Claustro.

Sin nada más que añadir a sus comentarios sobre mi bebé que un asentimiento a su petición, me centro en su relato que parece bastante indignado. Mis ojos no tardan en abrirse y me noto esa incredulidad interior que me hace notar como se me acelera el pulso.

—Ah, bueno, ya decía yo que eran muchos pretendientes... —Voy comentando. —¿Alehyss? Bueno, es un poco seria y... ¿Qué me dices? ay... ¿Pero tensión por qué? —Voy mirando a Inger con gestos de incredulidad o sorpresa, o ambos a la vez. —Ay, ay, ¿pero te dio plantón...? ¿¿Sin avisarte?? Qué cara... —No sé por qué, cada vez que intento ver en Lyam algo bueno parece que alguien venga a decirme lo contrario. Dejar a Inger así de lado...—Y te lo dijo ella, claro... —Luego pasa al otro. Gerald, es verdad —¿Y no sabes nada de él? ¿Desapareció sin más? Qué geta, ¿no? Aunque igual ha tenido problemas, ¿no has sabido nada nada de él entonces? —Cuántas cosas nuevas. Recuerdo algo entonces.

—¡Ah! ¿Conocías a Massen, verdad? Me he enterado de que tiene novio, pero se ve que es un poco raro, ¿tú sabes algo? —Le pregunto, curioso.

Me aclara un poco más lo de Lyam y Alehyss, pero no puedo dejar de asombrarme.

—Pues vaya situación tan desagradable. No pensé que fuesen tan maleducados de echarte así... Pues normal que estés molesta. ¿¿Y no te pidió perdón?? ¿Ni siquiera eso? Pues ya le vale al tipo. Ni que no te fuese a ver nunca más en su vida. Que vivimos todos en Brontë —Comento, bastante indignado también.

—La verdad es que no habría estado de más avisar si se iba... A el no llegué a conocerle así que no sé qué decirte... Qué al que hayas tenido tantos disgutos —La compadezco, poniéndole una mano sobre el hombro.

—Ah, pues se ve que sí lo tiene. Me lo dijo una chica caeruleus que al parecer es su amiga. Se llama Frikka. Pero ya te digo, me dijo que era un poco raro, como que no se integraba mucho. La verdad es que me gustaría hablar con Massen y conocerlo —Le comento.

Y tras horas de charla que parecen un suspiro, nos depedimos para descansar.

*se van*

Un perfume lo rodea, suavemente, impregnándolo, haciéndose sutil al principio, pero poco a poco más profundo, penetrando en sus fosas nasales y del mismo modo en su cabeza. Estoy completamente segura. Sé como funciona. Lo hago para eso, al fin y al cabo.

Me aparezco a su lado, a unos tres metros, más o menos, con la vista fija en el exterior, con una sonrisa entretenida en los labios. Porque aunque recientemente me siento algo más frágil de lo que quiero admitir, eso es algo que a él no le afecta. Ni a nadie. Pronto tendré asuntos que atender, y yo misma debería olvidar, incluso, los problemas que me rodean. Tengo otros muchos que no han perdido importancia.
Pero no estoy aquí para hablar de problemas, al fin y al cabo, sino para tratar de obtener algo. Los negocios no deben descuidarse, y menos aún en tiempos como estos, que parecen difíciles para todos.

-Rickiard Fudh Denhel -saludo, volviendo el gesto hacia él, aunque no el cuerpo-. Me apena haber tenido ocasión de encontrarnos y, sin embargo, no haber podido tratar contigo en profundidad-. Lo examino, con una sonrisa tranquila, pérfida-. ¿Te encuentro en mal momento? -inquiero, observando la bota de cerveza de la que bebe a ratos desde ya hace tiempo.

No puedo evitar dibujar una breve sonrisa de deleite a su respuesta. hacía tiempo que nadie me mostraba una repentina veneración como esta. Está bien recordar de vez en cuando la posición de una. Entre mis chicos, aquellos que me deben un respeto, suele haber un comportamiento semejante, pero hacía ya tiempo que no volvía a experimentar la intensa sensación de que una persona, sin deber hacerlo por obligaciones contractuales, lo llevaba a cabo. Supongo que mi poder sigue siendo evidente, y que ante mi porte un hombre como él, tan débil como él ve difícil el realizar la serie de patrones sociales que se le han enseñado.
Al final no tiene mérito alguno. Solo ubica aquello a lo que debe devoción y respeto y actúa en consecuencia.

