Mirador de la Torre

Nos quedamos los dos en silencio. Parecía un poco inquieto, aunque yo estaba bastante cómoda. Seguí con la mirada la suya, buscando el punto en el que la tenía fija, pero no lo encontré. Entonces preguntó, y volví la mirada a él de nuevo.

-He vuelto a Aqua -respondí-. A ver a mi familia. He pasado un tiempo en el glaciar Nevus y un par de días en Ciudad Nevada. He ido porque se casaba mi hermana -. No estaba segura de si había llegado a decírselo, pero tampoco, en el caso de haberlo hecho, de que se acordara-. Luego, antes de volver, fui a Lumen, a visitar a un amigo.

Prefería no mencionar qué amigo o, más bien, cómo lo había conocido. No me había olvidado del enfado de Follow cuando Alehyss y Lyam habían decidido que él no nos acompañase cuando fuimos a rescatar a Jun.

Noté cómo me tensaba al oír sus palabras. ¿Cuándo íbamos a qué? Inwir era la primera de mis hermanos en casarse, y yo siempre había pensado que había esperado muy poco. Y, desde luego, no tenía intenciones de seguir sus pasos tan rápido. Mithos, ¿no era muy pronto?

-Bu-bueno -murmuré atropelladamente, sonrojándome-. Tampoco tenemos prisa... ¿no?

En realidad, yo estaba pensando más bien en otras cosas. Se me ocurrían muchas mejores cosas que hacer con él que casarme. ¡Yo ni siquiera sabía si quería casarme!

Empezaba a no saber cómo explicarme. Sí, todo lo que decía tenía sentido, pero... Eso no tenía que ver, mi situación seguía siendo la misma, y antes de casarme tendría que pensarlo bien. Y dejar pasar un poco el tiempo, Mithos. No era una decisión cualquiera.

Pero ¿y si se sentía rechazado? Yo no quería que se sintiera rechazado, porque tampoco tenía motivos para sentirse así, pero...

Puse una mano sobre la suya, que se había posado en mi mejilla, sintiendo que el pulso me iba muy rápido. Abrí la boca para hablar, pero volví a callar. Entonces, con decisión, me alcé y, pasando una mano por detrás de su nuca, lo besé despacio en los labios. Luego me separé un poco, lo justo para hablar, sin apartarme de él.

-A mí también me gusta estar contigo -dije-. Pero quiero hacer las cosas bien -. Desvié la vista, tímida, antes de murmurar-: Sí quiero unirme contigo.

No respondió, sino que se acercó de nuevo. Lo acepté de buena gana. Hacía mucho que no estaba con Follow, y en aquel momento me daba cuenta más que nunca de lo que eso significaba. Cuando se detuvo y volvió a hablar sentí un extraño cosquilleo en el estómago.

Asentí.

-Pero mejor abajo -murmuré a toda velocidad, algo avergonzada por lo mucho que me importaba ese detalle. No quería estar más tiempo del necesario aquí arriba.

Follow accedió, así que ambos nos fuimos de la torre.

*Se van*

Salgo un rato a tomar el aire al mirador. Es un sitio que frecuento poco. Con suerte nadie vendrá aquí a menudo y tendré una estancia tranquila. Hoy ha sido un día bastante duro y estoy jodidamente cansada. Por si fuera poco, he vuelto a no atreverme a preguntarle a Gerald si pasa algo, y si pasa mucho tiempo comenzaré a preguntarme si no habrán sido imaginaciones mías.

Me apoyo sobre el muro y contemplo el horizonte. Qué puto poema. Al menos hace fresco y eso me desentumece las ideas. Aunque llueve un poco. Creo que me he duchado tres veces hoy. Joder... Qué pereza.

¿Dónde mierda están los otros amigos de Gerry cuando él no está? Podían aparecer por ahí, que las noches a solas son un rollo. Menos hoy.
Hoy estoy gilipollas. Y se nota. No tardo mucho en aburrirme y volver dentro.

*se va*

Apoyado en el marco de la puerta, a medio camino entre el exterior y las escaleras, el chrysos observaba el paisaje, curioso. No recordaba haber subido nunca al mirador, a pesar de que debía conocer su existencia. Parpadeó. Las vistas desde ahí arriba eran mejores que desde los tejados o los balcones; desde lo alto de aquella torre, uno podía ver más allá de los terrenos de Brontë. Era agradable ver algo más que los bosques y los jardines de la familia Campbell de vez en cuando, a pesar de la lluvia y del frío. Volvió a pestañear. Hacía días que no paraba de llover, se preguntaba cuándo llegaría el maldito buen tiempo.

