Claustro.

Ben se sintió algo aturdida de pronto. O quizás la expresión exacta fuera más aturdida. Estaba poco acostumbrada a que nadie quisiera nada de ella después de algo así. Quizás las mujeres, a veces. O alguien que hubiera pagado por una sesión doble. Pero no era, desde luego, lo más habitual.

No ofreció resistencia. Sentía curiosidad, después de todo. Se dejó apartar, dándole espacio, dejándose dominar con esa aparente docilidad con que se movía, que no dejaba, pese a todo, de ser resuelta. Y, al contrario que antes, mantenía los ojos abiertos, estudiándolo. O, al menos, lo hacía hasta que se sintió penetrada de nuevo, momento en que no pudo evitar cerrar los ojos, soltar un gemido. No, desde luego, aquello no era lo habitual.

El intento de risa se quedó en una suerte de jadeo. Claro, lo hacía porque quería. Y podía hacer lo que quisiera. Pese a todo, le costaba asumirlo. Pero, una vez pensado como tal, se atrevió a reclamar más y buscó la boca de nuevo, mientras una mano animaba a la de él a continuar con lo que hacía.

Johan termina por levantarse, encontrándose así más cómodo, y se sube los pantalones con la mano libre en lo que la otra se encarga de continuar con lo que ha dejado a medias. No se despega de ella, sin embargo, que está poco más alta que él, y corresponde al contacto que ella pide atrapando su boca sin bajar el ritmo, pese a que sigue algo aturdido y los músculos hubiesen preferido descanso. Los dedos la recorren desde dentro, y a diestra acaba accediendo de nuevo al pecho, que acaricia con suavidad, casi como algo secundario.
A él le cuesta, a fin de cuentas, enfocarse en demasiadas cosas a la vez. No es malo concentrándose, pero tampoco increíble.

Acaricia su lengua con la propia, se sonríe o le sonríe en lo que se devoran, y trata de que la mano mantenga, en todo eso, un ritmo adecuado. Incluso ella, que ha mostrado dominar a la perfección ese arte, parece dar señales de por dónde va bien encaminado, y él trata se seguirlas lo mejor que puede, acariciando su interior, moviendo la mano adelante y atrás, buscando enfocar los dedos allí donde prefiera ella, donde las señales sean más notorias.

En cierto modo, aquello era algo nuevo. Y aunque el cambio de ritmo, la pequeña pausa, el nuevo contexto habían rebajado un poco su energía, Ben, curiosamente, no tuvo problemas para encontrar de nuevo lo mejor de todo aquello. No podía decirse que el chico hubiera tenido un gran entrenamiento, pero el empeño compensaba un poco esa carencia. Y Ben, que aunque no solía hacerse mucho caso, se conocía, se encargaba de terminar de paliarlo dándole las indicaciones pertinentes.

Hacía mucho tiempo que no se veía en una situación así. Tanto que parecía un sueño. O quizás eso tuviera que ver con lo que había estado fumando, pero Ben empezaba a pensar que no, que aquello ya había pasado, que la sensación que le había quedado era de otra cosa, de aquel contexto tan familiar y tan extraño.

Se dejaba llevar. Por una vez, podía permitírselo. Se dejaba llevar, buscaba una postura que lo facilitase, lo buscaba a él, que seguía ofreciendo bastante más calor que el aire y bastante más que calor. Y, poco a poco, Ben fue dejándose invadir por aquella sensación agradable que convertía su respiración que jadeos y sus jadeos en gemidos. E incluso lo apuraba, sintiéndose acercar a algo que conocía bien, pero que no había compartido demasiado. Y compartirlo lo hacía bastante excitante, desde luego.

Viendo que sus gestos tienen resultados, aunque necesiten una pequeña guía, y eso es algo que Johan agradece y no toma como un problema, prosigue animado por la respuesta que obtiene. Es satisfactorio ver que los esfuerzos de uno tienen resultados. Johan odia gastar energía inútilmente. Pero es más que útil en esa situación.

Se permite robarle un beso más, o pasar los labios por su cuello y probar su sudor casi con satisfacción. Acaba por descender un poco al pecho, de nuevo, para acompañar la mano con la boca en esa zona, y aunque le dijo que tuviese cuidado ahora, si bien lo tiene, no es el mismo que al principio. ¿Y cómo iba a serlo? Ambos están acelerados, aunque él se vea incapaz de desahogarse más de lo que ya lo ha hecho.
El pelo le da calor, aunque es algo secundario. Y Rina está durmiendo todavía, según cree.

