Enfermería

Había pasado el día por los jardines, más por despejarme que otra cosa.
No me dolía nada, la magia de Lea parecía haber surtido efecto y todo estaba más tranquilo. No sabía nada de lo que los líderes había sacado en claro de todo lo que había pasado ni qué pasaría ahora pero en el fondo poco me importaba en este momento. Al parecer la flamma estaba a buen recaudo y eso era algo.

Al parecer Lea había dejado a Lis conmigo para vigilarme mientras estaba dormido, lo cual me recordaba que tenía que agradecerle que me ayudase.

Hacía bastante buen día y la compañía de Lis me hizo sacar la cabeza un poco de todo el revuelo, la arena y las traiciones y esas cosas. Había echado un vistazo por la enfermería pero poco pude hacer ya que aún descansaban los que ahí quedaban. Pensé que tal vez ahora pudiera hacer otra visita y probar suerte.

Me encontré con Massen y Jun nada más entrar. La chica había llegado también bastante deshidratada pero parecía que estaba bien. No me detengo demasiado y me despido con una sonrisa dejándoles a lo suyo antes de alcanzar la camilla de Rick.

-Rick, ¿estás despierto? -Susurro asomándome un poco. Tampoco era cuestión de molestar.

Sonreí al encontrarme a Lea y más al ver que Rick seguía KO.

-Sí, estuve en buenas manos. -Subo el tono de mi voz al que usa ella y esbozo una sonrisa. -Gracias por eso.

Cuando veo que se hace un poco a un lado me acerco y me fijo mejor en Rick. Estando Lea con él no me preocupo pero no dejo de recordar el ataque. Y bueno, todos los ataques. Rick y el otro, Gerald, se llevaron la peor parte, aunque al parecer lo del rubito chulo venía ya de atrás. En cualquier caso lo que me importaba era que Rick había llegado de una pieza, lo cual ya era mucho. Fue un viaje cansado y largo y perdía mucha sangre.
Bueno...No soy médico pero...Eso no era una cantidad normal de sangre creo yo...

Con un respingo, y tras mirar que no había nadie alrededor (¿Quién iba a haber después del día de ayer? Y Massen y Jun no es que hicieran mucho ruido) me acordé de Lis y saqué la tablilla para ponerla en la mesa junto a la camilla.

-Es muy fuerte. -Comenté, en parte como tranquilizándome, se iba a recuperar. Aunque ella tenía que saberlo ya yo nunca había visto a Rick en combate y menos aguantando esos golpes. -Ese león fue... -Me giré entonces al oír un susurro. Rick se había despertado o...Al menos tenía los ojos abiertos.

Supongo que esto es también buena señal.

-Aun así. -Contesto aún sonriente. La verdad es que no me llevé demasiados golpes pero con todo el movimiento que había perfectamente podían haberme dejado recuperándome por mi cuenta y habría pasado peor noche.

La conversación se para ante la novedad, Rick parece reaccionar así que los dos nos revolucionamos un poco. Lea le refresca los Labios y me señala un vaso. Como respuesta a su petición simplemente asiento con firmeza, emitiendo un leve sonido para indicar que no había problema.

No tengo problema en encontrar los grifos así que lleno el vaso y vuelvo enseguida sin fijarme mucho en la gente que hay en la zona. Cuando llego le alzando el agua a Lea y la miro con un gesto de duda, ¿qué estaba diciendo Rick? Apenas eran murmullos cuando me fui. Es entonces cuando me centro un poco y lo veo más consciente. Se me dibuja media sonrisa, no estaba acostumbrado a estas situaciones así que era un alivio.

-Buenos días. Bueno, noches ya.

