Enfermería

-Descansa -Le dice al ver como el parvus se duerme rápidamente. Deja que la mano de él resbale suavemente de la suya antes de caer dormido del todo. Le sorprende la esfera mágina que le rodea y lleva una mano a ella para tocarla, notando como se trata de una barrera. La había visto otras veces y siempre había tenido ganas de tocarla, ahora había confirmado sus sospechas. -Descansa -Vuelve a decir.

Entonces se gira al escuchar como el otro tipo vuelve del baño. Conoce ese tono y esos gestos y se queda mirándole un momento. Sonríe ligeramente y le deja seguir con sus comentario mientras se sienta,

-Soy Aloe -Responde con calma, paladeando. Se acerca despacio, moviendo la cadera de un lado a otro en cada paso. Cuando llega lo suficientemente cerca se inclina hacia él y sus pechos quedan colgando suavemente, pendulando un poco por la libertad que les da su jersey. Lleva la mano al mentón del piscis y lo agarra paa que la mire a los ojos. -¿Podrías darme todo el día? ¿El qué? -Lo suelta y da un paso más hacia él, abre las piernas y se sienta sobre las del piscis a horcajadas, dejando su cara muy cerca de la del rubio. Empieza a mover la cadera suavemente, frotándose contra el tipo en cada movimiento, haciendo que sus pechos se aprienten contra el pecho del piscis. Su piel caliente de mestiza se proyecta en la de él y su voz se rebaja a un susurro más suspirado de lo habitual -¿Esto? -.

Ojojo Gabi, eres un hacha, campeón. Tenías un pálpito sobre esta tipa y diste de lleno. Ahora es otra cosa lo que me palpita al sentir su cuerpo. ¡Ay, como echaba yo de menos esto!
Este caramelo sabe lo que hace y no seré yo quien le interrumpa. Me muerdo el labio inferior al sentir sus carnes contra las mías. ¿Por qué no es siempre tan sencillo? Todo, en general. La vida. El mundo debería aprender de esta chica y ser así de amable conmigo.
Presto atención a lo que dice y mantengo mi sonrisilla.
—Así que Aloe ¿ah? —susurro cerca de su oreja— cuando era joven me echaba aloe en las rozaduras para aliviarme. Quizá tu nombre no sea tan azaroso como el de la mayoría de la gente —hago el amago de morderle una oreja pero me contengo al escuchar su segunda pregunta.
Confiado, rebusco la entrada de su jersey con el fin de dar con su cadera. Esta se cree que puede jugar conmigo pero: Bam, segundo disparo.
—Verás, tengo un lingote bastante valioso —de nuevo, pausita dramática— estoy buscando una caja fuerte donde meterlo —qué piquito.

El tipo le sigue el juego y ella deja que la agarre, le deja hablar. Nota como la entrepierna del piscis se endurece con cada uno de sus movimientos, eso tampoco es nuevo. No deja de mirarlo a los ojos de forma fija, seria de nuevo. Se lleva las manos a los pechos y los junta como si fuese un muestrario.

-No se tira un lingote de oro a un pozo de fango -Comenta con el mismo tono suave y meloso-. Lo que tienes ahí abajo se vende tan barato que tienes que pagar para que lo acepten. Pero no te preocupes, yo no soy ninguna caja fuerte, soy un el calcetín secreto de una habitación de siete hermanos. Y en la boca -Saca la lengua, mostrándosela. Luego le lame la punta de la nariz- tengo el pozo negro de la letrina del ejército -Deja sus pechos y lleva las manos a las orejas del piscis, tirando ligeramente de sus membranas retráctiles para frotar sus membranas.

-Pero todo eso da lo mismo. No importa lo repugnante y vomitivo que sea el hueco, lo importante es hundir la polla hasta correrse, aunque sea restregándola donde muchos otros antes han metido todo lo demás -Se acerca más contra él, aprieta los muslos. -Puedes hacerlo aquí, delante de todos. Yo abriré las piernas sin rechistar. Así todos podrán ver lo macho que eres -Añade.

