Claustro.

Tras varias vueltas termina quedándole patente que, si la izquierda era el camino correcto, no miraba hacia el frente adecuado cuando la señaló. Y ya se está dando por vencido, encontrando el suelo más apetecible de lo esperado, aunque no tanto como para tenderse en él, cuando ve una silueta a través de una ventana que da al exterior. Y, aunque a esas horas ya cualquiera diría que un encuentro solo puede ser extraño, y más vista la experiencia, Johan encuentra la puerta por la que salir a lo que parece como una especie de patio interior, acercándose enseguida al extraño que ha debido de desvelarse, quizás asediado también por la pregunta de qué era lo que sucedía en la entrada del lugar. Aunque seguramente no.

-Qué alivio encontrarte -le dice enseguida, acercándose sin miramientos, sonriente-. Soy Drago, es un placer -le dice, y le tiende la mano risueño-. Buscaba mi dormitorio, pero me temo que no es buena hora para hacerlo -le indica tranquilo, desenvuelto, acomodándose el bulto a la espalda con un gesto enérgico que  alarma a Dardo por un instante-. ¿Me darías las indicaciones?

Debía de haber perdido la noción del tiempo, pero no me di cuenta hasta que no vi al hombre que se me acercaba. Fijé en el la vista con curiosidad. No me sonaba de nada, pero sus palabras no tardaron en dejarme claro que no llevaba mucho en el palacio. Eso, o tenía un serio problema de memoria u orientación.

-Claro, Drago -asentí con voz algo ronca-. El placer es mío. Yo soy Cierzo. Ven, te acompañaré a las habitaciones. Yo también voy en esa dirección.

Eché a andar, guiando a mi compañero.

*Se van*

Kyoti ha encontrado todo muy tranquilo desde su llegada. No tiene claro todavía qué hacer en Brontë, realmente. Pasa los días buscando algo que lo inspire para ponerse a trabajar. Esperaba que algún líder se pusiera en contacto con él, pero no ha sido en caso.

No es ese el problema. Desde su encuentro con Anna, casi al llegar, no ha tenido oportunidad de hablar con ningún compañero. Quizás si pudiera hablar con ellos, acabaría por concluir qué puede hacer como recién llegado. Supone que habrá alguna clase de jerarquía, pero no puede saberlo.

Por el momento, se limita a pasear.

*Se queda*

Me he mantenido un par de jornadas a la sombra. Al final salir el otro día no me sentó del todo bien. No es por quejarme sin más, pero no estoy acostumbrada a esos rollos. Y por bien que me lo pasase, al día siguiente vienen los arrepentimientos.
Por suerte, los míos no son por haberme enrollado con algún raro desconocido. No estoy a estas edades como para despertar en camas extrañas.

Salgo a tomar un poco el aire y me encuentro a alguien enseguida. Es normal. Somos bastantes. Aún no hace tanto me encontré a un par por los pasillos. Lo que tiene vivir todos juntos.

-Hey-. A este no lo conozco. Se me dibuja una sonrisa divertida. Me acerco, repentinamente animada-. ¿Un recién llegado?

Carne fresca. Magnífico.

Kyoti vuelve la vista hacia la recién llegada, sorprendido al ver que alguien se ha acercado específicamente a hablarle. Por un momento un terror lo invade, y se pregunta si habrá hecho algo indebido sin saberlo. Aunque, si él no lo sabe, no hay motivo para abroncarlo. O eso cree él, pero si ella no opina lo mismo...

-¿Sí? -pregunta. Al momento se corrige-. Es decir, sí. He llegado hace unos días. Soy Kyoti.

Tiende una mano dubitativa. ¿Saludan así en Brontë? ¿Cómo fue cuando se encontró con la chrysos? Ni siquiera lo recuerda. Esboza una sonrisa que intenta ser simpática, esperando que sirva de algo.

Me parece magnífico. Mag-ní-fi-co. Un muchacho encantador.

-Así que Kyoti, eh -. Hasta el nombre es un primor. Le choco la mano, en vez de estrechársela, y luego me meto las manos en los bolsillos, sonriendo de medio lado-. Yo soy Njorthbiartr. No lo olvides. Soy muy conocida por aquí, ¿sabes? La crema y la nata, lo mejor de lo mejor. Todos te lo dirán si preguntas, pero no preguntes... Eso sería demasiado osado.

