Mirador de la Torre

Dejo salir el aire por la nariz, algo más relajada. Me siento como si estuviese huyendo. En otra situación hubiese querido saber cuanto pudiese. De hecho, es lo más seguro. Todo grita que a nivel profesional es la mejor opción. Pero yo no quiero meterme en esto así.
Haré lo que tenga que hacer, pero intentaré ser simplemente pragmática. Aunque sea huir. Aunque solo me ampare en esas órdenes sobre las que a veces intento imponer mi decisión y mis ideas.

-Me enseñaron a caminar por sitios altos usando una red -le explico, aunque parece, más bien, que hable para mí-. Siempre hay redes por todas partes. Siempre parece que algo te recogerá si caes. Yo prefiero pensar que me romperé los huesos porque así no me arriesgaré más de la cuenta a caer, a no ser que tenga el movimiento muy claro o que merezca la pena hacerlo.

Es lo más profesional. No corres riesgos. Un hueso roto puede dejarte meses inactivo, o la vida entera si no cura bien.

El chrysos miró de reojo durante apenas un segundo a la muchacha cuando esta empezó a hablar. Luego, curvando un poco los labios, todavía escuchándola, volvió la vista al frente, y esperó a que Alehyss terminase de hablar para hablar él.
Él no había entrando como Alehyss. Si había aprendido a subirse a los árboles y a no temerle a las alturas, era porque ya de pequeño le había atraído ese riesgo, así que había aprovechado esa falta de miedo que caracteriza a los niños para acostumbrarse a los lugares altos.

—¿Cuándo te enseñaron? —preguntó, un poco curioso, mirándola de reojo—. Yo de pequeño me subía a los sitios altos y supongo que así le perdí el miedo a las alturas.

Se encogió de hombros. Tampoco es que fuese un dato relevante.
Parpadeó. La miró de nuevo.

—¿Cuándo te merecería la pena arriesgarte?

Alzo la vista, pensativa, olvidando por un momento el presente. Retrocediendo tanto es hasta fácil despreocuparse.

-El hermano mayor de un amigo-. Si es que puedo llamar eso a Anthom, ahora mismo- es un buen guerrero. Es un soldado de Fulmen, aunque supongo que ahora mismo habrá ascendido. Muchas veces no estaba en el pueblo del que vengo, pero cuando venía me gustaba pasar tiempo con él. Era mucho mayor que yo y me enseñaba bastantes trucos. Me motivaba a practicar por mi cuenta cuando se iba para sorprenderlo a la vuelta. Tendría once años, imagino-. Frunzo los labios, pensativa. Al final no me enseñó tanto. Solo fue un empujón para apurar el cambio-. Luego se convirtió en algo más personal. Acabé buscando mi crecimiento, sin más.

Al principio la lucha era un juego. Luego...
Bueno, ahora estoy aquí.

¿Cuándo me merecería la pena arriesgarme?
Lo miro, seria. Pienso un momento, sin variar el gesto.

-No lo sé -reconozco al final-. Valoro mi bienestar por encima de todo lo demás, o eso me quiero hacer creer. Supongo que al final uno se arriesga cuando no queda otra. No es algo que se decida. Se puede decidir no correr riesgos, pero cuando cometes una locura por un motivo mayor... Se supone que no se puede predecir algo como eso. En eso consiste.

El chrysos la escuchó en silencio, atento a la nieve que caía, con los labios ligeramente curvados. Así que Alehyss tenía una especie de mentor en su pueblo. Aquello resultaba curioso, no sorprendente, pero sí curioso. Había empezado a entrenar de muy joven, entonces.

—Qué joven empezaste —murmuró, mirándola de reojo. Ensanchó un poco la sonrisa, aunque su tono de voz se mantuvo como hasta entonces, calmo, monocorde—. A entrenar, digo. Aunque supongo que teniendo un ""mentor"" tan experimentado es normal.

Él no tuvo ningún mentor hasta que ingresó en la banda, pero para entonces ya había peleado lo suficiente como para saber algunas cosas. Sus movimientos eran toscos de aquella, y aún ahora se podía apreciar un deje de esa tosquedad en su forma de combate.

—Entiendo —murmuró como respuesta al siguiente comentario de la muchacha, manteniendo la mirada fija en sus ojos—. Yo tampoco podría responder a esa pregunta, creo. Cuando peleaba de pequeño solo me arriesgaba cuando creía que ese atrevimiento serviría para derrotar a mi rival, pero supongo que, al final, dependiendo de la situación, acabaría por dejar de preocuparme tanto por mí mismo para arriesgarme por otra persona.

