Mirador de la Torre

Asentí, sonriendo ampliamente. Eso era cierto: aún me quedaba toda la noche por delante y no pensaba desaprovecharla. Eran muchas horas, a fin de cuentas.

—Eso es cierto. —Ensanché la sonrisa—. Y, bueno, por lo demás todo bien. Participé en el último ataque, así que estoy bastante animada porque no ha pasado nada... O bueno, algo sí. Qui-quiero decir que estoy animada porque los daños han sido... Mínimos.

Me encogí un poco.
Y porque esta vez no me habían mandado a la enfermería o algo semejante y eso siempre estaba bien.
Cuando mencionó el artilugio, alcé ambas cejas.

—¿En serio quieres que te ayude? —pregunté—. O, bueno, quiero decir: ¿de verdad no te importaría que te ayudase? Parece muy interesante y seguro que... Bueno, yo también tengo una espada, así que supongo que me serviría para bastantes cosas...

Le sonreí.

Quizá era un poco despistada de más para dedicarse a la guerra. Como descuidara tanto su entorno de batalla, acabaría por no encontrar su cabeza cuando se la separaran del cuerpo. Me limité a asentir con educación.

-Lo sé -le recordé-. No pasó de ser una alarma. Supongo que ya es hora de dedicarse a otros asuntos. Este no parece haber tenido mayor trascendencia.

Ante su interés evidente, saqué de nuevo la bola y la activé. Al momento, tenía ante mí a mi servil compañero, tan estático como le correspondía hasta que yo le indicase lo contrario.

-Siéntete libre de examinarlo -invité-. Por supuesto, toda colaboración es bienvenida. Aunque no puedo darte datos demasiado exactos sobre él, ya que todavía estoy trabajando en su funcionamiento. No deja de ser un apoyo en combate, después de todo.

Asentí.

—Y mejor que no haya trascendido... —murmuré.

Cuando sacó la bola del bolsillo, la observé tratando de ocultar un interés que aún así resultaba evidente. Volví a sorprenderme cuando el artilugio salió, y cuando me dio permiso para examinarlo, me acerqué sin dudar, observándolo desde cerca sin llegar a tocar nada. No parecía que se moviese.

—Vaya... —Sonreí, todavía mirando la ¿maquina?—. ¿Se está quieto hasta que le dices algo? —Lo miré—. ¿De dónde lo has sacado?

Resultaba de lo más interesante. Si realmente no le importaba que le ayudase, buscaría hacerlo.

Asentí, observándola mientras examinaba el autómata. No se atrevía a tocarlo, pero no dudaba en estudiarlo con detalle.

-En efecto -respondí-. Obedece órdenes, pero deben ser mínimamente precisas. No tiene una inteligencia muy desarrollada. Si es que se le puede llamar inteligencia. Lo conseguí en una misión, en Lumen. En realidad, yo había ido allí a algo diferente, pero las cosas se complicaron. Pertenecía a una organización clandestina que ahora mismo está bajo investigación. Pronto habrá que pararles los pies.

Y, por supuesto, convenía contar con efectivos suficientes. Ya habían causado suficientes daños, después de todo.

Lo escuché con atención, a pesar de que seguí mirando a la maquina mientras él hablaba. Lo que dijo de la organización me hizo fruncir un poco el ceño, algo preocupada. Supuse que por eso necesitaba ayuda en una próxima misión.

Alcé la vista de la maquina y miré a Cierzo.

—¿Y obedece solo tus órdenes o las de cualquiera? —Sonreí un poco. Luego, más seria, añadí—: ¿Y se sabe algo de esa organización? Supongo que si la están investigando será... Algo peligrosa, ¿no?

Negué con la cabeza.

-Da una vuelta -. El autómata dio una vuelta completa sobre sí mismo-. Obedece órdenes de quien lo haya invocado.

No había vuelto a tener noticias del líder Brumm hasta el momento. Seguía esperando noticias y, mientras tanto, me dedicaba a reclutar guerreros para la causa.

-Por el momento no hay demasiada información -expliqué-. Los líderes están trabajando en ello. Cuando logren una localización exacta y algunos datos de utilidad, enviarán una partida al lugar. Desde luego, lo que puedo decirte con seguridad es que no tienen moral ni escrúpulos.

Alcé las cejas cuando la máquina dio la vuelta que Cierzo le había ordenado. Luego asentí:

—¿Y lo invocas con esa... pelotita que tienes?