Me dedico a caminar de un lado a otro mientras hablo, animada. Hoy tengo un buen día. Y una potra que no me la creo, porque he encontrado carne fresca toda para mí. Qué satisfactorio.
Buena racha. Buena racha.

-Y dime, Kyoti... ¿Qué tal te está yendo? ¿Has visto ya el palacio entero? Es grande, eh...

Kyoti no puede evitar mirarse la mano como primera reacción al choque. ¿Será algo propio de Caligo? Porque ella tiene toda la pinta de venir de Caligo. Aunque a Kyoti no le gusta dar las cosas por hechas. Sube la mirada rápidamente, no sea que ella se sienta ofendida por su poco entusiasta reacción o lo tome por idiota, y reafirma la sonrisa.

Esta no tarda en quebrarse.

-L-lo siento, ¿podrías repetirlo? -De pronto, se siente algo agobiado-. No soy muy bueno con los nombres, y el tuyo es... Es decir. No. Osea. No es que tu nombre tenga nada de malo. Es culpa mía, que... Bueno, ya sabes, no soy muy... -Carraspea y hace un gesto vago, esperando no tener que seguir intentando explicarse.

Al menos, si no debe preguntar, no tendrá que recurrir demasiado al nombre. Aunque mejor sería tener que recurrir a él. Eso lo ayudaría a acostumbrarse. Si todo el mundo habla de ella, quizás pueda oírlo las veces suficientes como para no olvidarlo.

-Oh, sí, es enorme, magnífico -asiente, seguro-. O eso me ha parecido. Todavía me cuesta un poco orientarme, pero hago lo que puedo. Por el momento me estoy adaptando. No sé muy bien qué debo hacer, en realidad.

No puedo contener una pequeña sonrisa maliciosa. Todo marcha como debe. Es puramente fantástico. Dan ganas de abrazarlo y todo.

-Claro, Njorthbiartr. ¿Qué iba a tener de malo? Es el nombre de toda mi familia. Es algo de lo que sentirse orgulloso -explico, hinchando un poco el pecho para mostrar dicho orgullo-. ¿Ya sé? No sé, acabo de conocerte. ¿No eres muy qué?

¿Muy espabilado? ¿Muy despierto?
No voy a ser demasiado jodona, que acaba de llegar. Aún se va a ir.

Asiento con suma comprensión. Claramente, una veterana como yo debe mostrar que lo es. De eso hablaba con Ben hace nada, de hecho. Es lo que debe ser.

-Oh, las llegadas... Todos hemos pasado por eso. ¿Ya te han dado el tradicional baño de plumas con brea? Si la respuesta es no, ve con mil ojos...-. Inspiro por la nariz, dando pie a un cambio de tema plenamente consciente-. Y bueno, si hay algo que quieras saber, pregunta a la experta. Estoy aquí para ti.

Y viceversa.

Kyoti llega a murmurar un balbuceo, un intento por pronunciar el nombre de ella sin que lo oiga. No es fácil, desde luego. Si hay algo que tiene claro, es eso.

-Bu-bueno, es que no sé hablar muy bien -explica con cierta vergüenza. Y, de hecho, no tarda en alterarse-. ¡Es decir! Claro que sé hablar. Me refiero a... decir palabras. No, eso no. Frases. Las cosas como son. Me hago un lío muchas veces, vaya... -Se frota un momento la sien, algo incómodo-. Espero que no te moleste tanto como a mí. Como me molesta a mí ser así. Ya sabes. Eso.

La observa con curiosidad. Su primera reacción es esbozar una sonrisa. Sí, esos comentarios son habituales para un recién llegado, pero no es tan novato como para ir más allá de la broma. O eso espera.

-La verdad es que no tengo preguntas -declara-. Bueno. Sí que las tengo. Es normal, claro. Me refiero a que... No sabría qué preguntar. Es decir. No tengo muy claro qué hacer. ¿Debería hablar con alguien? Algún líder, o... Alguien que me guíe un poco. Bueno, supongo que es lo que me ofreces tú, ¿no? ¿Qué debería hacer? ¿Ir a algún sitio? ¿Entrenar por mi cuenta? No sé...

No me lo puedo creer. Mithos me ha mandado una señal. Un regalo por mi buen comportamiento o alguna mierda así. Y solo puedo decir una cosa: gracias.

