Pasillos

Edad : 31 Mensajes : 613

Asiento de nuevo, convencido. No me gusta quedarme muy quieto cuando no es necesario, pero sí que me gusta meditar de vez en cuando. "Profilaxis" es una palara algo complicada, aunque parece ser la que utilizan aquí para ese tipo de cosas.

—¿Y todo va bien? —Repito en parte sus palabras, acercando un poco más la cabeza y llevando una mano a su cara para levantarle el labio y mirar dentro, buscando algo que vaya mal. No parece haber nada.

A su pregunta repito el gesto de "grande".

—Nobu. Aquí decís "draggón" —Le digo. —Me persiguió un tiempo y luego se fue. Era de otro piscis. Ahora es enorme y me gusta —Le explico. —¿No lo viste? —.

Edad : 27 Mensajes : 1436

Asiento con él, permitiéndome una sonrisa. No es que todo vaya perfectamente, pero el pesimismo no me llevará a ninguna parte ahora, así que es mejor tirar para adelante y decir que sí, que todo va bien. Y...
¿Qué coño hace? Aparto un poco la cabeza, aunque acabo por abrir la boca, no sé bien por qué.

-No soy un caballo... -murmuro, estrechando los ojos-. Todo va bien, tranquilo-. Imaginaré que está preocupado. Eso lo hará un poco más tierno que si pienso que es un tío raro buscando caries.

Dragón.
Lo entiendo entonces, y me desinflo un poco. Asiento, algo ausente, bajando la vista un momento. Al siguiente lo vuelvo a mirar.

-Así que ese es Nobu... Sí que lo vi, desde un balcón -comento. Como para no haberlo visto-. Era el dragón de Silvanus, ¿no? El chico que vino con nosotros aquella vez, a Lumen-. Lo recuerdo, aunque parece que haya pasado una eternidad. Fuimos a buscar un amuleto a una casa enorme. Lo vi un par de veces después de aquello, no mucho más-. Es el chico que murió hace poco -le digo. No sé si lo sabe.

No me alegro de la muerte, aunque no fuéramos amigos. Solo me alegro de que Gerald no se subiese al carro, nada más. Y ni siquiera creo que se pueda decir que "me alegro".

Edad : 31 Mensajes : 613

Aparto la mano cuando se aparta con desagrado. Dice que no es un caballo, pero eso ya lo sé. Parece que no le gusta que haga algo como eso así que me limito a no repetirlo. Estar entre ellos me ha hecho tomarme más confianzas y tocar a la gente, pero parece que no siempre es adecuado.

Me limito a asentir conforme cuando repite que está bien.

Me pongo en pie, estirando el cuerpo después de la postura mantenida, mientras la escucho. Asiento otra vez.

—Sí, se fue con el chico cuando volví a Brontë —Le digo, indicando que lo recordaba. Cuando habíamos ido a Lumen me había parecido muy ruidoso, pero seguramente ahora podría conocerlo de otra forma. Cuando dice que he muerto la miro con interrogante. Voy a decir algo, pero recuerdo que no les gusta hablar de las muertes.

—Nobu estará solo —Acabo por decir después de una pausa, mirando hacia las ventanas. Vuelvo a mirarla.

—Si estás bien, Njorthrbiartr, voy a seguir el camino. Pronto cae el sol y necesito ver para buscar algunas cosas —Hago el gesto de despedida con la mano y luego sigo mi camino andando.

*se va*

Edad : 27 Mensajes : 1436

Recuerda a Silvanus, pero no parece que hayan trabado una amistad muy fuerte, tampoco. De todas formas, imagino que ya no hay que pensar en ello. Ahora no tendrá tiempo para hacerlo.

-Mucha suerte -le deseo, cuando se despide. Supongo que también va siendo hora de que me ponga en marcha. Podría entrenar un rato, o así. Es buena hora-. Buenas tardes. Ya nos veremos, eh.

A lo mejor solo se aburría conmigo. Entiendo que no puedo competir contra un dragón gigante. A los tíos siempre les pierden esas cosas. Son un poco imbéciles la mayor parte del tiempo.
Y hablando de eso, ¿dónde está Thor? Me levanto y me sacudo la ropa; miro a los lados. Tendré que buscarlo antes de nada, que ese aún se habrá metido en algún lío...