Eso no me arrebata la sonrisa ladina, por supuesto. No tengo tiempo que perder, y las cosas se agilizan así.

-¿Acaso sientes que deberías agradecerme nada? -inquiero, sin perderlo de vista, con tono entretenido en todo momento-. Actué porque así lo deseé, ¿no lo piensas de ese modo? Aunque supongo que para ti no basta con pensarlo así -. De verdad su forma de ver el mundo lo obligaría moralmente a compensarme si yo así se lo pidiese-. ¿Pero no actúas tú porque lo deseas cuando ayudas a otros? -inquiero entonces, y mis ojos adquieren cierto brillo interesado-. Últimamente, querido, no he podido evitar darme cuenta de que pareces algo apagado. Siento curiosidad por ello. ¿Por qué un guerrero capaz como tú se sentiría insatisfecho? ¿Quizás Brontë no sacia tus necesidades? ¿O es otra cosa?

Me aproximo a él mientras hablo, acercando una mano a su rostro, agachado, como él; devoto. Con las yemas de los dedos recorro la línea de su mandíbula, y con las largas uñas alcanzo su mentón, en una caricia, haciendo una leve presión hacia arriba que lo lleve a que sus ojos busquen los míos.
Y mi sonrisa contiene una perversidad tan sutil que diría que resulta evidente y, pese a todo, él no sabrá verla. Resulta una persona demasiado confiada.

Pobre infeliz.

Qué comportamiento tan básico, tan correcto, tan transparente... No parece el mismo que cuando cree que no lo observan, y no lo es. Se muestra tan vacío y plano que llega a resultarme insultante. Las máscaras no funcionan conmigo, ni las sonrisas y las palabras nobles que esconden, en muchas ocasiones, los deseos más egoístas de los hombres. Esconder mentiras en sonrisas es algo que no me afecta, por supuesto. Puedo incluso contar sus pulsaciones sin proponérmelo, saber su temperatura, y desde aquí sus pupilas me dan más información sobre él de la que él mismo podría creer aunque llegase a decírselo.
De hecho, hay un matiz decepcionante en ellas, pero no es el momento de darle vueltas a eso.

Termino la caricia, recogiendo la mano, dedicándole una última sonrisa a mi caballero. Dado que no desea nada, dado que no tiene problema alguno, entonces será verdad. No hay nada que yo pueda ofrecerle.

-Recuerda entonces, Rickiard, que puedes contar conmigo si en otra ocasión tienes un problema, aunque esperemos que no llegue a suceder. Los problemas son tediosos, ¿cierto? -. Me acomodo la boa de pelo al cuello en un gesto innecesario, ladeando suavemente la cabeza, y recojo uno de los finos bucles que enmarcan mi rostro tras la oreja correspondiente, despacio, examinándolo con curiosidad-. Si hay algo que desees, si se te ocurriese alguna cosa, búscame. Estoy segura de que contar con ayuda siempre es un aliciente, ¿no lo crees?

Suavizo la sonrisa.
No necesito más que esa semilla. Y luego acudirá él mismo a mí. Quizás de haberla plantado antes ya lo habría hecho, pero no hubiese sido interesante.
Necesito un poco más. Que caiga un poco más. Y entonces tendré lo que quiero a cambio de lo que él quiere.
Es un trato justo, ¿no es así?

-Ha sido un placer encontrarte, Rickiard. Pero debo retirarme ahora. Espero que tengamos ocasión de volver a vernos pronto.

Un asentimiento de despedida, a modo de gentil reverencia, sin perder en ningún momento la sonrisa entretenida. Y entonces desaparezco, volviéndo a dejarlo solo tras la breve visita, como estaba no hace tanto, aunque envuelto, pese a todo, en el intenso perfume que, aunque me haya ido, permanece en él.

Llevaba un rato vagando y vagueando y la verdad es que necesitaba aire. Necesitaba aire entre las alas, pero en fin, no podía ser todo. La pereza que tenía encima me empujó a este...¿claustro? Algo así era la palabra...La cosa es que era menos camino que el que tenía hasta el exterior del castillo. Total, aquí también da el sol y corre el aire y no hay pajaruchos que se rían de mí volando. Haber si hablo con Njorbiart que quedó en enseñarme el camino al pueblo...