Se siente satisfecho.
Es extraño, porque ha sido algo inesperado para él. Lo ve más claro ahora que la niebla se disipa. Pero no tiene problema alguno con ello.
Se alegra, de hecho. Ha sido una suerte.

Le apetece una cosa más, pero ha de ir en orden.

Ben lo sentía, y lo acompañaba. Se sentía extrañamente... extraña. Demasiadas atenciones para lo que estaba acostumbrada. Ella no era el centro normalmente. Ella era el servicio, el instrumento. Y en cambio, en aquel momento, parecía que podía pedir lo que fuera, y así se haría. Era tan diferente que ni siquiera sabía qué podía pedir.

Y, precisamente por ello, pedía lo que su cuerpo le indicaba. Pedía que se acercara. Pedía que presionara más, que aumentara el ritmo, que la siguiera tocando. Pedía que le sirviera de apoyo para aferrarse a algo, pedía que afianzase su postura. Pedía muchas cosas, en realidad. Y se sentía tensa, se sentía al límite. Sentía que las sacudidas podían llegar de un momento a otro, y que la voz se le agolpaba en la garganta, preparada para anunciarlo cuando llegase.

Al verla seguir, al verla aguantar, mientras la penetraba con los dedos, que se movían al mismo tiempo en su interior tocándola de maneras distintas, buscando arrancarle más de aquellos jadeos, Johan no puede evitar pensar que, de hecho, hubiese sido imposible haber llegado hasta ese momento de ninguna de las formas, aunque se hubiese forzado a aguantar un poco más. Viendo que no había otro modo que el que usa ahora la decepción es todavía menor.
No le molesta. Le gusta. Se divierte. Le parece de lo más entretenido notar cómo se contrae en torno a sus dedos, y se siente satisfecho cada vez que la nota estremecerse. Si no fuese porque acaba de terminar, siente que podría, en ese momento, alzarse rígido por lo que la situación le evoca.

Se siente algo descontrolado. Atrapa el pezón, lo rodea con la lengua. Pega el pecho al suyo para no perder el contacto cuando sube al cuello de nuevo, a la mandíbula, al mentón. Acelera con la mano, que todavía podría aguantar un buen rato, ofreciéndole más intensidad, mucha más intensidad.

La chica del piano... Johan se pregunta de qué color tendrá los ojos.

Acaba en su cuello, en un acto extraño, en un pequeño capricho, con una succión algo más fuerte que pretende dejar una pequeña marca, un recuerdo, de alguna forma. Así, aunque mienta, no podrá negarlo.

Ben se sentía en el límite, y cerró los ojos con más fuerza, contrayéndose. Y lo atrajo, lo atrajo más todavía (¿podía aún atraerlo?) y se pegó a él, y trató de buscar aire, pero ninguna bocanada parecía suficiente. Seguía moviéndose, casi retorciéndose, hasta el momento en que ya no pudo hacerlo, porque su cuerpo no se lo permitía. Y entonces, más tensa que en ningún momento, se quedó muy quieta y se dejó llevar por aquella sensación exultante que se llevaba toda la voz de su garganta.

Para cuando pudo recuperar el aliento, Ben se sintió convulsionar, agotada, sorprendida, tremendamente relajada de pronto. Lo dejó hacer a él, como solía, ya que había aprendido a no encontrarlo molesto. Pero, de todas formas, había detenido los gestos. Sintió un escalofrío. Quizás sí sentía el frío, aunque no se hubiera dado cuenta.

Johan siente cierta satisfacción en el momento en el que ella envuelve sus dedos con especial fuerza y se estremece. La mira curioso, entonces, centrándose en los gestos que puede ver de ella, disfrutando de ellos, de alguna forma.
Sonríe. Se mantiene junto a ella, inmóvil, notando la propia pesadez de su cuerpo, aunque gran parte de ella ha quedado atrás, con su clímax.
Le aparta un mechón que le cruza la frente. Extrae la mano de su interior, notando los dedos pegajosos. Llega a mirarla un momento, pero no tiene nada raro. Dedica entonces una nueva mirada a la chica del piano, como si quisiese saber algo. Observa la marca en su cuello, solo un punto más oscuro que el resto de la piel. Sin luz le es imposible evaluar nada.

Hace frío. Tiene la piel erizada. El viento y el sudor no se llevan bien. Se agacha por su camiseta y se la tiende a ella. Las suyas están cerca, pero lo encuentra más caballeroso, de alguna forma. Y entonces ríe un poco.

