Enfermería

Se me fue fuera la sopa y se llevaron la que quedaba. La miré con pena. Tenía hambre. Luego miré al chico que me pinchaba y me sacaba rojo, y sonreí al ver el rojo, porque era brillante. Luego se llevó mi rojo y me quedé con el chiquillo. Y aún no nos podíamos ir.

Me incorporé un poco y lo abracé.

-¿Te gusta mi rojo? -pregunté, con una sonrisa pequeña.

Negué con la cabeza.

-No sé -respondí-. Siento hambre.

Zacharyas asintió con suavidad, con una sonrisa algo tensa, emocionada a su manera. La rodeó con el brazo izquierdo, pero el derecho reposaba sobre su rodilla, apretando un poco el pantalón, y tirando de la piel a través de este, causándole una pequeña y agradable molestia.

-Me gusta tu sangre -corroboró, acercándose a ella para besarla suavemente. A través de los labios podía percibir el calor, que venía de la misma, de las venas-. Es mejor que las otras. Pero es mejor que esté dentro -explicó, acariciando un poco el pelo oscuro de la pequeña.

Hambre. Zacharyas dejó ir una risa baja, seca, apagada, y negó un momento.

-Cuando venga el médico ya podrás comer, seguro. Pero ahora hay que esperar -. Carraspeó un par de veces.

El tiempo avanzaba. Zacharyas llevaba toda la noche, salvo los pequeños momentos en los que había cerrado los ojos, esperando, y no le importaba hacerlo un poco más. Aquel sufrimiento mental era estimulante. Ella, sin embargo, era impaciente, y lo llevaba peor.

-¿Conocías a las guerreras que murieron? -inquirió, mirándola, de pronto con sumo interés.

Cuando Illy volvió junto a ellos su aspecto indicaba cierta sorpresa. No había tardado mucho en dar con el asunto, pero desde luego no era lo que estaba esperando encontrar. Los observó un momento, a ambos, preguntándose si era en aquel contexto en el que tendría que informarles. Visto lo visto, lo parecía.

-Bueno, parece que son buenas noticias -indicó, con una sonrisa. Miró a Ayne-. Me gustaría confirmarlo con otro análisis, pero según las pruebas, no hay de qué preocuparse: estás embarazada. Aún es pronto, claro, de hecho es extraño que hayas empezado ya con las náuseas. Por el momento haz vida normal y procura cuidarte. Si ves que tienes problemas para comer, vuelve por aquí y nos ocuparemos de ello. Y recuerda volver cada cierto tiempo para comprobar que todo marcha en condiciones -. Sacó otros tres tubos y procedió a extraer más sangre-. Haré pruebas más exhaustivas y te avisaré de los resultados. Y, en fin, enhorabuena.

Tras tomar la sangre que necesitaba y resolver las dudas que hubieran podido surgir con su diagnóstico, el chrysos se retiró de nuevo. Seguía teniendo trabajo, y tras aquello, más que antes.

*Se va*

Zacharyas se levantó de nuevo al ver venir al enfermero, serio,  preparado para escuchar lo que este tendría que decirle. Pero luego, cuando se lo dijo, algo en él decidió que era mejor sentarse, y lo hizo, mecánico. Sus ojos se habían abierto un poco. Carraspeó, pero no dijo nada. Terminó por dejar caer la mirada, aunque seguía escuchando.

Tras varios segundos, en los que el caeruleus parecía hallarse en una especie de silencioso e inmóvil trance, Zacharyas volvió a alzar la vista, arrugando un poco el ceño.

-¿Pero es... -. Carraspeó- verdad?

Y, de hecho, el chrysos asintió. Zacharyas imitó el gesto, el asentimiento, sin darse cuenta. Cuando el hombre se fue tardó, todavía, varios segundos en volverse a la chica, con semblante inexpresivo, pero no frío. De hecho, incluso parecía algo perdido.
Extendió una mano hacia ella, rozando su mejilla.