Le sonreí. La máquina resultaba de lo más interesante. Si podía hacerme con una, no dudaría en hacerlo, aunque lo que Cierzo decía de la organización a la que la máquina había pertenecido no daba demasiada seguridad.

—Vaya... —Suspiré—. Parece que no nos encontramos con ninguna organización buena, ¿eh? —Negué suavemente—. Sea como sea, cuenta con mi ayuda.

Asentí.

-Esa pelota es él mismo -expliqué-. Aplico un toque de magia, y con eso se activa. A partir de entonces, está a mis órdenes hasta que le permita recogerse de nuevo.

Su comentario me pareció un tanto absurdo. Desde luego, yo no había ido a Brontë con idea de encontrar las más desinteresadas organizaciones del mundo.

-Para eso estamos aquí -apunté con seriedad-. Será un placer contar contigo.

De nuevo, su respuesta me sorprendió.

—Vaya...

A su siguiente comentario, respondí asintiendo.

—Gracias.

Observé de nuevo la máquina, curiosa, antes de alejarme de ella. Alcé la vista al cielo.

—¿Has hablado ya con más guerreros interesados?

Acabé por recoger al autómata y guardarlo de nuevo en mi bolsillo. A su pregunta, asentí.

-Trato de mencionarlo a aquellos que parecen adecuados e interesados -expliqué-. De todas formas, nadie me ha dado una respuesta definitiva hasta el momento. Es lo lógico. Después de todo, no hay más información disponible que la que yo conseguí, ni tampoco fechas de actuación. Hay más cosas de las que estar pendiente, después de todo.

Yo estaba planteándome participar en el asunto de Aqua también. Por supuesto, todo dependía de cómo salieran las cosas. Le había ofrecido al señor Brumm mis servicios para aquel asunto de contrabando, y no iba a renunciar a él después de mi experiencia en Lumen.

Asentí. Si hablaba con todos los que pudiesen ser válidos, al final acabaríamos yendo bastantes, o eso suponía, vamos. Dudaba que poca gente quisiese perderse una misión como esta.

—Espero que logres encontrarte con mucha gente interesada —comenté, sonriendo, volviéndome hacia él—. Se está haciendo un poco tarde y yo quería entrenar antes de que saliese el sol. —Ensanché la sonrisa—. ¿Bajas?

Parecía que él tampoco iba a quedarse mucho más tiempo en el mirador, así que finalmente ambos abandonamos el lugar.

*se van*

El chrysos estaba sentado en el muro del mirador de la torre, con los pies colgando en el aire y los codos apoyados en las piernas, girando suavemente uno de los huesos del collar de Alehyss que ahora, pese a que no había salido del palacio en todo el día, llevaba puesto y que miraba como ensimismado. El día era grotescamente bueno, con unas temperaturas agradables que no resultaban ni muy cálidas ni muy frías y un brillante sol como una naranja en lo alto que formaba un curioso juego de luces y sombras en los jardines que tan lejanos parecían ahora. Probablemente en otra ocasión él hubiese estado ahí abajo, paseando tranquilo, disfrutando del radical cambio de temperaturas, pero ahora mismo aquel tiempo no solo no lo animaba, sino que hasta podía decirse que llegaba a molestarle.

Lyam alzó un segundo la vista. El suelo parecía muy lejano pero realmente si alguien se lanzaba desde ahí arriba apenas tardaría en llegar. ¿O había realmente algo que impidiese que tu cuerpo quedase aplastado como si nunca hubiese tenido huesos? La duda estaba ahí, pero él no iba a intentar darle una respuesta; él, ahora, se quedaría ahí arriba, mirando el hueso, girando el hueso. 

*se queda*

El mirador es una zona desde la que acceder a algunos de los tejados a los que no se llega por la ventana. Voy a practicar caminando por ellos, por variar el panorama, pero alguien se me ha adelantado al subir aquí arriba.
Me quedo en la puerta, mirando la espalda de Lyam, que está sentado en el muro, mirando hacia el exterior. Desde el ataque tiene un aire más de espectro. Es un tipo de humor al que me cuesta tremendamente enfrentarme.

Termino por dar un paso hacia adelante y alzar la voz para que me escuche al saludar, todavía a metros del muro.

-Buenas tardes.

Le pareció oír que la puerta se abría y alguien avanzaba, pero no estuvo seguro de si se lo había imaginado o no hasta que escuchó la voz de Alehyss, que debía de estar a unos metros de él. El chrysos, algo sorprendido por la presencia de la muchacha, guardó dentro de la camisa la parte del collar que sobresalía y se giró, esbozando una sonrisa.