*se va*

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La pareja iba por los pasillos cargando con varios enseres de limpieza, seguida por un boro distraído que a ratos limpiaba algo de polvo. El muchacho dio un pequeño golpe a la chica con la cadera, y luego se adelantó algunos pasos, dedicándole una sonrisa divertida.

-Venga, no es tiempo para jugar–lo advirtió ella, aunque tenía una sonrisa cómplice-. Como uno de los líderes te vea hacer el vago tendrás que limpiar los establos.

El muchacho se dio la vuelta, relajado, y continuó caminando de espaldas varios pasos por delante de ella, tranquilo.

-Con lo ocupados que están no creo ni que tengan tiempo para esa clase de cosas. Apenas son cuatro-. Se le acercó, confidente, y acercó la boca a su oído-. Si me mandan a los establos haré que vengas conmigo para…

Ella no lo dejó acabar, aunque seguía sonriendo. Empujó su rostro con la izquierda, alejándolo un poco de ella, y negó un poco, sonriéndose.

-Ya han sustituido a la líder piscis –le dice, manteniendo el equilibro entre compostura y diversión-. El nuevo líder llegó ayer con su mujer y su hija.

-¿Ah, sí?-. El chico frunció el ceño-. ¿Cómo te enteras siempre de esas cosas?

-A Carla le mandaron ayer preparar un juego de cama y llevárselo –respondió ella, orgullosa de su información.

El chico sonrió de nuevo, deteniéndose ante ella, triunfal.

-Si quieres ver juegos de cama, yo…

Pero ella lo rebasó, sonriendo y negando, sin mirar atrás.

-Venga, Silas, que tenemos que acabar esto.

El muchacho hizo una mueca. No tardó en ponerse a la altura de la chica, con expresión de fastidio, aunque no muy bien lograda.

-¿Y qué sabemos de Lumen y de… Ignis? –preguntó, pronunciando la última palabra con un deje misterioso, como si algo fantasmal la envolviese.

-Yo nada –respondió ella, divertida-. A ver si viene alguna líder guapa y vas a enseñarle a ella tus juegos de cama.

-Como te oiga alguien…

-Venga, a trabajar.

FdR- Hoy y los próximos días se podrás escuchar por los pasillos que el líder piscis ha llegado, aunque aún no se haya presentado formalmente.

Edad : 32 Mensajes : 509

Llueve.
Parece que cuando me decido a hacer algo por fin el tiempo decide descargar todo el agua que tenía guardada del verano. Suspiro frustrado, dando una patada al aire y apartando la vista de las ventanas, como con asco.
Me meto las manos en los bolsillos y sigo caminando. Al menos así no me quedo como una piedra en un rincón.

*pasea*

Edad : 30 Mensajes : 1315

Las gotas seguían cayendo con fuerza, pero aquel día Ayne no llevaba a Julia para enseñárselas. Iba ella sola, en persecución de un boro que había encontrado pululando por los pasillos en busca de un poco de polvo que comer.

De todas formas, no tardó en encontrar algo mucho más interesante que el pequeño boro. Unas alas blancas y grandes que le tapaban la vista del pasillo. Ayne miró arriba, pero se encontró con que no eran las alas de la chica bonita. La chica bonita no estaba por ninguna parte, y de eso hacía ya mucho tiempo.

Aún así, eran alas tentadoras. Tratando de ser sigilosa, avanzó a hurtadillas hacia ellas y rozó una pluma con el dedo, recorriéndola.

Edad : 32 Mensajes : 509

Del roce en el ala surge un escalofrío que me recorre las alas hasta alcanzar la espalda y sube por la nuca hasta la coronilla. En un reflejo las pliego más hacia mí y me giro sobresaltado.
Parpadeo, perplejo por un instante, y bajo la vista para encontrarme con una chica de pelo negro. Cuando reacciono por fin me enderezo un poco y me aclaro la garganta intentando serenar el gesto.

-N-no te oí acercarte. -Comento con una sonrisa algo forzada, controlando la respiración. Me doy cuenta entonces de que aún tengo los brazos como en guardia, y los coloco rápidamente a los lados del cuerpo, algo rígido aún por el susto. -Creo que no nos conocemos, -añado a la desesperada. -Soy Adain Stoke. -Y acabo con una ligera reverencia con un brazo cruzado sobre la cintura. Mantengo las alas tensas aún por el susto.

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El respingo, la reacción en general, provocaron en Ayne una sonrisa divertida. Era un chico de pelo blanco, como el mudito, pero, por lo demás, no se parecía en nada a él. Cuando se presentó, ella asintió, con ojos muy abiertos, dando muestras de estar dedicándole toda su atención.

