Pasillos

Voy delante. Me siento algo tensa, aunque al mismo tiempo mi cuerpo está laxo por el alcohol y por lo que he fumado. No me puedo creer que haya fumado. Un par de pasos a mi espalda camina Alehyss, callada, y tan sigilosa que casi me hace sentir peligro. Aunque creo que no exactamente de muerte.

Habla de pronto y me detengo en seco. Una parte de mí esperaba que llegásemos a las habitaciones en silencio, que no dijese nada, que cada una se metiese en su cama y que no tuviese que decir nada al respecto. Como si no hubiese pasado nada. Como si hubiésemos acordado tácitamente que no había sucedido aquella propuesta. O quizás hubiese acabado asumiendo que no era una propuesta real, que era una de mis sospechas.

Me detengo en seco, sin mirarla. Aquí dentro hace más calor, por la falta de ventilación. O quizás porque su pregunta no me deja escapatoria.

Esbozo una sonrisa suave. Me vuelvo lentamente y la miro. Directamente a los ojos.

-Alehyss -pronuncio, paladeando la palabra. Me recuerda a un siseo, o al sonido que haría un felino amenazante. Supongo que eso es lo que más parece: felina, peligrosa-. Soy Anna. Mi nombre no es costurera. Me llamo Marianna Hélix-. Una chispa recorre mi cara, saltando de la mejilla a la sien. Estoy nerviosa, llevo en tensión toda la noche. Los ojos también parpadean levemente, en destellos algo tensos-. La verdad es que no soporto que me llaméis de esa forma. Yo también soy una guerrera.

Aunque a veces yo no me lo crea. Aunque hable de ello con Kyoti en el comedor porque me preocupa. Pero esa duda debería ser solamente algo mío.

Noto la boca seca. Sabía que era una consecuencia de fumar, pero la verdad es que nunca había pasado por eso de esta forma. Es diferente al simple hecho de tener sed.

Abandono la idea al momento, cuando se disculpa. Una chispa más pequeña salta en mi espalda. La noto bajo la ropa. Es como un calambre, pero al ser mío no se llega a hacer desagradable.

-Eso es porque prefiero Anna y siempre me presento de esa forma.

Marianna no me gusta, realmente. Pero es mi nombre. Y por poco que me guste, sigue siendo mi nombre. Costurera no es mi nombre. Puedo aceptar que se refieran a mí de esa forma, pero no puedo aceptar que solo se refieran a mí de esa forma. Sé que no es algo que pase, pero por algún motivo deseo que le quede absolutamente claro. A fin de cuentas, he cambiado desde que se fue. No quiero que piense que no lo he hecho. Me he esforzado mucho por llegar a donde estoy, y creo que un mínimo de reconocimiento es de agradecer.

-¿Por qué me has hecho una propuesta como esa?

Soy consciente de que el tono me flaquea un poco. Nunca he sido una persona que se imponga con facilidad, y aunque el licor ayude, sigo siendo yo. Pero trato de mirarla, de mantenerme estoica, o lo más posible. De no quebrar la sonrisa suave ni el tono correcto.

Pero una chispa salta de una mano a la otra.

Me ruborizo ligeramente. Cuando avanza, inconscientemente siento que me pego un poco a la pared. Por mucho que una parte de mí quiera darse a respetar, su forma de moverse, y sobre todo esa mirada, me ponen nerviosa. Siento que me acecha. Y, teniendo en cuenta lo que dice, diría que no es un sentimiento surgido de la nada.

Curiosidad. No es que me parezca un motivo inadecuado. Es más, en cierto modo me tensa un poco más. Consigo controlar la electricitad esta vez, pero la sonrisa ha perdido un poco de fuerza. Noto la cabeza liviana, y un cosquilleo recorrerme el cuerpo entero.

Supuse que cualquier tipo de curiosidad se habría desvanecido en el momento en el que la confronté.

-Creo que nunca me has respetado... -digo, con el tono algo más inseguro, sin apartar la vista de ella. Es la sensación que he tenido siempre en su actitud. ¿Y ahora siente curiosidad?

La tensión me hace sentir que va a saltar sobre mí y cortarme la garganta. Aunque ni siquiera veo que lleve algún arma.

Retrocedo más cuando avanza, pero no tardo en tener la pared a mi espalda. Inspiro por la nariz silenciosamente, tratando de armarme de aire, de fuerza. La forma en la que se mueve resulta hipnótica. Me cuesta bastante esfuerzo mantener la cabeza concentrada en la situación, y a veces simplemente sigo movimientos ínfimos que realiza, hasta que vuelvo a la realidad de nuevo.

No sé si el hecho de que reconozca que no me ha respetado me sienta bien o no. A fin de cuentas, yo he sido la que ha sacado el tema.

Presiono la pared con las yemas de los dedos, como esperando a que la piedra se aparte y me deje espacio para seguir retrocediendo. Pero solo me encuentro con la sensación fría y rugosa y la sombra de Alehyss sobre mí.

-No tienes derecho a exigir nada a los demás. No de base. No... No lo creo, al menos...

