Enfermería

Al final me he pasado aquí el día esperando por cuatro pruebas del médico. Revisándome no ha encontrado nada nuevo por lo que atajar, aunque al menos ha visto que los ojos no tienen mucho más problema que su nuevo aspecto. Al menos mientras no me de un nuevo ataque. Ahora espero, sentado en la cama, a que salga de una vez para decirme que me puedo largar.

En esto veo entrar a Frikka y acercarse con algo que augura buen contenido. La espero en la misma posición, reacomodándome apoyando una pierna en la rodilla opuesta.

—Ahora ya son buenas noches —Echo mano a la bota y pronto la estoy apretando sobre mi cara acertando a que el líquido caiga de pleno en mi lengua. No es la mejor forma de que preste la cerveza, pero refresca iguamente. Bajo los brazos al remate.

—De fábula, estoy a punto de escaparme. ¿Qué tal tu noche? ¿A qué hora te has levantado? —Pregunto, animado. Ayer estaba agotado, pero hoy ya me apetece salir a reírme de las caras de susto de los pazguatos.

Sonrío de medio lado saboreando algo más la cerveza.

—Empieza a quejarte, que eso se te da bien. Cuando vayan a ver por qué berreas aprovecho para largarme —Bromeo, algo aburrido.

—Oh, oh, menudo madrugón, veo que te has estado poniendo las pilas. Cuidado, no te vayas a volver diurna —Me meto con ella, utilizando la bota para darle en la cabeza como si se tratase de una kodachi.

Estiro los brazos, apretando un momento los ojos. Quiero largarme. Me pongo de pie. Verla aquí me ha hecho entrar el nervio.

—¿Planes? Pues empezar a dar la nota y ver getos. "Oh, por Mithos, ¿quién es esa bestia? ¡Esa que va al lado de Gerald!" —Bromeo, haciendo un par de gestos.

Parece que sigue un poco apagada, aunque tampoco voy a pedirle que esté tocando castañuelas. Echo un nuevo trago mientras espero.

—La verdad es que de bestia tiene poco, serías más bien como un gatito —Le explico, toqueteando los aros que sostienen las cortinas. Me giro hacia ella cuando habla.

—Entre Cierzo y tú tendré dos caballeros andantes para mí solito. Qué honor —Bromeo, para luego mirarla un momento. Ayer tenía algo distinto y ahora sé dónde brilla.

—Pues ahora que hablas de novedades, diría que... —Voy a acercar la mano a su oreja, pero en ese momento aparece el médico y me llama, haciendo que mi atención pase a él. Detengo mi gesto y camino hacia el parvus, que se empeña en apartarse algo más de Frikka.

Que tiene que repasar los papeles junto a algún líder y que puede que algo se saque. Sí, bueno, que se distraiga con lo que quiera. El caso es que por ahora puedo largarme.

Vuelvo hacia Frikka y cojo el cinto con mi arma para abrochármelo de nuevo.

—Listo, ya puedo largarme de aquí. ¿Quieres comer algo? Mientras puedes contarme esas novedades —Ahora sí, paso junto a ella y le doy un golpecito con el dedo en el aro de su oreja, sin mencionarlo.

Acompañada por el señor Cogo, no tardo en llegar a la enfermería. Una vez ahí, el enfermero de guardia me somete a unas pruebas, entregándome al rato unas gafas con las que veo bastante bien. No me son tan cómodas como las mías, pero la eficiencia lo contrarresta.
Para cuando vuelvo junto al señor Cogo, unos minutos después, ya me he tranquilizado. Me ha esperado, pese a todo, y le sonrío.

-Parece que el primer punto se ha solucionado -le digo, con suavidad, realizando una reverencia suave, acomodándome las nuevas gafas, las de repuesto, con cierta torpeza-. Ahora las cosas se ven un poco mejor -indico, dejando ir una sonrisa, apresurándome a negar, rechazando mi propio chiste-. Espero que no se le haya hecho una espera demasiado larga.

Alzo las cejas, con cierta sorpresa, y no tardo en reforzar la sonrisa que ya llevaba, acompañando dicho gesto.

-¿En serio? En ese caso he de agradecer más de lo que pensaba -. Reitero una suave reverencia, risueña-. Es usted un hombre muy amable. Le estoy sinceramente agradecida-. Me acomodo de nuevo las gafas, con cierta extrañeza. Niego entonces, con suavidad, educada-. Oh, no se preocupe por eso. Iré yo misma y me encargaré de ello. Usted ya ha hecho bastante por mí, y sería fatigoso para su vista. No quiero causarle más molestias.

Le sostengo la mirada, con una sonrisa suave.

Tras agradecer una vez más al señor Cogo su ayuda, y tras corresponder a su despedida con mis propias palabras y gestos, él deja la sala. Me quedo sola, entonces, y agradezco, esta vez, al enfermero su atención. Enseguida, entonces, también yo tomo la puerta, poniendo rumbo a los jardines, en busca de los chrysos a los que el señor Cogo ha enviado a ayudarme.

La sonrisa que llevo ahora en los labios es más tranquila. Las cosas se han solucionado a medias, por lo menos. De todas formas, deseo encontrarlas.

Junto con el doctor parvus, el anciano mago mantenía sus alas abertas y ligeramente batientes, como si con el suave movimiento hiciese que la magia se movilizase de una forma más ergonómica.

Gracias los papeles que habían logrado traer del viaje aparentemente perdido, el propio aether, el médico e incluso la líder chrysos habían estado estudiando las posibles formas de canalizar una magia como aquella como última oportunidad para el guerrero. Al parecer cabía una pequeña posibilidad que no quedaba del todo expresad en aquellos papeles, pero que había servido, al menos, para dar una noción a los curanderos de cómo atacar la maldición.

