Claustro.

Seria, Ben la observó un momento, sorprendida en cierto modo por su comentario. No era la clase de comentarios que la gente dijera a la ligera. Aunque, por su experiencia, no era falso; no era tan fácil encontrar compañía que mereciera la pena. Acabó por sonreír, asintiendo, aceptando el comentario.

Se incorporó, animada, ante su respuesta. No tardó en apoyarse de nuevo contra la columna, asintiendo un par de veces, satisfecha. Aquella era una buena premisa.

-Bueno, mal trato no parece que se nos haga -replicó, relajada-. Hacía tiempo que no estaba tan cómoda. Tampoco soy mucho de estarme quieta, así que no tengo motivos para no colaborar. Y menos si la otra opción es salir de aquí de una patada en el culo. A eso me opongo firmemente.

Asiento suavemente. Parece una buena chica. No es mucho mi estilo, lo admito, pero ya sea por la música o por azar, me ha caído en gracia, de modo que me siento bastante cómoda ahora mismo.

-Voy a ir a cenar -informo, separándome de la pared, ladeando suavemente la cabeza-. ¿Te quedas fuera? -inquiero, sorprendiéndome a mí misma con la pregunta.

No tiendo a ser amistosa. Supongo que es su recompensa por haberme animado un día de lluvia. Y, reitero, es agradable tener alguien con quien hablar, aunque sea de vez en cuando. Al final, la estabilidad social que tenía murió cuando descubrí lo de Heylel, y por mucho que haya mejorado desde entonces también yo siento una necesidad comunicativa mayor, por poder hacerlo y por estar más relajada.

Ben alzó las cejas, cayendo en la cuenta de algo en el mismo momento en que la chrysos habló. Agarrando con fuerza la flauta, saltó del muro ante la pregunta de la chica, con una sonrisa entre arrepentida y traviesa.

-Si te soy sincera, aún no he desayunado -confesó-. Así que casi voy contigo, ¿hace?

Era agradable tener compañía. Hacía tiempo que no veía a Frikka, y la verdad era que se notaba cuando no estaba. Quizá debería buscarla o así. Ya vería...

*Se van*

La luna brilla enorme, como un plato con resto de grasa sobre él, iluminando el patio suavemente. La luna llena siempre me hace sentirme poético, y más en mi estado de buena esperanza. Si los chrysos cuentan los días como lo hago yo, y no estoy completamente seguro de ello, el bebé ya empieza a tener forma de bebé. En los últimos días le noto revuelto, como provocándome ardores, yme pregunto qué le pasará. ¡No es como si no tuviera una vida cómoda! Ahí adentro, con calefacción central y barra libre. Aunque ahora que lo pienso... los niños son fábricas de caca. ¿Estará haciéndolo dentro de mí? ¿Durante todo este tiempo? Me doy un golpe en el estómago, a modo de colleja al bebé. Será guarro.

Pero a pesar de todo está enfadado. Por qué será... De pronto caigo en la cuenta. ¡No tiene nombre! Yo también me enfadaría de no tener nombre. Observo el precioso patio. Las cosas bonitas merecen un nombre bonito, como claustro. Y dado que mi bebé va a ser el más bonito de Mithos, merece un nombre igualmente bonito.

Aquella noche Lyo estaba intranquilo, aunque no lloraba. Quizás había sido la larga siesta de la tarde. Cuando yo dormía siestas como aquella, luego me costaba más que nunca concejar el sueño por la noche. ¡¿Y a quién no?!

Salí al claustro para aprovechar la noche agradable, dándole un biberón templado, que daba el mismo sueño que a un hombre fornido un par de cervezas, al parecer. Fue entonces cuando vi al poderoso... ¿Nievel? Estaba allí, de pie, como esperándonos. ¡Hacía tanto que no lo veía que casi lo había olvidado!

-¡Nievel! -exclamé, acercándome, recostando bien a Lyo en mi brazo derecho para que siguiese comiendo sin problemas-. Te creía desaparecido. Me alegra verte con vida.

Lyo lo miraba, curioso, con la cosa aquella que parecía un delicado pecho en la boca. Tan joven y ya tan listo, desde luego...

De pronto, como invocado por la luz lunar, aparece el flamma... ¿Rick? Guau. Hace siglos que no lo veía. En un momento en el que la luz le ilumina, reparo en lo que lleva en brazos. ¡Un bebé! ¿Es posible que él también sea un padre de la tormenta? Ignoro su saludo para acercarme rápidamente a él. No es tan pequeñito como un bebé puede serlo, pero es bastante reducido.

