Prado.

Al menos, de alguna forma, parece receptivo, maleable. No está mal. Como ya he dicho, es una cuestión de personalidad. Seguramente aún no sepa lo que significa esto, lo que ha venido a hacer, pero tampoco está completamente ciego. Con el tiempo, ya sea con práctica o un gran golpe, imagino que acabará aceptándolo o cayendo.

-De todos modos, no solo nos dedicamos a matar, claro. Las masacres no están a la orden del día -comento mientras camino junto a él hacia Palacio-. Mi recomendación es que participes en una misión sencilla cuanto antes y vayas ganando experiencia. Eso te dará seguridad en ti mismo para cuando sea necesario. Y, bueno, la experiencia en sí misma es un punto.

Hablo con calma, como si fuese un discurso memorizado y repetido muchas veces. No suelo aconsejar y casi todo son obviedades, pero, evidentemente, no voy a ponerme en casos privados y personales una hora después de conocerlo.

-Hay una forma de enfrentarte a réplicas de los guerreros en la sala de entrenamiento. ¿La conoces?

Matar. Masacres. Cuando lo plantea así, a Kyoti le surgen dudas, y se pregunta a qué ha ido a semejante sitio. Él no quiere matar a nadie. ¿No era ayuda lo que hacía falta? Brontë tiene fama de ayudar, y por eso le ha hecho ilusión que se contara con él. Pero nadie ha dicho nada de matar hasta el momento, aunque se trate de un ejército. La gente pide servicios, pero... ¿es acaso Brontë una organización de mercenarios públicos?

¿Qué clase de experiencia debe darle una misión sencilla? ¿En qué consiste una misión sencilla?

-¿Cómo sabre... cuál? La sencilla. Osea, cuál es. Cuál debo... ¿Tengo que apuntarme? ¿Me llamarán? -Demasiadas preguntas que debería haberse preocupado de tener ya resueltas.

Enfrentarse a réplicas. Kyoti no está seguro de estar preparado para eso. De hecho, está más bien seguro de que no está preparado. Mithos, parece como si de pronto se le echara todo encima. Quizás se lo está tomando con demasiada calma.

-No... -murmura apenas, sin saber si quiere conocerla-. Pero no quiero. Aún. Es decir. Conocerla sí, supongo. Tengo que saber todo. Bueno, no todo, claro, pero... lo que me incumbe. ¡Eso! Pero tengo que estudiar el arco. Aún no sé cómo... usarlo en combate. Un animal, si fallas, normalmente sale corriendo. Bueno, y si a mí me lanzan una flecha... No, supongo que yo tendría que responder con otra -. La idea le hace sentir un escalofrío.

Un animal nunca planta cara, salvo si se trata de un predador, Kyoti sabe evitarlos. Su piel es muy valiosa, pero no vale la pena enfrentarlos si supone un riesgo, así que no suele hacerlo.

Parece más complicado de lo que esperaba. Quizás me he pasado agobiándolo. Tendré que arreglar el estropicio un poco, ya que parece que lo he creado mayoritariamente yo.
A ver...

-Cuando vayas al tablón de anuncios, cosa que deberías hacer asiduamente para comprobar el panorama, podrás revisar las misiones que se ofertan. Por lo general viene una descripción del trabajo, así que no debería presentar muchos problemas el localizarlas. Si ves alguna que sea difusa mejor ignórala, entonces, y busca alguna que informe mejor.

No se ha enfrentado a nadie. Es normal, imagino. Si acaba de llegar y utiliza un arco no lo veo muy apropiado. No para el principio. Si no tira muy deprisa puede terminar siendo un arma más de apoyo que otra cosa.
Asiento suavemente.

-Practica como consideres -termino por aceptar-. Cada uno decide su ritmo, y acabas de llegar, de alguna forma.

Así que un tablón de anuncios. Kyoti no lo ha visto, pero simplifica las cosas. Se fijará entonces. Quizá así dé pronto con algún encargo de su gusto. Cuanto antes se ponga a trabajar, antes ganará experiencia.