No me resisto más y tras lamer suavemente su oreja, hundo mis manos -bastante frías- bajo su jersey y las apoyo en su cintura. Luego, froto mi frente contra sus pechos y no me llega el momento de hacerlos míos.
Al principio no presto demasiada atención a sus palabras. No obstante, enseguida me doy cuenta de que la conversación está yendo por unos derroteros bastante alejados de lo que se podría esperar de un par de jóvenes antes de pasar un buen rato.
Cuando lame la punta de mi nariz, me recorre un escalofrío. Puedo sentir lo que está diciendo y una náusea se apodera de mi.
Noto cómo mis pantalones se quejan. Hace nada, estaban eufóricos por el gran premio que tenían enfrente pero ahora, todas estas imágenes que las palabras de Aloe me hacen imaginarme le han supuesto a mi calentón un parón en seco.

Cada palabra que dice se me hunde en el pecho. Oye, que yo no soy así... yo soy un buen tipo, ¿de acuerdo? Chasqueo la lengua, molesto por creer que soy uno de esos que trata a las mujeres como simples objetos. Es cierto, soy mujeriego y bastante echado para delante a la hora de ligar, pero todo lo que digo, parte desde el buen royo, la picardía y las ganas de pasarlo bien. Si me siguen el hilo, genial; si me mandan a la porra, pues paso a la siguiente. Pero esto...
Trago saliva.
Esta chica...
Busco sus ojos mientras me acaricia las orejas. Mis manos  han dejado de escalar por su tronco para descansar sobre sus caderas, quietas, como si cualquier movimiento de mis dedos fuese a hacerle más mal que bien.
Ya, con su última frase, frunzo el ceño y la separo de mi.
—Te estás equivocando, niña —mi tono ha dejado atrás los juegos—. Si algo siento por las mujeres es respeto. Tengo la lengua afilada y los dedos muy rápidos, sí; pero nunca haría nada con alguien que no quiere y, pese a tu supuesta predisposición, está claro que no quieres acostarte conmigo —recupero media sonrisa—. Soy lo suficientemente macho como para pelarme el apio solo con quien está dispuesto de verdad, aunque solo sea un lío de una noche —ya no hay nada detrás de mi cremallera.
La aparto lentamente a un lado y me pongo de pie.
—Lo más bonito del desierto es que esconde agua en algún sitio —me dirijo a la puerta mientras digo aquello, serio, pensando en todo lo que ha debido pasar aquella chica. Invoco un Aquaerum -birrioso y sin forma- sobre la punta de mi índice y me lo quedo mirando—. Espero que puedas encontrar pronto un oasis, bombón —le doy una última mirada, le sonrío y me voy.




Al doblar un par de veces el pasillo y al sentir que nadie me sigue, empiezo a gimotear mientras me muerdo la camiseta.
—¡Qué tonto eres, Gabi! ¡Con lo rebuena que estaba, joder! —con cara tristona me veo las manos mientras lloriqueo como un cachorro—. Maldición. Otra vez me toca jugar un cinco contra uno...

*se va*

El chico se desinfla poco a poco con las palabras de Aloe, ahora el calor de su piel, el roce de su cuerpo y la cercanía de su aliento se convierten en púas que lo incomodan.

Al final acaba por apartarla y ella queda de pie al lado de la silla, mirándole hasta que se marcha. Aloe suspia. "A ese piscis le queda mucho por aprender" piensa. Ya conoce el patrón de los que hablan mucho: hinchan el pecho, mostrando seguridad, pero si no encuentran vergüenza y fragilidad entonces se desploman. -Al menos éste todavía tiene solución -Comenta para sí.

-Adios, Marik -Se despide del parvus. Sabe que hace rato que duerme profundamente, pero no importa.

*se va*

El líder apareció en la sala, justo en la entrada para luego caminar hasta el chico que ahora descansaba en la ventana.

