Comedor

Dos pinches entraron corriendo en el comedor de pronto. Uno de ellos estaba muy despeinado y llevaba el gorro mal puesto.
Pinche 1:

- ¡¿Cómo has podido dormirte?!

Pinche 2:

- ¡Métete en sus asuntos! ¿Quién insistió en ir a ver aquello por la noche?

Pinche 1:

- Es que durante el día no tiene gracia. Lo divertido es que sea escalofriante; que te ponga los pelos de punta.


Ambos jóvenes atravesaron el comedor dando gritos y se metieron por una pequeña puerta que había al fondo. Entonces, tras una breve pausa, el despeinado entró de nuevo, se colocó bien el gorro y se quedó mirando a la joven Chrysos.

Dos jóvenes entraron en el comedor dando gritos mientras yo, silenciosa, los inspeccionaba críticamente. Sin fijarse en mi presencia, pasaron de largo y salieron por una puerta que, supuse, daba a la cocina. Sin embargo, pasaron pocos segundos antes de que uno de ellos regresase y me mirase.

Le devuelvo la mirada, seria.

Pinche 2:

Era una Chrysos, como yo, pero no del servicio. Parecía que estuviera esperando a que un plato de comida apareciese ante ella.

- Disculpe... ¿Puedo ayudarla?

Me alisé los pliegues del delantal, me recoloqué el gorro y me acerqué a ella.

- ¿Es usted una de las que ha acudido a oír la llamada? ¿Quiere comer algo?

El joven se acerca a mí y comienza a hacerme preguntas.

- Acabo de llegar -sentencio-. No creo que importe el motivo. Pero sí, si te interesa. Ha acudido a la llamada a formar parte de lo que quiera que sea esto.

Lo inspecciono de arriba abajo.

- Quería comer, pero no sé cómo funciona -. Alzo una ceja-. No me parece correcto llegar dando órdenes en un lugar que no me pertenece.

Pinche 2:

Sonreí.

- SI ha venido llamada por los jefes, estamos a su servicio, no se preocupe. Puede pedir lo que quiera; nos encargaremos de ello.

Hice una leve reverencia.

- Voy a traerle algo de comida, entonces.

Fui hasta la cocina y cacharreé un rato, volviendo poco después con varias fuentes llenas de pan, bollos y fruta, que dejé en su mesa. Luego puse una taza de chocolate caliente ante la Chrysos.

- ¿Está bien así? Puede pedir lo que quiera, en serio.

Me sorprende en sobremanera la disposición del pinche. En un abrir y cerrar de ojos la mesa está llena de tanta comida que podría comer un regimiento.

"Algo de comida, ¿eh?"

Lo miro de nuevo y esbozo una sonrisa.

- Así es más que suficiente, gracias. De hecho... Es demasiado.

Pinche 1:

Sonreí.

- Me alegro de que todo sea de su agrado. Ahora, se me disculpa, me voy a seguir con mi trabajo. LLego tarde.

Hice una nueva y pronunciada reverencia y regresé a la cocina, dedicando una última sonrisa a la Chrysos antes de salir.

*se va*

El joven se va y yo me quedo sola con ingentes cantidades de comida.

Me tomo el chocolate y tomo un trozo de pan con mantequilla. Luego, cuando he terminado, lo dejo la mesa, suponiendo que alguien lo recogerá, aunque no me agrada dejar las cosas por ahí, y cojo una naranja que me guardo.

Ya va siendo hora de ponerse en marcha.

Abandono el comedor.

*se va*

Entré en el comedor para encontrarlo, una vez más, vacío. Ni un miembro del servicio siquiera para pedir un bocadillo que llevarme al Lago, y menos aún comida sobre las mesas, que a fin de cuentas era lo que había ido a buscar, no compañía. Me sentía en un Palacio fantasma. Menudo aburrimiento. Pero como no tenía nada que hacer, y el Lago iba a seguir allí, decidí esperar un poco a ver si veía aparecer a alguien. Si no había suerte, ya encontraría algo que llevarme a la boca en el Bosque o en el Lago.

*Se queda*

Un pinche rubio y delgado salió de la cocina apresurado y corrió hacia Massen. Se podía notar que había notado que llevaba allí un rato por la enorme reverencia que le hizo nada más ponerse frente a ella.

Pinche:

- ¡Disculpe la tardanza, señorita! -chilló el joven con su aguda voz-. Hemos tenido un problemilla en la cocina, pero ya está todo controlado.

Pese a todo, podía escucharse mucho barullo viniendo de la habitación adyacente,además de verse ocasionales chimeneas de humo blanco.

El joven se secó el sudor de la frente con la manga.

- ¿Qué...? ¿Qué desea tomar, señorita?

Un pinche apareció al cabo de un rato. Parecía apurado, pero como todos, tremendamente servicial, casi hasta resultar incómodo.

No tenía ni idea de qué habría pasado en la cocina, pero tanto jaleo y humo no inspiraban precisamente confianza. Intentando no causar más problemas con los fogones, decidí pedir algo que no requiriera ser cocinado.