-Gracias -dijo, sin saber muy bien por qué. Supone que por la información. O quizás por el hecho de no limitarse a las líneas generales, de darle consejos más concretos. Aunque quizás se espere de él que entienda por sí mismo esos detalles que ella le ha dado y no se trate más que de lo obvio. Bueno, un agradecimiento no hace daño a nadie.

Asiente cuando ella habla. De nuevo, de él depende. Ya es de esperar, a estas alturas. Que así sea. Kyoti buscará la manera de hacer mejor su técnica, de hacerla apta para el combate. Será en lo que tenga que trabajar, probablemente. Lástima de nieve. El bosque sería buen lugar para algo así.

-De todas formas, me gustaría que me las enseñaras -. Parpadea un momento-. L-l-las réplicas. M-me vendrá bien saber usarlas.

Al menos es agradecido. Aunque coincide con su padrón de conducta, de alguna forma. No es que resulte extremadamente sorprendente, ni que yo dé un especial valor a cosas como esa. De hecho, en exceso resulta hasta irritante. Pero esto es soportable.

-Oh, claro. Puedo explicarte el funcionamiento. Se encuentra en la sala de entrenamiento. Es fácil de ubicar, pero de todas formas...

Le resumo el aspecto y uso de la caja del duende que obtuvimos en Ignis. También el hechizo de la sala de entrenamiento, por si por ser nuevo no lo conoce.

En lo que hablamos terminamos llegando a Palacio. De todos modos, sigo resolviendo algunas de sus dudas mientras nos internamos en los pasillos, si las tiene. Al menos hasta que nuestros rumbos se separen.

*se van*

No hay nada para mantenerse en forma como el ejercicio, y hoy vengo con una idea muy concreta en mente. Hay ciertas cosas que quiero potenciar. Y la nieve no me va a cortar el rollo. En todo caso, el frío hace que como te pares te congeles, así que...

Primero caliento un poco, nada serio. No quiero cansarme que me conozco. Un trote ligero y algunos hechizos al aire para ir activando lo que viene siendo todo lo que tengo. El hecho de que haga frío hace que "calentar" tenga una dificultad extra, así que he de ponerle más paciencia y empeño.
No está de más, eh. Necesito resistir los esfuerzos prolongados, y mi asma no ayuda. Esto es como un megaentrenamiento de todo, o algo así.

Una vez me siento conforme con mi flexibilidad y el estado muscular y todo eso desenvaino la katana, y esta vez me dedico a ella. Tengo que encargarme de los brazos y los hombros, porque la rigidez en esas zonas hace que el corte se trabe y sea menos eficaz. Necesito estar relajada cien por cien, pero en tensión a la vez. Es difícil de explicar, pero entre nosotros nos entendemos.

Bueno, esto ya está. Ahora es momento de ponerse a ello.
Quiero practicar la velocidad a la que encadeno los movimientos. Ya lo he estado haciendo algunas veces. Estoy segura de que si la aumento mucho podría introducir dos en el tiempo de uno, y eso le sirve mucho a una tipa tan flojucha como yo.

Aprovecho que ya tengo la katana para ponerme seria. Elijo un árbol que será mi rival: tiene una rama gruesa y baja casi a la altura de mi cabeza. Enseguida lo enfrento y comienzo a moverme.
Lanzo los ataques, dos cortes verticales, buscando que las muñecas asciendan y desciendan flexibles y que el filo no se trabe en la madera. Al principio sale bien, pero tampoco es lo suficientemente rápido, por lo que no cuenta. Me dedico, pues, un rato a ello, a darle al mismo corte todo el rato.

Mi padre me ha enseñado a usar una espada. Otra cosa no, pero repeticiones de un movimiento habré hecho miles. Y ya sé que se hace pesado, pero si te lo tomas con filosofía tampoco es que sea aburrido. Así que tendré paciencia con esto.
A medida que el tiempo va pasando voy notando el cansancio que emerge en los brazos, lo que me obliga a soltarlos más. Sigo algo tensa. Vamos allá...

Retrocedo y me preparo de nuevo. Al avanzar trato de meter los dos golpes en el mismo paso. Por ahora es fácil porque son movimientos cortos, pero ni así.
Retrocedo y me preparo de pronto. Inspiro por la nariz. Al avanzar trato de lanzar dos golpes en ese breve lapso, pero esta vez cada uno corta en diagonal en la dirección opuesta. Así me obligo a hacer cambios. El primero sale bien, pero el segundo no alcanza donde quiero.