-Vaya -murmuró, finalmente, con la garganta repentinamente seca.

Cuando llegó otra vez el chico me tuve que apartar del chiquillo, y quise quejarme pero no me quejé. Y lo dejé que me dijera, pero cuando me dijo me encogí y me abracé la tripa. No. Otra vez eso no.

-¿Pero este existe? -pregunté, con voz angustiada.

Y existía. Él decía que existía. Y me apreté más la tripa y me sacó más rojo y se fue otra vez. Me quedé así, quieta. Luego miré al chiquillo, nerviosa. Tragué.

-Dice que existe -remarqué, con los ojos muy abiertos-. Dice que este existe.

Y otra vez se me inclinó el mundo, y otra vez me salía la comida, pero no salió nada porque no había nada. Me encogí, temblando un poquito.

Cuando ella habló Zacharyas solo pudo asentir, esbozando una sonrisa algo apagada. Recuperó un poco la noción de sí cuando ella se convulsionó otra vez, y acudió a su lado, rodeándola con el brazo para sujetarla en caso de necesidad. Esperó a que se recobrase, y entonces apoyó los ásperos labios en su sien un instante, por encima del pelo.

Carraspeó. Se sentía extraño, ligero y pesado a la vez.

-Este existe -repitió, volviendo a afirmar con la cabeza.

Tragó saliva, pensativo. También él estaba mareado, de alguna forma, y aquello era, quizás, lo más extraño de todo, porque él no solía perturbarse por aquel tipo de cosas. Quizás los recuerdos que tenía, o la propia situación, se le hacía contradictoria.
Estaba nervioso, algo agobiado.

Asentí suavito, jadeando un poco. Cuando el chiquillo se acercó me abracé a él y me aferré fuerte, y volví a asentir.

-Este sí -repetí-. Este se queda.

Lo miré y me sequé un ojo, que se me estaba mojando.

-¿Nos podemos ir ya? -pedí.

Y él dijo que sí, y nos fuimos.

*Se van*

Arqueé una ceja ante la insistencia de Gerald de sacarme de allí. La verdad, resultaba una invitación absolutamente tentadora. Y, aunque no me apetecía marcharme sin un veredicto, parecía evidente que no tenía demasiado que hacer allí. Así pues, acabé por asentir, sin variar la expresión.

-Será mejor que no des muchas vueltas -comenté con voz seca y rasposa, como única despedida.

Miré también un momento a la niña, y acabé por repetir la inclinación de cabeza que había hecho cuando había aparecido. Tampoco era que ella tuviera demasiado interés en lo que yo hiciera o dejara de hacer, así que no tenía mucho de qué hablar con ella.

-Nos vemos -gruñí, antes de abandonar la sala.

*Se va*

Me siento un poco fuera de lugar, como arrastrada a un lugar en el que una parte de mí siente que no debería estar. Supongo que es normal. Aún no he terminado de asimilar todo esto. Y solo puedo mirar lo que pasa a mi alrededor sin interpretarlo a tiempo. Me siento como un poco torpe y laxa... Apenas puedo responder a la reverencia de Cierzo con un "buenas noches" y ya se ha ido. Yo, por lo que interpreto teniendo en cuenta que estoy aquí, he decidido quedarme.

Es una mezcla de sensaciones muy rara. Creo que me he saturado y no sé cuál canalizar, o algo así. así que simplemente espero apoyada contra la pared a que Gerald vuelva.

A que Gerald vuelva...

Llevo tanto tiempo esperando eso que se hace extraño que esta vez la distancia sean unos metros. Alzo la vista al ver que el médico se aleja, y entonces procedo a acercarme yo a la camilla, y casi me siento tímida. Está mal que diga "virgen", porque hasta hace nada lo era, y no podría jurar que no lo sigo siendo de alguna forma, porque no es que haya hecho yo un gran despliegue de habilidades, pero la sensación es un poco esa. Esa inseguridad que tienes cuando te desnudas por primera vez. Ese tiento, esa vergüenza...
Pero vestida, claro. Ya me quedó claro, para empezar, que las enfermerías no son lugares buenos para compartir un beso.