–Hey. Cuánto tiempo.

Asiento, mirándolo todavía desde la misma posición. Llego a esbozar una sonrisa cordial. No sé si se debe a que no llueva que me resulte más fácil.

-Unos días -coincido-. He estado ocupada-. No realmente. Entrenando, como siempre. Eso también es estar ocupada, de alguna forma-. ¿Qué tal va todo? -inquiero entonces con suavidad, clavando los ojos en él.

Todo no. "Todo". Supongo que la diferencia es sutil, pero dada la situación es evidente que hay dos interpretaciones distintas de la misma palabra.

Ensanchó la sonrisa. 

—¿Ocupada? ¿Preparando el viaje a Ventus? —preguntó, curioso, dándose la vuelta por completo, sin llegar a bajarse del muro; los pies, a escasos metros del suelo, comenzaron a balancearse sutilmente—. ¿Cómo lo llevas? ¿Cuándo te vas?

El chrysos hablaba más que la última vez que la había visto, por algún motivo, e incluso respondió a la pregunta de la muchacha, encogiéndose levemente de hombros.

—Bien, supongo. —Se pasó una mano por el pelo, echándoselo hacia atrás. Suspiró—. No puedo bajar a las mazmorras, pero por lo demás... Bien. Ya no llueve ni nieva y hace buen tiempo.

Asiento, algo pasiva. He estado ultimando algunas cosas más, pero lo cierto es que ese asunto lo tengo ya bastante resuelto.

-Le he dado algunas vueltas. Pero con lo que ha pasado en Brontë ahora no sé si lo retrasaré un poco. Aunque la gente parece bastante tranquila.

Lo han asumido bien. No ha habido muertos, y el número de heridos ha sido muy bajo. La perspectiva de una ofensiva de gran calibre evitada hace que la gente se anime. No me sorprendería que, lejos de asustarse, muchos se creyesen más imbatibles ahora.

Tiene esa forma de quitarle importancia a lo que le importa que me irrita mucho. Evidentemente, el "bien" de su respuesta es una falacia.

-¿Qué ha pasado? -pregunto, sin más.

Se rió con suavidad. 

—Comparado con otros ataques, todo el mundo parece tranquilo. Aunque es normal: apenas llegaron a hacer gran cosa, así que no tendría mucho sentido que todos le diesen vueltas. 

Nadie había muerto, apenas hubo heridos y quienes habían atacado estaban ahora en las mazmorras. Las bestias también estaban controladas. No había sido un suceso como el de los bichos aquellos o el secuestro de Silvanus. No tenía por qué dar tanto que hablar. 

Se encogió de nuevo de hombros al responder la pregunta de la chrysos.

—No lo sé. —Su voz sonó un poco más baja—. De verdad que no lo sé, no es que no quiera decírtelo.  

La miraba, superficialmente tranquilo.

Niego, muy seria, determinada.

-Sea cual sea el resultado, ninguna clase de ataque debería dejar a la gente indiferente. Si ellas pudieron entrar, quizás otros pudiesen entrar. Si alguien va tras Brontë, quizás otros vayan tras Brontë. Pudo ser el tanteo de otro ataque inminente. Podría haber sido el señuelo de un segundo golpe mayor.

Aunque no haya sido el caso.
Nunca hay que bajar la guardia. Y no todos aquí saben lo que yo, o lo que él, que sabe más que yo. Y eso es un mayor motivo para centrarse, sea en lo que sea. Brontë tiene enemigos, y eso es evidente. Y nunca, desde luego, desdeñable.

Cuando responde a mi pregunta, diciendo no saberlo, frunzo un poco el ceño, pensativa. No me resulta extraño del todo. Lo veo normal, de alguna forma. Por mucho que haya jurado lealtad a Brontë, es posible que algunos consideren que es más seguro que no se vea con ellas.
No obstante...

-¿Te informó de ello algún líder? -termino preguntando con suavidad-. ¿O simplemente no te permiten bajar?

El chrysos curvó un poco los labios.

—No quería decir que estuviese bien que los dejase indiferentes, solo que veía normal que las cosas se hayan tranquilizado antes que con los ataques anteriores. —Se pasó una mano por el cuello—. No sé si me explico. 