Me senté en la fuente que había en el centro y me quede mirando los peces de colores. Nunca me había fijado en ellos y eso que ya había pasado unas cuantas veces por allí. Al mismo tiempo daba golpecitos rápidos con el talón derecho en el suelo, nervioso. Cuando me daba el mono de volar no sabía qué hacer y no podía parar quieto.
Suspiré y metí los dedos en el agua, observando las ondas que se formaban y el brillo del sol en ellas.

-Con el día que hace hoy...

Va con una tina llena de ropa de cama por el pasillo, tiene que extender las sábanas en la parte de atrás del palacio, donde nadie mira, para que se clareen al sol -o con cierta ayuda mágica los días que el trabajo es menos acertado-. De ella apenas se ve una pila de ropa blanca y dos delgados brazos morenos con algunas pecas llegando a la altura de los hombros y unas piernas algo balgas, con medias blancas hasta pasadas las rodillas. El recorrido es bastante inestable, se pone en duda el equilibrio del conjunto a cada paso, yendo ligeramente hacia derecha o izquierda.

Al pasar por el claustro ve a un aether pensativo y lo observa con sus grandes ojos, mostrando curiosidad. Recuerda haberlo visto, era un día en la biblioteca, y sonríe, levantando una de sus manos para saludarle a lo lejos.

—Buenos di... —Es tarde cuando se da cuenta de que un solo brazo no ha podido equilibrar todo el peso de las sábanas y la tela blanca cae irremediablemente inundando el trozo del pasillo. La doncella cae al suelo al tratas de evitar la tragedia y al final se sepulta bajo las sábanas blancas.

Se yergue ligeramente, apoyada en el antebrazo izquierdo, apartando con el derecho una sábana que se ha caído sobre su cabeza, para poder ver el pasillo y todo lo que ha pasado. Sus pies, hacia el interior de su cuerpo, están más separados de lo que una falda aconseja, pero otra sábana surca su muslo derecho hacia arriba, desde debajo del izquierdo, cubriendo la zona que tocaba a la prenda y ascendiendo hacia el lateral izquerdo de su tronco. Alguna ha quedado en torno a su pie derecho y otras se ha esparcido a sus lados.

Me giro al oírla, pero antes que ver a la joven sirvienta veo la explosión de tela blanca y mojada. Con la mano aún a medio camino de un principio de saludo suelto un sonoro suspiro y cierro los ojos. Supongo que era inevitable. Me quito la chaqueta para no empaparla al quitar las sábanas mojadas y la doblo con cuidado en el borde del estanque. Tras remangarme la camisa me acerco a la pila de tela mojada y cojo una que le cubre la cabeza, descubriendo por completo su pelo verde.

-Hola, Aloe. ¿Necesitas ayuda?

Extiendo la mano que me queda libre y se la ofrezco. Ha caído en una posición bastante interesante y milimetrada y no puedo sino fijarme y maravillarme ante... su habilidad para aterrizar. Trago saliva y dirijo la mirada a sus ojos.

Pasando por el resto del cuerpo antes, por supuesto.

Enrojece un poco cuando el aether se acerca y le aparta del todo la sábana de la cabeza. Niegoa una par de veces, recatada y, aunque se piensa el coger su mano, lo rechaza al momento.

—No... no se preocupe, puedo sola. Sólo me distraje un momento y... ah —Junta las rodillas con cierto disimulo y tira de la sábana que hay entre ellas, dejando un surco húmedo en torno a sus muslos. Trata de ponerse en pie entonces, pero su pie derecho le deniega la opción.

—Au, espere un momento, creo que sí voy a necesitar... Lo siento —Se agarra al brazo del muchacho con cuidado, apretando un poco cuando intenta levantarse. Su camisa se ha humedecido un poco, pegándose contra su piel y sus medias hacen ahora surcos claroscuros en sus piernas.

Una vez ya en pie, se aprieta un poco contra su brazo, notando un pinchazo en el pie y lo arropa en torno a la línea media de su cuerpo, dejando la mano apenas algo debajo de su ombligo.

—Creo que me he lastimado un poco, soy una torpe. Lo siento mucho, si me ayuda a sentarme un momento seguro que puedo arreglarlo —Le informa con la cabeza gacha y servil.