-Te quedas aquí, ¿verdad? -inquiero, más para empezar a decir algo que rompa este atontamiento mío que para confirmar lo que ya sé.

Lo que quiero saber son otras cosas. ¿Por qué ha crecido eso tanto? ¿Qué te va a pasar? ¿Habéis encontrado solución? Cuéntamelo todo...

-¿De quién era la mujer que te tiraste? -inquiero sin embargo, con tono inusualmente quedo, llevándome un dedo al tabique nasal, dibujando una sonrisa suave.

Estaba muy preocupada...
Cuando os fuisteis, Gerald, creí que no iba a volver a verte. No entiendes lo que es eso. Lo que es sufrir porque un cabrón como tú decida no volver nunca.

Tuerzo la sonrisa a su primer comentario. Supongo que si lo viesen entrar con esa cara a estas horas a lo mejor hasta lo mataban. O el flamma al que ataco, por otra parte... Sigue estando por aquí. No es momento para preguntar por eso.

-Bueno, es mejor que las mazmorras, desde luego -comento, mirando un momento alrededor, como quien echa un ojo a la casa que se va a comprar-. Has subido de categoría otra vez.

Me siento más desenvuelta. Bien, esto marcha bien.

-¿Su honor? -es mi siguiente comentario. Ya la propia frase sale en forma de bufido jocoso-. Creo que lo han vengado ya. No voy a meter "las narices" en esos problemas tuyos-. Vale, eso ha sido un chiste algo estúpido. Me gustaría volver atrás y no haberlo dicho-. Has debido dejarte la cartera en el viaje, entonces -añado luego, y aunque la sonrisa busca ser jocosa en realidad es suave.

A mí no me asustas ni con esa cara. Ni con esos ojos negros...
O quizás debería decir mejor que me has asustado siempre, y que no ha empeorado ahora. Porque lo importante no es el exterior, Gerry, y yo estaba allí cuando te lanzaste como un loco a por un idiota con la sangre bajo el ombligo.

Y otra pregunta más. Refuerzo la sonrisa, esta vez, sacando algo de pecho, con esa arrogancia que ya no sé si es falsa o aparentada, dándomelas, como siempre he intentado, de mujer muy digna. Aunque solo sea una cría.

-He tenido tiempo para todo -lo desafío-. Me han ido algunos detrás, por supuesto, y al final la soledad se pasa mejor entre sábanas, no crees-. No creo que ni se lo crea un poco...-. Pero también me he asegurado de poder patear culos a pares cuando volvieses. No he perdido un segundo, ya me conoces. Trabajadora hasta el final.

También podría haber dicho que me he tocado pensando en ti, ¿no?, con una sonrisa socarrona de dos pares de cojones. O muchas otras cosas, también ciertas. Me dedico a eso, a las verdades a medias, a las bromas que son ciertas, pero que dichas de esa forma me hacen sentir aliviada. Porque confieso cosas que nadie cree. Porque me asusta decirlas de otra forma, supongo, o para mantener solo la máscara de chica dura que nadie se cree.
Me alegra que hayas vuelto, de verdad. Eso debería decir. Y que he estado muy preocupada. y que todavía lo estoy.

Pero, ¿sabes, Gerald? No lo haré, y tú no lo harás. Me gusta pensar que somos parecidos, que también piensas cosas así a veces y por eso eres tan frívolo, aunque quizás me equivoque. Supongo que no te conozco tan bien como quisiera. Pero me gusta pensar que también tú te comportas como un gilipollas a veces porque, simplemente, eres demasiado terco y orgulloso, un imbécil de mierda, como para admitir nada ante una mocosa como yo.
Poco importa, supongo.