-¡¡Tienes un niño!! ¡Qué mono! ¿Es dificil? Yo no sabré cómo hacer nada. ¿Come mucho? ¿No es desagradable eso de estar relleno de mierda?- tengo un ataque de verborrea instantánea. Quiero tocarlo, pero no me atrevo. Es tan pequeñito...

Ni respondió. Se abalanzó sobre mí como si fuese una damisela y aquello el cachorro más adorable que la faz de Mithos hubiese visto. Y Lyo lo miró, con los ojos grandes y abiertos, sin apartar la boca de aquel pezón, el muy listo. Alguna vez había probado yo, solo por curiosidad, aunque no era lo mismo que una dama de verdad. Ya aprendería con el tiempo.

-Te presento a Lyo -dije, sonriente, acomodando bien al niño-. Hace un mes o así que me lo dejaron. Se me ha hecho difícil al principio, ¡pero he aprendido como un gran caballero! -. Y eso que la madre no me dio muchas ayudas, pero la joven Massen y el servicio...-. Come como un condenado, y cuando descome... -. Negué, con una sonrisa tirante-. ¡Y cómo llora por las noches! Pero es un buen chico, pese a todo. ¿Estás interesado en cuidar niños? -inquiricé, risueño-. Que no te engañen. Parecen buenos para atraer a las damas, pero las ahuyentan de igual forma...

¿Se lo han dejado? ¿En plan "la cigüeña vino de Ventus y me dejó este regalo de Mithos"?

- Hola, Lyo- saludo de todos modos-. Soy Narbe, pronto jugaremos mucho juntos- no hay demasiados niños por el palacio, así que probablemente pasen muchos ratos juntos. De hecho, creo que es el primer niño que veo.

Asiento a todo lo que me dice, tomando nota mental de cuanto dice. Claro, los bebés son nocturnos... eso explica cosas. Tendré que acostumbrarme a dormir por el día. Bueno, Frikka Apellidobonito andará por ahí, nos hará compañía.

- Tendré que acabar por interesarme, no tendré mucho remedio cuando tenga a la criatura... Pero supongo que los hijos de Ignis somos gente dura, ¿eh?- digo golpeándole suavemente la espalda. No vaya a ser que rebote en el niño.

Reí, animado. Lyo se sobresaltizó y dejó de beber por un momento, mirándome asustado, pero enseguida siguió. ¡Desde luego, la comida era algo que gustaba a todos! Y más aún si salía de algo como aquello. ¿Habría algún pecho que diese cerveza? ¿O vino? O algún buen licor, aromático y delicioso...

-Mira, Lyo. Parece que a Naret le pareces un buen chico. Ya tienes alguien más con quien jugar -. Miré a Naret de nuevo, sonriente-. Le estoy enseñando a señalarse cosas. Es un chico muy listo, mira. Lyo, ¿dónde está la nariz? -. Lyo me miró, sin dejar de comer, arrancándome una carcajada-. Bueno, aún estoy trabajando en ello.

Me rasqué la patilla con el hombro, puesto que tenía ambas manos ocupadas, mirando al flamma con curiosidad, risueño. Enseguida arrugué el ceño, sin embargo.

-¿Criatura? -. Enseguida fruncí el ceño, y los ojos me brillaban, como la sonrisa. ¡QUÉ NOBLE!-. ¡¿Acaso serás padre?!

¿No sería yo, acaso, el que tardaba demasiado? Mithos...

Parece que el niño no es muy rápido. Bueno, esas cosas son las que hace que queramos protegerlos. Si fueran letales desde que salen de nosotros, no tendríamos sentido. Aunque con lo guerrero que parece este... podré enseñarle a luchar.

Echo una mano a Rick y le rasco para que deje de hacer malabarismos con Lyo encima. Los padres tienen que apoyarse unos a otros. Sonrío orgulloso.

- Sí, pronto seré padre. Al principio estaba tan asustado... pero ahora me hace ilusión. Y verte así me da ánimos- añado mientras hago una mueca en dirección a Lyo.

Su mano rascándome fue mucho mejor que un millón de hombros juntos. Hice una leve inclinación de cabeza, noble, mirándolo con una ancha sonrisa. ¡Aquello era un caballero de verdad! No era yo, por supuesto, pero empezaba a ver que un caballero no era solo un hombre como el que yo había sido. Había otros tipos de caballeros.