Inspiro hondo y retrocedo. Me preparo.

*se queda entrenando*

Todavía no había oscurecido del todo, pero no tardaría mucho. De todas formas, no me importaba demasiado. Me apetecía dar un buen paseo, con nieve todo, y me daba igual que se pusiera oscuro. Al menos, mientras no entraba en el bosque. Una vez entrase, la cosa cambiaría, claro, pero precisamente por eso tenía que evitarlo. De noche y en el bosque, me orientaría fatal.

Una figura me llamó la atención mientras paseaba. Me acerqué un poco más y distinguí a Frikka, practicando con su katana. Claro, Frikka. Ella tenía una espada, y sabía usarla. Claro que su espada era muy diferente a la mía, pero ¿no podría enseñarme un poco? En algo coincidiría lo que ella hacía con lo que intentaba aprender yo.

Decidí no molestarla. En su lugar, me quedé a cierta distancia, mirando cómo entrenaba.

EL sudor es una buena señal, pero una mala señal. Porque con el frío puede desencadenar una pulmonía en cero coma. Y yo no soy precisamente poco dada a esas cosas. Pero aún aguanto. Y voy tratando, además, de incorporar movimientos cada vez más diferentes: uno diagonal y uno vertical, un corte y una punción, de nuevo una equis o corte y bloqueo...
Es difícil Me siento hasta torpe queriendo dar más de lo que soy capaz.

Cuando veo venir a alguien llego a volver la cabeza y no paro, aunque identifique a Massen. Termino con la serie de diez golpes que me he propuesto, de la que quedan cuatro (u ocho, dado que son dos por ataque). Al acabar dejo ir un suspiro cansado y me froto la frente con el puño.

-¡Massen...! -. Exclamo, pero jadeo-. ¿Qué tal...? Uf...-. Salto un poco en el sitio. Ahora lo que no quiero es enfriarme-. Te diría de enfrentarnos, pero me pillas... un poco desgastada ya.

Frikka era rápida, y buena con la espada. Con sus movimientos seguros, podía sacar buen provecho de su velocidad. Yo también era muy rápida, tanto como ella, estaba segura, pero no conocía los movimientos, y eso me hacía más torpe.

Cuando, por fin, terminó, me acerqué un poco más, saludándola con la mano, dibujando una pequeña sonrisa.

-Hola, Frikka -respondí-. Bien. Yo ya he estado entrenando por la mañana, así que no te preocupes. Aunque creo que me vendrían bien un par de consejos tuyos. No me sirve de mucho tener una espada si no sé ni usarla ni mantenerla. Me tenías que echar un cable un día de estos -. La evalué un momento-. Ya se ve que rapidez no te falta. ¿Cómo lo llevas?

Procuro no pararme enseguida para no enfriar, por lo que en lo que ella habla voy de un lado a otro, manteniendo el movimiento constante del cuerpo. Luego llegan las lamentaciones cuando no se hace bien.

-Así que la espada, eh...-. Echo un vistazo a la empuñadura de mi katana en la cintura, pensativa-. A ver, yo de ese tipo de espadas no manejo, pero imagino que algunas cosas sí que podría sacar... Ya no es solo lo que traía de casa. En Brontë he aprendido bastante sobre lucha cor armas, tanto que me hizo darme cuenta de que lo que sabía era más deporte que combate, y de eso sí podría aprovecharse-. Asiento muy segura a mis propias palabras-. Si te hace un día en la sala de entrenamiento vemos algunas cosas. Y si quieres algún consejo ahora pregunta, que estoy en caliente -ofrezco, algo más recuperada, con una sonrisa.

Ya suponía (casi podría decir que sabía a ciencia cierta) que su estilo de combate no era el más adecuado para mi arma, pero menos era nada. Me encogí de hombros, restándole importancia.

-Lo sé, pero sigues sabiendo manejarte mejor que yo -insistí-. En algo coincidirá, aunque sea lo mínimo. O quizás se pueda sacar de lo tuyo lo que sea equivalente a lo mío. Habrá ciertas cosas parecidas, como la forma de coger bien el arma o los puntos a los que es mejor dirigirla. Y el mantenimiento, claro. Se le está poniendo un color oscuro al filo. No sé muy bien cómo tratarlo.