-¡Tienes plumas en la cabeza! -señaló entonces, emocionada-. ¿Me das una? Es que tuyas no tengo ninguna, y así nunca voy a tener un tesoro más grande. Si no está bien una de esas -. Añadió, señalando el ala con el índice-. Esas son muy grandes, irán genial para el tesoro. Y necesito otra para Julia. Son casi casi como su cara, blancas y suaves, así que le gustará.

Mientras el dedo señalaba aquí y allá, mientras ella observaba las posibilidades sin decidirse, Ayne mantenía la vista fija en el chico como un depredador en su presa. Como si con ello lo fuera a mantener inmóvil. Y, por su puesto, una sonrisa emocionada le bailaba en los labios.

Edad : 32 Mensajes : 509

Durante un momento pierdo el sentido de la orientación. Y del tiempo. Solo puedo mirar a la chica que habla y me pide ¿plumas? Sería eso lo que quería...
La observo atentamente sin poder dejar de mirarla. Tiene los ojos clavados en mí. Abro la boca para decir algo pero entonces un fragmento de información parece sobresalir teniendo más sentido que los otros.

-¿Quieres decir Julia la niña pequeña? ¿La bebé? -No sabía por qué sabía que iba a querer una de mis plumas pero al menos tenía una forma de saber de dónde había salido...No me ha dicho su nombre, para una vez que me presento cuando toca...

No es que me moleste que hablen bien de mí o... de una parte extremadamente concreta de mí... pero es lo de recolectar partes de gente y llamarlas tesoro lo que me suena un poco peor. A lo mejor no he entendido bien.

-¿A qué te refieres con eso del tesoro?

Edad : 30 Mensajes : 1315

Ayne parpadeó un par de veces, permaneciendo inmóvil de pronto. Entonces se llevó el dedo que señalaba a los labios y los repasó un par de veces, con aire ausente. De pronto, pareció volver en sí.

-Claro -respondió, con un tono que indicaba que el aether había dicho una absoluta obviedad.

La siguiente pregunta le gustó a Ayne, y no tuvo el menor reparo en demostrarlo. Se echó de rodillas al suelo y comenzó a hurgar en sus bolsillos. Y, de pronto, fue como si tuvieran alguna especie de doble fondo, o triple o cuádruple. En cualquiera de los casos, pronto quedó expuesta sobre el suelo toda una colección de plumas, piedras, cintas, mechones de pelo y otros tantos objetos absurdos.

-El tesoro -presentó Ayne con orgullo.

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Correspondí los parpadeos de la chica casi por inercia, observándola perplejo.

-Esto... Yo la conocí hace unos días. Estaba con su padre. ¿De qué la conoces? -No parecía que fuera a sacarle mucha información pero no perdía nada por intentarlo.

Su reacción me sorprendió aún más, si era posible, y di un paso hacia atrás para verla mejor. Ya era bastante pequeña sin estar de rodillas.
Mi curiosidad fue en aumento cuando el numero de bolsillos pareció aumentar y llegué a ponerme de cuclillas cuando empezó a colocar los distintos objetos. No era nada especialmente valioso pero no pensaba juzgarlo. Sólo me parecía un poco...extraño.

-Vaya...Así que este es tu tesoro. Son muchas cosas. -Me pasé una mano por la nuca. ¿Qué se decía en estas situaciones? ¿"Muy bonito"?. -Así que para esto quieres una de mis plumas...

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Los ojos de Ayne se iluminaron con ilusión, y llegó incluso a dar un saltito y soltar un pequeño grito emocionado.

-¡Con el chiquillo! -exclamó, con la voz teñida de ternura. Entonces carraspeó, abrió las piernas para tener un mayor apoyo, puso los brazos en jarras y se inclinó ligeramente hacia adelante-. ¡Son míos! ¡Los dos!

Asintió un par de veces para sí, convencida.

Se dedicó a recolocar su tesoro una y otra vez, minuciosa y detallista. Las palabras del aether hicieron que hinchase el pecho con orgullo.

-O dos -sugirió ella, sutilmente.

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Bueno, al menos parecía que estaba centrando un poco personas que conociera a su alrededor pero aun así...

-Sí, con Zacharyas. -Contesté, tanteando. -¿Tuyos? Quieres decir que...¿sois familia o algo así? -Por más que la miraba no veía mayor parecido a parte de tal vez el pelo negro y de...tener una peculiar forma de ser.