Pronto quedamos los dos recluidos por las cortinas. Desde luego, visto así sí podría decir que es como una cárcel. Lo cierto es que he tenido algunas experiencias sobre lo de estar ingresada, pero era pequeña y no lo recuerdo, así que en lo que a mi respecta de cárcel tendrá lo que tenga, pero yo ni idea. Solían comparar las comidas de una con la de la otra, pero supongo que serán mierdas de esas que se dicen también.

-Supongo que es lo que tiene estar rodeada de gente sin gracia -comento, encogiéndome de hombros-. La chispa se va, pero volverá, no te preocupes. En nada volveré a estar dando guerra.

Y espero sinceramente que estés ahí para recibirla, capullo. A lo siguiente dejo ir una simple risa, un bufido, y niego un instante, sin añadir nada más. Supongo que tengo poco de qué quejarme al respecto. Hubo un tiempo en el que sus deslices, por ser eufemísticos, con todo coño que encontrase llegaban a doler bastante. Ahora ya me lo tomo con una filosofía distinta. Me importa más que esté vivo. Y a ese respecto he pecado también, creo. Supongo que mi mente ha cambiado. O solo la situación, que no deja lugar a preocuparse por mierdas.

Cuando me mira fijamente, le sostengo la mirada. Dibujo una sonrisa burlona. Ahora recula, sí.

-¿Qué pasa? Si buscas la chispa de una nueva vida en mis ojos, tranquilo, que tomé precauciones -le digo, reforzando el gesto, burlona. Me llevo una mano al pecho, aludiéndolo, o más bien a su poca prominencia-. ¿No te parece suficiente precaución?

No sé qué es peor... Si recalcar que no tengo tetas o que, de hecho, no tomé precauciones en su momento. Lo que me convierte en una perra asquerosa. Eso no volverá a pasar, claro, pero el mal está hecho.
Soy una jodida irresponsable. Eso mejor que no se sepa.

Todo transcurre relajado. Es como si nunca se hubiese ido, ¿no? Hasta cuando le enseño las mansos y las ignora, o las pequeñas puyas, o las sonrisas...
Pero no es para nada igual.

La seriedad vuelve cuando él habla una vez más.
Lo miro un momento, y la sonrisa se me borra. Tampoco estoy tensa. Seria, más bien. Seria está bien.

-No sabía si era apropiado que lo hiciese -confieso. Y eso sí es sincero-. Sé que he metido muchas veces la cabeza donde no me llamaban -. Inspiro profundamente. Eso es un permiso, supongo. Si no lo es ya le daré algo de dinero para que lo jodan-. ¿Qué pasó? -pregunto sin más, clavando los ojos en los suyos-. ¿Encontrastéis algo?

Dime que sí, por favor... Aunque el humor de Cierzo dijera lo contrario. Dime que es broma. Que todo está bien.
No te vas a ir de nuevo, ¿verdad, Gerald?

Al menos salta, oye. Está vivo de momento. Lo he visto peor. Supongo que...
No, no supongo nada.

-Ahí no te quito la razón. Son todos unos muermos -me limito a decir. No es mi día más bromista, y creo que he hecho suficientes ya.

A su respuesta hago un breve mohín, bajando la vista un momento, incómoda por un momento. Pues no habrá visto más carne él en la perola de una que en todo mi cuerpo, digo yo. Pero bueno.
Eso no es importante. Hoy no. Hace tiempo que no es importante. No son más que bromas, que juegos, que no sirven para nada en momentos así.

Y entonces, frío...

-¿Se acabó? -repito, notando mi voz tomada de repente-. ¿Y no hay más? ¿No se puede buscar más allá de eso que encontrasteis?

Me ha empezado a temblar la mano derecha. Acabo agarrando el pantalón con fuerza, en un intento por detener el gesto involuntario.
Pude haber buscado mientras estuve aquí. Pero solo me lamenté y esperé. Creo que ahora me doy cuenta de que, efectivamente, soy una jodida irresponsable.

