Enfermería

Asiente, tranquila, sin apartar la vista del tobillo. Continúa masajeándolo con caricias firmes, mientras sus manos liberan pequeños chorros de energía que se dirigen al cuerpo de la morena. La mano derecha mantiene el pie firme, mientras la zurda se desplaza, hábil, sobre el tobillo.

-Entonces es mejor que pase mientras entrenas que en plena misión, ¿no crees, tesoro? -pregunta, sin dejar su trabajo-. Por otro lado, que estuvieras entrenando dice algo a tu favor. ¿Has probado ya el arma?

Poco a poco, la hinchazón va disminuyendo, al igual que el dolor. Continúa un tiempo más con las caricias, más suaves, haciendo fluir la magia a través de sus dedos. Tras un momento más, detiene el masaje y procede a probar el resultado, haciendo que el pie se mueva de la misma forma que antes de comenzar el proceso. Entonces, al fin, alza la vista, clavando los ojos como puñales helados en los de su paciente.

-Es suficiente. Aunque conviene que permanezcas aquí unos minutos más, preciosa. Y no entrenes más por hoy. Llegará con algo de reposo esta noche -indica.

Poco a poco el dolor se entremezcla con alivio, por lo que he de suponer que todo avanza por un buen camino. No puedo dejar de sentir una inmensa curiosidad por esas habilidades. Serían claramente útiles en casi cualquier contexto, pero me temo que están lejos de mi alcance.

-Si el hecho de que haya pasado ahora implica que he llenado mi cupo por meses, diría que es hasta de agradecer que haya pasado entrenando aquí -termino por admitir, relajando un poco el tono y el gesto, a estas alturas-. La he probado -confirmo, mirándola fijamente, ya relajada-. Me satisface ver que mi cuerpo reacciona bien a ella. Muchas gracias por devolvérmela.

Tras un rato más, puedo decir que casi parece que apenas me hubiese torcido ligeramente el tobillo, sin mayores consecuencias. Hace que todo parezca muy fácil.
Asiento, llegando a esbozar una suave sonrisa.

-Mi padre es médico -informo, girando un momento el pie por mi cuenta-. No obstante, me temo que no llega a tales niveles. No hay comparación... -murmuro para mí, contemplando el buen funcionamiento del pie-. Muchas gracias -repito, mirándola de nuevo, esta vez agradeciendo lo que acaba de hacer-. No creí nunca que algo tan nimio fuese a tener una atención tan... -. Busco la palabra un instante- elevada.

Casi hasta espero estar en deuda a cambio, de algún modo. ¿Y no lo estoy? Moralmente sí, supongo.

Asiente una vez más.

-Es más útil en tus manos que en las mías, bonita -se justifica, sin más.

Niega levemente con la cabeza, aunque la vista no se aparta ni un instante de la de la guerrera. Acaba por esbozar una mínima sonrisa.

-Es mi especialidad -explica, sin más-. Probablemente tu padre me supere en otro tipo de intervenciones. Si hubiera sido otra clase de lesión no te habría atendido yo, cielo. Pero rindes lo suficiente como para que valga la pena tenerte en activo. Es más interesante que realices tus tareas con normalidad.

Se yergue de la camilla, sin apartar la vista. Tras acercarse, se inclina suavemente sobre ella, con los labios entreabiertos y una ligerísima sonrisa. A escasa distancia de su cara, se detiene.

-Compénsalo con tu trabajo -susurra, antes de desvanecerse en el aire.

*Se va*

El encuentro parece llegar a su fin más deprisa que el último. Asiento a sus palabras, servil, casi diría. Y absorbo la información que me da. No puedo juzgar si mi padre la superaría o no en otros campos, puesto que ella es quien es. Diría que él es más físico, y ella más "mágica". No es el mismo tipo de medicina.

Evito abrir los labios antes de repetirme con un nuevo agradecimiento, y simplemente inclino la cabeza hacia ella, en un gesto de igual significado, pero más discreto, cerrando los ojos un instante. Desde luego, me ha ayudado lo suficiente como para que yo ponga especial empeño en satisfacerla también a ella.

-Si hay algo que necesites, en concreto, me gustaría compensar y tu ayuda con ello -informo, pese a que ambas sabemos que estoy aquí para eso, como el resto, al fin y al cabo.

Aún me cuesta, a veces, tutearla. Pero es un reto personal que llevo a cabo, pese a todo.

La veo acercarse, y mi cuerpo se tensa un instante. Creo que he dejado de respirar. Siento una ligera opresión en el diafragma, y la sigo con la mirada cuando viene, sin apartarme ni acercarme. Puedo llegar a sentir el aire de sus palabras sobre la piel, y asiento muy suavemente, con los ojos clavados en los suyos.
Cuando desaparece, la presión se libera de pronto, y dejo salir el aire en un suave hilo por los labios entreabiertos, pinzando el inferior con el colmillo derecho solo un instante.

-Buenas noches -pronuncio, a nadie en particular, al cabo de dos segundos, llegando a esbozar una sonrisa suave, extraña.

Me pongo de pie y compruebo, con inusual satisfacción, que el dolor ha desaparecido. Puedo llegar a considerarme verdaderamente afortunada, supongo. Ni siquiera los acontecimientos irregulares negativos me duran demasiado.
Verdaderamente, diría que si existiese la suerte, debo de estar agotándola ahora mismo. Cualquier día puede explotar la buena racha.
Hoy, sin embargo, al final se ha arreglado.