Levanté las cejas y, aclarándome la garganta, me puse de pie mientras ella recogía su tesoro. No dejaba de parecerme un poco raro pero en el fondo no me costaba nada darle un pelo. Jugueteé con los dedos en el pelo, en la zona de la nuca, y cuando enrollé uno al rededor de un pelo tiré con firmeza, sacándolo de raíz. Hice un pequeño ruido con la garganta por el tirón pero al menos dolía menos que en las alas. Lo observé un instante. La verdad es que visto bien era más una pluma muy fina y flexible, con pequeños filamentos suaves que lo rodeaban. Y que lo hacen casi imposible de peinar..., pensé, juzgando al pelo que tenía entre los dedos.

-Ten. -Dije alcanzándoselo con cuidado a la chica. -¿Es lo que querías, no? No me cuesta nada, aunque reconozco que es una petición extraña.

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La pequeña parvus mostró una sonrisa emocionada, que casi podía calificarse también de tímida. Asintió con suavidad y enumeró con los dedos.

-Mira, mira: el chiquillo es el papá, Julia es el bebé, y yo soy la mamá -lo miró, triunfal-. Familia.

Ayne observó cómo se quitaba el pelo y se levantó también para recibirlo, encantada. No tardó en acuclillarse de nuevo y miró sus tesoros, evaluándolos. Al final, le escogió un hueco en la exposición y lo depositó allí con todo cuidado.

-Pero es para el tesoro -respondió a su comentario, afanada en su colección.

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Abrí los ojos ante la noticia. La verdad es que todo tenía a la vez más y menos sentido. Desde luego iban a ser unos padres peculiares.

-Oh. Encantado de conocerte. -Dije volviendo a hacer una pequeña reverencia y sonriendo. -Ya conozco a toda la familia entonces. Aunque...la verdad es que aún no sé tu nombre.

Poco a poco había ido sacando información así que había que intentarlo.
No sé qué más decir acerca de su extraña colección de pelos y plumas, a la que ahora añade una mía, pero la verdad es que es interesante verla tan emocionada.

-¿Llevas mucho tiempo...atesorando?

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Ayne rió, divertida.

-¡Claro! -confirmó, mirándolo con sus ojos de gato-. ¡Es que no te lo he dicho!

Atesorando. Era una palabra que Ayne no escuchaba a menudo, pero decidió en aquel momento que le gustaba. Sonaba bien. Ayne atesoraba mucho, y por eso tenía una colección tan grande de tesoros. Los reorganizó, pensativa, mientras asentía con la cabeza. Al final, empezó a recoger.

-Mucho, mucho -corroboró-. Años. Muchos años. No sé cuántos, pero muchos. Muchos, ¿eh?

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-Eso me temo. -Añadí aún sonriente.

No parecía ser fácil sacarle información, porque palabras sí que decía, muchas. No sabía bien si lo hacía para evitar decir cosas que no quería o si simplemente era así.

-¿Y llevas siempre el tesoro encima? Supongo que será solo una parte. -De alguna forma me sentía como hablando con un niño. No es que la tratase así o que ella reaccionara de forma especialmente infantil pero era como cuando los niños aún no saben muy bien seguir una conversación en un orden lógico.
No acababa de decidir si me molestaba o no pero tampoco parecía especialmente problemático. Salvo que no sabes cómo llamarla... "Chica parvus" no quedaría muy educado.

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-Sí -coincidió Ayne.

Ayne continuó recogiendo, al tiempo que empezaba a tararear para sí. Parecía tener muy claro dónde guardar cada cosa, como si todo aquel conjunto de objetos absurdos estuvieran meticulosamente etiquetados en su cabeza. O al menos, así lo hacían ver los gestos con los que se movía.

-Me gusta llevarlo -respondió-. Tanto como puedo. Sobre todo aquí, porque a los gigantes de aquí les gusta mucho verlo. Es normal, porque es bonito, ¿a que sí? Pero es mío, así que no me lo cojas.

Cuando terminó de recoger, Ayne se levantó y lo miró, satisfecha.

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Mantuve la sonrisa aunque por dentro gritaba.
¿Se estaba riendo de mí? Bueno, tampoco me costaría enterarme de su nombre pero aun así...
"Los gigantes". Río para mis adentros. Supongo que es todo cuestión de quién lo mire.

