Enfermería

La miré un momento más, en silencio, sintiendo incluso algo de tristeza. Decidí no añadir nada más. Sabía que, efectivamente, era mejor no decir nada si ella no quería hablar. Lo sabía demasiado bien. Así pues, decidí dejarla tranquila. También necesitaría dormir.

-Descansa -murmuré.

Oí entonces una voz a su lado, y me volví para encontrarme con Gerald, que acababa de llegar. Esbocé una sonrisa cansada.

-Lo mismo digo -respondí-. Te veo bastante entero.

Vi cómo volvía la mirada a la chica, pero no seguí su mirada. Probablemente, en este momento, solo querría que la dejasen en paz. Asentí, sombrío, al comentario de Gerald.

-Parece que ha sido duro -comenté-. Bastante más que la última vez.

Me encogí de hombros de aquella forma tan particular, e hice un gesto quitándole importancia. En realidad, pasado el momento del ataque en sí, estaba perfectamente.

-Uno de esos bichos me lanzó una bola de esporas a la garganta -expliqué con tono indiferente-. Nada grave. Una pequeña infección, pero ya está controlado. No aspiré casi nada y la intervención fue rápida, así que todo en orden.

Volví una rápida mirada a la camilla, y luego eché a andar, haciendo un gesto a Gerald de que me siguiera. Mejor sería dejar sola a la pequeña. Desde luego, viendo casos así era evidente que no me había pasado nada.

Negué con la cabeza a la pregunta de Gerald.

-No la había visto hasta ahora -respondí-. Pero no he podido evitar acercarme.

No creía que nadie necesitara más detalles al respecto. Ya hablaría con esa niña si se daba la oportunidad.

Me volví hacia Gerald, con gesto interrogante.

-¿Sabes si hace falta ayuda en algún sitio? -pregunté-. Aquí, más bien, parece que lo que falta es espacio.

Así que en el lago. Asentí, con gesto grave. Cuanto antes nos pusiéramos en marcha, antes terminaría todo. Eché a andar en dirección hacia la puerta, acompañado por Gerald.

-Muy bien -asentí-. Entonces habrá que ir allí.

Y, juntos, tomamos esa dirección. Antes de salir, dirigí una última mirada de reojo a la niña. Sacudí la cabeza. Se acostumbraría.

*se van*

Lluvia había permanecido todo el día en la enfermería, bajo las mantas, hecha un ovillo. Apenas había comido, aunque sí había tomado todos los fármacos que le habían dado, y apenas había hablado con los enfermeros o con el resto de los pacientes. Se sentía cansada, y enormemente triste, pero había dejado de llorar.

Ahora mismo estaba intentando conciliar el sueño. No obstante, una voz hizo que abriese los ojos y observase a su alrededor, curiosa por quién se había acercado a verla. Al descubrir quién era, parpadeó, confusa, y luego sintió cierto rubor recorriéndole las mejillas.

Las palabras del piscis, no obstante, hicieron que bajase la vista, apenada de nuevo. Decidió, no obstante, no hacer ninguna mención a ello.

—Hola... —murmuró.

Parecía que al piscis no le había pasado nada. Se alegró por él.

Follow pasa de largo. Le sigo con la mirada unos instantes y después de un suspiro que sólamente yo oigo, doy media vuelta y me voy por el camino contrario. Después de lo de ayer estoy bastante cansada. Casi no he dormido.
Comeré algo y descansaré.

*se va*


FDR: lo siento. Me equivoqué y pensé que le tocaba a Lluvia.

Lluvia observó cómo el piscis se acercaba, confusa. El chico no había respondido a su saludo, ni había dicho nada más, y sin embargo se acercaba a la camilla. Se preguntó, durante unos segundos, si le apenaría su situación, y si se acercaría para darle unas palabras de animo. O para hacerle compañía. Lluvia pensó, en ese preciso momento, que le gustaría que el piscis se quedase.

La aether abrió mucho los ojos, sorprendida, al notar la mano del piscis a escasos centímetros de su rostro. Y cuando vio cómo aparecían las membranas en la mano del muchacho, dejó escapar un suave "oh". Luego frunció levemente el ceño, confusa por la situación, y miró al piscis. Cuando él habló, ladeó la cabeza, más confusa que antes. ¿Acaso sus manos no servían para escalar? ¡Pero ella lo había visto escalando! ¿Entonces...?

Antes de que pudiese preguntarle nada más, el piscis se alejó. Lluvia, desde la camilla, observó su recorrido sin decir nada. Cuando se fue, se miró ella misma las manos. A lo mejor, pensó, el piscis había intentado darle ánimos. A su manera. No lo sabía.