Aquello era secundario, pero solo hasta cierto punto. Sabía que un arma, sin mantenimiento, acababa por ser inservible. No era que las regalasen, por más que Brontë pusiera las suyas a nuestra disposición, así que más me valía cuidar las que tenía.

Bueno, bueno. Va a hacer que me sonroje. Está bien, está bien. Aceptaré el cumplido.

-La clase de cuidado de armas te la doy algún día en u momento. Tendría que tener los materiales, así que aquí no puedo, pero nos encargaremos de ambas cosas. Así también aprendo yo un poco, que uno nunca sabe cuándo va a necesitar un arma y no va a tener la suya, eh...

Poco a poco mis movimientos se han ido ralentizando, hasta que me detengo. Siento la pesadez en el pecho, pero no es para tanto. Estoy bien.

-Bueno...-. Carraspeo un poco, mirándola de reojo. Pronto sonrío, tranquila-. ¿Y qué tal todo?

Asentí, satisfecha. Aquello quedaba pendiente, entonces. En cualquier momento, mismamente en las habitaciones. Tampoco creía yo que hiciera falta un ritual especial para cuidar un poco las armas, la verdad.

A su pregunta, resople, cansada.

-Pues últimamente no paro -respondí-. He estado en dos combates hace muy poco. Quizá ha sido demasiado de golpe, no eran fáciles. Fui a un duelo en pareja con Corbin, un claritas bastante alto, no sé si lo conoces. Y también estuve en la famosa misión de Aqua. Mithos, qué desastre. Con los refuerzo que ofreció Aqua, los superábamos en número, pero ni con esas. En fin, parte lo cumplimos, pero han quedado cosas sin resolver. Va a haber que volver a la carga...

Callé un momento, pensativa. Después de mi charla con la líder Splash, me había quedado más tranquila. Aunque más aún estaría cuando viera que se llevaban las correcciones a la práctica, desde luego.

-¿Y tú qué? Oye, ¿no deberías entrar? Te vas a quedar helada.

Parece que ha estado haciendo la hostia de cosas. Yo me empiezo a sentir rezagada. Ella con esto, Retales con lo otro... La gente que no para, y yo que, por mucho que entrene, no salgo. A ver si muevo el culo, joder...

-Oh, Corbin, sí-. Río con malicia-. Más seco que la cecina, pero no tan salado -comento, burlona-. ¿Qué tal se os dio? -. Y cuando menciona lo de Aqua ya me muestro algo más sorprendida. Algo he oído-. Joder... Has estado en todas partes, ¿eh? Espero que salieses bien parada, aunque el resultado no fuese el perfecto...

Un escalofrío me recorre cuando habla. Ni dicho en mejor momento, eh...

-Bueno, quizás sí. Y un baño no vendría mal...-. Comento con una mueca-. Yo me siento algo parada aquí, como que no hago mucho, pero te cuento de camino... ¿O tú te quedas? ¿Salías para entrenar?

Sonreí al comentario. Era cierto que Corbin, probablemente, no era el tipo de persona con el que a Frikka le gustaría conversar. Demasiado callado, demasiado ajeno a cualquier comentario que no fuera imprescindible... Un poco del estilo de Alehyss. Me pregunté si Frikka pensaría lo mismo de ella.

-Bueno, nuestros enemigos eran fuertes -respondí-. No sabría decir en qué quedó la cosa. Fue bastante duro, pero también sirvió de mucho. Conseguí alguna cosa interesante, y como entrenamiento fue fantástico. Tengo que volver a un duelo de esos. Si son así todos...

Lo de Aqua ya no era tan bonito. Formé una mueca, poco convencida.

-Bueno, algo hicimos. Yo, en concreto, no llevarme ni un rasguño, pero eso, por algún motivo que no acabo de entender, es lo habitual -. También me había encargado personalmente de los tres rehenes, detalle del que me enorgullecía-. ¿A ti te pasa que en el campo de batalla te tomen por menos y vayan a por tus compañeros? Yo creo que les parezco pequeña e inofensiva... Si no, no sé cómo lo hago. Me sabe mal ver a todo el mundo herido cuando a mí no me han hecho nada. Siento como que me corresponde parte de lo que les ha tocado a ellos, aunque suene absurdo.