—Hola, muchacho. ¿Qué tal te encuentras? El camino hacia convertirse en líder es duro, ¿eh? —El hombre sonrió y saludó al médico parvus que estaba cubriendo informes. En cuanto el chico había vuelto el líder ya se había encargado de preguntar por su estado, asegurándose de que no tenía heridas graves, así que podía bromear un poco con el chico.

Se sentó en una silla que había junto a la ventana, achicando las alas contra la pared.

—Parece que tendremos que cambiar algunas clases de geografía para añadir otras sobre cómo mantener la cabeza fría y trabajar en equipo —Comento.

El líder escuchó al muchacho con paciencia, pero con muecas un tanto exageradas para denotar ciert incedulidad. No obstante, le dejó desahogarse para que aliviase su frustración y se quedase a gusto. En cuanto el chico se calló, enfurruñado, el líder aether hizo un pequeño gesto para que una pequeña corriente de aire hiciese un remolino en su cara, despeinándolo.

—Vamos, vamos, no te lo tomes así. Bontë no se construyó en un día y mírame, ¿crees que llegué a líder con 20 años? —Bromeó. Luego se acomodó en la silla.

—Ah, pero escúchate, el valiente guerrero. Es una pena que fueras acompañado, ¿no es cierto? Estoy seguro de que tus compañeros sólo fueron un estorbo. Ya sabes, la gente alrededor nunca trae nada bueno. No permite aprender, ni da seguridad. Tú solito podrías haber saltado ese río, atravesado ese puente. Y si te hubieras caído, bueno, habrías seguido empapado por el bosque. Habrías entrado solo y sin ningún tipo de problema a esa negrura implacable. Estoy seguro de que tu heróirco instinto te habría guiado sin ningún tipo de pista hacia donde estaban aquellas setas. Que la magia claritas facilitase las cosas desapareciendo en aquella dirección fue mera coincidencia. Y obviamente habrías cogido exactamente las mismas setas; tengo claro que tu instinto valeroso te habría indicado exactamente cuál de ellas coger. ¡Y qué decir de los lobos! Apuesto a que tú solo habrías sido capaz de acabar con ellos. ¿Qué eran? ¿cuatro? Bah, un mero paseo con los perros. Estoy seguro de que en ese momento deseaste más que nunca estar solo en aquellos bosques oscuros, pudiendo mostrar tus grandes capacidades —El aether narró las aventuras de forma muy locuaz, limpiándose las gafas con un pañuelo de algodón que llevaba en la manga. En cuanto terminó su discurso se las colocó y miró al muchacho con una sonrisa— Lo cierto es que tienes razón. Será mejor que deje de ser tu maestro, porque está claro que un muchacho tan preparado como tú no necesita ayuda de nadie para resolver cualquier situación —Se levantó de la silla con calma y agitó las alas para desentumecerlas en un amago de marcharse.

El líder se detuvo en cuanto el chico empezó a responder. No había tenido intención alguna de irse, pero sabía que Gabriel guardaba una frustración importante en aquellas palabras molestas y esperaba que con aquel gesto se librase de su orgullo para dejarlas salir.

Y así lo hizo. En cuanto el chico empezó a contarle sus preocupaciones y fastidios Abaddom se quedó mirándole. Primero le puso una mano en el hombro y al final no evitó acercarlo contra sí, dándole una abraza y frotándole la cabeza. Sus alas les rodearon ligeramente, facilitando un ambiente más privado.