*se queda, evidentemente*

Voy a la enfermería. No es que sea muy importante, pero hoy he estado entrenando un poco con el arco para no decepcionar a la mujer que me lo regaló y en un par de los tiros me di con la cuerda en la cara, haciéndome un par de cortes. Quizás si no me desinfectada las heridas acabasen picándome y poniéndose asquerosas...
Sin embargo...
Lluvia...

Abro mucho los ojos al verla tendida en una cama. Me acerco apurado a su lado. Aún tardo un momento en darme cuenta de qué le pasa, y entonces me noto... ¿palidecer? Sudor frío.

Me siento al lado de su cama, tratando de esbozar una sonrisa.

Lluvia estaba hecha un ovillo en cama, observando una de las paredes de la enfermería. A pesar de que sentía que ya estaba mejor, el médico y las enfermeras le habían dicho que tenía que quedarse más tiempo, así que había obedecido. No quería que nadie se enfadase; ya bastante trabajo tendrían como para preocuparse por dónde y cómo estaría.

Sin embargo, la aether no podía evitar sentirse algo desanimada. Las enfermerías nunca le habían gustado. Le daba la impresión de que estaba rodeada de monstruos, todos ellos esperando a atacar o comerse a alguien. Sentía cómo la muerte la acordonaba. Y no era agradable. Tampoco era el haberse dado cuenta de lo sola que estaba en aquel lugar.

Sumida en sus pensamientos, no se dio cuenta de que alguien había entrado en la enfermería hasta que un claritas apareció delante suya. La aether parpadeó, confusa, y luego enfocó a la figura.

Su sorpresa fue palpable.

Ante ella estaba un Jun mucho más alto y adulto del Jun al que había visto por última vez. La aether, todavía sorprendida, confusa incluso por la presencia del claritas, se irguió en la cama. En silencio, lo observó durante unos segundos. Luego parpadeó, notando cómo se le mojaban los ojos.

—Jun... —murmuró.

El labio le tembló.

Cuando dice mi nombre me esfuerzo por esbozar una sonrisa... Bien pensado... es... Es bueno que esté viva. Me alegra que esté viva... Pero... Su ala... No tengo ni que mirarla fíjamente, cosa que evito, para darme cuenta de que falta algo a su espalda...
Por mucho que trato de sonreír, su... Se me parte el corazón. Enseguida noto cómo me arden los ojos y se me empiezan a llenar de lágrimas. Con la poca fuerza que me queda, inseguro, termino acercándome a ella, tratando de abrazarla, aunque algo torpemente debido a la situación.

Aprieto los dientes, conteniendo las lágrimas en los ojos. Soy un cobarde, un debilucho, demasiado sensible para... Sea como sea... Yo no puedo llorar ahora porque es ella la que tiene derecho a llorar... Y hacerlo yo sería una verdadera falta de respeto... Por mucho que me piquen los ojos...
Así que solo la abrazo, tratando de contener el temblor de las manos.

Al menos... está viva...

FdR- ;O;

Lluvia observó al claritas sin saber qué decir, con el labio temblándole más que antes y los ojos cada vez más húmedos. No sabía que había llegado. No sabía que estaba ahí. Se arrepentía de no saberlo; se arrepentía de no haberle escrito tanto como le había prometido. Se arrepentía de no haber seguido entrenando con el arco, de haber olvidado lo que él le había enseñado. Se avergonzaba de que la viese así, en la enfermería, sin ala. Y se avergonzaba de no haber podido hacer nada durante el ataque, de ser tan débil y tan mala guerrera.

Observó cómo el chico se acercaba, todavía conteniendo las lágrimas. No sabía por qué, pero nada más verlo se había sentido increíblemente triste, como si toda la entereza que había ganado esos últimos días se hubiese desvanecido. Y cuando el claritas la abrazó, desbordó. Y empezó a llorar, con la cabeza apoyada en el pecho del muchacho, en silencio.

Cuando se pone a llorar me siento terriblemente... fatal... Vacío y... ¿Quién demonios le ha hecho esto a... Lluvia? ¡¿Quién ha hecho esto a Lluvia?! Lluvia es buena, bonita y huele bien... No trata mal a la gente y no le gusta luchar... Es más bien tímida... Dulce... Lluvia es una buena persona... Por tanto... ¡¿QUIÉN HA PODIDO HACERLE ALGO ASÍ A ALGUIEN COMO LLUVIA?!
Me siento extraño... Es como si tuviera frío, como si estuviera enfadado, triste... Las lágrimas me bajan por las mejillas. Le estoy mojando el pelo, pero no me importa.

Me siento terriblemente mal... Pero, como llora, la abrazo con fuerza, hundiendo una mano en su pelo y tratando de controlarme para no empezar a temblar yo también.
Es horrible...