-¿No hablas muy bien? Me parece que hablas perfectamente... Quizás el acento es algo inusual, pero... -. Sigue, por favor. Y de hecho, sigue. Termino por llevarme las manos a la nuca, con un malvado gesto risueño-. Tranquilo, que te entiendo. Respira hondo, eh. No me molesta de momento -comento con malicia.

No se cree lo de las plumas. O eso o es un artista del engaño. Y en los primeros siete segundos ha demostrado que no lo es.
A menos que eso también sea engaño. Qué confuso es el existir. Estas cosas me hacen enfocar de forma diferente la vida de Buscador.

Me froto la nariz un momento, pensativa.

-A ver, puedes hablar con algún líder para "presentarte oficialmente", si quieres. El resto de cosas... Conoces gente, entrenas por tu cuenta o con esa gente, te presentas a misiones, las cumples, eres la repolla, te haces fuerte y te ganas un renombre... El orden vendría siendo así, sí. Somos bastante independientes, aunque hay gente para todo. Y ojos en todas partes, así que no te descuides -advierto.

Joder, qué seria me he puesto.

Aunque el "de momento" no acaba por tranquilizarlo, traga saliva y asiente, resoplando con cierto nerviosismo. Acaba por sonreír de nuevo.

-Vale, lo siento -responde con un amago de risa.

No insiste con lo de la brea. Buena señal. Solo era una broma. Interiormente, Kyoti no puede evitar sentirse algo más tranquilo. Después de todo, hay comunidades muy extrañas por ahí, y cualquier ritual de iniciación es concebible.

Parece, sin embargo, que las bromas se acaban. Kyoti agradece tremendamente que dé la información que intentaba pedir con tanta facilidad. Eso significa que, por el momento, debe ponerse a entrenar. Hay algo, sin embargo, que llama su atención.

-¿Qué ojos? -pregunta, abriendo los suyos con especial curiosidad.

Es algo paradito. No sabe la menor duda. Lo jodido de esto es que empiezo a notar, analizando mis relaciones, que los tipos así me acaban por causar una simpatía un poco rara. Que no quiero ser ahora yo aquí la reina y señora de los tipos tontetes, eh.
Pero bueno... Mejor eso que reina de nada.

Abro mucho los ojos, moviendo las manos en un aspavientos extraños.

-¡Los ojos!-. Y vuelvo a la normalidad-. Ya sabes... Los líderes lo ven todo por aquí...-. Hago una breve mueca, recordando el suceso de las mazmorras. No fue hace tanto... Qué chungo-. Si haces algo sospechoso, te van a pillar. No es como si te espiasen cuando cagas, pero ten cuidado. Aunque eres un tipo de fiar, ¿no? -añado, con una sonrisa maliciosa, pegándome un poco a él, de costado-. No tenemos por qué esperar nada malo de ti, ¿verdad? ¿O has venido a traicionarnos y apuñalarnos por detrás?

Uf... Es una broma pero, bien pensado...

El chico no puede evitar mirar a su alrededor con cierto nerviosismo. Siente el impulso de mirarla de nuevo con una sonrisa confidente, pero algo le dice que esta vez no es una broma. Pero... ¿qué quiere decir que lo ven todo? Visto así, resulta bastante perturbador. Casi se siente en necesidad de contener un escalofrío.

No puede evitar el impulso de inclinarse un poco hacia atrás cuando ella se acerca.

-Y-yo no... No quiero hacer daño a nadie -balbucea, negando con aspavientos-. Bueno, si hay que hacer daño... ¡No! Es decir. ¡Me refiero a gente de fuera! Gente... ¿enemiga? Aunque tampoco me emociona. No es que no le ponga interés a esto. Bueno, aún no he probado, pero ¡se lo pondré! Me refiero a que aquí no vengo a... No estoy en contra de Brontë.

Aquella última frase le pareció tan acertada que decidió callar definitivamente. Ya que había dicho algo a derechas, mejor no estropearlo volviendo a abrir la boca.

Dejo ir un resoplido, que viene seguido de una risa y un meneo de cabeza. Por favor. Para el carro, tío, que te atropellas. Te vas a quedar sin piernas, a ese ritmo. Te lo digo yo.