No es difícil darse cuenta de que Rick no está de humor, aunque soy incapaz de darme cuenta yo sólo de porqué y no es hasta que abre la boca que me entran ganar de morder un ladrillo.
Las veces que no había conseguido distanciarme de los recuerdos y había divagado sobre la misión había llegado siempre al mismo punto: estar agradecido por haber conseguido volver.
A pesar de no haberlo hecho en el mejor estado y que incluso uno de nosotros había muerto recordaba la situación tan mala que sólo podía pensar en lo bueno que era que hubiésemos llegado a Brontë. Incluso a pesar de la muerte de aquel chico, tal vez por ignorancia.
Yo no lo conocía, pero de alguna forma era como que me había negado a pensar que alguno de los presentes sí, de que tenía una vida que acabó a apenas un metro de mi, como si así su muerte fuera menos grave o no pudiera alcanzarme. Tal vez esa distancia me mantenía apartado del pensamiento de que podía haber sido cualquiera. Incluso yo.
Pero ese distanciamiento no se podía aplicar a todos y fue al oír a Rick que me di cuenta.
Y todo para evitar reconocer que la sola idea me asustaba. Menudo imbécil...

-Lo trajimos con nosotros. -Contesté algo más serio, casi por vergüenza. -Por lo que tengo entendido Sáltez lo llevó con los líderes.

El sol sale y se pone y aunque la luz fuera cambia todo parece igual dentro de la enfermería. Es casi como que las paredes blancas reflejan la luz y la transforman en ese ambiente estéril sin importar si proviene del sol o de una vela.

La muchacha no puede hacer nada para cambiar lo monótono del lugar pero busca formas de pasar el rato. Pensar, como descubrió la primera noche, había sido un buen método pero sólo le había llevado a sintetizar la información que tenía en la cabeza sobre el tema y estaba más que agotada como vía de entretenimiento. Eso fue el primer día.

El primer shock le trajo las dudas relativas a la enfermedad en sí del hombre. Preguntar a las enfermeras e indagar le dieron datos suficientes pero no se detuvo. Al parecer todos lo sabían excepto ella y eso no la tranquilizaba. ¿Por qué oculta una persona un problema así? Estaba claro que de haber hablado con alguien suficientemente cotilla se hubiera enterado y que no era información clasificada, entonces, ¿a qué venía tanto secretismo? La cobardía del hombre o incluso el egoísmo eran opciones plausibles pero se negaba a dar ninguna de las que pensó por válida. Y pensó muchas.

Lo bueno de aquella noche de reflexión fue que las preguntas que la habían desbordado se habían simplificado con el pasos de las horas y resumido en cuestiones más sencillas: "Quién" y "por qué". Cual el sol empezaba a sustituir la luz de las velas se dio cuenta de que no sabía muy bien por qué seguía ahí o por qué estaba preocupada y ¿a caso sabía quién era el hombre que dormía a su lado?

A la mañana siguiente se duchó, fue a por comida y siguió su guardia. ¿Era curiosidad, por eso seguía ahí? Se negaba a creer que pudiera preocuparle tanto aquel hombre más allá de querer golpearle si sus sospechas eran ciertas y tenía claro que no lo hacía por orgullo sólo porque el otro joven hubiese preferido que se fuera. ¿Entonces? Recordó a la joven de pelo violeta y apellido extraño pero no dejó que más preguntas se formularan en su cabeza. En ese momento estaba relajada, no quería más problemas. Su conclusión fue que todo era pura curiosidad, que todas las preguntas le conducían al mismo punto y que quedándose cerca se irían respondiendo.

Según pasaban las horas (que aprendió a controlar casi más por las guardias y las visitas de enfermeras y médicos) decidió que un libro no la vendría mal y que probablemente ya pasara de la hora lógica de cenar. Volvió con dos bocadillos y un libro de relatos de Cáligo que encontró al poco de entrar, tampoco quería entretenerse mucho. Dio un mordisco a uno como si llevara meses sin comer y posó el otro en la mesa junto al otro vigilante, sin mirar siquiera al hombre.
No era amabilidad, no era una disculpa (disculpa, ¿de qué?) era tener estilo.

Se sentó de nuevo en su posición fuera del ángulo visual de su acompañante y abrió el libro.
Dos días y contando.