Mirador de la Torre

Dejo ir el aire por la nariz. Espero que cumpla con lo de decente. Según el momento soy más o menos exigente, pero hay unos mínimos de los que no bajo. Todo el mundo tiene su listón.

-El día puede hablarse entre los dos -concedo-. Mientras no surja una misión o un repentino encargo, estoy libre, así que es cuestión de decidir.

Supongo que mejor antes de que pueda surgir algún inconveniente. Por mí sería mañana mismo, para evitar contratiempos, pero supongo que no es cosa de ser tan agresiva.
Aunque siempre he sido bastante agresiva.

-Deberías hacer eso. Ya ha nevado. Cogerás una pulmonía -comento, entretenida.

No lo digo yo. Lo dice mi padre.
Lo dijo siempre, bueno. Ahora lo he dicho yo. Todo se pega.

-De hecho, agradecería ir entrando. Ha refrescado un poco. Podemos discutir dentro eso de las fechas -propongo.



FdR- Y así evitamos dar un día concreto que luego se haga imposible jarl XD

Asintió.

—Supongo que no costará demasiado, ahora que todo está tan calmado.

Por él, lo mejor sería que lo hiciesen cuanto antes, aprovechando la tranquilidad de Brontë, porque uno no sabía cuánto iba a durar. Mañana podía ser un buen día, a pesar de que todavía tenía que pensar qué hacer y a dónde llevarla, pero no se lo iba a proponer. Sonaría muy... Violento, tal vez. Ni tan siquiera estaba seguro de cuál era la palabra que buscaba.

Le sonrió, divertido.

—Bueno, si no la he cogido ya, creo que me costará cogerla. —Ensanchó la sonrisa, bajando un segundo la vista al suelo—. Aunque no pienso arriesgarme más.

Porque luego se pasaba una semana en cama, y aquello era terrible y lo ponía de mal humor (como muchas otras cosas, si se paraba a pensarlo).

Asintió al escuchar el siguiente comentario de Alehyss, y se separó de la almena, estirando un poco los brazos, con cierto descaro.

—Seh, será lo mejor. Vamos.

*se van*

No hacía un tiempo muy apacible, pero se podía estar fuera si se iba bien abrigado. La nieve no caía con tanta fuerza como en los días anteriores, aunque se había formado sobre la caída una pequeña capa de hielo que hacía el avance menos seguro. De todas formas, el mirador no era un lugar muy transitado aquellos días, y el poder crear las huellas suponía que los pies quedaban mejor agarrados a la nieve. No había riesgo en acercarse al borde.

Por una vez, no me ocupaba nada. Había dado por terminadas mis tareas temprano, e incluso había cenado ya. Solo me quedaba relajarme un rato hasta que me apeteciera acostarme. Quizás si el tiempo hubiera sido más clemente me habría animado incluso a dar una vuelta por los alrededores, quizás un paseo nocturno por el río, o hasta el pueblo. Pero, aunque mi relación con el frío había mejorado mucho en el último año, tampoco estaba tan dispuesto a sufrirlo.

*Se queda*

Necesitaba salir un rato a despejarme, pero no me apetecía ir hasta el lago o el bosque. Estaba demasiado lejos y no tenía ánimo ni tiempo para un paseo de aquellas dimensiones antes de la cena. Y, entonces, me quedaban el claustro o el mirador. Quizás los balcones, pero eran demasiado estrechos. Y si elegí aquel fue porque pensaba que estaría solo, pero al final ya había alguien.
Alcé las cejas al reconocerlo, y aunque no esbocé la sonrisa animada habitual traté de dibujar una, más pequeña.

-Cogo, cuánto tiempo -lo llamé, abandonando definitivamente el edificio y saliendo al exterior. El viento me removió un poco el pelo y el cambio de temperatura me despejó de golpe-. Pasando el invierno, eh...

En vez de dirigirme hacia él caminé a la derecha, sin llegar a asomarme, alzando la vista hacia el cielo, que ya estaba completamente oscuro.
Concretamente él... Bueno, su familia.
Concretamente era algo en lo que había pensado en los últimos días, por un motivo u otro. ¿Y debería decírselo?