-¡Muchas gracias! Tú me rascas la patilla, yo te rasco la espalda. O lo que prefieras, si te pica otra cosa -agradecí, con una gran sonrisa. Compañeros como aquel, y no como Gerald, eran lo más apropiado que había. ¡Y cuando dijo que sería padre no pude sino emocionarme más todavía-. Espero que sea deseado -dije primero, riendo, que a veces algo parecía bueno y era peor que malo-. Son buenos chicos. Aunque este no es mío. Me caería de rodillas si me entregasen ahora uno con mi apellido -aclaré, con una sonrisa algo nerviosa. Ya me lo había creído una vez, y... Al ver que Lyo acababa de comer apoyé el biberón en el suelo, y luego le di aquellos golpecitos en la espalda para que eructase, que ni eso solo sabía hacer-. ¿Quién es la afortunada doncella a la que entregaste tus pequeños héroes?

Me gusta este chico. Es tan... franco. Verlo con un niño es toda una inspiración. Aunque me sorprendo un poco cuando me dice que no es suyo. No es una decepción pero... Me sentía un poco menos solo si otro flamma se hallaba en mi situación. Veo que al final solo los chrysos y yo tuvimos problemas durante la tormenta.

-Seguro que serías un gran padre. Lo digo de corazón- para demostrarlo hago un grave gesto con la mano en el pecho y la contraria en su hombro. Son necesarios más hombres buenos, más guerreros nobles.

Tuerzo el gesto cuando me pregunta por la madre. Las reacciones no han sido las mejores cuando he hablado de la tormenta. Supongo que el daño que hizo a todo el mundo... Por precaución (no quiero que Rick piense mal de mí) me muestro misterioso.

- Es... una mujer explosiva. Bastante violenta-sonrío como disculpándome-. No creo que haga mucho caso a su niño una vez que dé a luz. Pero yo seré padre por los dos- concluyo con el orgullo en la voz.

¡¿En serio creía algo como aquello?! Solo de oírlo me sentía reconfortado, casi renacer: era una sensación maravilloso. Incluso la madre del pequeño Lyo me había amenazado como si esperase que yo lanzase a su hijo en una cuneta en cuanto se diese la vuelta. ¡¿Cómo?! Yo era un buen hombre, un noble decente, un compañero guerrero... ¡Por supuesto!

-¡¿En serio lo crees?! Algún día me gustaría serlo, ¿sabes? -. Admití, sacando pecho con orgullo, mientras Lyo parecía relajarse después de la cena-. Pero todavía tengo muchas batallas que librar antes: ¡tengo que convertirme en un héroe! Así tendrán algo de lo que enorgullicerse. Y, por supuesto, para tener hijos hace falta una mujer adecuada... ¡Todavía tengo mucho trabajo por delante!

A mi edad, mi padre ya era un héroe. ¡Por no hablar de hijos! Ya contaba con uno... Quizás el problema era yo, al fin y al cabo...

Dejé ir una risilla pícara al escuchar hablar a Nervio. Aquello sonaba muy picante, desde luego.

-Vaya, vaya... Parece una dama apasionada -. Le di un par de codazos, insinuante-. Qué suerte, eh. ¿Está aquí, en palacio?-. Pero enseguida pareció revelarse como una mujer poco maternal. Le puse la izquierda en el hombro, amable-. Tranquilo. Dicen que cuando nacen los niños las madres se suavizan, incluso las peores. No podría asegurarlo, pero confío en ello. Y si necesitas ayuda, aquí me tienes, por descontado. Los hombres debemos ayudarnos. ¡Y más siendo flammas! ¿Cuándo sale de cuentas, amigo?

Le sonrío, procurando enviarle ánimos suficientes.

-¡Seguro que pronto la encuentras! Los hombres como tú tienen que quitárselas de encima, estoy seguro. Siempre hay una mujer esperando por alguien como tú. Los cuentos están llenos de hombres así. Es el sueño de cualquiera de ellas.

-Estuvo en el palacio, pero se fue pronto. Fue un alivio para la gente en general- me anima un poco oírle hablar así de las madres. Quiero decir, no es que espere que la tormenta vuelva a por nuestro hijo, pero sería reconfortante no estar tan solo. Puede que algo suceda...

Le sonrío agradecido por su apoyo. No hay muchos amigos así. Contengo el impulso de abrazarlo, para no hacer daño a la criaturita.

-Salgo... en un par de meses. Aún no lo tengo muy claro. Tendré que comprobarlo con más rigor. ¡Iré a enseñártelo en cuanto lo tenga entre mis brazos!