No era tan joven si tengo en cuenta que lo de entonces eran juegos. Ejercicios. Muchos niños podrían hacerlos. Lo que vino a partir de aquellos fue lo que trascendió, pero en sí mismos valían poco.

-A entrenar y también a lo otro -respondo, con cierta sequedad, encogiéndome de hombros.

¿Qué será de él ahora? Es algo que llevo muchos años sin preguntarme. Quizás alguna vez, de pasada. Pero son recuerdos demasiado viejos. Solo me arrancarían una sonrisa en alguna circunstancia más propicia.

-No soy una heroína, ni quiero serlo. No digo que no pudiese dar la vida por nadie-. O lo que sea. Esto ha sido siempre una metáfora, de alguna forma-. Pero yo no funciono así. Soy egoísta. Solo me interesa el peligro si es necesario o si me satisface, si me sirve para demostrar algo. Y los actos de temeridad que lleva a cabo, salvo casos muy concretos, me harán arrepentirme, estoy segura.

Avergonzarme, al menos.

Asintió.

—Yo a lo otro también empecé joven —dijo, sin más, mirando al frente. A entrenar no tanto. Solo a partir de los quince había seguido las indicaciones de personas que sabían más y que se dedicaban a formar a gente como él. Hasta entonces simplemente había peleado por su cuenta, y la ausencia de un modelo le impedían considerar aquellos combates como un entrenamiento. Al final, a fin de cuentas, había tenido que revisar todos sus movimientos en busca de un estilo mejor, correcto.

Escuchó en silencio su siguiente comentario. Cuando Alehyss terminó de hablar, él negó al instante.

—Yo no pretendo ser ningún héroe, ni lo soy ahora ni lo fui ni nada por el estilo. —Parpadeó. La miró después—. No tengo intención de dejarme morir por nadie, ni nada por el estilo, pero dependiendo de la situación quizá sí pudiese dejar un poco de lado mi propio instinto de autoconservación. Y dependiendo de la persona, claro.

Seguramente.
Qué más da. Me arrepiento más de lo que haya podido hacer luchando que haciendo cualquier otra cosa. Lo patético, quizás, es que la lucha comenzase a ser causada, cuando fue en serio, por motivos tan...

Me bajo del muro al final, de un salto pequeño. Parece que no es hoy el día que me toca caer y romperme los huesos contra el suelo.

-¿A dónde intentas llegar diciendo algo como eso?-. Lo miro, seria-. ¿A que te sientes más justo siendo así? A nivel moral, desde luego, resulta un punto a tu favor.

Negó suavemente. No estaba intentando llegar a ningún lado. Divagaba, sin más.

—No intento llegar a ningún lado. Solo divago.

Expulsó aire por la boca. Luego torció una sonrisa. En las mazmorras había gente con la que había convivido años y que pronto irían a una prisión donde pasarían si no toda, buena parte de sus vidas, y sin embargo, en ningún momento había intervenido para cambiar su destino. ¿Hubiese podido hacerlo? Probablemente no, o al menos no por un medio legal, pero aún así. Moralmente, ¿estaba eso bien?

—No me siento moralmente superior, si esa es tu pregunta —dijo, mirándola—. Ni más justo ni nada por el estilo, ni, por supuesto, mejor persona que tú. No creo que lo sea, de hecho. Simplemente supongo que hay demasiada poca gente que me importe de verdad, y supongo también que por esa gente me arriesgaría. Aunque nunca lo he hecho. No dejan de ser suposiciones.

Parpadeó.

—De todas formas, como tú dijiste, es algo que no puedo saber. Quizá una vez en situación terminase por hacer todo lo contrario a lo que estoy diciendo.

Me froto la frente con los dedos un momento, pensativa. Hay algo que me enerva en la situación, pero no tengo claro qué es. Para empezar, llevo unos días algo apática. Supongo que eso ayuda a que el humor no sea el mejor.