Lluvia notó cómo el claritas hundía una mano en su pelo, y también cómo la estrechaba con más fuerza, pero no hizo ni dijo nada, sino que siguió con la cabeza hundida en su pecho, todavía llorando un poco. Hacía mucho que nadie la abrazaba. Desde que Jun se había ido, nadie más había vuelto a abrazarla o a tener un gesto de cariño con ella. Tampoco había hablado mucho con nadie más desde su marcha. Así que, de alguna forma, se sentía extraña: por un lado, se sentía triste, muy triste; pero también se sentía aliviada, puede que incluso un poco contenta por la presencia del claritas. No lo tenía seguro.

Tragó saliva. Y trató de calmarse.

Todavía con la cabeza apoyada en el pecho del claritas, murmuró.

—Me alegro de que hayas vuelto... —Sorbió—. Siento no haberte escrito mucho.

Lo había echado de menos.

Nunca hubiese pensado... que pasaría esto. Del mismo modo que cuando llegué me enteré del ataque, sintiéndome enseguida asustado, arrepentido de haber venido... Pero ni siquiera el ataque me hizo plantearme que Lluvia hubiese sido herida. Para mí, encerrado en una torre, seguro durante toda mi vida... ¿Cómo podría siquiera el plantearme algo como esto? Muerte, guerra, mutilación... Siendo sincero, para mí no es más que una realidad que, hasta hoy, había leído en libros. Sabes que es horrible, pero nunca crees que...

Su cuerpo entre mis brazos es extrañamente pequeño. Me han dicho varias veces que he crecido, pero yo me siento igual de cobarde que antes; igual de pequeño. Y, aún así, juraría que antes no hubiese podido envolverla de esta manera.
Apoyo la barbilla contra su cabeza. Pese a los ojos húmedos, sus palabras me arrancan una sonrisa triste, que me hace negar. No pasa nada. No tiene por qué disculparse. Nunca estuvo obligada a nada.

En momentos como este, en el que alguien tan torpe como yo, que nunca se ha enfrentado a la realidad, no sabe qué decir... llego a alegrarme de no poder hablar. Simplemente inspiro profundamente, aflojando un poco los brazos para que pueda apartarse si lo desea. Supongo que esto es algo ridículo...

Lluvia notó cómo el claritas negaba, pero aún así repitió:

—Lo siento de veras.

Realmente lamentaba no haberle escrito más. De haberlo hecho, hubiese sabido que iba a volver, y tal vez hubiese sabido también cuándo llegaba. Y en caso de haberlo sabido, tal vez hubiese podido ir a recibirle, independientemente de lo que dijesen los médicos. Se preguntaba cuánto tiempo llevaba el claritas en Palacio. ¿Cuándo había llegado? ¿Cómo había vuelto? ¿Había vuelto solo, lo habían ido a buscar? Tenía tantas preguntas...

A pesar de que el claritas aflojó los brazos, la aether no se movió demasiado y continuó con la frente apoyada en él.

—Estás cambiado. —Alzó la vista, separando un poco la frente, y lo miró a los ojos—. Más alto, más mayor...

Le sonrió. Luego volvió a apoyar la frente en él.

Sus disculpas hacen que la oprima un poco más contra mí. No es que haya tenido demasiadas experiencias de abrazos a lo largo de mi vida, pero me da la sensación de que es lo correcto. Supongo que busco que se sienta arropada, de algún modo, aunque no sé si con mis brazos escuchimizados y mi ridícula estatura. De todos modos, supongo que me siento mejor así...

Cuando ella alza la vista yo la desciendo un poco, mirándola. Debí haber secado los ojos con alguna excusa... No estoy llorando, pero todavía están brillantes... Y yo no tengo derecho ni excusa para estar llorando ahora. El que abraza no debe llorar...
Supongo que no soy más que un crío.
Ella no ha cambiado tanto... Excepto por el ala, y porque parece cansada, diría que está igual...

Asiento ligeramente, esbozando una sonrisa triste, casi sin darme cuenta. La primera vez que me vio pensó que era un niño. ¿Me pareceré más a ella ahora?

Cuando apoya de nuevo su frente contra mí, sin saber bien qué hacer, tembloroso, le doy un beso en el pelo. O un amago, porque no es muy seguro. Una vez me dijeron que eso consuela, aunque de hecho no tengo ni idea. Me siento bastante fuera de lugar ahora mismo.
Si pudiera hacerlo... Si fuese lo suficientemente poderoso... Haría que le creciese el ala, fuera como fuese... Y entonces la mandaría a su casa, a un lugar en el que no corriese peligro...

FdR- I've got an idea...

Al mirarlo a los ojos, la aether vio cómo estos estaban húmedos, como si el claritas hubiese estado llorando o aguantándose las ganas de llorar. Así que la aether, de nuevo con la cabeza apoyada en él, decidió rodearlo con los brazos, devolviéndole así el abrazo que el claritas le había dado.

—Te he echado de menos...

Notó cómo presionaba sus labios contra su pelo, pero no dijo nada. Aunque sí esbozó una corta sonrisa, invisible para el muchacho.