Hago un gesto con la cabeza al enfermero que se asoma.

-Buenas noches, Vinion -me despido, con una sonrisa entretenida.

*se va*

Dejo que Heylel se comunique con el médico, que tiene una cara de culo que mejor no hablarle. Además, bueno... Tengo más cosas que pensar que en qué decirle al médico.
Recuerdo una de las últimas veces que estuve aquí. No puedo evitar desviar un momento la vista hacia la cama en la que estaba Gerald. Y, bueno... En la humillante situación que se dio. Aún ahora me siento un poco ridícula al pensar en ello. Por lo menos no trascendió demasiado...
Espero que estén bien.

Joder, que me vuelvo aquí una puta ñoña de los huevos, hostia. Eso sí que no.

Con las manos en los bolsillos, miro a Heylel, que se despide. Enarco las cejas, sorprendida, tras su petición. ¿Esto va en serio?

-Ah, claro -concedo, asintiendo algo extrañada-. Cuando quieras.

Me despido con un gesto, quedando yo sola con el tipo este.
Espera, Fifi... ¿Acabas de aceptar una cita? Porque en mi pueblo eso es una cita. Hostia. Qué mala pata. Y de todos, él, que no es que tenga nada malo, pero es algo, como...
Aunque quizás eso lo haga más gentil. Puede que...
¡NO, COÑO!
Sacudo la cabeza y voy junto a la cama del extraño, que no se ha presentado aún. Mejor no pienso en una absurda cena, que últimamente estoy más tonta que un Gerry.

-¿Qué dices? -inquiero, en respuesta a los balbuceos del aether.

Ha olvidado hasta cómo hablar, el condenado. Al menos da las gracias, oye, que es un paso. No todos tienen la suerte de contar con la ayuda del Filo Asesino.
No tiene tanta gracia el nombre ahora que ella...

En nada el pajarito se ha dormido. Ni su nombre ha dado. Ha tenido que llevarse un meneo fino, el pobre. La verdad es que no parece mal tío. Aún con todo, fue capaz de llamarme por el apellido. Supongo que eso se merece mi respeto.

Le echo una sábana por encima, un poco de cualquier manera, aprovechando que el médico se ha ido un momento.

-A ver si miras por dónde vuelas para la próxima, pajarito -comento, llevándome las manos a la nuca, con pasotismo-. Venga, que te cunda la siesta.

Y bueno, ya duerme, así que no pinto mucho por aquí. Ya si quiere que me busque, también.
Ea.

*se va*

Vatra entró sin si quiera pedir permiso y se acercó a los aether.- Tú.- Dijo cogiendo a Heylel por el hombro y echándolo hacia atrás.- Aparta.- Comentó con rabia y furia en sus enormes e iracundos ojos.
Se acercó al de la cama y le cogió por el cuello de la camisa mientras le apuntaba con un puño en alto.- Quién cojones eres tú.- Comentó con los labios apretados. Tensa. Realmente se le veía afectada por lo ocurrido hace un par de noches y que un hombre sospechoso hubiese llegado a Brontë herido, tenía todas las de perder. Al menos era sospechoso. Culpable ya se demostraría.

-Qué estuviste haciendo hace dos noches. Contesta.- Dijo acercando más su cara a la de él.- Un guerrero de Brontë que llega ¿herido? Cuanta casualidad...
Entornó los ojos. -¿Dónde te has hecho "eso"?- Se refirió al ala.

Su pecho subía y bajaba, furibundo.

Le escuchó balbucear un montón de mentiras.- Me da igual lo que digas. Eres sospechoso de dos muertes en el Pueblo de Paso. Así que mantén tu bocaza cerrada si no quieres hundirte más.

Entornó los ojos. Acababa de recibir una llamada mental de la Segunda.
Chasqueó la lengua y se dirigió a Heylel.- Te harás cargo de él día y noche hasta que pueda volver. Si se escapa, será culpa tuya y serás acusado de cómplice. Mañana estaré aquí de nuevo. Ahora tengo un asunto urgente que atender. Recueda: quiero que seas su sombra porque mañana este tío se va a las mazmorras de cabeza hasta que todo esto se solucione. Te dejo al mando. ¡Joder qué estrés!- Dijo dando una patada a una mesa justo antes de desaparecer para acudir a la llamada de su compañera.

*Desaparece*

FDR: demasiado tarde para seguir por mi parte. Ciao~

Vatra se apareció en cuanto pudo al lado del aether enfermo, le agarró con fuerza - esta vez con suficientemente firmeza como para que no se le escabullese- y después de una reverencia a Heylel y sin decir absolutamente nada, ambos desaparecieron.


*se van*

Ay...
Ya me encuentro mejor después de que mi última aparición pública me hubiese dejado por los suelos literalmente. Después de aquel mareo, estuve agotada durante varios días. Ahora ya me encuentro mejor. He asimilado las malas noticias y también las buenas: una chiquilla nueva. Qué ilusión. Ojalá venga pronto a verme.
A decir verdad es un tema que me preocupa. Yo... nunca he estado tan desprotegida como lo estoy ahora, lejos de mi hogar, sin casi sirvientas y con la salud delicada. ¡Ojalá esta mala racha pase ponto!

Después de visitar al médico por quinta vez hoy, creo que ya vuelvo a ser la Flavia de siempre. Por Mithos, que así sea: estar convaleciente no es para mi.

*se queda descansando en una silla fumando por el kiseru*