-No estoy hablando de sentirse mejor que nadie, sino "mejor que uno mismo"-. Me froto el tabique con los dedos, con gesto cansado, y llego a negar, discrepando. Eso da igual-. De todas formas, Lyam... A nadie le importan "muchas personas" de verdad. La única diferencia es que algunos tienen unas leyes morales diferentes. Hay gente que piensa que tiene que traer el bien común. Yo prefiero traer mi bien particular. Al final es una cuestión de puntos de vista, de sacrificio y todo eso-. ¿Y daría yo la vida por alguien? Seguramente sí, en alguna situación. Ya lo estoy haciendo, de alguna forma. Al renunciar a mi derecho a gobernarla lo he hecho-. Pero al final todo eso da igual.

Es un nanosegundo. Te arriesgas a lanzarte o a no hacerlo. Y no sabes qué opción era la correcta hasta que ya ha acabado. Y quizás parece que si uno no salta no se arriesga, pero a veces el mero hecho de no arriesgarse pone otras cosas en peligro.
Es todo una estupidez. Buscarle sentido a las acciones arbitrarias que la gente no tiene tiempo a reflexionar.

Las palabras dan un poco igual. Solo sirven para comunicar ideas. Pero las personas se equivocan demasiadas veces como para creerse lo que dicen. Como si supiéramos lo que decimos.

La escuchó en silencio, mirándola de reojo. Se sentía un poco cansado. No por hablar con ella, pero cansado en general. Cuando supo lo que había ocurrido en la misión, había imaginado que su humor igual mejoraría si se encontraba con alguien que de alguna forma supiese qué estaba pasando. Alehyss, claro, porque era la única en todo Brontë que de cierto modo sabía qué relación tenía él con todo aquello. Pero al final acercándose a la chica no había conseguido animarse, y seguía igual de cansado que cuando supo las consecuencias de aquel enfrentamiento. Las primeras consecuencias. Habría más, estaba seguro. Más y más.
Y tal vez porque estaba cansado hablaba tanto. Divagaba. Ni siquiera él sabía a dónde quería llegar, pero sí sabía que no quería molestar a la chrysos con sus suposiciones. Porque al final solo eran eso: suposiciones.

—¿Y de alguna forma no crees que así estaría yo trayendo mi bien particular? —La miró. Hablaba con un tono tranquilo, pero en sus ojos se apreciaba cierta agitación—. ¿Dónde ves que sea moralmente mejor? Si puedo dejar que equis personas mueran sin más pero luego puedo imaginarme a mí mismo comportándome de forma diferente si otra persona estuviese en una situación semejante, entonces ¿también hablo para sentirme mejor de lo que realmente soy? ¿Cómo?

Parpadeó. Alzó ambas cejas.

—O a lo mejor sí lo estoy haciendo. Yo qué sé. —Negó. Se llevó ambas manos a la frente y se echó el flequillo hacia atrás—. Estoy cansado. No sé ni por qué hablo de esto. —Se dio la vuelta, apoyando los brazos en la barandilla y expulsó aire por la boca—. No quiero molestarte.

¿Su bien particular? La gente siempre busca su bien particular, ya sea de una forma u otra. Al intentar proteger a alguien que te preocupas estás buscando, también, tu bien particular.

-Realmente solo eres como eres. No le des vueltas -termino diciendo-. ¿Te preocupan esas personas a las que dejarías morir, acaso? ¿Te importa que mueran? Y, si es así, ¿por qué te importa?

Al final hace lo de siempre. Tras hablar mucho se disculpa y calla.
Miro un momento su espalda y acabo alejándome en dirección a la puerta, aunque sin alcanzarla. No es que vaya directa.

-También estoy algo cansada -reconozco, con tono algo apagado, seco.

Frunció el ceño.

—No, no me importan —respondió—. Eso no hace que me sienta mejor, no obstante.

Apretó la mandíbula y cerró los puños con fuerza, con la mirada fija en el horizonte aunque no pudiese ver nada. De pronto sentía ganas de gritar y de golpear cosas. Un chispazo le recorrió el rostro y otro las manos.

—Todo el mundo parece siempre hacer lo que es correcto. Mi madre, Dena, Lysa, la claritas de ahí abajo. —Bufó—. Mi madre cuidaba también de Dena aunque no tuviese obligación ni tampoco demasiados medios solo porque "era correcto" y "lo que estaba bien". Dena protege y protege a la gente y estoy convencido de que Lysa está ahí abajo porque le pasó algo antes al aether. Y luego te miran y esperan que hagas tú lo mismo, y si no lo haces, oh, entonces eres un ser horrible porque no te importa tanto la gente y cómo has podido si nosotros lo hubiésemos hecho por ti. —La miró de reojo—. Y entonces ¿cómo tienes que sentirte? ¿Y qué consideración debes tener de ti si no eres capaz de ser como ellos? —Chasqueó la lengua—. Y luego, claro, luego tampoco quieres quedarte solo pero quién va a hacerte caso cuando descubran que te pasas la vida mintiéndole a la gente solo porque tu yo de mentira es mejor que el de verdad.