Tendría ganas de tomar la pizarra y escribir algo. Siempre tengo la sensación de que, a veces, el ser mudo da la sensación de que las cosas no me importan. La gente siempre tiene algo que decir... Son como muy adultos. Y yo, como un niño, callado, incapaz de articular palabra. Es bastante patético, aunque no sea mi culpa. Pero es tan irónico... Me refiero... Soy yo, Jun, el cobarde, el crío... Soy yo el mudo. Es como si la naturaleza me hubiese hecho para ser simplemente inútil e inofensivo...

Asiento, tratando de transmitirle un "yo también" a través del gesto. Me acordé de ella muchas veces. De hecho, ella y Massen son las personas por las que volví. Los demás... Es cierto que hubo mucha gente que me salvó y a los que debo un agradecimiento... Pero ese deseo no era tan fuerte como el de verlas a ellas...
Aunque apenas nos escribimos, me alegra mucho ver a Lluvia... En la Torre echaba de menos esa sonrisa dulce que siempre tenía...
¿La seguirá teniendo ahora?

Me separo de ella con suavidad, tomando finalmente mi pizarra, escribiendo en ella.

"Yo también".

Compongo la mejor sonrisa que puedo. Ya se lo he dicho con un gesto, pero necesito reafirmarlo. Luego me siento junto a ella, en una butaca.

"Me quedo aquí hoy", dictamino, mirándola serio.

Lluvia soltó al claritas cuando notó cómo él intentaba separarse. Se pasó entonces la mano por la cara, limpiándose los restos de las lágrimas, y observó a Jun con curiosidad, preguntándose si qué haría. Pensó que, tal vez, se iría, pues era bastante tarde. Luego pensó que a lo mejor quería decirle algo.

Y, efectivamente, aquello era precisamente lo que el claritas quería hacer.

La aether prestó atención al muchacho mientras escribía y, cuando terminó, le sonrió. Por algún motivo egoísta, le alegraba que él también la hubiese echado de menos. Asintió. Luego miró cómo el claritas se sentaba en una silla y ladeó la cabeza. Cuando leyó su siguiente mensaje, frunció el ceño y negó. Aunque le alegraba que quisiese quedarse, no podía permitir aquello.

—No, no, no. No puedes dormir en una silla.

¡No podía dormir en una silla! ¡No podía dormir en una silla por ella! Aquello haría que se sintiese muy mal. Dormir en una silla era incómodo: no podías moverte, no podías estirarte, no podías tumbarte, ni rodar. No tenías almohada sobre la que poner la cabeza, ni un mullido colchón en el que descansar. Lo único que tenías era una incómoda madera y muy probablemente un dolor de cuello al día siguiente.

Lo miró. Luego, notando cómo enrojecía, murmuró:

—Pe... Pe... Pe... Pero... Pero si quieres... te hago sitio —balbuceó, bajando la vista, roja.

Ante su primera negativa frunzo el ceño, seguro de mí mismo, y asiento con fuerza. Massen también dijo que no podía dormir en el suelo y pude. De hecho, no fueron siquiera de las peores noches de mi vida. Y no veo por qué una silla ha de ser diferente. No es el suelo, ni estás tumbado. Tiene pinta de ser muy incómodo, sí. Pero una noche es una noche. No creo que me pase nada por algo como esto.

Lo segundo, sin embargo... me deja sin aliento un segundo. Abro mucho los ojos, notándome rojo hasta las orejas. ¡¿Pero qué dice?! ¡¿Cómo voy a hacer algo como eso?! Enseguida, antes de dar yo la orden, ya estoy negando totalmente cortado. Algo como eso sería... Es imposible. No, no, no...
Sin embargo...

"Estaré bien".

Trato de mirarla con una de esas férreas determinaciones que dejan claro que no hay vuelta atrás. Aunque insista no voy a meterme en su cama. Eso sería...
Ni siquiera se me ocurre con qué adjetivarlo...

Lluvia, al ver cómo el claritas enrojecía, notó cómo el rojo de sus mejillas aumentaba y cómo empezaba a negar inconscientemente. Ella en ningún momento había insinuado otras cosas, cosas que aparecían en libros para gente más mayor. Simplemente, había propuesto dejarle un sitio, como se lo dejaría a Massen Dew o algo así. A un amiga. Lo que pasaba era que Jun no era una amiga, pero ella no había visto el problema hasta ahora. Y ahora que lo había visto se arrepentía de haberlo propuesto.

—Qui... Quiero decir... Si quieres, puedes apoyar la cabeza —murmuró de nuevo, con la vista fija en las sábanas. Luego, con una rapidez fruto de los nervios, se quitó una de las mantas y se la tendió. Hizo lo mismo con la almohada—. To... Toma.

Lo miró a los ojos, roja todavía.