Nada más negar mi ayuda vuelve a escurrirse pero antes de caer se agarra a mi brazo.

-¿Ves como sí necesitabas ayuda? -Sonrío negando con la cabeza. Es un poco lenta la chavala...Y entonces se pone de pie contra mi brazo.

Yo siempre creí que "ofreces la mano y te cogen el brazo" era algo malo pero... Notaba los músculos tensos, el pecho de la joven en el brazo, el calor en las mejillas y un cosquilleo en la- nuca.

-T-Ten cuidado. -Digo apartando la mirada de ella para no proteger su... intimidad, aunque al mismo tiempo tenso el brazo y me inclino ligeramente para cubrir más terreno. Y que no se caiga, claro. La mano me hormiguea, sí que aprieta con fuerza...

-Oh, por su puesto, te ayudaré a llegar a la fuente. -En un alarde de caballerosidad (y rompiendo todas las normas de cortesía y decoro y pasando de caballeroso noble a caballero de novela), paso un brazo bajo su axila y otro tras sus rodillas y la cojo en brazos, colocando uno de los suyos tras mi cuello para llevarla a la fuente sin que camine. Por suerte pesa poco. Y así mientras pienso en otras cosas para entretener la mente, como en no tropezarme y tirárm...la al suelo.

La claritas asiente, apretando los ojos una vez más, ahora por el apuro que hace pasar al hombre.

—Muchas gra... ¡ah! —En un momento se siente alzada, como una de esas princesas de grandes palacios, piensa. Se siente abrumada y ruborizada por el gesto.

—Ah, nooo... No hacía falta tanto, sólo soy una sirvienta molesta...ay... —De forma inconsciente, busca esconder su cara y rodea el cuello del aether con los brazos, hundiendo la cara en él para que no la vea demasiado.

—De verdad que lo siento... —Susurra a cobijo contra el cuello del hombre, encogiendo un poco las piernas. Nota su pecho apretar contra él, a la altura de sus clavículas. Le aprieta un poco, pero no quiere moverse mucho, le da algo de miedo que la sostengan. Pero no va a decirselo para no resultar desagradecida. Empieza a ser consciente de la humedad de su cuerpo y siente algo de frío en el momento. El trayecto en el aire se le eterniza.

Mi cerebro duda al dar la señal para dar otro paso cuando se abraza a mi cuello y durante un segundo pie quedo en un equilibrio tenso sobre la pierna izquierda. Por suerte me recompongo, trago saliva y sigo avanzando aunque la presión contra mi cuerpo aumenta mi tensión por momentos.

-Y-...Ya casi hemos llegado...

Llevo un rato sin respirar, a posta, de poder pararía el bombeo de sangre. Repaso las normas de decoro y cortesía una y otra vez para mantenerme distraído y miro al infinito. Me está empapando la camisa... Es más que evidente que la chica está mojada. Trago saliva. Deberá ir a cambiarse, suponiendo que tenga bien el tobillo.

Al llegar junto a la fuente la siento delicadamente sobre el borde, incluso los pies, para que no queden colgando y pueda estirarse. Me doy un par de tirones a la camisa para despegarla del cuerpo. Sí que está mojada la chavala para que me haya empapado así...

Cojo la chaqueta que había dejado cerca y con un suspiro la cubro con ella. Yo que no quería mojarla...Pero va a coger frío, se le ve a través de la camisa...que si no va a coger frío. Aparto la mirada.

-¿Y bien? ¿Te has hecho algo?

Cuando el aether trastabilla, la mujer suelta un pequeño gemido asustado y se agarra más a él, tensándose sobre su cuerpo. Al poco ya han llegado a la fuente y a ella le cuesta soltarse del cuerpo del hombre, temerosa de perder el equilibrio en el camino.

Finalmente se sienta sobre la piedra y recoge las piernas, juntándolas y doblándolas un poco dejando la del pie herido sobre la otra. Su muslo se ofrece más ahora y la falda queda al ras del mismo, ocultando el resto de su curva justo en el límite.

—Gracias, es muy considerado conmigo. Realmente todos lo son sin tener por qué... Creo que debo alejarme de los guerreros. Siempre me distraigo cuando les veo y les hago perder su valiosos tiempo —Se disculpa. Al recibir la chaqueta, se arropa un poco en ella, agradecida.