- Quería llevarme un par de bocadillos, o algo así -le pedí-. Voy a pasar el día fuera del Palacio, y me gustaría contar con algo que comer, porque no sé a qué hora voy a volver. Pero mejor si puede ser... -dirigí una mirada a la puerta de la cocina, intentando hacerme una idea del incidente-. Algo frío. Embutido, o algo por el estilo.

Realmente no tenía ni idea de qué pedirle para comer.

Dos pinches salieron corriendo de la cocina y del comedor mientras Massen hablaba, dificultándole el concentrarse en el que tenía delante.

Pinche:

- Cla... Claro, señorita. Ahora mismo se lo preparo.

El joven se volvió hacia la cocina, de la cual empezaba a salir un humo cada vez más oscuro, sin mucha convicción. Los dos pinches de antes regresaron corriendo con dos cubos con agua en cada mano y entraron en la cocina a toda prisa.

- ... Ahora... Mismo...

El joven que atendía a la piscis hizo de tripas corazón y entró en la cocina, de la cual seguía saliendo humo y se escuchaban cada vez más improperios y toses. Salió un par de minutos después, portando una bandeja con más de diez bocadillos que dejó ante la niña. Estaba pálido y tenía la cara tiznada de hollín.

- Aquí tiene... -dijo algo desvaído-. Que lo disfrute, señorita...

Hizo una leve reverencia, atontado, y regresó a la cocina de nuevo, perdiéndose tras la cortina de humo gris.

*se va*

Aquella gente empezaba a darme miedo. ¿Qué habría pasado?

Sin embargo, decidí que, teniendo en cuenta su devoción hacia su trabajo, intentar ayudar me convertiría en un estorbo, pues intentarían dedicarme su atención en lugar de solucionar el problema. Prueba de ello eran los diez bocadillos que tenía ante mí.

No podía llevármelos todos, pero cogí la mitad, intentando no hacer el feo, aunque estaba segura de que era imposible que me los comiera todos. Eran enormes. Cuando los hube guardado, abandoné el comedor en dirección al Hall, animada ante la perspectiva de volver al Lago.

*Se va*

Llegué al comedor, que había encontrado también abriendo y cerrando puertas al azar, tras unos minutos, con el pelo ya seco.

Miré a mi alrededor. Nadie.
Además, un humo sospechoso salía de otra puerta.

Pronto mi atención se enfocó en otra cosa.

- ¡Bocadillos!

Eran cinco. Sonreí, los cogí y me fui.

*se va*

Voy al comedor para cernar algo ya que llevo todo el día sin apenas probar bocado. La verdad es que le vuela a uno el tiempo cuando entrena y escribe y más cuando hay tanta extensión de tierra por ver.

Entro y, al no encontrar a nadie, me dirijo a la cocina para prepararme algo. Entonces veo que allí hay unas cuantas personas y me disculpor por molestar. Me gustaría hacerme la comida solo pero sus quejas parece que no me dejan opción...

Me siento en una mesa y espero la carne con patatas que he pedido junto con algo de agua. Me tomo mi tiempo, si hay algo que me encanta es vivir cada momento con calma.

Cuando acabo de cenar dejo los cubiertos y el vaso dentro del plato y me alejo del lugar.

*se va*

Menos mal que llevaba unos días allí y recordaba el camino, sino que mal habría quedado.

Me acerco a las puertas y empujo una hoja para abrir y entrar.

-Bueno, no ha tenido pérdida -.Comento alegremente enseñándole el lugar. -Creo que si te sientas y esperas un rato te servirán enseguida -. Le indico señalando a los del servicio. -Buen provecho, te dejo tranquila. Nos vemos -. No me gustaba agobiar a la gente cuando estaba a sus cosas y bastante se habría aochornado ya la pobre confesando que estaba perdida. Además, debía escribir mis cartitas. Me despido con una mano y abandono el lugar.

*se va*

Entré en el comedor y me senté a esperar a alguien. Uno del servicio vino pronto y me preguntó qué quería, a lo que respondí pidiendo un par de bocadillos como los que me encontré el otro día.

Esperé a que regresase, di las gracias, saludé a la desconocida que había sentada y me fue.

*se va*

Hacía bastante que había terminado de comer. Heylel, el Aether que me había acompañado, me había dejado sola en el comedor. Tras agradecerle que me acompañase, había entrado en el comedor. Unos chicos de servicio se me habían acercado y me habían preguntando qué quería. Les respondí y luego tomé asiento.

Tras comer lo que me habían servido, me puse a charla con uno de los hombres que me habían atendido. Hablamos durante un tiempo, hasta que tuvo que irse.

Un chico entró momentos después. Tenía el pelo rojo y los ojos marrones. Y el pecho vendado. Pensé que sería el chico R; el chico que me había "encontrado" cuando llegué al Palacio. Me saludó. Iba a responderle y a presentarme, pero antes de que pudiese decir algo se fue. Tal vez en otra ocasión pudiese hablar con él.