-Que sí, hombre. Si tienes pinta de ser de fiar-. Más en palabra que en actos, porque lo veo saliendo por patas al primer peligro-. Pero, esto que te quede claro desde el principio-. Joder, qué seria me estoy poniendo-. Esto no es un juego. Han pasado cosas que no son del gusto de todos. Hay que tenerlo en cuenta. La gente es maja, el sitio es de puta madre y tal. Pero es serio el asunto. No es un juego. Y el que te diga otra cosa te está mintiendo.

En el fondo meterse con los novatos es gracioso, pero no lo es tanto el que se mueran por no estar preparados. Y yo paso de ser tan putas.
Nunca me han gustado las putas.

Kyoti ladea la cabeza, preguntándose por qué ha llegado a esa conclusión con tanta facilidad. ¿De verdad su aspecto lo hace tan evidente?

-No creo que cualquiera que vaya con malas intenciones vaya anunciándolo -observa, divertido. No tarda en borrar la sonrisa-. Ah, no quiero decir... Bueno, ya sabes, en mi caso las impresiones son sinceras.

Carraspea, algo intimidado por tanta insistencia.

-Bueno, ir a la guerra es ir a la guerra. No se puede hacer porque sí. Creo. La gente no hace esas cosas. ¿O sí? No lo sé. Yo no... Yo he venido en serio.

Intenta que su aspecto y actitud lo demuestren, aunque su falta de seguridad es también patente.

Le apunto un momento con el dedo, haciendo una leve mueca. Aunque pronto sonrío, evidentemente divertida.

-Eso es exactamente lo que diría alguien que sospechoso, ¿no? Que él no es sospechoso...

Como sea. Así no podría fiarme de nadie. Y tampoco es que de él me fie o deje de hacerlo. Simplemente se lo comento. Por si le interesa, al recién llegado.
De todos modos, parece que ya lo he agobiado demasiado. Y tiene suerte, porque hace así como frío, así que voy a relajarlo un poquito.

-Tranqui, eh. Si acabas de llegar no te agobies. Ya se verá eso que dices con el tiempo. ¿Qué arma usas? ¿O eres más bien mago?-. Lo miro de arriba abajo. De mago no le veo mucha cara, pero nunca se sabe...-. Ya si te apetece, cuando te hayas asentado, un día te enseño lo que es bueno. Ya verás como te acostumbras rápido a esto. La gentes un poco gilí a veces, pero bueno. En todos los sitios hay de todo, ¿no?

Me estiro un poco. Tanto despertarme de día, empieza a hacerse tarde.
Empieza, bueno. Aguanto un poco más, todavía.

-¿Quieres ir dentro? Es tarde para una lagartija como tú. ¿O es que no sabes volver?-. Le doy un pequeño codazo en las costillas, cómplice. No me tomes a mal, hombre-. ¿Qué opinas?

Abrió un momento la boca para contraatacar, pero no se le ocurrió nada. No tuvo más remedio que volver a cerrarla y callar. Un momento después alzó un dedo, sonriendo, al dar con una respuesta que le pareció adecuada.

-Y un espía o enemigo interrogaría a todos para conseguir información y usarla. Contra ellos, me refiero -. Sonrió un poco-. ¿No?

Kyoti niega, seguro. No es amigo de la magia, desde luego. Eso siempre lo ha sabido.

-En casa trabajaba como curtidor -explica, tranquilo-. No soy un experto, pero suelo cazar con arco. Supongo que puedo utilizar el arco aquí también, ¿no? ¿O es diferente el tipo de arcos que se usan en combate? No sé mucho del tema. Es decir, sé usar el arco. Pero para otra cosa. No he luchado con él nunca. Habría que ver, supongo. A eso he venido.

Kyoti acaba por carraspear, incómodo, y baja la vista.

-La verdad es que no estoy del todo seguro -reconoce, avergonzado-. Llegaría, pero no por el camino más corto. Creo. Pero lo intentaré.

Ella se ofrece a acompañarlo. Resulta un alivio, de alguna forma.