—Muchas gracias otra vez, aunque debería ponérsela usted, también lo he mojado y cogerá frio... —Se siente una gran molestia, todos se sacrifican mucho por ella y no está acostumbrada a algo como eso.

—No se preocupe más, por favor. Sólo me duele un poco, bastará con que lo frote un momento, antes de venir a Brontë lo hacía constantemente —Responde con una sonrisa suave, mencionando parte de su pasado en el orfanato, pero sin querer hacer aclaraciones del lugar. Cada vez que un niño se hacía daño, ella se encargaba de darle unas friegas para calmarlo.

Se mira el pie y estira la mano para frotárselo. Su tronco se ve obligado a flexionarse ligeramente, de forma que su pecho protruye genrosamente en un ángulo acertado. Con su mano suave y pequeña da suaves masajes sobre el tobillo, arriba y abajo en un contínuo y lento movimiento, lubricado con la suave capa húmeda que queda sobre la piel, brillando muy ténuemente. Su tronco se mueve con la misma lentitud y suavidad, siguiendo el ritmo. Su pecho se dirige alante y atrás también, ligeramente abanicado por el brazo que sigue frotando la zona en movimientos entre rectos y adubtores. Suelta un pequeño gemido, algo cargado de aliento.

Es importante la actitud integral física: hay que estar erguido, con buena presencia, brindando comodidad a los demás. Hay que ser respetuoso y cuidar que ninguno de nuestros comportamientos moleste, irrite e incomode al interlocutor. Hay que cuidar la puntualidad

Mirada firme en el horizonte, perdida. Me giro sobre los talones.

Al hablar no se debe gritar, el tono de voz ha de ser moderado y audible. No hay que gesticular demasiado. Hay que saber escuchar bien, dar respuestas correctamente y a tiempo, atender a la conversación. Es primordial evitar discusiones. En todo momento se han de vigilar las posturas. No hay que nombrarse nunca primero.

Me siento tras chica, su espalda queda a mi izquierda. No veo nada. Bloqueo mi campo auditivo. No hay sonido para mí.

Al toser o estornudar hay que protejerse debidamente la boca, con sutileza y delicadeza. Pedir disculpas si se ha interrumpido una frase en el proceso, propia o ajena. Si el que hablaba era otro, disculparse de nuevo y pedir que continúe será lo más apropiado. Se recomienda usar un pañuelo para estos casos.

Tragar saliva. Silencio. Bloquear sonidos externos.

Se debe avisar con antelación nuestra presencia o visita. Si vamos de visita a una casa y encontramos objetos de valor no se deben hurgar ni mirar. Hay que tener cuid---
Eso ha sido un puto gemido, no me jodas, ¿qué coño se está haciendo en el pie?
---ado con las exteriorizaciones y la confianza en casa si hay otra gente o en casa ajena.

-¿Mejor? -Tono monocorde, muy apropiado, bien. Y sentado, bien. Sentado se está bien, sí, sentado, sí, bien, sí.

Se frota en silencio, evitando prestar atención al aether y centrarse en su recuperación inmediata. Ha sido sólo el golpe, lo sabe por la forma del dolor y porque éste va remitiendo a medida que lo masajea. De vez en cuando mueve el pie cuidadosamente, corroborando que no es nada que afecte a su movilidad, simplemente un golpe.

Al rato se encuentra mejor y cede en su empeño con un pequeño suspiro de alivio. Gira un poco la cabeza, mirando al aether tras de sí con media cara oculta por su hombro.

—Ya está pasando, sí. Gracias de nuevo —Se queda un momento en silencio, mirándolo con enormes ojos de curiosidad y cierta culpabilidad, como un cachorro que no entiende una orden. El aether está rígido y lleva tiempo sin siquiera mirarla, quizá porque se ha molestado de su torpeza, piensa.

Se gira entonces, de forma que queda de rodillas a su lado izquierdo, mirándo de frente su lateral, con las piernas muy juntas. Se quita la chaqueta y la dobla, dejándola delante de ella, en el hueco que queda entre ambos. Pone las manos sobre las rodillas -sus brazos juntos aprietan su pecho- y baja la cabeza.

—Siento mi comportamiento. Me llevaré su chaqueta para devolvérsela en perfectas condiciones si así lo desea. Ahora, si quiere, podría compensarlo por causarle tantos incodios —Comenta, avergonzada por su comportamiento. No debe distraerse tanto o la acabarán echando del palacio.