Sabían que el proceso sería costoso y que aquello no eran más que pruebas iniciales, pero debían intentarlo y, aunque el chrysos ya no parecía muy dispuesto a aceptar la ayuda, los dolores de los últimos días habían ayudado a convencerlo.

Dos ayudantes trataban de sostener al chrysos ayudados de guantes para evitar llevarse algún calambrazo o semejantes ante el contacto directo con el muchacho. El guerrero se agitaba y tensaba a cada momento, pero sus gruñidos no mermaban la intensidad de los hombres que habían concentrado sus magia en las piernas del chrysos por ser esa zona donde la maldición tenía menos penetrancia por el momento.

Como si tirasen de una gruesa cuerda o de un árbol de ancianas y arraigadas raíces, los hombres trataban de arrastrar la maldición hacia atrás en el cuerpo del guerrero, sin conseguir demasiados progresos.

Finalmente pareció haber una pequeña reacción de retroceso, pero al momento el conjuro se rompió como una enorme goma elástica que ya no podía dar más de sí. Los hombres, acalorados, lo dieron por finalizado por el momento.

—Ha habido una reacción, no ha sido mucho pero existe. Ahora tienes que poner de tu parte. La magia tiene un gran componente emocional; si no luchas contra la maldición desde dentro, no vamos a conseguir que sea suficiente —Informó el hombre, descendiendo totalmente al bajar sus alas y tomando asiento para relajarse un momento.

El médico indicó a los ayudantes que podían retirarse y soltar al chrysos y, tras pasarse un pañuelo por la frente, se acercó a la camilla.

—Ha sido un gran avance aunque no lo parezca. Estarás agotado, pero ha valido la pena probarlo —Le tomó el pulso y la temperatura comprobando que todo estuviese en orden. —Tienes algo de fiebre, pero nada que no se pase descansando. Ha sido consecuencia del esfuerzo. Ahora que hemos llegado hasta aquí debes poner de tu parte como dice el maestro Michael. Será mejor que descanses aquí hoy —Informó con cierto ánimo el parvus. Luego dejó listas un par de cosas más y se retiró.

Los últimos días han sido desesperantes y finalmente he cedido a su propuesta, aunque dudo que a estas alturas vayan a hacer algo con los apuntes de un viejo en cuatro papeles viejos. A todo el mundo le llega su momento, no sé por qué la gente se empeña en no aceptar el mío.

Aprieto los dientes con rabia y dolor. Siento el latigazo de mi propia corriente y del tatuaje al rededor de todo el cuerpo; desde dentro, como si mi cuerpo se estuviese destrozando a sí mismo. Siento el ardor en las piernas, el dolor. Algo tira desde el hueso y casi siento como me arrancan la carne del mismo mientras que el tatuaje me subyuga y me asfixia en respuesta al ataque externo.

Aprieto con fuerza el cuero entre los dientes y pienso en que romperme uno podría ser incluso un alivio al constante tormento general. ¿Cuándo pierde uno el conocimiento para descansar de esto? Me duele la cabeza, me duele el cuerpo, siento que dejo de respirar alrededor de unos veinte segundos que parecen horas, sintiendo una peor quemazón y presión en el pecho.

Finalmente se detiene y, por un momento, siento como si hubiese caído en el paraíso. El cansancio y la sensación de fatiga parece que me aplastan contra el colchón y siento una calma y un alivio enormes. Desgraciadamente, al poco vuelvo a sentir que sigo vivo al notar cómo el tatuaje vuelve a su presión habitual en todo mi cuerpo.

Miro con cierta dificultad al viejo aether. Me duelen los ojos.

—Ya he luchado mucho, viejo. Puedo ser vuestro conejillo de indias si queréis, pero ya no me creo ninguna milonga de las que se le cuentan a los moribundos —Respondo con la voz áspera y la garganta dolorida. El médico dice algo por el estilo, pero ya no le hago demasiado caso.

—Abuelo, ya casi no se me levanta. Si mi guerrero implacable no puede salir a pelear es que la cosa ya no tiene remedio. Y es del único que me fío realmente —Completo con una sonrisa ladeada.

Lo último que escucho es que ya puedo descansar y ya sea por gusto o de forma inconsciente, no tardo en aceptar la propuesta.



*se duerme*

El hombre se despidio del médico y escuchó las palabras del chrysos con gesto algo decepcionado. No había peor enfermo que el que no quería dar cuenta de sus obligaciones apra recuperarse. Pero todavía no se rendiría con el muchacho.

—Eres joven, Gerald, y fuerte. Canaliza toda esa energía hacia lo que de verdad te beneficia —Aconsejó con calma.

Luego se puso en pie y dio un par de palmadas en el brazo del muchacho, que ya había cerrado los ojos. Se dispuso a dejar la enfermería, primero dando unos pasos y finalmente dejándose llevar por sus alas hasta pasar el marco de la puerta.

*desaparece*

Apenas me he levantado para comer y me he vuelto a dormir porque todavía tenía dolor de cabeza. Pero ya estoy harto de estar en la cama y ya me encuentro mejor así que es mejor que me largue antes de que el viejo o el enano vengan a darme la tabarra otra vez.

Me miro las canillas un momento. Mañana volverá a estar a la misma altura así que no sé cuál es el avance que tanta ilusión les ha hecho.

Me pongo el abrigo y salgo de la enfermería.

*se va*