Quitando un golpe momentáneo, apenas me llevaba roces jamás. La única marca que lo desmentía la llevaba en la cara, eso era cierto, pero el resto de mi piel seguía prácticamente tan suave como cuando llegué a Brontë.

Negué con la cabeza.

-Ya te he dicho que entrené por la mañana -le recordé-. Solo daba un paseo. Anda, vamos.

*Vuelven dentro*

Los extraños sonidos interrumpieron mi entrenamiento. Volví la vista al bosque, frunciendo el ceño. ¿Qué era semejante alboroto? Fuera lo que fuese, ya había tenido experiencias antes que me decían cómo tratarlo. Pensé en volver a dar la alarma, pero luego me pareció absurdo. Con semejante jaleo, ya estaría todo el mundo avisado. Quizá hasta estuvieran yendo al bosque ya.

Enfundé el puñal, que llevaba en la mano, y conjuré dos aquaerums antes de decidirme a avanzar. Cuando estaba ya cerca del bosque, distinguí una figura un poco más allá. Sigilosa, me acerqué a ella.

*Se va*

Desde que ha vuelto el buen tiempo, que no sé si viene para quedarse o no, pero habrá que aprovecharlo, me he estado planteando salir a tirar fuera. En la sala de entrenamiento es muy fácil, pero no hay forma de contar con cosas como el viento o los desniveles para dificultar el tiro. Aunque en ese caso quizás debí haber escogido un día peor que hoy...
De momento así está bien.

Además del arco y las flechas he traído un corcho en el que he dibujado una diana para colgar de la rama de un árbol y que me sirva de objetivo. Podría disparar al árbol en sí mismo, pero de momento así está bien. Además, es más interesante teniendo los círculos que evalúan la puntería.

Escojo un árbol que me parece apropiado, donde el prado empieza a unirse con el bosque, y comienzo entonces unos tiros de calentamiento, rápidos, sueltos, sin pararme mucho a apuntar con cada uno, buscando una precisión más ágil.

*se queda*

Para cuando llegué al prado me encontré con que no era el único que planeaba aprovechar el buen tiempo. Observé un momento al chico, que tiraba contra los árboles. Desde luego, no podía decirse que Brontë contara con muchos arqueros. Quizás su papel estaba ocupado por los magos. Quizás yo debería entrenar mi puntería, como él.

No servía de nada planteárselo en aquel momento. Había escogido otra práctica, a fin de cuentas. Decidí no molestarlo, aunque era consciente de que los choques entre espadas lo alertarían de mi presencia. De todas formas, no era motivo para interrumpirlo.

Con un poco de magia, hice salir al autómata, que se mantuvo quieto ante mí. Desenfundé el puñal largo, sopesándolo. No era una espada, desde luego, pero podía servir. Yo tenía la ventaja de la autoridad sobre él, después de todo.

-Enfréntate a mí -ordené. No tardó en lanzarse, obligándome a responder.

Poco a poco intento que los tiros sean más precisos, aunque tenga que pararme un poco más a fijar el objetivo que deseo. De todas formas, me concentro en intentar no perder esa agilidad en los movimientos, porque pronto saldré de misión y si tengo que atacar a algo no va a ser como apuntar a un objetivo inmóvil en la sala de entrenamiento.
Ni como a esto tampoco, pero bueno... Es un poco más parecido, imagino.

En un momento que voy a recoger las flechas a la diana para empezar de nuevo con el ciclo me topo, al darme la vuelta, con que de repente hay alguien más.
De hecho, no uno, sino...

Contemplo lo que parece ser un hombre de metal, inmóvil, casi como rígido de repente.
¿Eso se mueve?
¿Qué es eso...?

Mi arma me era fácil de manejar. Era suficientemente corta como para que me la tomase como parte de mi cuerpo, y suficientemente larga como para servir de buena defensa a su arma. También tenía resistencia. Y, aunque él se manejaba mejor que yo, mis condiciones físicas eran mejores. Mi velocidad y fuerza me permitían ganarle ventaja, que él trataba de compensar con su técnica. Una técnica básica, pero válida. Me preguntaba si podía aprender y mejorar o estaba destinado a tener las mismas funciones siempre.

