Habitación del pasillo

Parece que he calculado bien los tiempo, con lo que pronto ambos estamos dispuestos a dar nuestros últimos momentos de forma acelerada y más pasional, pegándonos como si temiéramos que alguno se separase demasiado. Noto la fuerza de sus piernas y de su interior aferrándome y suelto una especie de grito áspero, gustoso de sentir mayor presión mientras continúo rozándome en cada embiste.

Siento como ella empieza a convulsionar llegado a un momento, puedo notar que está cercar del momento. Su respiración, sus gestos, su forma de moverse. Le ofrezco mi carne para que la muerda con violencia si es necesario y me pierdo entre sus pechos sin dejar de moverme.
Ella se aprieta contra mí entonces, deteniéndose casi en seco y tal gesto y su explicación me producen una oleada de excitación que me hacen tensarme en mis últimos momentos.

Llega, por fin y, tras los últimos movimientos, una última tensión instantánea que aprieta mis genitales contra mi cuerpo. Suelto un jadeo cuando, pegado a ella como si quisiera atravesarla, siento el disparo principal que me hace soltar un fuerte jadeo. Me muevo apenas, mientras me recreo en ese punto delicado y cumbre, dejando caer la cabeza y luego el cuerpo. La placidez me invade completamente.

Voy dejando caer el cuerpo hasta quedar apoyado sobre ella, con la cara en sus pechos, recuperando la respiración y sintiendo como entre mis piernas también se va perdiendo la rigidez. Levanto la cadera para separarme de ella y la dejo caer una vez acomodado, sin querer separarme hasta poder disfrutar de estos segundos de calma y disfrute. Paso la lengua por la copa de uno de sus pechos, aprovechando los últimos momentos y cierro los ojos tomando aire profundamente. Esto sienta de muerte.

Acabo por levantarme al fin y apartarme de ella, colocándome los pantalones y quedando sentado en el sofá de nuevo. Me sentaría de lujo una cerveza.

Me doy un tiempo para relajarme a mi antojo, sin prisas. El silencio es maravilloso, aunque sería perfecto si ella ya se hubiera ido. No es que me resulte desagradable, pero hay momentos en la vida en la que uno está mucho más a gusto solo. Disfrutando de su paz y su confort.

Cuando habla siento su voz como una incomodidad innecesaria, pero así también me espabila para irme a la ducha. Abro del todo los ojos y doy con las manos sobre mis muslos asntes de levantarme.

—Sí, yo me largo —Afirmo, relajado y desairado. Estiro los brazos y noto la boca algo pastosa. —Ya nos veremos. Mejor cuando estés estresada —Le guiño un ojo, más descarado que juguetón y recojo mi arma de cerca de la puerta para marcharme con paso ligero.

Una ducha, una cerveza fresca y a dormir como un gatito. Echo el cuello hacia atrás mientras camino por el pasillo. Me he desquitado a gusto.
Escucho como la puerta se cierra una vez tuerzo en el pasillo, síntoma de que ella también se marcha. Siento gran alivio al sentirme liberado y solo.

Dejo que mi aroma inconfundible, mi perfume dulzón, floral, denso, llene la habitación primero, anunciándole mi llegada, antes de aparecer yo misma, magnánima, con una sonrisa radiante, contenta, casi burlona de alguna forma. Y no es para menos. Al fin ha cesado la lluvia y eso, además de ponerme de un humor excelente, hace las cosas mucho más interesantes. Lo serán, a partir de ahora. No sé para vosotros, pequeños guerreros, pero sí para mí.

-Mal momento eliges para caer en esa dolencia -comento, ladina, ladeando ligeramente el rostro, con cierta picardía, a modo de inofensiva burla-. Buenas noches, Lyam.

Me acerco al ventanal yo misma, observando la noche, plácida y agradable. Hoy haré un poco de tiempo de mis asuntos solo para disfrutar del aire fresco. Tanto mal tiempo y tantos malos recuerdos habían comenzado a cansarme.