La lluvia era un coñazo.

Y como el coñazo que era, aburría al cabo de un rato. Igual que las vistas maravillosas: estar parado, sin hacer nada, contemplando un paisaje no era una actividad que reportase demasiada diversión.

*se va*

fdr. bejjjj

Zacharyas no tenía muy claro que hacer para ayudar en la reparación de los terrenos de Brontë, por lo que, tras despertarse, había decidido, finalmente, no salir siquiera del palacio. Subió, pues, al mirador, y dedicó largos minutos a observar el horizonte. Luego, tranquilo y contento, con una sonrisa desvaída, se dedicó a limpiar aquella zona, que había quedado cubierta de barro, ramas y otros desperdicios debido a la lluvia, el viento y todo lo demás.

El caeruleus no tenía demasiado en contra de la limpieza. Le traía recuerdos, de algún modo, del hogar, en el que colaboraba tanto con el trabajo de su pare como con tareas como aquella, ignorado de todos modos por su madre, a la que no parecía importarle que hiciese algo o que no lo hiciese.

Estuvo un buen rato allí, limpiando y tomando el aire. Cuando se halló conforme, sin embargo, decidió que era momento de hacer otra cosa y se marchó.

*se va*

Ayudar con el despeje del lago, ducharme, cenar, pasar por la enfermería para una pequeña revisión... Todo lo que debía hacer hoy está hecho. Así pues, decido dedicar el tiempo libre que me queda para relajarme un poco. Por eso he subido aquí. No suele haber mucha gente, sopla una brisa agradable y hay buenas vistas cuando la luna no está cubierta por las nubes. Es un lugar agradable.

Me apoyo sobre la roca, inclinándome ligeramente hacia delante, y dejo que el viento me acaricie el pelo, cerrando los ojos un instante. No es un mal sitio para pensar. Y tengo un par de cosas en las que pensar.

Flexiono la izquierda un par de veces. He cogido esa costumbre, como para comprobar su flexibilidad. Poco a poco he recuperado masa muscular, aunque sigue notablemente más floja que la derecha.
Lo que cuesta ponerse en forma y lo rápido que se pierde...

*se queda*

Corbin, tras recibir la información respecto a su misión, se encontraba de un humor excelente y guardaba un gran entusiasmo. No podía dejar de pensar en lo que le depararía aquel encargo, y se dedicaba a buscar las situaciones más propensas a ayudarle a prepararse para ello. Entre otras cosas, seguía pendiente de sus cambios constantes de horarios, asegurándose de que estaría perfectamente preparado para actuar a cualquier hora del día o de la noche.

En pos de situaciones poco habituales, con intención de prepararse para cualquier posibilidad, subió hasta el mirador de la torre, donde, al contrario que en los tejados, no solía presentarse. Trataría, por una parte, de agudizar su visión nocturna, tan mellada por su condición de claritas. Por otra, podría intentar trepar o saltar por las almenas y los muros, lo cual sería un fantástico entrenamientos.

Cuando llegó, sin embargo, se encontró con que no era el único que había decidido presentarse allí a aquellas horas. De nuevo, Alehyss se le había adelantado.

-Buenas noches -saludó, y en su voz se podía percibir apenas un deje de ánimo que le era poco habitual.

Abro los ojos al escucharlo, volviéndome con lentitud, con la mirada iluminada. A él no puedo cegarlo, al fin y al cabo.
Parece que querer estar sola es un reclamo para que vengan a acompañarte. Aunque no es la peor compañía que podía esperar, de modo que me permito el esbozar una sonrisa.

-Buenas noches, Corbin -saludo, con gesto casi afable, aunque algo contenido-. Suenas contento. ¿Un buen día?

Me apoyo de nuevo, esta vez de espaldas, sobre los codos, con gesto relajado. Si Corbin está contento ha tenido que pasar algo concreto. No es el típico que tendría un buen día sin más motivo que haber dormido bien, sin más.
Y, siendo él... Ni abunda lo que lo entusiasme.

Corbin frunció el ceño ligeramente, mirándola con extrañeza debido a su pregunta. ¿Un buen día? Un día, sin más, ¿no era así? Acabó por negar y encogerse de hombros.

-No -respondió, finalmente. Luego lo pensó un poco-. Normal. Creo. Buenas expectativas, eso es todo.