-No esperaba acabar así -reconoce, metiendo una mano en el bolsillo, aún cerca de ella. Saca entonces la caja en la que guarda los cigarros y toma uno que le tiende-. ¿Quieres? -le pregunta.

Si ya le apetece en cualquier momento, en uno como ese Johan se muere de ganas

Ben debía reconocer que aquello era ejercicio del fuerte, y se notaba, especialmente una vez terminado. Aceptó de buena gana la camiseta cuando él se la tendió, sintiéndose sudorosa y todavía jadeante. Se la puso rápidamente, planteándose por un momento que era llamativa la amabilidad del chico azul. Muy llamativa.

Rió su comentario.

-Y por eso una es precavida -respondió, divertida.

Cuando le ofreció un cigarro, Ben dudó un momento, sintiendo que se le borraba un poco la sonrisa. Hizo amago de ir a cogerlo, pero no llegó a hacerlo.

-No es un pago, ¿no? -preguntó, poco convencida.

En lo que ella se vestía y reposaba un momento Johan se echó el pelo hacia atrás. Acabó mirando alrededor, dudando un momento. Luego la miró.

-¿Dónde dejaste la cinta? -inquiere, mirándola curioso, señalándose el pelo para explicarse.

Ríe suavemente a su comentario. Una chica muy precavida que ni pregunta el nombre del chico azul. Así, piensa de todas formas, es más divertido.

Johan hace amago de apartar el cigarro cuando ella pregunta, mirándolo un momento. Para entonces ha sacado ya las cerillas. Termina por llevárselo otro a los labios y lo enciende, dándole una calada larga y mirándola, serio.

-Pretender pagarte con esto sería un insulto -dice primero. Es un piropo, a fin de cuentas. Luego relaja el gesto, niega y sonríe, ofreciéndole el pitillo-. Dije que no pagaría y no pienso pagar. Yo no pago por sexo -zanja.

Una verdad no hace daño de vez en cuando. No quiere espantarla. Ya lo arreglará en el futuro.

Ben tuvo que buscar alrededor para dar con lo que él pedía. Al final, resultó que la tenía prácticamente al lado. La cogió y se la tendió.

-Aquí -señaló, con una sonrisa entretenida-. ¿Puedo ponértela yo?

La forma en que hablaba era curiosa. Muy curiosa. Ben no estaba segura de qué pensar al respecto. Al final, decidió que no había motivos para ser recelosa. ¿Por qué iba a mentirle, después de todo? Sí, podía aceptarlo sin que fuera un pago. Claro.

-Entonces está bien -asintió con una sonrisa, tomando el cigarro. Se lo puso entre los labios y se inclinó hacia adelante, pidiendo fuego. Aquello tampoco era habitual, pero estaría bien. Después del ejercicio, solía estar bien. Y el tabaco... Hacía mucho del tabaco.

FdR- Pausa

Johan llega a extender la mano hacia ella con intención de tomar lo que le ofrece, pero parece que la chica del piano tiene un capricho. Sonríe, entonces, con un encogimiento de hombros leve, y asiente, volviéndose para darle la espalda y ofrecerse así a sus manos.

-Por supuesto -dice también, apoyando sus gestos, para que no quepa duda alguna.

En cuanto al cigarro, él se lo vuelve a ofrecer cuando ella lo acepta, con gesto divertido. Acerca un poco el rostro a ella, encendiéndolo con el suyo propio, y se aparta con un resoplido divertido.
Está relajado. Está satisfecho. Es agradable.

-Ojalá tuviese ahora algo donde tumbarme -reflexiona para sí en voz alta.

Quizás haga falta una cama en medio del claustro, se plantea.

Ben encontró su petición satisfecha y procedió a recoger el pelo, que resultaba muy suave al tacto. Se planteó trenzarlo, pero no tardó más de un momento en aburrirse. Lo soltó de nuevo y lo recogió en una coleta, como él lo tenía. Cuando la hubo atado, le dio un golpe con la mano, haciéndola bailar un momento en el aire.

Ya con el cigarro encendido, terminó de vestirse y se echó a un lado en el muro, mirándolo con gesto divertido. Señaló la superficie de piedra, como una invitación.

-Puedes tumbarte ahí -sugirió, con una sonrisa-. Yo te hago sitio. ¿O eres tan delicado como para necesitar un colchón mullido?

El cigarro, debía reconocer, sabía a gloria. Disfrutaba cada calada, saboreándolo despacio.