-¿No se puede usar para contenerlo un poco más?

Hay otra pregunta después de esa, pero no quiero hacerla. No aún. Porque aún no me ha respondido a todas ellas claramente. Porque no me ha dicho que todavía queda otra forma, solo que es difícil, y peligrosa, pero que existe.

Tiene que haber una forma. Tiene que existir...
Y existe, claro. Los cabrones nunca palman, por desgracia.

FdR- Pausa

La verdad es que todo esto resulta bastante desesperanzador. ¿Qué debo hacer? ¿Ponerme triste? ¿Enfadarme? ¿Gritar? Y aunque supongo que eso no empeoraría nada, que lo mejor sería asumirlo y disfrutar del tiempo que pueda prolongarse todo esto, yo...
¡NO! No. Me niego. Joder. Me niego a esta mierda.

-¿Cuánto puedes contenerlo? ¿Cómo funciona eso? -inquiero, seria, mirándolo fijamente, tensa.

Tiene que haber alguien lo suficientemente poderoso como para contenerlo más o curarlo, ¿no? El mundo es muy grande. Un error no implica necesariamente...

Sus palabras finales suenan como una despedida. Parece que él está ya muy tranquilo. Supongo que lo habrá asumido todo muy bien, y que eso está bien para él. Irse por todo lo alto.
Acabaría muerto de todas formas, ¿no? Vaya un cabrón.
La única flor que te ofrecí no la quisiste. No cometeré el mismo error. Tranquilo.
Lo que haré será evitar tener que llevártelas...

-Yo no me alegraré de perderte de vista -le digo, más entera de lo esperado, aunque por dentro no es que...

Me pitan un poco los oídos. Creo que estoy algo mareada, aunque de hecho me está costando asimilar esto. Es raro. Llevo tanto creyendo que no volvería a verlo que no sé si ahora debo alegrarme, si debo agobiarme, si debo...
Me aparto el flequillo hacia atrás, con la diestra, elevando la vista al techo.

-¿Y yo qué hago, Gerald? -inquiero entonces, volviendo a mirarlo.

¿Me cruzo de brazos y espero? ¿Imagino que nada malo pasa y aprovecho el final? ¿Me meto en la cabeza el ser una heroína y busco una solución por mi cuenta arriesgándome a perderme el final?
Creo que ya llevo demasiado tiempo mohína y sombría en una esquina. Esa no debería ser la puta solución...

Asiento lentamente a su explicación. Un collar de castigo, eh. Eso es algo que a él le viene muy bien. Debieron haberle puesto uno de pequeño. Quizás no habría llegado a esta situación, entonces.

Al final supongo que será eso. Morirá luchando, ya esa por el ataque enemigo o por la mierda esa. Supongo que es lo que le pega, al final. ¿Debería lamentarme porque no he aprendido suficiente de él o algo así? ¿Seguir luchando teniéndolo presente, animándome a mejorar para alcanzar a su recuerdo? Esas cosas que pasan en los libros, esas mariconadas que tanto valor dan a un par de personas que intentan hacerte creer lo fácil que es pensar la solución a las cosas.

Que jodan a los detractores. A ti solía darte igual lo que la gente pensase de ti. No te escudes ahora en todos esos capullos que se alegrarán de tu muerte. Dales por el culo, jódelos hasta que mueran ellos de viejos. Eso es lo que tú solías hacer.

Rehacer mi vida.
Lo miro. Supongo que esa mierda es la única cosa lógica que ha salido de tu boca. Porque eso tiene mucho sentido, aunque me obceque con lo contrario. Porque no soy yo la que se muere.
Pero claro. Eso no es algo que yo quiera escuchar ahora mismo.