Escuchó los pasos de Alehyss alejándose y luego su voz. Asintió.

No puedo evitar una sonrisa algo tensa, de espaldas a él. Me vuelvo con calma, no obstante, borrándola un poco.
Está alterado. Yo también. Los motivos son diferentes, pero puedo comprender la situación. Y, de todas formas...

-¿Capaz de "ser como ellos"? ¿Para qué quieres ser como ellos si no eres como ellos?

Si no sale de ti es que no eres así o que no estás haciendo las preguntas correctas. ¿Al final se trata de un problema social, no moral? No lo tengo claro. No sabía decirlo.
Es más difícil que eso. No soy una especialista en este tipo de cosas. No se me da mejor escuchar a la gente que cualquier otra cosa.

-Si no te gusta lo que eres, cambia-. Me encojo de hombros. Suena algo duro, pero para mí funciona así-. No estoy siendo muy agradable... -termino admitiendo, algo ausente, tras un suspiro.

Negó.

—No quiero ser como ellos —respondió, frunciendo de nuevo el ceño, apoyando el mentón sobre los brazos, que todavía descansaban, cruzados, sobre el muro—. Pero la gente espera que seas como ellos, ¿no? Más o menos. Si para salir de un círculo de fuego tienes que matar a alguien, entonces no merece la pena y es mejor que te lances tú a las llamas.

Parpadeó. Y si irte de un sitio implica vender a toda la gente con la que habías convivido antes, entonces te aguantas y no te vas, o no confiesas.

El siguiente comentario de la chrysos le hizo torcer una sonrisa.

—No —dijo primero. Luego volvió a negar—. Intento cambiar. Si no lo intentase, entonces no estaría ahora mismo aquí. Pero entonces un día te encuentras con que conoces a la gente que está en las mazmorras y entonces piensas si realmente has hecho bien decidiendo que, bueno, mejor cambiar e implicarte y ayudar que quedarse al margen. Y luego hay cosas que quieres cambiar pero terminas haciéndolo igual porque... Quién sabe. Y de todas formas...

Suspiró.
Mañana, mañana haría esto, pero mañana, mañana no lo hacía, ni pasado. Y ahora seré sincero y diré esto, pero ahora no lo digo y me callo porque es mejor. Y mañana, mañana, y ahora y ahora. Y mejor golpear tú primero que que te golpeen a ti primero aunque no sepas si realmente te fuesen a golpear. Prevenir. Mejor prevenir que curar.

—¿Tan desagradable soy? ¿O solo es que hoy estoy cansado y me veo así?

Enarco una ceja, escéptica.

-¿La gente? Acabas de decir que dejarías que muriesen en ciertas situaciones, ¿y te importa lo que piensen? Eso sí me parece un problema de prioridades -comento, con un amago de sonrisa cansado.

Hace falta gente que salte al círculo de fuego. De no ser así, tendría que encargarme yo de uno.
Yo no soy de las que saltaría, desde luego. Yo empujaría si hiciese falta. Por sobrevivir sacrificaría al que menos me gustase de todos.

-Ellos son los que están en las mazmorras. Como lo está Jager, como lo estuve yo. ¿Y eres tú el que duda de si lo ha hecho mal?

Son ellos, en todo caso. Suena cruel dicho así, pero es lo legal. Lo que hacían no era correcto. Si ahora se enfadan por haber sido capturados... No digo que no sea normal, pero implica que todavía no son conscientes por completo de su situación.
Hay muchas injusticias en el mundo, pero el que roba siempre ha sabido que si lo atrapaban le cortarían la mano.
No es que no lo entienda. Yo estuve en una posición parecida. Si he perdonado a Heylel, no obstante, es porque fui consciente de que yo había sido, desde el principio, la equivocada.

-Creo que, desde luego, ni la situación actual -con esa gente en las mazmorras- ni la hora son apropiados para que pueda reflexionarse nada con optimismo. Duerme esta noche y pregúntaselo al espejo mañana, más descansado.