La voz a mis espaldas me obligó a volverme, y si su tono y su forma de llamarme no me hicieron identificarlo por la misma, no tardé ni un segundo más en hacerlo desde que me di la vuelta. Contuve una mueca de desagrado. Bueno. Era inevitable. Llevaba demasiado tiempo sin coincidir con él como para que aquello siguiera alargándose tanto.

Contuve un carraspeo. Su falta de ánimo me hacía sospechar. Y por lo que Nýa me había dicho...

-Dehnel -respondí, en primer lugar-. Buenas noches. Hace tanto que no te veía que había llegado a plantearme si no habrías dejado Brontë.

En realidad, el que se había ido era yo. Él era el que tenía que estar convencido de que ya no me encontraba allí. Aunque era cierto que no lo había visto ni en las habitaciones. De no ser por Gerald...

No me gustaba mantener aquella conversación, pero a aquellas alturas, él debería saberlo tan bien como yo.

-Siento las molestias que mi hermana pueda estar causando a tu familia -declaré, quizás con más dureza hacia Nýa de la que había pretendido en primer lugar-. Es joven y entusiasta, pero no está teniendo el más mínimo decoro. Estas cosas deberían hacerse de la forma adecuada.

En primer lugar, ella no debería ir vendiéndose por ahí como una vulgar fulana. Pero eso era algo que no estaba en mis manos controlar, y ni mi padre ni mi hermano parecían muy interesados en cortar por lo sano. Aunque, por supuesto, tampoco podía yo entrometerme en los planes de enlace de los Dehnel más allá de lo que ellos me permitieran ver. Al contrario de lo que Nýa estaba haciendo. Y por lo que ella me había contado, no había recibido ninguna muestra de rechazo.

Negué un par de veces serio, pensativo.

-No. Estuve algún tiempo fuera de misión, pero he estado aquí hasta ahora. Simplemente no habremos coincidido. Ciertos motivos me alejaron de las habitaciones por un tiempo, aunque no tardaré en volver, imagino -le expliqué, formal-. No obstante creo que tú también estuviste un tiempo fuera. Espero que fuese un viaje provechoso -le dije.

Estaba dándole la espalda para acercarme al muro cuando él habló de su hermana menor, haciéndome alzar las cejas. Noté cierta rigidez un momento, aunque por suerte no podía mirarme a la cara.
Pronto reía con suavidad, volviéndome hacia él, negando suavemente.

-Ah, bueno. Quizás esas cualidades sean mal vistas por algunos, pero supongo que es bueno saber que tiene esa energía. La que me ha informado es mi hermana menor, de todos modos. Mis padres todavía no me ha dicho mucho al respecto. De hecho, te estaría agradecido si pudieses darme alguna más de la que tengo, porque no sé hasta qué punto sabe Nadia del tema.

Asentí. Sí que estaba más frío. Me preguntaba cuál era el motivo más probable para ello: Gerald o Nýa. Cualquiera de los dos tenía sentido, y ambos me producían el mismo hastío. De todas formas, Dehnel tampoco me resultaba demasiado agradable cuando desbordaba energía, así que mantener las distancias no estaba del todo mal.

-Así es -respondí-. Un viaje largo, sí, aunque menos provechoso de lo que me habría gustado.

Aunque ni tenía especiales ganas de hablar de ello ni creía que fuera de su interés. En cambio, Nýa sí parecía serlo. Desde luego, conocer su perspectiva no dejaba de ser interesante. Nýa transmitía demasiado entusiasmo en sus cartas como para resultar objetiva.