Johan se deja tocar el pelo sin reparo, en silencio. Le hubiese gustado, puede admitir para sí, que las caricias hubiesen llegado algo más arriba. Que le acaricien a uno la cabeza, entre el pelo, resulta de lo más relajante. No puede ser el caso esa vez, sin embargo.

Se sube al muro con el cigarro en los labios cuando ella lo menciona, aunque no se tumba, sino que se mantiene sentado, apoyado contra la columna.

-Oh, claro que no. Esto llega bien -menciona relajado.

Le pesa el cuerpo. Fuma en silencio un rato, mirando el aire a veces y otras a ella, que también fuma. Llega a esbozar una sonrisa en lo que la mira, aunque no se la ha dedicado.
Rina duerme en el suelo, en una postura diferente, donde la vio la última vez.

Siente algo de frío. Llega a arrepentirse de su amable acto de entregar la camiseta, porque la echa en falta. Pero admitirlo sería ser ya demasiado sincero para su gusto.

Cuando acaba el cigarro lo apaga contra el muro y lo echa a la hierba húmeda, como hizo la última vez. Se estira entonces, desperezándose con deleite.

-Desde luego, chica del piano, ha sido un placer haberte encontrado -le comenta, entretenido-. Fumar solo es más aburrido.

Ben aprovechó la colilla hasta que ya no quedaba nada que aprovechar. Al final, sin embargo, se vio obligada a renunciar al cigarro, y tras apagarlo contra el muro, lo lanzó a la hierba, con especial fuerza, como si tratara de lanzarlo lo más lejos posible.

Rió, divertida.

-Ya, claro, fumar es de lo más placentero -respondió, con segundas.

Acabó por impulsarse para bajar del muro y se estiró, sintiéndose enérgica. Clavó la vista en el animalito, que dormía un poco más allá.

-Ya veo que no sois de camas -aceptó finalmente.

Johan llega a reír con suavidad a lo que ella le dice. Se fumaría uno más, pero no le quedan hechos, y se siente perezoso en ese momento. Sabe que acabará haciéndolo, de todas formas.

-No es tan fácil fumar el cigarro de después si no hay nada antes -matiza, ladeando la sonrisa-. De todas formas tampoco has estado mal -bromea, relajado.

La sigue con la mirada cuando se levanta, pero no amaga en lo más mínimo ir a hacer lo mismo. Rina, blanca, destaca algo más en la noche.

-Las camas están sobrevaloradas. A mí a veces hasta me gusta más dormir en el suelo.

O al menos hubiese estado bien, piensa Johan, que fuese así. Se podía haber ahorrado malas noches.

Ben lo miró de reojo, llegando a reír un poco. Rotó los ojos y se apoyó en el muro, con cierto aire chulesco. Se sopló las uñas y las frotó contra el pecho, sin mirarlo.

-Lo vas rebajando, ¿eh? La memoria te falla rápido -se burló.

Alzó un dedo hacia él, negando. Tampoco era eso, ¿no? Una cosa era aceptar, y otra muy distinta preferir. Los lujos eran lujos, y había que aprovecharlos cuando se presentaban. ¿De qué otra forma podría ser.

-Eh, eh, que una cama mullida es algo maravilloso -defendió, convencida-. Si prefieres el suelo es que puedes elegir. O que no lo has catado lo suficiente. Cuidadito.

Se acercó a hurtadillas al animal, y llegó a animarse a tocarlo. Era suave, como el pelo del chico, y estaba calentito. Quizá debería presentárselo a Thor. Podrían jugar juntos.

Le dedica una nueva sonrisa más relajada. No hace falta que mienta o desmienta. Así está bien. Ella ya sabe lo que debe saber, y él no tiene necesidad de discutir al respecto.

Su respuesta a lo de la cama y el suelo no le extraña. Ya tiene bastantes datos sobre ella, aunque no se han visto más que dos veces y ni se han dicho el nombre. Pero sabe, por ejemplo, a qué se ha dedicado y también el nivel de vida que debe de haber llevado. Muy probablemente.

-He podido elegir muchas veces -admite, asintiendo-. Y algunas he elegido el suelo. Aunque hoy tengo un día más de cama.

Rina se estremece cuando ella la acaricia. Abre los ojos y la mira, adormilada. Tarda en ser consciente de la situación, pero entonces se hincha un poco, mostrándose imponente a su manera.

A veces poder elegir sigue sin implicar una gran libertad.

Ben sonrió cuando vio que el animalito se hinchaba, divertida por sus vanos intentos de parecer poderoso. Era más gruñona que Thor, desde luego. Thor se habría dado la vuelta con un cacareo, pidiéndole que le rascara la barriga. Ben, sin embargo, sabía aceptar un no y se levantó de nuevo, dejando al bicho a su aire.

