Subir a un sitio alto por la mañana siempre lle refresca a uno las ideas. Sobre todo si está lloviendo. Podría haber dedicado la mañana al entrenamiento en la sala correspondiente, pero claro, eso sería aburrido. Así que, que llueva si quiere llover, que no le importa. Lo único malo será que para fumarse el cigarro de después deberá buscar uun lugar en el que resguardarse. Ha dejado los zapatos en la puerta para que no se le mojen.
Corre un poco por el espacio de la torre, aunque ya bastante calentamiento es subir ahí arriba. Tras trotar un poco hace algunos calentamientos en el resto del cuerpo, asegurándose de que todo responde correctamente. Y entonces, al tumbarse en el suelo, se arrepiente de haber subido con lluvia. Pero ya es demasiado tarde para secar la espalda de su camisa, de modo que suspira y se prepara para iniciar sus ejercicios.
Lo primero que hace es balancearse y aprovechar el impulso del movimiento para elevarse e intentar caer de pie. Es un ejercicio que ya ha hecho varias veces, pero nunca con lluvia, y el charco en su espalda es de lo más desagradable. Las primeras veces no le sale, no sabe si por el nuevo contexto o porque, simplemente, no le sale. Pero tras varios intentos logra acabar de pie de alguna forma y se sonríe. Aunque no tarda en volver a tumbarse y empezar de nuevo.
Siempre pasa lo mismo: a veces lo consigue, otras no, pero nunca es lo suficientemente rápido. Es un salto muy bonito e impresionante, sí, pero si estuviese en pleno combate le compensaría más rodar por el suelo y alejarse de las explosiones que tratar de impresionarlas con su agilidad. De todos modos, vuelve a balancearse e impulsarse, esta vez cayendo de pie por los pelos. Las dos siguientes ni siquiera eso, y termina aterrizando con el culo. A esas alturas ya está tan empapado que ya no le importa.
Jadeante tras un buen rato intentándolo, algo frustrado, se levanta y se acerca al muro del mirador. Se apoya con las manos en la roca y contempla la vasta extensión de terreno que rodea el palacio. Le gusta caminar por las almenas a veces para entrenar su equilibrio. Quizás...
Sube con cuidado, que la lluvia es traidora, y se tumba en el muro. Ni siquiera le cabe la espalda plenamente, le faltan unos centímetros a cada lado. Pero ahí bulle la adrenalina, y eso hace que las cosas salgan mejor. Cierra los ojos y respira hondo. Trata de sentir cada músculo de su cuerpo. Tiene que ser un gesto preciso. Y entonces hace el balanceo más corto e intenso que nunca, arquea su cuerpo y se eleva en un movimiento veloz, aterrizando con los pies en...
Uno de ellos en la pared, otro en el vacío. Nota el vértigo subirle y reacciona enseguida, echando el cuerpo hacia el interior, no vaya a ser que el azar prefiera hacerlo caer hacia el otro lado. Cae pesadamente, rascándose parte de la cara, el brazo y la pierna, y dándose un buen golpe en el pie derecho, que por otro lado ha sido el que ha pisado aire.
Quizás no había sido la mejor de las ideas, pero allí, jadeante y retorcido en el suelo, sonrió. Porque le había salido, aunque le faltase el aterrizaje.
En cuánto el dolor remitió un poco se levantó y entró dentro. Tenía que revisar aquellas heridas.
*se va*