-Claro -. Asiento. De pronto me he quedado sin fuerza. No estoy hecha para estas cosas-. Volvamos a la rutina -. Una vez más, asiento-. Pero ahora es algo tarde. Querrás descansar-. Esbozo una sonrisa. Vaya puta mierda-. Yo me voy a dar por culo por ahí, que mi jornada está a medias todavía. Ya pasaré a visitarte, si no te largas antes de la enfermería y lo haces tú mismo.

De verdad que no me encuentro nada bien ahora mismo...

"Ni siquiera sé qué quiero de ti."
Cuando dice eso lo miro, sin poder evitarlo, escudriñando sus ojos negros. Pero mi raza no me deja ver en esa oscuridad que los tiñe, por más que quiera. Y tampoco quiero preguntar. Por más que quiera.

¿Sabes, Gerald? Yo tampoco sé qué quieres de mí. Me gusta pensar que te caigo bien, nada más.
Pero no digo nada. ¿Qué voy a decir? ¿"Quiéreme a mí"? Eso quedó atrás. Ya no aspiro a eso. No es eso lo que quiero que busques. Quiere, al menos, seguir vivo.

-La vida es una puta mierda -respondo a lo segundo que dice. Me siento apagada. De verdad, esto me consume. Envejezco más deprisa-. Nada es justo, nada es injusto -. Me encojo de hombros-. Quizás sea eso. Que no puede salirte bien todo. Pero hacerlo así es exagerado. Es... injusto.

A ti no te puede salir todo bien. ¿Y no puede salirme bien a mí? Sacrificaré mi suerte por ti, porque encuentres una solución, y así me sentiré más tranquila. Eso estaría bien.

Bajo la vista un momento, concentrándome. Conteniéndome, más bien. Entonces dice algo que me molesta, y cuando alzo la vista para mirarlo sí que siento las lágrimas bajando por las mejillas. Creí que no lloraría. Me sentía demasiado apagado.
¿Es esto lo que quieres? ¿Que me ponga sentimental?

-¡Pues quéjate ahora! ¡Venga! -le escupo, apretando los puños. Ya casi no veo; tengo la vista nublada-. De que atosigo o de que me enfurruño, o de que pregunto o de que no lo hago. Qué más da... Seguiré ahí mañana. Y pasado... Y dentro de un mes también.

¿Y tú? ¿Seguirás, capullo? Me siento como un puto perro.

Me seco las lágrimas, inspirando hondo, tratando de recuperar la dignidad que sea que me quede. Para cuando vuelvo a mirarlo, espero que además de los ojos rojos no quede mucho más de mi flaqueza.

-Lo siento -murmuro, seria-. No estoy muy equilibrada hoy.

Mierda. Mierda. Mierda.
Quiero irme de aquí. Me hace sentirme como si pasarlo mal por él fuese una gilipollez. ¿Es acaso todo una broma de mal gusto? Hace que parezca vergonzoso pasarlo mal...

Estaré contigo siempre que pueda, como un perro, si eso es lo que buscas. Seré fiel a tu culo, me temo. Pero a ti no quiero llorarte a la cara. Eso es lo que quiero evitar. Déjame eso para mí, por lo menos.

Yo me iba a marchar. Me quiero marchar. Pero me parece demasiado egoísta... Creo que estoy siendo algo egoísta.
Él lo ha sido siempre. Pero justo ahora que lo soy yo es el peor momento para hacerlo...

Sé que es extraño, pero su abrazo me sostiene. Es una mierda, porque es él el que lo ha desencadenado todo, con sus putas gilipolleces. Pero también es lo que quiero, ¿no? Lo que llevaba mucho tiempo queriendo... Que volviese, que estuviese aquí, y ahora está...
Aunque me arranque un sollozo más, sin quererlo, y me haga pegarme a él un instante porque si me separo ya no va a volver. Y sus palabras me caen encima como losas, pero también me alivian, de alguna forma.
Diría que todo esto es una mierda complicada.