-Lamento su indiscreción -insistí-. Por supuesto, te daré los detalles que quieras, pero no sé qué información tienes ya. Nýa es directa y entusiasta. Demasiado. Por lo que sé, se ha puesto en contacto directamente con tu señora madre, que a Mithos caiga en gracia, pero no sé hasta qué punto ha mostrado de forma directa sus intereses. Nýa es la cuarta en la línea sucesoria, así que no podrá aportar demasiado con este enlace, más allá de las buenas relaciones entre ambas familias -. Buenas relaciones que, que yo supiera, ya estaban establecidas sin necesidad de semejantes estupideces-. Le corresponde una pequeña porción de tierras cedidas por mi padre de las que actualmente no dispone, ya que será su señor esposo quien herede el derecho de administración. No son tierras bien situadas ni especialmente fértiles, pero serán el legado de los Cogo para ella. Lo que más pueda ofrecer, lo ofrece por sí misma. Es joven, pero hermosa. Aún es doncella, y tiene la determinación y lealtad para serlo hasta su noche de bodas. Tiene conocimientos amplios de álgebra, geografía, historia y literatura. Toca el arpa y el órgano y sus bordados son dignos de admiración. No conserva ninguna traza de su ascendencia aether, aunque sí ha heredado rasgos de su vía materna. Por supuesto, es igualmente mestiza, y no existe ninguna garantía de que ese hecho no quede patente en sus hijos. Por otra parte, ha sido desheredada de cualquier legado que le correspondiera en Ventus. Si me permites mi opinión, considero que es aún demasiado inocente como para considerarla una mujer. Por supuesto, la visión de un hermano puede estar muy alterada.

Y con aquello, había cumplido para con Nýa. Y había sido justo con ella, por lo que creía. Por supuesto, si ella me hubiera oído no estaría de acuerdo, pero esa era la ventaja de poder presentarla sin tenerla delante.

No tardó en comenzar una conversación que podría llegar a desenturbiarme un poco la mente. Aunque a medida que Cogo hablaba no tenía claro si debía preocuparme menos o más por la realidad. Y, de hecho, él tampoco parecía saber si el asunto estaba en taras de oficializarse o de si era, simplemente, una idea, de momento.
Al menos aquella conversación sí me hacía pensar que tenía cosas que temerme.

Fruncí ligeramente el ceño, aunque no tardé en borrarlo. No quería que creyese que despreciaba a aquella dama que era, al fin y al cabo, su hermana pequeña.

-Estoy seguro de que es una joven encantadora sin necesidad de verla, y para mí, he de decir, poco importan las tierras y los títulos por encima de la persona. Los considero meros añadidos, adornos que contentan más a los que tienen tanto afán por pretender. De la misma forma, el que sea mestiza o no no determina nada tampoco para mí, en lo personal. Aunque, evidentemente, sé que estos asuntos tienen una importancia diferente para todo el resto del mundo.

Estrechicé un poco los ojos. Me daba miedo decir algo y recibir noticias contrarias de casa luego. Pero, de hecho, eran asuntos míos, ¿no?

-No obstante, ahora mismo tengo una relación y ninguna intención de romperla. Esperaré a recibir noticias de mis padres, de todos modos, y trataré el asunto como se debe yo mismo.

Por su respuesta, casi parecía que estuviera esperando aquella oportunidad con ansia. No me gustaba nada la forma en que hablaba. No tenía claro si quería dejar de forma evidente que no tenía la menor intención de despreciarla o si era tan idiota como para no ver que su opinión personal no importaba en absoluto al lado de la imagen que la unión diera a la sociedad. Desde luego, Dehnel parecía casi tan torpe como Nýa en aquellos asuntos. Aunque con su reputación.

Sin embargo, sus declaraciones fueron diferentes a lo que esperaba. No pude evitar alzar una ceja, sorprendido. Interesante. Más que interesante. Una clara señal de que había escapatoria de aquel turbio asunto. Mantuve la mirada fija en él, y cuando terminó de hablar, casi quise permitirme una sonrisa. Por supuesto, no lo hice.

-Vaya, Dehnel. Supongo que entonces, en nombre de mi hermana y de mi familia, te debo una disculpa. Como comprenderás, ninguno de nosotros estaba informado al respecto. Este era el motivo por el que mi hermana tendría que haber actuado con mucho más cuidado. Espero que esto no tenga una repercusión negativa en tu relación -. No sabía quién era la burra, pero no pensaba encararme con ella, desde luego. Me había librado de una buena-. No te preocupes. Se lo haré saber a mi hermana e intercederé para que su temeridad no afecte nuestras buenas relaciones. Nuestros señores padres se han esforzado por mantenerlas, así que confío en que el arrebato de una niña no cause mayores daños.

Apreté suavemente la mandíbula, incómodo, y me apresuré a negar con cierta sequedad, quitándole importancia al problema. Enseguida tomaba la palabra de nuevo.