Aunque lleve tiempo aquí, más que yo. No es una líder. No es mi jefa. Ni siquiera es mi amiga. Y no hemos ido juntas de misión. Yo nunca he hecho nada que la haya entorpecido. Como mucho, no me he esforzado tanto como ella. O quizás no tengo su talento. Pero jamás he buscado perjudicar a nadie. De hecho, creo sinceramente que me esfuerzo.

Aprieto un poco los labios. Su tono no es exactamente acusador, pero lo que dice es arrogante. Es como si asumiese que el resto no se esfuerza porque no hacen lo mismo que ella. Y no puedo evitar sentir que yo soy parte de ese "resto" de personas. Y que no confía en mí, que no pondría su vida en mis manos. Y lo peor es que yo tampoco lo hago. No puedo asegurarle que se equivoque. Que daría la talla en un momento como ese.

Por primera vez desde que ha empezado esto, bajo la vista un momento, al dudar, al flaquear un poco más. Cuando recupero sus ojos, la noto algo más cerca. Me siento acorralada, pero incapaz de moverme. Me pesan los ojos, pero la cabeza quiere írseme volando y tengo que sujetarla a mi cuerpo. Incluso siento que cuando indica que yo soy agradable, o más que ella, no puedo evitar pensar que es una forma retorcida de despreciar una cualidad que yo considero positiva.

-La gente puede ser eficaz sin necesidad de ser desagradable. Y también al revés. Creo que eres prejuiciosa-. Trato de recuperar la compostura. Está tan cerca ya que empieza a ser difícil. Siento ciertos deseos de escurrirme y de escapar, pero me mantengo inmóvil-. Realmente, casi diría que te esfuerzas por ser algo despectiva.

Quizás me he equivocado y la haya leído mal. No es que haya conocido a muchas personas como ella en mi vida. Aunque juraría que en los otros casos, o al menos en casi todos ellos, me quedó patente que el deseo por ser desagradable era consciente. Incluso ahora, esa sonrisa suya, hace que crea que, si bien sus palabras pueden llegar a ser ciertas, ahora sí está siendo desagradable a propósito.

O quizás desagradable no es la palabra.

No sé cuál es la palabra.

Su mano junto a mi rostro me hace tensarme aún más. Como su mirada. Como ese tono que utiliza. Como sus palabras, o esa seguridad con la que se mueve y habla, llena de razón. Incluso cuando me da la razón, cuando admite cosas, resulta... intimidante. Tanto que noto las pulsaciones aceleradas, y que la niebla de mi cabeza se ha despejado un poco para permitirme reaccionar mejor a lo que está sucediendo. Pero aún así mis pensamientos quieren evaporarse y perder el hilo. Alguna chispa más recorre mi cuerpo. Son más pequeñas, pero cada vez más habituales.

Evito un poco su mirada, que resulta ya demasiado penetrante para que pueda sostenerla. A ratos, de reojo, encuentro sus ojos, que siguen clavados en mí como si fuese a acabar conmigo de un momento a otro. Noto que se me han deslizado las gafas ligeramente, hacia la punta de la nariz, pero esa sensación de tensión me impide moverme para ponerlas en su sitio.

Niego con suavidad.

-No pretendía ofenderte...-. Trago saliva y, con un esfuerzo sobrehumano, la miro de nuevo-. Cuando te miré fue porque eres... atractiva. Pero, sobre todo, porque no estoy acostumbrada a beber. Normalmente no hubiese pasado. Y no sé cómo responder a tu propuesta-. Ni siquiera sé si viene al caso sacar el tema a estas alturas-. Resultas... absolutamente intimidante.

No ahora, simplemente. Desde el primer momento. Intimidante, distante e inaccesible. O esa era la idea.

Sigo el viaje de su mano por el rabillo del ojo, y cuando su piel me roza noto que la mía se eriza. Contengo el aliento. Pero una vez me ha subido las gafas, se aparta. Y anuncia que se va. Aunque antes deja una propuesta que llega a mi cerebro apagada, lejana, irreal.

Trago saliva.

No consigo hablar hasta que ya se está alejando. Y es cuando me doy cuenta de que llevo varios segundos conteniendo la respiración.

-B... Buenas noches -le respondo.

Y me quedo sola en el pasillo, aún pegada a la pared. Asimilando. Termino por alzar la cabeza para mirar al techo, llevarme una mano a la cara y cerrar los ojos. ¿Qué acaba de pasar? ¿Qué acabo de decirle a Alehyss Lester? ¿Y qué me ha dicho ella a mí? Solo de pensarlo, me ruborizo hasta las orejas. ¿Qué ha estado a punto de pasar? ¿Y por qué no ha pasado? He sentido como si fuese a devorarme en mitad del pasillo. Ahora mismo el pulso me va a toda velocidad.

Dejo ir un quejido que me sirve para liberar un poco de la tensión que ocupa mi cuerpo. Finalmente abro los ojos y fijo la mirada en el techo, entre los dedos. Creo que hasta me tiemblan un poco las piernas. Pero ya no hay chispas.

Finalmente me recompongo lo justo, apartándome de la pared e inspirando hondo. No sé si este desenlace me alivia o me hace sentir más nerviosa que antes. Pero tengo el cerebro tan sobrecargado que creo que no podré responder hasta mañana a esa pregunta.

Vaya noche más extraña.