Me quedé un poco más en el comedor, esperando que entrase alguien. Al comprobar que nadie llegaba, me levanté y suspiré. El Palacio parecía estar desierto. O, al menos, el comedor.

Después de despedirme de los miembros del servicio, me fui.

*se va*

Llegué al comedor con pasos cansados -la herida todavía me dolía al andar- y esperé a que los del servicio hiciera aparición. Una vez esto sucedió, les pedí algo de fruta.

- Saldré a dar una vuelta -expliqué.

Cargado con frutas una vez me la hubieron entregado, abandoné el lugar.

*se va*

Llegamos al comedor, y el servicio nos ofreció un enorme trozo de carne a cada uno.
-No creo que vaya a comer ''eso''-dijo Silvanus con cierto temor a ofender a los trabajadores de ese mágico lugar.- yo soy vegetariano, no como carne, no, no, no, me niego, si no te importa probaré aquellas verduras y ya está, de todas formas no suelo comer mucho.

Silvanus creía que la falta de proteínas podría ser la causa de su pequeño tamaño y de que sus brazos no fueran mas gordos que una barra de pan, pero si para parecerse a Rick tenía que traicionar sus principios, prefería quedarse así para siempre, aunque bien cierto era que le acababa de pedir que le ayudase a iniciarse en el mundo de la guerra, quizás tuviese que hacer algunos sacrificios...

Al final los dos se sentaron en una mesa y comenzaron a comer animadamente.
-Oye Rick, no te importa si fumo no?- Silvanus sacó de su pesada mochila marrón unas hierbas secas de color rojo y violeta y las enrolló cuidadosamente en un papel tan fino como la seda.
Después de darle una profundísima calada, se lo ofreció a su nuevo amigo.

-¿Quieres?- dijo echado un monton de humo amarillo como su cabello por su respingona nariz.

Miré lo que fumaba con curiosidad.

- Realmente nunca he fumado -dije-. En mi casa no era lo habitual... ¿Qué clase de hierbas son? Diría que no son las comunes...

Si bien me había sorprendido de que fuese vegetariano, no lo mencioné. ¿Qué importaba lo que se comiera? Lo importante era el corazón.

-Pues ya va siendo hora,- dijo entre risas- toma anda, que tener un vicio no te va a matar... jajajaja, mira, son unas hierbas que te ayudan a relajarte, ¿ves? las hierbas violetas son las que te proporcionan gran concentración y bienestar, las rojas... simplemente son para darle sabor, me las regaló mi tio Bilah por mi 18 cumpleaños y aún me duran. Dependiendo del humo que emanes, así estarás amémicamente: si el humo es blanco: estas perfectamente, luego es amarillo si estas normal y negro si estas emocionalmente desequilibrado o desconcentrado. A mí me encanta porque me ayuda a estudiar Herbología, ¿sabes?, es bastante complicado, así que esto me ayuda en todos los sentidos. Bueno, pero fumo de todo, porque antes de utilizar cualquier tipo de hierba o poción, primero tendré que probarlas yo ¿no?. En mi mochila tengo todo tipo de hierbas y pociones, por eso la cuido mucho y nunca me separo de ella, porque cualquier trato brusco haría que se rompiesen las botellitas, además llevo todo tipo de libros sobre enfermedades y como tratarlas utilizando lo que el medio te ofrece.

Silvanus explicó que si no podía luchar, por lo menos, podría ayudar a quien lo necesitase

Asentí.

- Eso está bien... En el campo de batalla es necesaria gente que sepa de todo. Nunca sabes en qué momento será de utilidad alguna información...

Finalmente, con cierta timidez, acepté su ofrecimiento y aspiré un poco de lo que él había fumado antes. El resultado: el humo salió de nuevo desde mis pulmones en forma de tos, no sin antes dejarme la garganta semicerrada y áspera.

- Vaya... No esperaba eso... -dije.

-bueno, eso es normal... ¿te parece si vamos a buscar a alguien más? o ¿te vienes a dar un paseo por el bosque? no se... ¿que vas a hacer?
Silvanus apuró su cigarro, se sacudió sus rubios cabellos y se puso a recoger las botellitas y las hierbas que había sacado para enseñarle a Rick


FDR: conectate al tuenti

Me llevé una mano a la cabeza y me eché el pelo hacia atrás.

- Lo cierto es que estoy algo cansado... Es por las heridas, ¿sabes? Mejor lo dejamos para mañana -. Sonreí cortesmente. Realmente esperaba que no le molestara mi negrativa.

Me estiré sintiendo pinchazos de dolor en la espalda.

- Mejor será que me vaya a dormir, pero ha sido un placer conocerte, Silvanus. Creo que eres de los pocos que se salvan en este castillo de locos je... En fin... Buenas noches...

Me despedí con la mano, sonreí y abandoné el comedor.

*se va*