—Lo sé, muchacho. Y nunca es fácil asumir nuestros errores, superar nuestras frustraciones, huír de las envidias... Sin duda esta vida es injusta y hay veces en las que no nos queda otra que apender del error para evitar volver a cometerlo. Pero hay algo que debes tener claro. No sirve de nada culpar a una persona de un error. Cuando sucede un incidente y las coasa salen mal, hay multitud de elementos que han permitido que se llegue a ese momento. Puede que Marik se durmiese en el río, sí. Pero nada habría pasado si tú no hubieras saltado sin precauciones y si Aloe no hubiese saltado a cogerte aun sin la fuerza necesaria. Con que una de esas tres cosas no hubiese pasado, probablemente hubieseis evitado el error. Es por ello que no debes culpabilizar a tus compañeros ni a ti mismo, si no que debéis reflexionar sobre vuestro trabajo en conjunto, para evitar que vuelva a suceder —Luego se tomó un momento para pensar si debía continuar o no con aquella conversación, pues entrada única y exclusivamente en la vida privada del chico.

—Gabriel, no eres ninún fracasado. Siempre vamos a tener a alguien por encima de nosotros. Todos hemos sentido esa sensación de estar abajo y pensa que nunca llegaríamos a donde estaban aquellos que admiramos. Pero no es así. El tiempo pasa implacable y avanzar un paso hoy será un paso más cerca de tu objetivo mañana. Piensa que hace apenas un mes no sabías ni dónde estaba este castillo y hoy por hoy ya has estudiado la mayor parte del mapa y has asistido a tu pimera misión. Hoy eres ya más sabio y fuerte que el mes pasado. La verdad es que lamento que no pudieras llevarte a tu hermano como viniste a hacer. No creo que podamos conseguir gran cosa, pues el líder Caeruleus es poderoso y tiene su territorio blindado a las intervenciones externas. Pero puedo preguntar sobre la legislación de repatriación de un familiar difunto para ver si podemos hacer algo con eso... —En el momentó en que terminó de hablar sintió cieto arrepentimiento. No quería darle espeanzas al chico, ya que aquella empresa era bastante improbable de lograr, pero al menos podrían intentarlo.

El líder reconformó al muchacho un momento más y, pese a la entrada de alguien del servicio, decidió pasar por alto las idas y venidas y centrarse en el piscis. Soltó un pequeño grito sorprendido en cuanto el chico lo apretó y alzó hasta que el aether se quedó de puntillas.

—¡Oh, oh! Jojojo parece que esas heridas están ya bien curadas —Bromeó con buen humor. Aparentemente sus palabras habían surtido efecto en el chico. A su comentario rió de nuevo.

—¡Oh, no, por favor, qué miedo! —Comentó risueño y divertido. Luego dejó que el piscis se acomodase en su cama para reposar un poco.

—Te repito que dudo mucho que consigamos algo, pero al menos habrá que intentarlo —Suspiró u se apoyó en la barra a los pies de la camilla, aparentemente cansado— Ahora recupérate pronto, que debemos seguir con tu educación. Y en cuanto a esa chica... Mejor dale un poco de espacio. Me ocuparé de que estés suficientemente ocupado como para pensar en esas cosas —Indicó resuelto.

El líder decidió dejar el tema del cuerpo del piscis por el momento. Por ahora sólo podía elucubrar y eso no llevaba nunca nada bueno.

Ante la siguiente explicación del piscis frunció el ceño con cierta incredulidad al escucharlo. Se apoyó en la barra de la camilla y fue haciendo diferentes muecas de extrañeza y confusión ante sus argumentos. Todo ello de forma distendida. Aunque aquel porrel de comentarios podían sonar desagradables, el aether era consciente de que provenían de una cabeza de chorlito y no de una intención de hacer daño.

—No seré yo quien trata de rebatir tus amplios conocimientos en la materia coital, pero diría que hay muchas formas de llevar a cabo esa acción y ninguna de ellas está escrita en las leyes de ningún continente como la adecuada —Comentó con sorna, entretenido— La verdad es que desconozco cuántas personas no heterosecuales hay por continente, pero puedes estar tranquilo porque la natalidad es bastante alta en todos —Indicó, divertido. Pasó de agarrar la barra a apoyar los codos en ella para estar más relajado— ¿En mi familia? ¡Claro! jaja pero preferimos que nos llamen homosexuales —Respondió, apoyando la cabeza en las manos y agitando un poco las plumas, con una sonrisa.