-Quisiera, si es posible, que dejases que solucionase primero las cosas yo mismo. No quiero entorpecer la búsqueda de tu hermana de un pretendiente apropiado, pero lo cierto es que mi familia aún no conoce mi situación, por lo que querría tratarla con ellos antes de que se extienda la noticia. Al fin y al cabo, ella no tiene sangre noble, y sé de antemano que pueden ponerme trabas y pretender forzar una situación que no deseo-. Y me importaba. Claro que me importaba. Pero, de todos modos...-. De todas formas, seré yo el que manche el nombre de mi familia rechazando esta propuesta por mantener mis deseos. Es por eso que, aunque no vaya a cambiar de opinión, quisiera que me dieses algo de tiempo para discutirlo apropiadamente con mis padres de forma que se eviten malentendidos por su desinformación.

Acompañé mis palabras de una reverencia para añadirles el respeto apropiado, buscando que mi petición fuese aceptada. Fuese correcta o no lo fuese.

La situación tomaba un cariz más grave a medida que hablaba. Así que se trataba de una relación clandestina, y encima con una mujer sin títulos. Aunque quizás tuviera dinero. Aquello estaba a la orden del día el Ignis, en realidad. Los mercaderes ricos buscaban títulos y los nobles de menor rango buscaban oro. No conocía la situación económica de los Dehnel, pero aquello explicaría la situación. De todas formas, rechazar a una joven noble por una relación clandestina con una plebeya no era menos grave.

Lo miré un momento, muy serio.

-No me malinterpretes, Dehnel. Respeto tus decisiones y no tengo interés en inmiscuirme en tu privacidad ni en tus relaciones -comencé, con tono un tanto peligroso-. Se trata exclusivamente de mi hermana. Nýa es muy joven, y se emociona rápidamente. A estas alturas he recibido ya un buen número de cartas de ella hablando de su relación con sus futuros suegros. Como ya he dicho, entiendo y reconozco que su inexperiencia la ha llevado a comportarse de forma muy poco decorosa, pero ese no es motivo para que tolere que siga construyéndose un castillo en el aire. Si va a ser rechazada, prefiero que lo sea de la forma menos dolorosa posible. Entiendo que tu propia situación requiere que te pongas en contacto con tu familia, pero yo debo hacer lo propio con la mía. Informaré a Nýa, a mi hermano y a mi padre de la situación. De esa forma, ellos podrán asegurarse de que mi hermana no vuelva a hacer cosas indebidas -. Hice una pausa, tranquilo pero con voz segura-. Por respeto a tu situación, les pediré que no transmitan las noticias a la familia Dehnel, ya que es deber de su primogénito ponerlos al corriente de la situación. Eso te dará el tiempo que necesitas para actuar sin necesidad de mantener en vilo a mi hermana. Por supuesto, tendrás que ser tan rápido como te sea posible, pues no puedo asegurar que la situación se mantenga estable por siempre. Por nuestra parte, tengo entendido que mi hermana ha movido hilos ella sola, así que no debes temer mayores desagravios. Nýa, por su edad, no se verá demasiado afectada. Ahora que aún no se ha prometido, está a tiempo de volver atrás y rehacer su vida. Tendrá una boda en el momento en que sea adecuado, y quizá hasta le sirva de lección para actuar como dicta el protocolo en próximas ocasiones -. Correspondí a su reverencia-. Espero que esto no vaya más allá de un malentendido.

Quizás correspondía que enviara primero las cartas a padre y a Fumä, y después a Nýa. De esa forma, estaba seguro de que ellos ya estarían preparados para cuando llegase el momento. Le pediría a Fumä que la invitase a pasar con ellos una temporada, mientras padre se encargaba de poner en orden la situación con los Dehnel. De esa forma, Nýa tendría tiempo de despejarse de ideas inadecuadas y padre podría actuar sin que sus arrebatos causaran problemas. En realidad, aquel asunto podía solucionarse muy fácilmente. Lo cual resultaba agradable.