Yo, desde luego, quiero hacerlo. Mi humor tampoco es el mejor, pero soy consciente de que las circunstancias, de hecho, no son propicias para que lo sea. Es normal ser negativos ahora mismo. Cada uno por sus propios motivos.

Se encogió de hombros.

—Lo que me importa es quedarme solo. No quiero quedarme solo. Por eso puedo imaginarme arriesgándome por alguna gente, pero solo por alguna gente y son las opiniones de esa misma gente las que me preocupan, no la de los demás.

No sabía si se explicaba. A lo mejor sí tenía un problema de prioridades.
Qué más daba, de todas formas.

Se encogió de hombros al escuchar el siguiente comentario de la chrysos, algo arisco, y un nuevo chispazo le recorrió las manos. No dijo nada. No sabía qué decir ni se sentía especialmente mejor hablando y solo quería gritar y golpear cosas hasta destrozarse los nudillos.
Negó. Luego levantó la cabeza y se apartó del muro, mirando finalmente a la chrysos. La escuchó en silencio, y cuando terminó de hablar, torció una sonrisa, negando al tiempo.

—El espejo no va a responderme —murmuró, y hubiese parecido un gruñido de no ser porque sonó más triste que molesto. Bufó. Alzó la mirada al cielo, y después, murmuró—. Qué más da.

Era tarde, aquello era cierto.
Pronto ambos abandonaron el mirador.

*fin de escena/se van ??*

Corbin se encontró en las almenas con un día frío y desapacible, pero no lo suficiente como para convencerlo de que volviera al interior del palacio. Tampoco allí detuvo la carrera que había mantenido por las escaleras, y aunque la torre no era muy grande, continuó en llano su trote, dando vueltas alrededor de la misma hasta sentirse satisfecho. E incluso entonces, el chico se dedicó a examinar las almenas en movimiento, en saltos y carreras quietas, poco dispuesto a detenerse.

Las almenas estaban heladas y cubiertas de nieve, y Corbin sabía que resultarían resbaladizas y peligrosas. Pero, después de todo, eso solo hacía el entrenamiento más interesante. Subió al hueco entre dos, y desde allí a una de las almenas, preocupándose de mantener el equilibrio sobre ella. La caída era notable, pero no era un detalle que preocupara a Corbin.

Desde su punto de salida, se propuso saltar de almena en almena hasta dar la vuelta completa a la torre. El ejercicio requería de su fuerza para impulsarse, pero también de su habilidad para caer sobre cada una de las almenas y su equilibrio y entereza para mantenerse allí, sin dejarse afectar por la caída que le esperaba si fallaba. Saltó a cada una, encontrando distintos resultados con cada salto.

En ocasiones, las piernas pesadas no le daban el impulso suficiente y quedaba en el borde, o el suelo que lo recibía era demasiado resbaladizo para mantenerse sobre él y se sentía perder el equilibrio. En un momento dado, Corbin llegó a tener la necesidad de saltar al interior del mirador para evitar caer al vacío, pero ni siquiera aquello lo impresionó lo suficiente como para evitar que volviera a subir a la almena desde la que había saltado y continuase con su tarea.

Cuando hubo vuelto a la almena inicial, entonces sí, por fin, se permitió saltar al suelo del mirador. Aún dio un par de vueltas más al mismo antes de volver a las escaleras. Bajar podía parecer más fácil que subir, pero requería de equilibrio, especialmente si lo hacía corriendo. Además, de su salida al exterior Corbin había obtenido una capa de nieve y hielo en las suelas de las botas, que harían el descenso más resbaladizo.

*Se va*

El chrysos, haciendo equilibrios encima de uno de los muros del mirador, se detuvo al escuchar un ruido. Confuso, apartó la mirada del suelo y observó el horizonte, buscando el lugar del que había nacido el sonido. Esperó un segundo, y luego, lentamente, comenzó a oír un sonido extraño y fuerte, como unos pasos que se acercaban. Frunció el ceño, tragó saliva. Bajó de los muros y luego, con rapidez, salió del mirador, en dirección a los exteriores de Palacio.

*se va*

-Otra vez.

El extraño autómata volvió a la carga nada más oír mis palabras. Seguía tratando de ponerlo a prueba, aunque no acababa de estar satisfecho con sus habilidades. Tenía buena resistencia, al menos. También se le daba la espada mejor que a mí, aunque eso no tenía nada de extraordinario. Por otra parte, yo me movía mejor que él, con lo que su técnica tenía problemas para llegar a mí.