*Se van*

Desde el umbral de una de las salidas, el chrysos observaba la nieve acumulada, con los brazos cruzados y una gruesa capa, vieja, puesta. A pesar de que recordaba con cariño los días de nieve en su ciudad natal, lo cierto es que nunca le había gustado demasiado la nieve: le resultaba engorrosa, y el frío, molesto. Pero aun así, al recordar aquellos lejanos momentos en los que él y Dena recorrían los suburbios nevados y hacían muñeco de nieve e intentos de guerra de nieve, lo hacía con una sonrisa, apenas una ligera curvatura en los labios, y entonces se detenía en los pasillos, los balcones o incluso en el propio exterior a contemplar el paisaje. En el pueblo había hecho varios muñecos de nieve, los días en los que no tenía mucho que hacer y nadie parecía prestarle atención; en Brontë, se había limitado a mirar el paisaje, probablemente porque actualmente el poco tiempo que pasaba en Palacio lo empleaba entrenando o leyendo. Ahora, sin embargo, no estaba leyendo, ni entrenando, ni tenía planes de hacerlo en el futuro próximo, así que, tras comprobar que, efectivamente, estaba solo, el chrysos avanzó hacia el exterior.

Llevaba guantes, pero aun así notó el frío en los dedos al coger el primer montón de nieve. Lo cierto es que no eran unos guantes demasiado buenos: aunque los llevase, tenía las manos heladas, y siempre tardaba en recuperar el calor en los dedos cuando entraba en los sitios, pero eran sus guantes, y eran mejor que no llevar nada. Con lentitud, amasó el primer montón, dándole forma de bola; luego, cogí un nuevo montón, que unió al primero, y otro, y otro, y otro, hasta que finalmente la bola era demasiado grande para poder sostenerla. Entonces la colocó en el suelo, delante de él, y tras agitar las manos, buscando inútilmente darles un poco de calor, comenzó a rodar la pelota, notando cómo comenzaba a crecer y crecer.

*se queda*

Pasa los días vagando, explorando y acompañado a ratos por Dardo, que en ese momento ocupa su cabeza como si fuese un adorno para el pelo. Cuando se encuentra con personas, Johan tiende a saludar, aunque a menos que ellos se detengan a hablarle no siempre lo hace por sí mismo. Disfruta de la soledad como lo hace de la compañía ocasional, pero los excesos le agobian.
De todos modos, aunque esa noche ya no piensa entablar conversación con nadie, una visión al salir a fumar un cigarro lo hace esbozar una sonrisa más entusiasmada de lo que suelen serlo sus sonrisas.

Con el pitillo apagado en los labios se acerca en impulsos que van dejando hueco en la nieve al chico de pelo negro. Dardo, en su cabeza, se acomoda desagradada por la prisa.

-¡Un muñeco de nieve! -exclama Johan al extraño, como si no pudiese verlo por sí mismo-. Me encantan -confiesa entonces, mirándolo con una sonrisa todavía amplia-. ¿Tienes algo para hacerle los rasgos?

Una zanahoria es lo típico. Johan está seguro de poder conseguir una si el extraño se la pide. E incluso de querer hacerlo, por una vez.


FdR_ Irresistible nieve...

El sonido de unos pasos hicieron que el chrysos se detuviese y se volviese, algo más serio de lo que le hubiese gustado, para poder descubrir quién se le acercaba. Los ojos, que hasta entonces apenas habían estado iluminados, se encendieron un poco en ese momento, revelando así al desconocido piscis que había aparecido. Lyam esbozó una torpe sonrisa, curvando solo la comisura izquierda de los labios, y negó suavemente, alejándose del ya formado cuerpo del muñeco.

—Solo es nieve —murmuró. Miró al piscis, luego al bicho que el tío tenía en la cabeza. Alzó las cejas—. No pensaba ponerle rasgos ni nada, vamos, si yo ya me iba.

Johan no pudo reprimir la mueca ante la respuesta del extraño, y hundió las manos en los bolsillos, y un poco los hombros, perdiendo el brillo de emoción de los ojos.

-Vaya... -murmuró. Parecía francamente decepcionado con aquello, aunque no hubiese sido una revelación demasiado importante. Y menos viniendo de un desconocido-. Es una pena. Porque de verdad me encantan -comentó, mirando la nieve-. Si ya te vas, ¿te importa que lo termine yo? -le preguntó entonces, mirando entonces el montón de nieve y luego al extraño, recobrando parcialmente la sonrisa.

Aquello volvía a animarlo un poco. La pregunta no era muy relevante, porque si él se iba Johan podría hacer lo que quisiese con la nieve. Aunque de todas formas preguntaba por no enemistarse con nadie, por si el chico resultaba considerar que su trabajo, si bien "solo era nieve", no debía ser tocado por otros.