Esperaba que sí lo hiciese, porque no creía ser capaz de explicarlo de otra forma. Evidentemente, en Brontë nadie debería tomarse un ataque a la ligera porque eso, a fin de cuentas, implicaba que tenía enemigos en alguna parte del mundo, pero sí entendía por qué las reacciones a otros ataques habían sido diferentes a aquel. 

Negó suavemente.

—Hoy intenté bajar y no pude, sin más.

Esbozo una sonrisa y por primera vez aparto la vista de él, llevándola a un muro: el que se encuentra a mi izquierda.

-Lo sé -indico, sin más.

Puedo resultar excesivamente cuadriculada algunas veces. Rígida. Estricta. No obstante, sé lo que la gente quiere decir, por lo general. Imagino que algo en mí me hace añadir esa puntilla innecesaria que determina lo que yo considero como correcto.

-¿Sin más?-. Esta vez sí alzo las cejas. Comienzo a acercarme a la pared que he seleccionado, pero lo miro de soslayo-. ¿Quieres decir que es por algún hechizo, o algo semejante?

Curioso. En ese caso, por supuesto, sí se debe a los líderes.

Al llegar junto al muro lo evalúo serena. Finalmente subo impulsándome de un salto de pies juntos, temeraria.
Un resbalón me haría caer, pero eso es lo interesante. Cierro los ojos, una vez arriba, afianzando la base sobre la roca. Los abro poco después.

-¿Qué vas a hacer? -le pregunto, entonces.

El chrysos esbozó una nueva sonrisa, bajando un segundo la vista al suelo, cuando Alehyss respondió, pero no añadió más al tema. Todavía sentando en el muro, observó a la muchacha en silencio, con curiosidad, todavía con los labios levemente curvados. 

—Algo así, sí. —Alzó ambas cejas—. Supongo que será eso. 

Bajó del muro cuando Alehyss subió y se acercó a la muchacha, con una sonrisa quizá algo más amplia que las anteriores en la que, pese a todo, se apreciaba cierto cansancio. Cuando estuvo a unos metros de ella, se detuvo, con la mirada fija en la espalda de la chrysos. Negó suavemente.

—No estoy seguro. Tengo que pensar. 

Permaneció un segundo en silencio. Luego preguntó:

—¿Vas a hacer equilibrios?

Pensar. Imagino que es lo que estaba haciendo aquí, lo que yo he interrumpido.

-Quizás te vendría bien preguntar a los líderes -le recomiendo-. Si es una sanción, te convendría saber la causa. Quizás te ayude a pensar.

¿Y yo? ¿Podría bajar yo? ¿O cualquier otro? A lo mejor simplemente han limitado o prohibido las visitas. No dejan de ser prisioneras, y en este caso no son prisioneras que pertenecieron a Brontë. Realmente, quitando a algún interesado puntual, poco deberían tener los guerreros que hacer con ellas.

Su pregunta me hace volver la cabeza hacia él. El cuerpo, iluminado, me permite verlo aunque la luz haya decaído.

-Iba a ir al tejado -confieso-. Más que equilibrios, prácticas. He de practicar mis habilidades en zonas complicadas, como un muro alto y estrecho.

Puede que me sirva para Ventus incluso, bien pensado.

Frunció un poco el ceño.

—No sé si los líderes me responderían si pregunto —murmuró. Suspiró—. Aunque probablemente sí termine por buscar a alguno. Más que probablemente. 

No se iba a engañar a sí mismo: si no lo había hecho ya, era porque no tenía demasiadas ganas de hablar con ningún líder. Pero pronto aquello cambiaría. Lo sabía. 

Volvió a sonreír cuando la chrysos se giró. Alehyss había iluminado su cuerpo y Lyam se dio cuenta entonces de que él debería hacer lo mismo si quería seguir viendo. 

—¿Te importa que te acompañe? —preguntó, emitiendo una leve luz, la suficiente como para poder ver aun si ella se iba.

Estoy a punto de objetar diciendo que, evidentemente, si no pregunta no responderán cuando parece concluirlo él mismo, lo que me hace callar. Es la resolución más adecuada, en mi opinión. Aunque si es algo importante supongo que o buscarán ellos a él, incluso.

Su pregunta me toma algo por sorpresa. Lo miro de nuevo, volviéndome un poco en el muro, y al final termino bajando de un salto simple.

-Iré algo más tarde -resuelvo, con sencillez.

Quizás quiere hablar de algo. Siempre rumia las cosas antes de decirlas. A veces tarda en sacar el tema que quiere tratar.