Fruncí un poco el ceño mientras él hablaba. Todo sonaba demasiado formal, como si de pronto no fuésemos dos guerreros, sino dos nobles. Que era así, claro, al fin y al cabo. Solo que con el tiempo había llegado a olvidar algunas cosas, parecía. Era como si aquello se desdibujase. Llevaba ya mucho en Brontë. Y lo que yo quería no estaba en Ignis, sino allí. Allí estaba mi vida. Allí estaba Lea, Telma, mis compañeros y el lugar al que debía lealtad. Y yo mismo.
Yo estaba en Brontë y no en Ignis.

-En ese caso hazlo así y te lo agradeceré. Yo me encargaré enseguida de solucionar el malentendido con mi familia, y si alguien acaba siendo agraviado seré yo, aunque buscaré evitarlo por ambas partes.

Sentía un calor extraño empezar a bullir. Tenía ganas de alzar la voz, de gritar, pero allí estaba Cierzo y no podía hacerlo.
Lo miré, muy serio.

-Espero que tu hermana no se ofenda por mi comportamiento. Muchas gracias por comprender mi situación. Ahora, si me disculpas, debo excusarme. Creo que escribiré la carta ahora mismo, que la enviaré esta noche, y con suerte llegará antes que la que tú mandes, de modo que todo se haya arreglado para cuando así sea-. Hice una nueva reverencia, algo tenso, y lo busqué con la mirada una vez más antes de irme-. Espero que no haya ningún problema. Ha sido un placer encontrarte. Buenas noches, Cogo.

Tras el saludo me di prisa en volver adentro, siguiendo aquella sensación que latía con fuerte. Yo tenía que hacerlo. Tenía que hacerlo en aquel mismo instante.

*se va*

Asentí. Al final, quizás la respuesta a la petición de Nýa, la adecuada, habría sido actuar desde un principio y no irlo retrasando. Porque, después de todo, el resultado no había sido malo en absoluto. Quizás debería trasladarme yo mismo a ver a Fumä. Así podría hablar personalmente con Nýa y, de paso, conocer a mi sobrina. Lo ideal sería pedir a Nýa que se trasladara a Brontë, pero acercarla a Dehnel no tenía ningún sentido.

-Espero que esto no suponga un agravio para nadie -declaré, serio-. Después de todo, mi hermana no deja de ser responsable. Yo enviaré mis cartas algo más tarde. Como dices, eso te dará una prórroga. No te preocupes por Nýa. Creo que esta experiencia la ayudará a madurar un poco. Buenas noches, Dehnel.

No tardó demasiado en retirarse. De hecho, parecía tener bastante prisa, de pronto. Yo me quedé mirando un rato más el paisaje nocturno. La luna, reflejada en la nieve, daba bastante luz para ser de noche.

Acabé yo también por retirarme. Aunque no fuera a escribir aquella noche las cartas, sí debía hacerlo al día siguiente.

*Se va*

Al expulsar el aire entre los labios noto que sale también la nube de vaho correspondiente. Vago, por mi parte, por el suelo, sobre la nieve, con gesto concentrado. Cambio de una almena a otra, como si no me decidiese sobre cuál de ellas usar para otear el horizonte, y al final me detengo en la que está justo frente a la puerta que da a al interior.
Apoyo las manos en la piedra. Está helada. Qué desagradable...
Lanzo una mirada a los terrenos que rodean Brontë y frunzo un poco el ceño.

Odio este frío. Y eso que el de hoy no es destacable. Pero me harto fácil de las bajas temperaturas.

Finalmente me impulso con los brazos y me encaramo al muro de un salto. La nieve, bajo los pies, es algo resbaladiza, pero me resulta más interesante que mirar el paisaje sin más. Al menos caminando sobre ella puedo practicar un poco el equilibrio.
Si me cayese, ¿qué pasaría? ¿Tendrán algún hechizo para evitar esas cosas?

*se queda*

Había ido a la enfermería, pero cuando llegó la caeruleus estaba durmiendo y no había querido despertarla, así que se había ido. Iría más tarde, cuando no la molestase. Lo último que querría hacer ahora era molestarla.

Había pasado por la entrada a las mazmorras después. Durante unos segundos estuvo observando las escaleras que descendían hacia la oscuridad, pero finalmente concluyó que probablemente no querrían verlo, así que se había ido.