-Pues yo tengo noche de baño -respondió, alegre-. Y como también puedo elegir, me voy a quedar con esa opción. Ya te buscaré en los tejados, si es que sigue sin llover. ¡Nos vemos!

Y, llevándose las manos a la nuca, echó a andar hacia los pasillos. Sí, desde luego, un baño sonaba a gloria absoluta en aquel momento.

*Se va*

Johan dedica una mirada entretenida a la chica del piano en lo que esta interactúa con el cachorro. El encuentro dura poco, y también el tiempo que ella se queda en el claustro. Pronto anuncia que se marcha.


-Hasta entonces –le dice, despidiéndola con un gesto de cabeza, llegando a alzar la mano, con una sonrisa de lado.


Él se queda un rato más. Al final sucumbe a la tentación y se lía un último pitillo antes de marcharse. No es lo mismo que con el anterior, pero lo disfruta de todas formas. Está relajado, a fin de cuentas. Tiene muy claro que va a dormir bien esa noche.


*se va*

No me enfrento a nadie, pero me ha parecido un buen día para poner a punto los músculos. La temperatura es, quizás, algo excesiva, pero el ambiente se hace agradable a la sombra, y el aire del exterior ayuda más a hacer ejercicio que el del interior de palacio.

Encadeno movimientos como si me enfrentase a un rival invisible. A veces golpeo con las manos y otras lanzo patadas a los pies o a la cabeza, enlazando los movimientos con pequeños saltos y giros ágiles. o con fintas, retrocediendo de pronto como si me contraatacasen y saltando hacia atrás, aprovechando el impulso para dar un mortal y volver a lanzarme al caer al suelo.

Cuando el movimiento es fuerte, intenso, y ha de serlo aunque no haya enemigo al que golpear, dejo ir un resoplido para no contener el aire en mi cuerpo.
La respiración es una parte muy importante del combate, y sin embargo no todos se la toman así. Si uno contiene el aire termina por ahogarse, y pasa lo mismo si se oxigena con demasiada frecuencia. La respiración tiene que acompañar al movimiento, reservar fuerzas y ayudar a que la potencia sea la justa.

Tengo esto en cuenta, aunque hoy solo busque mantenerme a punto.

*se queda un rato y luego se va*

Yo creía que el volver de una misión exitosa sería sinónimo de buen humor y energía. Así lo fue a principio, al menos. Pero encuentro con Des y la ausencia de algo que hacer (más que entrenar, como siempre) a partir de mi vuelta me han hecho caer de nuevo en esta sensación de vacío existencial.
Vaya mierda.

He decidido salir a tomar un poco el aire. Aunque como hace sol, que sigue siendo verano y de día, he acabado a la sombra de un muro en el claustro con Thor dormitando a mis pies. Y no es para menos, con el calorcete...
Yo que iba a mover un poco el culo... Pero nada. No será así por ahora. Estoy falta de energía. No es aburrida, es otra cosa.

Me abrazo las rodillas y oculto la cabeza entre los brazos, abriendo los ojos en la especie de habitáculo cerrado que he creado con mi cuerpo. Ahí la oscuridad es agradable.

¿Habré estado equivocada todo este tiempo? ¿He hecho las cosas mal?
Vaya jodienda de día.

*se queda*

Alzo la vista, algo sobresaltada, pero la expresión de sorpresa cambia a una de hastío al verlo. Lo que me faltaba, aún por encima. ¿Le habrá dicho ya su novia lo borde que soy o...?

-Ah, eres tú. Esperaba un ramo de flores, pero resulta que están pochas -comento, sin mucho arte en el tono jocoso-. Pido, pero no cae nada. La pobreza me persigue.

Lo miro, suavizando un poco la expresión. Tampoco es que él tenga la culpa de nada. Solo soy yo con ese humor de regla constante, ¿no?
Bueno, eso diría un tío. Yo debería ser más sensible con esas cosas. No es que las hormonas hagan a una tan distinta.

-¿Qué hay? Se te ve en forma-. Y me atrevo con una sonrisa. Venga, no te amargues, Fifi-. Tienes buena pinta hoy. ¿Te ha pasado algo bueno?

Quizás ha mojado. Con Des. Varias veces a lo largo de la mañana. Como cinco o seis.

Thor abre un ojo y lo mira, pero no le hace mucho caso y enseguida lo cierra. Mala noche eh, bribón.