonrisa lo disimula bien.

Me semiincorporo, mirándola, con intención clara y explícita de ofrecerle mi ayuda.

Parecía que Jun intentaba ayudarme, otra vez. No lo entendía, pero tampoco querría juzgarlo tan rápidamente. Era lo malo de los mudos, no podías juzgarlos por sus palabras. Sonreí. Pues sí, era mi día chistoso.

- Puedo yo sola, gracias - rechacé con un gesto educado el suyo.

Y con mucho esfuerzo, y también complicaciones -tras tambalearme un poco-, conseguí mantener de pie. Caminé, todavía con más dificultad, hacia unas muletas que se encontraban al lado de mi cama. ¡Dolor, dolor, dolor! La pierna me ardía, los pocos pasos que tenía que realizar se habían convertido en una travesía por un árido desierto.

- Yo también necesito refrescarme un poco - comenté. Este había sido el día más extraño que había tenido durante mi estancia en el palacio.

Giré mi cabeza y sonreí hacia Jun.

- Gracias por todo - Un minuto más, y me explotaba el pecho.

*Se va*

FdR: *o* Jun (L)