Ahora estaba subiendo las escaleras que daban al mirador de la torre, las manos en los bolsillos, una capa cubriéndole y los mitones en las manos. Probablemente se le congelarían parte de los dedos, pero no tenía muy claro dónde había dejado los otros guantes y no quería perder el tiempo buscándolos. Además, seguramente no se quedaría mucho tiempo ahí arriba, o al menos no tanto como la última vez en los tejados. Solo quería tomar el aire.

Al salir, vio a Alehyss sobre uno de los muros, haciendo equilibrios bajo la nieve. En silencio, todavía al lado de la puerta, el chrysos la observó, con cierta curiosidad. Él solía hacer equilibrios en los tejados. Visto ahora desde fuera, parecía un poco temerario.

Parpadeó.

Camino con naturalidad. Las alturas me estimulan. Sin embargo, llegado un punto estoy a punto de cometer un leve fallo. No hubiese resultado nada grave, claro, pero afianzo la pisada y me quedo inmóvil con el rostro vuelto hacia la puerta.
Lyam ha salido.

Noto la mandíbula algo rígida al ir a hablar. Me tomo un momento antes de hacerlo, con tono neutro, monocorde. Diría que tranquilo.

-Buenas noches -saludo al final.

No creo que sean demasiado buenas.

El chrysos la observó en silencio, sin avanzar hacia ella, todavía con las manos en los bolsillos. No quería molestarla con su entrenamiento, o juego, no tenía muy claro qué era para Alehyss hacer equilibrios. Pero cuando ella finalmente saludó, él asintió, y aprovechando que se había detenido, se adentró en el lugar.

—Buenas —dijo, curvando un poco los labios. Sacó la derecha del bolsillo y señaló los pies de la muchacha—. Yo hago eso por los bordes del tejado. Equilibrios, digo. —La miró—. Es interesante.

Suspiró. Un hilo de vaho se dibujó en el aire.

Lo miro sin bajarme del muro, aunque ya sin moverme. Estrecho un poco los ojos mientras habla. Me incomoda un poco la situación, no lo voy a negar. Y más aún si se comporta de forma tan "natural".
Quizás soy yo la que saca las cosas de quicio y se imagina que pasarán cosas que luego no pasan.

No asiento ni niego a sus palabas. En lugar de eso, cambio tajantemente el tema, muy seria.

-¿Ya has ido a ver a tus amigos a las mazmorras? -inquiero, sin más, directa.

No tengo claro si es por saberlo o es un ataque, dada la forma de expresarlo.

Frunció un poco el ceño al escuchar la pregunta de la chrysos, sorprendido por el tajante cambio de tema y algo molesto por la forma de preguntarlo, sintiéndose algo atacado de pronto. No tardó en responder, sin embargo.

—Sí —dijo, serio. Tragó saliva—. El otro día. Al chrysos no lo conozco, sin embargo.

La observó en silencio un segundo. Luego apartó la mirada y él mismo se subió a uno de los muros, a unos pasos de Alehyss. Volvió a guardar las manos en los bolsillos. Soltó aire por la boca.

—No sabía a dónde ibais hasta que os fuisteis —murmuró, contemplando la nieve caer.

Asiento vagamente. Aparto la vista de él para dirigirla hacia los terrenos, seria. Sus palabras me llegan, de todas formas, desde su posición. Parece que se ha decidido, como yo, a hacer equilibrios.

-No tenía claro lo que encontraría. No supe que sería eso hasta que lo encontré. Imaginé que se trataría de una misión convencional. No pasamos fuera más de un día, al fin y al cabo -recito, monocorde.

No es que esté enfadada. Es, más bien, incomodidad. Me incomoda lo que pasó porque me trae recuerdos desagradables, y no quiero que se repitan según qué cosas y según qué sensaciones.

Bajó la vista al suelo, inclinándose un poco hacia delante. Si se cayese desde ahí arriba, ¿qué pasaría? ¿Había en Brontë algo que impidiese que llegasen al suelo? ¿O se rompería todos los huesos? Siempre que hacía equilibrios se preguntaba lo mismo.

