Enfermería

El médico había hecho la ronda por los pacientes durante la tarde con lo que había podido atender sin prisas a la muchacha parvus que se presentó tras una caída en las escaleras, según había explicado el chico caeruleus que la había traído.

El hombre había revisado sus heridas y contusiones, pero todo parecía superficial. No había nada roto ni ningún tipo de lesión que resultase preocupante con lo que se limitó a limpiar la herida de la cara y aplicar el ungüento necesario al resto de contusiones.
Lo que sí le preocupó fue el estado del feto cuando pudo ver que la mujer tenía aspecto de embarazada y el chico llegó a confirmárselo. Una caída por las escaleras podía resultar letal tanto para la madre como para el niño en caso de que se hubiese producido algún tipo de daño. Sin embargo, a pesar del apremio, al no dar la madre señales de dolor o contracciones, no pensó que pudiera estar en peligro.

El hombre examinó a la chica. Palpó su vientre redondeado y le pareció extraño que su ombligo no hubiese cambiado todavía de forma, pues ya debía estar cumpliendo los cuatro o cinco meses de embarazo. Continuó su examen, tratando de buscar movimientos o sonidos del niño. Utilizó conjuros sanitarios que le permitiesen sentir si la energía que fluía por el chiquillo era correcta, pero a cada prueba que realizaba la cara del médico se iba mostrando todavía más arisca de lo habitual.
Pidió a los ayudantes que rodeasen la cama de la chica con biombos y pidió al caeruleus que saliese durante la revisión ginecológica. Una vez hubo acabado, dejó descansar a la muchacha y salió de entre los biombos, dejando los guantes sobre una de las bandejas que sostenía una ayudante.

Se acercó al caeruleus con su habitual ceño y se cruzó de brazos tras colocarse las gafas.

—A verr, chico —Indicó con un resoplido que remarcó la 'r' —La chica está bien. No tiene ninguna lesión importante. Sus heridas son superficiales, nada por lo que tuviera que venir aquí. Lo más sobresaliente sería su golpe en la cabeza, pero ni siquiera. De todos modos, que duerma aquí hoy por si siente mareos o algo similar —Indicó a modo de resumen. Todo era correcto, era cierto. Resopló.

—¿Se supone que tú eras el padre? —Preguntó, poniendo los brazos en jarra y mirando al chico a los ojos. —Tengo malas noticias al respecto. No hay bebé —Explicó con franqueza y calma, pero sin cambiar el ceño de su cara. —El embarazo de esa chica no es real. Lo que me lleva a pesar que tiene un serio problema mental y éso sí me resulta preocupante. Por ahora lo único que sé al respecto es que no está realmente embarazada, aunque su mente y su cuerpo creen que sí lo está. Creo que debería quedarse en observación por ahora —Tras la densa explicación tomó aire sin dejar de mirar al chico a los ojos, esperando su reacción. Después bajó la vista y pateó el suelo. —Lo siento, chiquillo —Añadió.

El médico observó al muchacho quien, sin duda, había recibido la noticia como un rayo en la cabeza. Esperó por si tenía algún tipo de réplica, de pregunta o incluso de reproche. Era también su obligación encargarse de aquellos que debían aceptar la noticia.
A la pregunta del muchacho, el médico dejó salir el aire por la nariz y negó ligeramente.

—No lo sé. No sé qué es lo que la ha podido llevar a esta situación. Quizás algún tipo de situación traumática continuada o mal llevada. Seguramente sea muy inestable, pero ahora mismo no puedo asegurarte lo que vaya a pasar. Habrá que comprobarlo cuando ella sepa la noticia —Explicó el médico con algo más de calma y franqueza. Sin duda aquel era un caso complicado.

Tras unos segundos más, se separó del muchacho y se dirigió hacia una de las barras donde depositaba todas sus cosas, anotando en una carpeta las anotaciones necesarias.

—Ahora está durmiendo. Si no tienes nada más que preguntar puedes quedarte con ella. No sé si prefieres decírselo tú primero —Añadió, girándose hacia el chico.