Por el rabillo del ojo, pude ver que el chico se había desconcentrado. En fin, pero al menos no era culpa mía. Yo no había llamado su atención, era él quien había decidido parar. Yo, por mi parte, continué. Paré una nueva estocada del autómata y avancé con el puñal por delante, dispuesto a ganarle terreno. Se recuperaba fácilmente, y en seguida lanzaba un nuevo golpe. Hasta el momento, había descubierto que si algo destacaba en él era su persistencia. Lo cual no quería decir que me fuera a amilanar. Continué el enfrentamiento, tratando de centrarme en superarlo al tiempo que analizaba sus capacidades.

Llego a plantearme reanudar mi entrenamiento, pero en algún momento me doy cuenta de que estoy hechizado. No puedo apartar los ojos del combate. Tengo el arco en la mano derecha y una flecha en la izquierda, pero ninguna intención real de volverlos uno y disparar. Yo no puedo evitar pensar que...

Termino por acercarme un poco para ver mejor. Los movimientos son ágiles, fluidos, casi humanos, pero el cuerpo es evidentemente artificial. Ni siquiera podría ser una carcasa que albergase una persona dentro. ¿Cómo demonios funciona? ¿De dónde ha salido una herramienta como esa?
Aunque luchan, siento el impulso de acercarme más, de tocarlo, de revisar las articulaciones o poder tocarlo. Quiero saber cómo funciona. Necesito saber...

Acabo a apenas tres metros de ambos, extasiado.

Se estaba acercando demasiado. ¿Qué hacía? ¿En qué estaba pensando? A aquel ritmo, acabaríamos por rebanarle una oreja. Lo cual no era en absoluto mi intención, así que tenía que parar aquello. Ya veía cómo funcionaban las cosas: cuando uno era suficientemente considerado para dejar espacio a otros, estos invadían el propio. En fin...

-Quieto -ordené cuando vi que volvía a cargar. Al momento, el autómata se detuvo y pude volverme hacia el chico-. Buenas noches. ¿Querías algo?

Si era la muerte, más le valía ir a buscarla en otro sitio.

Reacciona a la orden y se queda inmóvil, firme. No se mueve absolutamente nada a partir de ese momento. Es increíble... Y el diseño, antropomórfico, está tremendamente logrado. Los remates, las juntas, los grabados... Parece tan sólido y...

Alzo las cejas, consciente de que me han hablado. Vuelvo el rostro hacia Cierzo, y entonces caigo en lo que acabo de hacer. Es como si no estuviese aquí...
Me apresuro a buscar en los bolsillos hasta dar con las herramientas para escribir. Qué vergüenza...

"Lo siento mucho." Y mi expresión muestra el apuro correspondiente. "No me he dado cuenta. Disculpa" "Soy un entusiasta de los inventos y esto es increíble."

Lo siento... De verdad...

Me vi obligado a entrecerrar los ojos para leer lo que decía. Desde luego, el chico tenía problemas serios. ¿Le afectaría en algo más que en el habla? Enarqué una ceja al leer. Un entusiasta de los inventos. Pues tenía más edad de preocuparse por las faldas, la verdad fuera dicha.

Me erguí de nuevo y ordené al autómata que se acercara. Él obedeció la orden sin problemas, situándose donde le indiqué, junto a mí.

-Puedes acercarte si quieres -lo invité-. Pero no me preguntes mucho, porque no tengo nada que ver con su creación. Me limito a utilizarlo.

De nuevo, a una orden responde tan obediente que da miedo. No puedo dejar de sentirme fascinado por lo que tengo frente a mis ojos. Aunque, por lo que parece, él no es más que el dueño.
Vuelvo a mirar a Cierzo, indeciso, y acabo por tomar de nuevo la tiza, ofreciendo nuevas preguntas para él.
Si pudiese verlo con más luz. Si pudiese estudiarlo...

"¿Lo ha comprado?" "¿Responde a cualquier orden?" Y una algo más difícil. "¿Podría tocarlo?"