Se acercó a las almenas, pasando a su lado y mirando fijamente la noche. Era oscura, y mucho. Apenas distinguía nada, si es que se podía decir que distinguía algo. Permaneció un momento observando la oscuridad, como si de mucho mirarla fuese a aclararse. Finalmente, extendió un brazo, invocó un clair ëm yäk y se quedó mirando con gesto serio cómo se alejaba, estudiando hasta qué punto se perdía y cuánto iluminaba la noche. Era algo que debía tener en cuenta.

Muy serio. Demasiado serio a veces. Se lo toma todo siempre demasiado literalmente. Al principio hasta me resultaba estresante, pero ya me he acostumbrado.
Lo sigo con la mirada, proyectando los dos halos de luz circulares sobre sus ojos, desde los míos. Me encuentro bastante tranquila.

-Expectativas -repito, paladeando la palabra con curiosidad-. Me gusta esa palabra. ¿Es por esa misión tan misteriosa?- inquiero, volviendo un poco el cuerpo para apuntar hacia él, para mirarlo de frente.

Contemplo lo que hace, y veo su hechizo perderse en la oscuridad. La de veces que he envidiado eso... La magia no es lo mío, pero poder atacar de lejos...

Corbin se volvió a ella, de nuevo mirándola serio, con cierto deje de intriga en su expresión. Bajó la mano inconscientemente. Lentamente, asintió.

-¿Por qué misteriosa? -preguntó, serio.

Se quedó un momento mirando la luz que emitían los ojos de la chica. Era una habilidad muy útil en la noche. Le hubiera gustado poseerla. Su visión diurna era excepcional, pero la nocturna no lo era en absoluto. Envidiaba a los caeruleus, que podían ver en la oscuridad, pero aún más a los chrysos, que podían ver tanto de día como de noche.

Aunque aquellos ojos, al mismo tiempo, eran un problema, ya que llamaban mucho la atención. Había que saber usarlos para que la habilidad no se volviera contra uno.

De modo que así es... ¿Novedades? Es lo más probable. Es lo que le faltaba la última vez que nos vimos.

-Es una forma de hablar -explico, ladeando la cabeza ligeramente, en dirección contraria a su posición-. Simplemente siento curiosidad al respecto. Pero es asunto tuyo, no preguntaré.

¿No es esa otra forma de hacerlo? Sí, pero más educada. Más discreta.

Lanzo una mirada al vacío. Como su hechizo, la luz que emito también llega solo hasta cierto punto, y luego no alumbra más. Puedo ver a menos distancia de a la que puedo ser vista.

Corbin asintió, pensativo, aunque sin entender muy bien su postura. En su caso, si tuviera curiosidad, preguntaría al respecto. Aunque, por otro lado, no solía sentir curiosidad respecto a asuntos que no le incumbieran. Después de todo, no le aportaban nada. Además, informar acerca de una curiosidad sin interés por saciarla le parecía un tanto absurdo. De hecho, le parecía absurdo no querer saciar una curiosidad.

Tenía ganas de emprender la marcha. Cada vez faltaba menos, y él sí quería saciar su curiosidad respecto a su última adquisición, así como cumplir un nuevo encargo. Aunque la luz no fuera a ser algo muy a mano allá donde iba.

-Me iré pronto -informó-. ¿Crees que podremos entrenar antes?

La chrysos había mencionado en varias ocasiones un entrenamiento que, por el momento, seguían sin haber realizado. Y, por parte de Corbin, aquello era una actividad interesante. Sin embargo, era perfectamente consciente (entre otras cosas porque había visto el origen del problema por sí mismo) de que la chica estaba en plena recuperación, así que se resignaría si ella no lo consideraba adecuado. En tal caso, tendría tiempo de reclamar dicho entrenamiento a su vuelta.

Parece que estas "sutilezas" no funcionan con él. No sé de qué me sorprendo, a estas alturas.
Asiento, suavemente. Pronto puede ser mañana o en unos días, aunque por su siguiente comentario diría que no esta por salir ahora mismo. Supongo que unos días es una opción más adecuada.
Si al final le interesa lo que le interesa. Es un hombre sencillo.

-Podríamos intentarlo -coincido, encogiéndome ligeramente de hombros-. No prometo estar en plena forma, sin embargo.

Probar mi capacidad para luchar con las facultades mermadas también es interesante. Y ya va siendo hora de dejar de hacer el vago.

-Propón un día y un lugar, y allí estaré.