Alehyss habló. De reojo, todavía con el cuerpo ligeramente inclinado, el chrysos la escuchó en silencio. No entendía por qué se lo contaba. No había necesidad. Se irguió, y con cuidado, se volvió hacia ella.
La miró en silencio durante unos segundos, sin saber muy bien qué decir.

—Siento no haberte explicado lo que estuve haciendo con la líder piscis... —Ladeó la cabeza hacia la izquierda—. Y si hubiese sabido a dónde ibais antes de que os fueseis, te hubiese... Os hubiese dicho cómo... Eran.

Bajó un segundo la vista a la nieve. Luego añadió:

—No tienes que explicarme qué pasó, o cómo pasó si no quieres. Era una misión. No me enfadaría contigo por lo que sucediese en ella...

No creía que eso le preocupase a la chrysos. Que él se enfadase o no. Pero mejor dejar las cosas claras.

Lo miro de reojo, abruptamente. No tardo en negar.

-Ah, no pasa nada. Es un asunto vuestro-. Estrecho los ojos, pensando, sin enfocarlo-. No niego que hubiese ayudado, pero no lo considero una responsabilidad tuya, dado que no sabías nada.

En todo caso, la responsabilidad sería de los líderes. En caso de que hubiesen sabido más de la situación y no nos lo hubiesen dicho, podría atribuírsela. Ni siquiera sé hasta qué punto hubo ocultación de datos.

-De acuerdo -acepto, sin más, cuando habla.

Si no pregunta no veo motivos para explicar nada. No fue una situación cómoda en ningún aspecto. No creo, tampoco, que mi forma de obrar fuese una como para enorgullecerse.

Esbozó un amago de sonrisa y bajó la vista a la nieve.

—Aun así —murmuró. Tras un segundo, añadió—. Si quieres preguntar algo, no tendré problemas en responder.

La miró. Luego comenzó a caminar por el muro, con pasos tranquilos y cuidadosos y las manos en los bolsillos, alejándose un poco de la muchacha. Al escuchar la respuesta de Alehyss a su segundo comentario, asintió, y no dijo más, a pesar de que le hubiese gustado preguntar y saber más.

Alzó la vista al cielo y notó la nieve caer sobre su rostro. Parpadeó. Soltó aire y una nube de vaho se dibujó en el aire.

—Si te cayeses desde aquí arriba, ¿crees que llegarías al suelo o que habría una barrera que te lo impediría? —preguntó, todavía dándole la espalda.

Niego, algo seca. No quiero meterme en algo como esto. No quiero volver a las historias de siempre. No quiero enfrentarme a los problemas que van más allá de lo profesional o a esos puntos en los que parece que se enfrentan dos posiciones y en los que solo puedes pensar que, hagas lo que hagas, hay una pequeña hipocresía en ello.

-No quiero saber nada. Cumplí las órdenes que me dieron lo mejor que pude, y eso es todo. A partir de ahora serán los líderes y las personas pertinentes los que se encarguen.

Estoy a la defensiva. Solo defiendo mi postura. De haber sabido eso me habría replanteado el ir, o habría, al menos, buscado soluciones antes. Podría haberlo pensado.

Miro hacia abajo cuando habla.

-Creo que moriría. Si soy lo suficientemente ágil, podré entrar por una ventana. Quizás si hay algún líder vigilando no suceda nada al final. Pero si me cayese creo que me partiría todos los huesos contra el suelo -murmuro, sin mucha pasión, pero también sin miedo.

Asintió al escuchar su respuesta. Estaba bien. Mejor. Nunca quiso que la chrysos se involucrase. Todos ganaban si ella ya no quería saber más. Fin de la historia.

—De acuerdo —dijo, solo por si no había visto su asentimiento. Alzó un segundo la vista al cielo de nuevo, y luego bajó con agilidad del muro. Apoyó la espalda contra la pared, sin preocuparse por el frío, mirando al frente.

La voz de Alehyss sonó de nuevo. Sin mirarla, el chrysos la escuchó con atención, y cuando terminó de hablar asintió de nuevo. Eso pensaba él. Si se cayese del mirador o de los tejados, acabaría aplastado contra el suelo, los huesos roto, el cuerpo convertido en papilla.

—Yo opino lo mismo —murmuró.