El líder aether dejó que el muchacho hablara hasta que cayó en la cuenta de lo que él le había dicho. Entonces sí que apareció el circo entero. El líder le dejó balbucear y rotó los ojos un par de veces, sin moverse de su postura. Finalmente, suspiró y se inforcoporó, limpiándose los codos.

—¿Has acabado ya? —Y tras la breve pausa, el líder estiró la espalda— Bueno, como bien has dicho, nos hemos bañado en las termas y no te ha pasado nada, ¿es cierto? No has soñado con hombres ni has tenido ganas irrefrenables de acostarte con uno. Por otra parte, si hubiese querido aprovecharme de un escuchimizado con la barriga fofa y voz de pito no me habría sido difícil, ¿no crees? Te aseguro que no me habría tomado tantas molestias, pero también te aseguro de que no corres ningún riesgo —Aclaró, resulto— ¿Qué más? Ah, sí, no sé quién te ha contado todo eso sobre el acecho y la extinción de la especie, pero creo que, viendo como acechas tú a esa chica que no te hace ni caso, podemos deducir que la idea es más bien una forma de ver la pluma en el ojo ajeno. Tú, heterosexual, has estado "acechando" para morderle el..."roscón" a las chicas mientras no has visto ningún tipo de comportamiento desagradable por mi parte, así que creo que te gano—Añadió. Luego caminó hacia el muchacho con las manos a la espalda.

—Sobre quedarte o no quedarte así, ¿por qué no lo pruebas tú mismo? ¿O es que tienes miedo? ¿Un guerrero invencible al que le sobran sus amigos tiene miedo de que le guste el abrazo de un hombre? Vaya, creo que los he visto más valiente —ristoteó—Aunque paa eso tendrás que encontrar algún homosexual que se fije en ti, claro. Por cierto, tienes mucha imaginación para inventarte nombres malsonantes, pero espero que no le sueltes el recital a cualquier homosexual (u otros) que te encuentres, por que creo que a ti nadie te insulta cada vez que te ve delante y dudo que te resultase agradable si así fuese —Suspiró— En fin, muchacho. Siento mucho el disgusto, pero esta es la clase de persona que soy y, disculpa que lo aclare, no tiene absolutamente nada de malo. Eso sí, si prefieres buscarte a otro maestro que prefiera acostarse con señoritas, espero que puedas empezar pronto tu instrucción. Por mi parte no tengo problema alguno en seguir enseñándote aunque seas el tipo de hombre que se deja engatusar por unos pechos —Para entonces Abaddom ya hablaba serio pese a su condescendencia.

El líder miró al piscis con la calma de un mentor esperando a su alumno. Le juzgaba, por supuesto, pero sin perder la esperanza de haber calado bien al muchacho. Los años siendo maestro le habían ido adaptando el ojo para diferenciar a los que resultaban buenos pupilos, aquellos de los que valía la pena rascar. No era implacable, claro, alguna vez aquella impresión fallaba. Pero con los años los años eran cada vez menos.

Escuchó y le dio su espacio. El chico tenía mucho que sacar, mucho de lo que liberarse. Aquello que le había hecho perder todas sus oportunidades, aquello que le hacía sentir culpable e inútil, aquello que llevaba como una losa sobre sus hombros: los errores cometidos durante una vida. Toda persona se enfrentaba a ello en algún momento de su vida y, con suerte, florecía para salir adelante.

—No conocí a tu hermano íntimamente, pero era un muchacho alegre. Estoy seguro de que una vez hizo su vida, pudo perdonate. Lo malo de la vida es que uno es consciente de las cosas en el momento en que ya no están. Ahora lo mejor que puedes hacer por la memoria de tu hermano es seguir adelante y ser mejor —Después calló para dejarle un respiro. El chico tenía derecho a regocijarse en su pena y llorar por ella.