-Si, es bastante curioso. -Me pasé una mano por la nuca, no sabía si definirlo como bonito. -¿Y le pides pelo o así a todo el mundo que te encuentras o tienes un...método de selección?

Era probablemente el hobbie más raro que había visto pero aun así me daba curiosidad. Aunque no sabía qué más podía encontrarme indagando en la joven.

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Ayne negó con decisión. Un tesoro no era cualquier cosa. Él mismo había podido comprobarlo viendo lo preciosa que era su colección.

-Solo si tienen cosas bonitas -explicó-. O si son importantes. Aunque las cosas importantes también son bonitas, claro. Los tesoros son tesoros, no cualquier cosa que uno encuentre por ahí. Hay que saber.

Se cruzó de brazos y asintió con fuerza, seria y solemne. Luego sonrió de nuevo.

-Así que si encuentras cosas bonitas me lo tienes que decir. Tienen que estar con mis tesoros.

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Sonreí de medio lado casi con inercia, pasándome una mano por la cabeza, sintiendo el pelo. "Sólo cosas bonitas", bueno, me lo tomaré como un cumplido. Carraspeé y me recompuse un poco, irguiéndome.

-Me alaga entonces que mi pelo merezca un puesto en tu colección.-Aunque todo eso fuera algo raro me sentía así. -El día que me corte el pelo te guardaré un mechón si quieres. -Contesté riendo.

Pensé en lo que dijo. ¿Cosas bonitas? Implicaba ponerse mucho en su situación porque ¿qué era bonito? Mi pelo, plumas, pelo de otra gente... No sabía muy bien cómo unir esos conceptos.
Bueno, más allá de lo obvio...

-Tendré los ojos bien abiertos...¿Hay...algo que me pueda facilitar saber si merece estar entre tus tesoros? A parte de ser "bonitos", quiero decir... -Mi pelo no daba muchos datos. No creo que la característica que uniera a esas cosas fuera ser "blanco" o "difícil de peinar".... Pero bonito si... Tanto por dentro como por fuera mantenía una sonrisa algo tonta, más disimulada en el exterior.

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Ayne mostró una enorme sonrisa, encantada.

-¡Sí! -exclamó-. Es que es de plumas. Hay que enseñárselo a Julia.

Ladeó la cabeza cuando Adain preguntó. Entonces se agachó y se llevó un dedo a los labios, repasándoselos, pesativa.

-Pero los has visto. Ya los conoces. Son bonitos, son importantes... Son regalos -se irguió de nuevo y lo miró fijamente-. Me gustan los regalos.

¿Cómo no le iban a gustar?

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Bueno, eso hace todo menos especial... En cualquier caso me lo había pedido, algo era algo.

-Cuando quieras. Ya parecieron llamarle la atención mis alas cuando la conocí...

Me parecía tan curiosa su forma de ser...Verlos juntos, padre y madre, tenía que ser un espectáculo. La niña no se va a aburrir, eso sí...

Levantó las cejas. Era algo más que cosas con una determinada característica.

-Bueno, si es así, te guardaré una de mis plumas cuando se caiga. De las grandes, de las de abajo del todo. -Acerqué un ala y señalé. -Podría arrancármela pero...Duele bastante, ¿sabes? Están más agarradas que las de la cabeza, y mucho más que un pelo normal.- Además tarda en salir y llevaría el ala desarreglada. Podría darle una de las superiores, más pequeñas eso sí, pero igualmente me la tendría que arrancar y prefería evitarlo. No era un dolor especialmente insoportable pero sí que duraba, sobre todo en plumas más importantes. Si me las acicalase tanto podría encontrar alguna suelta...

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Ayne mostró los dientes al sonreír, mirando las plumas con ojos brillantes, casi con codicia. Tratando de que no se le notase, alzó la vista para mirar al chico de las alas bonitas.

-Una chica me dio muchas plumas una vez -explicó-. Y me gustan. Las tuyas también. Cuando tengas alguna, me la das.

Correteó en torno a él, para ponerse a su espalda. Con expresión respetuosa pero gesto rápido, echó la mano sobre la parte baja del ala y la pasó en una rápida caricia. Dio un respingo y saltó un par de veces hacia atrás, con gestos nerviosos.

-Me voy a ver a Julia -anunció-. Tiene que ver tu pluma. Y luego más.

Y, sin más dilación, echó a correr a toda velocidad por el pasillo.

*Se va*

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