Mi cabeza es un zumbido constante, como una nota desafinada de la que escapan palabras, con suerte ninguna hacia mis labios.

-Oh, no, tranquila, de verdad que no ha sido nada, no importa no te molestes por la chaqueta ¿No los tienes fríos, los huesos? Se te va a quedar helado el cuerpo si sigues mojada y húmeda y mojada.

Seguramente no encontraba una forma mejor de colocar los brazos y por eso los ha puesto así.

Trago saliva. Río. Trago saliva. Toso y vuelvo a toser.

-¿Compensar? ¿Y cómo me quieres co-compensar?

Se me ocurren mil maneras. Mil. No una ni dos, mil. Soy un hombre casado. Nunca me ha importado una mierda pero así es. Soy un hombre educado, con modales...y nacido en una casucha, con instintos y una educación base que roza lo salvaje...La verdad es que no debería preocuparme tanto...NO, sí...NO

Y aun así me contengo. ¿De hacer qué? Prefiero no saberlo.

Mira hacia otro lado y se encoje un poco de hombros ante su pregunta. Realmente sí está no tando el frío, pero no quiere importunarle más. Niega nuavemente, sin levantar la vista.

—No se preocupe, estoy bien —Responde a su retahíla de comentario, al menos le ha vuelto a hablar aunque parezca algo más nervioso. Emite una sonrisa amable por un momento.

En cuanto el chico pregunta, ella levanta la mirada de nuevo, curiosa y reactiva, centrádola en los ojos de él para buscar la pregunta que acaba de hacer. Apoya un momento la mano sobre la chaqueta y se apresura a acercarse a él, apoyando la mano en su hombro y volviendo a quedar de rodillas, ahora más cerca.

—De cualquier forma, la que veáis más oportuna. Trabajar en Brontë ha sido una gran oportunidad y temo que deseen echarme de aquí si molesto demasiado y lamentablemente siempre estoy causando problemas. A los guerreros nada menos. Por favor, lo que usted pida con tal de que quede satisfecho —Se acerca mucho a su cara para hablar, apremiante, casi queriendo introducirse en sus ojos, agarrando el hombro de su camisa con la mano izquierda. Ha apoyado la mano derecha en su pierna en algún momento, sirviéndose tambien como apoyo. Está intranquila por tener una respuesta negativa.

Intento tragar saliva pero no tengo.

Está muy cerca. Es una proposición la mar de tentadora y tiene miedo de que la echen... Si me aprovecho de ella al que echarán será a mi, pero al calabozo. Me humedezco los labios, siento la garganta seca. Me acerco ligeramente a ella y casi con un susurro empiezo a hablarle.

-Creo que tú podrías...-Quieto, Adain. - ... -Le aparto un mechón de la cara y se lo pongo tras la oreja. Me muerdo el labio. Finalmente suspiro.-Podrías recordar esto y ya se me ocurrirá algo...-Al menos así no pierdo la opción, queda pospuesto. -Creo que ahora deberías recoger eso y cambiarte, yo te ayudo... A recoger eso, claro...

Si una persona viviera dentro de nuestras cabezas, la mía estaría dándose de golpes contra las pareces y escribiendo insultos contra mí en el interior de mi cráneo.

Abre un poco más los ojos en un pequeño respingo cuando el aether se gira y se acerca, apretando un momento la tela del hombro de su camisa a causa del mismo. Pero no se mueve, espera paciente, ha hecho su petición para exculparse y los hombres se dejan complacer de formas muy personales.

Al final él habla suavemente, informando de que hará su petición en otro momento. Se aparta un poco entonces. No le gusta mantener una deuda. Vuelve a mirarlo y acaba acercándose para lamarle el mentón. Se estremece un momento por el sabor del sudor y un deje seco debido al polvillo de la tarde seca.

—Preferiría que fuese rápido, aunque si para usted es mejor así, así será —Le responde en el mismo tono susurrado, todavía cerca de él. Luego se aparta de nuevo un poco, con el puño drecho apoyado sobre su pecho. Niega.

—No será necesario, lo haré yo misma. Así está bien. Gracias por su ayuda —Espera un momento antes de levantarse, por si se le demanda algo más.