De todas formas, podía llegar a tomármelo como algo útil para un entrenamiento de esgrima. Había decidido empezar por eso para poner a prueba sus habilidades, y en ello estaba. Un golpe tras otro, nos íbamos moviendo, buscándonos con el filo, aunque sin demasiada presión.

*Se queda*

Lentamente subí las escaleras que daban al mirador de la torre. A pesar de que ya llevaba varios meses con un horario más cercano al de mis compañeros no caeruleus que al de los caeruleus, hoy me había despertado bastante tarde, así que todavía no había ido a entrenar ni había hecho gran cosa. Estaba en ese momento del día al que consideraba de ocio, o algo así.

Al abrir la puerta, me encontré con que ya había alguien arriba, practicando con un extraño... Algo. Fruncí un poco el ceño, pero no avancé, sino que di un paso hacia atrás, buscando darle intimidad si la necesitaba, tratando de no molestarle.

Las espadas entrechocaban una y otra vez, a medida que ambos tratábamos de avanzar hacia el otro. Él encontraba flancos con más facilidad, pero yo era más rápido a la hora de cubrirlos. De todas formas, requería de bastante concentración para combatirlo.

En uno de los giros vi una sombra por detrás de él, junto a la puerta. Le permití un par de estocadas más antes de obligarlo a detenerse.

-Suficiente -dije entonces, y él se detuvo.

No necesité más que un momento para volver a comprimirlo en una pequeña bola y guardármelo en el bolsillo. Fue entonces cuando me volví definitivamente hacia la puerta para descifrar la identidad de quien me observaba. Una caeruleus, como era natural. Inger.

-Buenas noches -saludé, con una pequeña inclinación de cabeza.

Aunque había pensado irme al momento, al final acabé abstraída mirando el duelo de espadas entre Cierzo y la cosa; resultaba un combate interesante, dadas las diferencias que ambos parecían tener a la hora de empuñar el arma. Aunque más interesante resultó ser la forma en la que el combate llegó a su fin: nunca había visto algo así.

Cuando Cierzo me saludó, todavía tenía las cejas alzadas, una expresión sorprendida en el rostro, y tardé en responder. Parpadeé.

—Oh... Bu... Buenas noches. —Esbocé una tímida sonrisa—. La-lamento si te he... Molestado, no era mi... Intención.

fdr. un roleo kyoti e inger sería como el campo de los "..." y "-"

Y yo me quejaba de la dialéctica de Anna. Desde luego, tenía una evidente competencia. ¿Quién habría enseñado a expresarse a aquellas chicas? Porque no podía decirse que hubiera hecho un gran trabajo, precisamente.

Negué con un gesto.

-Ya llevaba un buen rato -expliqué-. No iba a tardar mucho en dejarlo, de todas formas. Ya ha estado bien. No es ninguna molestia. ¿Cómo estás?

Enfundé la espada.

Parecía que no había llegado a resultar una molestia. Eso me hizo tranquilizarme un poco y me animó a adentrarme en el mirador, esbozando una tímida sonrisa.

—Bien —respondí—. Hace poco que me he despertado y... Bueno. Todavía no he hecho gran cosa, pero bien. ¿Tú cómo estás?

Me encogí de hombros.

—Es un... Artilugio interesante el que utilizaba... —murmuré, colocándome un mechón tras la oreja.

Horarios caeruleus. Dudaba que alguna vez me acostumbrase a ellos. Vivir sin luz no era una idea que me resultase agradable. Podía entender que ellos tenían unas necesidades diferentes, pero no lograba ponerme en su piel. De todas formas, sus horarios no eran algo de lo que yo tuviera por qué preocuparme.

-Tienes toda la noche por delante -aporté-. Yo, en cambio, ya estoy llegando al final de la jornada. Ha estado bien. Bastante tranquila. ¿Qué tal estás tú?

Me llevé la mano al bolsillo, palpando la pequeña bola. Claro que era un artilugio interesante. Podría serlo más, desde luego, pero eso no le quitaba los méritos que sí tenía.

-¿Te interesa? Puedes examinarlo, si quieres -ofrecí-. Estoy trabajando en un asunto respecto a él, aunque creo que necesitaré colaboradores. Si te llama la atención, quizá te apetezca unirte. Puede que encontremos algún otro para ti.

Como mínimo, conocía la existencia de otros tres. Y dudaba que fueran los únicos.