El extraño pareció de pronto decepcionado, pero Lyam no le dio importancia. Era un extraño, a fin de cuentas, y ni que él hubiese dicho ahí algo horrible. De hecho, casi no le había dicho nada, así que no podía estar triste por algo que él hubiese hecho o dicho. O sí, bueno, qué sabría, pero el caso es que.
Que le daba igual. Ese era el caso.

—Bueno, supongo que hacerlos puede ser divertido a veces. —Se encogió de hombros—. Puedes terminarlo si quieres. O aplastarlo y empezar de cero.

Volvió a encogerse de hombros, sin mirar al extraño. Tras unos segundos, volvió a hablar:

—¿Eres nuevo? No recuerdo haberte visto antes. —Le tendió una mano—. Lyam.

De nuevo, una sonrisa torpe.

Johan comprende que el desconocido no tenía por qué entender la magia de un buen muñeco de nieve, por lo que no lo corrige cuando habla. De hecho, solo sonríe más cuando recibe el innecesario permiso para aprovechar la nieve para lo que quiera. Como ya está apilada tardará menos.
Se quita, finalmente, el pitillo de la boca, llevándoselo a la oreja.

-Soy Jack -le dice, tranquilo, cuando el otro le tiende la mano-. He llegado esta semana. Aún estoy acostumbrándome, así que lo siento si en algún momento recurro a ti a por ayuda. Hablas tan seguro que pareces asentado. Aunque espero no hacerlo. Mi madre siempre insiste en que debo ser muy independiente, ¿sabes? Así que intento aprovechar que por fin me he independizado para hacerlo aquí.

Estrecha la mano de Lyam con firmeza. Debe mirar hacia arriba para poder hacerlo a los ojos, pero no le importa: ya está acostumbrado a ser el bajo. No se siente acomplejado.

Se vuelve un momento hacia la nieve, aunque no acude a ella por educación a su acompañante. Ya está pensando en la forma que podrá darle, y está seguro de que el muñeco, con el frío, aguantará hasta el día siguiente.

-¿Suele nevar mucho? -llega a preguntarle, volviendo a él de nuevo.

Lyam escuchó con atención mientras el hombre se presentaba, tomando mentalmente nota de los datos más relevantes. A pesar de que ya no necesitaba hacerlo, mantenía la costumbre de memorizar cualquier detalle que pudiese resultar relevante de cualquiera de las personas que se le presentaban. Suponía que aquello eran gajes de la costumbre.

—Encantado —dijo, apartando ya la mano del hombre. Le sonrió como pudo—. En Brontë seguro que aprendes a ser más independiente, especialmente si vas a alguna misión por tu cuenta o algo así.

Él no había ido a ninguna misión solo, porque, bueno, hasta hace poco servir a Brontë, ayudar a Brontë, actuar en nombre de Brontë no había sido su interés, pero irte a la aventura en soledad siempre ayudaba a todo eso de la independencia, a saber valerse por uno mismo y demás.

—No demasiado. —Frunció un poco el ceño—. Bueno, últimamente sí, pero realmente suele llover más que nevar.

Johan asintió, con su sonrisa tranquila. La verdad, no parecía alguien muy dependiente, a primera vista. Solía mostrarse despreocupado. Y el parecerlo o no tampoco le preocupaba.

-Estoy seguro de que sí. Aunque antes quiero adaptarme a eso. Acabo de llegar. De hecho, eres la segunda persona con la que cruzo más de dos frases.

Está por añadir algo más, pero piensa que no es necesario. Entonces Dardo se revuelve en su cabeza y Johan se percata de la presencia del ave, que a veces está y otras no. Pesa tan poco que llega a olvidarla. Y si Dardo lo supiese no lo perdonaría.

-Ella es Dardo, por cierto -le dice, señalando con el índice hacia arriba-. Diría que está encantada de conocerte, pero estoy seguro de que le importas poco. No es muy amable con los extraños. Discúlpala.

Desde luego, cuando Lyam le dice lo de la lluvia, Johan asiente. Porque desde su llegada ha llovido más que nevado. Y porque sabe que en Fulmen la lluvia no es algo de lo que extrañarse.
No le incomoda, aunque prefiere, en su opinión que no llueva demasiado, porque se hace desagradable salir.

-Cuídate del frío entonces -le recomienda-. No es difícil resfriarse. Yo estuve encadenando resfriados durante tres años seguidos a causa del frío, cuando era niño.