Maldición. Maldición. Maldición.
Me seco las lágrimas contra la almohada y le escucho.
¿Me estoy reblandeciendo? No... no puede ser. Yo... siempre he sido un tipo duro. Sólo es que... las emociones de la misión y ahora esto... me ha pillado con la guardia baja.
Sorbo por la nariz e intento mantener el tipo.
Ya está.
—¿Usted sabe... cómo murió? —susurro, aún dándole la espalda. ¿Por qué mi voz está quebrada?—. En la carta... en la carta que recibí sólo se informaba de su fallecimiento y entierro en Cáligo —resumo. Entonces sí que me levanto. No me importa que me vea con los ojos rojos y doloridos. Es la primera vez desde que tengo uso de razón que lloro de esta manera. Supongo que tenía mucho acumulado. Es como cuando no te pajeas.
Sorbo de nuevo y aprieto las sábanas.
—Ahora soy parte de este lugar, ¿cierto? El condenado Darvenwish me despachó con una patada en el culo en cuanto quise saber más, pero yo sé que usted va a contármelo, ¿verdad? Dime, Abaddom. ¿Quién fue? ¿Quién lo mató? —estoy listo para llevar a cabo mi venganza.


FdR: Puede contárselo o no. Queda a tu elección. Es como un libro de esos de distintos caminos :v

El líder aether lo escuchó con seriedad. El tema de aquella guerra se había mantenido en secreto durante mucho tiempo, pero no tenía sentido tratar de evitar lo inevitable. Los culpables eran conocidos y las víctimas todavía más. Sin embargo, como obligación de líder, debía contar sólo lo justo.

—Supongo que tienes derecho a saberlo, Gabriel. Tu hermano murió en la guerra, peleando por Brontë. Murió con muchos otros, como un valiente en plena batalla. Buscar un culpable concreto es un error que no debe obcecarte. Tuvimos mucho enemigos, los que persiguen esa fuerza extraña que está alterando la tierra. Tu hermano fue víctima de esta guerra que nos toca vivir y lamentablemente no será la última —El hombre habló con calma, tratando de calmar al muchacho. Ya no sólo porque seguía siendo secreto el tema sobre la líder de Ignis, sino porque creía en lo que decía. La guerra no era culpa de una persona, la guerra era mala para todos.

—Es cierto que el líder Darvenwish fue desalmado contigo, pero yo no te puedo contar mucho más. Yo no estuve allí y lo poco que sé se resume en lo que te he contado. El resto son detalles que no cambiarán nada y que todavía están por clarificar —Añadió para zanjar aquel tema.

Sonrío con acritud. Palabras vacías con las que llenarse la boca. Las clásicas de los políticos que saben hablar. Te he pedido nombres y apellidos, carcamal. No quieras engatusarme con palabras bonitas. Sin embargo, tengo que callarme. Después de lo de hoy, creo que he estirado suficiente nuestra confianza. No debo abusar. Si no me lo dice o bien es porque no puede, o no quiere y quiero pensar que es la primera de las opciones aunque a decir verdad, que no quiera decírmelo también es una opción. Quizá no quiera que recorra el camino de la venganza. Bah... Tampoco me responde a cómo murió. ¿Un hechizo? ¿Una piedra en la cabeza? ¿Veneno? ¿Un puñal? No quiero ser morboso pero siento que tengo el derecho de saber esas cosas. Quiero imaginarme a mi hermano muriendo para poder saber si sufrió mucho o no. Así podré hacerle pagar a quien lo mató con la misma moneda. Sin embargo, el viejo Aby no suelta prenda. Me reincorporo y salgo de cama. Me acerco a él y le paso una mano cariñosa por la parte alta de la espalda, en el origen de sus alas.
—Me voy unos días y ya las tiene hechas un circo —le miro, alzando las cejas con complicidad—. En un par de días saldré de aquí y se las dejaré como nuevas. Seguramente me haya echado de menos —bostezo, haciéndome el interesante. Le veo de reojo y observo sus arrugas. ¿Qué mas me da que sea marica? Miradle: es un tierno ancianito. Me da ternura.