-No necesito ponerle ninguna excusa. No eres un tipo decente -murmuro, aunque me atrevo a esbozar una sonrisa suave, algo triste-. Pero ya sabes cómo soy. Acabo volviendo siempre, y no va a ser diferente ahora.

Eso sonado exactamente a lo que soy. Un puto perro. Hay que matizar que digo "perro" y no "perra", y es por algo, claro. Deliberado.

Cuando lo tengo así, con esas pintas tan chungas, frente a mí, mirándome, tan cerca... De verdad que pese a todo lo besaría. Pero creo que ya quedó claro cuando lo hice la otra vez que no es algo aconsejable. Quizás solo me he obcecado. Lo cierto es que ahora mismo me preocupa poco. El impulso es apenas un resquicio. Un capricho en medio de lo importante.
No es nada.

Destrózame. Úsame mientras existas, para lo que quieras. Eso me hará sentir bien.
No sé por qué no dejo de pensar esa mierda. Es bastante denigrante. Es un consuelo inmundo y sucio. Yo nunca he querido ser así.

-Te haré compañía así tenga que vivir completamente de día y dormir de noche para poder hacerlo contigo -declaro. Creo que ahí me he pasado. Ya no puedo desdecirlo. Solo me queda poner cara de persona seria, como si no acabase de decir esa mierda. Cabe destacar que hablo de dormir, no de follar-. Pero no te quejes luego si te atosigo, porque me la va a sudar.

Suspiro. Qué día más agobiante.
Él se mete en cama. Hace bien. ¿Y qué hago yo? ¿Le doy un beso en el pelo y le leo un cuento? Qué enternecedor, hostia...

-Buenas noches -repito, con una sonrisa cansada, pero menos deprimente-. Vendré a verte. Ahora duerme, que tienes una pinta que da miedo.

Esa broma final es mejor despedida que cualquier otra, ¿no? Porque sigue siendo él, y yo sigo siendo yo. Y mientras pueda ser así, que sea así.

Tras un último gesto, una última despedida, cruzo la cortina. Entonces me quedo un momento más, de espaldas a la cama, a la tela que nos separa, con la cabeza gacha. Me siento tremendamente cansada.
Agotada.
Triste.

"No desaparezcas, por favor." Las palabras son una súplica en mi cabeza, que lleva dando vueltas un buen rato. ¿Y una súplica a quién? ¿Qué más querría él que cumplirla, por sí mismo?

Finalmente retomo la marcha. Apenas han sido dos segundos de flaqueo. Soy la polla, al fin y al cabo. Una chica fuerte de cojones. ¡No en vano soy Frikka Njorthrbiartr!

Sé que existen sitios en este palacio en los que aunque llores nadie te escucha. No es que lo diga por mí. Es porque no querría pasar por uno de ellos ahora, no sea que esté ocupado y tenga que pararme a consolar a alguien.

*se va*

Hoy estoy mejor que ayer. He pensado un poco las cosas, por suerte. Me he relajado. He... Bueno, he expulsado parte de mi frustración, y ahora me encuentro... No diría que como en mi vida, pero tampoco en la mierda. Un punto medio, que no está mal.

Llego a la enfermería y miro dentro antes de pasar por completo. Saludo a una enfermera que me mira y luego me acerco rápido a la cama del tío este. Aún no me acostumbro a verlo aquí, físico, presente. Ni a verlo.
Joder, es que da una cosa mirarlo que...

-Te he traído cerveza -indico, tendiéndole una bota de cuero, antes de saludar siquiera. Que vea lo dura que me he vuelto, eso es-. Supongo que aún te gusta esa mierda-. Me encojo de hombros y me siento al borde de la cama. Que vea lo segura e independiente que me he vuelto, eso es-. ¿Qué tal estás?

Y no soy capaz de mirarlo directamente como quisiera. Diría que me da como medio vergüenza, no sé explicarlo. Pero bueno.
Día dos. Sigue vivo. Un consuelo.