Echo la cabeza hacia atrás y observo la luna, ya muy salida en el cielo. Bostezo inconscientemente. Es hora de irse a dormir.

- Bueno, compañero, os dejo solos. No deberías tardar en acostar a ese niño- le acaricio con suavidad la nariz. Es muy suave, más que cualquier cosa que haya tocado-. Tenemos que vernos un día con un par de cervezas delante, Rick. ¡Ha sido un placer veros!- me despido con un gesto y me vuelvo al interior del palacio.

*Se va*

Reí, algo azorado. Desde luego, aquel hombre sabía cómo hacer un buen cumplido, aquello estaba claro. Un buen amigo como Nivel era lo que todo hombre necesitaba para sentir el compañerismo y la amistad.

-Tampoco te creas que es para tanto -reí, sacando pecho con orgullo-. Pero bueno... ¡Lo importante no es tener muchas damas detrás! Seguro que a ti también te persiguen. Los guerreros es lo que tenemos: somos así de deseables, ¿verdad?

Lyo se dormía, poco a poco. ¡Qué suerte tenía! Una charla agradable y el niño dormido. Era una buena noche.

Le di un golpecito en el brazo, para animarlo.

-Si ella te cautivó, créeme, no podía ser tan mala. Acabará volviendo a ti, si es inteligente-. Dos meses. No silbé porque Lyo ya dormía-. Estaré encantado de echarte una mano. Me estoy volviendo un experto.

Que, bien pensado... ¿Y Cassandra? ¿Le habría pasado algo malo en su viaje? Quizás hubiese estado bien que la acompañase, al final...

Su bostezo me recordó la hora, de pronto.

-Descuida. Enseguida nos iremos a cama, eh chaval -. Pero Lyo ya dormía, y no respondió. Me sentía incluso paternal, sin serlo. Era un gen Dehnel, al fin y al cabo: padres excelentes. Al oír lo de las cervezas, por otro lado, sonreí, menos seguro, pero terminé por ensanchizarla. ¡¿Qué demonios?! -. Lo estaré deseando. Se echan de menos esas reuniones de hombres. Búscame cuando quieras y nos tomamos unas, que ya no recuerdo ni como sabe.

Me despedí de él y lo vi marchar. Las últimas cervezas me habían dejado mal sabor de boca, pero ya hacía tiempo. Quizás fuese hora de tomar unas nuevas. Pero sin Lyo, por supuesto.
No tardé demasiado en seguir los pasos del flamma, entrando.

*se va*

Niego con una sonrisa entretenida y complacida.

—Es mucho más cómodo bajar de Ventus que subir —Bromeo. —Un poco largo y pesado, eso sí. Aunque sin inconvenientes —Añado, ameno. No hay mucho que contar de un viaje así, la verdad.

El hecho de que no deniegue mi petición de sentarme con ella me transmite buenas sensaciones a pesar de que luego prefiera optar por el paseo. Asiento, animado.

—Muy bien —Concluyo, haciendo un gesto con la mano y el ala del mismo lado para ofrecerle empezar el camino. El claustro es un sitio bastante cómodo para estirar las piernas.

Escucho su historia prestando bastante atención. No me gustaría perderme un detalle ya que se molesta en explicármelo. Primero añado algún "vaya" interesado por su situación familiar, pero se me pierde la pregunta en el camino cuando menciona que su anterior localización está tan cerca y el por qué no ha vuelto todavía.

—¡Oh, te entiendo perfectamente! —Comento, entusiasta. —Debo decir que en parte por eso volví a Ventus. No estaba muy convencido de que este fuera mi lugar y durante los primero meses se me hizo desesperante estar tanto tiempo lejos de mi mujer y mis suegros, lejos de mi casa y todo eso. Y eso que Ventus está a un par de semanas largas. No creas que es cuestión de distancia. El caso es que tanto por causas laborales como familiares, volví a casa con mi mujer y mi hijo. La verdad es que lo necesitaba, necesitaba arraigarme de nuevo. Pero al final sentí que debía volver, aunque fuese para darle una segunda oportunidad ahora que las cosas para mí están más calmadas y, bueno, todavía tengo ese sentimiento de querer volver y "flaquear" como has dicho —Cuando callo siento que me he emocionado y he hablado bastante cuando se supone que era yo el que preguntaba. Me siento un poco avergonzado y carraspeo, pero se me pasa pronto.