Los ojos me brillan con más fuerza un instante, con franco interés. La verdad es que de verdad me apetece enfrentarme a él. Soy yo la que quiere aprender de su lucha cuerpo a cuerpo, al fin y al cabo.

Corbin asintió con el suficiente entusiasmo como para que su interés quedara de manifiesto. Luchar con alguien que no estaba en plenas condiciones era una faena, pero aún así resultaba interesante, tratándose de ella. Se preguntó si tendría ya aquel arma tan curiosa, con la que siempre había querido enfrentarse. No. Lo preguntó.

-¿Qué ha sido de tu arma?

En cuanto a la cita, no se lo pensó demasiado. No tenía mucho tiempo, después de todo, pero sí ganas. Enfrentarse a alguien antes de marcharse, aunque no fuera en la mejor forma, sería útil como calentamiento a su encargo.

-Mañana. A la tarde. En el prado -. Separó cada parte de la frase, como remarcándolas todas, con voz que sonaba un tanto automática.

Sigue interesado en la kusarigama. Casi más que yo, a veces. Debería preocuparme más al respecto. Un estilete no la sustituye, ni de lejos.

- Buscaré la forma de sustituírla hasta que la recupere- se me ocurre decirle. No será lo mismo, pero puedo emularla más o menos.

Lo miro, fijamente, buscando una confirmación, o el rechazo. Lo que considere.
Se me escapa una sonrisa cuando me propone quedar mañana. Qué velocidad. Cualquiera diría que se lo traía pensado. De haber estado hablando de otro tipo de cita lo habría rechazado solo por demasiado desesperado.

- De acuerdo -acepto, sin poner pegas-. Allí estaré.

Tendré que ponerme un poco a punto antes de ir. Así me obligo a esforzarme un poco más. Me vendrá bien.

Corbin se encogió de hombros. No era esa su pregunta. Aunque enfrentarse a un arma que no había visto resultaba igualmente estimulante, así que no puso pegas. En cualquier caso, la decisión era de la chrysos, no suya. Él no abandonaría sus puños, ni consideraría otra arma sustitutiva de los mismos. Incluso aquella daga no sería sino un añadido. La daga... Cada vez sentía más curiosidad acerca de sus propiedades, y lo animaba saber que pronto obtendría respuestas.

Asintió, conforme, cuando la chica aceptó. Sería útil. Se preguntó si llevaría su arma para entonces, aquella arma sustituta. Se preguntó si sería igualmente interesante, si sería el mismo tipo de arma o uno diferente, si se habría enfrentado él antes a armas de ese tipo, fuera el que fuera, si ella sabría utilizarla con la misma soltura que su hoz.

Prefería no preguntar a ese respecto. Sobreponerse a cuestiones inesperadas en combate era un ejercicio que le interesaba.

Todo marcha de forma adecuada. Ninguno pone pegas a nada, y pronto la conversación muere. Es ley de vida.
Me giro una vez más, apoyando de nuevo los codos sobre la almeda. Llego a inclinarme un poco hacia adelante, mirando en vertical hacia abajo, iluminando vagamente el suelo desde aquí. Luego recorro los jardines con la vista, con desinterés. No se ve a nadie, ahora mismo.

Inspiro profundamente por la nariz, abandonando mis cavilaciones, volviendo la vista a Corbin una vez más. Lo contemplo, silenciosa, varios segundos, antes de decidirme a hablar.

- En ese caso, iré a descansar para prepararme para mañana -dejo ir, con suavidad, peinándome el flequillo con la diestra.

Madrugar con motivo es más interesante que hacerlo solo por disciplina, desde luego.

Corbin siguió con la mirada los gestos de la chica, y cuando esta habló, asintió. Él, por su parte, no debía irse todavía, ya que tenía que acostumbrarse a la noche. Con luz y sin ella. La noche lo hacía más débil, pero nunca suficientemente débil. En cualquier caso, debía acostumbrarse.

-Muy bien -aceptó, perfectamente conforme. Un adversario en condiciones era mucho más interesante que uno que no lo fuera.

Se volvió de nuevo hacia el mirador, contemplando la oscuridad. Ni siquiera la luna ofrecía demasiada luz al entorno.

Todo listo. No hay nada más que decir. No es un buen conversador, todo sea dicho. Algún día lo presionaré un poco, a ver qué se puede sacar de él.

Me despido con un gesto y me acomodo bien el pelo. Echo un último vistazo al vacío, a los jardines, y pongo rumbo al interior del palacio.

Buenas noches, Corbin. Mañana nos vemos las caras.

*se va*