EL líder aether comprobó, por los gestos del chico, que no se había quedado muy satisfecho. Sin embargo, en un lugar como aquel y con las circunstancias actuales no podía darle más detalles. Lo observó levantarse y rodearlo y se sorprendió un poco con su comentario mientras le atusaba las plumas. El hombre sonrió.

—Ah, es que un viejo como yo en seguida se acostumbra a lo bueno de tener un ayudante. Pero ahora no te preocupes por eso. Descansa y ya tendrás tiempo de arreglarme estas plumas mientras recitas las capitales de los distintos continentes —Se giró hacia el muchacho y apoyó las manos en sus hombros. Volvió a estar serio.

—Gabriel, quieres convertirte en un líder de tu raza algún día. El camino de un líder no debe ser nunca la rabia. Puede parecer poderosa, pero al final sólo destruye todo lo que toca, incluso a uno mismo —Lo miró un momento más a los ojos y finalmente dio unos pequeños toquecitos en sus hombros antes de soltarlo.

—Nos veremos pronto durante las clases —Y, en lugar de desaparecerse, caminó por la enfermería con pasos pequeños, pasando al lado del tipo del servicio que todavía colocaba las toalla. En un mal paso, su rodilla falló y se tropezó con el tipo, agarrándose a él para no caerse.

—Oh, perdone, a mi edad ya me fallan las piernas. Discúlpeme de verdad, espero que esté usted bien. Hacen un gran trabajo —Lo miró a los ojos con cara de preocupación y luego se reincorporó para seguir con su camino.

*se va*

Cada palabra que salió de la boca de aquellos dos es como un orgasmo. Justo cuando más aburrido estaba, el mundo me ha preparado este nuevo juguetito. Así que este elemento es el hermano de Silvanus.
Me muerdo el labio inferior con un placer culpable y justo entonces Abaddom se tropieza conmigo. Puta mierda de viejo. Si hubiese sido un viejo cualquiera del pueblo de paso yo mismo te habría empujado lejos de mi por osar si quiera acercarte a mi, carcamal asqueroso. Sin embargo, debo tener cuidado. Es un líder y las cicatrices de mi espalda y mi mano metálica son suficientes recordatorios para mi.
—No se precupe, don Adaddom —le sonrío con candidez—.Todo está en orden. Que todos los males que le ocurran sean un tropezón —le ayudo a retomar la marcha y le veo irse mientras le sonrío.

Roto sobre mis puntas ciento ochenta grados y repto hasta el fondo de la enfermería. El enano cascarrabias de Errst también se ha largado. Paladeo el sabor de mis palabras venenosas. ¿Por dónde comenzar? Ve despacio, Alexander. Disfrútalo.
Me acerco lentamente a la ventana y me siento en el alfeizar.
—Así que eres el hermano de Silvanus Kettleburn —decido empezar fuerte. Me lamo los labios—. Me llamo Alexander y soy el guerrero de Brontë encargado de coordinar el Servicio de Brontë —soy un simple plancha camas, pero eso a él no le importa. Suspiro con una sonrisa mientras coloco un par de dedos en el principio de mi pierna y los muevo por ella como si caminasen rápidamente hasta mi rodilla—. Aún parece que puedo escuchar sus trotecillos de cervatillo asustado por los pasillos —canturreo. Entonces hago contacto visual con él. Sus ojos son exactamente iguales y me siento un poco intimidado. Trago saliva. Parece que lo tenga delante. Qué grima, joder—. Aunque... tú y yo sabemos que más que un cervatillo era un llorón caprichoso ¿me equivoco? —termino sonriendo y moviendo con lentitud las piernas de delante atrás—. Sí... un llorón caprichoso al que todos queríamos. Silvanus fue... mi mejor amigo sin duda.

Por ahora vamos a dejarlo ahí.

ROL PAUSADO.